HOMBRE Y MUJER
—-
LA VERDAD BÍBLICA
por
W. E. Best
Copyright © 1994
W. E. Best
Título del original:
WOMAN—MAN’S COMPLETION
por
W. E. Best
Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box
34904
Houston, Texas 77234-4904 USA
1 El Hombre Y La Mujer En La Creación
2 El Hombre Y La Mujer En La Caída
3 El Hombre Y La Mujer Después De La Caída
4 El Hombre Y La Mujer En El Matrimonio
El Principio Divino Del Matrimonio
Los
Puntos De Vista Falsos Del Matrimonio
Considerados
5 La Perversión Del Matrimonio Por
El Hombre Y La Mujer
El Problema Del
Divorcio Considerado
El Problema Del Divorcio Resuelto
La Explicación
De Dios Divorciando
A Israel
6 El Hombre Y La Mujer Instruidos
El Matrimonio Y El Celibato
El Matrimonio
Y La Separación
El Matrimonio Y La Felicidad
El Matrimonio Y La Conveniencia
El
Matrimonio Y Las Segundas Nupcias
La Fornicación Y El Adulterio Difieren
7 El Hombre Y La Mujer En La Iglesia
8 El Hombre Y La Mujer En La Sociedad
Las Conciencias Deben Ser Sin Ofensa
Las
Cosas Antinaturales En Una
Sociedad Corrompida
El texto Bíblico corresponde a la versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas (BLA) © 1986 por The Lockman Foundation (usado por permiso) cuando se indique. Se indican las traducciones directamente del texto griego por la palabra “traducción” después el versículo.
Una sociedad que está degenerando se exige una explicación por el incremento de divorcios, violaciones, violadores de niños, asesinos, fornicarios, adúlteros, homosexuales, niños desobedientes, etcétera. La respuesta se explica en una sola palabra, depravación. La naturaleza depravada del hombre, aparte de la restricción divina, va de mal en peor: “...los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor engañando y siendo engañados” (II Tim. 3:13). No solamente hacen las personas depravadas su asunto al engañar a otros, sino que ellos mismos son engañados. Además, las acciones de una naturaleza depravada cambian para lo peor espontáneamente si ellos no son cambiados a lo mejor por la gracia de Dios.
Con la degeneración de la primera institución de Dios, el hogar, la sociedad en general degenera en consecuencia. Así que, el mayor contribuyente a una sociedad que se está deteriorando es la salida de la enseñanza de Dios en cuanto al hogar. La enseñanza original de Dios acerca de cualquier tema nunca debe ser ignorada. Por lo tanto, el hombre y la mujer en la institución del matrimonio para la vida fue y es la norma de Dios.
Aunque los hombres depravados están aprendiendo, ellos nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad (II Tim. 3:7). Su razonamiento humano siempre suena bien a las mentes depravadas. La enseñanza sana no es agradable a los no regenerados. Sus oídos están abiertos solamente a las cosas que complacen sus deseos depravados. Por tanto, ellos escogen para sí mismos profesores que razonan desde una premisa hipotética y sacan una conclusión absoluta de su punto de vista. Sus mentes depravadas cambian exégesis por eiségesis. La exégesis es extraer de las Escrituras lo que está en ellas, pero la eiségesis es poner en las Escrituras lo que no está en ellas.
1
EL HOMBRE Y LA MUJER EN LA CREACIÓN
Dios es uno y Su plan es uno. Toda revelación en las Escrituras es Dios revelándose a Sí Mismo y Su plan al hombre. Todas las cosas proceden de Él y traen gloria a Él. La creación de Dios de todas las cosas, con excepción del hombre, fue diseñada para declarar en general Su ser y existencia: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Rom. 1:20). “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría” (Sal. 19:1, 2). La creación de Dios del hombre fue destinada para manifestar Su triunidad y el compañerismo con él que fue hecho en la imagen y la semejanza del Dios trino. Por tanto, la primera referencia directa a una pluralidad en la naturaleza divina está en la creación del hombre. En esta naturaleza hay tres Personas que subsisten distintamente; en esto consiste la perfección más incomprensible y sublime de Su ser divino.
La creación del hombre es introducida en Génesis 1:26, pero el acto de hacer la mujer fue precedido por la declaración divina: “...No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gén. 2:18). No obstante, la creación de la mujer es vinculada con la del hombre (Gén. 1:27), pero el orden de sucesión es dado en Génesis 2:18. La creación de la mujer formó un incidente cronológico en la historia de la raza humana que comenzó con la creación de Adán.
En Génesis 1:26 (BLA), la palabra hebrea para “ejerza dominio” es correctamente traducida “ejerzan dominio.” Estas palabras prueban que Eva, típica de la asamblea de los elegidos, no sólo estaba inseparablemente unida y en compañerismo de vida con Adán pero con él tendría dominio sobre la creación de Dios. Aquellos dados a Cristo en el pacto de la redención tienen una unión inseparable con, tienen un compañerismo presente con, y experimentarán dominio futuro con el Dios-Hombre.
Cada persona que tiene una mente espiritual desea la verdad acerca del tema de la mujer. Por lo tanto, los Cristianos anhelan estudiar diligentemente las Escrituras acerca de este tema. Puesto que Dios es uno y Su plan es uno, cualquier desviación del propósito original de Dios es una salida de la norma que fue establecida al principio para el hombre y la mujer. Consiguientemente, para saber la verdad acerca de este tema, hay que comenzar con su origen.
El matrimonio no se originó en el segundo capítulo de Génesis sino en la mente eterna del Dios soberano antes de la fundación del mundo. Como las cosas terrenales fueron modeladas según las cosas celestiales, el matrimonio fue modelado según la mente divina. El sistema levítico fue hecho según una figura celestial. El tabernáculo fue un “...símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto....Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos” (Heb. 9:9, 23). A menudo los sacrificios levíticos son pensados proveer un modelo para el sacrificio de Jesucristo; sin embargo, este punto de vista no es la perspectiva correcta. Eso revertiría el orden de Dios. Las cosas terrenales fueron modeladas según las cosas celestiales. Todo lo que es de Dios vino de Él. Como la necesidad de derramar sangre en el sistema levítico fue causado por el derramamiento de sangre en el reino más alto, el matrimonio en tiempo fue modelado según la mente eterna de Dios.
Dios tomó al hombre, lo puso en el huerto de Edén para que lo laborara y lo guardase, y le mandó al hombre. “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gén. 2:15-18). Así, el lugar de la mujer en el universo es revelado cómo ser una ayuda idónea para el hombre. Ella es vista solamente en el hombre. Al hombre le fue dada la prioridad, no la superioridad, sobre la mujer; consiguientemente, ella ha de estar en sumisión a él. La precedencia del hombre y la dependencia de la mujer en el hombre son establecidos en una ordenanza de la creación divina. La mujer fue formada después del hombre; ella vino del hombre; y ella fue para el hombre para cumplir su propósito en la vida.
Una declaración divina fue hecha en Génesis 2:18. Dios declaró que Él haría ayuda idónea para Adán para satisfacer su soledad. El Señor trajo toda bestia y ave ante Adán para ser nombrada, pero toda criatura viviente no podría aliviar la soledad del hombre: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Gén. 2:19, 20). Bendecido con los dones de Dios, al hombre todavía le faltaba algo. Él fue dotado con una naturaleza demasiado comunicativa para estar sin compañera. Su naturaleza requería compañía. Su ser entero aspiraba a otra persona, una contraparte. Ni las criaturas vivientes inferiores a él ni el Ser invisible superior a él, que le había dado la vida, podrían unir sus condiciones con las suyas. Adán necesitó otra persona que no fuera sí mismo pero que a la vez fuera parte de sí mismo. La mujer fue la compañera que Dios dio al hombre para mejorar su existencia.
Una operación divina siguió la declaración que Dios haría una mujer: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Gén. 2:21, 22). La naturaleza humana fue creada en Adán. Entonces Dios formó o hizo la mujer sacada del hombre; así, la mujer es parte del hombre. Ella fue hecha para unión inseparable y compañerismo de vida con el hombre. La manera de la creación de ella puso el fundamento para la ordenanza moral del matrimonio para siempre. La mujer debe ser dependiente del hombre, no el hombre de la mujer. Las circunstancias, en las que un hombre es forzado a ser dependiente de una mujer por causa de alguna adversidad, no altera el plan original de Dios más que el escribir una carta de repudio o divorcio, durante el tiempo de Moisés, justificó la creencia de los fariseos que esta práctica debería continuar para siempre. El Señor Jesús continuamente nos recuerda que “...al principio no fue así” (Mat. 19:8).
La primera aparición de la mujer en la escena de la historia humana es importante al entendimiento de su papel en la sociedad humana. La mujer fue creada en Adán. El aspecto único de la creación de Adán es que había sólo un hombre. La naturaleza del hombre no es una naturaleza animal sino una naturaleza humana. Cuando Dios creó los animales, Él creó muchos. Había más de un macho y una hembra de la misma especie. Ningún animal hembra fue jamás hecha de un animal macho. Ambos macho y hembra fueron independientemente traídos a la existencia. La creación de la mujer fue diferente. Adán fue formado del polvo de la tierra, pero la mujer fue tomada del hombre. Ella no era un animal hembra traída de un animal macho, sino la mujer tomada del hombre. Un animal macho puede aparearse con varios animales hembras sin quebrantar ninguna ordenanza de Dios, o viceversa. Sin embargo, esto hubiera sido imposible para Adán y Eva el haberlo hecho sin profanar la ordenanza del matrimonio y la santidad de la ordenanza. El hombre y la mujer no pueden vivir como animales hembras o machos sin ser culpables de adulterio o fornicación.
