DIOS ES AMOR

por
W. E. Best

Copyright © 1992
W. E. Best

Título del original:

GOD IS LOVE
por
W. E. Best

Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904 USA


CONTENIDO

1 Dios Es Amor  

2 El Propósito De Dios Garantiza La Manifestación De Su Amor

3 Dios En Amor Eligió A Algunos  

4 El Hombre No Puede Comprender El Amor De Dios En La Elección

5 El Amor De Dios Discrimina

6 Dios Ama A Algunos Y Aborrece A Otros

7 El Odio Y La Ira De Dios Difieren

8 El Amor De Dios Es Una Verdad Para Los Santos

9 En Amor Dios Llama A Los Elegidos

10 Dios Envía Mensajeros Para Proclamar Su Amor

(Contenido)


 W. E. Best Book Missionary Trust expresa gratitud a los que participaron en el proceso de traducir este libro.

El texto Bíblico corresponde a la versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas [del texto de Nestle] (BLA) cuando se indique. Se indican las traducciones directamente del texto griego por la palabra “traducción” después el versículo.


1

DIOS ES AMOR

En esta era de “Sonríe, Dios te ama,” es imperativo que el punto de vista Bíblico del amor de Dios sea audazamente declarado. El error teológico más trágico de nuestro día es creer que amor es el atributo principal de Dios. “Dios es amor” de I Juan 4:8 y 16 conectado con el prejuicio e ignorancia Bíblica ha conducido al error de “amor es Dios.” Los que no están informados pueden pensar que tales relatos minimizan el amor de Dios; por cuanto, la verdad es que los hombres han entronizado un amor deificado donde la santidad debe reinar. Dios, quien es amor, es difamado en este siglo por representarle como amoroso sin cualquier estima para la justicia. La sobre-simplificación de “Dios es amor” ha resultado en una aversión para la doctrina en general y para los pasajes desagradables, como “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:13), en particular. Un sistema de doctrina construido sobre la sobre-simplificación de “Dios es amor” conduce a la afinidad con el modernismo y socialismo.

Dios es luz (I Jn. 1:5). Dios es justo (I Jn. 3:7). Dios es amor (I Jn. 4:8). La luz y la justicia son los pensamientos principales en la primera parte de I Juan, y el amor es el pensamiento dominante en la última sección. Por lo tanto, el amor es el fin a lo que a los otros son los medios. Es la consumación del compañerismo lo que es el tema de la Epístola.

En referencia a la naturaleza de Dios, “luz” es la cosa más cerca con la que nosotros estamos familiarizados, en relación con la inmaterialidad o la incorporeidad espiritual. Por ejemplo, el sol sostiene sobre sus rayos un multiforme ministerio para mantener la vida. El poder expuesto en un día está más allá de la calculación. Sin embargo, todo es hecho en silencio y suavemente. Dios dijo, “¿No lleno yo...el cielo y la tierra?” (Jer. 23:24). Una consideración de la fuente de luz revela un emblema de la omnipresencia de Dios. ¡Qué insignificante es el hombre mientras que camina en medio de esta vastedad!

La difusión de luz es la ilustración más perfecta que la naturaleza puede dar de la presencia inmediata de las comunicaciones de Dios con nosotros. No sólo fue dado el mensaje de Cristo inmediatamente por la revelación (Gál. 1:10-12), pero Cristo Mismo resplandece inmediatamente en los corazones de los elegidos (II Cor. 4:6), y el entendimiento del mensaje por el regenerado es dado inmediatamente (Mat. 16:17; Luc. 24:45).

Positivamente, “Dios es luz”; negativamente, “...no hay ningunas tinieblas en él” (I Jn. 1:5). Teológicamente, uno diría que las tinieblas no son simplemente la antítesis de luz, sino son la ausencia de luz. Además, la luz emana de Dios, porque “El es luz.” Sin embargo, nadie puede decir que las tinieblas emanan de El porque “no hay ningunas tinieblas en él.” La luz y las tinieblas no pueden coexistir. Donde hay luz, no puede haber tinieblas. Entonces, cuando la luz de la gracia y del amor resplandece en los corazones de los escogidos de Dios, no están más en las tinieblas. Pablo dijo a los santos de Tesalónica, “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas... Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (I Tes. 5:4, 5). Los Cristianos no están en las tinieblas, sino están en la luz.

Dios es justo (I Jn. 3:7). Como Dios es luz y en El no hay tinieblas, Dios es justo y en El no hay injusticia. La misma cosa se puede decir acerca del principio de la justicia que fue dicho acerca del principio de luz. Entonces, uno puede decir que la justicia emana de Dios porque El es justo. Sin embargo, nadie puede decir que la injusticia surge de Dios. La injusticia no puede salir de la justicia.

Dios tiene muchos atributos, pero Su naturaleza es expresada por una sola oración — “Dios es amor” (I Jn. 4:8). La oración no dice que Dios “fue” o “Dios será,” sino “Dios es [tiempo presente de eimi] amor.” Otras cosas hace Dios, pero el amor es la naturaleza de Dios. Uno puede saber algo acerca del afecto humano; pero aparte de la gracia, nadie puede saber algo acerca del amor Divino. El raudal que corre en el verano será cubierto con hielo en el invierno, pero el amor de Dios es un raudal que nunca se congela. Por otra parte, un raudal que corre en la primavera por el hielo y la nieve que se derrete llegará a ser seco en el calor del verano, pero el amor de Dios es una fuente que nunca se seca. El sol que vierte una inundación de rayos dorados durante el día se pone por la noche. Hay obscuridad en su ausencia. Pero el amor de Dios es un sol que nunca se pone.

El amor de Dios sólo actúa mediante la justicia. Dios nunca está mencionado como “amor,” “amando,” o “lindo.” El está mencionado como “justo,” “santo,” “fiel,” etcétera. Dios nunca usó el término “amor” en todos Sus títulos o nombres. La justicia debe ser necesariamente manifestada y el justo juicio satisfecho antes de que el hombre pudiera entender que “Dios es amor.” La prueba más grande de que la santidad de Dios es Su atributo principal es la cruz de Cristo. ¿Dio Su espalda el Padre a Cristo durante el tiempo en que El se hizo una ofrenda por el pecado porque Le amó o porque El es santo? El amor de Dios está manifestado por el Padre enviado a Su Hijo (I Jn. 4:9, 10), pero el amor debe ser entendido como la naturaleza de Dios más bien que uno de Sus atributos. La palabra que mejor describe la esencia del ser de Dios es “Santa” (Juan 17:11; I Ped. 1:15, 16; Apoc. 4:8; 15:4).

El atributo principal de Dios es Su santidad. La santidad da belleza a todos los atributos de Dios. En ninguna parte de la Escritura es Dios mencionado en la alabanza, la adoración, o la petición como el “amante Padre.” El es llamado “el justo Padre,” “Dios justo,” “Dios santo,” “Dios misericordioso,” pero nunca “amante Padre” o “amante Dios.” Aquellos quienes hablan de Dios como dulce o amante indican que no tienen entendimiento del carácter de Dios. Jesucristo Mismo nunca invocó a Dios el Padre como “amante Dios” o “amante Padre.” A través de Su oración sumo sacerdotal, El Le llamó “Padre,” “Padre santo,” y “Padre justo” (Juan 17:1, 5, 11, 21, 24, 25). Aunque el amor perfecto existe entre el Padre y el Hijo, Jesucristo no Le habló como “amante Padre.”

Entre todos los títulos que pertenecen a Dios en el Antiguo Testamento, el título de amor no se encuentra. La justicia debe ser manifestada y el justo juicio satisfecho antes de que El pudiera ser conocido como amante. Por lo tanto, el Señor Jesucristo vino y mostró la justicia en Su muerte. La justicia de Dios es revelada en el evangelio (Rom. 1:16, 17). El carácter de Cristo es eternamente justo, pero no fue conocido hasta Su muerte. Por lo tanto, la justicia fue manifestada necesariamente y el justo juicio satisfecho antes que cualquier persona pudiera entender que Dios es amor. Los creyentes Neotestamentarios son privilegiados al entender más que Abraham, Isaac, Jacob, y el resto de ellos.

La santidad puede ser asignada a todo hecho histórico de Dios. La maldad del hombre llegó a ser tan grande que Dios destruyó la tierra y todo lo que estaba en ella. Noé y su esposa y sus tres hijos y sus esposas fueron las únicas personas salvas. Todos los demás fueron destruidos en la inundación. El amor no puede ser asignado a esa destrucción, pero sí la santidad, la justicia y el justo juicio. Asimismo, Dios manifestó Su justicia, pero no Su amor, en la destrucción de Sodoma y Gomorra. Después de la liberación de Israel del cautiverio Egipcio, el Señor en la justicia, no en el amor, destruyó a Faraón y su ejército en el Mar Rojo. No en el amor sino en la justicia, Dios mató a Senaquerib y a los 185,000. Además, en la justicia, no en el amor, El abrió la tierra para tragar a Coré y sus seguidores. La santidad, y no el amor, puede ser asignada a toda obra de Dios en la historia. La única razón por la que Dios trata con Sus elegidos en la misericordia es que Su justo juicio ha sido satisfecho en su Sustituto, el Señor Jesucristo.

En la santidad, el Padre dio la espalda a Su Hijo cuando fue hecho una ofrenda por el pecado. La santidad de Dios, no Su amor, Le causó dar la espalda. Los pecados de los elegidos fueron imputados a Jesucristo, y El fue tratado como ellos deberían ser tratados. La santidad de Dios está magnificada en la expiación de Cristo (Sal. 22:1-3). El amor de Dios está manifestado en que El envió a Su Hijo (I Jn. 4:9, 10). El amor es la naturaleza de Dios. Es Su carácter, no Su característica.

El amor Divino se encuentra en Juan 3:16— “de tal manera amó” Dios al mundo. Esto no habla de la cantidad sino la calidad de este amor. El santo y altísimo Dios ama a los depravados pecadores elegidos. La medida del amor de Dios es infinita. Es sin límites. Es trascendente. Es incomprensible: “Seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:18, 19).

Dios manifestó Su amor al enviar a Su Hijo. Su amor está manifestado en otras maneras, pero todos caen en la insignificancia en la luz de la cruz. El Calvario fue la manifestación extrema del amor para el pueblo del pacto de Dios—aquellos quienes el Padre dio al Hijo en el pacto redentor (I Jn. 4:9, 10).

El fruto del amor Divino es el don del único Hijo engendrado del Padre. El dio lo mejor de Sí Mismo. Los paganos mismos reconocen que al hacer un sacrificio el mejor debe ser dado. El Padre dio Su Hijo en los consejos de la eternidad. El Le dio en el propósito antes de la fundación del mundo (Apoc. 13:8). Nunca ha habido un tiempo en el pensamiento o el propósito de Dios cuando Jesucristo no fuera Su don a aquellos a quienes El dio el Hijo en el pacto de la redención. El Hijo estuvo de acuerdo con el Padre para llegar a ser el Dios-Hombre, el Fiador. El Padre dio el Hijo en la encarnación. Jesucristo vino al mundo, nacido de una virgen. El asumió la naturaleza humana. Entonces, Jesucristo poseyó dos naturalezas unidos en la única Persona, el Dios-Hombre. El cumplimiento del Padre dando al Hijo fue cuando el Señor Jesucristo fue a la cruz. El Padre puso Su vida en expiación por el pecado (Isa. 53:10). Los recipientes del amor Divino son los pecadores escogidos quienes el Padre dio a Cristo en el pacto de la redención antes de la fundación del mundo. (Lea Juan 10, Juan 17, Efesios 1, y Romanos 8).

El Dador supremo es el Padre; el Don supremo es el Hijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Hasta que los elegidos de Dios sean regenerados por el Espíritu de Dios, ellos son enemigos (Rom. 5:6-8). Jesucristo murió por los impíos. La cruz es la demostración más grande del amor de Dios a todos quienes son salvos por la gracia de Dios.

El amor del Padre es revelado en Jesucristo y en ningún otro lugar. Los elegidos son dados a Cristo, y Cristo es dado a todos aquellos que el Padre dio a Cristo. Hay un doble dar. El decimoséptimo capítulo de Juan específicamente afirma que el Padre dio a algunos a Cristo y El dio Cristo a ellos. El les dio a Cristo en el amor elector, y El dio Cristo a ellos en la redención. El Padre dio a Cristo potestad sobre toda carne para que Jesucristo diera vida eterna a todos aquellos que el Padre Le dio.

El amor de Dios el Hijo es manifestado en redimir a los elegidos. El se encantó en Su pueblo antes de la fundación del mundo (Prov. 8:31). El amor de Dios está en Jesucristo (Rom. 8:28-35). No hay amor fuera de Jesucristo.

El amor del Espíritu Santo es visto en Su venida a los corazones de los elegidos para regenerar, convencer, y convertir. El aplica la redención obrada para los elegidos por Jesucristo en Su amor sobre la cruz, cumpliendo el propósito de Dios el Padre. El hombre no está convencido de pecado, de justicia, y de juicio hasta que el Espíritu Santo hace Su obra regeneradora en su corazón. El da a esa persona una disposición nueva de corazón y mente, derrama el amor de Dios en su corazón, y le convierte.

(Contenido)


2

EL PROPÓSITO DE DIOS GARANTIZA
LA MANIFESTACIÓN DE SU AMOR

El propósito eterno de Dios (Ef. 3:11) garantiza que el amor eterno será manifestado (Jer. 31:3). La elección eterna es el primer paso del amor eterno. La gracia electiva de Dios sale desde el amor eterno. Provee la salvación eterna mediante el pacto eterno (Heb. 13:20, 21). El pacto eterno está cumplido en la Persona y la Obra del Hijo eterno. Así, la eternalidad del amor Divino está manifestado no sólo en el amor de Dios para los elegidos, que es sin principio, pero mediante la acción recíproca de los redimidos y los regenerados, cuyo amor para Dios será sin fin.

Un dicho de los religiosos que es repetido frecuentemente es “Dios es un caballero; El le deja a usted hacer su propia escogimiento.” Otros dichos son hechos por los religiosos: “Por la fe, usted Le (Dios) respira en su vida, y El le da a usted la vida espiritual,” y “Por la fe usted controla su propio destino.” Tres preguntas importantes están en orden: (1) ¿Está el camino del hombre en sí mismo? (2) ¿Quién es el primero que respira en quién? (3) ¿Es el hombre el autor de su propio destino? Salomón fue inspirado a escribir, “El corazón del hombre piensa su camino; Mas Jehová endereza sus pasos” (Prov. 16:9). El hombre puede considerar y proponer a sí mismo lo que hará, pero Dios endereza sus pasos al predominar y disponer todos los diseños y acciones del hombre según Su plan preordinado. ¿A quién le creerá usted, a Dios o al hombre? El propósito de Dios precedió a la fundación del mundo (Ef. 3:11). Por la providencia, El ejecuta el plan predestinado en el tiempo. En otras palabras, el propósito de Dios dibuja un cuadro planteado de la historia humana; y la providencia coloca los colores, así completando el cuadro. Entonces, la que uno diseña, el otro completa; la que uno ordena, el otro ejecuta:

En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef. 1:11).

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Dan. 4:35).

Todo lo que Jehová quiere, lo hace, En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos (Sal. 135:6).

El propósito de Dios está ejecutado sin tomar en cuenta la voluntad del hombre: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom. 9:16). Dios no está sujeto a ningún hombre; además, El no está influenciado por ninguno. Siendo absolutamente independiente, Dios hace lo que a El le complace, a quien El le place, y como a El le place.

El amor eterno de Dios puede ser descrito como se indica a continuación:

1. EL AMOR DEL PROPÓSITO—El amor del propósito de Dios significa el amor electivo. El amor de Dios se extiende sólo a aquellos para quienes El ha propuso la gracia o la ha aplicado ya a sus corazones en la regeneración. Esto es la única manera que Romanos 9:13, “...A Jacob amé...,” puede ser explicado. El amor de Dios para Jacob está declarado a ser antes que él naciera (Rom. 9:11). Por lo tanto, el amor de Dios está fundado sobre la gracia propuesta, porque la gracia no puede ser separada del amor. Dondequiera que haya amor hay o gracia propuesta o gracia salvadora (II Tim. 1:9; Ef. 2:4, 5; Rom. 5:5). Si Dios ama a todos sin excepción, El tuvo que proponer el salvar a todos. Además, si El propuso salvar a todos, todos serán salvos. Sin embargo, este no puede ser la verdad porque el mismo versículo dice, “...mas a Esaú aborrecí.”

2. EL AMOR DE LA REALIZACIÓN—El amor de la realización de Dios está revelado por el Padre entregando a Su Hijo para morir por el mundo de los elegidos. Por lo tanto, los elegidos fueron los objetos del amor de Dios. Jacob, y no Esaú, fue parte de aquel mundo. Entonces, la salvación del mundo no es lo mismo que la salvación de toda persona en el mundo. Juan enseñó que el universalismo del Cristianismo se contrastó con el nacionalismo del Antiguo Testamento. Cuando el proceso de salvación sea completo, la renovación será tan comprensiva que introducirá un cosmos ordenado (Juan 1:29). Los elegidos de Dios consisten de hombres de todo carácter, nacionalidad, y siglo. Como carácter, considera tales personas como Jacob el engañador, Rahab la ramera, Pablo el religioso, etcétera. Como nacionalidad, Juan habló de “...una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas...” (Apoc. 7:9). Como al siglo, vamos desde los patriarcas del Antiguo Testamento hasta el último que será salvo (II Ped. 3:9).

