EL REINO DE CRISTO
ES FUTURO

VOLUMEN II
LA INTRODUCCIÓN DEL REY

por
W. E. Best

Copyright © 1995
W. E. Best

Título del original:
CHRIST’S KINGDOM IS FUTURE — VOL. II

(INTRODUCTION OF THE KING)
por
W. E. Best

Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904 USA


CONTENIDO

Nota Del Autor  

1 Introducción  

2 El Nacimiento Del Rey  

3 La Madre Del Rey  

4 La Encarnación Del Rey  

5 El Rey De Los Judíos  

6 Los Precursores Del Rey  

7 El Bautismo Del Rey  

8 La Grandeza De Juan  

9 El Mensaje De Juan Acerca Del Arrepentimiento  

10 La Fórmula Bautismal  

11 La Profecía De Joel Acerca Del Bautismo En El Espíritu Y Fuego  

12 La Profecía De Juan Acerca Del Bautismo En El Espíritu Y Fuego 

13 El Cumplimiento Parcial De Las Profecías De Joel Y Juan  

14 El Cumplimiento Completo De Las Profecías De Joel Y Juan  

15 El Reino Profetizado  

    Las Profecías Cumplidas  
    Las Profecías Parcialmente Cumplidas  
    Las Profecías No Cumplidas  

16 La Definición Del Reino  

17 El Reino Se Ha Acercado  

18 El Reino Preparado Desde La Fundación Del Mundo  


 El texto Bíblico corresponde a la versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas (BLA) © 1986 por The Lockman Foundation (usado por permiso) cuando se indique. Se indican las traducciones directamente del texto griego por la palabra “traducción” después el versículo.


NOTA DEL AUTOR

Este es el Volumen II de una serie extensiva acerca del tema del Reino futuro de Cristo. El Volumen I cubrió la genealogía del Rey. El Volumen II cubre la introducción del Rey. Los volúmenes futuros saldrán periódicamente. La serie completa cubrirá comprensivamente todos los aspectos del Reino futuro de Cristo como son revelados en las Escrituras desde Génesis 1:1 hasta Apocalipsis 22:21.

(Contenido)


1

INTRODUCCIÓN

Hay un Dios vivo y verdadero, un concepto verdadero del origen del hombre, un plan de redención del pecado, una asamblea Neotestamentaria que Jesucristo está edificando, y un reino futuro de Jesucristo. Cuando las Santas Escrituras son manejadas correctamente por un Cristiano cuya mente es libre de la decepción, él admitirá fácilmente que todos los puntos de vista conflictivos acerca de la teología, la antropología, la soteriología, la eclesiología, y la escatología no pueden ser verdaderos. Así que, toda discusión acerca del ecumenismo es una ilusión, porque es una manifestación de decepción.

Aparte de la gracia del soberano Dios, una vida obediente a la voluntad revelada de Dios, y un entendimiento claro de todo el consejo de Dios (todos los principios Bíblicos importantes), uno representará mal muchos principios Bíblicos y tratará de esconder su propia falta de conocimiento y carácter. Las personas que piensan que no pueden ser engañadas son lo más reprensiblemente engañadas, porque el creyente más estudioso sabe que ningún Cristiano está más allá de la seducción a algún grado. (Véase Rom. 16:17, 18; I Cor. 3:18; Ef. 5:6; I Jn. 3:7.) Así, el mayor conocimiento que uno tenga de la fe que ha sido una vez dada a los santos (Jud. 3), el menor engaño experimentará. Por el contrario, uno que tiene poco conocimiento es incapaz de resistir la astucia del engañador, y trata de defender su propia fraudulencia. No hay que sorprenderse de que Oseas haya dicho, “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Os. 4:6).

Las personas que son orientadas denominacionalmente no pueden honestamente hacer un examen objetivo de cualquier tema Bíblico. Cuando se examina un tema Bíblico desde los puntos de vista de la Fe Reformada, la Fe de los Bautistas, La Fe de los Metodistas, etcétera, aquellos que hacen la lectura han admitido ya que consideran el tema mediante los lentes denominacionalmente colorados. La Escritura habla de “una fe” (Ef. 4:5), y esta una fe (el sistema de la verdad) “ha sido una vez y para siempre dada [paradotheise, aoristo pasivo participio de paradidomi, que significa dar, encomendar, pasar abajo, pasar adelante, o enseñar] a los santos” (Jud. 3 — traducción). No hay nada superfluo en la esfera de la verdad objetiva de Dios, porque es don de Dios una vez y para siempre dada a los santos, no al no regenerado. Por lo tanto, no se debe estudiar un tema Bíblico desde el punto de vista de alguna “fe denominacional” sino por reunir todos los datos Bíblicos acerca del tema bajo investigación a fin de ver el tema a la luz de la totalidad de las Escrituras más bien que por unos pasajes aislados.

Las cosas siguientes ilustran que cada llamada “fe denominacional” es construida sobre unos pocos excesivamente enfatizados pasajes aislados de la Escritura: (1) Aquellos que enseñan la regeneración bautismal tienen su lista de Escrituras que piensan que apoyan sus instituciones particulares (Mar. 16:16; Juan 3:5; Hech. 2:38; 22:16; Gál. 3:27; I Ped. 3:20, 21). Ellos son tan engañados por su mal interpretación de estos versículos que son incapaces de ver que el propósito de Dios en Su pacto eterno de la gracia, la redención por la sangre de Jesucristo, y la vivificación Divina (regeneración) por el Espíritu Santo deben preceder al agua en el orden Divino. (2) Otros, como aquellos que creen en la regeneración bautismal, aíslan unos pasajes que piensan que enseñan que el bautismo en el Espíritu Santo es para los hombres hoy en día. Este neopentecostalismo es el resultado de la teología experimental de Juan Wesley, que fue seguida por la metodología experimental de Carlos Finney. Aunque sólo hay siete referencias en el Nuevo Testamento al bautismo en el Espíritu Santo (Mat. 3:11; Mar. 1:8; Luc. 3:16; Juan 1:33; Hech. 1:5; 11:16; I Cor. 12:13), los confiados son guiados por la gente celosa, neopentecostal, y religiosa, sin el conocimiento Bíblico, a pensar que la Biblia está llena del tema del bautismo en el Espíritu. Las siete referencias mencionadas son divididas en dos secciones. Las primeras cinco señalan al día de Pentecostés y las últimas dos señalan hacia atrás a lo que sucedió en el día de Pentecostés. (3) Otros toman unos pocos versículos, como “el reino de los cielos se ha acercado,” “ha llegado a vosotros el reino de Dios,” “porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino,” “el reino de Dios está entre vosotros,” y “nos...ha trasladado al reino de su amado Hijo” (Mat. 3:2; 12:28; Luc. 12:32; 17:21; Col. 1:13), y tratan de poner el tema entero del reino en estos pocos textos sin explicarlos dentro de sus propios contextos. Ellos niegan un reino futuro. Ellos espiritualizan estos versículos para significar un reino presente realizado, un reino en el corazón, un reinado espiritual presente, un reino del evangelio, no reino futuro, etcétera. Sin embargo, uno no puede declarar tan enfáticamente que una promesa literal que es espiritualizada es un engaño de interpretación o un rompimiento de confianza.

Siguiendo la referencia de Pablo al abandonamiento de algunos de la verdad (II Tim. 1:13-18), él personalmente exhortó a Timoteo a ser fuerte y a cometer las cosas que él había oído de Pablo a la encarga de hombres fieles, que fueran idóneos para enseñar también a otros (II Tim. 2:2). Puesto que cada Escritura es inspirada por Dios, los hombres que son responsables de instruir a las ovejas de Dios nunca pueden permitir una revelación aparte de la palabra escrita. El hacerlo sería negar que la Biblia es perfecta y completa. El hombre de Dios es calificado para enseñar a otros porque él ha sido equipado permanentemente (perfecto pasivo participio de exartidzo, que significa preparar perfectamente o ser equipado perfectamente) (II Tim. 3:17). Habiendo sido equipado permanentemente, él no debe hacer lo siguiente: (1) Él no debe creer en la soberanía de Dios y negar Su pacto incondicional que es asociado con Su propósito eterno. (2) Él no debe creer en la Escritura inspirada por Dios y negar la autenticidad de algunas de ellas. (3) Él no debe hacer lo malo a fin de tener la oportunidad de hacer lo bueno. (4) Él no debe asociarse con aquellos que rechazan la verdad de Dios. (5) Él no debe ser suficientemente despreciable en profesar ser una cosa y creer y practicar otra. (6) Él no debe desear a aceptar algunos pasajes y rechazar otros que no se adapten a su organización. (7) Él no debe hablar de amar al Señor y a Su palabra y no dar tiempo o dar poco tiempo a los dos.

La gente quiere una respuesta rápida a una pregunta acerca de los principios Bíblicos que involucran cientos o miles de horas de investigación. Una pregunta compleja nunca puede ser resuelta con una respuesta simple, porque cada tema Bíblico es compuesto de muchos pensamientos y partes interconectadas. Esto puede ser ilustrado con un interrogador y un médico. El interrogador puede preguntar al médico qué es lo que causa que la sangre fluya a través de las arterias y venas en el cuerpo humano. El médico contestaría que el corazón, un órgano muscular, por las relajaciones y contracciones rítmicas hace que la sangre siga circulando a través del cuerpo. La respuesta puede parecer simple hasta que el interrogador hace otra pregunta, ¿cuál es la causa de que el corazón se contraiga y relaje? Muchos médicos darían una explicación científica de la vida; sin embargo, el principio de la vida no puede ser explicado aparte de Dios, el Donador de vida. Cuando Dios es traído en cualquier discusión, el tema llega a ser tan complejo que incluye Su propósito eterno. Así que, uno puede entender que la mayor parte de la gente tiene un entendimiento magro (falta de plenitud o riqueza) de los principios Divinos.

La riqueza y la plenitud de los principios Divinos nunca pueden ser experiencialmente conocidos sin un estudio laborioso de la mina de oro de Dios de las veracidades eternas. La siguiente es una lista breve de los principios Bíblicos importantes donde hay falta de entendimiento:

PRIMERO — La diferencia entre las cosas reveladas y las escondidas de la voluntad de Dios es conocida por pocos “creyentes profesantes.” “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley” (Deut. 29:29 BLA). Estas no son dos voluntades variantes. Esto sería el dualismo (la teoría que dice que hay dos principios básicos), que contradice el hecho Bíblico que Dios tiene un propósito eterno. La voluntad de Dios es como un globo gigante de lo cual el hombre es capaz de ver solamente el hemisferio de lo que a Dios le ha placido revelar. El hombre siempre se ha quejado con Dios sobre lo que Él no le ha placido revelar, aunque la naturaleza misma prueba que en la administración Divina lo secreto y la benevolencia coexisten. A Dios no le ha placido revelar el misterio del nuevo nacimiento en la vida cambiada de uno que Él escogió en Cristo (Col. 1:27). Dios no ha escogido divulgar el misterio de Su desgajamiento de algunas de las ramas naturales para que los gentiles fueran injertados entre ellas (Rom. 11:17-26). Nuestra ignorancia de muchas cosas no significa que no podamos estar seguros de algunas cosas. Cuídate de la idea de que todo lo desconocido para ti debería ser considerado como las cosas secretas de Dios cuando eres demasiado flojo en buscar las cosas que han sido reveladas.

SEGUNDO — La soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre son inmensamente mal entendidas. Algunas cosas básicas son absolutamente esenciales para que uno pueda tener el entendimiento Bíblico de Dios y del hombre: (1) El hombre “estaba” en un estado de rectitud cuando vino del soberano Dios (Ecl. 7:29). Antes de la caída, el hombre era recto con la voluntad y la ley de Dios. Dios no lo creó y después lo hizo recto. Él lo creó recto. Si la rectitud de Adán hubiera sido esencial a su existencia, él hubiera perdido su existencia en la caída. (2) El hombre “está” en un estado de depravación a causa de su pecado en Adán. ¿Cómo podía Adán, que estaba en la rectitud creada, caer? No cometas el error de dejar de distinguir entre el estado de la rectitud creada de Adán antes de la caída y su estado de la justicia no creada con que Dios le vistió subsiguiente a la caída. Una pregunta frecuentemente repetida es, ¿por qué hizo Dios al hombre capaz de caer? Aunque Dios hizo el sol y la luna incapaz de caer, Él no creó al hombre recto incapaz de caer porque al pasar desde la materia hasta la vida Él pasó desde la certeza comparativa hasta la certeza probable. Puesto que Dios no puede crear Dios, Él creó la vida humana con una voluntad que el hombre mismo podía ejercer. Al ejercitar su voluntad para rehusar el mandamiento de Dios de no comer la fruta prohibida, el hombre perdió su rectitud y por lo tanto llegó a ser incapaz de escoger lo que es bueno. (3) Los elegidos de Dios entre los hombres “estarán” actualmente en un estado de gracia. Todos los elegidos están en la gracia electivamente por el Padre y redentoramente por el Hijo antes que ellos estén actualmente en la gracia por el Espíritu de la regeneración. Así, el “estarán” es asegurado por la elección y la redención. Todos los regenerados se arrepentirán, pero no debemos presumir que puesto que no podemos regenerar a una persona que somos libres de la responsabilidad para alcanzar a la gente indistintamente con el evangelio para la conversión de aquellos que el Espíritu soberano regenera.

TERCERO — La distinción apropiada entre la asamblea presente que Jesucristo está edificando y el reino futuro es hecha por pocos Cristianos profesantes. Por no hacer esta distinción, muchos son engañados y engañan a otros, así robándolos de las bendiciones espirituales. El reino no fue diseñado para ser el medio de alcanzar a los elegidos de Dios, sino fue destinado para ser el cumplimiento y la perfección del propósito eterno de Dios en cuanto a los elegidos. En II Timoteo 4:1 — “Yo solemnemente te encarezco en la presencia de Dios, y Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en Su venida y en Su reino” (traducción) — Pablo mencionó cuatro eventos solemnes: (1) el reconocimiento de Cristo como el buscador presente de los corazones, (2) el juicio que es destinado venir, (3) la venida o manifestación personal de Cristo, y (4) el reino futuro de Cristo. “Entonces el rey dirá a los de su derecha: Venid, vosotros que habéis sido benditos de mi Padre, venid a la posesión del reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mat. 25:34 — traducción). Somos mandados a ansiosamente hacer firme nuestra vocación y elección (II Ped. 1:10). “Porque de esta manera la entrada os será ricamente provista en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (II Ped. 1:11 — traducción).

El éxito del propósito eterno de Dios depende de Su fidelidad, y no de la fidelidad del hombre. La infidelidad del hombre nunca previene el cumplimiento de lo que Dios decretó. Por lo tanto, la infidelidad de la primera generación judía no prohibió a la nación de Israel de entrar en Canaán (Núm. 32:13; Jos. 12:1). Además, el rechazamiento de los judíos de Cristo durante Su primera venida no anuló la promesa de Dios que “todo Israel será salvo” (Rom. 11:26). El pasado y el futuro de Israel están basados en la elección de Dios; por lo tanto, la elección no depende en la fidelidad de Israel sino en la fidelidad de Dios.

El reino venidero no es solamente para los judíos escogidos en Cristo sino también para los gentiles que asimismo son escogidos en Cristo. Los gentiles escogidos, siendo silvestres por naturaleza, son injertados en el olivo; y ellos participarán de las bendiciones del reino con los judíos escogidos. No hay nada en la historia que ha satisfecho la descripción de los eventos acompañando la venida de Cristo y el reino, tales como destruyendo el poder de Satanás, arrojándole al abismo, liberando la creación del cautiverio de corrupción, restaurando todas las cosas, todo ojo viendo a Jesucristo, y Su conocimiento cubriendo la tierra como las aguas cubren el mar.

(Contenido)


2

EL NACIMIENTO DEL REY

El día del nacimiento de Jesucristo fue el día más triste en la historia porque el pueblo escogido de Dios, sobre quien Él había derramado Sus bendiciones, Le rehusó: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). El pueblo que estudió los profetas rechazó a Aquel que los profetas predijeron, “...He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isa. 7:14). Puesto que los judíos, por quienes y a quienes las Escrituras del Antiguo Testamento fueron dadas (Rom. 3:1, 2), estaban espiritualmente ciegos tanto que no reconocieron Aquel del cual las Escrituras hablaron, la actitud de la humanidad en general no es difícil de entender. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” (Juan 1:10). No hay que sorprenderse de que la temporada llamada La Navidad sea un tiempo de disolución y pecado. David profetizó del David mayor: “Puse además cilicio por mi vestido, Y vine a serles por proverbio. Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta, Y me zaherían en sus canciones los bebedores” (Sal. 69:11, 12). Las citas del Nuevo Testamento establecen la relación de este Salmo con el Señor Jesucristo (Mat. 27:34; Juan 2:17; 15:25; Rom. 15:3).

La gente puede tener vista sin discernimiento. Esto es descriptivo de muchos de los judíos a quien Isaías debe declarar “...ved por cierto, mas no comprendáis” (Isa. 6:9). Ellos ejercieron el poder de la observación pero no tenían corazón para lo que vieron. Tuvieron ojos, pero no para la visión espiritual. Todo fue el fenómeno de superficie porque no había ministerio interno del Espíritu para llenarlos del temor santo. La vista superficial es natural, pero la capacidad “de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento...” es sobrenatural (Ef. 3:18, 19). Así que, las dos maneras de mirar a algo son por la vista y por el discernimiento. Uno puede mirar a la Biblia y no ver nada más que un libro. Él podría considerarlo un malgasto de tiempo y dinero para que los hombres trabajen en traducir el hebreo y el griego para registrar alguna historia antigua. Esto es la vista sin el discernimiento. Por el contrario, la persona que mira a la Biblia y la ve como la revelación de la mente de Dios a Su pueblo, el Libro de la redención, sabiduría, y esperanza, tiene ambos vista y discernimiento. El colirio de la iluminación espiritual es necesario para el discernimiento (Apoc. 3:18). “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mat. 5:8). “Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley” (Sal. 119:18).

El nacimiento virginal de Jesucristo ha sido más amargamente asaltado a través de los siglos que cualquier otra verdad de la Biblia. Dios anticipó los ataques por los críticos e hizo esta gran verdad muy segura. El nacimiento virginal fue la señal que Dios prometió a la nación de Israel. Algunos argumentan que puesto que la palabra hebrea traducida “virgen” de Isaías 7:14 significa una mujer joven, no tiene nada que ver con la castidad. Este argumento es una falsificación del hecho. La palabra hebrea almah significa una mujer joven de edad casadera que estaba bajo el cuidado de sus padres y fue escondida del público (Gén. 24:43; Cant. 1:3; Isa. 7:14). Es el femenino de elem, que significa algo guardado fuera de la vista de — un joven. La Septuaginta usa parthenos, que significa una virgen (una mujer sin la experiencia del sexo) para traducir almah. Además, el Espíritu Santo dirigió a Mateo (Mat. 1:23) que usara la palabra parthenos para describir el cumplimiento de Isaías 7:14. Se usa el sustantivo griego parthenos 14 veces en el Nuevo Testamento y habla no solamente de mujeres castas sino también de varones castos (II Cor. 11:2; Apoc. 14:4). ¿Cuál sería la señal en alguna joven que da a luz a un hijo? El nacimiento del que Isaías habló fue uno que sorprendería al mundo y daría la evidencia del cumplimiento de la promesa de Dios que Jesucristo sería la “simiente de la mujer.” Así, Aquel que entraría en carne humana derivaría Su naturaleza humana de una mujer sin varón (Gén. 3:15).

El varón hace la parte activa e iniciativa en la generación humana natural. Por lo tanto, para que sea la naturaleza humana de Jesucristo la “simiente de la mujer,” la parte iniciativa era con el Espíritu de Dios. En esta manera, María había concebido antes que ella y José se juntasen (Mat. 1:18). María preguntó, “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (Luc. 1:34). “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios” (Luc. 1:35 BLA).

La vida humana ha sido traída a existencia en cuatro maneras: (1) por Dios en la creación, como en el caso de Adán; (2) por el varón sin mujer, como en el caso de Eva; (3) por el varón y la mujer, como en el caso de la procreación; (4) por la mujer sin el varón, como en el caso de la encarnación de Jesucristo. La última fue el único escogimiento posible para la primera venida de Jesucristo. La mujer fue elegida por Dios para cumplir la parte pasiva y esencial como aquella mediante la cual Dios actuaría para realizar Su salvación de gracia por los pecadores.

Se usa el verbo griego egennesen, que significa engendró, 38 veces en Mateo 1:2-16, pero hay un cambio en la forma conjugada en su uso en el versículo 16: “Y Jacob engendró [egennesen] a José, marido de María, de la cual nació [egennethe] Jesús, llamado el Cristo.” La palabra egennesen es el aoristo activo indicativo, y egennethe es el aoristo pasivo indicativo del verbo de raíz gennao. Pasando de la voz activa a la voz pasiva prueba la virginidad de María en el tiempo que Jesucristo nació. La confirmación adicional de la virginidad de María se encuentra en las palabras del mensaje del ángel a José: “...Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto...” (Mat. 2:13).

José fue representado como el guardador pero no el padre de Jesucristo. Algunos “creían” que José era el padre de Jesucristo: “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José...” (Luc. 3:23). “Según se creía” es la traducción de hos enomidzeto. El verbo enomidzeto es el imperfecto pasivo indicativo de nomidzo, que significa suponer, creerse, o presumir. Se usa el verbo nomidzo 15 veces en el Nuevo Testamento y tiene el significado de suposición más bien que la realidad (Mat. 5:17; 10:34; 20:10; Luc. 2:44; 3:23; Hech. 7:25; 8:20; 14:19; 16:13, 27; 17:29; 21:29; I Cor. 7:26, 36; I Tim. 6:5). El Señor Jesús no tiene ni un padre sobre la tierra ni una madre en el cielo.

Mateo habló de José como un marido (Mat. 1:19) y María como una mujer (Mat. 1:20), pero se puede explicar esto bajo la ley hebrea del compromiso. La ley hebrea del compromiso constituyó un contrato legal y obligatorio entre las personas concernientes. María estuvo desposada (mnesteutheises, aoristo pasivo participio de mnesteuo, que significa pedir en casamiento o comprometerse) con José (Mat. 1:18; Luc. 1:27; 2:5). El matrimonio en Israel fue un pacto de dos partes: (1) un período de compromiso y (2) el estado establecido de matrimonio. El período del compromiso fue tan legal que la infidelidad sexual durante ese tiempo era la única cosa que podría romper el acuerdo (Deut. 22:13-21). Un divorcio podría ser dado por la infidelidad sexual durante el período del compromiso (Mat. 5:32; 19:9). El castigo de la muerte del culpable dejaba la persona viva como viuda o viudo.

El gozo de María fue acompañado con ambos prueba y sumisión. La prueba vino cuando Gabriel apareció a ella y le dijo, “...María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS” (Luc. 1:30, 31). La sumisión de María a Dios es dicho en Lucas 1:38: “...He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”

El ángel apareció a María privadamente, pero María tendría que explicar su embarazo durante su período del compromiso. Aunque ella tenía la seguridad del Señor y consentía en Su palabra, María supo que sería expuesta a la crítica severa. Delante de aquellos que no entendieron, su reputación sería arruinada. Los judíos religiosos exigirían la pena de muerte. Sus amigos lamentarían sobre ella. Su marido (aquel a quien estuvo desposada — la primera parte del contrato de dos partes del casamiento judío) podía pedir el divorcio en base a la fornicación. Sin embargo, María no trató de esconder el hecho de su preñez. Ella corrió a la fuente de la ley y el juicio para informarle de su condición. Ella fue a la esposa del oficiante, Zacarías (Luc. 1:39-56). María trajo bendiciones extraordinarias con ella cuando vino a Elisabet. Un bebé estaba en camino que sería llamado el Hijo del Altísimo.

María fue representativa de esa humanidad con que Jesucristo sería identificado. En la vida terrenal de Cristo, Él nunca se identificó a Sí Mismo con la degradación de la humanidad caída, sino que se identificó a Sí Mismo con lo que era de Dios. Todos los títulos y las designaciones que el Señor Jesús asumió indican Su identificación con los elegidos como los súbditos de la gracia Divina. Uno blasfemaría al decir que Cristo fue identificado con la humanidad caída, con excepción de la expiación.

La preñez de María fue una prueba para José, su marido prometido, tanto como lo fue para ella. José fue un hombre justo; por lo tanto, él sabía los principios de la castidad en cuanto al amor y el matrimonio. Él no expondría a María a la ridiculez pública; pero como un hombre justo, él debe defender el principio de la fidelidad del matrimonio. Él estaba en una posición difícil. Conociendo la ley, José pudo hacer una de tres decisiones. Él pudo apelar a Deuteronomio 24:1 y decir, “Yo he encontrado en ella alguna cosa indecente.” Él podría presentar su caso a la luz de Deuteronomio 22:13-24 o Deuteronomio 22:25-29. En Deuteronomio 22:13-24, hay dos ejemplos diferentes de fornicación, pero la pena para ambos es la muerte. El primero aplica a la ramera y el segundo a la virgen que llegó a ser infiel durante el período del compromiso. En Deuteronomio 22:25-29, los fornicarios fueron matados. El primero aplica al pecado que es cometido fuera del período de compromiso y el segundo a la joven que fue víctima de violación.

José escogió seguir el curso de que habiendo hallado en ella alguna cosa indecente y darle el divorcio (Deut. 24:1). La palabra “dejarla” en Mateo 1:19 es la traducción de la palabra griega apolusai, aoristo activo infinitivo de apoluo, que significa desatar, liberar, o divorciar. Sin embargo, mientras que José pensaba en divorciarse de María, el ángel se le apareció y le explicó su preñez. Qué victoria gloriosa fue esta después de una prueba tan severa.

La virgen María “se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mat. 1:18) es más allá del entendimiento natural pero no más allá de la aprehensión por la fe. Según la naturaleza, la virginidad ha salido antes de la concepción; pero la preñez de María por el Espíritu Santo fue una señal sobre la naturaleza que fue predicha por Isaías. El Dios de la naturaleza no es atado a las reglas de lo que llamamos la naturaleza; por lo tanto, no hay razón por la que esta verdad debiera parecer increíble. Como la luz pasa mediante del vidrio sin destruirlo, el Espíritu Santo pasó mediante la virgen María sin destruir su virginidad. Este era un acto sobrenatural del soberano Dios, y el poder del Hacedor es la razón por la cual la cosa es hecha. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Gén. 1:3). “Y dijo Dios” es la Palabra en acción. “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca....Porque él dijo, y fue hecho...” (Sal. 33:6, 9). “Porque nada hay imposible para Dios” (Luc. 1:37).

En el sentido que Jesucristo “no conoció pecado” (II Cor. 5:21), José no experimentó la función sexual de un marido hasta después del nacimiento de Jesucristo. “Y él no la conocía [imperfecto activo indicativo de ginosko] hasta que dio a luz a un hijo: y le puso por nombre JESÚS” (Mat. 1:25 — traducción). El verbo griego significa conocer, percibir, o entender. Se usa como un eufemismo (una expresión leve o indirecta) de relaciones sexuales.

Aquel nacido de la virgen María fue nombrado Jesús, el Salvador de Su pueblo. Para ser Salvador, Él debe ser Emanuel — Dios con nosotros. Emanuel indica Su vocación, que era traer a Dios a Su pueblo para que pudieran estar con Él para siempre. Estos nombres atribuidos a Jesucristo indican lo que Él debe ser y hacer para salvar a Su pueblo. Emanuel es el nombre que retrata la unión hipostática de las naturalezas humana y Divina en una sola Persona. El milagro del nacimiento virgen asegura los elegidos del nuevo nacimiento. Jesucristo es la única persona aceptada “una vez nacida”. Él es la única Persona que no necesitó un segundo nacimiento. Si hubiera sido pecable, como muchos religiosos dicen, Él hubiera necesitado el nuevo nacimiento. La concepción y la muerte de Jesucristo fueron muy diferentes de aquellos a quienes y para quienes Él vino al mundo. La doctrina del nacimiento virgen pone la iniciativa en las manos de la Deidad. Esta completamente excluye la iniciación humana, así protegiendo la naturaleza humana — lo santo — de la contaminación con el pecado original.

(Contenido)


3

LA MADRE DEL REY

María fue del linaje de una nación escogida por Dios para un propósito especial. Entre las bendiciones que han venido de la nación de Israel, la venida del Hijo eterno de Dios mediante el vientre del virgen fue la altísima (Rom. 9:4, 5). El propósito de Dios en la vida de María fue para darnos Emanuel — “con nosotros es Dios” (Mat. 1:23 — traducción). La manifestación de Jesucristo en la carne es el punto supremo en el propósito de Dios.

La virgen María, como cualquier otra persona que Dios eligió a la salvación, fue un recipiente y no una dispensadora de la gracia. María reconoció a Dios como su Salvador: “...Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Luc. 1:46, 47). Aunque la palabra “salvación” es usada variantemente en el Escritura — físicamente así como espiritualmente — el gozo de María fue el fruto de la liberación espiritual. Ella fue la recipiente de la gracia de Dios, manifestado por engrandecer a su Señor y regocijarse en Su salvación. Cualquier persona que se regocija en Dios su Salvador es consciente de que Dios ha quitado sus pecados. El carcelero se regocijó al momento de ser salvo (Hech. 16:30-34). El gozo de María no fue superficial. No fue excitado por la bondad mostrada por Elisabet que dijo, “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Luc. 1:42, 43). El gozo de María fue motivado por el Espíritu de la regeneración, que la causó consentir en Dios su Salvador y la prueba que siempre acompaña la salvación. David, de quien María descendía, expresó su gozo: “Entonces mi alma se alegrará en Jehová; Se regocijará en su salvación” (Sal. 35:9). La adoración que Dios requiere de nosotros es la de un pecador salvado, y Él lo requirió nada menos que de la virgen María.

La declaración de María, “...mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,” de Lucas 1:47 es usada por la Iglesia Católica Romana como la liberación de María de toda clase de maldad espiritual o temporal al que el hombre mortal es sometido en su vida sobre la tierra. Ellos dicen que se usa la palabra “Salvador” en un sentido diferente que la salvación de la culpabilidad y el poder de pecado. Los apologistas romanos enseñan que con la excepción de María, todos los otros seres humanos contraen el pecado original y por lo tanto necesitan la redención. Ellos dicen que la virgen María, porque iba a ser la madre de Jesucristo, fue preservada de contraer el pecado original. Por lo tanto, según el apologista, Cristo no purgó el alma de María del pecado por Su sangre sino la perseveró limpia. Tal enseñanza le da en la cara de la declaración de Pablo, “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Un hecho es expresado por un punto acción verbo griego, con la nota del tiempo no enfatizado, en la declaración “por cuanto todos pecaron.” El segundo aoristo activo indicativo de hamartano se reúne la totalidad de la humanidad en una declaración que no es restringida a un tiempo o un período particular. La virgen habiendo traído un “sacrificio sangriento” en su purificación revela que ella sabía su necesidad de limpieza tanto como cualquier otra mujer. “Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron [Jesús] a Jerusalén para presentarle al Señor... y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos” (Luc. 2:22, 24).

No hay duda que María, en su cántico de alabanza en Lucas 1:46-55, se contó a sí misma entre aquellos que el Señor había traído en la gracia posicional. El sacrificio que fue traído al templo no fue para Jesucristo. Aquellos que creen que Jesucristo fue pecable deben decir que fue traído al templo para Jesucristo, pero esto sería blasfemia. Jesucristo no puede ser conectado con la “nueva creación” (la regenerada), pero Él es conectado con la generación eterna — lo que pertenece a Dios.

Aunque María fue la madre de Jesucristo, ella no debe ser deificada. Tal honor es un pecado totalmente reprensible. Nunca se ha dado este honor al ser creado. Algunos dicen que la adoración de la virgen María creció en un mundo cansado por la violencia y pasión de la fortaleza masculina, injusticia, y tiranía; en un mundo pisado por los ejércitos, corrompido por la concupiscencia, y dominado por la ambición. La adoración de la virgen fue una protesta viva contra la guerra y la sensualidad. Muchos creen que María fue el símbolo de la fortaleza y la gloria consistente con la ternura y benignidad. Mientras que esto pudo haber dado a algunas personas una razón para ir de un extremo social al otro, volvía de una forma de maldad a otra más mortífera. El hacer una diosa de una criatura, sea hombre, aves, cuadrúpedos, reptiles, o la virgen María, es el peor de los crímenes. (Véase Rom. 1:19-25.) María fue la madre de Jesucristo, pero nadie puede decir que ella es intrínsecamente la madre de Dios. Dios absolutamente considerado no tiene madre. Jesucristo como el Dios-Hombre no tiene padre.

El pecado es conectado a cada descendiente de Adán, pero no es conectado con el Dios-Hombre. María fue pobre, aunque rica. Dios estaba agradado que en conexión a Jesucristo ha de ver el sacrificio más pequeño y más humilde. (Véase Lev. 1:14; 12:8.) Dios trajo Su gracia salvadora en una forma que fue insignificante al mundo. No puede haber una demostración mayor que ésta que un bebé puesto en un pesebre y la circuncisión de Cristo como una señal del pacto que prefiguró Su muerte. Un par de tórtolas o dos palominos ofrecidos en sacrificio a Dios revelan la humildad de la gracia. María había sido humillada por ser “muy favorecida.”

María fue seleccionada por Dios de entre todas las demás mujeres para ser la madre de Jesucristo. “Y el ángel que ha venido a ella, dijo, Salve, la que habiendo sido favorecida, el Señor es contigo” (Luc. 1:28 — traducción). “Habiendo sido favorecida” es la traducción de un perfecto pasivo participio del verbo charitoo, que significa conferir favor sobre, favorecer altamente, o bendecir. Es usado solamente en Lucas 1:28 y en Efesios 1:6, y habla de lo que Dios hace por todos los elegidos. En ambos ejemplos, significa ser traído a una relación con Dios por medio de la gracia. Preguntar por qué Dios apartó a María es como preguntar por qué Dios eligió Israel aparte de todas las otras naciones, Naamán de todos los otros leprosos, la viuda de Sarepta de todas las otras viudas, y Saulo de Tarso de los otros fariseos. Estos no fueron seleccionados porque fueron mejores que los otros sino porque Dios escogió escogerlos. La razón de Dios por haberlos escogido se encuentra en el puro afecto de Su voluntad, el cual que Él no está obligado a revelar.

La iglesia de Roma ha traducido “muy favorecida” de Lucas 1:28 como llena de gracia. Sin embargo, María fue muy favorecida pero no llena de gracia. María no es una dispensadora de gracia, sino fue el recipiente del favor de Dios. El perfecto pasivo participio nos dice que la gracia había sido dada permanentemente sobre María. Por lo tanto, su estado presente de favor fue debido al propósito eterno de Dios. Puesto que María fue escogida por Dios, fue “dotada con la gracia.” Como María que halló gracia delante de Dios (Luc. 1:30), Dios se encariñará con los Suyos, y ellos hallarán gracia delante de Él. Dios piensa altamente de Su pueblo. Somos Su tesoro (Ex. 19:5), porción (Deut. 32:9), reposo (Sal. 132:14), corona de gloria (Isa. 62:3), gozo (Isa. 65:19), herencia (Ef. 1:18), y morada (Ef. 2:22). Habiendo escogido Su pueblo en Cristo, Dios asimismo altamente nos favorece. No hay razón fuera del “puro afecto de Su voluntad” por qué Él ha favorecido aquellos que son los Suyos.

Jesucristo, el Encarnado, es el Único “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). La palabra griega para “lleno” (pleres) significa lleno, llenado, abundando en, totalmente ocupado con, completamente bajo la influencia de, completo, o perfecto. Se usa con Jesucristo al decir que Él fue “lleno del Espíritu Santo” (Luc. 4:1). A Cristo no le fue dado el Espíritu por medida (Juan 3:34). La palabra usada con referencia a un Cristiano no puede tener el mismo grado de significado como cuando se aplica a Jesucristo.