El Señor hizo una presentación divina de la mujer al hombre: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Gén. 2:22). El mismo principio que es tipificado por Adán y Eva es visto en operación entre Jesucristo y Sus ovejas. El hombre y la mujer no fueron creados aparte, como lo fueron los animales, y después fueron reunidos. Adán iba a ser la cabeza inclusiva de la raza humana. Él es la cabeza natural de la raza humana, y Jesucristo es la cabeza espiritual de Su iglesia. Todos iban a ser derivados de Adán; por lo tanto, la mujer no debe tener una existencia independiente sino una existencia derivada de Adán, la cabeza natural de la raza humana. Su existencia fue derivada y dependiente, como la existencia del Cristiano es derivada y dependiente de Jesucristo su Señor. Esto fue cierto en Eva en una manera natural y en el creyente en una manera espiritual.
Jesucristo es la Cabeza de la iglesia; por lo tanto, los creyentes necesariamente no tienen una existencia independiente sino una existencia derivada. Tan pronto que la declaración divina fue dada que Jesucristo se edificaría para Sí Mismo una iglesia, la operación divina también fue predicha (Mat. 16:15-21). Él habló acerca de Su propia muerte, sepultura, y resurrección. Así como un sueño profundo cayó sobre Adán, la cabeza de la antigua creación, un sueño más profundo cayó sobre Jesucristo, la Cabeza de la nueva creación, cuando Él murió como “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (I Ped. 3:18). Dios hizo una mujer para Adán, y Él está edificando una esposa para Su Hijo. Cuando la esposa, la iglesia de Jesucristo, sea completa, Dios la presentará a Su Hijo (Apoc. 21:2, 9). Nosotros somos desposados a Cristo como un virgen pura: “...os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (II Cor. 11:2). Nuestro casamiento con Él todavía no se ha llevado a cabo y no lo será hasta que el cuerpo de Cristo sea completo.
Cuando Dios hizo a la mujer y la trajo al hombre, Adán dijo, “...Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Gén. 2:23). La palabra “varona” significa hembra del varón porque ella fue tomada del varón. Así, la posición de la mujer en la vida es revelada. Ella no es solamente una ayuda para el hombre sino un ayuda como él mismo. Ella tiene un lugar secundario y dependiente. Su unión con su marido es tan íntima que él no puede menospreciarla sin despreciarse a sí mismo. Puesto que la mujer fue tomada del hombre, ella le debe honor y sumisión. Su posición por la creación es una de humildad. El hombre “es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón” (I Cor. 11:7-9). Puesto que la mujer es la gloria del hombre, ella debería permanecer escondida en él. Como las estrellas, el hombre y la mujer difieren en su gloria. Cada uno tiene ciertas excelencias peculiares y distintivas. El hombre es conocido por su coraje, estabilidad, y fuerza. La mujer es conocida por su maternidad, utilidad, y dependencia. La sociedad en general no acepta esta verdad Bíblica; no obstante, los Cristianos no pueden someterse a los sentimientos de la sociedad y contradecir la palabra de Dios. El pueblo de Dios debe tener convicciones fuertes basadas en la verdad eterna.
El lugar de la mujer no es una de inferioridad sino de dependencia en su marido. Uno que es ayuda idónea, la contraparte, y el complemento del hombre no es considerada inferior. La inferioridad y la superioridad no tienen lugar cuando se habla del hombre y la mujer. La mujer es dada al hombre para su bien en una actitud de sumisión. Su gloria principal es el ejercicio de su poder dado por Dios como esposa y madre. El lugar de la mujer está en el hogar. Ella no emite su perfume excepto en la sombra de su hogar. (Véase Prov. 31.) Su esfera allí no es observada por el mundo. La mujer resplandeciente y ruidosa es considerada o como una mujer de la calle o una mujer pendenciera. Ella es nombrada adecuadamente la “mala mujer” (Prov. 6:24), una “mujer ramera” (Prov. 6:26), una “mujer rencillosa” (Prov. 25:24), y una “mujer adúltera” (Prov. 30:20). Según su naturaleza, Dios ha nombrado el hogar como su esfera. Ella no debe enseñar o ejercer dominio sobre el hombre sino estar en sujeción a él. El hombre que trabaja está contento al encontrar una casa limpia, una comida caliente, y una esposa decorosa esperándole cuando llega al hogar. La mujer cumple su papel cuando ella es esencialmente ella misma. El querer de actuar la parte de un hombre es una declinación triste para una mujer. Como el “vaso más frágil” (I Ped. 3:7), la mujer tiene un papel enteramente diferente en la vida que el hombre.
El matrimonio es la más grande unidad natural del hombre y la mujer: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gén. 2:24). Esta ordenanza forma la raíz de este amor por el cual el hombre ama a la mujer como a sí mismo y llega a ser el más grande tipo de amor y la vida que existe entre Cristo y la iglesia. Esto es explicado por el apóstol Pablo en Efesios 5. Las esposas han de someterse a sus maridos como al Señor porque el marido es la cabeza de la esposa, así como Cristo es la Cabeza de la iglesia. La iglesia está sujeta a Cristo, y las esposas deben estar sujetas a sus propios maridos.
Cuando un hombre joven se casa, él ha de dejar a su padre y a su madre y unirse a su esposa. La casa de su padre y su madre debe ser dejada, y el hombre deberá vivir y cohabitar con su esposa. Él continúa honrando a su padre y a su madre. Lo más que él sepa acerca de la relación nueva entre él y su esposa, lo más grande será su aprecio de la relación de su madre y su padre. Su nueva relación es más comprometedora que la primera. El hombre se une a su esposa, y ellos son una sola carne.
El hombre es bendecido con una contraparte en la creación de la mujer. Si la soledad deprime al hombre, es porque la vida es solitaria sin una ayuda idónea. Si la mujer teme vivir sola, es porque su vida es sin una meta a menos que ella puede ser una ayuda idónea. Si la mujer no hubiera sido hecha para el hombre, la Escritura sería sin sentido y la naturaleza humana habría fallado el blanco. Esto indicaría que la mujer ha sido llamada a un trabajo y preparada para otro. La mujer no puede ser fiel a su sexo a menos que ella cumpla el plan original de Dios para ella. Su propósito cierto en la vida solamente puede ser cumplido cuando ella es declarada divinamente una de las elegidas de Dios y divinamente preparada por la regeneración. Su propósito definitivo será cumplido cuando ella sea glorificada y divinamente presentada al Esposo, el Señor Jesucristo.
2
EL HOMBRE Y LA MUJER EN LA CAÍDA
Satanás fue el instrumento de la caída de la mujer, pero él no se le acercó diciendo, “Yo soy el engañador.” Él asumió la semejanza de una criatura para engañar a Eva con su astucia. Pablo usó la decepción de Eva para advertir a los corintios: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (II Cor. 11:3). La palabra griega para “astucia” es panourgia, que significa astucia o engaño. La primera víctima del engaño de Satanás fue Eva, no Adán: “...Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada incurrió en transgresión” (I Tim. 2:14). Eva actuó afuera de su papel dado por Dios en la vida. ¿Dónde estaba Adán durante ese tiempo? La insubordinación de Eva a Adán la hizo blanco fácil. Ella fue un instrumento de la transgresión de Adán. Además, como la madre de todo ser viviente, ella trajo reproche sobre todas las mujeres siguiendo a ella. Aunque la mujer puede por la gracia de Dios criar hijos en disciplina y amonestación del Señor, los castigos anunciados después de la caída no son quitados por la mediación de Jesucristo. En la gracia electiva, Dios quita el castigo eterno pero no el castigo temporal, tanto como los dolores de la mujer al dar a luz y la sujeción a su marido.
Eva fue desobediente cuando escuchó a Satanás. Ella había sido tomada del hombre y era para el hombre, pero actuó independiente de su marido. Ella llegó a ser por su acto independiente un blanco abierto para la astucia de Satanás. El engaño de Satanás fue manifestado en el principio de su encuentro con Eva por preguntar, “...¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gén. 3:1). Él ni afirmó el error ni contradijo la verdad pero buscó poner un signo de interrogación en la mente de Eva. Habiendo puesto una semilla mala de incertidumbre en su mente, él la permitiría que germinara y engendrara como pecado. Una pregunta por uno que tienta a otro nunca es correctamente motivada. La psicología de esto llenaría un libro. ¿Has tratado alguna vez de medir el poder de una pregunta aparentemente inocente? Los fuegos de la sospecha y la incertidumbre pueden ser encendidos por una simple pregunta. Algunos buscando una discusión con una persona acerca de la verdad evidente está buscando problemas.
La única pregunta proyectada de Satanás evidentemente causó una cadena de preguntas en la mente de Eva. Ella no podía olvidar el árbol prohibido. ¿Por qué Dios nos privaría del fruto de solamente este árbol? ¿No quiere Dios que obtengamos más conocimiento? ¿Estamos siendo privados de nuestros derechos? ¿No está Dios entremetiéndose con nuestra libertad? Puesto que tenemos libertad para comer el fruto de todos los otros árboles, ¿por qué no del árbol de la ciencia del bien y del mal? La pregunta mala de Satanás encendió una llama de incertidumbre y fue seguida por el combustible añadido al fuego: “...No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gén. 3:4, 5). Satanás fue desde la astucia, a la mentira, a la infamia, y a la decepción.