El amor de Dios fue manifestado en una manera digna de Sí Mismo. El dio Su Hijo. La dignidad del don fue revelada—el Padre y el Hijo son uno (Juan 10:30). La prueba del amor es el sacrificio; por lo tanto, el Padre sacrificó a Su Hijo. Mateo describió una escena dramática (Mat. 26:63-65). Dos sumo sacerdotes se encararon uno a otro. Uno fue un sacerdote terrenal según el orden de Aarón; el otro fue el Sumo Sacerdote celestial quien, después de Su muerte, asumiría Su oficio a la diestra del Padre. Su sacerdocio sería según el orden de Melquisedec. Cuando Cristo se llamó a Sí Mismo el Hijo de Dios, Caifás en horror fingido rasgó sus vestiduras. Esto lo puso fuera del oficio (Lev. 21:10). El no supo que Cristo era el verdadero Sumo Sacerdote en quien el amor de Dios era manifestado.

3. EL AMOR DE LA SATISFACCIÓN—El amor de la satisfacción de Dios es la meta del amor electivo. El propósito de Dios en salvar a los elegidos no fue realizado al gasto de Su propio nombre, carácter, y gobierno (Rom. 3:24-26; Isa. 53:10, 11). El justo juicio tuvo que ser satisfecho, y la única manera que esto pudo ser hecho fue por Cristo al ser tratado como si El fuera el pecador. Con la satisfacción del justo juicio, el pecador redimido está tratado como justo porque él está vestido en la justicia de Cristo. Por lo tanto, el amor Divino es un amor salvador más bien que un amor que simplemente tiende hacia la salvación. Este amor aseguró la salvación de Jacob. No fue un amor que simplemente tendía hacia la salvación de Jacob y Esaú—una salvación que Jacob aceptó y Esaú rechazó.

Las dos palabras que son enfatizadas en Romanos 9:11 son “propósito” y “elección.” La palabra griega para propósito es prothesis que significa el colocar de una cosa en vista o un propósito. Es usado doce veces en el Nuevo Testamento (Mat. 12:4; Mar. 2:26; Luc. 6:4; Hech. 11:23; 27:13; Rom. 8:28; 9:11; Ef. 1:11; 3:11; II Tim. 1:9; 3:10; Heb. 9:2). Es traducido “los panes de la proposición” y “propósito.” Esta palabra compuesta es constituida de la preposición pro, que significa “antes,” y tithemi, que significa poner, o colocar. En la referencia a los panes de la proposición, prothesis significa poner adelante como una exhibición pública, como el recordatorio de la provisión de Dios para Israel en su vagar por el desierto. Esto fue hecho en un sentido físico. Concerniente al propósito de Dios, prothesis está usado en un sentido intelectual por poner ante nosotros en las Escrituras Su determinación o decreto. Nosotros usamos la forma plural “decretos” para hablar del propósito de Dios, pero debe ser entendido que nuestros usos del plural son todos reducibles a un propósito. Por lo tanto, los decretos—cuando hablamos de ellos para nuestra conveniencia—no son formados sucesivamente cuando una así llamada emergencia llega, pero todas son las partes de un propósito o plan completamente comprensivo. Este único propósito incluye varios eventos. Estos eventos están mutuamente relacionados; por lo tanto, hablamos de decretos como muchos y teniendo un cierto orden. Este cierto orden es por el Uno teniendo autoridad suprema proponiendo lo que a El Le agrada sin el prejuicio, el respecto de personas, o la arbitrariedad—como los hombres los consideran.

Según el contexto inmediato, como así también el contexto total de Romanos 9:11, la elección está siempre caracterizada por su propia fórmula familiar—no viene por el mérito humano sino por la gracia Divina. Así, las palabras de Pablo en el mismo texto son: “...no por las obras sino por el que llama.” El mismo escritor dijo, este llamamiento es “...no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (II Tim. 1:9). “Antes de los tiempos de los siglos,” como “no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal,” prueba que la elección precede la obra actual de la gracia en los corazones de los hombres.

El propósito de Dios es uno, porque El es de una sola mente: “Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo” (Job 23:13). Ha sido dicho que no puede haber un pensamiento nuevo o un propósito nuevo en Dios así como no puede haber un Dios nuevo. Cualquier cosa que Dios piensa El siempre la ha pensado, siempre piensa, y pensará. Por lo tanto, cualquier cosa que Dios propone El siempre lo ha propuesto, siempre propone, y propondrá. El pensar y el proponer son atributos de los seres racionales, sean creados o no creados. Los pensamientos y los propósitos del Dios infinito son co-eternales con Sí Mismo. Para ilustrar este pensamiento profundo, consideraremos la pregunta que le fue hecha a un niño: ¿Considera Dios algo? La respuesta del niño fue, “No, Dios es demasiado perfecto para razonar. El sabe todo sin razonar.” Ningún teólogo podría haber dado una respuesta mejor. Los pensamientos y los propósitos de Dios son absolutos. Si esto no fuera verdad, ningún ser podría posiblemente haber existido. El cumplimiento del propósito de Dios manifiesta la belleza de todas Sus perfecciones. Sin embargo, el cumplimiento del propósito de Dios en la providencia frecuentemente parece contradecir Su propósito eterno. Esto puede ser ilustrado por un reloj. Las ruedas en un reloj se mueven contrariamente unas a otras. Unas se mueven con movimiento circular a la izquierda, y las otras con movimiento a la derecha; pero todas sirven al propósito del reloj. El intento o el propósito es para mostrar el tiempo. Algunos hombres van en una dirección en el poder de la gracia; otros van en dirección opuesta en su poder naturalmente depravado; pero todos los hombres, en conclusión, realizan el propósito del Dios soberano.

Formar un plan y después alterarlo, o tener un plan y después fracasar en ello, es una de las imperfecciones tristes de la humanidad. En el caso del plan alterado, alguna información nueva era revelada que no era evidente antes de que el plan fuera formado. Entonces, un plan absoluto no puede ser inventado por el hombre. El hombre finito, quien continuamente aprende, nunca puede absolutamente proponer algo. En el caso del plan que fracasó, el hombre no puede prever el futuro; por lo tanto, él no sabe qué obstáculos prevendrán el éxito de su plan. ¿Pero quién es tan necio como suponer cualquiera de estas cosas en Dios?

Un plan alterado con Dios no se piensa. Dios, quien es infinito en entendimiento, no se preocupa acerca de cualquier información nueva: “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito” (Sal. 147:5). El entendimiento infinito significa que el entendimiento de Dios es ilimitado y por lo tanto perfecto. Puesto que un intelectual es uno que muestra una capacidad mental y notable, o uno quien es guiado por el intelecto más bien que por sentimientos, entonces debemos decir que solo Dios puede cumplir con los requisitos de un intelectual. Entonces, Dios es el único con una inteligencia superior, absoluta, y perfecta. Dios ve el futuro, presente, y pasado juntos a la vez. Por lo tanto, Dios tiene un propósito fijo y establecido—no simplemente un propósito, pero sólo un propósito.

Toda la historia es una. Puede haber muchas edades y eventos, pero sólo hay una historia. Puede haber muchas provincias y principados, pero sólo hay un Señor del cielo y la tierra. No hay sucesión en el conocimiento de Dios. Técnicamente, no hay más presciencia que la “prosciencia” con Dios. Otra manifestación de la condescendencia de Dios es que El se acomoda a Sí Mismo al método de comunicación del hombre para el beneficio del hombre. ¿En qué otra manera podría el Dios infinito comunicarse con los hombres finitos? La profecía es la demostración del conocimiento infinito de Dios. Si El no supo las cosas futuras, hubo entonces un tiempo cuando El fue ignorante. Toda vela del profeta fue encendida por la antorcha de la presciencia de Dios (nuestra manera de pensar); pero, mejor todavía, la vela del profeta fue encendida por la antorcha del conocimiento infinito de Dios. Así, ha sido dicho que Dios sabe todas las cosas independientemente (¿quién fue Su consejero?), claramente (no hay partícula o viga en el ojo de Dios), inmutablemente (el conocimiento de las cosas futuras no pueden ser cambiadas, porque ese conocimiento proviene de Su voluntad que es irreversible — “Mas el consejo del SEÑOR, permanecerá” (Prov. 19:21 BLA), infalible (Dios sabe todo perfectamente), y perpetuamente (Dios no se conoce a Sí Mismo ni ninguna de Sus criaturas más perfectamente en un tiempo que en otro).

Puesto que Dios sabe todas las cosas, no se puede pensar ni sugerir que, lo que Dios sabe nunca sucederá. ¿Quién hace que todo lo conocido por Dios sea ciertamente cumplido? ¿Significa esto que Dios determinó los hechos de Adán y Eva, Caín y Abel, Ismael y Isaac, Esaú y Jacob, etcétera? Si ellos no fueron determinados por Dios, debe haber una fuerza en el tiempo independiente de Dios. El único escape para esta conclusión es negar que Dios sabe todas las cosas. Esto conduciría al deísmo. Decir que Judas traicionaría a Cristo y aún saber que podría haber sido de otra manera sería contradictorio. Esto trae un problema difícil de solucionar para muchos.

Uno debe aprender a distinguir cosas que difieren. Por ejemplo, Dios proponiendo una acción de modo que será pecaminosa no es igual que Dios proponiendo una acción como pecaminosa. Dios propuso que algunas acciones iban a ser pecaminosas pensando en el bien que El causaría salir de la maldad de ellas. Los dos hechos irrefutables de la Escritura son los hermanos de José y aquellos quienes crucificaron a Cristo: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida mucho pueblo” (Gén. 50:20). “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hech. 2:22, 23). Dios propuso el pecado con el propósito del bien que iba a ser realizado. Por otra parte, el hombre propone con el propósito del mal en los hombres malos.

Los religiosos admiten que Dios permite el pecado; por lo tanto, ninguno puede decir honestamente que Dios permite el pecado cuando es contra Su voluntad hacerlo. Sin embargo, debe entenderse que el propósito de Dios no obliga a los hombres depravados a hacer el mal. El sólo los deja obrar de sus propios corazones depravados. Por lo tanto, Su justo juicio no puede ser acusado, porque El ni infunde un principio malo ni impone acciones malas. El sólo ordenó lo que será. La bondad de Dios no puede ser acusada de tolerar las cosas que El podría volver a tal ventaja para Su propia gloria y el bien de las criaturas. Así, vemos como los rayos de sol brillan sobre el estercolero sin contaminar sus rayos.

Ha sido dicho que el propósito de Dios está fundado en la soberanía, ordenado por la sabiduría infinita, ratificado por la omnipotencia, y cimentado en la inmutabilidad. Además, decimos que el propósito de Dios es eterno (II Tim. 1:9), fundado en la sabiduría Divina (Ef. 3:11), eficaz (Isa. 46:10, 11), inmutable (Hech. 2:23), absoluto (I Ped. 1:2), y todo-comprensivo (Rom. 8:28); y es más que un simple permiso de Su voluntad con referencia al pecado. El problema no puede ser resuelto por usar la palabra “permiso.” Tal término sugeriría que Dios permite al pecador decidir libremente contra el mandamiento de Dios. Si esta es la enseñanza de la Escritura, Dios en la providencia es nada más que un observador de un concurso cuyo resultado nunca es cierto. El pecado, según el “permisivo” punto de vista, descansa en el poder de la acción del hombre, y la acción de Dios llega a ser Su reacción a la acción del hombre. La enseñanza de la Escritura fuerza a uno aceptar el hecho de que cualquier cosa que está hecha en el tiempo fue propuesta en la eternidad. Por lo tanto, un tiempo fue fijado para la ejecución de este propósito, y fue llevado a cabo por la providencia de Dios a éste tiempo particular. ¿Pero no crea éste el problema del determinismo?

Las alternativas, el determinismo o el indeterminismo, son verdaderas alternativas sólo sobre un nivel antropológico y horizontal. Es dicho que ellos posan un dilema que es resuelto en la relación que el hombre mantiene con Dios. Esta relación vertical entre Dios y el hombre solo da la posibilidad a un entendimiento correcto del problema de la libertad. Uno ha dicho que ambos el determinismo, que destruye la personalidad libre, y el indeterminismo, que declara la personalidad soberana así también libre, al final descuida el aspecto Bíblico del problema. El determinismo significa que los escogimientos y las acciones del hombre son decididas por causas antecedentes. Viceversa, el indeterminismo significa que la voluntad del hombre escoge los motivos que le influirán más bien que ser estrictamente determinados por causas antecedentes. Es interesante observar que la Biblia nunca habla de la providencia de Dios en su relación al pecado humano sino en la actualidad histórica de la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Entonces, la Biblia nunca habla de Dios conduciendo a Judas a su hecho de traición. Los enemigos de Cristo son representados como hombres caracterizados por una gran iniciativa y energía, pero ellos no son capaces para escapar de lo que Dios predestinó suceder: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles, y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hech. 4:27, 28). La palabra griega para “habían antes determinado” es el tiempo aoristo de prooridzo que significa limitar o marcar de antemano, diseñar definitivamente de antemano, ordenar de antemano, o predestinar (Hech. 4:28; Rom. 8:29, 30; I Cor. 2:7; Ef. 1:5, 11). Esta palabra compuesta está hecha de la preposición pro, antes, y horidzo, nombrar definitivamente (Hech. 17:26), fijar determinadamente (Hech. 2:23), decretar o destinar (Luc. 22:22), nombrar (Hech. 10:42; 17:31). La Escritura no nos deja penetrar la armonía entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Sin embargo, la fe no huye de la responsabilidad, ni busca explicar la culpabilidad en ninguna manera sino afuera del propio corazón depravado del hombre.

La predicción de Juan 12:37-41 concerniente a los judíos no los liberó de la culpabilidad de su incredulidad, pero sí muestra que el evento se llevó a cabo según la predicción. Una comparación de la predicción con el evento muestra la providencia de Dios, sin la cual nada sucedería en la historia. Dios sobredomina la oposición a Su propia ventaja. Por lo tanto, El es tan infalible en Su providencia que El no será frustrado de Su propósito. La providencia de Dios tuvo una mano en ambos la queja de Isaías y el reto contra los judíos que pecaban. Los hombres no son salvos sobre la base de sus virtudes, pero son condenados sobre la base de su pecado.

Hay alguna discusión concerniente a Romanos 9:11 como si el propósito o la elección viene primero en el orden Divino. La palabra elección precede el propósito en el texto griego, pero el orden de las palabras del texto griego no es a ser confiado en la interpretación como el orden Divino. La palabra “propósito” expresa la voluntad determinada del Dios soberano; por lo tanto, el propósito de Dios es relacionado a Su elección. Algunos tratan de hacer mucho acerca del orden de las palabras de Romanos 9:11 en el texto griego. Hay otros que dicen que no hay diferencia entre Dios eligiendo a algunos a la vida eterna y después proponiendo salvarles y proponiendo salvar a algunos y entonces eligiéndoles.

Antes y después, en referencia al propósito de Dios, no significa que uno es antes que el otro en el orden del tiempo. Todo es desde la eternidad. Sin embargo, debemos formar una idea de una cosa antes que la otra en el propósito de Dios, puesto que Dios es el Dios del orden. El propósito de Dios para manifestar Su gloria debe ser considerado como antes de la creación y de la caída del hombre. Por ejemplo, la creación fue la manera de manifestar la gloria de Dios. En cuanto al orden, el propósito de Dios precedió la creación. Puesto que la elección es Dios escogiendo a algunos fuera de entre la humanidad caída y creada para ser los recipientes del favor especial, esta elección es “en Cristo” (Ef. 1:4). En cuanto al orden, la elección de Cristo para ser nuestro Salvador precedió nuestra elección “en El” (Isa. 42:1; Luc. 23:35; I Ped. 2:4). Además, puesto que los elegidos son predestinados a ser conformes a la imagen de Cristo, los medios de obtener la conformación precede la conformación.

Una cosa propuesta por Dios llega a ser el fundamento de la otra cosa propuesta. Por lo tanto, la pecaminosidad del reprobado es el fundamento sobre el que Dios determina el castigo de su pecaminosidad. El justo juicio de Dios no es para ser considerado como un fin en sí sino como un medio para tal fin. Entonces, Pablo fue inspirado a escribir, “Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?” (Rom. 3:5, 6). Por otra parte, mientras que el castigo está basado en el pecado, la gracia no está basada en la fe del hombre. La gracia está basada en la obra redentora del Salvador y Mediador escogido de los elegidos. Mientras que el castigo presupone el pecado, la gracia no presupone la fe. Entonces, el Dios soberano no es injusto al proponer dar a uno el justo juicio y al otro la gracia. Por lo tanto, Dios es justo para elegir a algunos para ser salvos por la gracia y justo al pasar por alto a los otros quienes serán eternamente perdidos.