Jesucristo es lleno de gracia porque Él es la fuente — dispensadora — de gracia. El Cristiano es lleno de gracia no en el sentido de una fuente sino como un vaso. Cuando Cristo dispensa la gracia, la fuente no es menos llena; pero si el vaso podría dispensar la gracia, estaría menos lleno cada vez que la gracia es dispensada. Hemos tomado de Cristo Su “plenitud” (pleromatos, de pleroma, que es el ablativo de fuente) (Juan 1:16). Esto habla de la plenitud de Dios en Cristo (Col. 2:9). La plenitud de Cristo no fue para Sí Mismo sino para nosotros. Él no necesitó la gracia y la verdad: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26). Esto significa que el Padre, como la cabeza de la economía mediadora, nombró al Hijo para tener y ejercer el poder independiente de conferir la vida. Esta es la propiedad característica de la Deidad, que ambos Padre e Hijo igualmente poseen. Por lo tanto, la gracia procede de la fuente corriente en el tabernáculo de la carne de Cristo. Del tabernáculo de Su carne, fluye a los elegidos en el tiempo designado por Dios.

La plenitud de la Deidad que mora corporalmente en Jesucristo es la razón por la cual los recipientes de la gracia han recibido de Su plenitud. La plenitud que mora corporalmente en Cristo significa esas perfecciones y esas calidades que llenan la Deidad a la perfección absoluta. Así que, no hay una porción de Dios morando en Cristo, sino la plenitud de la Deidad mora corporalmente en Él. El adverbio “corporalmente” significa lo que es verdadero y substancial en contraste con los tipos y las sombras. Tal plenitud no puede morar en la naturaleza humana pecable, sino que moró corporalmente en la naturaleza humana impecable de Cristo durante Su ministerio terrenal y presentemente mora en Su estado corporal glorificado.

La gracia es seguida por la gracia de la plenitud de Cristo — “gracia sobre gracia” (Juan 1:16). Hay que tener la gracia para sentir la necesidad de, pedir para, y usar la gracia cuando es dada. Una gracia es seguida por otra. Así que, la gracia de la justificación es seguida por la gracia de la santificación, y la gracia de la santificación es seguida por la gracia de la glorificación. El mundo da un poco para que no pueda dar más. Da para hacer a uno sentirse obligado, porque el espíritu del mundo es egoísta. Al contrario, Cristo da para que pueda continuar dando: “...él da mayor [meidzona, el singular acusativo de megas, que significa grande, mucho, o extraordinario] gracia...” (Sant. 4:6).

La gracia viene paso a paso — gracia sobre gracia. Hay gracia al principio, pero hay más que sigue. Una gracia prepara para la próxima. La gracia de la elección eterna preparó para la gracia de la redención. La gracia de Dios de la redención preparó para la gracia de la regeneración. Su gracia de la regeneración prepara para la gracia de la vida Cristiana. La gracia expande el corazón y da a uno la capacidad para recibir más gracia. Por lo tanto, uno no está preparado para la gracia de la glorificación hasta que él ha sido educado por los grados de la gracia dadas en el tiempo.

Cualquiera que cree que María es una co-redentora blasfema. La Escritura prueba que Jesucristo dio “...su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28); “...ofreciéndose a sí mismo” (Heb. 7:27); “...por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Heb. 9:12); “...se presentó...por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Heb. 9:26); “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10:12). El Señor Jesucristo solo satisfizo las demandas de la ley santa de Dios. Además, aquellos que dicen que María es una mediadora blasfeman: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (I Tim. 2:5). Decir que María es una mediadora es atribuir atributos tales como la omnipresencia y la omnisciencia a ella. ¿Cómo pueden millones tener una audiencia con María al mismo tiempo? Al contrario, Cristo ha prometido que Él escuchará a todos los que vengan a Él. Como cada recipiente de la gracia sabe dónde la fuente de la gracia está, él también sabe por medio de Quien él debe ir a alcanzar esa fuente. Cristo mostró por Su declaración a María en Juan 2:4 que su control de Sus acciones terminó tan pronto como Su ministerio público comenzó: “...¿Qué tienes conmigo, mujer?....”

En el cántico de alabanza de María, ella dijo, “...desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” (Luc. 1:48). Esto, sin embargo, no justifica el título venerable, “La Bendita Virgen María.” El verbo griego para “me dirán bienaventurada” (de makaridzo) significa “contar como bienaventurada.” María fue bendecida “entre” no “sobre” de las mujeres (Luc. 1:28). Ella fue llamada “bienaventurada” a causa del fruto de su vientre. Ella fue salva por la fe en Jesucristo que fue ese fruto y no porque ella fue la madre de Él que fue llamado Jesús.

(Contenido)


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LA ENCARNACIÓN DEL REY

La encarnación y el nacimiento virginal permanecen o caen juntos. “Porque un niño nos es nacido” tiene referencia al nacimiento virginal; “hijo nos es dado” refiere a la encarnación (Isa. 9:6). Dios salva al hombre por identificarse con él, y esa identificación ha venido mediante el nacimiento virginal. La encarnación es la enseñanza que la segunda Persona de la Trinidad asumió la forma humana en la Persona de Jesucristo. El nacimiento virginal es el dogma que la concepción y el nacimiento de Jesucristo no alteraban la virginidad de María. La importancia de este tema revuelve alrededor del grado al que el Hijo eterno de Dios se identificó a Sí Mismo con el hombre en la encarnación. Una concepción falsa del alcance de la identificación de Dios con el hombre haría inválido (sin fundamento) ambos la salvación y su consumación en el reino.

La característica distintiva de la encarnación es la unión hipostática de las naturalezas humana y Divina en una sola Persona. “...Grande es el misterio de la piedad; Dios fue manifestado en carne...” (I Tim. 3:16). Juan identificó el Verbo encarnado con el Dios eterno de la creación (Juan 1:1; Gén. 1:1). La plática creadora del primer capítulo de Juan es equivalente con un aspecto del único Dios que era ambos con Dios y también era Dios (Juan 1:1). Se usa un verbo griego imperfecto en (de eimi), que significa “ser” o “existir”, tres veces en este versículo para significar que Jesucristo era en el principio con Dios, y Él era Dios. Él se llama el Verbo (logos), pero el Verbo no es igual como Aquel con quien Él existía. Él que es con Dios era Dios. Jesucristo como logos no pudo ser visto; como carne, no pudo ser escuchado; sino el Verbo se hizo carne (Juan 1:14) y pudo ser visto y escuchado. Las tres partes de Juan 1:1 enseñan las cosas siguientes en cuanto al Verbo encarnado: (1) Cuándo el Verbo era — en el principio. Puesto que Él existió en el principio, Él era antes del principio. La designación “Verbo” significa que Él es eterno. (2) Dónde estaba el Verbo — con Dios. Esto denota Su personalidad. Él es una Persona en la Trinidad; por lo tanto, Él es deidad. (3) Quién era el Verbo — Dios. Él es el siempre presente YO SOY. El misterio del primer versículo llegó a ser más entendible a los elegidos en el versículo 14. Él que era en el principio se hizo carne en tiempo. Él que estaba con Dios habitó entre los hombres. Él que era Dios llegó a ser cubierto con la naturaleza humana.

El Hijo Divino de Dios no asumió una persona humana sino una naturaleza humana. La Trinidad Divina no fue modificada por la encarnación. Sólo la segunda Persona experimentó un cambio de una Persona con una naturaleza a una Persona teantrópica teniendo la naturaleza Divina, una naturaleza humana, y un cuerpo humano. Aunque la Persona de Jesucristo es teantrópica, Su naturaleza no es teantrópica porque esto haría el infinito lo finito y el finito lo infinito. Por lo tanto, las naturalezas en Jesucristo retuvieron sus propias propiedades y propios atributos que prueban que la naturaleza Divina no era humanizada y la naturaleza humana no era deificada.

El Hijo eterno de Dios no se identificó en Su encarnación con ni la naturaleza no caída (la naturaleza de Adán antes de la caída) ni la naturaleza caída (la naturaleza de Adán subsiguiente a la caída) del hombre. Su naturaleza humana se llamó “lo santo siendo engendrado” (Luc. 1:35 — traducción), y se describió como “...Dios habiendo enviado a su Hijo en la semejanza de carne de pecado” (Rom. 8:3 — traducción). Alguien que declara aceptar la verdad de la concepción milagrosa de Jesucristo en el vientre de la virgen María mientras que a la vez insiste en la doctrina humana de la pecabilidad (la enseñanza que Cristo tenía la capacidad de pecar) defiende que el Espíritu Santo produjo lo no santo. Jesucristo no era santo simplemente en Su conducta, sino Él era absolutamente santo con respecto a Su naturaleza humana. Él preguntó a los fariseos religiosos, “¿Quién de vosotros me declara culpable de pecado?” (Juan 8:46 — traducción). Puesto que se usa un sustantivo en vez de un verbo en la pregunta, no es, ¿quién de vosotros me declara culpable “del pecar” (pecados de la naturaleza)?, sino, ¿quién de vosotros me declara culpable de “la naturaleza de pecado”? Los Cristianos no exigen más evidencia documental de una verdad tan afirmada explícitamente y tan implícitamente creída por todos los que poseen la fe dada por Dios. Aunque el Asumidor y lo que Él asumió no pueden ser lo mismo, la santidad del Asumidor exigió que lo que Él asumió fuera santo.

La Persona de Jesucristo debe ser distinguida de la persona del hombre: (1) La Persona de Cristo no fue creada; la persona del hombre fue creada. Por lo tanto, Jesucristo no asumió una persona pecadora como Dios no hizo del hombre una deidad. (2) El nombre de Cristo dado por Dios es “Jesús,” que significa Salvador; no hay salvadores entre los hombres. Sola una Persona Divina podría ser llamada Salvador; y aún, Él es un Varón habiendo sido atestado por Dios: “Jesucristo es el nazareno, varón habiendo sido atestado [perfecto pasivo participio de apodeiknumi, que significa atestar, aprobar, o declarar] por [apo, ablativo de agencia] Dios” (Hech. 2:22 — traducción). (3) Jesucristo es el Hombre de Dios por la encarnación; Adán era el hombre de Dios por la creación. (4) Jesucristo es el Hombre de Dios del cielo; Adán era el hombre de Dios de la tierra. (5) Jesucristo es el “unigénito”; por lo tanto, Él es el único de Su tipo, el unigénito. Adán fue creado, pero no era el único de su tipo. (6) La naturaleza Divina esencial en Jesucristo no puede crecer; la naturaleza en los Cristianos, que es como la naturaleza de Dios, crece. (7) Jesucristo no nació como una persona humana, pero el hombre nace como una persona humana y depravada. En la encarnación, Él asumió una naturaleza humana, la debilidad de la cual no era pecaminosa. Así que, Lucas dijo en Lucas 1:35 que la Persona que venía mediante el vientre de la virgen era, por la agencia del Espíritu Santo, el Hijo eterno de Dios ahora viviendo en un tabernáculo santo que Él había asumido. María experimentó el encubrimiento del Espíritu Santo para proteger la naturaleza santa que Cristo asumió de su depravación. No como el hombre, el ego de Cristo siempre agradó al Padre.

Todas las maravillas del mundo deben tomar segundo lugar al misterio de la encarnación (I Tim. 3:16). La encarnación incomprensible no está más allá de la capacidad de uno con la fe dada por Dios para aceptarla sobre la base de los hechos Bíblicos siguientes: (1) Jesucristo quien creó a la mujer fue nacido de mujer (Gál. 4:4). (2) El nacimiento de Abraham precedió el nacimiento de Jesucristo; y aún, Cristo existió antes de Abraham (Juan 8:56-58). (3) Él que era del linaje de David según la carne era el Señor de David (Mat. 22:43, 44; Rom. 1:3, 4). (4) Él que tenía un Padre en la eternidad tenía una madre pero no padre en el tiempo. (5) Él que no tenía principio de días ni fin de vida tenía un principio de días y un fin de vida sobre la tierra. (6) Él que los cielos no podían contener fue contenido en el vientre de la virgen (Luc. 1:35). (7) Jesucristo era el fruto del vientre pero no de los lomos (Luc. 1:42).

El Mediador entre Dios y hombre es la Persona media en la Trinidad. Por lo tanto, Jesucristo media entre el Padre, la primera Persona en la Trinidad, y los hombres que son habitados por el Espíritu Santo de la regeneración, la tercera Persona en la Trinidad. Mientras que hay un solo Dios, en la única esencia Divina hay tres Personas distintas. Cada Persona en la Trinidad cumple un departamento separado en la economía de la redención humana. La segunda Persona trinitaria no comenzó en la encarnación, sino la personalidad teantrópica de Jesucristo sí comenzó cuando el Padre Le envió en la semejanza de los hombres. Así que, el nombre Jesús, que significa “Jehová es Salvador,” prueba que sólo una Persona Divina puede salvar (Hech. 4:12; Mar. 2:7); y aún, Él es Varón aprobado por Dios (Hech. 2:22).

El registro procede del nombre dado por Dios de Jesús (Jehová es Salvador) de Mateo 1:21 a Emanuel (con nosotros es Dios) de versículo 23 — el nombre que los recipientes de la salvación Le llaman. Solamente los elegidos que han sido salvados experiencialmente conocen el significado de Emanuel. Se muestra la unicidad de la Persona de Cristo en Su llegar a ser el Dios-Hombre. Jesucristo es igual con el Padre, pero Él es diferente del Padre porque Él posee una naturaleza humana. El Hijo de Dios fue hecho en la semejanza de hombre, pero Él era diferente del hombre porque Él poseyó una naturaleza Divina. Durante el ministerio terrenal de Cristo, Él habló como (1) Dios — “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30); (2) Hombre — “Tengo sed” (Juan 19:28) — Dios no tiene sed; y (3) el Dios-Hombre — “Venid a mí...yo os haré descansar” (Mat. 11:28).

La profecía en cuanto a Jesucristo se llamará Emanuel es dada por Isaías (Isa. 7:14). Su profecía de la encarnación vino en un tiempo obscuro en la historia de Israel. La comisión extraña del profeta del Señor fue para predicar a un pueblo que no le oiría (Isa. 6:9, 10). La primera experiencia de Isaías de su comisión fue su llamamiento para hablar con el Rey Acaz. Acaz fue el hijo del buen Rey Jotam. Un rey puede pasar la corona, pero no puede pasar una disposición santa. Desde el principio de su reinado, Acaz revirtió la política de su padre y se lanzó a sí mismo a los brazos de los paganos. Él no entró en la idolatría por falta del buen consejo. La buena instrucción había venido a Acaz de su padre y del profeta de Dios; pero a pesar de su instrucción, Acaz abusó la casa de Dios por destruir los vasos y cerrar su puerta. Él deshonró el altar de Dios por hacerse a sí mismo altares en cada rincón de Jerusalén, y él dio la espalda al Dios de Israel por sacrificar a los dioses de Damasco. A Acaz, la adoración por los judíos escogidos era torpe y monótona. El único y verdadero Dios de Israel no satisfizo su mente depravada. Los corazones depravados buscan la inspiración falsa. Los idólatras son celosos en sus excavaciones descendientes al infierno. Acaz fue tan malo que él pecó contra la providencia de Dios: “...en el tiempo que aquél le apuraba, añadió mayor pecado contra Jehová” (II Crón. 28:22).

Isaías fue dicho encontrarse con Acaz “al extremo del acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador” (Isa. 7:3). El profeta fue instruido a ir al “extremo” del acueducto, al mismo lugar donde vertió sus aguas en Jerusalén. Las aguas se bajaron del “estanque de arriba.” El “estanque” significa bendición porque el agua es una necesidad (Juan 4:10-14). El agua viene del “estanque de arriba” que simboliza la fuente desde la cual las bendiciones propuestas de Dios son hechas disponibles a los elegidos (I Ped. 1:18-20). Las bendiciones espirituales son provistas en la Persona y la Obra de Jesucristo, y ellas son aplicadas por el Espíritu Santo. El “extremo” es el lugar donde las bendiciones alcanzan los recipientes. Las bendiciones no alcanzan los recipientes ni en la encarnación ni en la vida de Jesucristo. Esas dos cosas constituyen la preparación de la satisfacción que se hizo en la cruz.

“El camino de la heredad del Lavador” fue un camino claramente definido (Isa. 7:3). Fue levantado y conducido hacia arriba. Fue el camino que ascendía — la senda que va en aumento hasta que el día es perfecto (Prov. 4:18). Puesto que el “acueducto” fue la manera por la cual el agua descendió, el “camino” es la santa senda que conduce hasta la fuente de toda bendición: “El camino de los rectos se aparta del mal...” (Prov. 16:17). Es el Camino de Santidad (Isa. 35:8). La “heredad del Lavador” significa el campo de Él que lava los vestidos de los elegidos. Los “vestidos” son los hábitos de los creyentes que necesitan una limpieza (Juan 13:10). La vida que ha descendido por la gracia del soberano Dios conduce hacia arriba por el camino de la santidad práctica (II Tim. 2:19).

El lugar sobre el cual estaba el profeta con su hijo, Sear-jasub (el nombre significa “el remanente volverá”), en su reunión con Acaz simbolizó Aquel que sería el único “acueducto” de bendición del Dios altísimo. Judá fue inmortal hasta el cumplimiento de la “señal” que Dios daría a Su pueblo. La señal de Dios serviría como un símbolo o garantía de algo presente o futuro. Los tiempos presentes en el hebreo validan más la certeza del futuro remoto así como también el futuro cercano de la profecía como si fuera ya realizada. Puesto que el hebreo no tiene ningún “tiempos” en el sentido de la lengua española, los dos “estados” son expresados por los verbos imperfectos y perfectos. El verbo perfecto expresa cualquier tipo de acción completa, y el verbo imperfecto denota cualquier acción incompleta, sea pasado, presente, o futuro. Por lo tanto, la señal de Isaías 7:14 se extiende más allá de las circunstancias del tiempo de su histórica locación cercana.

Algunos piensan la “señal” de Isaías 7:14 refiere exclusivamente a algún evento en el tiempo del profeta, y los otros dicen que refiere exclusivamente a Jesucristo. Sin embargo, el contexto prueba que es una profecía con cumplimientos cercanos y remotos. A Isaías le fue dado un hijo subsiguiente a Sear-jasub. Cuando él se acercó a la “profetisa” (por asociación, esposa de un profeta), ella concibió y dio a luz a un hijo que fue nombrado Maher-salal-hasbaz (el nombre significa “presteza en capturar la presa”), el cumplimiento cercano de Isaías 7:14. Ahora, la pregunta que se hace es, ¿cómo puede la palabra “virgen” aplicarse a la esposa de Isaías en Isaías 8:3? Primero, vamos a encontrar el significado de la palabra “virgen” de Isaías 7:14. La palabra hebrea es almah, que significa una mujer joven de edad casadera que se queda bajo el cuidado de sus padres y se esconde del público (Gén. 24:43; Cant. 1:3; 6:8; Isa. 7:14). No debemos suponer que la profetisa de Isaías 8:3 era una virgen en el tiempo que Maher-salal-hasbaz nació, pero fue una virgen en el tiempo que se dio la profecía en Isaías 7:14. Sin embargo, hay otro problema que se debe resolver. ¿Cómo podía ser la profetisa de Isaías 8:3 una virgen puesto que Maher-salal-hasbaz fue el segundo hijo de Isaías? El registro no afirma que ella era la madre de Sear-jasub. Por lo tanto, debemos asumir que la madre de Sear-jasub estaba muerta, e Isaías se había casado con una mujer joven que era una virgen en el tiempo de su casamiento.

La conexión cercana del registro histórico de Isaías 7-9 prueba que la profecía tenía referencia no solamente a algo en el tiempo del profeta pero también al cumplimiento más alto en Jesucristo. El mismo Espíritu Santo profetizó mediante Isaías y Mateo. La gran diferencia entre los cumplimientos cercanos y remotos es que la madre de Maher-salal-hasbaz era una virgen cuando se casó con Isaías pero no una virgen cuando su hijo nació; pero María era virgen antes de y en el tiempo de que Jesucristo nació. Además, se predijeron la liberación de la invasión amenazada durante el tiempo de Acaz y la liberación universal en el futuro remoto (Isa. 8:5-10; 9:1-7). Se ha dicho que la mayoría de las profecías toma su comienzo de los hechos históricos.

A la vista de los aspectos cercanos y remotos de una profecía, no hay nada en la Escritura para contraprobar la teoría que el Emanuel de Isaías 7:14 también iba a ser llamado Maher-salal-hasbaz de Isaías 8:3. Así, él fue un símbolo o tipo del Cristo encarnado viniendo mediante el vientre de la virgen María (Mat. 1:22, 23) y también de la ira de Dios que vendrá antes del establecimiento del reino (I Tes. 1:10). Se revela todo lo que sabemos acerca de los hijos de Isaías en el significado de sus nombres. El profeta dijo, “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos, que mora en el monte de Sion” (Isa. 8:18). Por lo tanto, las siguientes lecciones proféticas son enseñadas en estos nombres: (1) Había un ascendencia de Sear-jasub a Emanuel. (2) Había un descendente de Emanuel a Maher-salal-hasbaz. (3) Había otra ascendencia de Maher-salal-hasbaz al Príncipe de Paz (Isa. 9:6, 7).

Jesucristo es el Emanuel de la profecía de Isaías. El nombre “Emanuel” es una palabra compuesta que denota lo mismo que theanthropos y tiene referencia a la unión personal de las naturalezas humana y divina en Cristo. Emanuel significa “con nosotros es Dios.” En este nombre, los elegidos tienen una promesa de la presencia de Dios. Uno pudiera preguntar, ¿no estaba Dios con los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento así como también con nosotros? Dios estaba con ellos pero no en el Verbo encarnado. Él estaba con ellos en tipos y sombras, pero Dios no estaba con ellos en la unión hipostática.

“Dios” es la parte más importante en la palabra compuesta “Emanuel.” Aunque es la más importante, es la última parte de la palabra. Las dos partes involucradas son Dios y nosotros, los elegidos. Para que Dios y los elegidos sean reunidos, Dios tenía que ser hecho como los elegidos para que los elegidos puedan ser hechos como Dios. Por lo tanto, el Hijo eterno tomó la forma de un siervo para el propósito de sufrir y morir por los Suyos (Fil. 2:5-8). El gran amor de Cristo por nosotros es expresado en la carta a los Efesios: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef. 5:2). Qué humillante aprender que “con nosotros es Dios.” Dios que es de arriba y los elegidos que son de abajo son reunidos mediante Jesucristo y Su obra redentora: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Ef. 2:13).

No hay “con nosotros” como el “con nosotros” en la Persona teantrópica. Dios estaba con Israel en Sus sacrificios sobre el altar del tabernáculo y el templo, pero Dios estaba con todos los elegidos en Su sacrificio sobre el altar de la cruz. De este gran “con nosotros” todas las otras siguen. La satisfacción de la muerte de Cristo ha hecho Su “con nosotros” una realidad en Su resurrección, ascensión, exaltación, vida, y muerte; y será una realidad al fin de los siglos y para siempre (Col. 3:1; Ef. 2:6; II Tim. 4:18; Sal. 23:4; Mat. 28:20; Apoc. 21:3).

El nombre de nuestro Salvador es Jesús (el nombre significa “Jehová es el Salvador”), y los salvos Le llamarán Emanuel (el nombre significa “con nosotros es Dios”). No hay otro honor mayor que puede ser recibido por los pecadores pobres y débiles que ser incluidos en el nombre de Emanuel. La inclusión de los elegidos en el nombre es una cosa, pero su ser puesto en la primera parte de este nombre es humillante. Seguramente hay alguna razón por la cual el orden del nombre es como ocurre. Los nombres de las doce tribus de Israel grabados sobre las piedras del efód y sostenidos sobre los hombros por el sumo sacerdote como un monumento nos debería decir algo acerca del amor de Dios para los Suyos (Ex. 28:9-12). El ónice era una piedra preciosa, y su significado, “brillar con el lustre de fuego,” es importante. Como Aarón presentó los nombres de su pueblo ante el Señor, nuestro Sumo Sacerdote nos presenta ante el Padre. Como Dios miró hacia abajo sobre Aarón y vio los nombres de Su pueblo grabados indeleblemente en las piedras brillantes de ónice, Él miró sobre Su Hijo unigénito y vio Su pueblo como parte del nombre, Emanuel. Como se sostuvieron los nombres del pueblo de Aarón en la frente de su vestido sacerdotal, los elegidos están en la frente del nombre de Cristo, Emanuel.

Los elegidos son las ovejas que se han descarriado (Isa. 53:6). Jesucristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc. 19:10). Los que se habían descarriado no buscaron a Cristo, pero el Salvador buscó a las ovejas (Rom. 3:11; Juan 10:1-16). La separación de Dios comenzó con el hombre, pero la reconciliación del hombre debe comenzar con Dios. Aparte del Espíritu vivificador de Dios, los elegidos no tienen más interés para la Persona significada por la señal que el Rey Acaz tenía para la señal de la Persona de Cristo (Isa. 7:10-16).

Frecuentemente oímos la pregunta, ¿qué hay en un nombre? Aunque los nombres no significan mucho a la gente en nuestra generación, los nombres propios en la Biblia tienen connotaciones espirituales importantes; pero ellos tienen un significado específico cuando se aplican a Dios. Se muestra la naturaleza sobrenatural de la Persona y la Obra de Jesucristo en algunos de los muchos nombres dados a Él en la Escritura. Hay majestad en el nombre “Dios,” ser independiente en “Jehová,” Salvador en “Jesús,” unción en “Cristo,” poder y autoridad en “Señor,” afinidad (relación) en “Emanuel,” intercessión en “Mediador,” ayuda en “Defensor,” y regalía en “Rey.”

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EL REY DE LOS JUDÍOS

Mateo presentó a Jesucristo como el Rey del judíos. Después de interrogar a Jesucristo antes de Su crucifixión, Pilato Le llamó el “Rey de los judíos” (Juan 18:39). Cuando él llevó a Jesucristo a los judíos para que decidieran crucificarle, él dijo a los judíos, “¡He aquí vuestro Rey!” (Juan 19:14). Además, él escribió el título “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” sobre la cruz (Juan 19:19). En Su respuesta a Pilato, Jesucristo le dijo que el reino que es Suyo es espiritual, y no del sistema de este mundo (Juan 18:36). Él no dijo que no estará “en” el mundo, sino no será constituido “del” sistema de este mundo. En la respuesta a la pregunta de Pilato, “¿Luego, eres tú rey?” Cristo afirmó que Él es Rey: “...Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad...” (Juan 18:37).

Se deberían observar las cosas siguientes en cuanto a la declaración de Cristo a Pilato en Juan 18:36 — (1) Él habló del reino como Suyo. “Mi reino” denota Su reino del pacto. (2) Su reino no siendo de este mundo significa que no es del orden o arreglo humanamente ideado. (3) Si Su reino fuera de este mundo, Sus siervos estarían peleando para prevenir Su crucifixión. El reino de Cristo es de origen Divino, y su establecimiento es futuro. (4) Su reino no es de este lugar, significando que no es relacionado a esta edad sino a la edad que viene. (5) Como los creyentes no son de este mundo pero quedan en el mundo, el reino de Cristo no es del sistema de este mundo pero estará en el sistema del mundo renovado. (6) Jesucristo nació Rey de los judíos, pero debemos distinguir entre el Rey de jure del Rey de facto. (7) Se debe hacer una distinción entre el reino en la tierra y el reinado soberano de Dios sobre la tierra. El reino pertenece a Cristo como el Hijo del Hombre. La soberanía se adjudica a Él como el Hijo de Dios. Conclusivamente, Jesucristo nació Rey, y Él reconoció que nació Rey. Él lo confirmó antes de Su muerte, y Pilato inscribió ese mensaje sobre la cruz.

Tan pronto que se anunció el nacimiento del Señor Jesús, los hombres sabios desde el oriente vinieron a Jerusalén preguntando, “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mat. 2:2). Esta es la primera pregunta en el Nuevo Testamento, y la primera pregunta en el Antiguo Testamento es “¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9). ¿Qué es lo que hizo a estos hombres desde el oriente sabios? En el niño, ellos reconocieron a Cristo el Rey. Ellos adoraron a Cristo, no a Su madre. Ellos vinieron para dar y no para recibir (Mat. 2:1-12). Ellos sabían algo acerca de la profecía del Antiguo Testamento y lo creyeron. Por lo tanto, su sabiduría vino de la palabra de Dios y no de algún sueño o invención de la imaginación.

Los hombres sabios habían visto “su estrella” en el oriente, y vinieron para adorarle (Mat. 2:2). El Nuevo Testamento se abre y se cierra con la estrella de Jesucristo. Jesucristo dijo de Sí Mismo que Él es “la raíz [la naturaleza Divina de Jesucristo] y el linaje [la naturaleza humana de Jesucristo] de David, la estrella resplandeciente de la mañana” (Apoc. 22:16). Así que, la estrella de Cristo es conectada con Su primera y segunda venida. Esta no es simplemente “una estrella” sino “la estrella” de profecía: “Lo veré, mas no ahora; Lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará cetro de Israel...” (Núm. 24:17).

Los hombres sabios evidenciaron su reconocimiento de la deidad de Jesucristo, el Rey de los judíos, por traer el presente de oro; Su vida impecable, por traer el presente de incienso; y Su ir a la cruz, por traer el presente de mirra. Así, su sabiduría espiritual los condujo para reconocer que Jesucristo vino la primera vez para morir, no para establecer Su reino. El sufrimiento precede la gloria. Estos hombres habían sido hechos sabios por la gracia de Dios.

El Señor Jesús es de la línea real de David. Mateo usó los títulos “Rey” y “hijo de David” para referir a Cristo. Él empleó los términos “reino” y “reino de los cielos.” Él también registró doce parábolas para retratar el reino de los cielos.

El centro y la meta de toda profecía es el Señor Jesucristo que nació Rey de los judíos. La unión de las naturaleza humana y Divina en el Rey formó el fundamento para un reino perfecto. El reinado del Hijo del Hombre, según el pacto Davídico, y la unión de Su pueblo consigo en aquel reino sólo satisfará las apetencias de un pueblo redimido. El reino barrerá todas las esperanzas falsas para una utopía hecha por hombres falibles. Como no se puede negar la perfección de la naturaleza humana de Cristo, no se puede contraprobar la perfección de Su obra, que encuentra su terminación en el reino, no puede ser contraprobada. El pasado y el presente son solamente las etapas preparatorias solamente para el reino venidero. Este reino es el tema de los pactos y de la profecía. Es el honor especial dado a Jesucristo por el Padre (Luc. 19:12-15). El reino del mundo llegará a ser el reino de Jesucristo (Apoc. 11:15).

La profecía no es solamente una luz a los Cristianos en un mundo obscuro sino también un testimonio a Dios cuando es cumplida: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar obscuro...” (II Ped. 1:19). “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (II Ped. 3:17). Habiendo sido amonestado de antemano por la profecía, los Cristianos son armados de antemano. Así que, sabiendo la verdad de antemano, somos sin excusa por fracasar en no estar viligente. Se promete una bendición a los creyentes que leen, oyen, y guardan las palabras de la profecía (Apoc. 1:3). Como no entendemos todo acerca del alimento antes de comerlo, no tenemos que entender todo acerca de la profecía antes de guardarla y proclamarla. Además, el cumplimiento de la profecía llegará a ser, como ha sido en el pasado, un testimonio a la omnisciencia de Dios.

El Rey de los judíos nació durante el reinado del Rey Herodes. Herodes se molestó porque él temió que se desafiara su propio reino. Su respuesta puede ser ilustrada por la reacción de los tesalonicenses a la predicación de Pablo. Los incrédulos causaron un tumulto en la ciudad “...diciendo que hay otro rey, Jesús” (Hech. 17:7 BLA). Según las Epístolas de Pablo a la asamblea en Tesalónica, la segunda venida de Cristo como el Rey fue prominente en Su enseñanza. Los creyentes consideran el establecimiento del reino como el derrocamiento y la destrucción de los malditos y su maldad. Los creyentes no se deleitan en su ruina sino en la exoneración del nombre de Dios y Su gloria (II Tes. 1:3-12). Los príncipes malos no quieren que su poder sea desafiado: “Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas” (Sal. 2:2, 3). Estas palabras fueron cumplidas parcialmente por Herodes cuando el Hijo eterno nació Rey. Había otro Rey, Jesucristo. Herodes no tenía problema en pedir ayuda a los sacerdotes y a los escribas para saber dónde estaba el niño. Jesucristo es odiado y despreciado por los príncipes con la espada, por los religiosos con sus tradiciones humanas, y por las multitudes con su violencia ilegal. Todos tienen una cosa en común. A ellos no les importa que estrellas ocupan los cielos religiosos del mundo, solamente que “Su Estrella” no está entre ellos. Ellos tolerarían cualquier tipo de líder religioso a excepción del Cristo santo, soberano, e impecable del Cristianismo. Todo esto tendrá su consumación final en los últimos días antes que el Príncipe de Paz establezca Su reino.

Mateo registró cuatro profecías históricas en el segundo capítulo. Cada una tenía alguna carga particular: (1) La carga de Miqueas fue la autoridad. Él denunció los príncipes falsos de su tiempo; pero por la profecía, él vio al Príncipe verdadero (Mat. 2:6). (2) La carga de Oseas fue la infidelidad de Israel (Mat. 2:15). (3) La carga de Jeremías fue el juicio de una nación pecadora (Mat. 2:18). (4) La última no refiere a ningún profeta particular, sino es un resumen de varios profetas (Mat. 2:23).

Miqueas profetizó la ira Divina y la promesa Divina. Él fue contemporáneo con Isaías y profetizó en los días de Jotam, Acaz, y en los primeros años de Ezequías, reyes de Judá. Las tres divisiones de su profecía comenzaron con el llamamiento para “oír” (Miq. 1:2; 3:1; 6:1). El nombre Miqueas significa “quien es como Dios.” Siendo como Dios, el profeta denunció los pecados de los príncipes y dio un cuadro del reino de Cristo con el reinado de Cristo de la paz universal. Él es conocido por sus transiciones rápidas de las amenazas a las promesas. Él pasó de pronunciar la destrucción de Jerusalén y el cautiverio en Babilonia a profetizar el reinado del Príncipe en Israel (Miq. 3:12; 4:7; 5:2). “Todo los principales sacerdotes, y los escribas” (Mat. 2:4) reunidos por Herodes proclamaron la profecía de Miqueas que Cristo, el Rey del judíos, debe nacer en Belén de Judá: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miq. 5:2).

Belén (el nombre significa “casa de pan”) fue el lugar del nacimiento de David, y sería el lugar del nacimiento del Señor de David. Jesucristo es hijo de David así como también su Señor: “...Yo soy la raíz y el linaje de David...” (Apoc. 22:16). Aunque el Hijo de Dios vino al mundo siglos después de la muerte de David, Él era antes de David. En los días de peligro del reino bajo el Rey Saúl, Dios dio el Rey David a Israel. Él vino de Belén. Belén ha llegado a ser un nombre familiar a todos los Cristianos. Se menciona primeramente en Génesis 35:19: “Así murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, la cual es Belén.” Se cree que la ciudad fue construida por Efrata, el padre de Belén, y llamada así por los dos “Belén Efrata” en la profecía de Miqueas. Se describe a David como “hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá” (I Sam. 17:12). También fue la escena del romance de Rut con Booz. Booz compró a Rut la moabita para ser su esposa: “Y dijeron todos los del pueblo que estaban a la puerta con los ancianos: Testigos somos. Jehová haga a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas ilustre en Efrata, y seas de renombre en Belén” (Rut 4:11).

Aquel que vendrá desde Belén es el mismo cuyas “salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miq. 5:2). Esta es una descripción de la generación eterna de Cristo. Aquí tenemos la profecía del Rey sin precedente de los judíos de Mateo 2:2. Miqueas habló de una doble salida: (1) “desde Belén” y (2) “desde los días de la eternidad.” Esta doble salida también habla de las dos naturalezas del Rey de los judíos — como Dios desde la eternidad y como el Dios-Hombre desde Belén. Así que, la Persona que vino desde Belén Efrata es más que hombre; Él es la Persona teantrópica. El Rey vino desde la pequeña Belén. Se ve Su regalía en la naturaleza Divina y no en las circunstancias terrenales.