El error de Eva fue en no estar subordinada a su marido, y el error de Adán fue escuchar a Eva más bien que a Dios. Dios había prohibido a Adán y a Eva no comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Sus interdictos incluyen la prohibición de todo aquello que los condujera a desatender Sus mandamientos. La mirada demorada de Eva incitó el deseo por lo prohibido: “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Sant. 1:15). La palabra griega para “concupiscencia” es epithumia, que significa concupiscencia o deseo. Eva no solamente tomó el fruto y lo comió, sino que también dio a Adán y él lo comió. Ninguna persona está satisfecha en pecar sola porque se siente más cómoda con compañía. Adán y Eva aprendieron experimentalmente el significado de la muerte espiritual y que Satanás es un mentiroso. Dios había dicho, “...porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén. 2:17). La adición de Satanás de la palabra “no” — “...No moriréis” (Gén. 3:4) — manifestó su naturaleza mentirosa (Juan 8:44).
Eva fue la segunda en la creación pero la primera en el pecado: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada incurrió en transgresión” (I Tim. 2:13, 14). Aunque Adán no fue engañado, él llegó a ser el respondiente más bien que el agresor. El orden del hogar fue revertido. No obstante, la raza humana cayó en Adán, no en Eva, porque la jefatura pertenece al hombre: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia...” (Ef. 5:23). Adán era la cabeza de Eva, aunque no actuó como cabeza en la caída. Él era también la cabeza natural de la antigua creación: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre....Porque así como en Adán todos mueren...” (I Cor. 15:21, 22).
El resultado inmediato de la caída fue que Adán y Eva conocieron que estaban desnudos: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales....Tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Gén. 3:7, 10). Los artistas modernos ofenden contra la pureza en su representación de la declaración de la Biblia en cuanto a la desnudez de Adán y Eva en Edén: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (Gén. 2:25). Antes de la corrupción de naturaleza humana en la caída, Adán y Eva no se avergonzaban; pero después de la caída ellos conocieron que estaban desnudos. Su conocimiento fue más profundo que lo de la desnudez de la piel a la desnudez de sus almas malas ante Dios. Ellos conocieron que habían pecado, y también fueron conscientes que Dios supo que habían pecado. Ellos no se vistieron con vestidos hechos por el hombre antes de la caída, pero no estaban sin la cobertura de la rectitud (Ecl. 7:29). La ausencia de una cobertura es contraria a la naturaleza para las criaturas vivientes de la tierra. Cada pájaro tiene su plumaje, y cada animal tiene su abrigo. Por lo tanto, el hombre en su rectitud creada no estaba sin su efulgente como el señor sobre la creación inferior.
Hay diferentes tipos de vergüenza — natural, de gracia, y penal. Después de la caída, Adán y Eva manifestaron la vergüenza natural. Conociendo que fueron destituidos de la rectitud original, cosieron hojas de higuera para una cobertura. El hombre natural piensa que él mismo está suficientemente vestido si la desnudez que puede ver está cubierta de la vista de sus ojos. Él no se da cuenta que Dios escudriña la mente y prueba el corazón (Jer. 17:9, 10; Heb. 4:13). La vergüenza de gracia del arrepentimiento es que Dios solo puede traer toda desnudez del hombre a la vista de sus ojos. Por la gracia David pudo decir, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23, 24). La vergüenza penal es que el hombre no avergonzado de sus pecados será avergonzado por ellos. Las personas que no manifiestan vergüenza en exponer sus cuerpos desnudos no están en sus juicios cabales. Marcos y Lucas describen un endemoniado, poseyendo de un espíritu inmundo, que estaba desnudo e incontrolable y que vivía en los cementerios. Cristo echó fuera el espíritu inmundo del hombre. Él fue visto “sentando, vestido y en su juicio cabal” (Mar. 5:15).
La gloria de la rectitud fue cambiada a la vergüenza de pecado en la caída. Antes de la caída el hombre poseyó tales emociones como amor, temor, y esperanza. Estas fueron guardadas en orden y paz por la rectitud original. Sin embargo, este orden fue destruido en la caída. Las mismas emociones permanecieron, pero su uso fue cambiado. El amor para Dios llegó a ser el auto-amor; el temor llegó a ser el mal; y la esperanza fue perdida en la desconfianza (Juan 5:42; Rom. 3:18; Juan 8:45-47).
Desde la caída Satanás ha cambiado la virtud dada por Dios a la mujer al vicio. El corazón de la mujer no regenerada es el tesoro del Diablo. En vez de que su deseo sea para su marido, la mujer ha llegado a ser inquieta. Su sumisión ha sido cambiada a la dominación. Ella ha llegado a ser altiva más bien que humilde. Su elegancia ha llegado a ser coquetea. Su amor se ha degenerado en el egoísmo. Ella busca glorificarse a sí misma más bien que a su marido. Ella se goza más en la lisonja de un extranjero que en la aprobación de su marido. Su búsqueda está en intereses fuera de su hogar.
El hombre no puede poner toda la culpa a los pies de la mujer por el camino malo que ella ha tomado. Las acciones de los hombres y las mujeres pueden ser trazadas a Adán y a Eva en la caída. Ambos Adán y Eva buscaron justificar sus acciones por echarse la culpa el uno al otro. Dios le preguntó a Adán, “...¿Has comido del árbol de que yo te mande no comieses?” (Gén. 3:11). Adán respondió, “...La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gén. 3:12). La respuesta de Adán tiene una peor conotación que la de simplemente echar la culpa a Eva. Él dijo, “...La mujer que me diste por compañera....” Así, él acusó a Dios — “si no me hubieras dado a Eva, yo no hubiera pecado.” Adán fue más adelante que esa respuesta atroz para añadir pecado al pecado diciendo, “...me dio del árbol, y yo comí.” Su admisión de pecado comenzó con acusar a la mujer de ser la que estaba en el error y concluyó con acusar a Dios de ser la causa de su pecado. Esto es lo típico de la admisión (no confesión) mediana en el día de hoy. Cada vez que Adán abrió su boca, él añadió pecado al pecado. Esto fue una admisión, pero no una confesión, de pecado.
La Escritura claramente demuestra que sólo el Espíritu Santo hace la palabra de Dios una bendición a la gente. Por lo tanto, la palabra de Dios más el Espíritu de la regeneración capacita a uno no solamente confesar sus pecados pero también madurar en Cristo en todas las cosas. Contrariamente, la palabra de Dios sin el Espíritu Santo causará a uno enojarse y tratar de justificarse a sí mismo en echar la culpa a otro, como Adán y Eva hicieron después de la caída.
Las Escrituras dan evidencia que la mujer ha sido voluntariamente explotada por el hombre. Lamec fue el primer violador de la ley original de matrimonio; él tomó a dos a Ada (el nombre significa “él adornó”) y a Zila (el nombre significa “él derrochó”) en la primera relación polígama. Él adornó a Ada y derrochó a Zila (Gén. 4:19). La ley del matrimonio rota por la línea de Caín era mala, pero ser rota por la línea de Set era mucho peor. Agar causó turbación en el hogar de Abraham (Gén. 21), y la decepción de Lea causó problemas en la vida de Jacob. El pueblo de Israel fue corrompido por las hijas de Moab (Núm. 25). Puesto que Balaam no podría maldecir a Israel, él buscaría corromperla. Esto ha resultado frecuentemente ser un recurso más exitoso. Así que, la simpatía y las invitaciones del mundo han de ser más a ser temidas que sus maldiciones. Las hijas de Canaan condujeron a Israel a la maldad y a la idolatría (Jue. 3:5-7). Dalila trajo vergüenza a Sansón, una persona dispuesta. Después que Sansón se metió con una ramera, los filisteos persuadieron a Dalila, por la quien Sansón había expresado amor, para seducirlo a fin de saber la fuente de su fuerza (Jue. 16). Betsabé, con su belleza femenina, condujo a un David dispuesto al adulterio y al asesinato (II Sam. 11). Jezabel condujo a Ahab para venderse a sí mismo a hacer lo malo delante de Jehova (I Rey. 21). Atalía, la hija de Jezabel por el nacimiento y en la disposición, buscó asegurar el reino para sí misma. Ella fue tal vez la presidenta del “Movimiento de la Liberación de la Mujer.” Esta mujer mala pensó que había asegurado su posición por destruir la semilla real, pero Joás había escapado a su propósito sangriento. Cuando ella aprendió esto, ella clamó a voz en cuello, “Traición, traición.” ¡Atalía pobre inocente! Cuando la gente vio que ella era una usurpadora y una tirana, fue puesta a la muerte donde había cometido su crimen sangriento (II Rey. 11). Herodías condujo a Herodes a decapitar a Juan el Bautista (Mar. 6). Juan había revelado la relación adúltera de ellos: “...No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mar. 6:18). Por favor observa que esta declaración fue hecha después de que ellos se habían separado de sus compañeros previos y se casaron. Pablo y Bernabé fueron perseguidos por causa de las mujeres judías piadosas y distinguidas (Hech. 13:50).