Los eventos del tiempo son los hechos de la voluntad de Dios propuestos antes del tiempo. Por lo tanto, el propósito eterno de Dios debe ser entendido en el mismo orden en que los eventos son ejecutados en el tiempo. Los hechos de la voluntad de Dios en el tiempo no pueden ser diferentes de los hechos de Su propósito en la eternidad. Cada hecho en la ejecución de la voluntad de Dios en el tiempo es el fundamento para el hecho que sigue. Esto puede ser probado por los ejemplos Bíblicos que siguen. Cada hecho en el primer capítulo de Génesis fue la razón para el hecho que siguió. Todos los hechos que precedieron al hombre fueron en preparación para él. Cada hecho en la vida de Israel fue el fundamento para el hecho que siguió. Considera este principio en el viaje de Israel desde Egipto a Canaan. Cada evento en la vida de Cristo desde Su nacimiento hasta Su muerte fue el fundamento para el evento que siguió. Confirió sobre los “elegidos de Dios” (I Tes. 1:4) la gracia prevista (viniendo antes, antecedente, anticipador) (“...la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” —II Tim. 1:9), la gracia salvadora (“...por gracia habéis sido salvados” —Ef. 2:5 BLA), la gracia sustentadora (“...Bástate mi gracia...” —II Cor. 12:9), y la gracia glorificadora (“...y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” —I Ped. 1:13). Cada hecho de gracia es la razón para que el otro que sigue. El hecho de Dios en dar la gracia a los elegidos es seguido por Su hecho de la gracia recompensadora. Sin embargo, ambos dando y recompensando la gracia fueron precedidos por la gracia proveadora, y la gracia proveadora fue precedida por la gracia propuesta. El hecho de Dios en castigar a los reprobados está basado sobre Su proponiendo la caída. Por lo tanto, el castigo presupone la culpabilidad; la culpabilidad presupone el pecado; el pecado presupone la caída; y la caída presupone a Dios proponiendo la caída. La maldad está propuesta para la gloria del justo juicio de Dios, pero Dios proponiendo una acción de modo que será pecaminosa no es igual que Dios proponiendo una acción como pecaminosa.

(Contenido)


3

DIOS EN AMOR ELIGIÓ A ALGUNOS

Habiendo considerado la palabra “propósito” en la declaración “...para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese...” consideraremos ahora la palabra “elección” en Romanos 9:11. El propósito de Dios obra según el principio de elección. No hay una sola palabra en la Escritura que haya causado tanta discusión y división como “elección.” ¿Hemos de pensar de los elegidos de Dios como aquellos quienes han “decidido para Cristo”? No, es al revés. Los elegidos son aquellos a quienes el Padre seleccionó para ser salvos.

Los hombres pueden ser críticos más fácilmente que pueden ser correctos. Uno no tiene que saber nada para criticar, pero él seguramente tiene que estudiar para ser correcto. Mucho del criticismo viene de la ignorancia, pero mucho más viene del prejuicio. Un “estudiante griego” dijo que la predestinación está usada en un versículo de entre 5,000 y esto muestra que tanto debemos platicar acerca de ella. El griego es una herramienta útil para una persona que tiene el Espíritu de la gracia, pero al que es sin el Espíritu de la gracia, es inútil ayudarle a entender las cosas espirituales. ¡Piense en todos los griegos no salvos! Si solo el griego fuera suficiente, todos los griegos serían salvos. Lo mismo es cierto con el hebreo. Es, también, una gran herramienta; pero se necesita más que un conocimiento del hebreo. ¿Qué de todos los judíos no salvos?

El propósito de Dios no hubiera sido propósito “según la elección” si El hubiera propuesto elegir a todos sin excepción. La elección significa seleccionar algunos de entre todos. La elección de Dios de algunos no podían ser sobre el fundamento de la fe prevista, porque Dios dio gracia a los elegidos en Cristo sobre el principio de elección antes que el mundo comenzara (II Tim. 1:9). Por lo tanto, todos aquellos que Dios “nombró” (tasso) a la vida eterna creyeron. Creer es el resultado más bien que la causa del nombramiento de Dios. La elección de Dios precedió la existencia actual de los hombres.

El propósito de Dios según la elección está mostrado en la Escritura para recordar a los individuos y a la nación de Israel que la salvación es no un pensamiento después con El. El propósito no es igual que la ejecución. Por ejemplo, proponer para crear no es igual que la creación. Además, proponer salvar a algunos según el principio de la elección no es igual que la salvación. El propósito de Dios es eterno, pero su ejecución es en el tiempo. El propósito no es a causa de la fe en nosotros, pero la fe en nosotros es por el propósito Divino. Dios propuso salvar a algunos (Ef. 1:4; II Tim. 1:9) y para redimir aquellos quienes El eligió para salvar (I Ped. 1:18-23).

El principio de la elección Divina es dado por Pablo en Romanos 9:6-13. No hay un pasaje en toda la Escritura más descuidado, aborrecido, y mal interpretado que esta sección de Romanos 9. El razonamiento depravado busca armonizar lo que parece ser una inconsistencia en el carácter de Dios. Comienza por racionalizar que Dios quien ama al mundo de la humanidad no puede aborrecer a cualquiera. Por lo tanto, Dios amó a Jacob pero a Esaú amó menos. Tal razonamiento continúa al decir que Dios no es un respetador de las personas. Otros reconocen la autenticidad de la Escritura e interpretan el pasaje como refiriéndose a la nación de Israel y no teniendo nada que hacer con la elección de los individuos a la salvación eterna. Ellos afirman que la elección de Jacob y el rechazo de Esaú no son personales pero nacionales; y la elección no es a la salvación eterna sino a los privilegios terrenales. Ellos mantienen que el escogimiento de Jacob y el rechazo de Esaú no son intentados para establecer la doctrina de elección incondicional a la vida eterna y la predestinación de otros a la condenación eterna sino la elección incondicional de los gentiles a los beneficios del evangelio y el rechazo nacional de los judíos. Finalmente, hay muchos religiosos que, cuando son confrontados con la elección Divina, llegan a enojarse y consignan a todas los que creen en la elección incondicional al foso del infierno. Ellos intencionalmente descuidan los pasajes que mencionan la elección. Ellos no hacen un esfuerzo para estudiar el tema, porque están cegados por los llamados textos del “libre albedrío.”

Ha habido varias interpretaciones por predicadores acerca del significado de la elección. Aquí hay dos puntos de vista:

1. Un plan de la salvación fue elegido por Dios. Cristo fue el medio de efectuar aquel plan. Es la decisión del hombre rechazarlo o aceptarlo. Dios también eligió a una gente para manifestar este plan. El libre albedrío del hombre es el factor determinante en ambos.

2. La aceptación o el rechazo de Cristo como Salvador determina quien es elegido. Dios proveyó una expiación ilimitada. La elección está realizada en el tiempo de la salvación.

Los arminianos dicen que la elección está basada en la presciencia de Dios de quien cooperará activamente con Dios en la salvación de su propia alma. Los Luteranos dicen que está basada en la presciencia de Dios de quien no resistirá Su invitación para aceptar la salvación como una plena dádiva. Los Metodistas creen que está basada en la presciencia de Dios de quien perseverá al fin. Todos tienen versículos claves a contrabalancear el testimonio de la Escritura como una entidad. Ellos confían únicamente sobre la palabra “presciencia” sin estudiar para saber su significado verdadero. La “presciencia de Dios” está ignorantemente e intencionalmente mal aplicada por muchos. Algunos no van más allá que la definición, “conocimiento de una cosa antes que exista o suceda.” Los otros intencionalmente mal interpretan la palabra Bíblica. Por otra parte, los creyentes sinceros desean saber como el verbo proginosko (Hech. 26:5; Rom. 8:29; 11:2; I Ped. 1:20; II Ped. 3:17) y el sustantivo proginosis (Hech. 2:23; I Ped. 1:2) son usados en la Escritura. Estos no son iguales que ginosko de Juan 10:14.

Así que, Dios es soberano y la elección es la expresión del propósito eterno de Dios, o el hombre es soberano y la elección es una expresión de lo que Dios preconoció que el hombre hiciera. Uno tiene que hacer un escogimiento entre la soberanía de Dios en la salvación del hombre o la soberanía del hombre en su propia salvación. Ninguno puede nadar entre dos aguas acerca de este asunto. Es uno o el otro.

El verbo griego eklego es constituido de lego, que significa recobrar, reunir, o escoger fuera, y ek, que significa fuera de. Entonces, el verbo compuesto significa escoger o elegir fuera. Este verbo está usado 20 veces en el Nuevo Testamento (Mar. 13:20; Luc. 6:13; 10:42; 14:7; Juan 6:70; 13:18; 15:16, 19; Hech. 1:2, 24; 6:5; 13:17; 15:7, 22, 25; I Cor. 1:27—dos veces, 28; Ef. 1:4; Sant. 2:5).

El sustantivo griego ekloge significa el hecho de elegir fuera, la elección; la elección al privilegio por la gracia Divina; el agregado de aquellos quienes son elegidos, o los escogidos. Este sustantivo está usado 7 veces en el Nuevo Testamento (Hech. 9:15; Rom. 9:11; 11:5, 7, 28; I Tes. 1:4; II Ped. 1:10).

El adjetivo eklektos está traducido por las palabras “elegido” y “escogido.” Significa elegido fuera o seleccionado. En el Nuevo Testamento significa escogido como un recipiente del privilegio especial, elegido (Col. 3:12); especialmente amado (Luc. 23:35); poseído de la excelencia primaria, enaltecido (I Tim. 5:21); escogido o precioso (I Ped. 2:4, 6). Este adjetivo está usado 22 veces en el Nuevo Testamento (Mat. 20:16—omitido en algunos manuscritos, incluyendo el texto griego de Nestle—Mat. 22:14; 24:22, 24, 31: Mar. 13:20, 22, 27: Luc. 18:7; 23:35; Rom. 8:33; 16:13; Col. 3:12; I Tim. 5:21; II Tim. 2:10; Tito 1:1; I Ped. 1:2; 2:4, 6, 9; II Jn. 1, 13; Apoc. 17:14).

Las interpretaciones erróneas peligran el entendimiento de uno acerca de la elección. Los siguientes son algunas de esas interpretaciones juntas con las respuestas a ellas:

PRIMERO—La elección está basada en la fe prevista.

¿Qué es lo que Dios el Padre previó? El previó que los pecadores no iban a creer (Juan 5:40).

SEGUNDO—La elección se lleva a cabo en el punto de la fe.

Tal enseñanza hace la fe el voto decisivo que pone a Jesucristo en el oficio de Salvador. Así, la voluntad de Dios llega a ser subserviente a la voluntad del hombre.

TERCERO—La “libertad de Dios” está enfatizada a la exclusión de medios.

La elección no es la salvación; es a la salvación (II Tes. 2:13).

CUARTO—Hay un plan electivo de la salvación más bien que una elección de individuos.

Decir que Dios no hizo más que dar un plan no es diferente que El dando la Santa Ley. No había nada malo con la ley. El problema está en la depravación del hombre. Como no había gracia en la simple ley, no hay gracia en un simple plan. Sin embargo, la elección es la elección por gracia (Rom. 11:5).

QUINTO—La elección puede ser tomada a la ligera de modo que llega a ser una ocasión para la sutil auto-justificación.

El conflicto entre Cristo y los judíos religiosos era un conflicto concerniente a la elección por la gracia de Dios. La Biblia no presenta la elección como un medio a la auto-exaltación, pero como el medio a la verdadera santidad y humildad de la vida (II Cor. 5:14, 15; I Ped. 2:10, 11; Ef. 1:4; Heb. 12:14).

SEXTO—La elección releva a los no elegidos de toda responsabilidad.

Todo hombre es responsable ante Dios. Además, ¿quién sabe quienes son los no elegidos? Solo Dios lo sabe. El aumento de la luz objetiva aumenta la responsabilidad (Mar. 6:11).

SÉPTIMO—La elección previene la salvación de algunos quienes desean ser salvos.

La pregunta debería ser hecha, ¿De qué desean ser salvos? El deseo de ser salvo del infierno es un deseo natural, pero el deseo de ser salvo del pecado es un deseo espiritual. (Vea Luc. 14:12-14; Mat. 22:1-14).

OCTAVO—Dios sería arbitrario elegir.

El hombre es ciego para vivir en su creencia en la no arbitrariedad de su propia moralidad y obras sino prevee la arbitrariedad en la libertad absoluta del Dios soberano quien es Su propia ley. Dios puede hacer como a El le plazca sin ser culpable de la arbitrariedad como los hombres consideran la arbitrariedad.

NOVENO—La elección hace a Dios un respetador de las personas.

Dios es culpado al dar a personas iguales cosas desiguales. La elección de Dios no es un hecho del justo juicio, pero de soberanía. El justo juicio presupone deuda, pero Dios no es deudor a ninguno. El hombre es dependiente en Dios. La elección no es una cuestión de lo bueno o malo; es el favor libre de Dios.

DÉCIMO—La doctrina de la elección hace a Dios culpable de la parcialidad.

¿Fue Dios prejudicial en favor de algunos? La parcialidad significa injusticia (I Tim. 5:21; Sant. 3:17). ¿Los pecadores tienen derecho a favor con Dios? No puede haber parcialidad puesto que ninguno tiene ningún derecho al favor de Dios. Si la soberanía absoluta es parcial, la Biblia está llena de parcialidad. (Vea Mat. 11:25-27).

(Contenido)


4

EL HOMBRE NO PUEDE COMPRENDER
EL AMOR DE DIOS EN LA ELECCIÓN

El argumento mayor contra Romanos 9-11 enseñando la elección incondicional a la salvación es que ha de ser entendido en un sentido nacional más bien que en un sentido personal. Por lo tanto, Dios amando a Jacob y aborreciendo a Esaú ha de ser entendido comparativamente, y no absolutamente. Ellos son los representantes de una raza, no de individuos. El amor y el odio refieren a los privilegios celestiales, no a los terrenales. La elección no depende ni en su arrepentimiento o su fe; por lo tanto, no es cierto que esta fue una elección a la salvación de Jacob, ni fue la reprobación eterna de Esaú. El asunto en cuestión concernió a Jacob como un miembro de la familia teocrática al que Esaú nunca hubiera podido lograr porque él desdeñó la primogenitura. La narración dice que “Dos naciones hay en tu (Rebeca) seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor” (Gén. 25:23). Por lo tanto, ellos concluyen al decir que Dios trataba con “naciones” y “pueblos” más bien que eligiendo a uno a la salvación mientras pasando por alto al otro.

Ninguno puede negar el hecho de que Pablo discutía el tema de Israel en Romanos 9-11, pero ni puede negar que Jacob y Esaú fueron individuos. Así, dos preguntas muy importantes deben ser hechas: ¿Amó Dios sólo a Israel y aborreció sólo a Edom sin primero amar a Jacob y aborrecer a Esaú? ¿No hizo Dios una distinción entre un hombre y una nación sobre un otro hombre y otra nación? Ninguno puede desestimar la idea de la elección individual por decir que Romanos 9 habla de una elección nacional. Técnicamente hablando, ¿Qué diferencia hay entre una nación siendo elegida de entre las naciones y algunos individuos siendo elegidos de entre la humanidad? El principio es el mismo en ambos casos.

La cuestión de elección o no elección es la pregunta del testimonio de la Escritura en un lado y las opiniones depravadas de los hombres en el otro. La Santa Escritura nos instruye en cosas que la razón humana nunca puede saber. ¿Por qué Dios nos daría una revelación de las cosas que nosotros ya sabemos? La elección es usada en varias maneras en las Escrituras: (1) A veces se refiere en elegir a personas de capacidad superior o excelente. Cuando las personas eligen, escogen lo mejor. Por ejemplo, los hijos de Benjamín eligieron a los mejores y más efectivos guerreros para defenderse a sí mismos: “De toda aquella gente había setecientos hombres escogidos, que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no erraban” (Jue. 20:16). (2) La elección a veces significa la designación temporal de las personas a un oficio particular. Así, los discípulos fueron elegidos para ir y llevar fruto, y que su fruto permanezca (Juan 15:16). (3) La elección está usada en el sentido de Dios tomando a una nación entera en un pacto con Sigo Mismo: “...Jehová tu Dios te (Israel) ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deut. 7:6). (4) A veces la elección refiere al eterno, soberano, particular, e inmutable hecho de Dios donde El seleccionó a algunos de entre la humanidad para ser redimidos por Jesucristo (Juan 10:15, 16; II Tim. 2:9, 10). No hay tal cosa como Dios eligiendo eternamente a algunos para ser los Suyos y no determinando quienes serían: “...Conoce el Señor a los que son suyos...” (II Tim. 2:19). “Bienaventurado el que tú escogieres...” (Sal. 65:4). No como los hombres, Dios no elige a los hombres simplemente porque ellos son superiores a los otros en cualquier manera. El escoge al necio, débil, lo vil, menospreciado, y lo que no es para que nadie se jacte (I Cor. 1:26-29).