La vida de pastor de David retrató a Jesucristo como Pastor: “Eligió [Dios] a David su siervo, Y lo tomó de las majadas de las ovejas; De tras las paridas lo trajo, Para que apacentase a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad” (Sal. 78:70, 71). La vida de pastor de David fue su preparación necesaria para su reinado sobre Israel. Él los gobernaría para su bien, los defendería de sus enemigos, y conduciría los asuntos del reino con el espíritu de un pastor. Miqueas vio el nuevo Rey saliendo de la pequeña Belén en el carácter implicado de un pastor: “Y él estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra” (Miq. 5:4). El Señor Jesús es llamado “el buen pastor,” “el gran pastor,” y “el Príncipe de los pastores” (Juan 10:11; Heb. 13:20; I Ped. 5:4). Él vino al redil de Israel como “el buen pastor.” El profeta dijo, “Él estará,” y “el buen pastor” estaba contra todos los pastores falsos que entraron en el redil de Israel. La fuerza en que estaba como el “buen pastor” fue Su propio poder intrínseco. El “apacentar” aplica a todos los deberes de un pastor, aún en dar Su vida por Sus ovejas. Esto es lo que Cristo hizo “con grandeza del nombre de Jehová su Dios.” El Señor Jesús fue grande aún en Su humillación. El profeta se regocijó en saber que Dios pasó por alto el orgullo de la ciudad y sacó al Rey desde un lugar que era “pequeña para estar entre las familias de Judá.” La venida de Cristo no sería según las expectativas humanas. Como el “Príncipe de los pastores,” Él consumirá Su obra (Miq. 5:5-15). Israel será pastoreado por su Mesías (Isa. 11; 35; Dan. 7; 9; Joel 2; 3; Zac. 9; 14; Mal. 4).

La carga de la profecía de Oseas fue la infidelidad de Israel. Oseas fue contemporáneo con Amós, Isaías, y Miqueas. Su mensaje fue principalmente a Israel (las diez tribus del reino norteño). La materia de su mensaje fue el adulterio espiritual. El profeta aprendió el significado de la infidelidad mediante una experiencia amarga. Cuando él había sufrido la peor agonía que puede venir al corazón humano — la infidelidad de la esposa de uno — Dios le dijo en efecto, “Ahora, sabes como yo siento en cuanto a Israel.”

La profecía de Oseas “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé mi hijo” (Os. 11:1) fue citada por Mateo: “De Egipto llamé a mi Hijo” (Mat. 2:15). El ángel del Señor apareció a José y le dijo que fuera al Egipto con el niño y con María. José huyó a Egipto con su familia; así, Oseas 11:1 fue cumplido.

Dios amó a Israel en Egipto y le llamó a Israel “mi hijo” (Ex. 4:22). Los israelitas eran un pueblo altamente favorecido. Dios los amó, redimió, educó, orientó, y alimentó. Faraón trató a los israelitas cruelmente, pero Dios oyó sus gemidos y vino para ayudarlos. Oseas miró hacia adelante así como también hacia atrás. Él vio que sus palabras tenían un significado más amplio que podrían ser cumplidas por los hijos de Israel. Su profecía llevó una promesa que no se había cumplir. Como Abraham, él vio el día de Cristo de lejos y fue contento. Esto puede parecer extraño a la luz del contexto de la profecía, pero el Espíritu Santo no hizo un error cuando inspiró a Mateo para citar este pasaje.

El Rey de los judíos se identificó a Sí Mismo con Israel. Ambos Israel y Cristo son amados, pero Cristo es amado por naturaleza e Israel por gracia. Ambos fueron llamados “mi hijo,” y ambos fueron llamados fuera de Egipto. Sin embargo, Israel estaba en Egipto a causa del pecado; pero Jesucristo, que no conoció pecado y en quien no hay pecado, estaba allí para ser identificado con los pecadores que iba a liberar. Él es el Rey de los judíos. Antes de Su muerte, a Cristo se le preguntó, “¿Luego, eres tú rey?” Él respondió, “...Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo...” (Juan 18:37). La posición de Cristo como Rey es de tal carácter que no puede ser invalidado por Su arresto ni destruido por Su muerte. El Rey era intocable por los diseños malos de los hombres hasta el tiempo en el que Él voluntariamente puso Su vida por las ovejas (Juan 10:11, 15, 17, 18).

Dios eligió a Jeremías, un hombre de corazón tierno, para dar un mensaje duro de juicio. Él era contemporáneo de Ezequiel y ministró a los judíos en Jerusalén mientras que Ezequiel ministró entre los cautivos en Babilonia. Mateo citó a Jeremías 31:15 en conclusión de la sección que describe la matanza de los niños en Belén: “Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron” (Mat. 2:18). El contexto de Jeremías 31:15 da una profecía de los israelitas siendo conducidos desde su tierra, pero había esperanza en su restauración futura (Jer. 31:15-17). La profecía de Jeremías describe la matanza de la tribulación por la cual Israel pasará antes de su liberación final. El asesinato de Herodes de todos los niños varones de dos años y abajo es solamente una anticipo de esa tribulación futura. El fundamento de la esperanza de Israel del futuro es el pacto incondicional de Dios.

La doble aplicación de la profecía es común en la Escritura. El bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés fue el anticipo del cumplimiento futuro en el reino (Joel 2; Hech. 2). Por lo tanto, la lamentación de Belén sobre los niños muertos fue como si Raquel repitiera su lamentación. Raquel, sin embargo, representa el remanente que será salvo por el Mesías venidero.

Pocos intentos se han hechos para explicar y poco se ha dicho acerca de la matanza de los niños. Algunos han dicho que parece extraño que, solamente unos pocos días antes, hombres se habían reunido alrededor del Rey recién nacido, y ahora la provincia entera de Herodes estuvo esparcida con los cuerpos de los niños varones masacrados de dos años y abajo. La pregunta se ha hecho, ¿por qué fueron los niños inocentes masacrados? Las respuestas siguientes se han sugerido: La suerte de los niños fue una bendición porque estuvieron “seguros” — no salvos. El Padre estaba arrancando Sus flores inocentes. Ellos murieron por Cristo para que Él pudiera morir por ellos. Si no hubieran muerto por Él, Cristo hubiera sido muerto por Herodes; y todos los descendientes de Adán hubieran pasado la eternidad en el infierno.

No hay Escritura para justificar la idea que los niños son “inocentes” o “seguros.” Se puede usar la palabra “inocente” relativamente para hablar de alguien liberado de un agravio o crimen específico, pero no se puede usar en el sentido de ser sin pecado. La muerte universal indistinta de personas de cualquier edad prueba que todas las personas vienen al mundo pecadoras — en un estado de depravación (Sal. 51:5; Rom. 5:12). ¿Qué de los niños destruidos en la inundación, Sodoma y Gomorra, la noche de la pascua, etcétera? Además, la idea de los niños están “seguros” hasta que alcancen la edad de la responsabilidad es ridícula. ¿Cuál es la diferencia entre “seguro” y “salvo” si todos los que mueren en la infancia van al cielo? No hay Escritura que diga que van al cielo, ni siquiera la Escritura que registra la muerte del hijo de David por Betsabé: “...Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (II Sam. 12:23). “Yo voy a él” significa que David irá a la “casa determinada a todo viviente” (Job 30:23), y “él no volverá a mí” significa que él no volverá a mí en el presente estado mortal.

Si los niños están “seguros” — salvos — hasta que alcancen la edad de la responsabilidad, ellos pierden su seguridad y deben ser regenerados. ¿Cuál es la diferencia entre estar seguro y ser regenerado? ¿Dio Dios a los niños “seguros” gracia en Cristo antes del comienzo del mundo? Si es así, ¿la perdieron a la edad de la responsabilidad? (Véase II Tim. 1:9.) La declaración hipotética, “Si los niños no hubieron muerto, Cristo hubiera muerto en las manos de Herodes y toda la raza de Adán hubiera pasado la eternidad en el infierno,” contradice el propósito eterno de Dios. Este no es el primer ejemplo registrado en la Escritura donde niños fueron masacrados. (Véase Ezeq. 9.)

En la última división de Mateo 2, a José le fue dicho tomar al Niño y a Su madre a la tierra de Israel porque los que procuraban Su muerte habían muerto. La declaración Él “habría de ser llamado nazareno” (Mat. 2:23) no refiere a ningún profeta particular; sino fue el mensaje de los profetas en general. “Nazareno” fue un término de desacato: “...¿De Nazaret puede salir algo de bueno...?” (Juan 1:46; 7:52). Una persona no es ser juzgada por el lugar de donde viene o por el trabajo que él hacía. Jesucristo vino de Nazaret, y Él era el hijo de un carpintero. La totalidad de Galilea fue una región despreciada. Los de Galilea fueron acusados de ser rudos, analfabetos, y desprovistos de cultura. Así que, el apellido “nazareno” describe la humildad de la Persona grande de Jesucristo que nació Rey de los judíos. No solamente es Jesucristo el Cordero que fue muerto pero Él también será el Rey, el León de la tribu de Judá, sobre el trono de David.

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LOS PRECURSORES DEL REY

Los dos precursores del Rey son Juan el Bautista y Elías. Juan el Bautista ya ha venido y preparado el camino para la primesa venida del Rey. Elías vendrá y preparará el camino para Su segunda venida. La Escritura claramente indica que Juan el Bautista no era Elías, aunque él entró en el espíritu y el poder de Elías. Hay similitudes entre Elías y Juan, especialmente el encuentro de Elías con Acab y Jezabel y la confrontación de Juan con Herodes y Herodías.

La necesidad de entender la información transmitida en la profecía es enfatizada por la profecía que distingue entre el primer precursor y el segundo. Isaías predijo la venida del primer precursor: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isa. 40:3). Malaquías pronosticó el segundo precursor: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4:5, 6). El ministerio de ambos Elías y Juan es confinado a Israel. La venida de Juan estaba durante la condición de desierto de Israel, y la venida de Elías precederá la venida del día de Jehová, grande y terrible." Puesto que Juan no restauró todas las cosas, uno debe venir que lo hará.

La idea de un reino pospuesto es contraprobada por la predicción de dos precursores. ¿Puede un reino pospuesto significar que si los judíos hubieran recibido este reino ofrecido en la primera venida de Cristo, Juan hubiera cumplido la profecía de Malaquías 4:5-6? Dios hubiera enviado a Elías en vez de Juan si Él hubiera propuesto establecer el reino en Su primera venida. Ambos precursores estaban en el propósito de Dios. Además, el omnisciente y omnipotente Dios no está tan inseguro del resultado de Su propósito que dio una contingencia. Juan fue escogido por Dios para ser una voz que clama en el desierto “Y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). El arrepentimiento es un requisito previo para entrar en o ver el reino (Juan 3:3-7). Previo al día terrible del Jehová, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento para capacitar a los elegidos para el reino que se establecerá. Juan y Cristo se murieron en la primera venida de Cristo. Un precursor martirizado era una delantera apropiada para el Rey que sería crucificado. Por otra parte, la misión de Elías para restaurar todas las cosas precederá al día terrible de Jehová (Mat. 17:11). Esta es la razón por la cual su nombre es asociado con la escena del monte de la transfiguración que es un anticipo del reino venidero (Mat. 17:1-13).

La sugerencia de un reino pospuesto arroja reflexión sobre el soberano Dios que tiene conocimiento infinito. Las personas que piensan que los destinos de los hombres descansan dentro de sí mismos deben someterse al Dios predominante que es más alto que el altísimo. El soberano Dios inclina el corazón del hombre adondequiera que Él lo desea (Prov. 21:1). ¿Piensan los hombres que el corazón de Dios está en sus manos para hacer lo que ellos desean? Alzarse por encima de la razón humana es una necesidad para el hombre, pero es imposible aparte de la gracia que solamente Dios puede dar. Dios que tiene el conocimiento infinito no necesita ningún plan contingente. Su entendimiento es infinito (Sal. 147:5). Dios ve el futuro, el presente, y el pasado a la vez porque Él “determina una cosa” (Job 23:13). Por lo tanto, el propósito de Dios es fijado y establecido. Dios no previó ninguna oportunidad de fracaso en la primera venida en la segunda venida de Cristo. Los eventos en la segunda venida de Cristo son tan ciertos como los de Su primera venida. Nada en la providencia de Dios es por accidente. Solo el hombre necesita un plan contingente, pero no puede estar seguro que el plan contingente tendrá éxito.

Una vista Bíblica del reino es imposible sin un concepto Bíblico de la profecía. La importancia de estudiar la profecía relacionada con la primera venida de Cristo revela la necesidad de adquirir conocimiento de las profecías asociadas con Su segunda venida. Las Escrituras proféticas son parte de la palabra de Dios encomendada a nosotros. El libro de Apocalipsis es básicamente profético. Pronuncia bendiciones sobre aquellos que leen, oyen, y guardan las palabras de su profecía (Apoc. 1:3).

La profecía de Isaías tiene dos divisiones importantes que corresponden con el Antiguo y Nuevo Testamento. Los primeros treinta-nueve de los sesenta-seis capítulos concuerdan con los treinta-nueve libros del Antiguo Testamento; así que, los últimos veintisiete son analógicos a los veintisiete libros del Nuevo Testamento. La totalidad de la sección profética es un registro del desarrollo de la maldad y el derrocamiento final de los malos, que serán excluidos del reino mesiánico.

Ambos la última mayor división de Isaías y el Evangelio según Mateo comienzan con la introducción de Juan el Bautista, el primer precursor del Rey (Isa. 40:3; Mat. 3:1-3). Todos los cuatro escritores del Evangelio — Mateo, Marcos, Lucas, y Juan — citan a Isaías 40:3. Ambos Isaías y Apocalipsis concluyen con el establecimiento del reino y el reinado de Jesucristo.

Al fin de las profecías de Malaquías, hubo un silencio por 400 años. No se oyó ninguna voz de profeta hasta que vino Juan el Bautista que clamó en el desierto. Él se encontró en un lugar único en la historia humana. Como el broche ordenado por Dios de los dos Testamentos, Juan fue contento en ser una “voz” que declaró el objeto de toda profecía, el fin de todos los sacrificios, y la esperanza de todos los elegidos. Así, el Pastor verdadero que estaba en la puerta y esperaba ser admitido fue introducido por Juan. Él se inclinó cuando Jesús de Nazaret pasó por la puerta; y él clamó, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

Juan era la antorcha que ardía y alumbraba que debe desaparecer a la insignificancia a la luz de Aquel que es la Luz del mundo (Juan 5:35; 8:12). Él que pasó treinta años preparándose para un año de servicio llegó a ser un mártir pronto después que introdujo a Jesucristo. Algunos piensan que pueden prepararse en un año para treinta años de servicio. Ellos pueden, si son nada más que los siervos de los hombres. Sin embargo, los siervos de Dios no pueden estar demasiado cuidadosos acerca de la manera que manejan las Santas Escrituras. Ellos no son como el maestro que aplicó para una posición y dijo en su entrevista que tenía veinte años de experiencia. El director le preguntó si tenía veinte años de experiencia o un año de experiencia que había repetido veinte veces. El estudio continuo es necesario para el crecimiento.

Juan el Bautista llegó a ser un terror a Israel. Su predicación era como una sucesión de destellos de relámpago. Su anuncio del reino pasó a una denunciación de sus oidores, advirtiéndoles de la ira que había de venir (Mat. 3:3, 7). Él llamó a la congregación de fariseos y saduceos una generación de víboras y demandó fruto de ellos para probar su arrepentimiento (Mat. 3:8).

Esa congregación de hipócritas a quien Juan predicó se jactaba de su heredad religiosa como descendencia de Abraham. Por lo tanto, Juan demandó que probaran su descendencia espiritual de Abraham. Similarmente, la gente de hoy se jacta de ciertas asociaciones religiosas. Puesto que Juan fue independiente de la generación de víboras, él valientemente los renunció. Cada hombre de Dios debe ser independiente de conexiones religiosas para que hable la palabra de Dios sin dar concesiones. A la vez, él debe ser conocedor de que va a dar cuenta ante Dios. Las jerarquías de las denominaciones religiosas frecuentemente apoyan a los religiosos mientras buscan impedir a los hombres de Dios de proclamar valientemente la palabra de Dios. Juan el Bautista declaró su creencia en la soberanía absoluta de Dios: “...Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (Mat. 3:9). El mensaje de Juan fue declarado para que esas personas a quienes Dios dio arrepentimiento pudieran ser calificadas para entrar al reino de los cielos. Él advirtió a sus oidores que “ya también el hacha está siendo puesta en la raíz de los árboles” (Mat. 3:10 — traducción). Cada persona que no trae fruto como prueba de su arrepentimiento será juzgada y lanzada en el fuego, sin considerar su ascendencia.

La encarcelación y muerte de Juan prueban que en vez de un reino presente, el sufrimiento es la porción de la providencia que Dios ha asignado a cada Cristiano. El precursor fue rechazado y matado (Mat. 14:1-12). Asimismo, el apóstol Pablo fue apedreado, y los hombres pensando que estaba muerto le arrastraron fuera de la ciudad. Sin embargo, él no estaba muerto. Él continuó proclamando el evangelio, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y recordándoles que deben pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Hech. 14:19-22). Su entrada al reino era futura. Si la asamblea de Cristo y el reino fueran sinónimos, los Cristianos estarían entrando en lo que han entrado ya. Los Cristianos son súbditos de la asamblea que Cristo está edificando y los herederos del reino.

La confrontación de Juan con Herodes resultó en su martirio. Un precursor mártir fue una delantera apropiada para el Rey crucificado, no el Rey que reina. El estado envió a Juan a la muerte, y los líderes religiosos por sus tradiciones pervirtieron la palabra de Dios predicada por Juan. La brevedad del ministerio de Juan probó la ineptitud de Israel para el reino.

Juan el Bautista fue nombrado por Dios para predicar en el desierto de Judea para preparar para el principio del ministerio público de Cristo. Él preparó al pueblo para el Mesías y Le introdujo a Israel. La comisión de Juan fue declarada en las palabras del ángel a Zacarías antes de la concepción de Juan: “E irá delante de él [Jesucristo] con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver [epistrephai, aoristo activo infinitivo de epistrepho, que significa volver atrás, causar a regresar, o devolver] los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar [hetoimasai, aoristo activo infinitivo de hetoimadzo, que significa preparar o hacer listo] al Señor un pueblo bien dispuesto [kateskeuasmenon, el perfecto pasivo participio de kataskeuadzo, que significa habiendo sido preparado]” (Luc. 1:17). Juan el Bautista fue comisionado para preparar aquellos ya preparados por el Señor. Él no podía preparar a nadie que no hubiera sido anteriormente preparado por Dios. La preparación del corazón de uno por Dios antes de su preparación por el evangelio enfatiza la distinción entre la regeneración y la conversión.

El registro de Pablo de su regeneración y su testimonio de su experiencia de conversión (Hech. 9:3-6; 22:6-10; 26:12-18) ilustra que la predicación de Juan el Bautista no era para regenerar a nadie, y su bautismo de aquellos que se arrepintieron y trajeron frutos de su arrepentimiento no fue con el propósito de regenerar a nadie. En la tercera cuenta de Pablo de su haber sido vivificado por Dios y su experiencia de conversión, él dijo que Dios le había enviado a los gentiles: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan [epistrephai, aoristo activo infinitivo de epistrepho, que significa volver atrás, causar regresar, o devolver] de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hech. 26:18). Pablo, como Juan el Bautista, fue enviado para preparar un pueblo que Dios había preparado ya para Sí Mismo. El hombre de Dios no puede ayudar a la gente a estar lista que no ha sido preparada primero por Dios. Este es el mismo principio puesto en Jeremías 31:18-19 en cuanto a Efraín: “...conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios. Porque después que me aparté tuve arrepentimiento....”

Isaías profetizó, “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isa. 40:3). Mateo refirió al primer precursor de Jesucristo como una “voz” sin decir cualquier cosa acerca del anuncio de su nacimiento por un ángel, su descendencia sacerdotal, o los treinta años de preparación para tal ministerio breve (Mat. 3:3). Cuando a Juan el Bautista se le preguntó, ¿quién era?, “Dijo; Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías” (Juan 1:23).

El profeta del Altísimo afirmó que era solamente una voz. La voz del mensajero fue para un segundo transitorio, pero el contenido de su mensaje fue eterno. Se debe recordar la verdad que se ha expresado y no la voz de un orador altamente entrenado. La “voz” para Dios es un testigo de Cristo, no un testigo de naturaleza, razón, filosofía, ciencia, política, o religión. Una simple voz es insuficiente para los religiosos, pero es suficiente para los elegidos de Dios. La “voz” declaró, “...He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). La humildad verdadera es manifestada en la declaración de Juan, “Yo soy la voz que clama en el desierto.”

Juan el Bautista no tenía nada acerca de su persona para atraer a alguien. Su vestidos de pelo de camello, un cinto de cuero, y una dieta de langostas y miel silvestre manifestaron la austeridad de su vida. Él fue un hombre auto-disciplinado que vivió en la soledad. Él recibió en la soledad la fortaleza espiritual que permitiría su vela brillar más brillantemente cuando vino para predicar. La soledad tiene su lugar en la vida Cristiana, pero no hay que permanecer en el retraimiento. Es una buena escuela, pero el mundo es el redondel en que se debe pelear la buena pelea de fe. La privacidad es mejor para comunión con Dios, pero la sociedad es donde el mensaje aprendido en el retraimiento con Dios ha de ser proclamado.

Juan el Bautista, como Elías, fue preparado para su ministerio mientras que estaba solo con Dios. Elías tenía una grandeza solitaria que fue exclusivamente para él. Él fue llamado un tisbita, pero nadie sabe la locación de Tisba. La seriedad de la predicación del profeta fue demostrada en su mensaje sobre el monte Carmelo (I Rey. 18). No se debe descuidar la preparación para esta predicación. El Señor dijo a Elías que se escondiera en el arroyo de Querit que está frente al Jordán (I Rey. 17:3). La persona que toma un lugar alto ante los hombres debe tomar un lugar bajo ante Dios. El tiempo en secreto debe excederse al tiempo en público. Después de la preparación en la soledad con Dios, el Señor dijo al profeta, “Vé, muéstrate a Acab...” (I Rey. 18:1). Se habla de Juan el Bautista como el que va antes de Jesucristo “con el espíritu y el poder de Elías” (Luc. 1:17). Mateo no dio información acerca de la historia previa de Juan el Bautista. Él presumió que los judíos a quienes él escribió entendieron de las profecías de Isaías 40:3 y Malaquías 3:1 de quien era. La vida temprana de Juan fue tan obscura como el Cristo de quien fue un precursor.

Elías salió para encontrar al Rey Acab. En su camino, él se encontró con Obadías, el gobernador de Acab, que era un buen hombre empleado por el rey malo. Obadías no extendió la cordialidad Cristiana que se puede esperar. El saludo del gobernador era una de ceremonia fría. Esto no debería ser sorprendente porque la misión de Obadías estaba según el lugar de que él había venido. Sirviendo a Acab indudablemente no fue su ministerio correcto. Algunos de hoy lo considerarían otra forma de ministerio. Su servicio a Acab no fue el resultado de soledad con Dios. Aunque Elías fue providencialmente forzado para recibir a Acab como su rey, él no le recibiría como su maestro. La sumisión a las “autoridades...que hay” y cooperar con ellas son diferentes (Rom. 13:1-7). Las misiones de Elías y Obadías fueron diferentes. Obadías fue enviado por Acab para encontrar pasto para el ganado, pero Elías fue enviado por Dios para llamar a la nación Israel otra vez a Dios.

La nación de Israel había estado sin una voz de Dios por cuatrocientos años cuando vino Juan el Bautista. Así que, la condición espiritual de Israel fue tan degenerada que el profeta del Altísimo predicó en el desierto de Judea. Los fariseos y los saduceos continuaron con las formas antiguas del judaísmo, pero no había poder espiritual en sus formas. Juan el Bautista, como del Aquel en cuyo espíritu y poder él había venido, fue enviado a llamar algunos de Israel a Dios “diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2).

Elías desafió a los profetas de Baal y a los de los árboles que comieron a la mesa de Jezabel. Los altares de Baal y Jehová no pueden estar lado a lado. La religión falsa siempre es atractiva al hombre natural, ya sea la religión falsa del día de Elías o del siglo viente. Muchos quieren adorar a Dios y a Baal simultáneamente. Sin embargo, no se puede reconciliar las cosas que son contradictorias. Nunca se puede reconciliar la libra gracia con el libre albedrío. Si la voluntad del hombre es soberana, Dios no es soberano. Puesto que sólo Dios es soberano, el libre albedrío libre es herético. Cuando los fariseos y los saduceos, los más grandes enemigos del Mesías, vinieron al bautismo de Juan, él los identificó con víboras, los más peligrosas de las serpientes: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” (Mat. 3:7). Ambos el mensaje de Juan el Bautista durante el período de transición y el mensaje de los apóstoles después del período de transición contraprueban la creencia por los liberales religiosos que el espíritu del Nuevo Testamento difiere del espíritu del Antiguo Testamento. Las declaraciones por el Salmista son tan ciertas en el día de hoy como en aquel día en que fueron escritas: “...Aborreces a todos los que hacen iniquidad” (Sal. 5:5). “Fenezca ahora la maldad de los inicuos.... Dios está airado contra el impío todos los días” (Sal. 7:9, 11).

La aparición de Elías en la escena de la transfiguración no invalida su venida futura como el precursor de Cristo (Mat. 17:1-13). Cristo tenía razón en comparar a Juan el Bautista con Elías. Él llamó a Juan “Elías” porque él había venido “con el espíritu y el poder de Elías.” Se deben considerar tres pasajes de la Escritura que mencionan a Juan el Bautista conectado con Elías en su orden cronológico: (1) Gabriel no dijo que Juan el Bautista será Elías mismo sino él “...irá delante de él [el Señor] con el espíritu y el poder de Elías...” (Luc. 1:17). (2) Durante el tiempo del ministerio de Juan, los judíos enviaron los levitas y sacerdotes desde Jerusalén para preguntar de Juan quién era. Cuando preguntaron si él era Elías, Juan respondió, “No soy” (Juan 1:21). (3) Después de la muerte de Juan el Bautista, Jesucristo dio a los discípulos sobre el monte de la transfiguración una vista del reino venidero. La escena de la transfiguración fue ambos una realidad y una figura de la venida futura de Cristo. Elías, que se había visto, desapareció. Esto trajo la pregunta, “...¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?” (Mat. 17:10). Los escribas creyeron que Elías sería un precursor del Mesías antes que “...venga el día de Jehová, grande y terrible” (Mal. 4:5). Los discípulos, por otra parte, vieron a Elías viniendo subsiguiente a Jesucristo. La salida de Elías de ellos causó que los discípulos preguntaran a los escribas. La respuesta a su pregunta se encuentra en el hecho de que los escribas enseñaron correctamente. Cristo respondió a los discípulos, “...Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista” (Mat. 17:11-13).

Juan el Bautista fue llamado Elías por Jesucristo porque él tenía cualidades como las de Elías. El Señor había enviado a Gabriel para anunciar que él vendría “...con el espíritu y el poder de Elías.” Elías había vuelto los corazones de algunos al Señor y había predicado el arrepentimiento y el juicio en los días obscuros y difíciles. Las condiciones fueron las mismas cuando Juan predicó el arrepentimiento y señaló el Cordero de Dios, que fue rechazado por la nación de Israel. El mensaje de Juan no fue destinado a “restaurar todas las cosas,” sino Elías fue destinado a tener éxito: “...A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas” (Mat. 17:11). La nación de Israel no recibirá el mensaje del arrepentimiento, que es el requisito previo al reino, hasta que sea hecho dispuesto en el día del poder de Dios (Sal. 110:3). Ese día no vendrá hasta la venida de Elías, el precursor de la segunda venida de Cristo. Juan entró con el espíritu y el poder de Elías pero fue rechazado y matado. Cristo también fue rechazado y matado. Elías también será matado (Apoc. 11). Sin embargo, Cristo no será rechazado por Israel cuando Él venga por segunda vez. La nación se arrepentirá y recibirá al Señor Jesús como su Mesías: “Toda la tierra se volverá como llanura desde Geba hasta Rimón al sur de Jerusalén; y ésta será enaltecida, y habitada en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera, hasta la puerta del Angulo, y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey. Y morarán en ella, y no habrá nunca más maldición, sino que Jerusalén será habitada confiadamente” (Zac. 14:10, 11).

Juan el Bautista no era Elías. Cuando se le preguntó si él era Elías, Juan dijo, “No soy” (Juan 1:21). Su respuesta no contradice Mateo 11:11-14 o Mateo 17:1-13. La palabra “viene” en Mateo 17:11 — “...Elías viene primero...” — es erchetai, un futurístico presente medio indicativo del verbo griego erchomai, que significa venir. El verbo es conectado con las palabras “y restaurará todas las cosas [kai apokatastesei panta]”. El verbo apokatastesei es un futuro activo indicativo de apokathistemi, que significa restaurar una cosa a su estado o lugar anterior. Así que, el verbo futurístico presente indica un ministerio futuro de Elías. Siguiendo el verbo futurístico presente para “venir,” Cristo usó un verbo profético futuro para “restaurará.”

La declaración de Cristo — “Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos” (Mat. 17:12) — no contradice lo que se había dicho. ¿Qué de Elías habiendo ya venido? El verbo “vino” (elthen) es el aoristo activo indicativo de erchomai, que es usado culminativamente. El uso culminativo del aoristo enfatiza el fin de la acción. Los otros verbos aoristos “no le conocieron,” “hicieron con él,” y “todo lo que quisieron” son usados constativamente. Se ve la acción constativa en su totalidad. Todos los verbos indican el pasado cuando Cristo habló a los discípulos quienes no fueron familiarizados con el cumplimiento doble de la profecía. En el versículo 13, ellos entendieron que Cristo habló acerca de Juan el Bautista que había cumplido su parte en la profecía.

Todas las cosas no fueron restauradas por Juan el Bautista, pero ellas serán restauradas por aquel que vendrá. Por lo tanto, la profecía de Malaquías 4:5-6 no ha sido cumplida, y esto prueba que Juan el Bautista no era Elías. En el tiempo que Cristo habló estas palabras a Sus discípulos, Juan el Bautista había venido ya y murió como un mártir. Elías es llamado “el profeta” (I Rey. 18:36), pero Juan es designado “más que profeta” (Mat. 11:9). Por lo tanto, Juan no es Elías. Cristo habló de Juan el Bautista y Elías en Mateo 17:11-13 cuando Él se refirió a Elías. Uno había venido ya, pero el otro está aún para venir. Si Juan el Bautista hubiera sido Elías, uno estaría forzado a creer en la reencarnación (el alma regresando en otro cuerpo).

(Contenido)


7

EL BAUTISMO DEL REY

Jesucristo vino desde Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista. Pero cuando llegó, Juan trató de oponérsele, porque él no vio nada en Jesucristo que necesitara Su recibir el bautismo de arrepentimiento: “Entonces Jesús llega desde Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por [hupo, ablativo de agencia] él. Mas se Le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mat. 3:13, 14 — traducción). Juan administraba el bautismo de arrepentimiento, demandando que los recipientes primeramente probaron por sus vidas que se habían arrepentido de sus pecados. Él se dio cuenta que Jesucristo, el Hijo de Dios, no era de esta clase. Él no tenía pecado de que arrepentirse. Por lo tanto, Juan trató de prevenir el bautismo de Cristo con su propio bautismo.

No hay justificación Bíblica para la opinión de que Cristo confesó los pecados de Israel en el mismo sentido que Moisés y Daniel lo hicieron (Ex. 32; Dan. 9). Otros dicen que Él nos dio un ejemplo. Los que creen que Cristo se bautizó para darnos un ejemplo realmente conecta a Jesucristo con el bautismo del arrepentimiento. Ese concepto seguramente no aguantará la prueba de la Escritura.

Se puede decir que Jesucristo fue bautizado para las razones siguientes:

1. Él fue bautizado para manifestar Su muerte a las relaciones naturales, tales como a los padres y a la vocación. Jesucristo era más que el Hijo de María. Él es el Hijo eterno de Dios; por lo tanto, Él murió a Su relación con María. Él había sido un carpintero, pero Él también murió a esa relación.

2. El bautismo, el primer acto público de Cristo en la carne en el principio de Su ministerio público, anunció Su último acto en Su carne y sangre.

3. El bautismo de Cristo le probó a Juan que Cristo era el Hijo de Dios (Juan 1:32-34). Juan progresivamente aprendía acerca de Jesucristo.

4. El bautismo de Cristo autenticó el mensaje de Juan en cuanto a Aquel que vendría.

5. Su bautismo distinguió la relación de Juan y la relación de Jesucristo a pecadores. Juan había sido enviado por Dios con el mensaje del arrepentimiento, pero Jesucristo había sido enviado por Dios el Padre para traer la salvación (Luc. 19:10).

Juan y Jesucristo son distinguidos como testigos. Juan era una antorcha enviada de Dios para dar testimonio en cuanto a la Luz a fin de que todos creyesen por medio de Jesucristo. Juan no era la Luz (Juan 1:6-9). El Señor Jesús incluyó el nombre de Juan como un testigo en Juan 5:32-37 cuando Él dijo que Sus propias obras y el Padre dan testimonio de Él. Juan era una antorcha que ardía y alumbraba. Él era una antorcha temporal en el que los fariseos estuvieron dispuestos en regocijarse por un tiempo (Juan 5:35). Puesto que Juan era una antorcha temporal, estaba dispuesto a menguar para que Cristo pudiera crecer (Juan 3:30). Como una estrella pierde su resplandor en la luz del sol ascendente, la luz que Juan daba menguaba en la ascendente luz de Jesucristo quien es la Luz del mundo. La declaración de Cristo que los fariseos estuvieron dispuestos a regocijarse en la luz de Juan por un tiempo explica que la luz resplandece en las tinieblas y los hombres son incapaces de comprender la Luz. Nadie puede suprimir la Luz enviada de Dios. La luz de Dios realizará el propósito para que Él la ha enviado. En contraste con Juan, la luz temporal, Jesucristo, la Luz del mundo, “fue hecho carne, y habitó entre nosotros, y observamos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad” (Juan 1:14 — traducción).

Las misiones de Juan y Cristo son distintas. En la respuesta de Juan tratando de prevenir Su bautismo, Jesucristo le respondió, “permítelo al tiempo presente: así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces lo permitió. Y habiendo sido inmergido, Jesús subió inmediatamente del agua; y he aquí los cielos fueron abiertos, y vio el Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él. Y he aquí una voz de los cielos, que decía, Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mat. 3:15-17 — traducción). Juan no podía asistir a Jesucristo en cumplir toda justicia. Además, Juan esperó hasta que los pecadores vinieran a él y probaron por su estilo de vida que ellos se habían arrepentido antes que los bautizara. Pero Jesucristo en Su encarnación vino a donde están los pecadores.

El adverbio “así” (houtos) puede referir a lo que le precede, como en Mateo 5:19 y 6:30, o a lo que le sigue, como en Mateo 3:15, Mateo 6:9, y Hechos 7:6. Se usa este adverbio en las maneras siguientes en la Escritura: como, de esta manera, así, tanto, como esto, o en la misma manera. Por lo tanto, se debe considerar su significado a la luz de su contexto. En Mateo 3:15, indica a algo que seguiría el bautismo de Cristo.

El pronombre griego hemin en la palabra “cumplamos” en Mateo 3:15 es plural. ¿Aplica a Juan, a los pecadores futuros — como es enseñado por los que creen en la regeneración bautismal, o a la Trinidad — Padre, Hijo, y Espíritu Santo? Gramaticalmente, podría referirse a Jesucristo y a Juan, llamado el Bautizador. Pero teológicamente, no puede referirse a Juan. El hombre no puede ayudar a Dios en el cumplimiento de la justicia. La justicia fue cumplida por Uno — Jesucristo — no dos — Juan y Cristo. Por la obediencia de Jesucristo, no por la obediencia de Cristo y otros, son hechos justos los hombres (Rom. 5:16-21). La justicia que Cristo cumplió fue realizada no en Su bautismo sino en el Calvario. Su bautismo fue solamente un cuadro de lo que Él realizaría al final de Su ministerio público. Por lo tanto, fue la justicia que no pudo ser realizada por Cristo y Juan o por Cristo y los pecadores en su acto de obediencia en el bautismo. Pero fue realizado por las Personas en la Trinidad — Padre, Hijo, y Espíritu Santo.

Jesucristo, en quien habitó la plenitud de la Deidad corporalmente (Col. 2:9), se dio a Sí Mismo por nosotros (Gál. 1:4). Él fue crucificado por nosotros (Gál. 2:20). Él ofreció un sacrificio para siempre (Heb. 10:10-14). Jesucristo se ofreció a Sí Mismo mediante el Espíritu Santo (Heb. 9:14). El Padre cargó en Jesucristo todos los pecados de los elegidos (Isa. 53:6).

¿Cómo podía el Señor Jesucristo, el Salvador impecable, someterse al bautismo de Juan? Se ha dicho que Cristo vio a Sus ovejas luchando bajo el juicio. Cristo vio los que el Padre Le había dado a Él en el pacto de la redención que luchaban en su depravación, y Él debe ir para rescatarlos. Él debe llegar a ser identificado con ellos, tomando su lugar en el juicio para que pudiera hacerse la justicia de Dios en Él. Así que, el bautismo de Cristo fue una representación de lo que se llevaría a cabo en el Calvario. El que no conoció pecado fue hecho una ofrenda por el pecado de los elegidos, y esto fue simbolizado en Su bautismo.