3
EL HOMBRE Y LA MUJER DESPUÉS DE LA CAÍDA
La indisolubilidad del matrimonio es un tema Bíblico objetable en una sociedad permisiva y caída. La oposición a la indisolubilidad del matrimonio viene de tres fuentes: (1) las personas que están contemplando el divorcio, (2) las personas divorciadas que tratan de justificar las segundas nupcias, y (3) los predicadores que están tratando de hacer a todos felices. La única cosa frecuente en todas las tres fuentes es que lo natural tiene precedencia sobre lo sobrenatural. Cuando las personas buscan una escapatoria para sacar un contrato del matrimonio, ellos admiten la dureza de sus corazones. Además, ellos son más interesados en la concesión que en la institución del matrimonio que es de Dios.
El tema del divorcio y las segundas nupcias ha sido discutido por muchos siglos, pero así también cada tema importante de la Biblia. Hay teólogos en ambos lados de lo que parece ser un punto complicado; por lo tanto, una persona puede encontrar el apoyo humano en lo que quiere creer. Sin embargo, la pregunta real es si uno puede encontrar el apoyo Bíblico para la terminación de un matrimonio sobre cualquier base menos que la muerte. Personas en ambos lados del asunto piensan que tienen el apoyo de la Escritura. Así que, el arreglo final del asunto espera al tribunal de Cristo para muchos Cristianos o el gran juicio del trono blanco para los no Cristianos.
El divorcio ha llegado a ser tan frecuente en la sociedad moderna y aun en el Cristianismo profesante que la exposición a los principios Bíblicos es absolutamente imperativa. Sin embargo, esto no resolverá el problema ni en la sociedad ni en las iglesias. No obstante, es necesario que los ministros llamados por Dios sean obedientes en declarar todo el consejo de Dios. Solo Dios puede cambiar la corriente de una sociedad corrompida, y solamente la aplicación de los principios Bíblicos por el Espíritu Santo en la santificación puede alterar la situación triste en las iglesias de Jesucristo.
El matrimonio es una institución divina que pertenece solamente a la existencia terrenal de la humanidad: “Porque en la resurrección ni (los hombres y las mujeres) se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mat. 22:30). El matrimonio es un contrato en el que entran voluntariamente un hombre y una mujer; no obstante, Dios les retiene responsables en él. La declaración, “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mar. 10:9), debe ser considerada como una institución divina. Para considerar el matrimonio en cualquier otra perspectiva no altera el hecho de que es la designación de Dios. El divorcio es puramente humano. Ha habido un punto de vista pervertido de la institución del matrimonio desde la caída del hombre, pero Dios no es más el autor de su perversión así como no tiene la culpa de la caída del hombre. El verbo griego para “juntó” es un aoristo activo indicativo de sudzeugnumi, que significa enjugar o unir junto. El aoristo activo verbo en este contexto que es usado en una manera culminativa enfatiza la finalidad de la acción.
El matrimonio como una institución divina está bajo un ataque pesado en el día de hoy. Satanás sabe que su tiempo es corto. Por lo tanto, él está presentando al mundo un cristo falso, un evangelio falso, y un espíritu falso (II Cor. 11:1-4). Además, él proclama una unión falsa entre el hombre y la mujer aparte del principio divino del matrimonio. Una de las señales que Cristo dio acerca de Su segunda venida se encuentra en Mateo 24:37-39: “Mas como los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.” No hay nada mal con el comer, el beber, y el casarse en sí mismos; pero la obesidad del comer, la embriaguez del beber, y la ilegalidad en las cópulas del casamiento son las señales de que Cristo pronto regresará. Lucas añadió a esta una descripción de los “días de Lot” (Luc. 17:28). Una de las peores de las pasiones que esclavizaron a la gente de Sodoma y Gomorra fue la corrupción del sexo. Lo que fue cierto en aquel entonces es aun más cierto hoy a causa de los muchos métodos empleados para alcanzar los ojos de los jóvenes y así también los de los adultos.
Aquellos a quienes la palabra de Dios ha sido encomendada son obligados hacerse a sí mismos claros al principio en cuanto de la actitud requerida del Cristiano divorciado que no es casado, el creyente divorciado que volvió a casarse, el Cristiano casado que no ha sido divorciado, y el creyente que no es casado. (1) La gracia de Dios es suficiente para el Cristiano divorciado y no casado para que sea un eunuco espiritual por causa de Cristo (Mat. 19:12). Puesto que la mente es el factor principal en la concupiscencia de la carne, el creyente ha de poner la mira en las cosas de arriba (Col. 3:2) y pensar sobre las cosas espirituales (Fil. 4:5-13). (2) El creyente divorciado que volvió a casarse no puede deshacer lo que ha sido hecho. Así que, “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede” (I Cor. 7:20). Los Cristianos son los sujetos de los dos llamamientos de la gracia y la providencia. (3) El Cristiano casado que nunca ha sido divorciado debe guardarse contra una actitud de auto-justicia y más santa-que tu. Es solamente por la gracia de Dios que no has cometido el mismo error. (4) El creyente que todavía no es casado solamente debe casarse con un Cristiano con el entendimiento pleno que el matrimonio es la institución de Dios para toda la vida. (Véase Mar. 10:9; Rom. 7:2, 3; I Cor. 7:2-11; Ef. 5:22-33.)
Cercano al casamiento de Jesucristo con Su iglesia, no hay nada más maravilloso que el casamiento de dos personas Cristianas, que es su tipo. Sin embargo, el matrimonio no es siempre una experiencia de luna de miel. El tipo difiere del casamiento de Cristo con Su iglesia en que la institución terrenal del matrimonio tiene sus pruebas y dolores así como también sus triunfos y regocijos. Al contrario, la institución celestial del casamiento de Cristo con Su iglesia será un estado eterno de felicidad y contentamiento.
La institución del matrimonio es un contrato entre un hombre y una mujer para toda la vida. Puesto que esta es la institución divina del matrimonio, ningún cuerpo eclesiástico o civil puede prescribir una regla más alta de la moralidad. Los puntos de vistas flojos acerca del matrimonio conducen no solamente a la corrupción social pero también a la declinación espiritual en la iglesia.
La instrucción para los divorciados, los divorciados que han vuelto a casarse, los casados que no son divorciados, y los no casados es lo mismo para los no Cristianos como también para los Cristianos con una excepción. Puesto que la gracia es dada solo por Dios, ninguna apelación puede ser hecha al no Cristiano divorciado ni al no Cristiano no casado por medio del cual él o ella por la gracia de Dios pueden llegar a ser eunucos espirituales para la causa de Cristo. Dios no tiene dos normas para la institución del matrimonio — uno para el salvo y otro para el no salvo. El salvo y el no salvo deben ser acercados de manera diferente porque uno tiene una mente espiritual, y la otra no la tiene. Aunque el no salvo no tiene una mente espiritual con que puede razonar, la norma de Dios del matrimonio nunca debe ser rebajada.
El matrimonio ha de ser visto en lugar del honor por todos, pero no es para todos. Hay circunstancias que impiden el matrimonio. Pablo habló de la “necesidad que apremia” que lo hizo difícil para algunos entrar en un contrato del matrimonio (I Cor. 7:25-28). El verbo griego para “que apremia” en esta declaración es un perfecto activo participio de enistemi, que significa estar a la mano o estar presente. La palabra “necesidad” es el acusativo de anagke, que es una palabra que refiere o a las circunstancias externas — tales como angustia, prueba o persecución — o a la compulsión o la limitación interior. El apóstol estaba mostrando que en la vista de la crisis mundial, el hombre no casado no debería tratar de casarse. Él no cometería pecado por casarse, pero él y su familia tendrían dificultad. Uno que ya es casado no debe buscar de soltarse del contrato del matrimonio. Los verbos “estás ligado” (deo) y “soltar” (luo) están en el perfecto pasivo indicativo, que indica los estados establecidos (I Cor. 7:27). Por lo tanto, el verbo “soltar” se refiere no a una persona divorciada sino a uno que nunca ha sido casado.
No solamente hay circunstancias que impiden el matrimonio, pero la institución divina no está diseñada para todos. Después de que Cristo había dado Su respuesta a los judíos que trataron de atraparle con el tema del divorcio y las segundas nupcias, los discípulos concluyeron que tal enseñanza hizo la institución del matrimonio no prudente (Mat. 19:3-10). Jesucristo respondiendo les dijo, “...No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mat. 19:11, 12).
La palabra griega para “eunuco” es eunouchos, que significa uno que está encargado de la recámara o uno sin una impulsión sexual. Cristo habló de tres tipos de eunucos: (1) Los que nacieron eunucos. Nacieron con un defecto sexual congénito. (2) Los que fueron hechos eunucos por los hombres. Fueron físicamente castrados (II Rey. 20:18; Est. 2:14). (3) Los que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. Estos no fueron sexualmente impotentes. Como Pablo, estuvieron dispuestos quedarse solteros en el interés del reino. Los eunucos que se encuentran en una de las categorías precitadas no tendrán problema en aceptar la conclusión de los discípulos que “...no conviene casarse” (Mat. 19:10).