El primer instinto del hombre depravado es para rebelarse contra la soberanía de Dios. Sin embargo, puesto que la elección es incondicional, su resultado es la rendición incondicional a la voluntad del Dios soberano. Esto nunca debe ser esperado aparte de la gracia de Dios. Ha sido dicho que la palabra “gracia” transmite tres ideas. La primera idea es la de poder. Se necesita poder para salvar. Los hombres quienes están muertos en pecado necesitan poder, y no instrucción. ¿Cómo puede una persona muerta ser instruida? El primer hecho de la gracia es hacer a los hombres muertos vivos. La obra del poder potente de Dios está descrita como interna en Efesios 1:19 y 20. En la creación del hombre, Dios comenzó en lo externo; pero en la regeneración, El comienza en lo interior. Entonces, no puede haber un cambio externo que permanezca hasta que la gracia obre un cambio interno. El mismo poder que levantó a Cristo desde el sepulcro es requerido que haga a los hombres muertos en el pecado vivos en Cristo. La segunda idea es la del amor. La gracia no es simplemente poder, sino es poder dirigido por el amor: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Ef. 2:4, 5). No solamente hemos sido salvos pero estamos actualmente en un estado de salvación eterna, porque nuestra salvación es un producto del amor eterno de Dios. La tercera idea de gracia es que es gratuita. Por lo tanto, no es solamente inmerecida, pero no es recompensada: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Rom. 11:5, 6). Por lo tanto, la gracia es totalmente de Dios en su propósito, provisión, y aplicación.

La razón por la que la elección es aborrecida es porque es contraria a la opinión, el juicio, la estimación, o punto de vista del hombre en su condición depravada. Por eso el hombre considera a la elección de gracia una cosa maravillosa (Luc. 4:18-5:26). La palabra “maravillas” (Luc. 5:26) es paradoxos, que significa no común, no esperado, o increíble. Es una palabra compuesta— para, contrario a; doxa, opinión, juicio, estimación, o vista—y está usada sólo en este versículo. La elección particulariza la gracia, y esto es lo que aborrece la mente natural. La razón por la cual los hombres no tienen el concepto correcto de la elección es porque no van al Dios soberano. El que comienza con Dios dirá, “...El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Gén. 18:25). Todos nosotros debemos aprender las lecciones que tenían que aprender Eva, Sara, y Rebeca. Concerniente a Caín y Abel, Eva aprendió que una semilla espiritual no es “de sangre.” Concerniente a Ismael y Isaac, Sara aprendió que una semilla espiritual no es “de voluntad de carne.” El nacimiento de Isaac fue un milagro. Concerniente a Esaú y Jacob, Rebeca aprendió que una semilla espiritual no es “de voluntad de varón.” En cada paso, los Cristianos están cerrados a la fe en Dios. Cuando ellos van a la palabra de Dios, aprenden que la salvación es de Dios en su plan, provisión, y aplicación (Ef. 1:3-14).

Donde hay elección, es seguro que habrá la salvación, porque la elección es para la salvación: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (II Tes. 2:13, 14). Puesto que la elección es “para,” eis, la salvación, la elección debe preceder la salvación. Por lo tanto, Cristo dijo, “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Juan 10:16). El verbo “tengo,” echo, significa “tener ya.” Todos los elegidos fueron de Cristo ya, porque ya habían sido dados a El por el Padre (Juan 17:2, 6, 9, 11, 12, 24). El próximo “debo traer” es un sustantivo verbal, dei me agagein, el infinitivo de ago, traer. Esto puede ser traducido “es justo o inevitable para mí traer” aquellos que tengo ya por la relación del pacto elegidos para la salvación. Los medios por los cuales los elegidos son traídos a la salvación son dados en Juan 10:15 cuando Cristo dijo, “...pongo mi vida por las ovejas.” Esto refiere a la redención particular. El próximo verbo, “oirán,” es dado a la controversia en cuanto a su forma conjugada. Algunos piensan que es el tiempo futuro activo de akouo, oír. Otros piensan que debería ser el tiempo futuro medio de akouo. Cualquier forma conjugada que usted elija, todavía significa que los gentiles elegidos como así también los judíos elegidos oirán al Pastor verdadero, porque ellos reconocen Su voz (Juan 10:3, 5). El último verbo es “habrá,” y este verbo, como el que lo precede, es dado a la controversia. Algunos piensan que la forma conjugada debe ser el tiempo futuro activo de ginomai, haber; pero otros piensan que debería ser el tiempo futuro medio de ginomai. Ellos vendrán a ser un “rebaño” (poimen). La palabra “redil” de Juan 10:16 es aule en el texto griego. Las ovejas de Cristo no son restringidas al “redil” (los judíos, Juan 10:1), pero ellos son elegidos también de entre los gentiles.

Aquellos quienes creen Romanos 9:10-13 solo aplican a Israel nacional, y no a la elección individual, dicen que el pasaje no debe ser estudiado excepto en la luz de la historia de Israel (Mal. 1:1-5). Ellos contienden que la doctrina de la preferencia Divina de Israel a Esaú sólo apareció después que los caracteres respectivos de las naciones fueron manifestados en la historia. Además, ellos creen que la doctrina de la elección en el Antiguo Testamento es sólo para el servicio. Uno ha dicho que como Pablo trató de enseñar a los Cristianos en Roma, Dios escogió a Israel no sólo por la causa de Israel, sino por causa de todo el mundo. A él esto explicó la aparente arbitrariedad de la elección y la angostura de la ranura dentro de la cual Israel se movió. Se puede decir mucho acerca de la doctrina de la elección en el abstracto, pero cuando está formulado en el lenguaje de “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí,” es difícil evitar un sentido de favoritismo. Sin embargo, ellos concluyen al decir que cuando uno ve detrás de las palabras para ver la conclusión, tal pensamiento es injustificable, porque detrás de las palabras hay un principio que Dios ama a aquellos quienes Le aman a El.

La nación de Israel fue elegida a una posición teocrática, pero entre los miembros de Israel nacional algunos fueron elegidos para la salvación (Rom. 9:6, 7). Es cierto que el carácter de la nación fue manifestado en la historia. Además, Israel fue escogido no simplemente por la causa suya sino también para el bien de los elegidos entre las naciones del mundo. Sin embargo, debe ser negado que la Biblia enseña cualquier principio que Dios ama a aquellos quienes Le aman a El. Es cierto que tal punto de vista es natural a las mentes naturales, pero la enseñanza de la Escritura prueba que Dios amó a Israel con un amor eterno: “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos” (Deut. 7:7). “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo, Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer. 31:3). La palabra para “eterno” viene de la palabra hebrea owlam que significa eterno, perpetuo; interminable e ilimitado, si pasado o aún por venir. Los hombres en la existencia actual no son eternos, pero en la mente del Infinito ellos son eternos. La frase de Dios “Con amor eterno te he amado” vino a Israel mediante Su profeta cuando sus tristezas fueron grandes y sus pecados fueron todavía mayores. Frecuentemente cuando los elegidos son lo más bajos, el Dios de toda gracia viene y trae al recuerdo el amor de sus esponsales. El mismo principio Divino es afirmado por Juan: “Nosotros le amamos a él (Dios), porque él nos amó primero” (I Jn. 4:19).

Los elegidos no son elegidos sólo en Cristo (Ef. 1:4), tienen redención en Cristo (Ef. 1:7), son hechos criaturas nuevas en Cristo (II Cor. 5:17), han obtenido una herencia en Cristo (Ef. 1:11), son sellados en Cristo (Ef. 1:13), y tienen seguridad y el acceso en Cristo (Ef. 3:12), sino producen fruto en Cristo (Juan 15:1-5), hacen conocer nuestras peticiones en Cristo (Juan 15:7), hacen buenas obras en Cristo (Ef. 2:10), y hablan la verdad en Cristo (Rom. 9:1).

(Contenido)


5

EL AMOR DE DIOS DISCRIMINA

Dios es el discriminador en el plan de los siglos, en la profecía, y en la historia del Antiguo Testamento. La Biblia representa a Dios como omnipotente, pero las Escrituras también declaran que hay algunas cosas que Dios no puede hacer. La omnipotencia no significa que Dios puede hacer todo sino que El puede hacer todo lo que El ha propuesto hacer. La Biblia dice que Dios es amor, pero también afirma que El derrama Su ira sobre algunos de entre la humanidad. La sentencia contra el crimen no es cruel. ¿Quién sería un Dios justo si no castigara? No puede haber perdón sin la satisfacción.

El amor en su misma naturaleza es particular más bien que indistinto. El amor de Dios no es un espectáculo público. Uno ha de tener la gracia para conocer y ver el amor de Dios. Muchos vieron la cruz, pero no vieron la manifestación del amor. El amor del Padre está manifestado en la muerte de Cristo, el amor del Hijo está revelado en Su obra de la redención, y el amor del Espíritu es visto en Su venida en los corazones de los elegidos, regenerando, convenciendo, convirtiendo, y derramando el amor de Dios. Aparte de la obra del Espíritu, como los muchos quienes dieron testimonio de Calvario, los hombres no ven la manifestación del amor. Diciendo a las personas quienes rechazan a Cristo que Dios les ama les da un sentido de seguridad en sus pecados. No hay amor fuera de Jesucristo. Aún los elegidos, aunque eternamente amados por Dios, no pueden saberlo hasta que sean regenerados.

Dios es el Dios de distinción. Las distinciones distintivas entre los hombres son dadas en las Escrituras, y Dios es Aquel que discrimina. El ama a algunos y aborrece a otros. El escoge a algunos y pasa por alto a otros (Rom. 9:13). El ha puesto a algunos para la salvación y a otros para la ira (I Tes. 5:9). Dios tiene misericordia sobre algunos y endurece a otros (Rom. 9:18). El destinó algunos a la vida eterna (Hech. 13:48), y El destinó a otros a la condenación (Jud. 4). Dios conoce a unos y no conoce a otros (Juan 10:14; Mat. 20:28). Dios eligió a algunos y reprobó a otros (Ef. 1:4; Rom. 11). Hay aquellos quienes no son de este mundo, y hay aquellos quienes son de este mundo (Juan 17:14, 16; 15:18, 19). Dios llama eficazmente a algunos y pasa por alto a otros (II Tim. 1:9). Hay aquellos a quienes unas cosas son reveladas, y hay aquellos a quienes unas cosas son escondidas (Mat. 11:25, 26). Dios revela cosas espirituales a los elegidos y las esconde de los no elegidos (I Cor. 2:9-11).

La verdad del amor restringido está resistida y rechazada por la mayoría de los religiosos en el día de hoy. El principio del desprecio antes de examinar es una prohibición contra toda información y detiene al hombre en la ignorancia. La verdad siempre involucra más de lo que aparece por encima. No hay nada en el círculo de la doctrina que no sobrepase la capacidad del hombre. La tendencia en nuestro día es el de despreciar la investigación laboriosa y substituir la razón humana para la revelación Divina. La revelación Divina y no la opinión del hombre será la regla para el juicio. Los hombres necios levantan muchas quejas con Dios, como si El estuviera cautivo a sus acusaciones. Es un pecado serio para los hombres buscar sujetar lo que no tiene límites a la pequeña medida de la razón del hombre. La sabiduría de Dios es ilimitada. El conocimiento de Dios es infinito (Sal. 147:5). La mente finita del hombre no es la regla por la cual la mente infinita de Dios ha de ser medida. Todos nosotros nos regocijamos en el poder absoluto de Dios. ¿Tendría el hombre el poder de Dios tan limitado que El no sería capaz de hacer más de lo que su mente podría comprender? ¿Limitaría el hombre las características de Dios a su propio entendimiento limitado de ellas? La misma cosa de la que algunos hombres se quejan con Dios es la cosa que ellos aman en sí mismos. Ellos sienten que tienen el derecho de hacer con los suyos propios como a ellos les plazca. El Dios soberano del universo tiene el derecho de hacer lo que a El plazca con los Suyos.

La verdad de la elección Divina hace que muchos hagan preguntas. Pablo había declarado el escogimiento de Jacob por Dios y Su pasar por alto de Esaú. Por lo tanto, él anticipó las preguntas de Romanos 9:14-24 antes que ellas fueron hechas. Las preguntas siguientes fueron hechas: “¿Hay injusticia con Dios?” “¿Por qué, pues, inculpa?” “Porque, ¿quién ha resistido su voluntad?” “¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?” “¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” “¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”

La injusticia es una violación de los derechos de otros, por retener lo bueno merecido o por infligir lo malo no merecido. ¿Qué cosa buena merece el hombre, el pecador condenado, del Dios justo? La respuesta es obvia a todo recipiente de la gracia. El sabe que fue condenado, depravado, y no merecía nada del Dios justo. Cualquier cosa mala que esté infligida sobre un pecador es seguramente merecida.

Dios declara la prerrogativa de hacer lo que a El le plazca con los Suyos (Rom. 9:15, 16). El ejercita esa prerrogativa (vv. 17, 18). La objeción, ¿No destruye la elección la responsabilidad personal? no es pertinente. Dios trata a los rechazados como se lo merecen (vv. 22-24). Dios no es injusto al dar misericordia a algunos y justo juicio a otros. El no agravia a algunos por mostrar la misericordia a otros.

Los arminianos declaran que la doctrina de la elección hace a Dios culpable de la injusticia porque El da cosas desiguales a las personas iguales. Debe de entenderse que Dios no está comprometido con ninguna persona. Solo El tiene la libertad absoluta. Uno no puede ir a la ley con Dios porque Dios es Su propia ley. Además, no hay ley más alta que El Mismo. Dios no escogió a nadie por ningún otra razón más que la que a El le complació el hacerlo así.

El propósito de Dios no es un hecho del justo juicio, pero es un hecho de Señorío y soberanía. El justo juicio siempre presupone una deuda, pero Dios no puede ser deudor al hombre porque el hombre es dependiente de Dios. Un decreto no es un asunto de lo correcto y lo incorrecto. Es el favor libre de Dios. ¿Cómo es que el opositor a la elección vindica los métodos de la providencia en todos los ejemplos diferentes? Una persona no tiene nada que decir acerca de cuando y donde nace. ¿Intentaría cualquiera decir que Dios es injusto en determinar salvar a algunos cuando El hubiera sido justo en destruir a todos? Determinar escoger a los hombres no por causa de sus obras no hace a Dios un respetador de personas. Jacob fue escogido, y Esaú fue pasado por alto antes que hicieran obras (Rom. 9:11, 12). Dios vio a todos los hombres iguales y nada para afectar el balance de Su escogimiento sino Su propio beneplácito. Dios no valora a un hombre ni sobre su nacionalidad o su rango en la vida. La salvación del gentil regenerado, Cornelio, cuando el judío, Pedro, le declaró la palabra de Dios, le aseguró a Pedro que Dios no hace acepción de personas (Hech. 10:34). Este versículo no milita ni contra la elección o la reprobación.

No hay injusticia con Dios. Una inspección superficial del gobierno de Dios conduce a los hombres a unas conclusiones falsas. Una de las tales conclusiones es que la elección de Dios de algunos y el pasar por alto a otros manifiesta la acepción de personas. Una persona ha dicho que Dios tiene poder y no cuida o El cuida y no tiene poder. La alternativa Bíblica a su dicho es que no hay nada más natural de que el gobierno del Dios infinito debería presentar misterios a las mentes finitas. Los pensamientos de Dios no son los pensamientos del hombre, ni Sus caminos no son los caminos del hombre (Isa. 55:8, 9). Las dispensaciones providenciales de Dios son, a pesar de su gran variedad, imparciales. Los hombres entran en la vida en el mismo estado de depravación. Hay gran igualdad en las ocupaciones de los hombres mientras que hay diferencias de rango y posición. Los hombres no tienen las mismas capacidades intelectuales. Ellos no parecen iguales, actúan iguales, o tienen las mismas personalidades. Ellos no son capaces de realizar las mismas cosas y no tienen las mismas capacidades. El rango o la posición de ser preferido es difícil de determinar cuando contemplamos la totalidad de nuestro ser.

Si la soberanía está clasificada como la parcialidad, la Biblia está llena de parcialidad. Dios puede hacer lo que a El le plazca con los Suyos (Mat. 20:15; 11:25-27). La gente debe esperar para la solución de lo que parece ser parcial en la providencia, tales como circunstancias, condición del cuerpo en la salud, capacidades naturales, y ventajas externas. Sólo el futuro del hombre puede determinarle el ser feliz o triste en la totalidad. La felicidad está encontrada en el compañerismo con el Señor y en el disfrutar de las bendiciones espirituales. No se encuentra en la salud física.

Tener acepción de personas es ver con favor sobre personas con respecto a sus privilegios externos sin ningún interés verdadero acerca de su estado interno. Judas tuvo esto en mente cuando dijo, “...adulando a las personas para sacar provecho” (Jud. 16). No es bueno tener acepción de personas en el juicio. Hay una tendencia en todos los rangos—los ricos, socialmente influyentes, y hombres malos que son políticamente avanzados—pasar por alto la maldad de uno con la mira de una ventaja personal. Esta acepción de personas es condenada (Sant. 2:1-9). Estaba prohibido en la ley Mosaica, particularmente en decisiones judiciales (Deut. 1:17; Lev. 19:15).