Jesucristo nació bajo la ley que Él Mismo dio (Gál. 4:4). Él se había sometido ya a la circuncisión (Luc. 2:21) y había ido al templo a la edad de doce años (Luc. 2:46). Así que, en nada fue diferente de los otros niños de Su pueblo hasta que Él fue identificado públicamente en Su bautismo. Su relación con los otros niños de Su pueblo no era una de la pecaminosidad personal, sino involucró la humillación bajo la ley. El bautismo de Cristo en el Jordán es una representación de ser liberado del juicio que Él sostendría en el Calvario por todos los elegidos. Dios cargó en Él las iniquidades de todos aquellos que el Padre dio al Hijo.

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (II Cor. 5:21). ¿Cuál es el significado de este versículo? (1) No puede ser pecado en el abstracto, o el pecado como tal. Puesto que Él no tenía ningunos pecados propios, Su hacerse pecado debe ser en algún sentido figurativo. (2) No puede ser que Él era un pecador, porque Él no conoció pecado. (3) No puede ser que Él tenía la culpa, porque esto Le hubiera descalificado como el Salvador. (4) Significa que Él era una ofrenda por el pecado, o Dios Le trató como si fuera un pecador, porque nuestros pecados fueron judicialmente imputados a Él. Por lo tanto, Él en realidad llevó estos pecados en Su propio cuerpo sobre el madero (I Ped. 2:24). La palabra pecado, aun en hebreo, puede significar pecado u ofrenda por el pecado. Jesucristo era una ofrenda por el pecado. Él no llegó a ser un pecador, pero Él fue judicialmente tratado como un pecador. Los pecados no fueron Suyos. Estos fueron legalmente los nuestros, y Él pagó por ellos en el Calvario.

¿Dónde fue el lugar en el que Cristo se identificó con el pecado? Ocurrió en el mismo lugar donde Él cumplió toda justicia. No se llevó a cabo en Su bautismo sino en el Calvario cuando Él sufrió por aquellos que el Padre Le dio. Pedro confirmó que Jesucristo cumplió toda justicia en el Calvario cuando habló a los judíos acerca de su haber matado al Autor de la vida. Pedro les llamó la atención al hombre cojo que había sido sanado (Hech. 3:12). Él les dijo que el poder con que él había sido sanado fue el poder del Santo y Justo que habían negado y matado (Hech. 3:13-16). Él añadió, “Mas ahora, hermanos, he sabido que actuasteis sobre la base de la ignorancia, como también vuestros gobernantes. Pero las cosas, que Dios anunció de antemano por boca de todos los profetas, que Cristo había de padecer, Él así cumplió” (Hech. 3:17, 18 — traducción). Así, Pedro probó que la justicia fue cumplida solamente figurativamente en el bautismo de Cristo. Fue cumplida actualmente en el Calvario. En Su bautismo, Jesucristo se identificó a Sí Mismo con la obra que vino para realizar en Su primera venida. Su primer acto en Su ministerio público pronosticó Su último a causa de Sus elegidos.

Inmediatamente después de Su bautismo, el Espíritu impulsó a Cristo al desierto para ser probado por el Diablo (Mar. 1:12). Se registra la prueba de Cristo en el desierto en Mateo 4:1-11, Marcos 1:12-13, y Lucas 4:1-13. La narración de Marcos es muy concisa, y la narración de Lucas es muy parecida a la narración de Mateo.

Se deben entender tres preposiciones en Mateo 4:1 a fin de adecuadamente traducir e interpretar esta porción de la Escritura. “Entonces Jesús fue llevado [anechthe, aoristo pasivo indicativo de anago, una palabra compuesta constituida de la preposición ana y el verbo ago, que significa voy arriba] por [hupo, ablativo de agencia] el Espíritu al [eis, acusativo de alcance] desierto, para ser probado [peirasthenai, aoristo pasivo infinitivo de peiradzo] por [hupo, ablativo de agencia] el Diablo” (traducción). No se usaría la voz pasiva para “ser probado” a menos de que Cristo fuera llevado por el Espíritu en el desierto por otras razones mas que para ser probado.

El probar de Satanás a Jesucristo es relacionado con el reino. El Señor Jesús nació Rey. Él fue preservado cuando Herodes quiso matar a todos los niños varones. Él fue bautizado, y después fue llevado al desierto para ser probado para mostrar que Él es Aquel que era, que es, y que siempre será el Rey de reyes y Señor de señores. Todos los tres oficios de Jesucristo — Profeta, Sacerdote, y Rey — están en Él simultáneamente. Pero son ejercidos en sucesión. Él era el buen Pastor; Él es el gran Pastor; y Él será el Príncipe de los pastores. Así, hay un orden en ejercer Sus oficios de Profeta, Sacerdote, y Rey.

En Mateo 4:3-4, se registra la primera prueba de Satanás a Jesucristo: “Y habiendo venido, el que probaba Le dijo, puesto que eres el Hijo de Dios, di que estas piedras puedan llegar a ser panes. Y Él contestó y dijo, ha sido escrito: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (traducción). Esta primera prueba destruye la tradición y prueba que debemos ser guiados por los principios Divinos.

Mateo 4:5-7 registra la segunda prueba: “Entonces el Diablo Le lleva a la santa ciudad, y Le puso sobre el pináculo del templo, y dice a Él, puesto que eres el Hijo de Dios, échate abajo; porque ha sido escrito: a Sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo, también ha sido escrito: no pondrá al Señor tu Dios a una prueba suprema” (traducción). Esta prueba que el fin nunca justifica los medios.

Mateo 4:8-11 registra la tercera prueba: “Otra vez Le lleva el Diablo a un monte muy alto, y Le muestra todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos, y le dijo: Todas estas cosas te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dice: Vete Satanás, porque ha sido escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás. El diablo entonces Le deja; y he aquí, vinieron ángeles y Le ministraban” (traducción). Esta tercera prueba destruye el sensacionalismo.

¡Imagínense al Diablo, que supo quien era Cristo, diciéndole a Cristo, el Hijo eterno de Dios, que él Le daría autoridad y gloria a Él si Cristo lo adorara! No había debilidad en Jesucristo para responder a la propuesta de Satanás. La prueba no era para el beneficio de Cristo sino para el probador y el mundo. Si Jesucristo hubiera estado de acuerdo con la sugerencia de Satanás que Cristo le adorara, Satanás hubiera sido promovido. Satanás y el Señor de la gloria hubieran cambiado lugares. Satanás hubiera llegado a ser el Señor de la gloria, y Jesucristo hubiera llegado a ser el dios de este siglo. En su principio, Satanás era Lucero, el arcángel que representó a Cristo. Él era resplandiente y brillante, pero él aspiró a exaltarse a sí mismo más alto que Dios (Isa. 14; Ezeq. 28). Así, Lucero cayó y llegó a ser Satanás.

No se debe usar la palabra “tentación” en referencia a Jesucristo. La mayoría de las denominaciones de hoy enseñan que Cristo pudo ser tentado, pudo haber pecado, pero no pecó. Algunos dicen que puesto que Jesucristo había tomado nuestra carne sobre Sí mismo, Él pudo ser tentado con la posibilidad de caer; de otra manera, no pudo ser considerado una tentación verdadera. Ellos dicen que la Deidad de Cristo aseguró Su victoria. Ellos dicen que la impecabilidad no excluye la tentación, o Adán no hubiera caído. Su conclusión es que nadie es tan santo para que sea libre de la tentación; además, es ceder la voluntad a la sugerencia de Satanás que constituye el pecado. Sin embargo, la Escritura enseña que nunca se puede aplicar la palabra “tentación” al Salvador absolutamente santo, porque Él no es solamente incapaz de hacer el mal sino tampoco puede ser tentado por el mal (Sant. 1:13-15).

Hay cinco pasos en un acto abierto de pecado: (1) El primer paso en un acto de pecado involucra la seducción. La seducción es la atracción por el ofrecimiento de algo atractivo o deseado. Podemos ser seducidos a algo moralmente bueno o malo. Sin embargo, puesto que no había debilidad dentro de Jesucristo, Él no pudo ser seducido. (2) El segundo paso en un acto de pecado es la iluminación. El que es tentado o seducido sabe que tener lo que él desea, o lo que le ha sido ofrecido, involucra cruzar un precepto permanente a un territorio prohibido. (3) El tercer paso en un acto de pecado es la racionalización. La persona que ha sido seducida desea algo y es iluminada que debe cruzar un principio y entrar a un territorio prohibido para conseguir su objeto deseado. Entonces, comienza a racionalizarse con su razonamiento humano porque él hará su mejor para justificar por la racionalización lo que él quiere hacer. Él ignorará el principio Divino y seguirá su razonamiento humano. (4) El cuarto paso en un acto de pecado es aspirar al ofrecimiento por el tentador. (5) El quinto paso en un acto de pecado es rendirse abiertamente al acto de pecado. Jesucristo, el Salvador impecable, no pudo rendirse a ninguno de estos pasos en un acto de pecado, porque Él no tuvo una naturaleza pecadora que Le capacitara rendirse a las propuestas de Satanás.

Uno no puede negar que Satanás ofreció algo a Cristo en el desierto. Ni puede uno negar que el Hijo eterno era consciente de cada detalle de la oferta de Satán. Él es el Hijo eterno de Dios. Pero se debe negar que Cristo quería cualquier cosa que Le fue ofrecida. Él no podía quererlo porque no había nada en Su naturaleza santa para desearlo.

NOTA: El libro CRISTO NO PUDO SER TENTADO por W. E. Best presenta un estudio más comprensivo de este tema.

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8

LA GRANDEZA DE JUAN

La pregunta universal por la gente en toda la región montañosa de Judea en cuanto a Juan era, “¿Qué, pues, llegará a ser este niño?” (Luc. 1:66 BLA). Desde el tiempo en que se supo que Elisabet estaba embarazada, no hay incertidumbre que la gente que estaba cerca de Zacarías y Elisabet preguntaba qué parte tendría su hijo en ayudar a traer un cambio para lo mejor en su inculto desierto espiritual. Seguramente Dios debe tener algo en mente para ellos después de un período tan largo de sequía espiritual nacional. La respuesta a la pregunta de la gente era “la mano del Señor ciertamente estaba con él” (Luc. 1:66 BLA).

Había algo raro acerca del niño en el vientre de Elisabet. El registro dice que cuando a María le fue dicho que “...lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios” (Luc. 1:35 BLA), ella fue a ver a su prima Elisabet. A María se le había dicho que Elisabet estaba embarazada en su vejez, y ella quiso decirle a Elisabet acerca de su propia preñez. Cuando ellas se encontraron, Elisabet estaba ocupada con el niño de María más bien que el suyo propio. Además, Zacarías fue lleno de pensamientos acerca de Cristo más bien que de Juan. ¡Qué lección para los padres Cristianos! “...Cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre...” (Luc. 1:41). Algunos son suficientemente necios en decir que el feto saltó en su vientre a causa de reflejo motilidad causado por el sistema cardiovascular. Contrario a esta explicación científica, el registro Bíblico dice que Elisabet exclamó, “Porque, considera, tan pronto como llegó la voz de la salutación a mis oídos, el bebé [brephos, que significa bebe o infante] saltó de gran alegría en mi vientre” (Luc. 1:44 — traducción). ¿Puede ser que la explicación sea limitada al hecho de que Elisabet fue llena del Espíritu (Luc. 1:41)? ¿Puede la ciencia interpretar este hecho Bíblico? ¿Puede la ciencia explicar el nacimiento virginal?

Aunque el bebé que sería llamado Juan cuando naciera (Luc. 1:13) saltó de alegría en el vientre de Elisabet (Luc. 1:41), la atención más importante fue dirigida al bebé en el vientre de María. Así, antes de los nacimientos del precursor o el Salvador, el precursor no nacido debe menguar para que el Salvador no nacido pueda crecer. Este mismo principio fue efectuado en la vida y el ministerio de Juan el Bautista.

Juan era un hombre que indignaría más bien a un rey que fracasaría en no exponer sus pecados. Herodes Antipas el tetrarca era una persona de importancia menor que al rey primario. Él había heredado solamente un cuarto de la herencia de Herodes el Grande. Juan continuamente le decía a Herodes que no le era lícito tener la esposa de su hermano (Mat. 14:4; Mar. 6:14-29). Las reprimendas fieles que no son de provecho provocan indignación. Juan era fiel a Dios y a los principios Bíblicos. Él prefirió ser decapitado que tener una conciencia con ofensa ante Dios.

Puesto que los pecadores son audaces en pecar, debemos ser audaces en denunciar el pecado. Lo que uno ama llega a ser una radiografía de su corazón. La voz del profeta no fue silenciada por su verdugo. Juan inquietó a Herodes más después de su decapitación. Herodes oyó a Juan gratamente antes de decapitarlo; pero después, era mediante la conciencia de Herodes que él oía a Juan. La conciencia comienza el juicio en el tiempo que continúa a través de la eternidad (Rom. 2:14-16).

Los siguientes son los pasos de Herodes a la miseria: (1) Él fue sometido a la predicación de Juan (Mar. 6:20). Él le oyó, le oyó frecuentemente, y le oyó con placer. (2) Él tomó la esposa de su hermano. (3) Él arrestó y encarceló a Juan. (4) Él tenía conocimiento permanente del carácter justo de Juan. (5) Él fue afligido a causa de sus juramentos. (6) Él reconoció que él decapitó a Juan (Mar. 6:16).

Juan el Bautista era fiel al Señor en contra de la apostasía desesperanzada de su día. Los términos “hombre en Cristo” y “hombre de Dios” no son sinónimos. En el sentido de I Timoteo 6:11-12, un hombre debe ser en Cristo a fin de ser un hombre de Dios: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano [epilabou, aoristo medio imperativo de epilambano, echar mano por ti mismo] de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado....” El echar mano de la vida eterna para uno mismo no es una recompensa que sigue a la batalla; sino según el verbo griego aoristo imperativo, es algo que ha de hacer ahora mismo. Así que, se ve el hombre de Dios estando fiel para el Señor en contra de la apostasía desesperanzada descrita en II Timoteo. La vida eterna que el hombre de Dios ha de echar mano para sí mismo no es solamente cuantitativa (interminable) sino también cualitativa (la fortaleza espiritual para pelear).

Juan el Bautizador tenía sus fallas, pero ellas no lo distrajeron de su mensaje en cuanto al reino. La sombra oscura echada sobre su alma a causa de su arresto no era rara entre los siervos privilegiados de Dios. La Escritura da muchos ejemplos de la depresión, la desilusión, y otras manifestaciones de la carne. Dios nunca esconde los fracasos de Sus siervos, sea la mentira de Abraham, el enojo de Moisés, el desánimo de Elías, la desilusión de Jeremías, o la maldición de Pedro (invocando una maldición sobre sí mismo). Juan, como Elías, era un hombre de las mismas pasiones como todos nosotros. Él manifestó sus fallas por enviar dos de sus discípulos a Jesucristo con la pregunta, “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro [heteros, uno de un tipo diferente]?” (Mat. 11:3).

Algunos creen que la pregunta puesta por los discípulos de Juan no vino de la incertidumbre sino para dar a los discípulos una oportunidad de oír de los propios labios de Cristo la evidencia de la misión Divina de Juan. La impaciencia es lo que realmente vemos en la pregunta de Juan. Juan no dudó que Cristo era el Mesías, sino él no podía dejar el pensamiento de Cristo como el vengador de pecado y el Juez de todos (Mat. 3:11, 12). Una observación notable es que Jesucristo no contraprobó la esperanza mesiánica de Juan, sino que Él confirmó Su carácter mesiánico por apelar a Sus milagros. Esto fortificó la fe de Juan en Cristo como el Mesías. Se introdujo una bienaventuranza nueva al informe enviado a Juan en la cárcel: “...bienaventurado es el que no halle tropiezo [aoristo pasivo subjuntivo — el modo de posibilidad — de skandalidzo, que significa causar a tropezar o ser escandalizado; causar a vacilar o errar] en mí” (Mat. 11:6). (Véase Juan 16:1; Rom. 14:21.) Las bendiciones son perdidos por el fracaso en no reconocer la autoridad de Cristo. Juan estaba en el partido triunfante a pesar del hecho de que él fue destinado a ser decapitado. Él debe tomar refugio en la verdad que los siervos más notables de Dios son amargamente probados. Los fuegos son calentados siete veces más caliente para ellos (Dan. 3:19). Así que, ellos frecuentemente son hechos clamar, “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Dan. 9:19).

Después de que los discípulos de Juan salieron, el Señor Jesús comenzó Su discurso acerca de la grandeza de Juan el Bautizador por hacer las tres preguntas siguientes: (1) “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña [kalomos] sacudida por el viento?” (Mat. 11:7). La aprobación de Cristo no sancionó un hombre tímido, vacilante, o inestable. Juan no vaciló con los vientos de o la religión o la política. Su comisión de Dios fue todo lo que él necesitó para darle la estabilidad de propósito. (2) “¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas [malakos, suave al toque o delicado]?” (Mat. 11:8). Las personas que se visten con vestiduras suaves son sin vigor. Ellos no tienen la constitución para resistir la oposición o para aguantar en tiempos de privación. Este tipo de persona no podría permanecer contra Herodes y su esposa ilegítima. (3) “Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta” (Mat. 11:9). Juan era más que profeta. Él también era el tema de la profecía.

La respuesta Bíblica a la grandeza de Juan fue dicha por el Señor Mismo: “De cierto os estoy diciendo: Entre los que nacen de mujeres no ha aparecido otro mayor que Juan el Bautista; pero el de importancia menor en el reino de los cielos es mayor que de él” (Mat. 11:11 — traducción). El hombre más grande nacido de mujeres llegó a ser un mártir después de treinta años de entrenamiento y sólo un año de servicio. La recomendación del Salvador de Juan para su grandeza no incluyó la amabilidad, la simpatía, y el ser agradable para con todos y todo sin considerar los principios a fin de atraer muchedumbres. Jesucristo habló cosas más favorables acerca de Su pueblo en su ausencia. No como Cristo, los hombres frecuentemente hablan cosas favorables acerca de gente en su audiencia porque buscan la ventaja personal: “...cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho [opheleia, significa ganar o sacar ventaja]” (Jud. 16).

La recomendación de Cristo de Juan el Bautista incluyó uno de los pasajes más discutibles en la Biblia — Mateo 11:11-15. Algunos asumen que el “pequeño” (mikros, uno que es bajo o humilde en dignidad) en el reino (Mat. 11:11) significa el pecador más degradado en cuyo corazón el reino es establecido es mayor que Juan el Bautista. Ellos alegan que Juan era el heraldo para anunciar la edad mesiánica y la venida del reino. Ellos piensan que él no podía disfrutar de los beneficios del reino porque él fue destinado a morir. Por lo tanto, ellos concluyen que Juan debe ser visto como uno menos bendecido que aquellos en su necesidad desesperada violentamente esforzándose para ser recipientes de lo que daría Cristo (Mat. 11:12; Luc. 16:16).

Muchos estudiantes de la Escritura dicen que Juan proclamó un reino espiritual que ha de ser tomado por los poderosos. Ellos declaran que el Bautizador fue menos que el menor en el reino. Juan era grande, pero hay una grandeza que va más allá de lo que él jamás podría esperar a experimentar. Su opinión es que el precursor estaba en las fronteras del reino, pero era incapaz de entrar. Ellos dicen que esto mistificó a los discípulos, pero Cristo dio la respuesta en Mateo 18:1-3. Ellos dicen que esto no significa que Juan el Bautizador no era salvo; sino que significa que él no podía disfrutar el reino que Cristo estableció en Su primera venida.

Nadie procurará entrar en el reino violentamente. La gente procura entrar violentamente en lo que pertenece a la carne o al mundo. La palabra griega para “violentos” en Mateo 11:12 es biastai, nominativo plural de biastes, que significa uno que usa la violencia o es poderoso. Puesto que este es el único lugar en que este sustantivo es usado, uno no puede ir a otra parte de la Escritura para su explicación. Según el contexto, Cristo habló con la gente (Mat. 11:7). ¿Cómo es que las personas que dicen que creen en la salvación por gracia pueden decir que los no regenerados poderosos o violentes toman “el reino de la salvación” por la fuerza? La Biblia dice, “...No hay quien busque a Dios” (Rom. 3:11). Además, alguien que entiende la enseñanza Bíblica de la regeneración sabe que el pecador es pasivo en el nuevo nacimiento (Juan 3:8).

Muchos que defiendan que el reino es presente declaran que creen en la depravación, la elección incondicional, y la gracia irresistible; pero ellos manifiestan su inconsistencia, diciendo que el reino espiritual requiere una labor sincera y el grado altísimo de esfuerzo a fin de entrarlo. Esta enseñanza niega que la vida precede cualquier actividad hacia Dios. Así que, su exégesis de Mateo 11:12 sería chistoso si no fuera dañosa a la interpretación. Por lo tanto, no se debe pasar por alto tal enseñanza, sino se debe exponerlo. ¿Son todos los que están forzándose en el reino? Si se interpreta “todos” para significar sin distinción o sin excepción no importa en este ejemplo, porque los no regenerados no están con el esfuerzo extremo forzándose a entrar en lo que es llamado no Bíblicamente el reino de gracia.

En Mateo 11:12, se usa el verbo griego biadzo en la misma manera como el sustantivo biastai — “...el reino de los cielos sufre violencia....” Puesto que la forma conjugada de biadzetai puede ser presente media indicativo o presente pasivo indicativo, mucha discusión ha surgido acerca del verbo biadzo, que significa vencer por la fuerza, ser llevado por tormenta, o infligir violencia sobre uno. Algunos enseñan que es usado en la voz media; por lo tanto, el reino presentemente va adelante. Puesto que se ha predicado el reino, ellos asumen que los hombres apresuradamente van hacia él. Así, ellos concluyen que los creyentes “arrebatan” (presente activo indicativo de arpadzo, que significa arrebatar o llevar por la fuerza) el reino y lo hacen suyo propio. Esto sugiere una pregunta válida, que ellos están obligados a contestar. ¿Cómo pueden los creyentes arrebatar lo que dicen que ya pertenece a ellos en la salvación? Así, ellos contradicen su enseñanza que el reino es la salvación. Ellos fracasan en no entender que la experiencia espiritual del Cristiano es desde Egipto mediante el desierto a Canaan y entonces al reino.

La forma conjugada de biadzetai en Mateo 11:12 debe ser presente pasiva indicativa de biadzo. Puesto que es la voz pasiva, el versículo significa el reino sufría de los esfuerzos violentos de Israel nacional, como los violentos (biastai, nominativo plural de biastes, que significa violentos, fuertes, o poderosos) lo arrebatan (presente activo indicativo de arpadzo, que significa arrebatar o llevar por la fuerza). El último verbo es usado por Juan para describir los judíos que quisieron apoderarse (presente activo infinitivo de arpadzo) de Cristo y hacerle rey (Juan 6:15). Él que nació Rey no podía ser hecho Rey por los hombres (Mat. 2:2).

Los religiosos poderosos acerca de los cuales habló Cristo quisieron un reino sobre sus condiciones. Ellos no rechazaron solamente al Rey digno sino también al requisito previo al reino — el arrepentimiento. Cristo dio una parábola para corregir la idea errónea que un reino será establecido en Su primera venida (Luc. 19:11-27). Él pronosticó lo que los judíos poderosos dirían: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14 BLA). Además, los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon el bautismo de arrepentimiento: “...los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan” (Luc. 7:30). Hoy en día muchos de los religiosos poderosos no quieren solamente un predicador pero una “iglesia” sobre sus condiciones. Así, los mismos pecados de los religiosos son repetidos una y otra vez.

Aquellos que creen que se estableció el reino en la primera venida de Cristo alegan que Juan el Bautista era el Elías que había de venir (Mat. 11:13, 14). Ellos dicen que no fue literalmente Elías, sino su venida en el espíritu y en el poder de Elías (Luc. 1:17) se cumplió Malaquías 4:5-6. Al contrario a su declaración, “Y si queréis recibirlo” de Mateo 11:14 introduce una primera clase condición donde la suposición es verdadera. Así, algunos estuvieron dispuestos a aceptar a Juan el Bautista como el cumplimiento de Malaquías 4:5-6, pero Israel como una nación fue destinada para rechazar a ambos a Juan el Bautista y a Jesucristo — precursor y Rey. Puesto que Juan el Bautista, el primer precursor de Cristo, fue decapitado y Jesucristo fue crucificado como el Rey de los judíos, Elías aún ha de venir como el segundo precursor del Rey venidero. Cristo continuó mostrando que Israel fracasó en capacitarse para el establecimiento del reino en Su primera venida (Mat. 11:16-19).

Juan no fue ignorante del reino que proclamó. Él fue preparado especialmente y enviado para predicar el reino de la profecía. Muchos religiosos asumen que los discípulos tenían el concepto equivocado del reino. Sin embargo, la suposición que los religiosos del día de hoy saben más acerca de la naturaleza del reino que los discípulos de Cristo es locura. El enviar por Jesucristo de los hombres para predicar lo que no entendieron sería increíble, pero eso sería cierto si algunas de las ideas modernas del reino creídas por los hombres sean verdades. Puesto que las Escrituras son consistentes, solamente los hombres perjuiciosos juzgan a los discípulos bajo una teoría mal concebida del reino de Cristo. Así que, la verdad sufre más de sus supuestos amigos que de sus enemigos.

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9

EL MENSAJE DE JUAN ACERCA
DEL ARREPENTIMIENTO

El primer precursor de Jesucristo, nombrado Juan el Bautista, fue el último profeta del Antiguo Testamento y el primer profeta del Nuevo Testamento. Él marca la transición del antiguo pacto al nuevo pacto. La ley, los profetas, y 400 años sin una voz de Dios le precedieron. “Bautista” no era el apellido de Juan. Este sustantivo es una aposicíon. Los dos sustantivos “Juan” y “Bautista” son usados como “Jorge Washington” y “Presidente” de los Estados Unidos. Juan fue llamado Bautista porque él era el bautizador.

Juan, que fue lleno del Espíritu Santo antes de su nacimiento, se desarrolló y creció en el desierto de Judea, un lugar espiritualmente no cultivado. Los pecados de Israel habían causado su falta de cultivo (Jer. 2:31-37; 25:8, 9). Este desierto estaba en el valle de Jordán, que conecta con el Mar Muerto; así que, se asocia el valle de Jordán con la muerte. En su historia, Israel había pasado con calzados secos mediante el Río Jordán. En los años luego, en la presencia de la predicación de Juan, ellos deben arrepentirse, traer fruto digno de arrepentimiento, y ser bautizado en el Río Jordán para significar su muerte al pecado. El mensaje de Juan tenía dos partes, el arrepentimiento y el reino de los cielos.

Hay puntos de vistas incorrectos acerca del arrepentimiento: (1) El remordimiento de la conciencia acerca de pecados es un punto de vista equivocado del arrepentimiento. Una persona puede lamentarse de los pecados que ha cometido, pero este arrepentimiento hay que arrepentirse (II Cor. 7:10). (2) Un simple cambio de mente es una creencia errónea en cuanto al arrepentimiento. Es más que un simple cambio de mente. Una persona puede cambiar su mente pero otra vez cambiarla muy pronto. (3) Hacer algo que es designado para expiar el pecado es un concepto falso del arrepentimiento.

El punto de vista correcto del arrepentimiento es como sigue: (1) Es una transformación radical del alma. (2) Esta transformación radical del alma es el don de Dios (Hech. 5:31; 11:18; II Tim. 2:25). (3) Esta transformación radical del alma, que es el don de Dios, es el fruto de la regeneración. Cada persona por la cual murió Cristo vendrá al arrepentimiento (II Ped. 3:9).

Dos verbos griegos para el arrepentimiento son usados en el Nuevo Testamento. El primero es la palabra compuesta metamelomai, que significa lamentar, estar triste, o cambiar de opinión (Mat. 21:30, 32; 27:3; II Cor. 7:8; Heb. 7:21). Esta palabra significa un cambio de mente, pero un cambio de opinión no necesariamente llega a ser una transformación radical del alma como se enseña dentro del contexto de II Corintios 7. El segundo, que es la palabra griega más fuerte para el arrepentimiento, es metanoeo, que significa arrepentirse, tener un cambio de corazón, convertirse de los pecados de uno, o cambiar el camino de uno causado por un aborrecimiento de sus pecados. Se usa 34 veces en el Nuevo Testamento. Este arrepentimiento es ejemplificado en el Antiguo Testamento por la referencia de Ezequiel a Dios quitando el corazón de piedra y dando un corazón de carne (un nuevo corazón) (Ezeq. 36:26).

La naturaleza del arrepentimiento se describe como convirtiéndose del mal (Hech. 3:26) y convirtiéndose a Dios (Hech. 20:21; 26:20). Dios da tiempo a los elegidos para arrepentirse (Rom. 2:4). Un ejemplo Bíblico del carácter de arrepentimiento es la declaración de Pablo a los Cristianos tesalonicenses en I Tesalonicenses 1:9-10. Pablo revirtió el orden de convertirse a Dios del mal. Hay dos tipos de arrepentimiento. Hay el arrepentimiento inicial que también puede ser llamado una experiencia de conversión. Esto solamente sucede una vez. Después del arrepentimiento inicial, hay un espíritu continuamente arrepentido (Apoc. 2:4, 5).

El arrepentimiento es una acción que sigue actuando. Como Juan el Bautista era el precursor de Cristo, el arrepentimiento es el precursor de la fe. Aunque el arrepentimiento y la fe son inseparables en el orden Bíblico, el arrepentimiento siempre precede la fe (Hech. 20:21). Como la persona con la fe dada por Dios no solamente cree sino continúa creyendo, al que Dios ha dado el arrepentimiento no solamente se arrepiente pero continúa arrepentiéndose en la preparación para cada acto de fe. Se usa la palabra fe (pistis) en tres maneras básicas en la Escritura: (1) la fe personal que Dios da a cada persona que Él regenera, (2) Jesucristo Mismo, y (3) el sistema de la verdad. Concluyentemente, el arrepentimiento es el precursor de la fe salvadora (la fe justificadora ante la consciencia de uno, Cristo siendo el objeto de esta fe salvadora). Es el precursor de cada acto de fe en la vida Cristiana, y un espíritu arrepentido prepara el individuo para aceptar y abrazar el sistema de la verdad (Fil. 1:27; Jud. 3).

Las siguientes son señales de arrepentimiento: (1) El dolor verdadero de corazón por los pecados es una señal del arrepentimiento (II Cor. 7:10). Cada persona que ha tenido una experiencia verdadera de la conversión puede relatar con esto. (2) El odio de los propios pecados de uno evidencia el arrepentimiento (Ezeq. 36:31). (3) La motivación de la gracia para convertirse de los pecados denota el arrepentimiento (Ezeq. 18:30). (4) El convertirse a Dios y pedir perdón es una señal de arrepentimiento (Os. 5:15). (5) El cambio debe ser genuino, y se debe demostrarlo fin de retratar el arrepentimiento (Mat. 3:7, 8). (6) Se manifiesta el arrepentimiento inicial en la obediencia al bautismo, que es una aspiración de una buena conciencia hacia Dios (I Ped. 3:21). (7) El espíritu subsiguiente del arrepentimiento al arrepentimiento inicial es expresado por la crucifixión de la carne (Gál. 2:20). Un apóstata no puede arrepentirse.

El mensaje de Juan a la muchedumbre en general y su mensaje a los fariseos y los saduceos defirieron. Su anuncio en el desierto de Judea a las muchedumbres en general era “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). En contraste, cuando él vio muchos de los fariseos y los saduceos viniendo a su bautismo, él les dijo, “¡Generación de víboras! ¿Quién os advirtió huir de la ira venidera?” (Mat. 3:7 — traducción). El lenguaje más fuerte de Dios está contra los religiosos. Los fariseos eran los hipócritas. Como los liberales y los modernistas que mal interpretan las Escrituras, estos fariseos mal interpretaron la ley de Dios. Los saduceos negaron la resurrección y los ángeles; así que, ellos negaron lo sobrenatural (Hech. 23:6-8). Al principio de su ministerio, Juan era popular, y el pueblo vino a él cuando su fama se esparcía. Su popularidad entre los judíos que conocieron las Escrituras del Antiguo Testamento es comprensible. Ellos conocieron que Isaías había profetizado acerca de un precursor del Señor, y ellos también se dieron cuenta de su sequía espiritual en estar sin un profeta por 400 años.

De los tres puntos de vista mayores retenidos por los religiosos que pertenecen al tema del arrepentimiento, el primero para la consideración es la regeneración bautismal. Este punto de vista mantiene que el arrepentimiento y la confesión son inservibles a menos que sean acompañados con el bautismo. Contrario a esta enseñanza, el bautismo no es para el propósito del arrepentimiento. Aquellos que retienen este punto de vista dicen que el bautismo es para el propósito del perdón de pecados: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38). Sin embargo, la preposición “para” viene de la preposición griega eis, el acusativo de causa, que significa “a causa de” el perdón de pecados. La interpretación correcta de las preposiciones griegas solamente puede ser determinada por el contexto en que son usadas. Pablo habló de los judíos que habían sido ya librados por la sangre quienes “todos en [eis, acusativo de referencia] Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar” (I Cor. 10:2). Estos judíos fueron bautizados con referencia a su relación con Moisés. Somos bautizados con referencia a nuestra relación con Cristo: “Porque todos los que habéis sido bautizados en [eis, acusativo de referencia] Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gál. 3:27). No significa que éramos bautizados para ser salvos. Juan el Bautista demandó que a los que él bautizó primeramente produjeran frutos dignos de arrepentimiento (Mat. 3:8). Ellos deben probar por sus obras que se habían arrepentido antes de que Juan los bautizara.

El segundo de los puntos de vista mayores retenidos por los religiosos acerca del tema de arrepentimiento es el de la teología del pacto. Aquellos que retienen este punto de vista mantienen que hay una categoría de las Escrituras que hace al bautismo y a la salvación parecer idénticas (Hech. 2:38; 22:16; Mar. 16:16), y hay otra categoría que los hace parecer separados (Mat. 3:7, 8; Luc. 3:12-14; Hech. 10:44-48; 11:15). Ellos dicen que la enseñanza Bíblica es que el bautismo es la parte externa del arrepentimiento que muestra la sumisión a Cristo en el nombre de Cristo (Hech. 2:38) sobre la base de la autoridad (Mat. 18:5, 20). Esta suposición es que el bautismo para el perdón de pecados es el resultado de la sumisión porque Jesucristo lo mandó. Los teólogos de pacto creen en el bautismo del infante. Para comprobar esa creencia, ellos dicen que los judíos fueron bautizados sobre tierra seca, y los padres, las madres, y los niños pasaron mediante el Mar Rojo sobre tierra seca. Ellos creen que los niños que están en la relación del pacto con los padres son salvos a menos que después de que crezcan los abandonen, y entonces se pueden quitar sus nombres del libro de vida.

El tercer punto de vista es que no hay arrepentimiento o bautismo para la asamblea de Cristo hoy en día. Este punto de vista es retenido por algunos premilenialistas dispensacionales. Su opinión es que se asociaron los dones que son señales, incluyendo el bautismo en el agua, con Israel; y cuando Israel fue temporalmente puesto aparte, estos terminaron (I Cor. 1:22; 13:8; Ef. 4:5). Ellos creen que “la verdad de la iglesia” solamente fue dada por Pablo en sus Epístolas. Su observación es que la Biblia enseña que el cuerpo de Cristo tenía su principio histórico en Hechos 13:9-13. Ellos dan las razones siguientes para su convicción: (1) Saulo fue apartado para la obra a la que Dios le llamó. (2) Saulo, su nombre hebreo, fue cambiado a Pablo, su nombre gentil. (3) Antes de este tiempo, el nombre de Saulo fue asociado con Bernabé, pero ahora Pablo es asociado con sus compañeros. Ahora Pablo es el que manda. (4) Antes de este tiempo, Saulo había predicado solamente a los judíos, y esta fue su confirmación; pero ahora, la buenas noticias son dadas por Pablo a los gentiles. (5) Sergio Paulo fue salvo por la fe solamente. Él no se arrepintió ni fue bautizado en agua, como era requerido bajo el evangelio del reino. (6) Antes de este tiempo los únicos medios de la salvación eran mediante la nación de Israel; pero ahora, un gentil fue salvo a pesar de los judíos. (7) Esta edad es una parte de aquel misterio escondido, el misterio del evangelio, dado a nosotros por Dios mediante Pablo, el apóstol de esta edad. Apolos conoció solamente el bautismo de Juan hasta que se sentó bajo la enseñanza de dos hacedores de tiendas y fue instruido más exactamente en el camino del Señor. Después de 1900 años, los creyentes todavía conocen solamente el bautismo de Juan y no están dispuestos para someterse al Pablo, el hacedor de tiendas.