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EL HOMBRE Y LA MUJER EN EL MATRIMONIO
Hay diferentes puntos de vista — la mayoría de ellos son falsos — en cuanto a lo que realmente constituye el matrimonio. Todas las opiniones aceptadas por los hombres pueden ser reducidas a unos pocos conceptos mayores. Estos serán analizados a la luz de datos Bíblicos. El tema del matrimonio es uno de los temas más emocionales para enseñar o imprimir; no obstante, debe ser predicado y publicado para contradecir los puntos de vista degradadores que la mayoría de los religiosos y los no religiosos semejantes tienen de la institución de Dios. Muchos tienen conceptos corrompidos del matrimonio porque ellos lo consideran como una institución humana. La gente que tiene un punto de vista tan bajo del matrimonio fácilmente puede creer en el divorcio.
El matrimonio la única institución establecida antes de la caída del hombre. Sin embargo, la bendición del matrimonio ha sido degradado por la humanidad en su condición depravada. Así, la naturaleza corrompida de la humanidad ha sido usada por Satanás para degradar el significado original del matrimonio. Aunque la institución original de Dios del matrimonio ha sido degradada, Su principio del matrimonio permanece lo mismo para toda la gente y para todo el tiempo. Los principios de Dios, así como también Su carácter, son inmutables.
El Principio Divino Del Matrimonio
Sin discutir las interpretaciones contradictorias y diversas de Romanos 7, el punto de énfasis en este estudio es el principio del matrimonio. Pablo usó este principio para ilustrar la verdad doctrinal importante de la separación de los elegidos de la ley y ser unidos a Jesucristo. El apóstol a los gentiles presumió que los hermanos en Roma fueron totalmente informados del principio que la “ley” (nomos), ya sea la mosaica o la gentil, tiene dominio (presente activo indicativo de kurieuo, que significa mandar o tener dominio sobre) sobre un hombre mientras que vive (Rom. 7:1). La palabra “ley” en el capítulo 7 es usada veintitrés veces y tiene cinco usos diferentes: (1) en un sentido general (vers. 1, 4-6), (2) como la obligación del matrimonio (vers. 2, 3), (3) como la ley moral (vers. 7-14), (4) como la doctrina de Dios (vers. 22), y (5) como el principio del pecado (vers. 23).
La ilustración de Pablo del matrimonio no es clasificada. Esto significa que el matrimonio no es ni asignado a una cierta categoría ni restringido a causa de ciertas condiciones. Solo hay una norma divina para el matrimonio para toda la humanidad: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gén. 2:24). “Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido. Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se una a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre” (Rom. 7:2, 3 BLA). Tres cosas deben ser observadas en la ilustración no clasificada de Pablo: (1) La unión del matrimonio está lijada por la ley. El tiempo del verbo “está ligada” es importante. Es un perfecto pasivo indicativo de deo, que significa ligar. El uso del tiempo perfecto de Pablo significa que la mujer ha sido lijada por el contrato del matrimonio, y ella permanecerá así mientras que vive su marido. El modo indicativo confirma la realidad de la acción del verbo. (2) La obligación del matrimonio es disuelta solamente por la muerte: “...si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido” (BLA). La partícula “si” (ean) es una tercera clase condición usada con el aoristo activo subjuntivo de apothnesko, que significa morir, indicando una posibilidad. El verbo griego para “queda libre” es un perfecto pasivo indicativo de katargeo, que significa rendir nulo, abrogar o anular, o liberar de. Así que, a la muerte de su marido, la mujer se ha hecho libre y queda libre de todas las obligaciones del matrimonio. Las palabras “está lijada” y “queda libre” son verbos en el perfecto pasivo indicativo. (3) El segundo matrimonio de la mujer se hace posible por la muerte del marido.
La legalidad de volver a casarse por la que ha quedado libre por la muerte del compañero de él o ella en la ilustración de Pablo debe ser considerada en la relación a la verdad Bíblica que él estaba proclamando. Como hay muchas uniones religiosas falsas, hay muchos matrimonios ilegales. Pablo había mostrado que cada persona es unida a la ley de la cual no puede divorciarse a sí mismo. Uno que piensa que puede unirse a Jesucristo mientras que está ligado por la ley o por la tradición se engaña. Esto sería una unión ilegal, pero no hay unión ilegal en la familia de Dios. (Véase Mar. 7:1-13.) El apóstol no usó una ilustración que no era eficaz. Como la muerte solamente puede liberar a uno de la obligación del matrimonio, la muerte a la ley que tiene dominio sobre una persona debe preceder su unión con Jesucristo.
El principio del matrimonio es un contrato que dura toda la vida del cual ninguno puede divorciarse a sí mismo. Cualquier Cristiano que ha cometido el error de divorciarse y volverse a casarse antes que Dios le salvara no resentirá la verdad presentada acerca de este tema. La unión de Dios de Adán y Eva es el principio establecido para siempre: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá [ser engomarado junto] a su mujer, y serán una sola carne” (Gén. 2:24). Pablo era consciente de este principio, y el Espíritu Santo le inspiró a categóricamente afirmarlo en Romanos 7:2-3. Lo que es afirmado en cualquier otro pasaje de la Escritura no puede contradecir este principio.
No hay contradicción entre las referencias donde el divorcio es mencionado y las referencias donde el principio Bíblico del matrimonio fue establecido primero (Gén. 2:24) y luego confirmado por el Espíritu Santo mediante Pablo (Rom. 7:2, 3). Uno sería un necio en pensar que el apóstol inspirado se equivocó con su ilustración. Aquellos que buscan una escapatoria para satisfacer su deseo egoísta corren a tres versículos de Escritura (Mat. 5:32; 19:9; I Cor. 7:15). Ellos fracasan en explicar por qué “a no ser por causa de fornicación” es usado solamente por Mateo y rehúsan mostrar que el divorcio y el volver a casarse no están en consideración en I Corintios. Estos pasajes de Escritura serán tratados extensivamente en lecciones subsiguientes, pero este no es el propósito de este estudio. Esta lección es para indicar que ni el Señor Jesucristo ni Pablo podrían contradecirse a sí mismos.
Las siguientes razones erróneas, que son aceptadas a una sociedad promiscua, han sido dadas para el divorcio y el volver a casarse: (1) Cuando uno es salvo, es libre para volver a casarse no importa cuántas veces haya sido casado antes que fuese salvo; esto está basado en todos los pecados del Cristiano estando bajo la sangre (Apoc. 1:5). (2) La fornicación o el adulterio dan a la persona inocente el derecho de volverse a casar (Mat. 5:32; 19:9). (3) La deserción de un creyente casado por el compañero no creyente da al creyente el derecho de volverse a casar (I Cor. 7:15). (4) El divorcio disuelve la relación del matrimonio, dando a la persona divorciada el derecho de volver a casarse (Deut. 24:1-4). (5) Puesto que la muerte rompe el contrato del matrimonio, puede ser roto (Rom. 7:2, 3). Así, mientras que no puede ser legítimamente roto, puede ser ilegítimamente roto. Si el divorcio asegura nada más que la separación legal, las personas involucradas serán privadas del remedio por la falta de domino propio expresado en I Corintios 7:2.
Esta sociedad no pura es ansiosa para citar la ley de Moisés en defensa de su promiscuidad. ¿Por qué fracasa en mirar al lado penal de la ley? Las cosas siguientes deberían ser consideradas: (1) Bajo la ley, el adulterio no dio al compañero inocente el derecho de divorcio. La ley condenó a la persona culpable a la muerte (Lev. 20; Núm. 5). Así que, la muerte, más bien que el adulterio, terminó el matrimonio. (2) Bajo la ley, el adulterio no es mencionado en el asunto del divorcio. (3) Bajo la ley, Moisés permitió el divorcio en el caso de fornicación (Deut. 24). El propósito de la legislación de Moisés era para regular y así para hacer menos severo lo que no podría totalmente controlar.
El divorcio descuida la mera naturaleza establecida en el matrimonio: (1) El divorcio subvierte la provisión ordenada por Dios para un hogar ordenado. El matrimonio es un arreglo para la vida, y el divorcio se opone a ese arreglo. (2) El divorcio destruye la provisión de la naturaleza para el bienestar de los niños para lo que el padre y la madre se necesitan. (3) El divorcio no deja oportunidad para el arrepentimiento y la reconciliación. (4) Puesto que el divorcio es contrario al orden original de Dios, el hombre, ya sea predicador, abogado, o juez, no debe originar un arreglo diferente.
En contra de la enseñanza Bíblica acerca del tema del matrimonio, un conocido “psicólogo Cristiano” dijo que tres cosas deben ser consideradas en una relación matrimonial: (1) inteligencia, (2) educación, y (3) religión. Uno puede esperar que el orden dado por la mayoría de los psicólogos sea contrario a la Escritura. Según el orden psicológico precitado, antes que una mujer o un hombre joven piensan seriamente el uno con el otro, deberían tener un examen de inteligencia. Si ellos no están en el mismo nivel de inteligencia, deberían dejar de verse. Además, en la primera cita, una pareja joven debería de asegurarse que están sobre el mismo nexo educativo. Según la mayoría de los psicólogos, la pareja debería pensar entonces en la religión. Su opinión es que la religión sigue después de la inteligencia y la educación porque es de menor importancia. La religión en que los hombres ganan puede venir al último, ya sea el judaísmo o cualquier otra creencia hecha por el hombre (Gál. 1:14); pero la religión que es pura y sin mácula delante de Dios debe tomar la precedencia sobre todo (Sant. 1:27). La palabra “religión” en Santiago 1:27 es threskeia, que significa la piedad o la religión. Este sustantivo griego es usado solamente cuatro veces en el Nuevo Testamento (Hech. 26:5; Col. 2:18; Sant. 1:26, 27). Los adjetivos “pura” y “sin mácula” distinguen la religión verdadera de las prácticas inservibles y ritualísticas. Así que, a los psicólogos se les puede permitir el poner las prácticas inservibles y ritualísticas al último; pero el Cristianismo basado en la verdad objetiva de Dios debe tomar la precedencia sobre la inteligencia y la educación. Cuando las personas son relacionadas apropiadamente a la verdad divina, todo lo demás caerá en su lugar. Por otra parte, una pareja puede tener mucho en común intelectualmente, pero la ausencia de la relación a la verdad divina conducirá a problemas serios.