Toda acepción de personas no es pecaminosa. Si fuera así, no habría lugar para la autoridad en la iglesia local o el gobierno civil. Hay una acepción santa de personas por Dios. El acepta Su pueblo (Gén. 19:21). Primero El acepta la persona de un hombre antes que a sus ofrendas (Gén. 4:4). El respecto justificable de personas por el hombre incluye respeto por sus edades, oficios, talentos, virtudes, y llamamientos. Es lícito respetar a las personas por la diferencia que Dios les ha dado (I Cor. 4:6). Todas son iguales en la salvación (Jud. 3), pero todas no son iguales en los dones y llamamientos. El respeto apropiado se debe a la personas por sus dones y llamamientos pero no por sus propios méritos.

Hay una acepción de personas que es pecaminosa. El juicio que está corrompido por alguna ventaja o aspecto externo es un pecado atroz. Hay un principio Divino de la imparcialidad requerido en las Escrituras. El Señor dijo a Moisés, “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lev. 19:15). Ninguna bondad especial debe ser mostrada al pobre que es culpable ni la adulación o el descuido del pecado hacia el grande que es culpable. La acepción de personas se manifiesta al hacer de las cosas externas la base del respeto y el afecto y poniendo a la gente en una alta estima para una ventaja personal. Uno nunca ha de hacer de la grandeza una excusa para la vileza y excusar el pecado por el honor humano.

La acepción de personas es respetar algo aparte del asunto y la causa en sí. Entonces, va desde el asunto al hombre, desde la cosa a la persona, y desviando desde el juicio justo y la estimación verdadera de las cosas. Esta maldad no puede permanecer con la profesión Cristiana. Un hombre es ser juzgado por su carácter y no por su abrigo. Un alma pobre puede ser un Cristiano rico, y un hombre rico puede tener un alma pobre.

El observador ve el sol que sube sobre los malos y sobre los justos y la lluvia que desciende sobre el justo y sobre el injusto. La conclusión sacada desde la primera observación es que el poder que está arriba es amistoso de una manera igual a toda la humanidad. El observador echa otra mirada a la humanidad y ve lo que él cree son irregularidades. Algunos son ricos y algunos pobres. Algunos son saludables y algunos enfermos. Algunos son bonitos y algunos no son bonitos. Algunos tienen grandes ventajas y otros no tienen ninguna, etcétera. Desde el comienzo hasta al fin de la vida parece haber desigualdad. Lo más cuidadosamente que observemos estos hechos lo más precavidos seremos al tratar con ellos. Debemos entender que este no es el mundo perfecto de Dios. Fue perfecto cuando El lo creó, pero ahora ya no lo es. Este sistema perverso está muy lejos de ser la “gran sociedad” con la de que los hombres han soñado. El sistema presente está bajo maldición. Debemos entender también que la pobreza no es siempre una maldición y que la riqueza no es siempre una bendición. La riqueza es frecuentemente una desventaja para los niños. Ellos frecuentemente llegan a ser indolentes e ineficaces. Los niños nacidos en estas circunstancias a veces encuentran en la pobreza un estímulo para un deseo por más. Lo mismo puede ser dicho para la enfermedad y la muerte. Lo más que investigamos los hechos de la vida, lo menos dispuestos somos para quejarnos contra las injusticias y las desigualdades de la que algunos hablan.

No puede haber una fe inteligente sin admitir que los atributos de Dios son inmutables y que Su propósito es tan inescrutable como Su ser. No es nuestra misión vindicar la manera de Dios a las mentes que están oscurecidas por el pecado y alejadas de la vida de Dios.

El hombre que declara su libertad sobre y contra la de Dios es necio. La ejecución del propósito de Dios no depende de la voluntad del hombre. Toda persona que llega a ser un Cristiano admite la soberanía absoluta de Dios en su salvación. El tema más grande de Pablo es que el amor expresado por el Dios soberano es que El hace todo para y en los elegidos. Hay la comparación entre las partes amando y el amado—el Santísimo amando al profano. La medida del amor de Dios es infinita, trascendente, e incomprensible.

La Biblia dice que Dios elige a algunos y rechaza a aquellos a quienes El no elige. ¿Es Dios injusto o desigual por dar a uno la misericordia y otro el castigo? Dios no ordena a ninguno sino sólo los pecadores al castigo. La no elección no es el castigo. Sólo es la retención del favor libre. Dios tiene el derecho para retener Su favor libre.

(Contenido)


6

DIOS AMA A ALGUNOS Y ABORRECE A OTROS

Los temas del amor y el odio deben ser tratados en una manera diferente. “Dios es amor,” pero la Escritura nunca dice que “Dios es odio.” ¿Significa esto que el odio es el oponente directo del amor? El diccionario dice que el “odio” es el antónimo del “amor.” Teológicamente, uno puede decir que Dios no sólo expresa el amor, pero “El es amor.” Sin embargo, él no puede decir que Dios no sólo expresa el odio, pero El es odio.

Dios amó a Jacob y aborreció a Esaú antes de sus nacimientos: “...A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:13). Uno no puede negar que Dios primero trató con Jacob y Esaú como individuos y después como naciones (Gén. 25:32; Mal. 1:1-5; Rom. 9:10-13). Algunos dicen que el escogimiento de Dios fue basado en la prevista aún no realizadas, buenas obras de Jacob. Si esto fuera la verdad, Dios sería el que responde y no el que inicia. Además, decir que la elección es nacional más bien que individual no elimina el principio de la elección. Si Dios es injusto para elegir a algunos individuos y pasar por alto a otros, ¿no sería injusto seleccionar la nación de Israel y pasar por alto todas las demás naciones?

Dios no ama a todos. El no amó a Esaú. El no amó a los Amalecitas (Ex. 17:14-16). El Señor aborrece a todos los que hacen iniquidad (Sal. 5:5). Un dicho frecuentemente repetido por los hombres es que Dios ama al pecador pero aborrece su pecado. Este dicho está hecho por la ignorancia concerniente a la depravación del hombre. Dios aborrece a “los que hacen” iniquidad. Si Dios amó al pecador y aborreció su pecado, el Salmo 5:5 hubiera leído, “Dios aborrece las obras de los malos.” No hay pecado sin pecador.

A todos a quienes Dios ama El los ama eternamente. Su amor es eterno. Es inmutable. ¿Amó Dios a Amalec por un tiempo y después por sus hechos malos le puso afuera de Su memoria para siempre? ¿Diría usted que Dios amó a Esaú por un tiempo, y después por sus hechos malos, el amor de Dios se cambió en ira? Una respuesta afirmativa contrariaría uno de los grandes principios de la Escritura—la verdad de la inmutabilidad. Dios no cambia. ¿Puso el Señor un recipiente de la gracia afuera de Su memoria para siempre? ¡No! El nos ama con un amor eterno, y nada nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Rom. 8:28-39). Lo maravilloso no es que Dios aborrece a algunos, sino es que Dios ama a alguien. No hay nada en alguno que pueda influenciar el amor de Dios.

El Dios soberano del universo confiere el amor sobre aquel quien a El le plazca. El tiene éste derecho. El cuestionar Su amor es cuestionarle a Sí Mismo. Usted dice, “Esto Lo hace arbitrario.” Sin embargo, la arbitrariedad no puede ser atribuida a Dios como lo es al hombre. Dios es Su propio derecho, y El puede hacer lo que a El le plazca. El es el Creador del cielo y de la tierra. No podemos mandarlo.

Ninguno puede conocer el amor de Dios hasta que él primero reconozca la ira del justo juicio de Dios. Por lo tanto, toda persona debe verse a sí mismo como realmente es. Esto es imposible hasta que la gracia de Dios venga a su corazón y vida por el Espíritu soberano. Toda persona fuera de Jesucristo es depravada, mala, condenada, y sin esperanza. La potencialidad a cada pecado imaginable está dentro el corazón de cada pecador (Jer. 17:9).

Dios amó a Jacob con un amor eterno. El verbo “amó” está en el tiempo aoristo de agapao, que significa amar, valorar, estimar, sentir o manifestar interés generoso para, deleitar en, o poner abundancia sobre. El tiempo aoristo refiere a una acción finalizada en tiempo pasado. Está usado en el sentido constativo, que significa que el amor de Dios para Jacob está considerado en su totalidad. La razón para el amor de Dios no estaba en Jacob sino en Dios quien es amor (I Jn. 4:8). Entonces, la causa del amor de Dios debe ser encontrada en Sí Mismo; de otra manera, Dios debe amar por regla o ley. Puesto que Dios es soberano, El es Su propia ley y ejercita Su amor como Aquel quien es absolutamente soberano.

Dios aborreció a Esaú. El verbo griego está en el tiempo aoristo de miseo, que significa odiar, observar con la malquerencia, detestar, o aborrecer. El “odio” de Romanos 9:13 pertenece al ambiente trascendente de la soberanía de Dios. No hay analogía humana para el odio Divino. El odio de Dios para Esaú no puede ser interpretado para significar “amó menos.” Si el “odio” en este texto significa “amó menos,” el mismo principio aplicaría a “amó” que significaría “aborreció menos.” Hay un odio santo en Dios para la maldad que no puede ser definido por el término “amó menos.” El tiempo del verbo “aborreció,” como el tiempo del verbo “amó,” es aoristo activo indicativo. Los dos son acciones finalizadas en tiempo pasado. Ellos son usados en el sentido constativo, que significa que los dos son considerados en su totalidad.

La idea que Dios ama a todos está refutada por Romanos 9:13. Entre aquellos que aceptan la teoría de que Dios ama a todos son compañeros extraños, tales como los Universalistas, los Unitarianos, los Científicos Cristianos, los espiritistas, los modernistas, los arminianos, etcétera. El amor de Dios nunca puede ser entendido hasta que primero uno reconozca el odio santo de Dios. El amor y el odio de Dios no son emociones sino principios Divinos. Así, hay en Dios un odio que no puede ser explicado en términos de no amar o amar menos. Uno puede asignar “santidad,” pero no amor, a todo hecho de Dios en la historia. ¿Amó Dios a todos los hombres sin excepción tanto que dio a Su Hijo para que muriera por ellos, y todavía amó algunos tantito para dejarles perecer? “Amando” y “dando” son dos expresiones de la soberanía de Dios en la redención. Amando es eterno; dando está en el tiempo. Dios no ama y odia a las mismas personas.

Hay mucha discusión acerca del verbo “aborreció” de Romanos 9:13. Algunos dicen que es un hebraismo para no ser escogido. Ellos creen que el odio no es positivo sino negativo. Esto significaría que aquellos a quienes Dios no eligió positivamente para salvación fueron negativamente pasados por alto. Otros creen que la palabra está usada a veces para significar “amó menos.” Ellos dicen que la palabra hebrea sane, como el verbo griego miseo, no está siempre entendido en su sentido más fuerte pero deben significar a veces un “menos grado de amor” o “para mostrar menos favor.” Los versículos siguientes son citados para sostener éste punto de vista: Génesis 29:32-33; Deuteronomio 21:15; Mateo 10:37-38; Lucas 14:26; Juan 12:25. Hay otros quienes creen la citación hecha por Pablo se refiere estrictamente a una elección a la línea Mesiánica, no una elección a la vida eterna. Ellos dicen que el profeta Malaquías se refirió a Israel y a Edom más bien que a Jacob y Esaú (Mal. 1:1-5). La profecía, entonces, afectó a Esaú y su posteridad con la ira por su maldad “para siempre.”

Ahora investigaremos los puntos de vistas anteriormente mencionados. La elección positiva está sobre la base de la gracia; por cuanto, la negativa pasando por alto de otros está sobre la base de la depravación pecaminosa. La elección y la reprobación proceden sobre diferentes fundamentos. Dar a algunos lo que no merecen es una manifestación de gracia; pero por no dar a todos, Dios declara lo que todos los hombres merecen. El pecado es la causa de la condenación, pero la reprobación no es la causa del pecado. El hombre es la causa de su propia práctica y naturaleza pecaminosa. La reprobación no está fundada sobre la previsión de Dios del hombre siendo un pecador. Si esto fuese cierto, todos hubieran sido reprobados.

La distinción debe ser hecha entre negativamente “pasando por alto” y positivamente “destinando a la condenación.” Pasar por alto no hace los pecadores no elegidos. La reprobación negativa fue antes que los pecadores vinieran al mundo (Rom. 9:11), pero nada puede venir al mundo ni conocido ni sin propósito: “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?” (Lam. 3:37). El actual llegando a ser de las personas no da conocimiento a Dios, sino la perfección de Su conocimiento y poder da a las personas su ser. Dios no propuso un mundo de humanidad porque El previó que habría uno. Un mundo de humanidad que viene a existir es porque El eternamente lo propuso. Este mismo principio se aplica a la reprobación en su aspecto negativo.

La reprobación negativa no hace a la persona un pecador, y ni la elección positiva hace a uno un Cristiano. El pecado no entró en el mundo desde el hecho de la reprobación ni la elección. Si el pecado vino por la reprobación, sólo los reprobados hubieran sido tentados y caídos. La tentación y la caída fueron universales, pero la reprobación fue particular. Entonces, los elegidos así como también los reprobados estuvieron bajo pecado. Por otra parte, la reprobación positiva tiene que ver con el justo juicio de Dios. ¿Cualquiera que se considere a sí mismo mayor que Dios que piense que es un crimen para Dios hacer la misma oposición contra sí mismo que ha hecho contra Dios? La reprobación positiva por Dios es consistente con el tratamiento que Cristo ha recibido por el pecador. El justo juicio es dar a todos lo que merecen.

Hay algunos que dicen que la palabra “aborreció” significa amar menos o estimar y tratar con menos favor. Ellos usan Génesis 29:33 y Lucas 14:26 para sostener ese punto de vista. Sin embargo, la honestidad demanda que el “aborrecimiento” de Romanos 9:13 pertenece al ambiente trascendente de la soberanía absoluta de Dios, para la cual no hay analogía humana. Aún en los hombres hay un odio que es enteramente distinto del odio vengativo y maléfico. El odio para Esaú debe ser interpretado en el sentido del desagrado positivo. El no fue simplemente excluido de lo que disfrutó Jacob. Hay en Dios un odio santo que no puede ser definido en términos de amar menos o tratando con menos favor. El odio absoluto de mal procede del amor absoluto. Por lo tanto, el odio santo no apoya a los hombres perversos o a la obras perversas. El amor santo y el odio santo son dos lados de la misma moneda: “Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad” (Sal. 5:5). “Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco” (Apoc. 2:6). “Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco” (Apoc. 2:15). Ninguno puede conocer el amor de Dios hasta que él primero reconozca el odio perfecto de Dios.

Finalmente, hay aquellos que creen que Dios en amor dio a Jacob la tierra prometida; pero en amar a Esaú menos, El le dio el país estéril y seco (Mal. 1:1-5). Pablo citó la profecía de Malaquías en Romanos 9:13. Ellos creen que se refirió no a los individuos sino a las naciones de las que descendieron. Ellos dicen que la preferencia Divina de Israel a Esaú apareció sólo después de los caracteres respectivos de las naciones fueron manifestados en la historia. Malaquías profetizó después de las muertes de Jacob y Esaú, pero su profecía fue dada para manifestar la ingratitud de Israel por mostrar que ambos Israel y Edom fueron los descendientes de Jacob y Esaú. La diferencia entre las naciones puede ser trazada a Aquel que puso una diferencia entre Jacob y Esaú: “...A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” Dios no sólo puso una diferencia entre Jacob y Esaú pero también entre los Egipcios e Israel (Ex. 11:7). Originalmente, no había diferencia entre Jacob ni Esaú o Egipto e Israel. Todos descendieron desde la misma fuente y fueron igualmente depravados. La diferencia es atribuible a Dios, y la naturaleza de la diferencia fue el amor electivo de Dios. La razón por la diferencia no fue por ningún mérito por parte de uno o del pecado por parte del otro. La señal de la diferencia fue la que el mundo pudiera saber que la diferencia fue la obra de Dios. Dios es aquel quien pone una diferencia entre los elegidos y los no elegidos en toda edad (I Cor. 4:7).

Puesto que la obscuridad y la injusticia son la ausencia de luz y justicia, el odio es la ausencia de amor. Por lo tanto, el amor eterno que alcanzó a Jacob no fue experimentado por Esaú. ¿Es correcto para uno decir que el odio no surge de Dios, sino que es la ausencia de amor? Las palabras griegas y hebreas para “odio” son usadas 204 veces, pero sólo once veces “odio” está conectado a Dios (Sal. 5:5; Prov. 6:16; Os. 9:15; Amos 5:21; 6:8; Zac. 8:17; Mal. 1:3; 2:16; Rom. 9:13; Apoc. 2:6, 15). De las once referencias al odio de Dios, sólo cuatro se tratan con personas (Sal. 5:5; Os. 9:15; Mal. 1:3; Rom. 9:13). Dos de las cuatro referencias refieren al odio de Dios para Esaú, una a la nación elegida de Dios, y una a los que hacen iniquidad. ¿Presenta esto un problema?