Aquellos que proyectan los argumentos precedentes creen que habían apóstoles del reino, aquellos llamados por Jesucristo durante Su ministerio público, y habían apóstoles de la iglesia. Ellos asumen que los apóstoles comisionados para ir a las ovejas perdidas de la casa de Israel en Mateo 10 eran apóstoles del reino, pero los apóstoles subsiguientes a ellos, incluyendo a Pablo, eran apóstoles de la iglesia.

¿Registra Hechos 13:9-13 el principio de la asamblea de Jesucristo? Algunos eruditos griegos, que son perjuiciosos en su interpretación, piensan que el cuerpo de Cristo tenía su principio histórico en esta porción de la Escritura en el tiempo que Saulo fue llamado Pablo. Sin embargo, no hay nada en esta porción de la Escritura para indicar que este es el principio de la asamblea de Jesucristo. El principio del primer recorrido misionero de Pablo es registrado en Hechos 13. Cuando ciertos profetas y maestros en la asamblea en Antioquía ministraron al Señor y ayunaron, dijo el Espíritu Santo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hech. 13:2). Así, Saulo fue enviado a su primer viaje misionero (Hech. 13:1-15:39). Los profetas son distinguidos de los profesores por la enclítica partícula (kai), usado como una conjunción coordinada. Los tres profetas eran Bernabé, Simón, y Lucio. Los dos maestros eran Mannaén y Saulo, cuyo nombre fue llamado Pablo.

Se deben observar las cosas siguientes en respuesta a los argumentos dados por aquellos que creen que no hay arrepentimiento o bautismo para la asamblea de Jesucristo en el día de hoy.

PRIMERA — ¿Cuándo se hicieron miembros los apóstoles de la asamblea? ¿Se hicieron miembros en el día de Pentecostés? ¿Se hicieron miembros cuando Jesucristo los llamó para Sí Mismo? Según Efesios 2:20, escrito por Pablo por la inspiración del Espíritu Santo, los apóstoles eran el fundamento de la asamblea de Jesucristo. Pablo acabó de declarar a los santos de Efeso que mediante Jesucristo ambos judíos salvos y gentiles salvos tienen entrada por un mismo Espíritu al Padre (Ef. 2:18). Ellos eran los conciudadanos con los santos y eran miembros de la familia de Dios, habiendo sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Ef. 2:19, 20). Un fundamento es una parte muy importante de la casa misma. Puesto que los apóstoles llamados juntos por Cristo constituyeron el fundamento de la asamblea, la asamblea no comenzó en el día de Pentecostés. Ni comenzó en Hechos 13:9-13 cuando el nombre de Saulo fue llamado Pablo. La asamblea (ekklesia) que Jesucristo está edificando comenzó con los apóstoles en Mateo 16. Este es el aspecto universal de la asamblea. El aspecto universal de la asamblea se demuestra en las asambleas locales donde están dos o tres congregados en el nombre de Cristo y están de acuerdo (Mat. 18). Ambos aspectos local y universal de la asamblea (ekklesia) son dados en el Evangelio según Mateo, no en los Hechos ni en las Epístolas. Los apóstoles fueron puestos primero en la asamblea (I Cor. 12:28).

SEGUNDA — ¿Hay una distinción entre “apóstoles del reino” y “apóstoles de la iglesia”? No hay distinción entre ellos. Pablo no era uno de los doce apóstoles. Él era un abortivo (I Cor. 15:8, 9). Sólo hay unos pocos otros apóstoles nombrados en las Escrituras.

TERCERA — ¿Cuál es la importancia del nombre de Saulo habiendo sido cambiado a Pablo? La declaración “Entonces Saulo, que también es Pablo” no indica que este nombre le fue dado por primera vez. Como un judío, su nombre era Saulo, y como un ciudadano romano, su nombre era Pablo. Él indudablemente tenía dos nombres. Él no fue llamado más por su nombre hebreo, que significa “pedido,” sino él ahora sería llamado Pablo, que significa “pequeño.” Pablo era hebreo por nacimiento; él era romano por ciudadanía; y él era griego por cultura. Dios eligió a este hombre para ser Su ministro a los gentiles. Él entraría en contacto con los judíos. Cuando primero comenzó su ministerio, él habló muchas veces a los judíos. Sin embargo, su ministerio primario era a los gentiles; por lo tanto, él fue llamado por su nombre gentil. El registro de dos nombres siendo dados a un individuo no es poco frecuente en la Escritura — Juan Marcos (Hech. 12:12), Simón Niger (Hech. 13:1), Sergio Paulo (Hech. 13:7), Barsabás Justo (Hech. 1:23), etcétera. A veces un nombre nuevo es equivalente a una dignidad nueva. Por ejemplo, cuando Pedro fue llamado por el Señor, su nombre era Cefas, que significa una piedra; pero fue cambiado a Pedro para significar dignidad.

CUARTA — ¿Cuál es el significado del “evangelio de Pablo”? ¿Fue el evangelio de Pablo diferente de otros nombres del evangelio? Muchos nombres compuestos son usados en el Antiguo Testamento para describir a Jehová. Los nombres compuestos numerosos son necesarios porque ningún nombre puede describir al Dios infinito. Hay también muchos nombres adscritos a Jesucristo a través de las Escrituras. Se puede decir la misma cosa en cuanto al evangelio. El evangelio, como Dios Mismo, nunca puede ser adecuadamente descrito por nombres.

No hay evangelios diferentes. Se da el único mensaje del favor inmerecido de Dios en los designios siguientes:

1. “El evangelio de Dios” significa su origen. El mensaje fue establecido en el cielo antes de la fundación del mundo (Rom. 1:1).

2. “El evangelio de Cristo” denota su tema (II Cor. 10:14).

3. “El evangelio de la gracia de Dios” dirige la atención a su favor inmerecido (Hech. 20:24).

4. “El evangelio de vuestra salvación” especifica su propósito (Ef. 1:13).

5. “El evangelio de la paz” evidencia su seguridad y protección interior en la lucha (Ef. 6:15).

6. “El evangelio del reino” indica su esperanza y perspectiva (Mat. 4:23; Hech. 20:25).

7. “El evangelio eterno” dirige atención a su inmutabilidad (Apoc. 14:6).

8. “Mi [Pablo] evangelio” identifica su canal humano (Rom. 2:16; 16:25; II Tim. 2:8). Fue de Pablo por la inspiración y la revelación más por su encargo (Gál. 1:12; II Tim. 3:16).

9. “El evangelio anunciado por mí [Pablo]” nombra el mensaje que predicó (Gál. 1:11; 2:2).

10. “Nuestro evangelio” muestra su encargo a los recipientes de la gracia, porque ha sido revelado a nosotros por el Espíritu Santo (II Cor. 4:3; I Tes. 1:5; II Tes. 2:14). Pablo se incluyó a sí mismo con las asambleas cuando él llamó el mensaje “nuestro evangelio.” Nosotros no podríamos entender el evangelio si no fuera revelado a nosotros por el Espíritu Santo. El mensaje ha venido a nosotros en el sentido que toda verdad es hecha conocida por Dios (Mat. 16:17; II Cor. 4:3, 6; Ef. 1:17-23; I Jn. 2:20, 27).

11. “El misterio del evangelio” significa que lo que fue puesto en tipos y sombras en el Antiguo Testamento ha sido hecho manifiesto desde la venida de Jesucristo (Ef. 6:19).

El evangelio es el mensaje del favor inmerecido de Dios, sea que se predica el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, presentemente, o durante el período de la tribulación cuando Dios salvará a la nación de Israel. El único mensaje es el del Dios infinito e indescriptible. Fue las buenas noticias en el Antiguo Testamento mediante tipos y sombras de Aquel que vendría y lo que haría cuando viniera.

La naturaleza de las buenas noticias es la misma en cada edad. El evangelio no fue una cosa en una edad y otra cosa en una edad diferente. Esto sería como decir que la elección es una cosa en una edad y otra cosa en otra edad. Dios tiene un propósito. Ha sido guardado en silencio por los siglos, desde la eternidad hasta la primera venida de Cristo: “Ahora al que es capaz de fortaleceros sobre la base de mi evangelio, y la proclamación de Jesucristo, sobre la base de la revelación del misterio que ha sido guardado en silencio en los tiempos eternos, Pero ahora ha sido hecho manifiesto, mediante las escrituras proféticas, según el mandato del eterno Dios habiendo sido dado a conocer a todas las naciones para la obediencia a la fe” (Rom. 16:25, 26 — traducción). Desde la venida de Jesucristo, el Dios-Hombre Mediador, ha sido hecho manifiesto. Lo que era fue puesto en tipos y las sombras en el Antiguo Testamento ha sido hecho manifiesto en el Nuevo Testamento. Aunque ha sido hecho manifiesto, hay muchas cosas acerca del evangelio que nosotros no entendemos como no podemos entender la Persona de Jesucristo y la unión hipostática, ambas de las cuales son misterios. Además, la salvación es un misterio. Aunque somos los recipientes de la obra de la gracia de Dios, hay muchas cosas acerca de ella que son inexplicables. Ha sido hecho manifiesto a un punto, pero no comprendemos totalmente sus aspectos. Tomará toda la eternidad para entender la Deidad, la Persona de Cristo, el misterio del evangelio, y el misterio de Israel que será salvo. Pero ha sido hecho manifiesto en el sentido que nosotros no más vivimos bajo las sombras, porque la sustancia ha aparecido. Él se dio a Sí Mismo como un sacrificio por nosotros, y entendemos esto. Estas son las noticias buenas a lo que somos comisionados para dar a conocer al mundo entero (Mat. 28:19, 20).

El evangelio, llamado por muchos nombres, fue entregado a Pablo. Él dijo que lo entregó a Timoteo para encargar a los hombres fieles para que puedan entregarlo a las asambleas de Cristo, que son universidades de Dios para la edificación de los elegidos que damos a conocer la sabiduría de Dios a las potestades buenas y malas en los lugares celestiales. Pablo discutió la responsabilidad grande de la asamblea en Efesios 3:1-21.

Hay dos divisiones mayores en Efesios 3; cada una comienza con la expresión “por esta causa [razón]” (Ef. 3:1, 14). La primera refiere atrás a las declaraciones de Pablo con respecto a el derribar de la pared intermedia de separación entre los judíos y los gentiles (Ef. 2:11-22). Pablo, que era un prisionero por los gentiles, escribió para el beneficio espiritual de los de Efeso (Ef. 3:1). Ellos habían oído de la administración de la gracia de Dios que le fue dada a Pablo para con ellos (Ef. 3:2). La revelación que dio a conocer el misterio en Efesios 3:3 (BLA) y la explicación del misterio son registradas en Gálatas 1:10-16. Pablo explicó el misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hombres. Un misterio Bíblico no es algo incomprensible, sino es un secreto que sólo Dios puede dar a conocer a los elegidos. Es un secreto que a menos que uno tenga la gracia de Dios no se puede entender (Ef. 3:5). Dios aclaró este misterio, que desde el principio de los siglos había sido escondido en Dios, por el Espíritu a Sus apóstoles y profetas (Ef. 3:9).

El misterio es que se constituye la asamblea de ambos judíos salvos y gentiles salvos, puesto que se ha derribado la pared intermedia de separación (Ef. 2:14). La inexplicabilidad anterior de cómo los gentiles salvos podían venir y recibir las mismas bendiciones sobre las promesas que los judíos salvos experimentaron ahora se dio a conocer. La edad de la asamblea no fue misteriosa a los antiguos profetas. David vio tres períodos de tiempo (Sal. 110). El presente es el período de tiempo cuando Jesucristo es sentado a la diestra del Padre haciendo intercesión por los Suyos, salvando para siempre, y preservando a todos los que vienen a Él. No se conoció anteriormente la verdad que los gentiles serían coherederos y co-miembros del cuerpo en el mismo cuerpo — la asamblea, y copartícipes de la promesa en Cristo por medio del evangelio (Ef. 3:6).

Dios hizo a Pablo un ministro de Dios según el don de Dios habiendo sido dado a él por la actividad del poder de Dios. Los hombres no son hechos ministros por escuelas sino por Dios. Ser hecho un ministro por Dios para predicar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo produjo la humildad en Pablo. Él declaró que era menos que el más pequeño de todos los santos (Ef. 3:8). ¿Quién puede poner un valor sobre las riquezas de Dios? El propósito de sacar a luz la administración del misterio que desde el principio de los siglos se había escondido en Dios fue para que se dará a conocer ahora la sabiduría diversificada de Dios mediante la asamblea a los principados y potestades en los lugares celestiales. La mayoría de los miembros de la asamblea no se dan cuenta del valor de la asamblea.

Vamos a ver un vislumbre del impacto de la asamblea haciendo conocer la sabiduría diversificada de Dios a los principados y potestades en los lugares celestiales. Nos ha dicho que “...fortaleceos....Vestíos de la armadura completa de Dios, para que seáis capaces de estar firmes contra las estratagemas del diablo, porque nuestro conflicto no es contra la sangre y carne sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de estas tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:10-12 — traducción). Este es nuestro conflicto contra fuerzas malas en las regiones celestes. Damos a conocer la sabiduría variada de Dios no solamente a las potestades malas sino también a las potestades buenas en las regiones celestes. Hay ángeles buenos (elegidos) y malos (no elegidos). Las huestes angélicas de ángeles buenos presentemente anhelan (presente activo indicativo de epithumeo) mirar en (aoristo activo infinitivo de parakupto, que significa mirar en, o inclinarse) nuestra salvación (I Ped. 1:12). Podemos ver esto simbolizado en los querubines que se inclinaron sobre el propiciatorio que cubrió el arca del pacto en el lugar santísimo en el tabernáculo. Los querubines hechos como si estuvieran mirando hacia abajo en el arca del pacto, buscando diligentemente. Esta salvación no se reveló a los ángeles sino a nosotros.

Dios está dando a conocer Su sabiduría diversificada a los ángeles elegidos y a los no elegidos mediante la asamblea de Jesucristo. El evangelio ha sido comprometido al pueblo que ha nacido del Espíritu de Dios e iniciado por Él en la familia de Dios. La asamblea llega a ser una institución para la edificación del pueblo de Dios en el tiempo, y la institución para enseñar a las potestades buenas y malas lo que es la verdad. Los ángeles buenos anhelan saber más acerca de nuestra redención, porque no hay redención para ellos. Tenemos algo y sabemos algo que los ángeles no entienden totalmente. La razón es obvia. Se debe experimentar la salvación a fin de entenderla.

La segunda división de Efesios 3 comienza con “Por esta causa [razón]” (Ef. 3:14). Esto ve atrás al reconocimiento que la asamblea a quien el evangelio se ha dado a conocer es la universidad de Dios. Este conocimiento produce la humildad en el pueblo de Dios. Somos más concernidos acerca de la parte de nosotros mismos que es espiritual más que acerca de la parte que es la carne. Deseamos ser arraigados, habiendo sido plenamente establecidos, de modo que nosotros podemos ser plenamente capaces de comprender “con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:18, 19). Dios es capaz de hacer más allá de todas las cosas de lo que pedimos o pensamos, según el poder que opera en nosotros. Por lo tanto, toda la gloria en la asamblea de Jesucristo de todas las generaciones por los siglos de los siglos pertenece a Él (Ef. 3:20, 21).

(Contenido)


10

LA FÓRMULA BAUTISMAL

¿Es el bautismo de Juan, que fue el bautismo de arrepentimiento, para la asamblea de Jesucristo hoy en día? ¿Cuál es la fórmula bautismal para la asamblea del Nuevo Testamento hoy en día? Si no hubiera arrepentimiento para esta dispensación de la gracia, no habría referencia al arrepentimiento subsiguiente al tiempo en que la asamblea comenzó. Puesto que hay ejemplos registrados del arrepentimiento que son subsiguientes al principio de la asamblea, el concepto de no arrepentimiento para esta dispensación de la gracia es destruido. Si no hay espíritu de arrepentimiento, Dios no dio el arrepentimiento; y aquellos que declaran que no hay arrepentimiento para este siglo están en error.

El bautismo de Juan fue el bautismo del arrepentimiento, porque se identificó el bautismo con el arrepentimiento. Él dijo, “Os estoy bautizando ahora en [en, locativo de esfera] agua por causa de [eis, acusativo de causa] vuestro arrepentimiento...” (Mat. 3:11 — traducción). Juan había advertido a los judíos que una descendencia física de Abraham y una conformidad externa a las ceremonias judías no bastarían para justificarlos ante Dios. El don de Dios de arrepentimiento es más que un cambio de opinión. Es también un acto de la voluntad. El bautismo de Juan por causa de (eis) arrepentimiento no era en el nombre de la Deidad, como somos bautizados en el nombre del Padre, y el Hijo, y del Espíritu Santo. No era en el nombre del Señor Jesús, sino era mediante la fe en su Mesías que estaba a punto de manifestarse. No fue sin algún conocimiento del Espíritu Santo, porque Juan predicó que el Mesías les bautizaría en el Espíritu Santo.

No encontramos la declaración acerca de ser bautizados en el nombre de Jesucristo hasta que los Hechos de los Apóstoles (Hech. 2:38; 8:16; 10:48; 19:5). Se usan tres preposiciones griegas para expresar “en” el nombre. Se usa la preposición epi, dativo de referencia, que significa “sobre”, en Hechos 2:38. Significa ser bautizado sobre la confesión de lo que el nombre implica. Se usa la preposición eis, acusativo de referencia, que significa “con referencia a”, en Hechos 8:16 y 19:5. Significa bautizado con referencia a la autoridad de Jesucristo, que denota que el que es bautizado es unido con Jesucristo. Se usa la preposición en, locativo de esfera, que significa “la esfera” en la cual se realiza el bautismo verdadero, en Hechos 10:48.

En la gran comisión, el nombre en que los creyentes han de ser bautizados es el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mat. 28:19). En Hechos, los creyentes fueron bautizados en el nombre de Jesucristo, el Señor Jesús, y el Señor. No obstante, fue el bautismo, porque toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Jesucristo (Col. 2:9). Todo lo que se conoce acerca del Padre y del Espíritu Santo se conoce mediante Jesucristo y Su obra redentora. Los discípulos de Hechos 19:5 fueron bautizados porque nunca habían sido bautizados en la manera prescrita por el Señor Jesús en la gran comisión.

¿Fue el bautismo de Juan el bautismo Cristiano? ¿Fue el bautismo de Apolos, que fue solamente el bautismo de Juan, el bautismo Cristiano? ¿Fue bautizado Apolos con el bautismo Cristiano con un número del pueblo en Corinto que creyeron? Apolos era un natural de Alejandría (Hech. 18:24). Alejandría fue notable por su biblioteca. Una tercera parte de la población era judía. Apolos era un hombre docto, poderoso en las Escrituras. Este hombre había sido instruido en el camino del Señor e hervía con entusiasmo en el Espíritu; hablaba y enseñaba precisamente en cuanto a Jesucristo. Pero le faltó información que pertenecía al bautismo de Juan. Él comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga. Aquila y Priscila, habiéndole oído, le tomaron y le explicaron el camino de Dios más exactamente. Cuando Apolos pasó por Acaya, él ayudó a quienes que por la gracia habían creído. No hay fe operativa excepto mediante la gracia. La fe no opera y trae la gracia a un individuo, sino uno cree mediante la gracia.

Aunque Apolos necesitó instrucción adicional en Hechos 18, no hay registro de haber sido bautizado otra vez en Hechos 19. Además, los apóstoles habían recibido solamente el bautismo de Juan. No hay registro de los discípulos del Señor ser bautizados otra vez en el día de Pentecostés, como algunos creen. El mensaje en el día de Pentecostés fue “arrepentíos” con referencia al arrepentimiento inicial, pero los discípulos habían experimentado ya el arrepentimiento inicial. El bautismo de Juan fue suficiente para ellos. Fue el único bautismo que el Señor Jesús tenía. Él fue bautizado con el bautismo de Juan, pero para un propósito diferente. Él no fue bautizado con referencia a Su arrepentimiento, porque Él no tenía pecado del cual arrepentirse. Pero Él fue bautizado porque éste que fue el principio de Su ministerio público cuando Él fue revelado (Juan 1:29-34).

El bautismo de Juan era de Dios y no del hombre: “El bautismo de Juan, ¿de dónde [pothen, un adverbio interrogativo] era? ¿Del [ek, ablativo de fuente] cielo, o de los hombres? Y ellos discutían [imperfecto medio indicativo de dialogidzomai] entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿por qué, pues, no le creísteis? Pero si decimos, de los hombres, tememos a la muchedumbre. Porque todos tienen a Juan por profeta” (Mat. 21:25, 26 — traducción). Ellos contestaron a Cristo diciendo, “No hemos sabido [perfecto activo indicativo de oida, que significa haber sabido, percibido, o entendido], y él les dijo: tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (Mat. 21:27 — traducción). Cristo no repetiría la verdad que Él había mostrado ya por someterse al bautismo de Juan. Él no les diría explícitamente lo que Él había demostrado implícitamente por Su sumisión al bautismo de Juan. Si hubieran reconocido a Juan como profeta, hubieran aceptado no solamente su mensaje, sino que se hubieran sometido también a su bautismo. Ellos no le aceptaron como profeta; por lo tanto, no aceptaron su mensaje. Por esto, ellos no se sometieron al bautismo. Por lo tanto, ellos rechazaron el consejo de Dios.

Todo el pueblo habiendo oído a Juan se sometieron a sí mismos al bautismo, habiendo reconocido el justo juicio (Luc. 7:29). “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon el plan de Dios como siendo el propósito para sí mismos, no habiendo sido bautizados por él” (Luc. 7:30 — traducción). Aquellos que se sometieron al bautismo están reconocían el justo juicio de Dios. Aquellos que desecharon el bautismo rechazaron la verdad de Dios; por lo tanto, ellos no reconocieron el justo juicio de Dios.

La fórmula bautismal para los Cristianos no puede ser el bautismo con referencia a Moisés (I Cor. 10:1, 2). Los israelitas fueron bautizados con referencia “a” (eis, acusativo de referencia) (I Cor. 10:2) su relación a Moisés. Gálatas 3:27 es un pasaje compañero para nosotros — “Porque todos los que fuisteis bautizados con referencia a [eis, acusativo de referencia] Cristo revestisteis [enedusasthe, aoristo medio indicativo de enduo] de Cristo para sí mismos” (traducción). No tenemos nada que ver con nuestro entrar en Cristo; pero participamos en la acción de revestirse de Cristo en nuestras vidas diarias; y esto es probado por la voz media de enduo.

La fórmula para el bautismo fue dada por la Cabeza de la asamblea, Jesucristo Mismo: “Id al mundo predicando el evangelio, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19 — traducción). No hay contradicción entre el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo y el bautismo en el nombre de Jesucristo como se enseña en Hechos. Tenemos entrada al Padre por el Hijo mediante la agencia del Espíritu Santo. Uno que niega cualquier Persona en la Trinidad no tiene entrada al Padre. El Padre nos eligió, el Hijo nos redimió, y el Espíritu Santo nos vivificó. Toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Jesucristo.

(Contenido)


11

LA PROFECÍA DE JOEL ACERCA DEL
BAUTISMO EN EL ESPÍRITU Y FUEGO

El bautismo en el Espíritu Santo y fuego fue profetizado por ambos Joel y Juan el Bautista (Joel 2:28-30; Mat. 3:11; Luc. 3:16). La palabra hebrea para Espíritu se encuentra 388 veces en el Antiguo Testamento. Se usa la palabra griega para Espíritu 378 veces en el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo fue el Agente en la reconstrucción del estado caótico de la creación. En el principio, creó Dios los cielos y la tierra (Gén. 1:1). La tierra llegó a ser desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre el abismo. El Espíritu se movía sobre el estado caótico de la creación (Gén. 1:2). El Espíritu Santo tenía una parte en el comienzo del hombre (Gén. 2:7). Él no contendió para siempre con el hombre mediante el ministerio de la palabra (Gén. 6:3). Antes del día de Pentecostés, el Espíritu Santo vino sobre jueces, artesanos, profetas, y líderes civiles en el Antiguo Testamento para que fueran poderosos para una misión particular (Núm. 24:2; Jue. 3:10; 6:34; etcétera), y después se apartó de ellos (I Sam. 16:14). En el día de Pentecostés, la asamblea fue bautizada en el Espíritu Santo. Cinco de las siete referencias al bautismo en el Espíritu fueron proféticas (Mat. 3:11; Mar. 1:8; Luc. 3:16; Juan 1:33; Hech. 1:5). Las otras dos son históricas (Hech. 11:16; I Cor. 12:13). Subsiguiente al día de Pentecostés, el Nuevo Testamento habla de ser nacido del Espíritu (Juan 3:5-8), habiendo sido bautizado en el Espíritu (I Cor. 12:13), habiendo sido sellado con el Espíritu (Ef. 1:13), siendo lleno del Espíritu (Ef. 5:18), y habiendo sido ungido con el Espíritu (I Jn. 2:20, 27; II Cor. 1:21).

Se usa la palabra “fuego” más de 375 veces en la Biblia, y casi 76 de estas están en el Nuevo Testamento. La palabra hebrea es esh. Se usa dentro del contexto de o la revelación de Dios de Sí Mismo al hombre o el acercamiento del hombre a Dios en la adoración. A fin de adecuadamente interpretar esta palabra en Mateo 3:11 y Lucas 3:16, se deberían considerar algunos de su usos en el Antiguo Testamento debería ser considerados.

Cuando Adán y Eva cayeron, la espada encendida guardó el camino a la entrada en el huerto de modo que si querían regresar al huerto de Edén deberían pasar por el fuego (Gén. 3:24). El fuego simboliza la separación de vida en la separación de Adán y Eva del huerto de Edén por la espada encendida. El clímax del pacto de Dios con Abraham fue por una antorcha de fuego (Gén. 15:17). Dios apareció a Moisés en una llama de fuego (Ex. 3:2, 4). Jehová descendió sobre el Monte Sinaí en fuego (Ex. 19:18). La visión de Ezequiel fue dominada por el fuego (Ezeq. 1:26, 27). La destrucción de Sodoma y Gomorra por el fuego es un símbolo del juicio de Dios sobre esas ciudades (Gén. 18;19). Coré, con sus 250 seguidores, fue consumido por el fuego (Núm. 16:32-35). Dios destruyó a Nadab y Abiú con fuego porque ofrecieron fuego extraño (Lev. 10:1, 2). El fuego simboliza la limpieza (Isa. 6:1-9; Mal. 3:2). Concluyentemente, en el Antiguo Testamento, el fuego simboliza la separación, el juicio, la destrucción, y la limpieza.

A una persona el fuego significa la muerte, y a otra significa la vida. El fuego refiere a la revelación de Dios de Sí Mismo y el acercamiento del hombre a Dios por medio de un sacrificio. Donde se mencionan el fuego y la sangre juntos, uno piensa del sacrificio que es una bendición. Esto se demuestra en los sacrificios de Levítico 1-5. Pero donde hay fuego sin sangre hay una maldición.

La palabra neotestamentaria griega para fuego es pur. Se usa la palabra pocas veces en un sentido literal (Mat. 17:15; Luc. 22:55; Hech. 28:5). Se usa simbólicamente del Espíritu (Hech. 2:3), del tribunal de Jesucristo donde nuestras obras serán probadas así como por el fuego (I Cor. 3:13-15), de Dios como un fuego consumidor (Heb. 12:29), y del Señor Jesús cuando juzga las asambleas (Apoc. 1:14). La palabra denota juicio en muchas de las aproximadamente 76 referencias. Puesto que Juan predecía la bendición cuando dijo que Jesucristo bautizaría en el Espíritu Santo y fuego, ¿cómo sería el juicio una bendición? Esto se considerará luego en nuestra discusión.

Se puede dividir la profecía de Joel, de que una parte fue citada por Pedro en el día de Pentecostés, en la manera siguiente: (1) Joel pronosticó el día del Señor (Joel 1). (2) En vista del día del Señor, Joel exhortó y consoló al pueblo (Joel 2). (3) Aunque el cautiverio del pueblo de Dios puede ser largo y doloroso, no será para siempre (Joel 3).

El día del Señor, que se asociará con fuego, se describe en Joel 1:1-10 y se prefigura en el versículo 15. La calamidad nacional vino sobre Israel. Se debería transmitir la memoria del juicio de Dios a toda posteridad y escribirla para las generaciones venideras (Sal. 102:18). Israel debe ver sus aflicciones como advertencias, sus sufrimientos como sermones permanentes, y sus correcciones como instrucciones para las generaciones futuras. Pablo dio el mismo tipo de instrucción a los santos de Corinto cuando él sacó las analogías del Antiguo Testamento. Se debe guardar un registro de las obras grandes de Dios, si fueron para bendiciones o castigos, como una lista para el beneficio de la posteridad sino con la gravedad santa.

Los insectos enumerados en Joel 1:4 fueron instrumentos del juicio Divino. Joel llamaba a Israel al arrepentimiento a fin de evitar un juicio más serio. La oruga deriva su nombre en hebreo de afeitarse, porque afeita la fruta de la tierra. El saltón deriva su nombre en hebreo de la multitud. Corta las cimas de las plantas. La langosta deriva su nombre en hebreo de lamer. Alimenta sobre las flores y las frutas. El revoltón deriva su nombre de derrochar, porque totalmente consume la fruta, sucursales, y todo. Joel llamaba el pueblo al arrepentimiento a fin de evitar un juicio más serio por medio de los ejércitos del enemigo, de que los insectos que él mencionó fueron solamente tipos. Cada invasión era con destrucción más intensiva. Lo que un insecto dejó, el próximo devoró hasta que todo fue destruido. Esta es más que historia. Es la profecía, un tipo de otra invasión más terrible que tenía su cumplimiento parcial en el día de Joel y tendrá su cumplimiento completo en el día del Señor.

La instrucción al pueblo en la vista de sus circunstancias de juicio era para llorar como joven (1:8), ser confundidos (1:11), y ceñíos (1:13). Joel les llamaba al arrepentimiento. Los ministros de Jehová y la tierra estaban de duelo y asolada (1:9, 10). La tierra está bajo una maldición de infructuosidad, aun en su mejor estado. La creación gime a causa de la maldición, esperando el tiempo en que la maldición será quitada (Rom. 8:20-22). Los sacrificios no estaban siendo hechos (1:13). Los sacerdotes deben proclamar ayuno, convocar a asamblea, congregar en la casa de Jehová, y clamar a Jehová (1:14). El lugar donde iban a congregarse fue “en la casa de Jehová vuestro Dios.” Él fue su Dios por el pacto. Él es nuestro Dios por el pacto eterno de la gracia. El objeto de este día fue para el arrepentimiento y la confesión de los pecados. Debe haber humillación para que una persona pueda tener reflejo apropiado sobre las cosas del Señor. La lamentación privada y la humillación privada no son suficientes bajo las calamidades públicas. Se debe decretar un tiempo para venir al lugar determinado que el ayuno sea conocido. No hubo ejemplos de ayunos antes de Moisés. Ni el Salvador o los apóstoles instituyeron ningún ayuno en particular. El ayuno verdadero resulta cuando los creyentes llegan a ser tan preocupados con los asuntos santos que todo lo demás se hace a un lado.

Hay una lección en esto para nosotros hoy en día. La persona con la fe dada por Dios acepta a Cristo; su orar acepta la soberanía de Dios; y en su ayunar se niega a sí mismo. A causa de la condición desolada de la asamblea institucional, que está en el derroche espiritual de hoy en día y infligido por muchos enemigos espirituales, tenemos una sequía espiritual. Como en los días de la profecía de Amós (Amós 8:11), hay un hambre para la palabra de Dios en toda su pureza. El llamamiento sale para arrepentimiento, pero el pueblo no se arrepentirá. Este arrepentimiento debe comenzar con los líderes. A causa del hambre por la palabra de Dios y la adoración de Dios, el juicio de Dios vino en el tiempo de Joel. El mundo no puede continuar en el camino que va sin experimentar el juicio de Dios.

Se interpreta el día de Jehová en Joel 1:15. Joel profetizó que vendría como destrucción. El día de Jehová se asociaría con fuego (Joel 1:19, 20). El Espíritu tomó la oportunidad dada por una escasez no paralela de cosas en el tiempo de Joel para despertar el pueblo con respecto al día de Jehová. La calamidad nacional vino sobre Israel, que prefigura el día grande y terrible en que el poder de Dios se manifestará en juicio.

El tocar de la trompeta es conectado con el día de Jehová (Joel 2:1). El deber de los sacerdotes fue tocar la trompeta. Había dos trompetas tocadas en Israel (Núm. 10). Las trompetas entraron con aptitud llamativa después de la instrucción con respecto al movimiento de la nube. Se compusieron de una pieza de plata, pero sirvieron por un propósito dual. Se tocó una trompeta para congregar al pueblo, y se tocó la otra para alertar a los israelitas para comenzar el viaje.

La trompeta debe dar un mensaje distinto. Esta costumbre antigua del Antiguo Testamento para dar un mensaje distinto es para nosotros hoy en día. El hombre de Dios debe dar un mensaje cierto de modo que el pueblo de Dios pueda prepararse para la batalla: “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” (I Cor. 14:8). ¿Permitiremos los hombres avanzar en juicio sin ser advertidos? ¿Deberíamos permanecer quietos y no dar un sonido distinto? Se debe exponer la a gente a la verdad no importa si la escucha o no. Tocar la alarma no es una advertencia en cuanto a lo que ha ya sucedido sino la advertencia que pertenece a lo que está a punto de suceder. Esto sigue la descripción del ejército temeroso que iba a inundar la tierra.

El día de Jehová es acompañado con las tinieblas, obscuridad, nubes, sombras, y fuego (Joel 2:2, 3). Joel dio una profecía del tiempo del fin cuando el fuego consumirá antes del pueblo; tras del pueblo abrasará llama; y detrás del pueblo habrá un desierto asolado. No habrá quien de él escape (Joel 2:3). “Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor” (Joel 2:10).

Las tinieblas son el emblema de tristeza intensiva, pero la luz es el emblema de gozo. La imagen describe la universalidad de las tinieblas. Las tinieblas crecerán más obscuras. En este ejemplo, en vez de las cimas de las montañas que cogen los rayos alegres del sol temprano de la mañana y la luz que esparce de una altura a la otra hasta la tierra entera es ordenada en luz, todo llegará a ser tinieblas. La apostasía continuará aumentando hasta el tiempo del fin. La grandeza de pecado de Israel trajo juicio, y traerá un tiempo terrible de juicio que no se ha visto, aun en los años de su cautiverio.

Se describe el día de Jehová como “grande...y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?” (Joel 2:11). En vista del día venidero y la intervención de Dios, Israel debería arrepentirse. Un evento demasiado claro para no verlo es la apelación a la nación para arrepentirse antes que caiga el juicio de Dios (Joel 2:12-17). Hay una conversión de cerebro sin conversión del corazón. Sin embargo, se requiere la alteración no solamente en la mente sino también en los afectos del corazón. Sin un cambio en los afectos del corazón, el arrepentimiento no es genuino. Los Cristianos saben que cuando el Señor nos manda arrepentirnos, el arrepentimiento es necesario; y escapamos al castigo solamente por huir a Dios.

En la Escritura el arrepentimiento se representa como renovación del deterioro, la refinación de la escoria, recuperación de una enfermedad, limpieza de contaminación, levantándose de una caída, o conversión. Algunos no rasgan sus corazones ni sus vestidos. Otros rasgan sus vestidos y no sus corazones, y algunos rasgan sus corazones y sus vestidos. Se deben manifestar la tristeza interior y la expresión exterior. La tristeza interior es manifestada por lo que hacemos consistentemente. Cuando el corazón es hecho limpio, el vestido también es hecho blanco. Un corazón rasgado es seguido por un velo rasgado y un cielo roto (Mat. 27:51; Isa. 64:1).