Los Puntos De Vista Falsos
Del Matrimonio Considerados
Lo siguiente es una discusión de los puntos de vistas falsos del matrimonio aceptados por la gente en el día de hoy:
PRIMERO — El matrimonio es uno de los siete sacramentos de la Iglesia Católica Romana diseñado primordialmente para la propagación. La palabra “sacramento” no es una palabra Bíblica, pero es derivada de la palabra latina sacramentum. Así que, la palabra “sacramento” ha venido en uso en la lengua teológica y eclesiástica para indicar eventos religiosos. La teología Católica Romana ha fijado el número de sacramentos sobre la base de su punto de vista del que ellos constituyen una serie de actos sobrenaturales que infunden la gracia sobrenatural en toda la vida desde el principio hasta el fin. Su teología afirma que los sacramentos son señales exteriores (visibles) instituidas por Cristo para dar la gracia. Sus siete sacramentos incluyen el bautismo, la confirmación, la penitencia, la santa eucaristía, las ordenes santas (los deberes sagrados de los obispos, sacerdotes, y otros ministros de la iglesia), el matrimonio, y la unción extrema. Ellos alegan que los sacramentos son las siete bocas en que el arroyo de la vida divina de la gracia, que tienen su fuente en la cruz de Cristo, se vacía a sí mismo en el desierto de la existencia humana. Por lo tanto, los Católicos Romanos creen que los sacramentos poseen eficacia porque ellos son los actos del Cristo Mismo.
Nuestro propósito no es el de discutir todos los siete sacramentos de la Iglesia Católica Romana. Ellos han sido mencionados para mostrar que el matrimonio, según el Romanismo, es un medio de dar la gracia a la pareja que ha de casarse. El bautismo y la penitencia se llaman los sacramentos de los muertos. Son hechos para dar la vida de Dios a las almas que son muertas en el pecado. El bautismo es para los pecados antes el bautismo y la penitencia es para los pecados después del bautismo. Puesto que los Católicos Romanos creen en la gracia sobrenatural dada en el sacramento del bautismo puede ser perdida mediante el pecado mortal, ellos inventaron el sacramento de la penitencia para la restauración a una posición salva. Los otros cinco sacramentos son llamados los sacramentos de los vivos. Su propósito es dar más gracia a las almas ya viviendo en un estado de gracia. Así que, el matrimonio, según la Iglesia Católica Romana, es un sacramento para aquellos que están vivos (miembros de la Iglesia Católica Romana) que desean tener más gracia dada sobre ellos. ¡Qué pena que el papa, los cardenales, los obispos, y los sacerdotes no participen en esta añadidura de gracia! Aunque estos líderes religiosos afirman que están casados con la iglesia, no hay prueba Bíblica que algunos de los redimidos de Dios estuvieron casados con la iglesia. Pero, sí hay pruebas Bíblicas que los redimidos en la iglesia son desposados con Cristo como vírgenes puras (II Cor. 11:1-4). La Biblia no da evidencia de los líderes religiosos que están casados con la iglesia. Pero la Escritura enseña que la iglesia que está desposada con Cristo será casada con Él en el futuro (Apoc. 19:7).
El principio de Dios del matrimonio es estimado altamente por aquellos que tienen el respecto apropiado para Aquel que lo instituyó. Sin embargo, algunos hacen que el matrimonio signifique más de lo que la Escritura permite. No es ni un medio de más gracia ni es diseñado primariamente para la propagación, que involucra la idea de la cópula lícita. La cópula lícita siendo el propósito primordial del matrimonio es un punto de vista bajo de la institución divina del matrimonio. El matrimonio incluye la propagación de la raza humana, pero significa más que esto.
Para decir que el matrimonio es el sacramento por el cual una pareja bautizada (hombre y mujer) es ligada indisolublemente para la vida y por el cual ellos reciben la gracia para desempeñar sus deberes debe ser examinado. Uno fallará el empujón de la declaración si ignora el significado Católico Romano del bautismo. Según el catolicismo, el bautismo por la Iglesia Católica Romana solo es el válido. Esta es la razón por la cual un matrimonio mixto entre un católico y un no católico puede ser invalidado, y el compañero católico puede volver a casarse en la iglesia. Ante los ojos del catolicismo, no hubo un primer matrimonio. La pareja tuvo la culpa de la fornicación.
La Iglesia Católica Romana requiere que cada católico sea casado en la presencia de un sacerdote autorizado y dos testigos. Un católico cuya ceremonia fue hecha por un juez de paz o un ministro protestante no es casado, y vive en pecado. Dios no lo perdonará a menos que él sea casado por un sacerdote. Si esto es imposible porque uno de los compañeros se rehuse, el otro debe separarse, aunque haya niños involucrados. A los católicos se les prohíbe estar presentes en una ceremonia no católica. A ellos se les prohíbe también mandar regalos al católico que se case en una ceremonia civil o no católica. Si el matrimonio se lleva a cabo en una ceremonia religiosa y la persona católica asiste, él es excomunicado.
Cuando la enseñanza Católica Romana acerca del tema del matrimonio es tomado a su conclusión lógica, no habían matrimonios verdaderos desde Adán y Eva a Pedro — quien ellos afirman fue el primer papa. ¿Lo restableció Dios que instituyó el matrimonio antes de la caída por encomendarlo a la iglesia católica? No hay nada en el Nuevo Testamento acerca o el sacramento del matrimonio o el ser hecho válido por el clero. Por lo tanto, los hombres que no hablan según la palabra de Dios están en la obscuridad espiritual (Isa. 8:20; I Ped. 4:11).
SEGUNDO — En la teología de los mormones, el matrimonio es una unión sagrada, divinamente ordenado. Bajo la autoridad del sacerdocio mormón, el matrimonio es creído ser no solamente para la vida pero también para la eternidad. Ellos enseñan que dos tipos de matrimonio son posibles: (1) Los matrimonios del templo son hechos solamente por unos pocos hombres delegados con tal autoridad. (2) Los obispos y los otros funcionarios pueden hacer matrimonios civiles ordinarios. Su opinión es que aquellos que son casados en un templo son sellados uno al otro para la eternidad, y ellos tendrán el privilegio de perfeccionar la medida plena de su existencia por tener una posteridad que es tan innumerable como las estrellas del cielo. Por el contrario, aquellos que no son casados en un templo son casados por el tiempo. Su matrimonio será disuelto por la muerte, y ellos serán solteros en la eternidad. Ellos vivirán como los ángeles pero no como dioses.
Los mormones afirman que hasta el tiempo de José Smith, las ceremonias del matrimonio hechas por los ministros afirmaron “hasta que la muerte los separe.” Sin embargo, con la revelación que Dios dio a Smith, el Señor mostró que el pacto del matrimonio debería estar por ambos el tiempo y la eternidad. Su opinión es que “hasta que la muerte los separe” es una doctrina hecha por el hombre. Ellos afirman que la provisión ha sido hecha para los muertos. Los niños vivos pueden casarse vicariamente por los padres muertos; también pueden bautizarse por ellos. Ellos son persuadidos que con este hecho, los mormones tienen algo no solamente para que vivir sino también para que morir porque Dios ha prometido la restitución de todas las cosas.
Esta institución herética declara que aunque la poligamia era sancionada por la revelación de Dios, los mormones admiten que ellos cumplirán con el reglamento de la Corte Suprema de los Estados Unidos. En este caso, “revelación” no significa mucho a los mormones. Observe la diferencia entre ellos y Pablo (Gál. 1:10-12; Hech. 26:19).
La Escritura simplemente afirma que el matrimonio es para el beneficio del hombre en el tiempo: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mat. 22:30). Así que, los santos en el cielo serán como los ángeles en un aspecto — no casados. Como los ángeles no tienen hijos, tampoco los santos glorificados en la eternidad. Así que, la idea de la posteridad de los mormones que se casan en un templo siendo innumerables como las estrellas es una ilusión de mentes pervertidas.
La interpretación de los mormones de la respuesta de Cristo a los saduceos es contradictoria a su creencia que los niños pueden casarse vicariamente por sus padres muertos. Ellos dicen que lo que Cristo quiso decir fue que en la resurrección no habrá casamiento o dar en casamiento porque la condición marital debe ser establecida antes de ese tiempo. Si la condición del matrimonio es establecida antes de la resurrección, ¿cómo pueden los niños casarse vicariamente por ellos después de la resurrección?