La evidencia es una necesidad absoluta para una decisión apropiada. La Biblia dice, “Al que responde palabra antes de oír, Le es fatuidad y oprobio” (Prov. 18:13). Este es un “Proverbio” que es verificado en todos los caminos de la vida, pero la verificación más dañosa es en el ambiente de temas Bíblicos. Muy a menudo nosotros oímos a la gente entrar en una conversación y buscan contestar una pregunta Bíblica sin esperar para o hacer un esfuerzo por conseguir los datos. Deberíamos ser como Job quien dijo, “...la causa que no entendía, me informaba con diligencia” (Job 29:16), o como Eliú quien “...había esperado a Job en la disputa” (Job 32:4) antes que diera su opinión. El dijo, “...Escuchadme; Declararé yo también mi sabiduría. He aquí yo he esperado a vuestras razones; He escuchado vuestros argumentos, En tanto que buscabais palabras” (Job 32:10, 11). Hablando antes de que uno pese la evidencia es insensatez y vergüenza, pero es un hecho que la gente está presta para dar sus opiniones sobre temas Bíblicos que no son deseables a sus mentes perjuiciosas o depravadas.

Hemos estado investigando la evidencia Bíblica acerca de los temas del “amor” y “odio” de Dios. Además, hemos mostrado que el “amor” y el “odio” de Dios están relacionados con personas. Déjenos ahora buscar sacar una conclusión acerca de estos temas grandes y oportunos. Estos son grandes porque están relacionados al Dios grande, y son oportunos por el mal entendimiento y confusión del hombre.

Puesto que la evidencia Bíblica es clara en cuanto a que Dios no sólo ama sino que El es amor; también está claro que Dios aborrece, pero que El no es odio. Entonces, el odio no emana más desde Dios quien es amor que la injusticia surge desde Dios quien es justo o la obscuridad proviene desde Dios quien es luz. Por lo tanto, el odio resulta de la ausencia de amor. Con respecto a Dios, el odio no significa “amar menos.” Dios es tan santo como para retener el amor como para darlo. El odio Divino no es a ser considerado como un principio activo que emerge desde Dios quien es amor. El odio es simplemente la ausencia de amor. Jacob y Esaú representan los elegidos y los no elegidos quienes experimentan a Dios en dos maneras diferentes—amor y odio o gracia y justo juicio. En la ausencia de amor, ningún vida espiritual fue propuesta; por lo tanto, ningún amor será experimentado. Por otra parte, donde el amor está presente, la vida espiritual fue propuesta; y el amor ha sido o será experimentado. Como el amor Divino es sin el sentimentalismo humano, el odio Divino es sin el carácter de venganza humana. La vida espiritual es sacada a la luz de la verdad (II Tim. 1:9, 10); la muerte espiritual permanece en la obscuridad de la falsedad.

Si la obscuridad no es simplemente el antítesis de luz y la injusticia no es simplemente el antítesis de la justicia, ¿es correcto decir que el odio no es simplemente el antítesis del amor? Puesto que la luz sale desde Dios en los corazones de los elegidos, dándoles la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, los no elegidos son dejados en la obscuridad de la ignorancia de Dios. La justicia de Dios que vestía a los elegidos deja a los no elegidos desnudos. Finalmente, el amor de Dios que está derramado dentro de los corazones de los elegidos no está derramado dentro de los corazones de los no elegidos. Si la luz, la justicia, y el amor caracterizan la primera relación, la obscuridad, la injusticia, y el odio caracteriza la segunda. Por lo tanto, es una situación de todo o nada. Es la luz o la obscuridad, la justicia honrada o la injusticia, o el amor o el odio.

(Contenido)


7

EL ODIO Y LA IRA DE DIOS DIFIEREN

El odio y la ira, con respeto a Dios, no parecen ser lo mismo. El odio es negativo; por cuanto, la ira es positiva. El odio de Dios para Esaú es el tema de gran controversia. ¿Se puede decir que el odio de Dios para Esaú es negativo? El verbo aquí está en el tiempo aoristo de miseo, que significa odiar. Es usado constativamente; por lo tanto, es considerado en su totalidad. Puesto que el verbo es activo, uno no puede decir que el odio de Dios para Esaú es pasivo. La pregunta surge, ¿hay alguna diferencia entre “negativa” y “pasiva”?

La palabra “negativa” puede ser usada en varias maneras: (1) Es usada cuando se expresa una negación. (2) Se expresa una negación de hacer algo. (3) En la filosofía, es la respuesta en una dirección fuera del estímulo. (4) En las matemáticas, es una señal para menos. (5) En la lógica, es el rechazo de la verdad del predicado con respecto al tema. “Pasivo” significa no reaccionar a algo, o no participar activamente. Es a ser actuado en o afectado por alguna fuerza externa más bien que causar la acción. En la gramática griega, pasiva es una voz de inflexión verbal indicando que el tema experimenta la acción del verbo.

Uno sería incorrecto al decir que el odio de Dios para Esaú es pasivo. El verbo está en la voz activa. Sin embargo, sería correcto decir que el odio de Dios es negativo. La provocación de Dios fue causada por la universalidad de la depravación de la humanidad. Esto necesita algunos comentarios sobre el orden de los decretos de Dios.

Ha habido una gran contienda entre las concepciones humanas de supralapsarianismo e infralapsarianismo con respecto al orden de los decretos de Dios. Esta contienda no se ha quitado. La palabra “lapsariano” refiere a uno quien cree en el hecho Bíblico de la depravación del hombre. La palabra “lapsariano” ha sido antepuesta con supra e infra, cada uno dando los diferentes puntos de vista del orden de los decretos. Supra significa “sobre” o “antes” de la caída del hombre. Infra significa “bajo” o “subsiguiente a” la caída del hombre. Hay tres etapas en la controversia: (1) Comenzó con las preguntas, ¿Fue la caída predestinada? o ¿Fue la caída simplemente el objeto de la presciencia Divina? Aquellos quienes creían en la posición supra creían que el pecado fue incluido en el propósito de Dios, y aquellos quienes aceptaban la teoría infra enseñaban que la caída fue simplemente el objeto de la presciencia de Dios. (2) El último desarrollo resultó en las teorías de la libre gracia contra el libre albedrío—los supras aceptando el anterior y los infras el posterior. (3) Ahora, tenemos la forma más desarrollada de la controversia. Los supras admiten que el decreto relacionado al pecado es permisivo, pero ellos añaden que Dios decretó permitir. Sin embargo, los supras enfatizan el elemento positivo al grado que el sistema está acusado de creer que Dios hizo al hombre para condenarlo. Por otra parte, los infras creen que el decreto relacionado al pecado es permisivo más bien que positivo. Así, ellos enfatizan el carácter permisivo del decreto hasta que está reducido a un simple permiso.

Hay una diferencia en el orden de los decretos entre el supralapsarianismo y el infralapsarianismo. Los supras proceden sobre el supuesto que en el propósito de Dios lo que está al último en la realización está primero en el orden. Así, en el consejo de Dios, Cristo está primero, y nuestra elección está en El. El orden es Cristo, la elección, la reprobación, la creación, la caída, y la providencia. Por otra parte, los infras aceptan el orden histórico de la creación, la caída, la encarnación, la cruz, la resurrección, la venida, y el tabernáculo de Dios con los hombres. Ninguno de los sistemas da una solución a los problemas que provienen. Aunque los Cristianos no entienden totalmente los decretos de Dios, ellos continúan andando por la fe, sabiendo que los problemas no son resueltos horizontalmente sino verticalmente.

Habiendo dicho algunas cosas sobre el orden de los decretos de Dios, ahora regresamos al pensamiento del “odio negativo.” En la filosofía, el negativo significa responder en una dirección fuera del estímulo. Los argumentos por los supras y los infras acerca del orden de los decretos de Dios han sido considerados, pero la Escritura nos forza a concluir que el orden de Dios es que El primero decretó manifestar Su gloria, después crear al hombre, después permitir la caída, después elegir a algunos y pasar por alto a otros, etcétera. Dios pasó por alto a Esaú en Su elección de Jacob. En elegir a algunos, Dios respondió en una dirección fuera de la provocación incurrido por la caída de todos los hombres en Adán. Algunos de los puritanos dijeron que el odio de Dios para Esaú no debe de ser entendido como positivo sino negativo, es decir, no amarle. Así, es la ira de Dios la que está infligida positivamente sobre los hombres malos por sus pecados. Mientras que la elección de Jacob está basada sobre la gracia, la reprobación negativa de Esaú, o el odio, no está basada sobre el pecado. La ira de Dios—la reprobación positiva—está infligida sobre los vasos de ira preparados para destrucción: “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción?” (Rom. 9:22). Dios pasó por alto los vasos de ira y los dejó para llenar sus pecados, o madurar para la destrucción (Rom. 2:4, 5). El pecado es la causa de la destrucción (apoleia, destrucción total, miseria eterna, o perdición), pero la reprobación negativa, u odio, no es la causa del pecado. Dios no prepara positivamente los vasos de ira para la destrucción; sino en contraste, El previamente preparó a los vasos de misericordia para la gloria (Rom. 9:23).

Hay varias diferencias importantes entre Romanos 9:22 y Romanos 9:23— (l) La preposición griega pro (antes) no está usada en el participio “preparados” de Romanos 9:22. (2) En Romanos 9:22, la palabra griega para “preparados” es el perfecto pasivo participio de katartidzo, “verbo antiguo, equipar o estado de estar listo” (Robertson). “Pasivo” significa ser hecho apto, o maduro para—en este caso—destrucción. En el versículo 23, el verbo es el aoristo activo indicativo de proetoimadzo, que significa preparar o hacer listo de antemano. (3) El “aoristo” en el versículo 23 refiere al hecho eterno de Dios; por cuanto, el “perfecto” en el versículo 22 es la acción pasada con resultados existentes. (4) El verbo “preparó de antemano” de versículo 23 indica el comienzo del desarrollo. Así, está usado ingresivamente. Sin embargo, en el versículo 22, el participio “preparados” indica el resultado. Los vasos de ira se han, por sus pecados, hecho a sí mismos los objetos de la ira de Dios.

La evidencia es fuera del rebatimiento, con respecto a los vasos de ira, que Pablo no dice que ellos fueron “preparados de antemano” para destrucción. Sin embargo, él dice que los vasos de misericordia fueron “preparados de antemano” para gloria. Los “vasos de ira” son los objetos de la reprobación negativa, u odio. Por otra parte, los “vasos de misericordia” son los objetos de la gracia electora de Dios.

Hay dos palabras griegas traducidas “ira” — thumos y orge. Thumos es usado 18 veces. Significa un furor jadeando o un olaje vehemente de enojo. Esta palabra indica una condición más agitada de sentimientos o una demostración de ira desde una indignación interior. Orge está usado 36 veces. Significa una indignación que ha salido lentamente y llega a ser más establecida. Esta palabra está usada como un brote de flor que se hincha, se abre lentamente, y entonces revienta en el florecimiento lleno. Así, la ira de Dios reventará contra este mundo impío. Hay dos versículos donde ambos thumos y orge son usados (Apoc. 16:19; 19:15).

Hay una diferencia entre la ira como existe en el hombre y como existe en Dios. La ira es una pasión excitante en el hombre. Lo sacude hasta el mero centro de su ser. La ira en el hombre es una pasión maligna. Quema con un deseo de hacer a su objeto miserable. La ira en el hombre es ambas dolorosa y egoísta. El hombre quien tesora la ira inflige castigo a sí mismo, porque él ha sido personalmente afectado. Por otra parte, la ira con Dios es un principio el cual es la reacción natural del justo juicio Divino. Dios de ninguna manera está perturbado o lastimado por infligir Su ira santa sobre el hombre por su pecado. Esta es la reprobación positiva. El Dios justo no puede considerar igualmente la verdad y el error, la honestidad y la injusticia, o la crueldad y la benevolencia. Esta verdad corrige el error teológico, da una advertencia a los pecadores, y es aún ahora revelada en entregar a los hombres a la inmundicia.

La ira de Dios no puede ser restringida a la extraordinaria precursora de la ira en la gran tribulación o al juicio final. Ha habido tales manifestaciones de la ira de Dios como el diluvio, Sodoma y Gomorra, el derrocamiento de los Egipcios en el Mar Rojo, la caída de Babilonia, la muerte de Cristo, la destrucción de Jerusalén en A.D. 70., etcétera. El tiempo presente, “se revela,” el presente pasivo tiempo de apokalupto, significa descubrir, revelar, o hacer conocido. Es paralelo con el mismo verbo concerniente a la justicia de Dios de Romanos 1:17. Así, la palabra “revela” puede referirse a las manifestaciones que no están en la categoría de los hechos milagrosos y extraordinarios de Dios. Por ejemplo, la ira de Dios está revelada perpetuamente mediante el curso general de la providencia. Los hombres no sólo siegan lo que siembran (Gál. 6:7), sino que las leyes penales de castigo son medios por los cuales la ira de Dios se revela (Rom. 13:1-7).

(Contenido)


8

EL AMOR DE DIOS ES UNA VERDAD
PARA LOS SANTOS

El amor de Dios es una verdad sólo para los santos. El principio de “desprecio antes al examinar” es una prohibición contra toda información que retiene al hombre en la ignorancia. La verdad siempre involucra más de lo que aparece en la superficie. ¿Es una persona justificada por decir que la Escritura no da a ninguno la autoridad para decir que Dios ama a todos los hombres sin excepción? De todas las referencias del amor de Dios en el Antiguo Testamento, sólo una habla de Su amor para el extranjero: “Que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama (‘ahab, tener afecto para) también al extranjero dándole pan y vestido” (Deut. 10:18). Dios entonces dijo a Israel, “Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Deut. 10:19). Aparte de la gran historia del amor de Cantar De Los Cantares, hay cerca de treinta y tres referencias al amor de Dios, y todos aplican a Su gente o a Su justicia y juicio (Deut. 4:37; 7:7, 8, 13; 10:18; 15:16; 23:5; 33:3; II Sam. 12:24; I Rey. 10:9; II Crón. 2:11; 9:8; Sal. 11:7; 33:5; 37:28; 45:7; 47:4; 78:68; 87:2; 146:8; Prov. 3:12; Isa. 48:14; 61:8; Jer. 2:2; 31:3; Ezeq. 16:8; Os. 3:1; 9:15; 11:1; 14:4; Sof. 3:17; Mal. 1:2—dos veces). Hay más que una palabra hebrea traducida “amor.”

El principio objeto del amor de Dios es Sí Mismo. El amor para sí mismos en los humanos no está condenado cuando opera dentro de su reino apropiado. La Escritura enseña que no somos obligados a amar a otros “más que” a nosotros mismos pero “como” a nosotros mismos (Mat. 22:39). Dios primeramente y principalmente se ama a Sí Mismo, y El ha hecho Su gloria el fin definitivo de todo lo que El hace en la naturaleza, providencia, y gracia:

Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, Y aun al impío para el día malo (Prov. 16:4).

Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén (Rom. 11:36).

Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas (Apoc. 4:11).

Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado (Ef. 1:6).

Nada fuera de Dios añade a Su felicidad y gozo esencial. No hay causa de amor fuera de Dios. Los hombres por naturaleza son corrompidos, abominables, y merecen ser odiados más que amados. Dios es una ley a Sí Mismo; por lo tanto, El tiene el derecho para ejercitar Su amor como a El le plazca. Esto es por qué Dios amó a Jacob y a Esaú aborreció.

Hay dos verbos griegos— agapao y phileo—para amar en el Nuevo Testamento. El verbo agapao es más fuerte que phileo. El posterior más aproximadamente representa el afecto tierno. Nunca es usado en un mandamiento a los hombres para amar a Dios; sin embargo, es usado como una advertencia (I Cor. 16:22). Por otra parte, el anterior es usado en el mandamiento para amar (estimar) a Dios. Los dos verbos son usados en el narrativo de Juan 21:15-17. El contexto en sí indica que el verbo agapao en las primeras dos preguntas sugiere el amor que valora y estima. Es un amor no egoísta, listo para servir (Apoc. 12:11). Finalmente, en la tercera pregunta, Cristo usó phileo en lugar de agapao. La diferencia no es la calidez sino el carácter del afecto. Uno significa el amor basado en la estimación del otro; el otro indica el afecto personal. Uno podría ser representado por decir, “Yo soy su amigo,” y el otro puede ser descrito como diciendo, “Usted es mi amigo.” Cristo usó agapao cuando preguntó, “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?” En otras palabras, ¿usted me estima más de los otros discípulos? Pedro había declarado esto: “...Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.... Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (Mat. 26:33, 35). Amar, phileo, la vida desde un deseo desmedido para conservarla, olvidando el objeto verdadero de vivir, se encuentra con el regaño del Señor: “El que ama (phileo) su vida, la perderá...” (Juan 12:25). Al contrario, amar, agapao, la vida, como está expresado en I Pedro 3:10, “El que quiere amar la vida Y ver días buenos...,” es examinar interés verdadero de vivir. Aquí, la palabra phileo sería impropia. Las preguntas no fueron para la información de Cristo sino para el examen de Pedro. Pedro nunca usó agapao (el amor dedicado y alto) en cualquiera de sus respuestas, sino usó phileo (amar como un amigo). Aunque las palabras son frecuentemente cambiables en el Nuevo Testamento, debemos observar una distinción pequeña entre ellos. El verbo phileo es usado al hablar del amor del Padre para Cristo (Juan 5:20), el amor de Cristo para Lázaro (Juan 11:3, 36), y el amor del Padre para los Suyos (Juan 16:27; 20:2; Apoc. 3:19).