La nación también fue llamada a ayunar. El ayunar es la abnegación. El alimentar la carne aumentará la corrupción (Jer. 5:7, 8). La abstinencia vence la carne. Esto es lo que Pablo tenía en mente cuando dijo que él golpeó su cuerpo para ponerlo en servidumbre (I Cor. 9:27). Los días de ayuno y los días para engordar el alma no son los mismos. Se llamó a la nación para llorar y lamentar. Pedro nunca se vio tan bien como cuando lloró lágrimas amargas en arrepentimiento. Un Cristiano fuera de la voluntad de Dios nunca se ve tan bien como cuando llora las lágrimas amargas de arrepentimiento. El Rey David ilustra esto en Salmos 6 y 51. El arrepentimiento incluye ayunar y lamentar. ¿Qué día es un día humilde sin un corazón humilde? La tristeza para el pecado no debe ser repentino y ligero sino pesada y tajante. Israel debe rasgar sus corazones y no sus vestidos (Joel 2:13).

La apelación fue escuchada. Los sacerdotes, los ministros de Jehová, hicieron ejemplos en la conversión. Ellos lloraron entre la entrada y el altar. La entrada denota el compañerismo para con Dios, y el altar proclama la redención lograda. Israel se arrepintió y manifestó el arrepentimiento. El Señor le bendijo (Joel 2:18, 19), lo emancipó (Joel 2:20), lo prosperó (Joel 2:21-27), juzgó las naciones gentiles (Joel 3:1-8), y le prometió las bendiciones del reino (Joel 3:17-21).

Dios prometió a Israel arrepentido la lluvia temprana y tardía (Joel 2:23). Los carismáticos declaran que la lluvia temprana se refiere al derramamiento original del Espíritu en el día de Pentecostés, y la lluvia tardía denota el renacimiento carismático de los últimos días. Contrario a su opinión, este versículo y Santiago 5:7-8 son conectados: “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad, cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.” Así que, la lluvia es conectada con el derramamiento del Espíritu predicho por Joel, y la lluvia tardía designa un evento que precederá inmediatamente la segunda venida de Cristo.

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12

LA PROFECÍA DE JUAN ACERCA DEL
BAUTISMO EN EL ESPÍRITU Y FUEGO

La ley y los profetas fueron “hasta” Juan el Bautista (Luc. 16:16). Su profecía de Cristo bautizando en el Espíritu Santo y fuego, como las profecías del Antiguo Testamento, no hizo distinción entre la primera y segunda venida de Cristo. El Espíritu Santo le condujo a hablar del cumplimiento cercano y parcial en el día de Pentecostés y el cumplimiento remoto y completo en la segunda venida de Cristo. La pregunta de Juan a Cristo desde la cárcel por sus discípulos, “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mat. 11:3), muestra que él no entendió el lapso de tiempo entre las dos venidas de Cristo. Además, los discípulos habiéndose reunidos preguntaron al Señor, diciendo: “¿Estás en este momento restaurando el reino a Israel?” (Hech. 1:6 — traducción). El Señor dijo: “No es el vuestro suyo saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en Su propia autoridad” (Hech. 1:7 — traducción). La respuesta del Señor no contradice el establecimiento futuro del reino.

Juan y los discípulos entendieron la naturaleza del reino, pero ellos fueron ignorantes en cuanto al tiempo de su establecimiento. El tiempo del establecimiento del reino permanece un secreto con el Padre (Mat. 24:36). El Hijo Mismo, a causa de Su sumisión al Padre, dijo que no supo el tiempo (Mar. 13:32). Esto no indica que Él no sabe todas las cosas. Pero Él habló en sumisión al Padre. Él era el Perfecto y siempre hizo la voluntad de Su Padre. Concluyentemente, los discípulos no sabían nada de un reino ya establecido. No fue establecido en la primera venida de Jesucristo. Seguramente los apóstoles hubieran sabido si Cristo había establecido ya el reino. Subsiguiente al día de Pentecostés, los apóstoles no predicaron que el reino había sido establecido. Jesucristo no corrigió a los discípulos acerca de su punto de vista del reino. El restaurar del reino a Israel no podía significar nada más que el reino profetizado en el Antiguo Testamento.

En Mateo 3:11, Juan el Bautista habló a los fariseos y saduceos cuando dijo, “Os estoy bautizando ahora en agua por causa de su arrepentimiento: pero El que viene tras de mí, es más fuerte que yo, de quien yo no soy digno de estar llevando Sus calzados; Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego” (traducción). Ellos eran los que salían para ser bautizados por él (Mat. 3:7). En Lucas 3:7, Lucas dijo: “Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por [hupo, ablativo de agencia] él: ¡Generación de víboras! ¿Quién os advirtió a huir de [apo, ablativo de separación] la ira venidera?” (traducción). En ambos Mateo y Lucas, el contexto de cada pasaje prueba que se dirigió la profecía de Juan acerca del bautizar de Cristo en el Espíritu Santo y fuego primariamente a los israelitas. Él los advirtió del juicio venidero. El hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles, y Dios estaba al punto de hablarles del juicio en su mensaje (Mat. 3:10; Luc. 3:9). Dios manifestará Su ira sobre todos los no regenerados. La profecía de Juan acerca del bautizar de Cristo en el Espíritu y fuego fue una bendición al regenerado pero una maldición al no regenerado. De la misma manera, nuestro anuncio de la verdad es un olor de vida a aquellos que el Espíritu Santo regenera, pero es olor de muerte al no regenerado (II Cor. 2:14-16).

Se debería considerar la profecía de Juan acerca del bautizar de Cristo en el Espíritu Santo y fuego en cada uno de los Evangelios sinópticos. Mateo incluyó fuego en su narración: “Os estoy bautizando en agua por causa de vuestro arrepentimiento, pero El que viene tras de mí es más fuerte que yo, de quien yo no soy digno de estar llevando Su calzado; Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego” (Mat. 3:11 — traducción). La narración corta de Marcos de la profecía de Juan eliminó el fuego: “Yo os bauticé en agua; pero Él os bautizará en el Espíritu Santo” (Mar. 1:8 — traducción). Lucas incluyó fuego en su Evangelio: “Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más fuerte que yo, de quien no soy digno de desatar Su calzado; Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego” (Luc. 3:16 — traducción). Juan omitió fuego: “Yo no Le había conocido; pero El que me había enviado a bautizar en agua, Aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre Él, ése es Él bautizando en el Espíritu Santo” (Juan 1:33 — traducción). Lucas, que también escribió los Hechos, no incluyó la palabra fuego en Hechos 1:5 — “Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo no muchos días después de estas” (traducción).

La narración de Lucas acerca de este tema es más detallada que la de Mateo. Se registra en Lucas 3:7-18. Ambos Mateo y Lucas hacen referencia al aventador en la mano de Cristo (Mat. 3:12; Luc. 3:17). Cuatro referencias son hechas al juicio por ambos escritores: (1) El hacha, que destruye, es un medio de juicio. (2) La pala es un elemento de juicio porque como la pala que limpia hace su trabajo, la paja sale por el viento. (3) El fuego, que indica la destrucción, es un medio de juicio. Mateo lo llama fuego que nunca se apagará en Mateo 3:12. (4) La ira también es un medio de juicio. Ambos Mateo y Lucas usan la palabra fuego tres veces (Mat. 3:10, 11, 12; Luc. 3:9, 16, 17). Es claro que el fuego tiene referencia al juicio. La primera referencia al fuego es conectada con juzgar los árboles sin fruto; la segunda, con la bendición de juzgar por los creyentes en el futuro; y la tercera, con el juicio final en el gran trono blanco.

El bautismo en el Espíritu y fuego no puede ser la regeneración — el nuevo nacimiento. Algunos creen que el bautismo en el Espíritu es una cosa y el fuego limpia como el Espíritu Santo. Pero este sería redundante. Sería igual en decir bautizado en el Espíritu Santo y bautizado en el Espíritu Santo. El bautismo de aquellos en el día de Pentecostés fue una bendición añadida a personas ya regeneradas. El Señor Jesús había soplado sobre los apóstoles. Él les dijo, “Paz sea a vosotros. Como el Padre me ha enviado, yo también os envío. Y diciendo esto, sopló sobre ellos, diciendo: Recibid inmediatamente el Espíritu Santo” (Juan 20:21, 22 — traducción). Su soplar sobre ellos fue un anticipo del día de Pentecostés, que fue un anticipo del reino. Cada hijo de Dios tiene la garantía de lo que Cristo prometió parcialmente llevarse a cabo en el futuro próximo (Ef. 1:13) y completamente llevarse a cabo en el futuro remoto (Hech. 2:17). Se designó el bautismo en el Espíritu Santo es designado para unir a los judíos y a los no judíos en la asamblea que Jesucristo ha establecido ya y de la cual los apóstoles fueron el fundamento. Así que, se dio poder a la asamblea infantil en el día de Pentecostés para la proclamación del evangelio.

En el comienzo de la historia de la asamblea, los primeros discípulos tenían poder ordinario así como también lo extraordinario. A causa de esto, tenían dones ordinarios y extraordinarios. Los dones y poderes extraordinarios continuaron hasta la terminación de la palabra de Dios. Algunos argumentan que puesto que Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos, este poder extraordinario y los dones extraordinarios continúan. Jesucristo es eternamente el mismo porque Él es Dios, y Dios no cambia. Sin embargo, Él sí cambia Sus métodos. Su método presente es mediante oficiales ordinarios con dones ordinarios dados por Dios.

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EL CUMPLIMIENTO PARCIAL DE LAS
PROFECÍAS DE JOEL Y JUAN

El bautismo en el Espíritu Santo y fuego no puede encontrar su cumplimiento en el día de Pentecostés. ¿Por qué incluyó Lucas la palabra fuego en su Evangelio (Luc. 3:16) y la omitió en Hechos 1:5? En su narración en Lucas, él habló del día de Pentecostés como un cumplimiento parcial, señalando al cumplimiento completo y remoto. Así como en Hechos, él habló solamente del día de Pentecostés, en tal tiempo hubo el bautismo en el Espíritu Santo pero no fuego. Muchos usan Hechos 2:3 — “Y se les aparecieron lenguas siendo distribuidas como fuego, y asentó sobre cada uno de ellos” (traducción) — como un texto de prueba para comprobar su opinión que este es el cumplimiento del fuego mencionado en Mateo 3:11 y Lucas 3:16. Sin embargo, la declaración que describe los fenómenos en el día de Pentecostés, “como fuego,” de Hechos 2:3 no es igual que la palabra “fuego” en las narraciones de Mateo y Lucas en sus Evangelios. Este fue parecido al fuego pero no actualmente el fuego en la profecía de Juan.

La asamblea infantil fue bautizada en el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Se predijo esto en Hechos 1:5 donde se omite la palabra fuego. El aoristo pasivo indicativo del verbo baptidzo usada en I Corintios 12:13 significa que el bautismo en el Espíritu se llevó a cabo en el pasado en el día de Pentecostés. El indicativo es el modo de la realidad; por lo tanto, actualmente se llevó a cabo en aquel entonces. Todos los que estaban unánimes juntos en Hechos 2:1-4 fueron los 120 discípulos del Señor que esperaban en el aposento para el cumplimiento parcial de la promesa por Juan que se registró en Hechos 1:5. (Véase Hech. 1:12-15.) Puesto que los Cristianos fueron bautizados, este bautismo no podría ser la regeneración. Hay una diferencia entre el nacer del Espíritu y ser bautizado en la esfera del Espíritu. Nacemos del Espíritu, y aquellos que nacen del Espíritu fueron bautizados en esa asamblea infantil. Por lo tanto, nuestro bautismo en el Espíritu fue en ese bautismo.

La fiesta de Pentecostés, que se llama la fiesta solemne de las semanas en Deuteronomio 16:9-16 y II Crónicas 8:13, se describe en Levítico 23:16-22. Esta fiesta fue observada por Israel cincuenta días después de la fiesta de la pascua cuando los hijos de Israel trajeron una gavilla de los primeros frutos de la siega (Lev. 23:10). La gavilla prefiguró a Jesucristo, el Cordero de Dios. La gavilla, como Cristo, no necesitó preparación. Él fue absolutamente santo. La fiesta solemne de las semanas armoniza con lo que se llevó a cabo en el día de Pentecostés.

Se prefiguraron las tres partes al bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés en la fiesta solemne de las semanas — Pentecostés — de la que había tres partes. “Cuando segareis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu siega; para el pobre y para el extranjero la dejarás. Yo Jehová vuestro Dios” (Lev. 23:22). En este versículo, noten las tres partes de Pentecostés prefiguradas: (1) “Segareis” refiere a los judíos que son asociados con la “mies.” (2) El “pobre” designa los no-judíos que son conectados con el “último rincón de ella.” (3) El “extranjero” llama la atención a los no-judíos que son relacionados con “espigarás tu siega.”

Se cumplió esta fiesta parcialmente en las tres partes del día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo vino sobre los judíos — Hechos 2, los samaritanos — Hechos 8, y los gentiles — Hechos 10, pero no sobre “toda carne [humanidad]” (Joel 2:28). (1) Hechos 2 — Los judíos congregados en el aposento en Jerusalén fueron bautizados en el Espíritu Santo para corresponder con “segareis” en Levítico 23:22. (2) Hechos 8 — Los samaritanos en Samaria fueron bautizados en el Espíritu Santo en respuesta al “pobre” en Levítico 23:22. Estos no fueron judíos puros. (3) Hechos 10 — Los gentiles hasta lo último de la tierra (Hech. 1:8) fueron bautizados en el Espíritu Santo para corresponder con los “extranjeros” — no-judíos — en Levítico 23:22. Estas fueron las tres partes del día de Pentecostés cuando estos tres grupos recibieron un anticipo de lo que será cumplido totalmente en el futuro.

El bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés dio poder a la asamblea infantil, que se compuso de judíos y gentiles entre quienes la pared intermedia se derriba, para testificar durante la edad de la asamblea: “pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hech. 1:8 BLA). Jesucristo es la principal piedra del ángulo (Mat. 16:18), y los apóstoles llegaron a ser el fundamento de la asamblea (Ef. 2:20). La edad de la asamblea, que comenzó con Cristo y Sus apóstoles, experimentó un anticipo de lo que Juan predijo para Israel (Mat. 3:11; Luc. 3:16).

Jesucristo, no el Espíritu Santo, es el Agente en el bautismo en el Espíritu. Solamente hay siete referencias al bautismo en el Espíritu (Mat. 3:11; Mar. 1:8; Luc. 3:16; Juan 1:33; Hech. 1:5; 11:16; I Cor. 12:13). Las primeras cinco referencias son proféticas, y las últimas dos son históricas. Cinco anticipan el día de Pentecostés, y dos son históricos de que pasó en el día de Pentecostés. No hay tal cosa como un individuo siendo bautizado en, con, o por el Espíritu Santo hoy en día. Consideramos la última referencia histórica: “Porque ciertamente en un Espíritu fuimos todos bautizados [ebaptisthemen, aoristo pasivo indicativo de baptidzo] en un cuerpo, sean judíos o gentiles, sean esclavos o libres; y todos nos hizo beber un Espíritu” (I Cor. 12:13 — traducción). El modo indicativo es el modo de la realidad, y la voz pasiva significa que el Señor Jesús era el Agente de este bautismo. Juan dijo, “...Él [Jesucristo] os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mat. 3:11b). El Espíritu Santo es la esfera en la que Jesucristo bautizó a la asamblea infantil. La voz pasiva significa que la asamblea infantil no participó en él. Es histórico. Se ha cumplido. La gente nacida de nuevo ha sido bautizada por Jesucristo en la esfera del Espíritu Santo.

El bautismo en el día de Pentecostés fue colectivo. Incluyó el cuerpo de Cristo, es decir, Su asamblea. No hay una referencia al individuo siendo bautizado en el Espíritu Santo. La asamblea como una totalidad fue bautizada en la esfera del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Este no era el Espíritu Santo siendo derramado sobre toda carne en el reino. Esto es futuro. Los discípulos no supieron nada acerca de un reino que se había establecido. Israel como una nación no entró en los eventos del día de Pentecostés. Ellos conocieron la naturaleza del reino pero no el tiempo de su establecimiento. El día de Pentecostés fue un anticipo de lo que aún será experimentado por el pueblo de Dios como una totalidad. El Espíritu Santo guió a Lucas incluir fuego en la profecía de Juan en Lucas 3:16 y omitirlo en Hechos 1:5 cuando él predijo lo que se llevaría a cabo en unos pocos días. Él no hizo referencia al fuego en la última referencia, porque lo que el fuego representa no se cumpliría en unos pocos días. El terrible “día del Señor” no se llevaría a cabo en el día de Pentecostés. El día de Pentecostés sería solamente un cumplimiento parcial de la profecía de Joel.

La obra presente del Espíritu Santo en la vida del creyente se registra en Efesios 5:18 — “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.” Siendo llenos del Espíritu significa siendo continuamente controlado por medio del Espíritu. No hay bautismo en el Espíritu desde el día de Pentecostés. Los elegidos nacen del Espíritu (Juan 3:8), sellados con el Espíritu (Ef. 1:13), poseen la garantía de nuestra herencia (Ef. 1:1, 14), y tienen el Espíritu como nuestra guía (Rom. 8:14) y como nuestro maestro (I Jn. 2:20, 27). Como todos los elegidos que constituyen la asamblea murieron con Cristo en el Calvario, fuimos todos bautizados por Cristo en un cuerpo en el día de Pentecostés. Como fuimos legalmente en Cristo antes de la regeneración, fuimos legalmente en el cuerpo antes de ser nacidos del Espíritu.

Se demuestra el revés del derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne en el día Pentecostés a través de Hechos y se ha demostrado por aproximadamente 2,000 años. Cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre toda carne, la gloria de Dios cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar. Los hombres volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces, y no habrá más guerra, confusión, o caos. Así que, lo opuesto de toda carne siendo sumergida en la esfera del Espíritu es probado por lo que siguió el día de Pentecostés. Los Cristianos son perseguidos; hay guerras; hay apóstatas; etcétera; y muchas profecías aún no se han cumplidos.

El apóstol Pablo dijo a los creyentes que poseyeron las arras del Espíritu (II Cor. 1:22; 5:5; Ef. 1:14). Los creyentes son presentemente capaces de dar cuenta, mediante la habitación personal de la agencia del Espíritu Santo como unas arras, lo que hará este mismo Espíritu en el día del Señor Jesucristo. El derramamiento final de Dios no ha de confinarse a los santos que tienen las arras, porque extiende al remanente judío, a los gentiles, y a toda la tierra de la cual Pentecostés fue una prenda públicamente manifestada. Es triste cuando los hombres imprudentemente se adelanten al Espíritu, haciendo el derramamiento del Espíritu sobre toda carne presente cuando es futuro. Uno es incorrecto en referir a esta dispensación como la dispensación del Espíritu. Es la edad de la gracia cuando el Espíritu Santo opera y llama a un pueblo para Jesucristo.

Los milagros para confirmar la palabra han cesado. Si la verdad sería perpetuada hoy en día en las asambleas de Cristo por milagros sin ninguna intermisión, el bautismo en el Espíritu hubiera fracasado en su importancia como una prenda de su cumplimiento futuro. Para falsamente asignar tales señales procediendo del Espíritu Santo difama el Agente potente mediante quien el pacto se cumplirá. Los milagros en el día de Pentecostés fueron señales del reino dadas por Dios como una prenda, y el bautismo en el Espíritu fue las arras de lo que está aún por venir.

El rechazo de Israel se cristalizó en la primera parte de Hechos. Por lo tanto, se han retirados las señales y los prodigios hasta el reino venidero. Puesto que Joel no refiere a la asamblea de Cristo, el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés no podía ser el cumplimiento completo de la profecía de Joel. Se proclamaron el reino y el evangelio primeramente a los judíos, pero ellos rechazaron los requerimientos espirituales del reino — el arrepentimiento y la fe — y aun crucificó al Rey en el cumplimiento de la profecía. Esta crucifixión fue ordenada por Dios para el propósito de la redención y para efectuar un anuncio a través del mundo del evangelio para la conversión de los elegidos.

Pedro no identificó los eventos. Él identificó el poder, como el Señor había predicho en Hechos 1:8. El bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés se diseñó para la concesión del poder sobrenatural. La asamblea infantil fue bautizada en la esfera del Espíritu — la esfera del poder — para realizar el propósito para el cual Cristo designó la asamblea. El Espíritu que anteriormente moró con Su pueblo mora en nosotros desde el día de Pentecostés.

Otra prueba de que el Espíritu Santo no vino sobre toda carne en el día de Pentecostés es el término “después de esto” de Joel 2:28. ¿Después de qué? Después de la declaración de Dios que Él ha recibido otra vez a Israel: “Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado” (Joel 2:27). El derramamiento del Espíritu en estos días se extenderá a toda carne. No se puede restringir a Israel que nacerá en un día antes del establecimiento del reino, pero incluirá a todos en el reino. “Toda carne” incluye los elegidos judíos y gentiles — el cuerpo de Cristo que ahora se está edificando (Mat. 16:18). Todos nosotros estaremos en el reino, y el bautismo en el Espíritu se experimentará universalmente. El bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés fue una bendición adicional a lo que los recipientes ya poseyeron. Cuando el Espíritu es derramado universalmente, será otra bendición añadida al pueblo de Dios. La experiencia en aquel entonces será mayor que la experiencia en el día de Pentecostés.

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EL CUMPLIMIENTO COMPLETO DE
LAS PROFECÍAS DE JOEL Y JUAN

El reino es conectado con el bautismo en el Espíritu en el cumplimiento completo de la profecía dada por Joel y Juan el Bautista en Joel 2:28-30 y en Mateo 3:11. Para evitar el mal entendimiento, es apropiado decir que el Espíritu obra en la regeneración y en la santificación durante esta dispensación, pero esta no es Su obra final. Sobre las promesas de las bendiciones físicas, otro derramamiento del Espíritu seguirá. ¿Implicó Joel que la prosperidad física debe preceder la plenitud espiritual? A Joel estas son muestras que Dios ha vuelto a Su pueblo, Israel. La sequía y el hambre fueron señales del enojo y juicio de Dios. Pero ahora había demostraciones físicas que Dios había tomado de nuevo a Israel, y esto se ascriba al pacto incondicional que Dios hizo con Israel. Dios no ha dado la espalda al pacto. Es incondicional. Dios no ha olvidado a Su pueblo (Rom. 11:1). Ellos comerán hasta saciarlos, y alabarán el nombre de Jehová su Dios, el cual hará maravillas con ellos; y el pueblo de Dios conocerá que Dios está en medio de Israel y que Él es Jehová su Dios (Joel 2:26, 27).

Joel ascendió más alto de lo que jamás había ascendido cuando vio en el futuro y dio la profecía registrada en Joel 2:28. “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” En este versículo, anoten lo siguiente: (1) Joel predijo el tiempo del derramamiento del Espíritu — “después,” después de que Dios ha recibido de nuevo a Israel (vers. 27). (2) Él predijo el Autor — Dios, “derramaré.” (3) Él predijo el alcance — “toda carne.” (4) Él predijo el efecto — “profetizarán,” “soñarán sueños,” “verán visiones,” etcétera. Esta profecía no se cumplió durante el ministerio de Cristo, en el Calvario, o en el día de Pentecostés; sino se cumplirá cuando se establezca el reino. Así que, el bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés solamente fue una prenda, o un anticipo, del cumplimiento futuro que se llevará a cabo en el tiempo que el Espíritu Santo sea derramado sobre “toda carne.” “Toda carne” incluye más de lo que se realizó en el día de Pentecostés o jamás se realizará hasta su cumplimiento en el reino.

Las bendiciones en el reino serán mayores en grado que las bendiciones de Pentecostés. Entre las bendiciones futuras está la experiencia de fuego. El fuego que se incluye en el registro de la profecía de Juan en Mateo 3:11 y Lucas 3:16 entonces será la bendición del pueblo de Dios. Como la asamblea de Jesucristo no presentemente usa las llaves del reino, así no experimenta presentemente la bendición de fuego.

El bautismo en el Espíritu Santo y fuego de Mateo 3:11 y Lucas 3:16 no se pueden dividir en una bendición y una maldición. No tiene sentido dividir la promesa de Juan en ambos una bendición y una maldición. Todo el pueblo de Dios junto heredará el reino, experimentará el derramamiento universal del Espíritu Santo, y tomará parte en la bendición de juzgar con Jesucristo. Se menciona el fuego tres veces en ambos Mateo 3 y Lucas 3. Mateo 3:10, Mateo 3:12, Lucas 3:9, y Lucas 3:17 todos refieren al juicio de Dios. Pero en Mateo 3:11 y Lucas 3:16, Juan prometió una bendición al pueblo de Dios. Esta fue una bendición para aquellos que serían bautizados en la esfera del Espíritu; y siendo así bautizados, el fuego representa el juicio de Dios en que participaremos. Jesucristo reinará como Rey, y reinaremos con Él como reyes y sacerdotes, sirviendo bajo de Él. Seremos como Cristo; y nosotros seremos asociados con Él como sacerdotes y reyes asociados, desempeñando oficios similares bajo nuestro grande Rey y Señor. Todo esto es envuelto en bendición, no en una maldición.

El fuego se usa en dos maneras en la Escritura. Se usa en el sentido de purificación, o limpieza, y se usa también en el sentido de juicio. El fuego denota juzgar y ejecutar el juicio en referencia tras referencia en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento (Deut. 4:24; II Tes. 1:8; Heb. 12:29; etcétera). Aquellos en el reino se unirán con Jesucristo en ejecutar el juicio. Pablo recordó a los corintios que los santos juzgarán al mundo y a los ángeles (I Cor. 6:2, 3). Dios prometió a la asamblea de Jesucristo que aquellos que vencieran y guardaran Sus obras tendrán autoridad sobre las naciones (Apoc. 2:26).

La profecía de Joel se cumplirá completamente en el bautismo futuro en el Espíritu Santo y fuego. El día de Pentecostés no fue el reino. Se trató con la asamblea de Cristo y no Israel en el día de Pentecostés. Es un hecho triste que muchos de los religiosos se han transferido a sí mismos las Escrituras que pertenecen a una edad futura. Aquellos en el reino se unirán con Cristo en ejecutar el juicio sobre los no regenerados, que será una bendición a los regenerados. Este juicio se llevará a cabo cuando el reino esté en su etapa de tiempo. La etapa de tiempo será los 1,000 años que preceden el estado eterno del reino. Todos los que tienen las arras del Espíritu tienen algún entendimiento de lo que el Señor Jesucristo hará cuando Su Espíritu sea derramado sobre toda carne. Habrá gente en sus cuerpos de carne y sangre en la primera fase del reino. Gente morirá durante este milenio. Pero en la fase eterna del reino, todos estarán en sus cuerpos de carne y hueso; por lo tanto, no habrá muerte. La carne y la sangre no heredarán la fase eterna del reino. El aspecto primero del reino se limpiará antes que comience el aspecto eterno (Mat. 13).

Los fenómenos físicos del sol convirtiéndose en tinieblas y la luna convirtiéndose en sangre precederán el día grande y espantoso de Jehová (Joel 2:31). Pero estos no acompañaron el bautismo en el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Pedro supo que el día de Pentecostés no fue el día grande y espantoso de Jehová sino solamente fue un cumplimiento parcial de la profecía por Joel y Juan. Él explicó el día grande y espantoso de Dios en su segunda Epístola, no en Hechos. “Esperando y apresurándose la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y elementos que están quemando se están fundiendo, pero según Su promesa, buscamos los cielos nuevos y una tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (II Ped. 3:12, 13 — traducción).

El bautismo en el Espíritu Santo y fuego no puede ser Israel como una nación entrando en los eventos de la profecía de Joel. Aunque Pedro citó la profecía de Joel y dijo, “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hech. 2:16), él no identificó el bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés como “todo esto.” El día de Pentecostés solamente fue un cumplimiento parcial de los eventos de la profecía de Joel. Ambos Joel y Juan profetizaron de la conclusión en el cumplimiento absoluto. Todo los profetas del Antiguo Testamento profetizaron en esa manera. El cumplimiento completo de la profecía de Joel no se llevará a cabo hasta la realidad del día del Señor. En ese día, se manifestarán todo simulacro e hipocresía. Solamente lo que es de Dios permanecerá. La profecía de Joel es oportuna en nuestros días apóstatas, recordándonos que la venida del Señor se acerca.

El día del Señor significa juicio. Se usa en un sentido local. Fue experimentado por el pueblo en el tiempo de Joel, y será experimentado en un sentido final. Fue el juicio del Señor sobre Israel, Judá, y Jerusalén en aquel entonces, pero también será el juicio de Dios sobre Israel, Judá, y Jerusalén en un sentido final. Joel combinó ambos lo histórico y lo profético, ambos lo cercano y lo remoto. Este es un aspecto notable que encontramos una y otra vez a través de la Escritura del Antiguo Testamento.

El reino no se establecerá sin un período de violencia y guerra: “Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión” (Joel 3:14). Cuán totalmente vanas son las expectativas de la humanidad colectiva unificada y deificada en la persona del anticristo (Apoc. 13). El Espíritu predice la formación de una confederación potente bajo los auspicios de esta última cabeza de la humanidad depravada (Apoc. 17:12). La formación de esta confederación es todavía futura. Todas las confederaciones que hayan existido en el pasado solamente fueron cumplimientos parciales anticipando el último grande conjunto en el reino de la tierra contra el Mesías (Apoc. 19). El período de violencia y la guerra contra el anticristo se describe en Apocalipsis 19, II Tesalonicenses 2, Isaías 63, y muchas otras profecías. Esta última grande guerra creará la más grande devastación que cualquier otra en el pasado. Dios ejecutará justo juicio sobre los impíos. Los malos deben llenar la medida de su pecado, y esto se habrá llevado a cabo antes que el Señor regrese (Joel 3:1-16).

La venganza pertenece a Dios: “...Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Rom. 12:19b). “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo” (Heb. 10:30). Los Cristianos anhelan el día del justo juicio absoluto bajo Jesucristo. El tiempo para el justo juicio absoluto sobre la tierra no se ejecutará hasta que el tiempo de la asamblea se haya perfeccionado. En aquel entonces usaremos las llaves de la autoridad dadas a la asamblea perfeccionada para participar en el juicio. La venganza de Dios llegará a ser nuestra en el Señor Jesucristo, nuestro Rey, el Rey de los judíos.

La palabra hebrea para venganza es nagam, que significa una presentación de justo juicio, retribución, castigo, o satisfacción. Se usa la palabra hebrea con sus derivaciones 70 veces en el Antiguo Testamento. Aunque teológicamente importante, es grandemente mal entendido. En el sentir moderno, la venganza y la revancha, viniendo de o Dios u hombre, son ideas que no parecen tener validez ética. Aquellos con este sentir no tiene concepto del carácter santo de Dios. Entendida a la luz de todo el consejo de Dios, la venganza se entiende ser un aspecto necesario de la historia de la redención. Hay pocos casos en el Antiguo Testamento donde la venganza es ejecutada por el hombre. Aunque la palabra hebrea nagam no se usa en Génesis 9:6, este versículo enseña la pena capital: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.” Los otros pasajes advierten a los hombres no tomar la venganza en sus propias manos. Estos no son contradictorios. Un uso clásico de la palabra hebrea nagam es la declaración del Señor en Deuteronomio 32:35 y 41 — “Mía es la venganza y la retribución....Si afilare mi reluciente espada, Y echare mano del juicio, Yo tomaré venganza de mis enemigos, Y daré la retribución a los que me aborrecen.” Dios no puede ser honesto a Su justo juicio y a Su carácter santo si no castiga en justo juicio. El profeta Isaías acentuó el día de la venganza del Señor. Nos regocijaremos cuando veremos el justo juicio absoluto de Dios ejecutado: “Se alegrará el justo cuando viere la venganza; Sus pies lavará en la sangre del impío. Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra” (Sal. 58:10, 11). ¿Enseña esto que los Cristianos deben odiar a sus enemigos? Nosotros, como David, odiamos a aquellos que aborrecen al Señor: “¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, Y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; Los tengo por enemigos” (Sal. 139:21, 22). Cristo no rechazaba la enseñanza del castigo justo en Su sermón del monte en Mateo 5-7, sino Él mostró que el castigo justo espera su tiempo. Salmo 50 lleve esto a la luz, mostrando que los hombres maldicen al Señor mientras que Él permanece quieto. Sin embargo, el tiempo viene cuando Su silencio terminará. Él rugirá desde Sion (Joel 3:16). Él hablará en venganza y ejecutará el justo juicio absoluto. Esperamos este día de juicio, que no ocurrirá hasta que la asamblea de Jesucristo se haya perfeccionado.

Puesto que el examen del hombre de sí mismo y otros no puede ser absolutamente perfecto porque él no puede discernir los motivos, Pablo dijo, “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (I Cor. 4:5). Se hace una distinción entre la exhortación para no juzgar en I Corintios 4:5 y la exhortación para juzgar en I Corintios 5:12-13 con el uso de “antes de tiempo” en la primera referencia. Se deber hacer un juicio justo ahora en base del fruto, obras, palabras, y el estilo de vida de uno (Mat. 7). Los Cristianos deben juzgarse a sí mismos y los miembros que ofenden en la asamblea local (I Cor. 5:12; 11:31).

La palabra griega para juzgar en I Corintios 4:5 es un presente activo imperativo de krino, que significa juzgar, pronunciar juicio, presidir sobre uno con el poder de dar una decisión judicial, o examinar. Puesto que es un imperativo, es un mandato. Este juicio, o examen, va más allá del fruto que se ve. Desciende al alma. Por lo tanto, no se lo considera externamente. El contexto de versículo 5 prueba que solo el Señor puede examinar y dar juicio sobre las cosas que son ocultas. Todas las cosas en nuestras vidas que hemos escondido exitosamente de otros en este día serán llevadas a luz, y seremos totalmente descubiertos ante el Señor. Puesto que Pablo fue incompetente para juzgarse a sí mismo o a su servicio, los corintios no podrían examinar o hacer un juicio justo del motivo y servicio de Pablo.

El tiempo para juzgar en el sentido de I Corintios 4:5 será subsiguiente a nuestro ser juzgado en el tribunal de Jesucristo, donde seremos recompensados según nuestras obras individuales que hicimos en el tiempo (I Cor. 3:13-15; II Cor. 5:10). Allí, las intenciones (plural de boule, que significa propósito, diseño, determinación por implicación, los pensamientos ocultos de la mente, o la mediación de la mente) de los corazones de otros serán traídos a la luz. Cada persona nacida de nuevo recibirá su alabanza (epainos, que significa aprobación, recomendación, reconocimiento, o recompensa) de Dios. Este es el juicio del pueblo de Dios; no es el juicio general en el gran trono blanco.

El cuerpo colectivo perfeccionado de Jesucristo será dado las llaves al reino. Se ejecutará esta autoridad perfectamente bajo el Rey perfecto, Jesucristo, el Hijo del Hombre, el Hijo de David. Siendo perfeccionado y teniendo las llaves de reino de Cristo, rendiremos el justo juicio absoluto, y la venganza de Dios llegará a ser la nuestra porque preocuparemos solamente acerca de Su venganza. El justo juicio por nosotros es imposible antes de ese tiempo. Pero rendiremos entonces el justo juicio absoluto en nuestros juicios cuando ejecutamos nuestro examen (I Cor. 6:2; Apoc. 2:26, 27). Jesucristo prometió a Sus discípulos la bendición de rendir el justo juicio absoluto en su examen. La pregunta de Pedro, “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?” (Mat. 19:27), fue contestada por la promesa de Cristo a los discípulos que ellos sentarían sobre doce tronos juzgando las doce tribus de Israel: “Y Jesús les dijo, de cierto os digo que vosotros que me habéis seguido en la regeneración [paliggenesia, que significa renacimiento, nuevo nacimiento, edad nueva, o el próximo mundo], cuando el Hijo del Hombre se sentirá en el trono de Su gloria os sentaréis sobre doce tronos juzgando las doce tribus de Israel” (Mat. 19:28 — traducción).

Algunos dicen que la palabra para regeneración refiere al nuevo nacimiento. Ellos son correctos en referencia a su uso en Tito 3:5. Pero en Mateo 19:28, el Señor habló a discípulos ya regenerados; por lo tanto, refiere a la edad nueva — la restauración mesiánica. Se declara el elemento de tiempo explícitamente. Tiene que ver con el futuro, cuando el Hijo del Hombre se sentará sobre el trono de Su gloria. Entonces, los apóstoles se sentarán sobre tronos para juzgar las doce tribus de Israel. Se inscribirán los nombres de los doce apóstoles en los doce cimientos de la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:14). Así que, los doce apóstoles tendrán una parte en lo que es futuro. Además, ellos tenían una parte en el fundamento de la asamblea (Ef. 2:19, 20).