TERCERO — El matrimonio es una unión en la que dos personas llegan a ser una sola carne. El amor no solamente es el matrimonio de los afectos sino también es dos cuerpos que vienen juntos en la cópula, así llegando a ser una sola carne. Por lo tanto, el matrimonio no es una obligación sobrenatural o mística. Así que, la idea de una obligación espiritual que no puede romperse crea una obligación mítica que no existe. La misma obligación de un solo cuerpo y una sola carne es usada para hablar de uno que es unido a una ramera y de un hombre unido a su esposa. Por lo tanto, esto no puede ser una unión espiritual. Aquellos que defienden que la unión es física nos informa que el matrimonio es capaz de ser separado porque es un acuerdo entre un hombre y una mujer. Ellos explican que el matrimonio no es dos acuerdos hechos uno de modo que si una parte no cumple, la otra vive como si él o ella fuese casado para siempre; además, uno de los compañeros en un contrato del matrimonio puede faltar porque Cristo dijo, “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mat. 19:6).
La primera cosa para ser observada en el punto de vista precitado del matrimonio es el significado de “una sola carne.” Este término es usado por Dios en la institución del matrimonio (Gén. 2:24), por Jesucristo cuando discutía el tema del matrimonio con los fariseos (Mat. 19:5, 6; Mar. 10:8), y por Pablo cuando hablaba de una cópula ilegal (I Cor. 6:16) y cuando discutía del matrimonio (Ef. 5:31). La institución original de Dios del matrimonio proveyó para el hombre y la mujer — no hombre y hombre o mujer y mujer. Además, no concesión fue hecho para o la poligamia o el divorcio. La atracción para el sexo opuesto es una parte natural de la creación de Dios, pero la atracción para más de una mujer o para una persona del mismo sexo es antinatural. La relación antinatural es el fruto del pecado. Al contrario de la opinión de nuestra sociedad enferma con pecado, las relaciones antinaturales no son las otras formas de los estilos de vida que deben ser reconocidos. Nuestra generación está llena de la gente que son “sin afecto natural” (II Tim. 3:3). La palabra griega para esta declaración es astorgos, que significa desprovisto de afecto natural. Pablo usó este mismo adjetivo en Romanos 1:31. (Véase Rom. 1:24-31.) Así, astorgos cubre cada tipo de relación antinatural, si es una relación homosexual, teniendo una multiplicidad de mujeres u hombres, o lo que sea.
La “una sola carne” de Génesis 2:24 describe la cópula en el matrimonio lícito, pero Pablo usó el mismo término para describir una unión ilegal del sexo: “¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne” (I Cor. 6:16). Esto prueba que el matrimonio es más de la cópula. Si esto no fuera cierto, uno estaría casado con cada persona con quien él o ella tuviera una relación sexual ilegal. Pablo advirtió a los corintios acerca del maltrato de sus cuerpos que pertenecen al Señor. Por lo tanto, los creyentes deben huir de la impureza sexual porque esto sería pecar contra sus propios cuerpos. La persona entera — espíritu, alma, y cuerpo — pertenece a Cristo. Puesto que la parte inmaterial del hombre ha sido redimida, él debe mortificar su parte material mientras que es un residente en el tiempo. El cuerpo será redimido en la resurrección.
Hay más al matrimonio que la cópula lícita. Juzgando de la manera de vida de una sociedad enferma con pecado, uno sería guiado para creer que el sexo es el ingrediente más importante en el matrimonio. Hay varias uniones para ser consideradas en un contrato del matrimonio:
1. Hay la unión de afectos. El matrimonio de afectos no debe ser confundido con las concupiscencias. Cuando un hombre y una mujer se casan para legalmente satisfacer sus concupisciencias, ellos van a tener grandes problemas. Hay mucho que vivir entre los tiempos cuando las pasiones sexuales son satisfechas. La palabra para “estarse quemando” en I Corintios 7:9 es un presente pasivo infinitivo de puroo, que significa estar inflamado con pasión. La gente no salva tiene amor natural pero no agape amor, que es el más fuerte de los dos. El afecto natural de dos personas Cristianas unidas en el amor del uno para el otro es reforzado por el amor de Dios que ha sido derramado en sus corazones (Rom. 5:5). El amor verdadero destruye el egoísmo. Los Cristianos reconocen que el hombre y la mujer son las dos mitades de la imagen de Dios, y no hay modo más alto de vivir sobre la tierra que el modo de marido y esposa en el Señor. Así que, su unión es un tipo de Cristo y Su iglesia. Las personas que solamente están unidas por afectos naturales no pueden entender esta verdad espiritual.
2. Hay la unión de compromiso del uno para con el otro en lo que llamamos un compromiso. Pablo usó la palabra “he desposado,” un aoristo medio indicativo de harmodzo, que significa desposar o prometer (II Cor. 11:2). La voz media indica el interés de Pablo en los corintios. Su responsabilidad era para entrenarlos y prepararlos para el matrimonio. A los judíos, esta unión de compromiso era tan ligada como el matrimonio actual. El compromiso debería ser una parte vital del proceso del matrimonio de dos personas que han expresado la unión de sus afectos el uno para con el otro.
3. Hay la unión del matrimonio. Esto ocurre cuando el hombre y la mujer que han expresado su amor del uno para el otro y se han comprometido a sí mismos el uno al otro al llegar a ser comprometidos son unidos en el acuerdo legal. Jesucristo era preeminente en el matrimonio en Caná. Él añadió gozo a la ocasión al proveer el vino, el símbolo de gozo divino. Aparte de Cristo, el gozo humano fracasará pronto porque no hay gozo duradero fuera de Jesucristo. El matrimonio fue la primera institución ordenada por Dios, y el primer milagro de Cristo fue hecho en una boda. La institución del matrimonio es la analogía más hermosa a la relación de Cristo con Su iglesia. Como el hombre existió antes de la mujer, Cristo existió antes de la iglesia. Como la mujer fue hecha para el hombre, la iglesia está siendo hecha para Cristo. Además, como Cristo amó a la iglesia y dio a Sí Mismo por ella, el hombre ha de amar a su esposa y cuidarla.
4.Los dos son hechos una sola carne por la cópula. Sin embargo, la cópula no constituye el matrimonio. Solo es un ingrediente, pero no es lo más importante del matrimonio. El matrimonio es consumado antes de la cópula, o la Escritura no diría, “...se hicieron unas bodas en Caná de Galilea...” (Juan 2:1). El griego lee gamos (un festival de bodas) egeneto (aoristo medio indicativo de ginomai — la punta acción actual en el tiempo pasado). Además, José y María son referidos como marido y mujer antes que vivieran juntos (Mat. 1:18-20). Una unión sin la obligación de afecto más el matrimonio no sería diferente del de ser unido con una ramera (I Cor. 6:15, 16).
La idea que el matrimonio consiste de acuerdos mutuos entre el hombre y la mujer, uno o los dos que pueden ser rotos, fracasa de probar que el principio inmutable del matrimonio de Dios es separado. Uno que toma el punto de vista que el matrimonio no es nada más de una institución humana podría creer que el matrimonio consiste simplemente de dos acuerdos mutuos. Sin embargo, uno que cree que Dios debe ser considerado en el contrato del matrimonio admite que la institución del matrimonio es de Dios. La institución de Dios del matrimonio permanece igual sin considerar la infidelidad de uno o de los dos compañeros involucrados en un contrato del matrimonio. El matrimonio es más que la obligación de afectos entre un hombre y una mujer que es consumada por una obligación legal. ¿Qué de la ley de Dios? (Rom. 7:2, 3).
CUARTO — Dios no tiene nada que ver con el matrimonio de las personas no salvas porque el matrimonio verdadero es un símbolo de Cristo y la iglesia. Contrario a esta afirmación, cuando dos personas no salvas son unidas en el matrimonio, Dios los liga en una obligación indisoluble. La información que Cristo dio a los fariseos en Mateo 19:3-9 y en Marcos 10:1-12 fue para los no salvos (Mat. 23:13-33). Así que, el matrimonio es una relación permanente monógama para los salvos y también para los no salvos.
La caída del hombre no tenía más efecto sobre el principio original de Dios del matrimonio que sobre la responsabilidad del hombre. La apelación hecha en el día de hoy por muchos es que aparte de la gracia el hombre no tiene capacidad para cumplir con la ley original de Dios del matrimonio. Su razonamiento puramente humano es que lo que el matrimonio debe ser y lo que es son dos cosas diferentes; además, el matrimonio no es un dios para aplastar al hombre sino la provisión de Dios para el hombre caído. Contrario a esta apelación errónea, las cosas siguientes son verdaderas:
1. La Escritura es clara en que ningún hombre en su condición depravada es dispuesto o capaz de cumplir con los principios justos de Dios. Así que, él no es solamente incapaz de ser dispuesto pero maldispuesto a ser capaz.
2. Dios ha hecho la provisión en la gracia por los elegidos. Todos los Cristianos informados reconocen que esto no libera a los no elegidos de la responsabilidad personal.
3. La institución original del matrimonio antes de la caída no libera más a los no elegidos del principio del matrimonio que la caída los alivia de la responsabilidad. El Dios inmutable ha establecido los principios divinos de que nunca puede cambiar, y el matrimonio es uno de esos principios. Las leyes justas de Dios son para los elegidos y para los no elegidos. Por lo tanto, si los no elegidos no son responsables ante las leyes justas de Dios, la puerta está abierta ampliamente para todo tipo de maldad para ellos. Este tipo de conclusión está en oposición directa a la Santa Escritura: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Rom. 2:4, 5). “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Heb. 13:4).