En todas las referencias al amor de Dios, si es agapao (142 veces pero 42 veces cuando se refiere a Dios), phileo (25 veces, pero 6 veces cuando se refiere a Dios), agape, (116 veces, pero 30 veces cuando se refiere a Dios), o philanthropia (Tito 3:4), sólo dos referencias en los Evangelios necesitan cualquier consideración (Mar. 10:21; Juan 3:16). El libro de Los Hechos, que registra los mensajes misioneros de los apóstoles, nunca menciona el amor de Dios. Entonces, ninguno en todas las actividades misioneras dijo, “Dios te ama.” Además, en las Epístolas y en el libro de Apocalipsis, el mensaje de Dios a los santos, cuenta el amor de Dios sólo para los Suyos (Rom. 5:8-10; 8:28-39; Ef. 2:4-10; Heb. 12:6; Apoc. 1:5; 3:9, 19).

En Marcos 10:21, se dijo que Jesucristo amó al joven rico: “Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.” El verbo “amó” está en el tiempo aoristo de agapao. La pregunta es si este verbo está usado ingresivamente o constativamente. Algunos dicen que puesto que Dios ama a los elegidos, este hombre joven debe haber sido convertido. Sin embargo, esto es llegar a una conclusión que no puede ser comprobada por la Escritura. Otros dicen que fue un afecto natural, puesto que Cristo estuvo contento con su estima externa para la ley. Las personas que retienen este punto de vista creen que agapao gradualmente tomaba el lugar de phileo en el uso griego.

En la vista de todo lo que ha sido dicho acerca del amor de Cristo para el joven rico, hay que concluir que este amor no se refirió al amor electivo con el cual Dios ama los Suyos—aquellos quienes fueron dados a El por el amor electivo del Padre. Las cosas que ocurrieron después prueban que el joven no amó al Salvador. El amor constativo de Dios para una persona resulta en el amor recíproco por el amado para el Amante: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (I Jn. 4:19). Cristo como el Dios-Hombre tuvo amor para el joven príncipe.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo” de Juan 3:16 no es difícil para el estudiante sincero de la Escritura entender. El “mundo” kosmos no está usado con una significancia constante. Es usado en el sentido de “tierra” (Juan 13:1), “sistema” (I Jn. 2:15-17), “raza humana” (Rom. 3:19), “incrédulos” (Juan 15:18), “sólo creyentes” (Juan 6:33; II Cor. 5:19), y “gentiles” (Rom. 11:12). (Vea Juan 1:10.) Hay algunos “pares” significantes en Juan 3:16 — (1) “Dios”, y “el Hijo” muestra el Dador supremo y el Don supremo. (2) “Amó” y “dio” muestran dos expresiones de la soberanía de Dios en la redención. La primera es eterna, y la segunda está en el tiempo. (3) “Mundo” y “todo aquel” muestran la idea colectiva de los elegidos y la idea individualista de cada uno de los elegidos de Dios llegando a ser un “todo aquel.” (4) “Cree” y “tenga” muestran los resultados del amor electivo (Hech. 13:48). “Dar” y “recibir” son términos relativos, el uno suponiendo el otro. Dios nunca da algo que no es recibido. Esto también explica Marcos 10:21. El amor eterno está en el Hijo eterno. Por lo tanto, el amor eterno de Dios está declarado a ser amor de pacto con el cual El amó a los elegidos; por lo tanto, Dios el Padre no ama al hombre fuera de Cristo (Juan 17).

La palabra “mundo” de Juan 3:16 no incluye a todos. Jesucristo es la luz que alumbra toda persona que viene a este mundo—Juan 1:9. Aquí, “mundo” se refiere al sistema material. La palabra “mundo” aparece tres veces en Juan 1:10 — “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.” Vamos a parafrasearlo para significar a todos: “En todos estaba, y todos por El fueron hechos, pero todos no Le conocieron.” Ahora vamos a parafrasearlo de manera diferente: “En la tierra y los cielos estaba, y los cielos y la tierra por el fueron hechas, y los cielos y la tierra no Le conocieron.” Esto será ridículo. Un objeto inanimado no Le conoce. ¿Qué significa entonces el versículo? Significa que Jesucristo estaba en la tierra habitada—la tierra habitada por el hombre. Esto se refiere a Su encarnación. El vino a la parte habitable de la tierra. El mundo hecho por El consiste de todos Sus obras creativas—los cielos, la tierra, y la humanidad. El mundo no Le conoció. Si esta última ocurrencia de la palabra significa todos, Juan el Bautista, el apóstol Juan, todos los otros discípulos, y todos aquellos quienes Le seguían no Le conocían. Sin embargo, el Señor dijo que conocía a Sus ovejas y fue conocido por ellos (Juan 10:14). Conclusivamente, la palabra está usada en un sentido restringido y debe ser interpretada según su uso dentro del contexto.

La palabra “mundo” también se encuentra tres veces en Juan 3:17— “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo; sino para que el mundo sea salvo por él.” Este versículo significa que Jesucristo fue enviado a la tierra habitable entre los hombres no con el propósito de condenar al mundo de la humanidad. El no condenó a toda la humanidad, sino que vino a la parte habitable de la tierra para salvar a algunos. La palabra usada con referencia al “mundo sea salvo por El” significa lo mismo que la palabra “mundo” en la primera parte de Juan 3:16. No significa todos, sino significa aquellos quienes el Padre dio al Hijo en el pacto de la redención, que está referido siete veces en Juan 17. Toda la humanidad está dividida en dos mundos—el mundo de los elegidos de Dios y el mundo de los no elegidos.

La salida del Señor del mundo fue simplemente Su salida de la esfera terrestre después de completar Su misión aquí.

El Cristiano tiene el mandamiento de no amar al mundo (I Jn. 2:15). Esto no se refiere a la humanidad. El escritor hablaba acerca de este sistema mundial. La palabra también significa el orden. Si cualquier hombre ama el orden de este mundo, el amor del Padre no está en él. Este versículo contradiría a Juan 3:16 si fuera interpretado para significar la humanidad.

El mundo entero está bajo el maligno (I Jn. 5:19). Toda la humanidad no está bajo el maligno. El mismo apóstol había sido librado de ello. La palabra está usada en un sentido restringido aquí, porque los salvos no están en el regazo del diablo.

Jesucristo no murió por todos (Juan 10:11, 15). El puso Su vida por las ovejas. El vino para buscar y salvar a los elegidos perdidos (Mat. 1:21). Si Jesucristo murió por todos, los pecados de todos han sido quitados, porque Juan dijo cuando señaló a Jesucristo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Cristo murió por aquellos quienes el Padre ama con un amor eterno. El amor de Dios es soberano (Rom. 9), eterno (Jer. 31:3), inmutable (Cant. 8:6, 7), y no influido (Deut. 7:7, 8). Una expiación que fracasa en expiar es inservible. Un sacrificio que fracasa en librar es inservible. Jesucristo no murió en vano. Todos por quienes El derramó Su sangre serán salvos. Jesucristo verá Su linaje y quedará satisfecho (Isa. 53:10).

La opinión de casi toda persona que cita Juan 3:16 es la que el amor de Dios es tan gran que cubre a toda la humanidad. Pero esto no es en ninguna manera el significado del texto. Decir que el mundo de la humanidad es lo que ama Dios conduce a uno pensar en la grandeza del mundo más bien que en la grandeza del amor de Dios.

“Todo aquel” de Juan 3:16 debe ser interpretado en la luz de la Escritura. La conclusión es que ellos son aquellos quienes han sido atraídos por el Padre. El deseo de venir es dado por el poder del Espíritu Santo en la regeneración. El “todo aquel” es una gente específica, en contraste a el mundo de la humanidad en general. “Todo aquel que cree” no es creer en un predicador, en una iglesia, o en una denominación. Es creer en el Señor Jesucristo. Las iglesias han sido preocupadas acerca del aumentar la membresia de la iglesia por el fácil creísmo, la fe humana, y el hacer decisiones. Ellos enseñan que la gente puede venir ahora y recibir a Cristo como el Salvador y después hacerle Señor de sus vidas. Esa doctrina sale del infierno. Cuando una persona viene, él viene porque él quiere venir. El viene en el poder del Señor. El tiene una experiencia de conversión, y cuando él viene él nunca regresa. Aquellos quienes se regresan nunca fueron Cristianos (I Jn. 2:19). Ellos nunca vinieron.

La gracia de Dios debe ser dada adentro por el Espíritu soberano antes que cualquiera quiera venir. Por naturaleza ninguna persona puede venir. Por el intelecto propio, él nunca puede venir a Jesucristo (I Cor. 1:21). El nunca puede conocer a Dios por la sabiduría de este mundo. Se necesita la sabiduría de Dios para conocer a Jesucristo quien es la Sabiduría personificada. Como el hombre entra en el mundo sin su volición propia, él también entra en la familia de Dios sin su volición propia. Entrar en la familia de Dios por el poder del Espíritu Santo es la regeneración. Entonces, por la fe esa persona acepta a Jesucristo como el Salvador y Señor. El don de la fe que es de Dios siempre es recibido de afuera. Nunca viene de adentro. No es algo en una persona naturalmente, pero es algo que viene a él de afuera. Un hombre ciego no puede hacerse ver. Un hombre sordo no puede hacerse oír. Un hombre cojo no puede hacerse caminar. Un hombre natural no puede hacerse tener la fe sobrenatural.

Juan 3:16 enseña que Dios amó tanto al mundo de los elegidos que dio a Su Hijo unigénito que mediante la obra redentora de Cristo los elegidos serían capacitados para creer y no perecer. El Espíritu Santo en la regeneración separa a los elegidos de toda fe natural y les da la fe sobrenatural.

En Juan 3:16, Cristo habló a Nicodemo, un maestro de Israel. Nicodemo fue un Fariseo perdido, pero él fue uno de los elegidos de Dios. Esto hace una diferencia. El fue uno por quien Jesucristo derramó Su sangre y acerca de quien Cristo podría decir, “Conozco mis ovejas.” Jesucristo puso Su vida por las ovejas (Juan 10:11, 15). Es cierto que en este momento Nicodemo no conocía a Jesucristo en una experiencia de conversión, pero luego él llegó a conocerle en esa manera (Juan 19:39). Jesucristo dijo, “Yo...conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10:14). El lo supo, pero los hombres no lo saben. Uno echaría perlas a los cerdos al decirle a una persona que vive perversamente que Dios le ama. A menos que un individuo haya sido regenerado por el Espíritu de Dios, él no tiene interés alguno para el amor de Dios. El es un enemigo de Dios. El aborrece la luz. El aborrece a Jesucristo. El aborrece la justicia. El aborrece todo lo que es contrario a su propio sentimiento.

Decirle a una persona que rechaza a Jesucristo que Dios le ama es darle un sentimiento de seguridad en sus pecados. Se le debe de recordar que está perdido y que va hacía el infierno sino se arrepiente. Aún él no se puede arrepentir a menos que el Dios soberano le de el arrepentimiento (Hech. 11:18) y le de la fe para aceptar a Jesucristo (Ef. 2:8). Si Cristo ama al que rechaza a Cristo, ¿por qué debe esa persona llegar a ser un creyente? Dios muestra Su amor a Su propia gente (Rom. 5:5-8).

(Contenido)


9

EN AMOR DIOS LLAMA A LOS ELEGIDOS

El propósito de Dios es visto en su carácter verdadero cuando la Escritura dice, “...no por las obras, sino por el que llama” (Rom. 9:11). La elección no está trazada a la elección por los escogidos sino a Dios quien elige. El argumento de Pablo está basado en el hecho histórico de la Escritura del Antiguo Testamento. Dios eligió a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, etcétera, en preferencia a otros. La cláusula “...no por las obras, sino por el que llama” está relacionada muy cerca con la declaración precedente, “...para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese....” Dios no es sólo El que escoge, pero El llama en tiempo a aquellos a quienes El eligió para la salvación en la eternidad.

El “llamamiento” de Dios es eficaz. Aquí es un presente activo participio activo presente de kaleo, que significa llamar, citar, llamar a la participación en los privilegios de la vida Cristiana, o llamar a un oficio de dignidad. Hay algo determinante acerca de este llamamiento; por lo tanto, los elegidos “...conforme a su [Dios] propósito son llamados” (Rom. 8:28). El Cristiano es el hijo de un propósito Divino. Uno nunca debe de olvidar que el propósito no es por causa del amor en sí mismo, sino que el amor en sí mismo es por causa del propósito de Dios. El propósito antecedente de Dios es la causa de Su amor siendo derramado en el corazón de uno (Rom. 5:5). Por lo tanto, siendo uno de los llamados de Dios asegura la cooperación de todas las cosas para su bien. El propósito de Dios gobierna los eventos de su vida. Puesto que el propósito de Dios en la ley natural es necesario para sostener nuestra creación física, Su propósito en la ley espiritual es necesario para sostener nuestra creación espiritual en un estado del progreso y propósito fijo hasta que llege a su consumación en la imagen de Cristo (Rom. 8:29, 30).

El llamamiento y la regeneración son diferentes. La regeneración se lleva a cabo independientemente del entendimiento y la voluntad; por cuanto, el entendimiento y la voluntad comienzan a actuar en el llamamiento de modo que uno oye y entiende. La regeneración es la obra del Espíritu Santo que causa al recipiente responder al llamamiento. El Espíritu Santo es El que obra en la voluntad, no por forzarla a responder sino por hacerla dispuesta por el don de la gracia (Fil. 2:12, 13). llamamiento es la cita Divina que apela al principio de vida que causa la voluntad a actuar. La regeneración es el engendrar de la vida nueva. El llamamiento es sacar, por la cita Divina, de esa vida a la luz del evangelio (II Tim. 1:9, 10; II Tes. 2:13, 14). El pecador está muerto a la vida espiritual en la regeneración, pero el llamamiento sólo apela a aquel quien posee la vida espiritual.

La pasividad de pecador escogido en la regeneración y la cooperación subsiguiente del santo en el llamamiento Divino no debe ser confundida. Debe haber un conocimiento claro en esta distinción. El pecador elegido pero no regenerado no puede hacer nada; por lo tanto, la obra de gracia obrada en él debe ser por Dios. Sin embargo, después que la primera obra de gracia está realizada, el pecador ya no es pasivo. El ha sido hecho espiritualmente activo por el Espíritu de regeneración, y viene cuando es llamado. Por lo tanto, el “llamamiento eficaz” da a Dios Su lugar legítimo en la salvación de los elegidos. El llamamiento está enteramente en el lado Divino. El efecto del llamamiento de Dios es que Jesucristo llega a ser una realidad personal a cada uno que es llamado. Los dos el origen y el destino son altos y santos (Rom. 8:28; I Tes. 2:12; Heb. 3:1; II Tim. 1:9).

La única manera en que uno puede saber si Dios propuso salvarle es por el llamamiento eficaz: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (II Ped. 1:10). Sólo por hacer su “vocación” firme una persona puede hacer el propósito de Dios en su elección firme. Uno puede llegar a la fuente sólo por seguir el raudal. La fuente es el propósito eterno de Dios. Cuando el raudal de la santificación está reconocido en la vida de uno, él entonces lo sigue hasta la fuente del propósito eterno de Dios que El hizo en Jesucristo (Ef. 3:11). El conocimiento del propósito de Dios conforme a la elección está conocido sólo por la luz de la gracia santificadora en la vida de uno.

Hay tres preguntas que deben ser hechas a todo Cristiano profesante: (1) ¿Hay una diferencia entre usted y el no salvo? La persona honesta admitirá una diferencia. (2) ¿No debe la Persona que hizo la diferencia entre el salvo y no salvo recibir la gloria? Cualquier persona sincera admitirá que la Persona que hizo la diferencia debe recibir la gloria. (3) ¿Hizo la diferencia Dios o usted? Sólo un tonto diría que él hizo la diferencia. Cuando la persona admite que Dios hace la diferencia (I Cor. 4:7), entonces él dirá, si Dios no fue incorrecto en hacer la diferencia, El no está incorrecto en proponer hacer la diferencia conforme a la elección. Si la persona se opone al propósito eterno de Dios conforme a la elección por decir que él no tenía nada que hacer con “una religión” que arregla todo de antemano, pídale que si él se hubiera opuesto a sus padres el haberse arreglado de antemano. La conversación no debe ir más allá en una continua respuesta negativa.