Aquellos que han dejado todo por el nombre de Jesucristo “recibirán cien veces más, y heredarán la vida eterna en su plenitud” (Mat. 19:29 — traducción). La regeneración — la restauración mesiánica de todas las cosas — de Hechos 3:19-21 no es un acto único. Incluye la glorificación de los cuerpos de los Cristianos que constituyen la ekklesia — el cuerpo de Cristo. También involucra la restauración futura de Israel cuando Dios tratará con ellos nacionalmente. Los juicios que se llevarán a cabo durante el milenio antes del estado eterno del reino también son incluidos en esta restauración. Aquellos que participarán en esto juicio incluirán las ramas judías que han sido quitadas, la asamblea que ha sido injertada, y las ramas naturales restauradas (Rom. 11).

Con estas verdades en mente, cualquier persona que espiritualiza el reino a fin de llevar la enseñanza del amilenialismo en cuanto al futuro del Señor es deshonesta en tratar con las Escrituras. Uno no puede aislar un texto y tratar de hacer adoptar todos los otros textos. Él debe considerar todos los pasajes relativos al tema. Él está entonces en una posición de llegar a una conclusión correcta cuando todas las Escrituras diversas perteneciendo al tema armonizan.

No hay duda acerca de la espiritualidad del reino literal. Jesucristo tenía un cuerpo material mientras que anduvo entre los hombres. Él también fue lleno del Espíritu. No había ninguno más espiritual que Él que tiene el Espíritu sin medida. Cuando el Espíritu Santo sea derramado sobre toda carne en el reino, el reino será un reino espiritual. Cuando el Rey — Jesucristo — derrame Su Espíritu sobre toda carne y el Espíritu ejerza Su energía potente en cada dirección, extendiéndose aún a la creación material, seguramente el reino será preeminentemente espiritual. Este reino no será de este mundo no espiritual. El reino literal/espiritual estará sobre una tierra renovada sobre la que Jesucristo reinará, y nosotros regiremos y reinaremos con Él.

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EL REINO PROFETIZADO

Los pensamientos de Dios acerca del futuro son llamados la profecía. Los pensamientos de Dios contienen el propósito de Su corazón. Sus pensamientos son más altos que los pensamientos del hombre como los cielos son más altos que la tierra (Isa. 55:8, 9). La capacidad del hombre de pensar es una de las características en que él ha sido hecho en la semejanza de Dios. Esta característica le distingue de la creación más inferior. Vamos a ser bondadosos con el evolucionista y admitir que tiene más inteligencia que los monos desde quien piensa que evolucionó. Debemos admitir que él piensa; pero al contrario a su conocimiento, esa capacidad es el resultado de la creación y no de la evolución. Los Cristianos son agradecidos que los pensamientos de Dios han llegado a ser nuestros pensamientos. Los Cristianos tienen la mente de Cristo; así que, no podemos ignorar los principios Divinos (I Cor. 2:16). Por lo tanto, disfrutamos en Sus pensamientos acerca de la creación, la encarnación de Cristo, la muerte sustituta de Cristo, la resurrección de Cristo, nuestra regeneración, y la profecía en cuanto a la segunda venida gloriosa de Cristo para establecer Su reino en la creación renovada subsiguiente a la caída. Sin la capacidad del hombre para pensar, Dios no puede comunicarse con los Suyos.

La profecía es un estudio que guía al creyente a volver a su pensamiento al principio así como también a la conclusión de las cosas. Puesto que Dios es el primero y el último, Sus primeros pensamientos son simultáneos con Sus últimos pensamientos. Así que, no hay sorpresa ninguna cuando uno alcanza el último libro de la Biblia — El Apocalipsis de Jesucristo — en el que él se encuentra a sí mismo una vez más contemplando el primer libro de la Biblia — Génesis. En el estudio de Apocalipsis, se ve lo primero de lo último; además, cuando uno avanza en el estudio de ese libro, aprende que el último fue visto desde el primero. El Apocalipsis es el Génesis amplificado y glorificado.

Dios ve el futuro, el presente, y el pasado a una vez porque Él es único: “Pero Él es único, ¿y quién le hará cambiar? Lo que desea su alma, eso hace” (Job 23:13 BLA). Dios es único; Él no puede tener pensamientos nuevos. Cualquier cosa que Dios piensa Él siempre lo ha pensado porque Él no piensa consecutivamente: “que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isa. 46:10). Su propósito fue establecido antes de la fundación del mundo; por lo tanto, cualquier cosa que Dios predestinó desde el principio será efectuada en el fin. Un plan perfecto que fracase en su ejecución sería contrario a la Deidad. La omnisciencia y la omnipotencia de Dios son perfectas. Lo que la omnisciencia de Dios planeó, Su omnipotencia ejecuta.

La profecía es la prueba del conocimiento infinito de Dios: “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito” (Sal. 147:5). Dios sabe todo como presente porque no hay tiempo con Él. Esta es la razón por la cual se describen algunas de las profecías en cuanto a cosas venideras como cosas presentes, y se describen las cosas futuras a veces como si hubieran sido cumplidas (Isa. 9:6; 53:4; Sal. 22:18). Había un tiempo, de la perspectiva del hombre, cuando nada excepto a Dios existió. No debemos perder de vista la verdad de que Dios estuvo antes y está arriba de lo que el hombre llama el tiempo. La creación una vez fue futuro, o hay que concluir que es eterna. Decir que la creación es eterna es negar al Creador. Negar a Dios como Creador es negar la Biblia, la existencia del hombre, y la salvación. Dios, que propuso crear, conoció todas las cosas desde el principio; de otra manera, hubo un tiempo cuando Él fue ignorante. La profecía, por lo tanto, es la prueba de Su conocimiento infinito.

La profecía es una clasificación. Puesto que había orden en la obra de la creación de Dios, vivamente descrito en Génesis, uno sería necio en negar el orden en la consumación de Su obra. Así que, los números en el libro de Apocalipsis no son simplemente números; es la clasificación. El libro de Apocalipsis de Jesucristo es claramente declarado ser profético. Esto contraprueba el punto de visto de los premilenialistas históricos y los amilenialistas que el libro es histórico. Hay que cuidarse en dar al libro cualquier clasificación excepto la de profético. Ambos el prólogo y el epílogo de Apocalipsis lo clasifican como la profecía (Apoc. 1:3; 22:7, 10, 18, 19). Tres veces, en Apocalipsis 1:1, 22:6-7, y 22:16-17, Juan afirmó que esta profecía contiene profecías Divinas y no las imaginaciones humanas. El Antiguo Testamento terminó con el anuncio de la primera venida de Cristo (Mal. 4:2), y el Nuevo Testamento concluye con la profecía de Su segunda venida (Apoc. 22:20).

¿Qué haríamos sin la clasificación en la ciencia? La clasificación es la designación de cosas a grupos dentro de un sistema de categorías distinguidos por estructura y origen. Como hay muchas ciencias en el mundo natural, hay ciencias tal como la teología, la antropología, la soteriología, la eclesiología, y la escatología en el estudio de la Biblia. Para correctamente manejar la palabra de la verdad, hay que asignar toda la Escritura que pertenece a Dios a la teología. Asignar la antropología a la Escritura que pertenece a Dios humaniza a Dios, y esto es la herejía. Designar la Escritura que relaciona el hombre a la teología deifica al hombre, y esto también es la herejía. Estos dos ejemplos deberían ilustrar la importancia de la clasificación apropiada de la Escritura. Puesto que siempre había movimientos heréticos que enfatizan ciertas declaraciones Bíblicas, nunca hay que oponer un punto de vista extremo de un tema Bíblico por ir al punto de vista opuesto. Una persona debe buscar la verdad que se encuentra comúnmente entre los dos extremos.

Los amilenialistas atacan a todos los premilenialistas por clasificarlos con las sectas falsas que aceptan el premilenialismo. Según su lógica, los premilenialistas pueden clasificar a los amilenialistas con los Católicos Romanos, porque ellos son amilenialistas. El reino futuro no es un judaísmo re-enaltecido con ordenanzas carnales.

Se debe considerar la profecía una base más alta que el simple pronóstico del futuro. Sobre todo, se debe considerar como una revelación del propósito eterno de Dios. Aunque la profecía es una declaración de algo futuro, que es un mensaje de esperanza, se debe contemplar de la verdad fundamental del propósito y la voluntad de Dios. La historia, que es la profecía ejecutada, sale del propósito de Dios. La profecía, por lo tanto, se debe aceptar como el consejo predeterminado de Dios que encuentra su culminación en el Rey predestinado y Su reino. El reino es la consumación del propósito de Dios en la redención. Es evidente en sí mismo que la profecía es destinada a revelar el propósito Divino en relación a la redención. Se registra un ejemplo de la profecía y la manera en que la profecía será finalmente cumplida en Deuteronomio 32. La profecía es una parte esencial del sistema de la revelación. No sólo revela pero también sistematiza las verdades.

Como los herederos de Dios y los coherederos con Cristo, los Cristianos son invitados por los profetas y los apóstoles a estudiar el propósito de Dios a fin de tener algún entendimiento de lo que tenemos en Cristo (Rom. 8:14-32; Ef. 1:1-14; II Ped. 1:19-21; 3:1-18). Hay dos tipos de evidencia en los corazones y en las mentes del pueblo de Dios. La primera fuente de evidencia viene de la fe, que es el don de Dios a Su pueblo; se deriva la segunda fuente de la evidencia histórica que incluye el cumplimiento de la profecía. Nuestro Señor enfatizó la importancia del estudio profético por mostrar que toda la Escritura habla de Sí misma (Luc. 24:25-27).

La clasificación es necesaria en el estudio de la profecía. Hay profecías cumplidas, parcialmente cumplidas, y no cumplidas.

Las Profecías Cumplidas

Hay profecías cumplidas. Los profetas vieron el futuro por representación. Ellos no siempre entendieron sus profecías, pero esta es solamente una evidencia intachable de la inspiración de la Biblia (I Ped. 1:10-13). Si la profecía se puede entender solamente después de su cumplimiento, ¿cómo lo puede ser una lámpara que brilla en un lugar obscuro como nuestra guía?

Vamos a considerar unas profecías en cuanto a Israel que se han cumplido. Cristo fue profetizado para nacer de una virgen (Isa. 7:14). Después que Acaz había abandonado a Jehová y estableció el altar a un dios extraño en el templo, Dios renovó las esperanzas de Israel al darle una señal, la gama de lo que extiende más allá del tiempo de Acaz. Cristo nació de una virgen (Mat. 1:18-23).

El tiempo presente usado en la profecía del Antiguo Testamento frecuentemente prueba la certeza de un evento futuro. Lo que fue la profecía a Isaías se proclamó como la historia. Los santos del Antiguo Testamento, que solamente pudieran esperar la bendición, hablaron como si se ya disfrutara el cumplimiento de la profecía. Así su fe, que los elevó a la esfera de lo espiritual, los hizo partícipes de las excelencias de Dios (Heb. 11:1-3).

Se predijo el rechazo de Israel de Cristo (Isa. 53:1-3). Ambos Cristo y Pablo citaron la profecía de Isaías (Juan 12:37, 38; Rom. 10:16). Cuando el Señor Jesús dijo, “Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean...” (Juan 12:39, 40), Él no infundió ningún principio malo en ellos. Pero los dejó a las operaciones no restringidas de sus propios corazones depravados.

El decreto de Dios no trata con los hombres inocentes sino con hombres depravados; por lo tanto, no es injusto o agravar su depravación con la verdad del evangelio o condenarlos a causa de su pecado de rechazo. Isaías dijo, “...escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isa. 53:3). Cristo dijo, “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40). No hay libre albedrío en este texto. La voluntad del pecador no es libre sino depravada. Una vez que una persona se dedica a sí mismo a la herejía que la voluntad de Dios ha de ser subordinada a su voluntad depravada, él permanecerá un hereje religioso a menos que la voluntad de Dios lo convierta y haga su voluntad subordinada a la voluntad superior de Dios. Algunos religiosos creen que el hacer de Dios a algunos pero no a otros dispuestos rinde a Él peor que el Diablo. Tales personas no tienen ningún entendimiento de su complicidad y solidaridad en la depravación. Están en peligro de ser tratados como los judíos apóstatas durante la primera venida de Jesucristo: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (Mat. 23:38).

La nación de Israel ha sido desgajada de modo que los gentiles pudieran ser injertados en la raíz (Rom. 11:11-29). Los Hechos de los Apóstoles termina con el registro de Dios volviendo de los judíos a los gentiles (Hech. 28:25-31). Se diseñó el quitamiento enseñado por Moisés y los profetas para el castigo, pero no iba a ser perpetuo. No se cumplió la restauración de Israel en el remanente que volvió desde Babilonia. Su regreso desde Babilonia fue preparatorio para la primera venida de Cristo; y se identifica la restauración registrada en Romanos 11:25-26 con la segunda venida de Cristo.

Las Profecías Parcialmente Cumplidas

Hay profecías parcialmente cumplidas. Los profetas frecuentemente predijeron la venida de Cristo sin discriminar entre la primera y segunda venida de Cristo. La razón es muy simple; ambos venidas son absolutamente necesarias para la redención perfecta. La primera es preparatoria para la segunda. No puede haber la segunda sin la primera, y la primera es la garantía de la segunda. La primera venida fue en humillación; la segunda será en gloria. No debemos olvidar que los profetas unen las dos como esenciales a la salvación completa del hombre. Por lo tanto, cada venida tiene su esfera apropiada de acción; la gloria de la segunda es la perfección subsiguiente al sufrimiento de la primera.

Los capítulos 2 y 3 de Joel son la profecía parcialmente cumplida. El Espíritu Santo no fue derramado sobre toda carne en el día de Pentecostés (Joel 2:28; Hech. 2:16). Los hombres son erróneos al adelantar este período y adscribirse a sí mismos lo que pertenece a una edad futura. No se cumplieron las señales milagrosas de Joel 2:30-31 en el día de Pentecostés. Así que, solamente se cumplió parcialmente la profecía de Joel en el día de Pentecostés. (Esta se discutió a lo largo en un capítulo antecedente.)

Malaquías 3:1-6 es una profecía parcialmente cumplida: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí: y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros....” Esto refiere a la primera venida de Cristo. “...He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” refiere a Su segunda venida. La refinación, el castigo, y la restauración a la autoridad y a la prosperidad no ocurrieron en la primera venida. La restauración de Israel no se llevará a cabo hasta el día del poder de Dios (Sal. 110:3).

Las Profecías No Cumplidas

Hay profecías no cumplidas. El centro y la meta de toda profecía es Jesucristo. La Escritura del Antiguo Testamento da la preparación para la manifestación del Rey. Los Evangelios y los Hechos revelan el nacimiento, vida, muerte, y resurrección del Rey. Desde Su ascensión, las Epístolas demuestran que el Rey está escondiéndose. Apocalipsis entroniza al Rey en Su reino.

Jesucristo se sentará sobre el trono de Su padre David (Luc. 1:32, 33; Hech. 2:30). Solo hay un trono de David, y está en Jerusalén, no en el cielo. Cristo no está presentemente sobre el trono de David (Apoc. 3:21). David era un profeta, y él supo la promesa de Dios a él. Dios hizo un voto que haría a uno de los descendientes de David un rey, y Jesucristo es aquel Rey verdadero (Luc. 1:30-33). Como Divino, Cristo es la raíz de David; y como Hombre, Él es el linaje de David (Apoc. 22:16). Jesucristo es el descendiente de David y el Señor de David.

El reino de Jesucristo será establecido en la segunda venida de Cristo (II Tim. 4:1). El monte de la casa de Jehová será confirmado como cabeza de los montes (Isa. 2:1-5). La profecía de Isaías mira más allá de las condiciones presentes de pecado y sufrimiento en la tierra. La tierra, y no cielo, está en vista.

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LA DEFINICIÓN DEL REINO

Se han hecho muchas declaraciones formales en cuanto al reino, pero solo hay una definición verdadera: El Reino de Dios será cuando el Hijo del hombre abiertamente ejerza Su poder y visiblemente traiga todas las cosas a sumisión en Su reinado justo sobre la tierra. La ignorancia Bíblica, el prejuicio denominacional, y el fanaticismo han obscurecido el significado verdadero del reino. Cada Cristiano profesante debe confesar que lo que Dios dijo es cierto, pero lo que el expositor de la Escritura dice puede o no puede ser cierto. La única manera para determinar la autenticidad del expositor es comparar lo que él dice con el registro Divino de la verdad.

El significado del reino puede ser determinado solamente por una investigación completa de todos los datos Bíblicos acerca del tema. Su definición no debería ser determinada por unos pocos pasajes asilados de la Biblia. Los Cristianos solamente tienen una llave para revelar la interpretación verdadera del reino. Puesto que los Cristianos poseen la unción Divina (I Jn. 2:20, 27), ellos deben correlacionar toda la información desde la primera profecía hasta el cumplimiento de la profecía en el establecimiento del reino. El reino de Cristo es uno de los temas grandes de la profecía Bíblica. Fue el tema principal de los profetas del Antiguo Testamento, Juan el Bautista, Jesucristo, y los apóstoles. Si alguien objeta a este hecho, esta es la respuesta: No puede haber reino sin Rey. Además, el ser Rey es subsiguiente al ser Salvador.

Un entendimiento correcto del reino es necesario para adecuadamente enseñar las Escrituras. El reino de Dios es el objeto de los pactos. Mediante la verdad del nuevo pacto, que está operando en esta edad, los elegidos están siendo llamados para llegar a ser herederos del reino. Por lo tanto, la asamblea es una etapa preparatoria para el reino venidero. El reino es un honor especial dado por el Padre a Jesucristo como el Hijo del Hombre. Se da mucha de la Santa Escritura al tema del reino, porque es la perfección de toda obra y honor de Cristo.

Hay poco acuerdo entre muchos expositores en cuanto a la connotación del reino. La palabra griega para “reino” es basileia. Algunos dicen que no se puede divorciar el reino de Dios de la actividad presente y personal de Dios. Ellos dicen que si reino significa un reino futuro sobre el cual reina un rey, se excluiría el reino espiritual sería excluido. Así, ellos concluyen que el reino no puede ser algo que ha venido y no ha venido. Aquellos que aceptan el reino espiritual presente en la asamblea fracasan en no diferenciar la soberanía del señorío. Dios siempre ha sido el Señor y Príncipe soberano sobre todas las naciones, pero no era el Rey teocrático de ninguna nación hasta que Dios llamó al Israel elegido. Además, mientras Dios mandó a Israel como su Rey teocrático, Él no cesó en ejercer Su soberanía. Por lo tanto, el reino que Cristo ascendió para recibir — el reino futuro — pertenece a Él como el Hijo del Hombre, el Hijo de David. Mientras el Hijo del Hombre ascendido no está reinando presentemente sobre el reino futuro como el Hijo de Dios, Él es el Príncipe soberano sobre el universo. En Su capacidad Divina, Él reina sobre todos; pero este reinado no es el reinado de promesa como el Hijo del Hombre. El reinado de promesa será una manifestación externamente visible del Dios-Hombre en el reino que Él ha ido a recibir.

Serios defectos existen en un sistema que requiere muchas interpretaciones diferentes del reino, tales como el reino siendo definido como (1) el reinado espiritual en la asamblea (Mat. 3:2), (2) orando para el adelanto del evangelio (Mat. 6:10), (3) los efectos del evangelio (Mat. 13:24), (4) la nueva dispensación (Mat. 13:44), (5) cada hombre que está instruido en el evangelio (Mat. 13:51-53), (6) la asamblea en la tierra (Mat. 16:19), (7) aquellos que prontamente llegan a ser Cristianos (Mat. 21:31), (8) la recepción como hijos de Dios (Mat. 25:34), y (9) el cielo donde el reinado de Dios será totalmente establecido (Mat. 26:29). No se puede interpretar Bíblicamente el reino para inferir todas estas cosas.

Chiliasmo es la doctrina teológica que Jesucristo establecerá un reino teocrático en la tierra por mil años. La palabra “chiliasmo” viene de la palabra griega chilioi, que significa un mil. Se usa la palabra diez veces en el Nuevo Testamento (II Ped. 3:8; Apoc. 11:3; 12:6; 14:20; 20:2, 3, 4, 5, 6, 7). La palabra “milenio,” una palabra latina que significa la misma cosa, ha tomado su lugar. Uno se equivoca en pensar que el reinado de Cristo será consumado en la conclusión del milenio. Él es el Rey de las edades.

Los adversarios al milenialismo enfatizan que fuera de Apocalipsis 20 no hay referencia al milenio. A la sorpresa de muchos de los premilenialistas, estos adversarios son correctos en decir que no se puede limitar el reinado de Cristo al período de mil años. Jesucristo es llamado el Rey de los siglos: “Por tanto, al Rey de los siglos [aionon, genitivo masculino plural de aion, que significa edades], inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén” (I Tim. 1:17). En ninguna parte de las Escrituras encontramos la declaración que el reinado de Cristo es restringido a mil años. Al contrario, la Biblia habla de Su reinado que continúa para siempre: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Luc. 1:32, 33).

La mayoría de los premilenialistas cometen el error de poner énfasis en el milenio más bien que en el reino. Puesto que solo hay seis referencias al milenio en Apocalipsis 20:1-7, hay muchas referencias en las Escrituras al Rey y Su reino. Se debería denunciar la idea de que Cristo establecerá un reino para durar un período corto de mil años. La Escritura frecuentemente habla del reino venidero de Jesucristo, que es asociado con Su segunda venida. El milenio es el período que sirve como la transición entre la edad de la asamblea y el estado eterno.

Los Cristianos esperan no solamente por la redención del cuerpo pero también la renovación de la tierra: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” (Rom. 8:18-24). Puesto que toda la creación ahora está bajo la maldición, el mundo animado e inanimado está sujeto a la vanidad. Los amilenialistas preguntan, ¿Dónde dice la Escritura que habrá un milenio? No se menciona el milenio, pero se hace referencia al quitamiento de la maldición en el reino de Cristo. Habrá un cambio en el mundo material cuando Cristo venga. La idea principal es la transición, no la extinción. El verbo “pereció” de II Pedro 3:6 se refiere a la gente sobre la tierra que pereció, no a la tierra misma. Pedro, hablando del mundo viejo, dijo, “Mediante que el mundo en aquel entonces pereció, siendo inundado por agua” (traducción). El verbo griego traducido “serán desechos” de II Pedro 3:12 describe la redención más bien que el aniquilamiento. Puesto que se usa este verbo griego luo para soltar, aliviar, o liberar, la condición presente de la tierra dará lugar a una condición mejor. Gimiendo y dolores de parto, que ocurren en el mundo material, dará el lugar al gloriarse y triunfarse en el reino.

El reino será lleno de la justicia. Cada bendición del Cristiano es el fruto de la obra redentora de Cristo. Nosotros frecuentemente oímos la pregunta, ¿Hay sanidad Divina en la expiación? Algunos contestan en el afirmativo y otros en negativo. La respuesta Bíblica afirmativa exige una explicación. Por el mérito de Jesucristo, toda buena dádiva y todo don perfecto desciende del Padre (Sant. 1:17). La resurrección del cuerpo del creyente es incluido en la expiación, pero todavía no es nuestra. El pedido para sanidad puede o no puede ser otorgada presentemente. La restauración de la salud está sujeto a la voluntad de Dios. Los Cristianos esperan la glorificación de nuestros cuerpos. Seremos perfeccionados espiritualmente y físicamente en el reino.

El reino involucrará el mundo entero. Comprenderá la eternidad y no sólo el milenio. Abraham llegará a ser heredero del mundo (Rom. 4:13). No se dio la promesa a Abraham, según los amilenialistas, sobre el nivel natural sino sobre lo sobrenatural. Ellos dicen que lo que se puede involucrar en la simiente numerosa está en lo sobrenatural y nunca en la esfera natural. Ellos ridiculizan lo que ellos llaman la interpretación segmentaria e fragmentaria de la Biblia.

El argumento del reino para lo sobrenatural es recomendable. Este argumento comienza por mostrar que Dios prometió a Abraham lo humanamente imposible. Isaac fue concebido sobrenaturalmente por los lomos muertos de Abraham y el vientre muerto de Sara. Las promesas hechas a Abraham fueron hechas mediante Cristo (Gál. 3:16-29). Todos los salvos han nacido sobrenaturalmente (Juan 1:12, 13; 3:8). Estos constituyen la simiente espiritual de Abraham. No hay argumento con estos hechos Bíblicos, pero la teoría de ningún reino futuro falla cuando se dice que la promesa a Abraham no incluyó la tierra. La promesa terrenal, ellos dicen, fue condicional; pero se ha violado cada condición.

La verdad revela si los amilenialistas o los milenialistas son fragmentarios y segmentarios en la interpretación Bíblica. Los amilenialistas, que aceptan la doctrina de la libre gracia, enseñan que el pacto de Dios con referencia a la soteriología (salvación) es incondicional. Por otra parte, ellos dicen que el pacto con referencia a la escatología (últimas cosas) es condicional. Esto es dividir el propósito eterno de Dios en segmentos contradictorios, así reduciendo el propósito de Dios en partes incompletas. Los milenialistas que adoptan la doctrina de la libre gracia aceptan el pacto incondicional de Dios con referencia a la soteriología y la escatología. Así, ellos no dividen el propósito de Dios en segmentos incompletos.

El propósito de Dios claramente muestra que Él destina el establecer un reino visible sobre esta tierra (Gén. 1:26-28). Sin embargo, el poder del hombre para regir, fue perdido por la caída. Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios reveló Su propósito de no solamente salvar a Sus elegidos sino también darnos el descanso eterno en el reino. Este propósito fue gradualmente desplegado. El plan de Dios fue revelado en el significado de los nombres de los hombres desde Adán hasta Noé: (1) Adán — hombre, (2) Set — designado, (3) Enós — mortal, (4) Cainán — la misericordia fija u objetiva, (5) Mahalaleel — la alabanza de Dios, (6) Jared — descenderá, (7) Enoc — dedicado, bajo la disciplina de Dios, (8) Matuselén — paciencia, (9) Lamec — humillado o derrocado, y (10) Noé — descanso (Gén. 5). Cuando estos nombres son conectados como una cadena de eventos históricos, ellos revelan que el hombre designado a morir está ante la misericordia objetiva, alaba a Dios, desciende, y llega a ser dedicado. Dios es paciente para los elegidos, y cuando los transgresores de la ley han sido humillados, el descanso será experimentado en el reino. El propósito Divino llega a ser más detallado, específico, y cierto en Abraham. Dios reveló más de los particulares de Su propósito en la salvación por distinguir a Abraham de los otros en la raza humana. Él hizo un pacto con él en cuanto a la simiente y la tierra y lo confirmó con un juramento.

Jesucristo, la simiente de Abraham (Gál. 3:16), es el heredero designado de todas las cosas (Heb. 1:2). Los Cristianos, la descendencia espiritual de Abraham (Rom. 4:13-25), son los coherederos con Cristo (Rom. 8:17). Los amilenialistas dudan la atracción de Cristo reinando sobre el trono de David. Ellos fracasan en no distinguir la soberanía absoluta de Cristo, que es Suya eternamente como el Hijo de Dios, de Su señorío, que es dado a Él por la promesa como el Hijo del Hombre. Ellos ignoran la verdad que aquellos que heredan el reino eterno no estarán en carne y sangre, sino que estarán en carne y hueso, como Jesucristo (Luc. 24:39). Además, ellos representan el reino como un reino material sobre la tierra que está bajo la maldición. En contraste a su representación, se quitará la maldición será quitada. Los cielos nuevos no estarán sobre una tierra maldecida con pecado sino sobre una tierra renovada (II Ped. 3:10-13).

Los milenialistas Bíblicos no creen que el reinado de Jesucristo será limitado a una sola ciudad, sino que Él reinará sobre el mundo renovado — el cielo nuevo y la tierra nueva. La autoridad absoluta pertenece eternamente a Cristo, y Él no abandonará esa autoridad sobre todas las cosas para reinar como Rey sobre un área limitada. Se reconocerá visiblemente Su autoridad absoluta sobre toda las cosas como el Hijo de Dios cuando el Hijo del Hombre reine como Rey. Cuando uno argumenta que los patriarcas esperaron por el reino, no ofrecemos ninguna objeción, si esto no significa que el reino será o la asamblea de Cristo o un período de solo mil años. La esperanza de los patriarcas del Antiguo Testamento y los santos del Nuevo Testamento es el reino venidero: “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (Heb. 11:39, 40).

Los Cristianos no tienen duda de que Lucas 19:11-27 se refiere a la segunda venida actual de Jesucristo. Este pasaje claramente muestra que el reino visible no aparecerá hasta el regreso del Señor Jesucristo. Cristo recibirá el reino, no la asamblea, del Padre. Así que, Él volverá con el reino para su establecimiento sobre la tierra (II Tim. 4:1; Apoc. 11:15; 5:10).

En Lucas 19:11-27, se deben observar tres cosas: (1) El reino por el cual los judíos miraron no aparecería inmediatamente (vers. 11) — la palabra “manifestaría” describe una apariencia positiva. (2) El período entre la ascensión y la segunda venida de Cristo es uno en el que los siervos esperan y tienen responsabilidades (II Tes. 3:10). (3) Habiendo recibido el reino del Padre, Cristo volverá en poder y gloria. Él no recibirá el reino de los hombres sobre la tierra. El Antiguo y Nuevo Testamento es ocupado con tres grandes hechos: Cristo viene; Él ha venido; y Él vendrá otra vez. Esta edad es el tiempo de la ausencia personal de Cristo en la tierra.

El arminianismo y el amilenialismo son ambos contraprobados en Lucas 19. En los primeros diez versículos, Jesucristo se presentó a Sí Mismo como “el Hijo del Hombre,” que significa el Mediador que debe estar entre Dios y los elegidos (I Tim. 2:5). En Lucas 19:10, se expresa el propósito de Cristo para venir al mundo — “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” No se podría frustrar Su propósito. Las mentes modernas han sido condicionadas por la enseñanza falsa en pensar en la cruz como una redención que hace menos de lo que se propuso realizar. Por el contrario, todo lo que Dios se propuso será realizado. Definitivamente se nos ha dicho quien busca a quien. Los pecadores no buscan a Dios (Rom. 3:11), pero el Hijo del Hombre busca y salva a aquellos por quienes Él murió (Juan 10:11-16). El arminiano erróneamente pone al hombre antes que Dios. En el caso de Zaqueo, el Invitado llegó a ser el Huésped cuando Cristo dijo, “...hoy es necesario que pose yo en tu casa” (Luc. 19:5). Luego, Cristo dijo a Zaqueo, “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham” (Luc. 19:9). Así que, él había sido elegido libremente a la salvación. Aunque Zaqueo era un publicano, él llegó a ser descendiente espiritual de Abraham por la regeneración. Por lo tanto, Zaqueo llegó a ser heredero del reino escatalógico que Cristo explicó en la parábola del hombre noble en los versículos que siguieron (Luc. 19:11-27).

Jesucristo ha ido para recibir para Sí Mismo un reino y para volver. Los amilenialistas niegan un reino futuro sobre la tierra. Ellos enseñan que Jesucristo recibió el reino en el cielo y presentemente reina como Rey sobre toda la raza humana sobre la tierra. Concisamente dicho, los amilenialistas creen que el reino es celestial más bien que terrenal, es espiritual más bien que político, es presente más bien que futuro, y ha sido inaugurado en la primera venida más bien que esperando la segunda; y el Rey del reino está en el cielo más bien que volviendo a la tierra para reinar. Ellos también igualan el reino con la asamblea. Al contrario, Jesucristo ha ido para recibir el reino en el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:13, 14). Cuando Él recibe el reino, el Hijo del Hombre volverá a la tierra, así uniendo el cielo y la tierra. Entonces, se hará la voluntad de Dios como en el cielo, así también en la tierra.

El reino no fue establecido en la primera venida de Cristo. Él ha ido para recibirlo. Hay un paralelo interesante en la carrera del Rey David, el ascendiente mayor de Jesucristo. Cuando David fue escogido y ungido rey de Israel, él no ocupó inmediatamente el trono (I Sam. 16:1, 13). Él era un fugitivo mientras que Saúl usurpó el trono por un tiempo (I Sam. 15:28). Sin embargo, durante el tiempo en que David era un fugitivo, muchos se reunieron a sí mismos lealmente a él (I Sam. 22:1, 2). Cuando el reinado de Saúl fue terminado por la derrota y la muerte, el reino de David, que era un tipo de Cristo, fue establecido sobre Israel. Jesucristo es el cumplimiento de la profecía dada al Rey David. Cristo fue elegido, ungido, y ha sido enaltecido para ser el Rey mesiánico (Hech. 2:36). Él ha ido a la diestra del Padre para recibir el reino. En el curso de Su ausencia de la tierra, Satanás es el usurpador porque él es el dios de este siglo (Ef. 2:1-3). Sin embargo, los elegidos de Cristo están siendo reunidos en Él como herederos del reino (Hech. 15:13-17; Sant. 2:5). El reinado de Satanás será terminado por la muerte y la derrota final cuando Cristo regrese para establecer Su reino (Apoc. 19:11-16).

El reino no será establecido en poder y gloria hasta que Jesucristo regrese. Puesto que el reino es celestial, debe ser recibido del Padre, no de los hombres. “Tuyo es el reino” (Mat. 6:13) prueba que el Padre debe darlo. “Venga tu reino” de Mateo 6:10 refiere al reino futuro distintivo. No hay dos o más, uno dentro del otro, o uno que precede al otro. Puesto que los creyentes han de orar por la venida del reino, no existe presentemente.

Los Cristianos son responsables en estar ocupados hasta que regrese Cristo. Los derechos de Jesucristo se Le negaron por los hombres mientras que estaba sobre la tierra, pero Él había ido al lugar donde todos los derechos se Le dan. Estos derechos deben ser mantenidos por los Cristianos en el testimonio sobre la tierra. El testimonio de Cristo es la doctrina de Cristo (II Jn. 9-11). Los creyentes deberían contender fielmente por la fe a través de la ausencia de Cristo (Jud. 3). Se da el carácter del testimonio de Cristo en la continuación de Su ausencia en Lucas 19:28-40. Aunque Cristo es enaltecido sobre todos los cielos con respecto a Su lugar en lo alto, Él es el Humilde con respecto a Su testimonio sobre la tierra (Fil. 2:5-11). Por lo tanto, el Señor selecciona personas humildes para sostener el testimonio del Humilde (I Cor. 1:26-31). El Obrar y el velar son los dos deberes de los siervos de Cristo (Mar. 13:32-37). Se representa la ausencia de Cristo como durando un día y una noche. El día y la noche describen los dos deberes que Él da a todos los Cristianos — obrar en el día y velar en la noche.

La narración de Mateo de la parábola de un hombre que entrega los bienes a sus siervos antes de irse lejos (Mat. 25:14-30) es parecida al registro de Lucas de un cierto noble que entregó una mina a cada uno de sus diez siervos antes de irse a un país lejano (Luc. 19:11-27). La diferencia importante entre ellas es la distribución desigual de los bienes en Mateo y la distribución igual de las minas en Lucas. Mateo acentuó la soberanía de Dios que reparte a cada hombre en particular como Él quiere (I Cor. 4:7; 12:11). En contraste, Lucas retrató la responsabilidad de los recipientes; cada uno recibió una mina. Mateo, como Lucas, habló de la ausencia prolongada del distribuidor de los dones. Se retrata la ausencia de Jesucristo como una vigilia de la noche (Mat. 14:22-33).

Después del milagro de alimentar la multitud con cinco panes y dos pescados, Cristo hizo a Sus discípulos ir a la “otra ribera” (Mat. 14:22). Los discípulos en la barca simbolizan el pueblo de Cristo en el mundo cuando encaran el mar de la humanidad, las tinieblas de la depravación, y el viento de la doctrina falsa. La fe y la obediencia de los discípulos fueron probadas (Mat. 14:24, 28); no obstante, Cristo volvió para traer a Sus discípulos a su asilo deseado (Mat. 14:25-33).

El Rey volverá con Su reino. Cuando el hombre noble volvió, “...después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos...” (Luc. 19:15). ¿Quién puede negar que esto se refiere a la venida de Cristo? Esta parábola distingue los siervos de los ciudadanos. Los ciudadanos rechazaron y crucificaron a Cristo. Israel rechazó al Mesías. Después de Su regreso al Padre, ellos enviaron una embajada, diciendo: “...No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14). Se ve el rechazamiento continuo de Israel de Cristo a través de los Hechos de los Apóstoles (capítulos 2, 3, 7, 13, 15, 28). Los siervos fueron llamados al noble volvido — Cristo. Estos diez siervos no podrían ser los apóstoles. Habían doce apóstoles al principio, y había once después de la apostasía y la muerte de Judás.