El “llamamiento” de Dios es irrevocable (Rom. 11:29). Esto significa que el llamamiento de Dios, con respecto al cambio de mente, es irrevocable. Este es un puente que puede ser pasado sólo una vez. Una vez cruzado, hay no regreso. Por lo tanto, el llamamiento de Dios es inmutable, irreversible, e irrevocable. La apelación es a la fidelidad de Dios. Dios no cambia Su propósito conforme a la elección. Entonces, el llamamiento de Dios tiene su fundación en Su propósito conforme a la elección y su consumación en la glorificación—desde el “propósito eterno” de Dios (Ef. 3:11) “a su gloria eterna” (I Tes. 2:12; I Ped. 5:10).

Hay una gran diferencia entre el mandamiento para creer y lo que está mostrado objetivamente sin un ofrecimiento adjunto. La Escritura enseña que oyendo, creyendo, y arrepentiendo son condicionales; por cuanto, la esperanza del hombre está en las promesas incondicionales de Dios para dar un oído para oír (Prov. 20:12), dar el arrepentimiento (Jer. 31:18, 19; Hech. 11:18), y dar la fe (Fil. 1:29; Heb. 12:2). El hombre como una criatura responsable es mandado oír, arrepentirse, y creer, aunque en un estado de depravación él no es capaz por sí mismo hacer cualquiera de las cosas mencionadas de antemano. Si los hombres como hombres no son obligados para creer, los elegidos no son obligados para creer. Hay que entender que Dios no es el autor de la depravación del hombre. El hombre fue creado recto; pero en Adán, el hombre llegó a ser una criatura caída. El cayó en Adán y perdió sus capacidades espirituales mediante su propio pecado. Entonces, Dios no hace burlas al hombre cuando El lo manda hacer lo que no es capaz de hacer por su propia culpa. Por otra parte, proclamando el Cristo objetivo no significa que se ofrece la gracia indistintamente. Presentando a Cristo objetivamente tiene un doble efecto: (1) Es el medio de la salvación (no regeneración) para los elegidos. (2) Se hace a los no elegidos indisculpables y les causa endurecerse a sí mismos. Ha sido dicho que los mandamientos de Dios no son una expresión de Sus expectativas sino de Sus requisitos.

Desde la posición de los oidores, el Cristo objetivo es general a algunos pero particular a otros. Pablo presentó a Cristo en una manera general cuando dijo, “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (I Tim. 1:15). Sin embargo, el Cristo objetivo llega a ser particular al “que quiera” en el dicho del Señor Jesús a Juan en la clausura de la revelación de Sí Mismo: “...el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apoc. 22:17). La voluntad que determina es la voluntad que ha sido determinada por Dios. El pecador, aparte de la ayuda Divina, no es capaz para ser dispuesto y maldispuesto para ser capaz. El hombre de Dios presenta a Cristo generalmente, pero el Espíritu Santo particulariza el mensaje por dar un oído que oye a los elegidos.

Algunos tontamente argumentan que si Dios propuso salvar un número limitado de personas, ¿qué necesidad hay para la predicación, el evangelismo, o las misiones? Hay algunos hechos Bíblicos que no pueden ser ignorados: (1) Dios no propuso salvar a todas las personas sin excepción. (2) Todos los hombres no vienen al conocimiento de la verdad. (3) Cristo murió por las “ovejas,” “Su pueblo,” “muchos,” etcétera. (4) La Escritura nunca indistintamente dice, “Cristo murió por ti.” (5) No hay sermones registrados en la Biblia donde se encuentra un dicho personal tal como “Dios te ama.” (6) La Biblia no enseña una redención que fracasa para redimir, una reconciliación que no reconcilia, o una propiciación que no da misericordia. (7) Las Escrituras son claras acerca del hecho de que el evangelio de gracia es universal en el sentido que es suficiente salvar a todos los hombres sin excepción, si es que Dios había elegido a todos. Ha de ser proclamado indistintamente, y es propuesto salvar a algunos de entre todas las nacionalidades y tipos de gente. Estos hechos no contradicen la comisión que Cristo dio: “Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones...” (Mat. 28:19). Entonces, la iglesia ha de discipular aquellos quienes el Espíritu Santo regenera. El evangelio no tuvo nada para los Romanos quienes amaron el poder, los judíos quienes amaron el ritualismo, o los Griegos quienes amaron la sabiduría. Además, no tiene nada para los no elegidos quienes se aman a sí mismos sobre todo—incluyendo a Dios—porque el amor de Dios no ha sido derramado en sus corazones por el Espíritu regenerador. El evangelio ha de ser predicado a todos en todas las temporadas, porque nadie sabe quien será capaz de creer o cuando creerá.

Pablo fue cuidadoso en decir que su predicación no fue “...con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (I Cor. 2:4). Esta persuasiva no está en la capacidad de los predicadores. Los arminianos creen que ellos son responsables de generar la convicción, y es para aquellos quienes oyen responder a las cosas habladas. Así, vemos por qué los predicadores arminianos siempre están cambiándose y mejorando sus técnicas para conmover a sus audiencias. Pablo, diferente de los predicadores arminianos del día moderno, supo que la fe nunca podría permanecer en la sabiduría persuasiva del hombre. Según el apóstol inspirado, la fe permanece en el poder de Dios: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección; pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre...” (I Tes. 1:4, 5).

La manera triple en que el evangelio vino a los Tesalonicenses es la evidencia coronada de su elección Divina. Primero, el evangelio vino “en poder.” El evangelio siempre es el “poder de Dios para la salvación” (Rom. 1:16) a aquellos quienes son predestinados para ser salvos. “Para la salvación” prueba que el evangelio no viene a los elegidos simplemente para informarles de un nuevo estado objetivo de asuntos traído a la existencia por el Hijo de Dios. Les invade como un llamamiento eficaz a la fe en Cristo Jesús y a una vida de obediencia a Su voluntad. Mientras que el libre albedrío conduce a los hombres a los métodos, la libre gracia conduce a los hombres a Dios mediante Cristo por el Espíritu. Segundo, el evangelio vino a los Tesalonicenses “en el Espíritu Santo.” Hay una diferencia entre la palabra del evangelio y el poder que administra aquella palabra. El Espíritu de la regeneración abre el corazón y conduce el evangelio al corazón produciendo la convicción del pecado, justicia, y juicio. En este respecto, hay que distinguir entre la moralidad producida temporariamente sólo por la palabra y la fe perseveradora producida por el Espíritu regenerador. El Espíritu regenerador causa al recipiente de la gracia mirar a Dios para la fortaleza Divina para complementar su propia debilidad. Por otra parte, la moralidad nunca va más allá que los motivos buenos. Finalmente, el evangelio vino a los Tesalonicenses “en plena certidumbre.” En el griego, esta certidumbre está conectada con el Espíritu Santo, porque no hay repetición de la preposición en. Por lo tanto, los creyentes en Tesalónica fueron dirigidos a la certidumbre interior que el Espíritu da. “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo...” (I Jn. 5:10).

(Contenido)


10

DIOS ENVÍA MENSAJEROS
PARA PROCLAMAR SU AMOR

Un teólogo verdadero piensa acerca de los pensamientos de Dios y busca traerlos al orden de Dios, como los constructores del templo de Salomón tomaron las piedras ya tajadas y las pusieron en los lugares por los cuales ellas habían sido diseñadas (I Rey. 5-7). Como los Levitas fueron responsables de colocar todo vaso en su lugar Divinamente nombrado, todo hombre de Dios es responsable manejar precisamente la palabra de verdad (II Tim. 2:15). ¿Qué si los Levitas hubieran mal colocado cualquiera de los vasos? El orden de Dios hubiera sido pervertido, y la confusión hubiera sucedido. Pablo exhortó a Timoteo a un método directo y correcto en tratar con la palabra de Dios. Cuando la palabra de Dios es manejada correctamente, no habrá, a la mente iluminada, una vista pervertida de Dios o Sus maneras con los hombres.

La proclamación universal del evangelio lleva consigo la obligación de todos los hombres a creer. Los hombres son obligados a creer porque ellos son criaturas racionales. Lo que el hombre está obligado de hacer y lo que es capaz de hacer son dos cosas diferentes. Los hechos contenidos en el evangelio son evidentes en sí mismo. La encarnación, la muerte de Jesucristo en la cruz, y Su resurrección de entre los muertos son hechos evidentes en sí mismos. Antes que la gracia de Dios venga al corazón de una persona, él cree en los hechos evidentes en sí mismo. Pero el asentimiento mental a estos hechos no salva. Rehusar creer lo que es evidente en sí mismo es la incredulidad. Los hombres no salvos admiten el juicio de Dios (Rom. 1:32). Los hechos evidentes en sí mismos del evangelio refieren a la gloria de Dios. Todo hombre está obligado a inclinarse ante tal gloria.

Sin el querer y el correr del hombre él no puede ser salvo (Rom. 9:16). La obra del hombre en obtener su salvación está comparada a la labranza, edificar, correr, y todas las ocupaciones laboriosas. Dios no echará fuera a cualquiera que viene a El. Uno no puede dispensar con el correr y querer. La conclusión es que todo lo que significa es que la razón original de salvación está en Dios y no en el hombre. El esfuerzo humano no tuvo nada que hacer con el comienzo de la idea eterna. La determinación de Dios está enteramente independiente de todo “querer y correr.” El plan de Dios es obrar por medios. El principio de la mediación llena y domina el universo. Hay una manera Divina, que, si no se observa, todo el querer y correr, como los paganos, el judío, etcétera, probará ser en vano.

Los individuos pueden ser persuadidos a confesar la fe y serles dada la esperanza falsa al decirles que son salvos. Pero la fe salvadora no es simplemente la decisión o la persuasión moral. El hombre no puede estar bajo la obligación moral de hacer una obra sobrenatural. El no puede regenerar a su alma y darse a sí mismo una disposición nueva de corazón. Ninguna persona puede saberse ser elegido por Dios con anterioridad a su fe en Jesucristo.

El dicho común oído de los labios de los religiosos es “Dios te ama y tiene un plan maravilloso para su vida.” Tal dicho es el fruto de sobre-simplificar “Dios es amor.” ¿Cree usted que alguien le dijo a Esaú, “Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida”? Puesto que nadie sabe quienes son los que Dios eligió para la salvación y quienes son que El pasó por alto, no hay autoridad Bíblica para decir a cualquiera que Dios le ama y que tiene un plan maravilloso para su vida. Por lo tanto, detrás de la sonrisa vacía de la persona que dice, “Sonría, Dios te ama,” descansa la decepción más grande que siempre fue perpetuada por Satanás. Este engañador ha sido capaz de convencer a los religiosos que el hombre depravado es algo maravilloso y un Dios amador nunca haría daño al hombre depravado a quien El ama. Tal enseñanza ha hecho la religión muy atractiva al mundo. La religión nueva está haciendo propagada por los maestros falsos como la propia sanidad de Dios para los problemas de vida y la escapada garantizada desde los horrores de la ira venidera.

Predicando que “Dios es amor” a la negligencia de predicar que El es luz y justo es tomar un versículo fuera del contexto del “todo consejo de Dios.” Tal predicación reduce a Dios a algún tipo del dios de amor quien descuida el pecado a costa de la santidad. La Biblia declara que Dios es el Dios de santidad, justo juicio, justicia, verdad, e ira. De hecho, Dios es de tal manera santo que El no puede mirar a la profanidad o estar en la presencia de lo que es profano:

“Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio...” (Hab. 1:13).

Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación (Jer. 10:10).

Jehová es tardo para la ira y grande en poder y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. El amenaza al mar, y lo hace secar, y agosta todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas (Nah. 1:3-6).

Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra (Apoc. 11:18).

Dios es santo; por lo tanto, El no puede perdonar al hombre simplemente por el amor. El pecado es contra el Dios santo, y la penalidad para el pecado es la muerte. El gran misterio de las edades es que Jesucristo, Dios manifestado en la carne, murió en el lugar de los elegidos. Así que, la cruz es el epítome de la gracia. Se ha dicho que la cruz depolariza el justo juicio y amor Divino, y los trae armoniosamente juntos. Así, en la muerte del Hijo eterno de Dios, Dios es justo y el justificador de aquellos que El salva por Su gracia (Rom. 3:24-26). El justo juicio fue satisfecho y los elegidos son declarados legalmente santos, o justificados, ante Dios mediante la muerte de Cristo. Por lo tanto, la esperanza se encuentra solamente en el “evangelio de gracia.” ¿Cómo puede el “evangelio de gracia” ser el “evangelio amante” a los no elegidos, puesto que ellos no serán salvos de la segunda muerte?

Otra expresión usualmente oída entre los religiosos que debe ser condenada es “Dios te ama y yo te amo también.” Tal dicho injustamente iguala el amor humano y el amor Divino. El amor Divino es perfecto; el amor humano es imperfecto. Además, el amor Divino nunca fracasa; el amor humano siempre fracasa. Los hombres depravados no tienen dificultad en entender, expresar, o experimentar el afecto humano; pero cuando viene al amor agape, debemos abordar el tema con precaución y reverencia. La razón nos dice que nosotros humanos no podemos amarnos unos a los otros como Dios amó a Su Hijo unigénito. Dios no es “amor” en nuestro entendimiento finito de la palabra. Su amor es indecible. Por lo tanto, es blasfemo (impío o irreverente) hablar de nuestro amor al mismo nivel con el amor de Dios.

No debe de ser un malentendido lo que uno debe predicar. La Biblia explícitamente declara que el mensaje que debe ser proclamado es Cristo y El crucificado (I Cor. 2:1-5). En predicar a Cristo, El no es ofrecido. El es proclamado, o mostrado, en el mensaje. Jesucristo ha de ser presentado objetivamente, pero uno no debe pensar que el Cristo objetivo es una oferta de buena fe de la gracia. La gracia no se ofrece a los elegidos; se les salva (Ef. 2:5, 8). Entonces, la gracia de Dios que trae la salvación se ha manifestado a los elegidos (Tito 2:11-14). Por otra parte, los hechos del Cristo objetivo no hacen impresión duradera sobre los no elegidos. ¡Por favor observa el relato “impresión duradera”! Uno no puede decir que los no elegidos no son impresionados en todo, sino la impresión no dura. Muchas Escrituras demuestran el hecho de que muchas de las personas no elegidas son impresionadas temporalmente: las primeras tres tierras de Mateo 13; aquellos quienes hacían milagros en el nombre de Cristo (Mat. 7:21-23); aquellos quienes escaparon la contaminación del mundo mediante el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo y entonces volvieron del mensaje objetivo entregado a ellos (II Ped. 2:20-22); aquellos que retroceden para perdición (Heb. 10:39); aquellos que salieron del compañerismo de los santos (I Jn. 2:19); etcétera.

Los evangelios en ninguna parte registran que el amor de Dios es hacia todos los pecadores sin excepción. “Dios es amor” no puede ser el tema principal de la predicación. El mensaje que Jesucristo dio a Nicodemo y el mensaje proclamado por los apóstoles a través de los Hechos de los Apóstoles difieren. Jesucristo pudo hablar del amor del Padre porque El sabía quienes eran Sus ovejas, pero los apóstoles no podían usar la palabra “amor” indistintamente. Ellos no conocieron a quienes el Padre amó. Por lo tanto, ellos predicaron la santidad, el justo juicio, y la ira de Dios. Ellos predicaron temas para despertar las conciencias del oidor, pero ellos nunca refirieron al amor de Dios en el sentido que “Dios te ama.”

La palabra “amor” es omitido del libro entero de los Hechos de los Apóstoles. Registra reuniones, los viajes misioneros, y muchos mensajes proclamados por los mensajeros de Dios, pero ni una vez dijeron los mensajeros, “Dios te ama.” En el día de pentecostés, tres mil fueron salvos y añadidos a la iglesia en Jerusalén (Hech. 2). Pedro predicó en el poder del Espíritu, pero no mencionó el amor de Dios. El sí predicó la santidad y el justo juicio de Dios. Pablo comenzó su mensaje a los Atenienses de Los Hechos 17 al afirmar la eminencia de Dios y continuó a Su transcendencia, pero no mencionó Su amor. El siguió el mismo patrón en Corinto, predicando la santidad, la justicia, y el justo juicio de Dios.

Aquella predicación que omitió la mención del amor de Dios les trajo a sus rodillas. Decir a los pecadores que Dios les ama es un error terrible. Dios sólo ama a aquellos a quienes El eligió. Estos elegidos permanecen desconocidos a los hombres hasta después de que son convertidos. Dios ama a aquellos que están en Cristo.

Todas las referencias al amor de Dios en las epístolas de la iglesia, las epístolas generales, o las epístolas pastorales fueron al amor de Dios en Cristo Jesús experimentado por los recipientes de la gracia. Uno estaría en un error al decir a los no salvos “Dios les ama” porque él no sabe que Dios les ama. Sin embargo, esto no invalida el hecho de que el evangelio debe ser predicado indistintamente a toda persona bajo el sol. La responsabilidad del Cristiano es testificar. El no tiene una mente infinita.

Página principal