Los diez siervos sugieren la idea de la responsabilidad. Los Cristianos letárgicos de Tesalónica que se extraviaron al creer que la resurrección se había llevado a cabo habían cesado ya de obrar. Por lo tanto, Pablo les recordó, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (II Tes. 3:10). Los Cristianos deben despertarse de la apatía y asumir la responsabilidad de aprovechar bien el tiempo, porque los días son malos (Ef. 5:14-16). Entre la ascensión de Cristo y Su regreso, nos esperamos expectativamente y buscamos para Su segunda venida. La mina dada a cada de los siervos no significa la gracia especial. Se obró la gracia especial en sus corazones y no simplemente se entregó a ellos. Nunca se quita de uno a quien se da (Rom. 11:29). (Estudie Rom. 8:28-31.) La mina refiere al testigo de Dios que hace a cada hombre inexcusable (Rom. 1:19-28; Sal. 19:1-14).

El Rey volvido mandó llamar a todos los siervos ante Él en el juicio. La primera persona que vino fue fiel en ejercer su responsabilidad. Él reconoció que Dios es soberano y le había dado la capacidad de ser fructífero (Luc. 19:16, 17). (Estudie Hech. 9:5, 6; I Cor. 15:10.) La segunda persona no fue tan fiel como el primero; por lo tanto, se omitió la recomendación dada a la primera persona para esta segunda persona (Luc. 19:18, 19). Las recompensas están según el grado de la fidelidad. “Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mino, la cual he tenido guardada en un pañuelo” (Luc. 19:20). Se reconoció el señorío, pero esto se entiende en la luz de la confesión del señorío de Cristo por los no salvos (Fil. 2:9-11; Mat. 7:21-23). Él era un arminiano en su concepto de la teología. Él dijo, “Porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo...” (Luc. 19:21). Severo significa duro, fiero, y no compasivo. Un recipiente de la gracia no traería tales acusaciones contra el Dios del favor inmerecido, que dijo que Su yugo es fácil y Su carga es ligera. El Rey volvido usó la declaración falsa del siervo mismo para condenarlo. Vas a observar que el Rey volvido primero tratará con los siervos fieles y finalmente con los malos. No se menciona un elemento de tiempo aquí porque se pone el énfasis sobre la diferencia entre los siervos falsos y los verdaderos. El Hijo del Hombre abiertamente ejercerá Su poder y visiblemente traerá todas las cosas en sumisión a Su reinado justo sobre la tierra en el reino escatológico.

El dominio de Adán sobre la tierra prueba el propósito de Dios para reinar mediante el Hijo del Hombre sobre la tierra (Gén. 1:26-28). El reinado de Jesucristo como el Hijo del Hombre señala hacia atrás al fracaso de Adán en el huerto y delante a Jesucristo, mediante quien las bendiciones decomisadas son restauradas. El hombre fue hecho poco menor que los ángeles, y él fue el príncipe no disputado del mundo más inferior (Gén. 1:28; Sal. 8:4-9). En la capacidad de príncipe, Adán se vistió con la imagen de Dios; él representó a Dios sobre la tierra. El dominio de Adán era universal en cuanto a la creación más inferior. Sin embargo, ese dominio fue perdido en la caída. El dominio que fue perdido en Adán será restaurado en Jesucristo, el segundo Adán. Se aplica el Salmo 8 directamente a Jesucristo en Hebreos 2:6-7. Así que, el reinado de Cristo será universal. Como la tierra y las criaturas sobre la tierra habían de participar en el descanso sabático, ¿cuánto más sus antitipos (Rom. 8:18-24)? El reinado visible de Cristo no debe ser debilitado por hacerlo significar nada más que Su reinado en el corazón. El escritor de Hebreos nos enseña que el Salmo 8 no se ha cumplido aún en el Hombre preeminente, Jesucristo, el Hijo de David: “...Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho uno poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa de padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Heb. 2:8, 9).

El alcance de la caída de Adán será recobrado por Jesucristo, el segundo Adán. Como el segundo Adán, Jesucristo derrochará el imperio de Satanás y recobrará el dominio que Adán perdió. Por lo tanto, Su redención lleva tan lejos como las consecuencias de la caída ha alcanzado. Puesto que se invalidará la maldición, se debe experimentar su alcance. El hombre es literalmente depravado (Rom. 5:12). La creación más inferior está literalmente bajo la maldición. Así que, hubo un Edén, una serpiente, una caída, y una maldición literal. Los dolores de parto de la mujer, el trabajo y la corrupción del hombre, y las espinas y cardos en la tierra son literales.

Por Su redención, Jesucristo conquistó las consecuencias de la caída y recobró lo que Adán perdió. Por lo tanto, el hombre es renovado literalmente por la obra del Dios trino. La regeneración es del Padre, mediante el Hijo, y por el Espíritu Santo. Todos los departamentos de la creación más inferior invulcrados en las consecuencias de las derrotas vergonzosas del primer hombre deben mostrar los frutos de la victoria magnífica del segundo Hombre. Romanos 8 enseña la redención de toda la creación visible. Esto no indica el progresar desde lo material a lo espiritual y después retroceder a lo material. Significa el proceder desde la promesa hasta su cumplimiento. Un reino de regla separado de la creación renovada sería inconsistente.

Una doxología por Pablo en I Timoteo 1:17 concluyó su testimonio glorioso de la gracia salvadora: “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” El griego lee to de basilei ton aionon — “Por tanto, al Rey de las edades” (traducción). Él fue lleno de adoración para su Salvador y Rey. La palabra griega aionon es genitivo plural de aion, que significa un período de tiempo de carácter importante, una era, una edad, o la eternidad. Puesto que la palabra es plural, uno no diría las eternidades sino las edades. Es otra manera de expresar el hecho de que el reino de Cristo no tendrá fin: “ouk estai telos [no tendrá fin]” (Luc. 1:33). Este es el testimonio de las profecías del Antiguo Testamento y las del Nuevo Testamento: “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:14). “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apoc. 11:15).

Los Cristianos en las asambleas primitivas esperaron a Jesucristo, el Rey de los siglos (Rom. 8:23; I Cor. 1:7; Fil. 3:20; Heb. 9:28). El doble compuesto verbo griego apekdechomai, usado en estos versículos, significa esperar sin cansarse, expectativamente, y ansiosamente para Cristo. Su esperanza no era en el perfeccionamiento de la sociedad sino en la venida del Rey de los siglos. Su esperanza no era soteriológica. Ellos eran ya salvos. Una iglesia/reino visible no fue la esperanza de estos Cristianos. Esto sería una fuente de desastre y error incalculable en la historia de la “iglesia”. Ellos esperaron a Cristo, el Rey de los siglos, y Su reino escatalógico.

(Contenido)


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EL REINO SE HA ACERCADO

Hay poca concurrencia entre los estudiantes de la Biblia y los eruditos en cuanto al “reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). Así que, hay poco acuerdo entre ellos en cuanto a la escatología (eschatos), que significa el estudio de las últimas cosas. El punto de vista de uno acerca del reino de Mateo 3:2 determina lo que él cree en cuanto a la manera y el tiempo de la segunda venida de Cristo, la asamblea de Cristo y su misión en el mundo, y el propósito del evangelio. Por lo tanto, el punto de vista Bíblico del reino es una necesidad absoluta para un concepto Bíblico de otros temas vitales.

La escatología verdadera siempre está preocupada con la expectativa de Jesucristo, El que ha sido revelado al corazón del hombre en la regeneración y aparecerá por segunda vez para consumar la salvación del hombre por la redención del cuerpo (Heb. 9:28; Rom. 8:18-23). La primera venida de Cristo fue con el propósito de quitar el pecado por el sacrificio de Sí Mismo. Su segunda venida será para consumar Su obra. Así que, las dos venidas dan la llave a la escatología verdadera.

El Cristiano con el concepto correcto de las últimas cosas no es perturbado por todas las especulaciones extremas de aquellos que adulteran el tema para los propósitos viles. Las promesas de Dios no ofrecen una estructura de ideas para satisfacer las curiosidades de los hombres. Las promesas de Dios son caracterizadas por un mensaje que penetra a la raíz de la existencia del hombre. Por lo tanto, cuando las promesas de Dios acerca del futuro encuentran lugar en los corazones de los elegidos, ellos nos obligan a poner nuestros ojos sobre el futuro, porque El que viene ha entrado ya en nuestras vidas.

En la frase, “el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2; 4:17; 10:7), el verbo griego es eggiken, perfecto activo indicativo de eggidzo, que significa venir cerca, o acercarse. La ocurrencia de eggidzo en su forma perfecto activo indicativo en cada referencia donde se usa prueba que el reino no ha llegado, sino se ha acercado o venido cerca. Puesto que se usa la palabra más de cuarenta veces en el Nuevo Testamento, su significado debe ser determinado por el contexto. El tiempo perfecto significa que el reino de la profecía del Antiguo Testamento se ha acercado: “...Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). En más de las cuarenta veces en que se usa el verbo eggidzo, hay catorce veces cuando se usa como un verbo perfecto activo indicativo (Mat. 3:2; 4:17; 10:7; 26:45, 46; Mar. 1:15; 14:42; Luc. 10:9, 11; 21:8, 20; Rom. 13:12; Sant. 5:8; I Ped. 4:7). Los párrafos siguientes consideran estas referencias:

1. Las primeras dos formas perfectas activas indicativas de eggidzo refieren a la predicación por Juan el Bautista y Jesucristo: “el reino de los cielos se ha acercado [eggidzo]” (Mat. 3:2; 4:17). La tercera forma es la comisión de Cristo a los doce discípulos para predicar la misma verdad a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat. 10:7). Estas primeras tres referencias refieren a la misma cosa.

2. Ambos Mateo y Marcos usan la forma perfecta activa indicativa de eggidzo en su narración del regaño de Cristo a Sus discípulos que dormían mientras Él oraba en Getsemaní. “Entonces viene a Sus discípulos, y les dice: Seguid durmiendo ya y siguid descansando. He aquí, la hora se ha acercado [eggidzo], y el Hijo del Hombre está a punto de ser traicionado [paradidotai, futurístico presente pasivo indicativo de paradidomi] en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, el que me traiciona se ha acercado [eggidzo]” (Mat. 26:45, 46 — traducción). (Véase Mar. 14:42.) Cuando Cristo regañó a los discípulos, Su hora de muerte no había llegado, pero se había acercado. Además, Judás no había llegado aún, pero se acercó.

3. Después de que Juan el Bautista fue encarcelado, Jesucristo se fue a Galilea y predicó “el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado [eggidzo]; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mar. 1:14, 15).

4. En la instrucción de Cristo a los doce discípulos enviados a las ovejas perdidas de la casa de Israel, Él les dijo decir, “El reino de Dios se ha acercado [eggidzo] a vosotros” (Luc. 10:11).

5. Dando respuesta a aquellos que Le preguntaron en cuanto a Su declaración acerca de la destrucción del templo, Cristo les advirtió a no ser engañados por los anticristos que dicen: “El tiempo está cerca [eggidzo — se ha acercado]” (Luc. 21:8). Él entonces describió el tiempo de su destrucción: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado [eggidzo — se ha acercado]” (Luc. 21:20). Jerusalén no había sido destruido en aquel entonces, pero la destrucción se había acercado.

6. Pablo quiso despertar a los Cristianos romanos de su letargo por recordarles que la perfección de su salvación, cuando se glorificarían sus cuerpos como el cuerpo del Señor Jesús, estaba más cerca que cuando primero creyeron. Él los dijo: “La noche está avanzada, y se ha acercado el día [eggidzo]...” (Rom. 13:12 — traducción). El día de que Pablo habló era el día de la salvación venidera — la glorificación del cuerpo: “Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez para la salvación sin relación con el pecado, a los que ansiosamente Le esperan” (Heb. 9:28 — traducción).

7. En vista de la verdad que “la venida del Señor se ha acercado [eggidzo]” (Sant. 5:8 — traducción), Santiago exhortó a los Cristianos a ser pacientes y afirmar nuestros corazones.

8. Pedro nos recordó que “la terminación de todas las cosas se ha acercado [eggidzo]...” (I Ped. 4:7 — traducción). Si todas las cosas habían terminado, Pedro no hubiera continuado el versículo con la exhortación, “sed, pues, sobrios, y velad en oración.” En conclusión, el reino no ha llegado más que ninguno de los otros eventos mencionados en estos versículos.

Los amilenialistas humanamente razonan que a los milenialistas “cerca” llega a ser distante, “rápidamente” significa siglos adelante, y “se ha acercado” significa más adelante. En contraste al razonamiento humano de los amilenialistas, cerca no es permanente, sino es un acercamiento continuo o venidero sin pausa. Se ha de entender el pronto regreso del Señor en el sentido de la esperanza Cristiana, llamada esperanza bienaventurada, la expectativa que no calcula el tiempo ni la hora sino ve al tiempo del mismo modo que nuestro Señor ve al tiempo: “...con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (II Ped. 3:8). La estimación de la cercanía dada por Dios en medir los períodos proféticos incluye una indefinitibilidad propuesta a fin de producir el velar, la piedad, el servicio, y el estudio diligente de la Escritura acerca de nuestra parte hasta que partimos para estar con Él o Él viene para nosotros. ¿Qué Cristiano puede estar en contra de la profecía expresada en la esperanza bienaventurada?

Dos pasajes que han causado discusión en cuanto al tiempo de establecimiento del Reino son Mateo 12:28 y Lucas 11:20. Puesto que los dos escritores sinópticos refirieron a la misma cosa, solo Mateo será considerado en esta discusión. En respuesta a la acusación de los fariseos que Jesucristo echó fuera demonios por el poder de Beelzebú, Cristo dijo, “Pero si [puesto que — primera clase partícula condicional] yo estoy echando fuera demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios vino [aoristo activo indicativo de phthano, que significa preceder, estar cerca a la mano, llegar, o venir] a [epi, acusativo de alcance, que puede ser usado con las inflexiones genitivo, dativo, locativo, instrumental, o acusativo, significando sobre, arriba, o a] vosotros” (Mat. 12:28 — traducción). Aquellos que creen que el reino fue establecido en la primera venida de Cristo dicen: “el reino de Dios ha venido ya a vosotros.” Sin embargo, el reino no había venido más a los fariseos impenitentes que estaba “entre ellos” (Luc. 17:21). Se requiere el arrepentimiento nacional judío antes que el reino vendrá a ellos (Sal. 110; Rom. 11).

La preposición epi usada con el pronombre plural acusativo humas en Mateo 12:28 lleva el pensamiento de un movimiento hacia su objeto más bien que actualmente habiendo llegado (ya vino a ellos). Así, el reino de la profecía del Antiguo Testamento se había movido suficientemente cerca a los judíos para percibir la Persona del Rey, pero sus corazones no regenerados los previnieron de reconocerlo. Cristo les dijo en una parábola: “Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14). El reino estaba al alcance solamente de los arrepentidos que llegaron a ser herederos del reino (Sant. 2:5).

No hay referencia al reino acercándose subsiguiente a la ascensión de Cristo. Esto no indica que el reino fue ofrecido a los judíos, porque el reino de la profecía del Antiguo Testamento fue imposible antes del Calvario. Jesucristo debe morir antes de reinar; por lo tanto, el sufrimiento precede la gloria. Los judíos rechazaron al Salvador, no al reino. Si los judíos fueran capaces de derrotar el propósito de Dios en la encarnación de Cristo, ¿qué esperanza tenemos en Su segunda venida? El período interviniente entre las dos venidas de Jesucristo es preparatorio para el establecimiento de Su reino. Esto incluye la reunión y la preparación de los elegidos.

El concepto de los judíos que su escogimiento nacional por Dios los aseguró de una entrada en el reino fue incorrecto. La entrada al reino es a base de la descendencia natural sino de la descendencia espiritual. La comisión rara de Isaías enfatizó la inhabilidad de esta gente para entender. Dios dijo a Isaías: “Y dijo: Anda, y dí a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isa. 6:9, 10). No obstante, Isaías debe declarar la información que Dios dio. Un maestro que retiene cualquier información de la que se le ha asignado para enseñar no cumpliría su deber hacia sus estudiantes no concernidos. Además, el profeta, el apóstol, o el pastor/maestro no tiene derecho de guardar cualquier porción del consejo de Dios sin considerar la actitud de su audiencia. El siervo de Dios debe guardar una cosa en mente a través del curso de su ministerio — su fidelidad en proclamar todo el consejo de Dios es lo que agrada a Dios y sea que el mensaje sea recibido o rechazado.

En II Corintios 2:14, Pablo testificó que siempre estaba siendo llevado en triunfo (presente activo participio de thriambeuo, que significa llevar o causar triunfar) en Cristo mientras que proclamó la verdad del evangelio. La manera de la acción de gracias de Pablo es notable: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.” Él evitó cualquier referencia a sí mismo como un vencedor porque la victoria era de Cristo que le estaba guiando. Qué lección para los “siervos” que quieren tomar crédito por sus propias “victorias.”

Siguiendo su acción de gracias para la victoria de Cristo en la cual él participó, Pablo declaró que el propósito de su acción de gracias: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (II Cor. 2:15, 16). Los siervos verdaderos de Dios son un grato olor a Jesucristo no solamente en aquellos que están siendo salvos sino también en aquellos que están pereciendo. La verdad del evangelio es un olor (osme) fragante a aquellos que son ordenados a la vida eterna, pero el mismo olor fragante sobre los hijos de muerte los causa apestar más abominablemente. Así que, lo que es el gozo y la nutrición espiritual a los elegidos es tan desagradable a los no elegidos que produce el odio en ellos. Lo que llegó a ser luz a Israel fueron tinieblas que podían ser palpables para los egipcios (Ex. 10:21-23). Cuando Dios manifiesta el olor fragante del conocimiento de Cristo por Sus siervos, llega a ser luz al creyente pero tinieblas a los que perecen.

La debilidad de ambos Isaías y Pablo fue manifestada, pero Dios trató con su desánimo. Isaías dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios...” (Isa. 6:5). Pablo dijo: “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito...” (II Cor. 2:12, 13). Dios animó a Isaías por revelarle que en un tiempo más adelante algunos de los judíos seguramente responderían al evangelio del reino: “Y si quedare aún en ella [la tierra] la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa” (Isa. 6:13). Una semilla viviente sepultada en la tierra no perece; asimismo, Israel nunca perecerá aunque sea sepultada entre las naciones del mundo (Rom. 11). Jehová tendrá Su diezmo. Dios animó a Pablo por dejarle saber que el éxito del evangelio no era el suyo para llevar a cabo.

El volver del Señor de los judíos a los gentiles para tomar de ellos pueblo para Sí Mismo como Su asamblea fue en el propósito de Dios. Algunos de los santos del Antiguo Testamento tenían una vista clara de la edad de la asamblea de Cristo que intervendría entre las dos venidas de Jesucristo. David habló del tiempo del sacerdocio de Cristo: “Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec” (Sal. 110:4). El Rey y Su reino son declarados en Salmo 110:1-3. Ningún versículo es más mal aplicado que el Salmo 110:1 — “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” Cristo aplicó esto a Sí Mismo (Mat. 22:44). El eterno Dios dijo algo a Su Hijo eterno, que David llamó su Señor. Por lo tanto, el Salmo no puede ser ambos por y acerca de David. La promesa no es que los enemigos de Cristo serán convertidos sino que ellos serán puestos por estrado de Sus pies. En el tiempo en que el Señor de David volverá al mundo, los hombres serán unidos contra Él; pero el Mesías regirá en el medio de Sus enemigos. Cuando Él regrese, Su pueblo (los judíos) ofrecerá voluntariamente en el día del poder de Dios.

Se hace referencia al sacerdocio de Cristo después del orden de Melquisedec en el Salmo 110:4. El sacerdocio de Cristo es administrado a la diestra del Padre. Entre el tiempo en que Cristo tomó Su asiento a la diestra del Padre (Sal. 110:1) y el tiempo en que “Quebrantará a los reyes en el día de su ira” (Sal. 110:5), Dios está visitando a los gentiles para tomar de ellos pueblo para Su nombre (Hech. 15:14; Rom. 11). David entonces describió la lucha y la victoria de Su Señor (Sal. 110:5-7). El día de la ira de Cristo no es el día de la gracia. Cuando “la plenitud de los gentiles” sea cumplida, Jesucristo volverá para construir nuevamente el tabernáculo de David (Rom. 11:25; Hech. 15:16, 17). El reino que se acercó en la Persona del Rey en Su primera venida será establecido por el Hijo del Hombre cuando venga por segunda vez.

(Contenido)


18

EL REINO PREPARADO DESDE
LA FUNDACIÓN DEL MUNDO

Se realizará la intención predeterminada de Dios exitosamente. El Soberano del universo no emprende la realización de una intención determinada sin Su conocimiento rodeando todas las cosas que se relacionan a ella. Su entendimiento es infinito (Sal. 147:5). Así que, toda la creación una vez fue futura, o fue desde la eternidad. Puesto que la creación tenía un principio, no es eterna. El conocimiento eterno de Dios de todas las cosas prueba que Él conoció lo que sería creado antes de Su acto de la creación. Asimismo, la profecía es la prueba del conocimiento infinito de Dios. Si Dios no sabe las cosas futuras, Él es ignorante. Se deriva la profecía de la presciencia de Dios. Por lo tanto, Él “...llama las cosas que no son, como si fuesen” (Rom. 4:17).

Dios, en Su conocimiento perfecto, vio el fracaso de la responsabilidad humana. El hombre ha fracasado en cada edad: Adán en el huerto fracasó en la responsabilidad humana. Noé con la espada de la autoridad fracasó en no regirse a sí mismo. Israel quebrantó la ley que le fue dada. El sacerdocio ofreció fuego extraño. Se escribió fracaso sobre los reyes en Israel. El poder de Nabucodonosor le causó ser levantado con el orgullo. Las asambleas locales han probado ser ninguna excepción. Por otra parte, no hay fracaso para con Dios (Isa. 6:13; Ezeq. 16:60-63; II Tim. 2:19; Rom. 8:28-30). Por lo tanto, Dios realizará Su propósito eterno en cuanto a todas las cosas, incluyendo el reino bajo el reinado justo de Jesucristo sobre la tierra.

La verdad de Dios, describiendo lo que Él intenta desempeñar, debería ser la prioridad altísima en la vida de cada Cristiano. Como no se puede entender la sabiduría de este mundo sin estudiar a sus filósofos, no se puede adquirir la sabiduría de Dios acerca de cualquier tema Bíblico sin considerar lo que el Señor ha dicho (II Tim. 2:7, 15). Puesto que el reino escatalógico es uno de los grandes temas de la Biblia, se encuentra la verdad en cuanto al reino solamente en la Santa Escritura. La Escritura no lo describe para significar una cosa en una dispensación y algo enteramente diferente en una edad subsiguiente. Es inmutablemente lo mismo en toda profecía Bíblica hasta su cumplimiento en la segunda venida de Cristo.

Algunos han comparado la verdad del reino a una semilla-germen que cambia a una planta viva y finalmente al grano totalmente desarrollado en su cobertura (Mar. 4:26-29). Así, ellos comparan la profecía del reino a la semilla-germen, la asamblea de Jesucristo a la planta viva, y el reino de gloria al maíz en la espiga. Cada estudiante de la Escritura admite que hay progreso en la revelación doctrinal, pero este progreso por el Espíritu mediante los apóstoles fue solamente una aclaración de las verdades del Antiguo Testamento por medio de su cumplimiento. Se debe distinguir el progreso de la doctrina en la asamblea y en el Nuevo Testamento. Cuando se escribió el último libro del Nuevo Testamento, cualquier revelación adicional de la mente y del propósito de Dios cesó. Lo que ha sido “una vez dada” (aoristo pasivo participio de paradidomi, que significa dar a las manos de otro o entregar algo a uno para guardar) (Jud. 3) no tendrá nada añadido a él. Sin embargo, el progreso de la doctrina en la asamblea tiene que ver con el entendimiento del hombre de la verdad de Dios revelada en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento — la verdad original de ambos Testamentos.

Los ejemplos siguientes prueban que la verdad original que retrata ciertos eventos que sucederán, profecías que se cumplirán, y promesas que se experimentarán no puede ser simplemente un germen que brotará en algo enteramente diferente: (1) Las profecías en cuanto al nacimiento virginal de Cristo, Su vida impecable, la muerte vicaria, la resurrección de entre los muertos, y la venida por segunda vez para establecer Su reino no podría ser un microbio que germinaría en otra cosa. (2) Las promesas en cuanto al corazón nuevo en la regeneración y la esperanza del cuerpo glorificado no podría ser un micro-organismo capaz de evolucionar en una sustancia divergente. (3) Todas las profecías en cuanto al reino escatalógico no desarrollará en la asamblea, el reinado de Cristo en el corazón, o Su reinado presente del cielo. Se da la doctrina Bíblica al pueblo de Dios para su crecimiento espiritual, no que se puede moldear la doctrina en cosas nunca destinadas por Dios.

El reino futuro de la profecía Bíblica es la consumación del propósito de Dios. Cristo dijo a aquellos benditos por el Padre, “...Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mat. 25:34). Aquellos “benditos” (perfecto pasivo participio de eulogeo, que significa habiendo sido bendito) por el Padre y el reino “preparado” (perfecto pasivo participio de hetoimadzo, que significa habiendo sido preparado) son ambos perfectos pasivos participios. El tiempo perfecto no ve solamente al principio pero también a la consumación de la acción. Así que, se usa el tiempo perfecto consumativemente, que significa se enfatiza la acción completa. Dios nunca comienza algo que no termina. El verbo principal es “heredad,” un aoristo activo imperativo de kleronomeo, que significa obtener por herencia o recibir posesión. Todos los recipientes de la gracia de Dios son los herederos del reino futuro (Sant. 2:5), pero no hasta que el Hijo del Hombre venga en Su gloria que los mandará el Rey para heredar el reino (Mat. 25:31-34).

(1) El Rey, (2) los herederos, y (3) el reino — se revelan estas grandes verdades en Mateo 25:34. “Entonces el Rey dirá a los de su derecha; Venid, los que han sido benditos de mi Padre, venid a la posesión del reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (traducción). Los nombres de los elegidos escritos en el libro de la vida, el Cordero inmolado — Apocalipsis 13:8, y el reino — Mateo 25:34, son todos desde la fundación o principio del mundo (apo kataboles kosmou). Se usa la misma preposición (apo) en ambos versículos. El Cordero “inmolado” (esphagmenou, el perfecto pasivo participio de sphadzo, que significa habiendo sido matado) y el reino “preparado” (hetoimasmenen, el perfecto pasivo participio de hetoimadzo, que significa habiendo sido preparado) se realizaron antes de la fundación del mundo. Además, los nombres escritos en el libro de la vida del Cordero son incluidos en Jesucristo que fue matado antes de la fundación del mundo. El verbo “están escritos” de Lucas 10:20 — “...de que vuestros nombres están escritos en los cielos” — es un perfecto pasivo indicativo del verbo griego eggrapho, que significa “permanece escrito.”

El Rey fue ya destinado desde “antes de la fundación del mundo [pro kataboles kosmou]” a ser el Salvador de los elegidos (I Ped. 1:20). Cristo pudo llegar a ser el Rey de Su reino prometido solamente mediante Su sangre. Aparte de Su expiación vicaria, Él nunca podía decir: “Venid, vosotros que habéis sido benditos de mi Padre, venid a la posesión del reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mat. 25:34 — traducción). El Siervo eternamente escogido del Padre (Isa. 42:1), Jesucristo, como el Mediador asumió la posición del Siervo dispuesto. Por lo tanto, el Salvador ya destinado (perfecto pasivo participio de proginosko, significa determinar de antemano o predestinar) por Su elección fue el Rey predestinado (I Ped. 1:20). Su sufrimiento debe preceder Su gloria (I Ped. 1:11). Se predice el tiempo cuando Cristo se sentará sobre el trono de Su gloria en Mateo 25:31-34.

Las palabras griegas para “destinado” en referencia al Salvador, “benditos” en cuanto a los benditos por el Padre, y “preparado” en relación a la preparación del reino son todos perfectos pasivos participios. El tiempo perfecto enfatiza la acción completa de Cristo el Salvador, la obra de gracia en los elegidos, y el establecimiento del reino. Se deben considerar la posición de Cristo como Rey, Su preparación para ella en Su sufrimiento y muerte, y su culminación cuando Él se sentará sobre Su trono como partes de la totalidad de la perspectiva de Dios. También se deben considerar aquellos benditos por la elección del Padre, su preparación por la aplicación de la obra redentora de Cristo en la regeneración y la santificación progresiva subsiguiente, y su perfección final en la glorificación también como partes de la totalidad. Además, se deben considerar también la terminación del reino según el propósito eterno de Dios, su preparación por la obra redentora de Cristo, la salvación de los elegidos que la heredarán, y su establecimiento final como tres partes de la totalidad.

Los herederos del reino fueron escogidos en Cristo “antes de la fundación del mundo” (Ef. 1:4). Los herederos del reino no son presentemente en el reino, pero son destinados para estar en él. Los herederos del reino son los elegidos reunidos de todas las naciones. En su forma agregada, ellos constituirán una nación santa. El contexto de Mateo 25:34 habla del juicio de las naciones vivas inmediatamente después del establecimiento del reino. Por lo tanto, las “ovejas” vivas son los súbditos de las naciones vivas. Sin embargo, la entrada en el período transaccional del reino no se restringirá a las ovejas en sus cuerpos mortales. Los herederos del reino incluirán ambas a las ovejas que viven en cuerpos mortales de carne y sangre y las ovejas glorificadas (Isa. 61:4-11; 62:1-5; 65:20-22; II Tes. 1:5-10; 2:1; Apoc. 19:1-11; 21:24).

Todas las ovejas de Dios heredarán el reino. Las “ovejas,” un término usado por Jesucristo en Su juicio de las naciones vivas, incluyen las ovejas de la nación de Israel, las naciones gentiles, y aquellos de entre los judíos y los gentiles que constituyen la asamblea: (1) El mandamiento de Cristo a los doce apóstoles en Mateo 10:5-6 prueba que Dios tiene algunas ovejas de entre los judíos: “Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” (2) El hablar de Cristo a los judíos acerca de las ovejas que no fueran de sí mismos prueba que Dios tiene ovejas que no son de Israel: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Juan 10:16). (3) El juicio de Cristo de las naciones vivas (Mat. 25:31-46) subsiguiente a Su juicio de Israel y antes de establecer Su reino prueba que Dios tiene ovejas de entre ambos judíos y gentiles que constituyen la asamblea: “...y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda” (Mat. 25:32, 33).

El término “ovejas” (probata, plural de probaton) es de gran importancia cuando se refiere a los elegidos de Dios. Se usa diecisiete veces en Juan 10. Refiere a los elegidos de entre los judíos y “otras ovejas” que no eran de entre los judíos (Juan 10:16). Se deben entender dos palabras griegas en Juan 10:16. (1) Se usa el primero, aules, que significa un encubrimiento por una pared o una majada, para “otras ovejas” no del redil judío. A los judíos, este redil retuvo todo el rebaño de Dios. En cuanto al pensamiento de ellos todos afuera de los confines del judaísmo no eran nada sino perros (Sal. 22:16, 20; Mat. 15:27; Fil. 3:2). (2) Se usa la segunda palabra griega, poimne, que significa un rebaño, para hablar de todas las ovejas constituyendo “un rebaño.” “Un rebaño” significa que el rebaño de las ovejas de Cristo se extiende más allá de los confines del redil judío.

La gran comisión dada a los once discípulos en Mateo 28:19 se extiende a todas las naciones: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones....” Caifás, el sumo sacerdote, no supo la verdad de que él habló: “...profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Juan 11:51, 52). Dios tiene Sus ovejas (los elegidos) que Él llamará fuera “de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas” (Apoc. 7:9). Esto está en contraste a la comisión de Cristo en Mateo 10:1-7 a los doce discípulos para ir solamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

Hay algunas cabritos adentro del judaísmo: “...Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas” (Rom. 9:6). Hay algunas ovejas afuera del redil del judaísmo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil...” (Juan 10:16). “Tengo otras ovejas” de Juan 10:16 incluye todas las naciones y todos los siglos. El verbo griego traducido “tengo” es un presente activo indicativo de echo, que significa “tener o poseer.” Aun antes de la muerte de Cristo por ellos y la regeneración del Espíritu Santo de ellos, Cristo podía decir: “Los tengo.” Fueron Suyos por el pacto de relación. Se les habían dado a Él por la elección del Dios el Padre (Juan 6:37; 17:2, 6, 11, 12, 24; 18:9). Así, las ovejas de Dios han sido eternamente las ovejas de Cristo. Ellos fueron Suyos en el tiempo en que habló, y serán los Suyos para siempre.

Hay ovejas salvas, y hay ovejas perdidas. Cuando Jesucristo dio Su vida por las ovejas perdidas (Juan 10:11, 15, 18), Él absolutamente y perfectamente compró la salvación por ellos. El amor que movió al Señor Jesús morir por las ovejas perdidas en Israel fue el mismo amor que Le movió a decir: “Y tengo otras ovejas, que no son de este redil; me es necesario traerlos también, y ellos oirán mi voz; y ellos llegarán a ser un rebaño con un pastor” (Juan 10:16 — traducción). En Juan 10:16, la palabra griega traducida “debo” es dei, que significa Su traer de otras ovejas es obligatorio, necesario, apropiado, o inevitable. Por lo tanto, como es “necesario [dei] que...[Jesucristo] sea levantado” (Juan 3:14), es inevitable (dei) (Juan 10:16) que aquellos para quienes Él murió llegan a ser ovejas salvas. La palabra griega para “traer” es agagein, aoristo activo infinitivo de ago, que significa traer o conducir. Así que, “convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar [agogonta, segundo aoristo activo participio de ago] muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (Heb. 2:10).

Las ovejas perdidas de entre los judíos siendo salvas durante la dispensación de la gracia llegan a ser parte del cuerpo de Cristo, la asamblea: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” (Rom. 11:5). “¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos” (Rom. 11:7). “...ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Rom. 11:25). Sin embargo, Dios tratará una vez más con la Israel nacional (Rom. 11:26, 27; Apoc. 7:4-8). Además, las ovejas perdidas entre los gentiles que están siendo salvadas durante la edad presente de asamblea llegan a ser parte del cuerpo constituido de Cristo. Pero algunos gentiles serán salvos después de la terminación de la asamblea (Apoc. 7:9; Mat. 25:31-33). Todas las ovejas, sin considerar su raza o nacionalidad, heredarán el reino preparado para ellas desde la fundación del mundo. Algunas entrarán en el milenio en sus cuerpos naturales y otras en sus cuerpos glorificados, pero todas entrarán en el reino eterno en cuerpos de carne y hueso.

Las cosas precitadas acerca de Israel, la asamblea, y los gentiles son reprensibles a aquellos que niegan un reino futuro. Sin embargo, el punto de vista de la iglesia/reino presente y no reino futuro debería ser aun más reprensible a aquellos que creen la enseñanza Bíblica en cuanto al reino futuro. Mateo 25:31-34 prueba, más allá de la contradicción exitosa, que la herencia de las ovejas del reino será asociada con la venida de Cristo como el Hijo del Hombre. No hay evidencia ninguna del reino de Cristo hasta que Él se siente sobre el trono de Su gloria. El reino no será dada a las ovejas cuando son salvas una por una sino cuando ellas sean reunidas como un rebaño.

Los medios por los cuales el reino puede ser obtenido y el reino mismo son distintos. Los siguientes son los requisitos previos preparatorios para la entrada en el reino: (1) El nuevo nacimiento es una necesidad. “...el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). “...el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). (2) Negarse a sí mismo es un requisito. “...Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mar. 8:34). (3) La perseverancia es una demanda. “...Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Luc. 9:62). El nuevo nacimiento produce ambas la negación de sí mismo y la perseverancia.

El reino, como el Rey y los herederos, fue predeterminado por Dios (Mat. 25:34). Cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él tenía en mente el cielo nuevo y la tierra nueva (Gén. 1:1; Apoc. 21:1).

(Contenido)


Esto concluye el Volumen II en el que hemos considerado la introducción del Rey. Esta serie continuará con el Volumen III con el próximo aspecto de nuestro estudio del Reino futuro de Cristo.

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