5
LA PERVERSIÓN DEL MATRIMONIO
POR EL HOMBRE Y LA MUJER
La primera perversión del principio divino del matrimonio registrada en las Santas Escrituras vino de la línea de Caín. Lamec, un descendiente de Caín, fue el primero en romper la institución de Dios del matrimonio por introducir el pecado de la poligamia (Gén. 4:19-24). Puesto que el nombre de Lamec significa “traer desde abajo,” uno no debería tener ningún problema en entender que todo en lo que los descendientes de Caín fueron involucrados sería menos que la norma divina. El principio Bíblico de “una mujer para una hombre” no satisfizo el corazón perverso de Lamec. Así que, él tomó para sí mismo dos esposas, Ada y Zila.
Ada y Zila fueron las primeras dos mujeres involucradas en una relación polígama. Ada significa “él adornó” u “ornato.” Ella dio a luz a Jabal, cuyo nombre significa “un arroyo” y Jubal, cuyo nombre significa “él se llevará.” Zila significa “él mal gastó” o “sutileza.” Ella dio a luz a Tubal-caín, cuyo nombre significa “serás traído por Caín,” y su hermana Naama, cuyo nombre significa “agradabilidad.” Las mujeres en la línea de Caín vinieron en la prominencia mayor en el reconocimiento mundial que las mujeres en la línea de Set. Ellos fueron los habitantes urbanos y pasaron más tiempo adornando sus personas, como el nombre de Ada significa. Así que, ellos se dedican a sí mismos al cultivo y práctica de las seducciones femeninas. Lo que tuvo su principio con Ada y Zila ha aumentado a un grado alarmante en nuestra sociedad moderna y enferma de pecado. Muchos de los anuncios en el día de hoy usan la apelación aduladora de mujeres para atraer clientes para sus productos respectivos, y las mujeres majaderas les gusta ser explotadas en esa manera.
El comentario sobre la relación polígama de Lamec es asombrosa. Él trajo a Ada de abajo por adornarla. Él trajo a Zila de abajo por mal gastarla; esto concluyó en la agradabilidad temporal de su hija. El adorno mundano y el seducimiento son tiempo perdido porque ellos solamente dan placer temporal. Así que, los placeres del pecado solamente están por una temporada. ¿Qué es el tiempo en comparación con la eternidad? Por una fe dada por Dios, Moisés “rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón” y escogió sufrir con el pueblo de Dios; él supo que el gozar de los deleites del pecado solamente era temporal (Heb. 11:24, 25). No como Moisés, Lamec no tuvo la fe dada por Dios que puede penetrar la niebla de la depravación y ver “al Invisible” (Heb. 11:27). La fe de los elegidos de Dios puede ver más allá de lo temporal para percibir el Cristo eterno y para estimar Sus riquezas que son mayores que todos los tesoros del tiempo y placeres temporales. La recompensa de la gracia es interna, externa, y eterna. Por el contrario, los placeres del pecado son internos y externos pero de breve vida. Un poeta describió los placeres del pecado: “Los placeres son como las amapolas divulgadas — ases la flor, su florecimiento es derramado; o como la nieve en el río — un momento todo blanco, después se derrite para siempre.”
El quebrantamiento de la ley de Dios del matrimonio conduce a toda clase de maldad. Esto fue evidenciado en la vida de Lamec, y es manifiesto obviamente en la sociedad del día de hoy. La referencia es hecha dentro del contexto de Génesis 4 a los asesinatos de Lamec y en su refugiarse en el crimen de Caín. Él se justificó a sí mismo con sus esposas, pervirtió la indulgencia de Dios, y se jactó de la inmunidad del castigo para crímenes superiores a los de Caín: “Y Lamec dijo a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; Mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras, pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, y a un muchacho por haberme pegado. Si siete veces es vengado Caín, entonces Lamec lo será setenta veces siete” (Gén. 4:23, 24 BLA).
Mucha gente en la sociedad promiscua del día de hoy viven vidas inmorales y dicen, “Dios ama a todos.” La edad presente hace que el tiempo de Lamec parezca mediocre. La frecuentemente mencionada “nueva moralidad” es una manifestación de Judas 8: “No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores.” El contexto de esta declaración por Judas no debe ser descuidada. Él acabó de hacer referencia a Sodoma y Gomorra y aquellos que participaron en la inmoralidad bruta. Entonces dijo que en la misma manera, los soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad, y blasfeman de las potestades superiores. La promiscuidad es el tener “los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar...” (II Ped. 2:14). Así que, el juicio contra el pecado y la condenación son ignorados.
Aunque las acciones de la gente depravada continúan yendo de mal en peor, los principios de una ley santa y un justo juicio permanecen igual: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Heb. 13:4). La palabra griega para “honroso” es timios, que significa precioso, estimado, valioso, y honroso. No hay verbo en el texto griego — timios ho gamos. Donde no hay verbo que es expresado, el indicativo, más bien que el imperativo, es entendido. Este no es un mandamiento para hacer el matrimonio honroso. Significa que el matrimonio es altamente estimado. Además, el texto lee, “el lecho sin mancilla” — kai he koite amiantos. Ambos sustantivos están sin verbos y han de ser entendidos objetivamente (modo indicativo). Concluyentemente, el matrimonio y el lecho son ambos honrosos. La frase “en todos” es restringido porque ni el matrimonio ni el lecho están altamente estimados por algunos, como la última parte del versículo lo prueba: “...pero a los fornicarios [plural de pornos, que significa un fornicario o una persona impía] y a los adúlteros [plurales de moichos, que significa un adúltero] los juzgará Dios.” Mientras que los hombres malos hacen burlas a la justicia y al juicio, la ira santa de Dios está haciendo atesorada contra ellos hasta el día de Su ira y la revelación de Su justo juicio (Rom. 2:4, 5).
La institución del matrimonio nunca debe ser negada. Pablo advirtió acerca de los espíritus engañadores que prohibirán el matrimonio en los últimos días: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad” (I Tim. 4:1-3). La advertencia de Pablo contra los espíritus engañadores prohibiendo casarse condena el voto célibe tomado por el clero de la Iglesia Católica Romana. La palabra griega para “prohibirán” es un presente activo participio de koluo, que significa impedir, vedar, o prevenir. La palabra de Dios no previene el matrimonio para aquellos que Él llama para el ministerio. El obispo ha de ser el “marido de una sola mujer” (I Tim. 3:2). El texto griego lee mias gunaikos andra, y la traducción literal es “de una [mias, genitivo singular femenino de heis, que significa una] mujer [gunaikos, singular genitivo de gune, una esposa o mujer casada] marido [andra, acusativo singular de aner, una persona masculina de estatura y edad plena o un marido].” La misma construcción griega es usada para diáconos excepto que es plural para maridos (andres) (I Tim. 3:12). Algunos dicen I Timoteo 3:2 y 12 prohiben al obispo y a los diáconos tener más de una de esposa a la vez; así, ellos creen que los versículos se refieren a la poligamia. Sin embargo, I Timoteo 5:9 muestra que el significado va más allá de la poligamia. La misma construcción griega es usada para una “viuda” (chera) matriculada para deberes específicos, que no debe ser de menos de sesenta años, que haya sido “esposa” (gune, una esposa o mujer casada) de “un” (henos, genitivo, singular, masculino de heis — un) “marido” (andros, genitivo singular de aner — marido). Esto prueba que la Escritura enseña que un anciano u obispo debería ser el marido de una sola esposa y no que debería tener una esposa a la vez.
La matriculación — “sea puesta en la lista” (presente pasivo imperativo de katalego, que significa seleccionar, entrar en una lista, o matricular) — de la viuda significa más que darle asistencia monetaria de la iglesia (I Tim. 5:9). La edad mínima de sesenta años contraprueba la idea de asistencia monetaria. Ella había de desempeñar alguna función espiritual en la iglesia, que es explicado en Tito 2:3-5 — “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.” La esposa de un solo marido, como el marido de una sola esposa, podría establecer el ejemplo apropiado ante las mujeres jóvenes que ella enseñe (presente activo subjuntivo de sophronidzo, que significa restaurar uno a sus sentidos o disciplinar; amonestar o exhortar seriamente). Una viuda más de sesenta años y un anciano deben dar ejemplo apropiado a aquellos a quienes ellos enseñan cuando se trata el principio del matrimonio.
La advertencia de Pablo acerca de los espíritus engañadores que impiden el matrimonio en los postreros tiempos va más allá que el celibato que es enseñado por la Iglesia Católica Romana. Hay muchos en el día de hoy que enseñan el amor libre y no dan crédito a la institución del matrimonio. Ellos no entienden que la expresión “amor libre” es una contradicción en términos. El amor, por su misma naturaleza, es exclusivo. Si es libre, no es amor; por lo tanto, si es amor, no es libre. La castidad pertenece al altar del amor. Así que, sobre ese altar un don que no es el producto de la exclusividad es indigno. La Biblia es clara acerca del punto que el sexo aparte de la exclusividad del amor dentro de la relación matrimonial es la concupiscencia. Por lo tanto, la Biblia manda, “Huid de la fornicación...” (I Cor. 6:18). El verbo “huid” es un presente activo imperativo de pheugo, que significa huir, escapar, o evitar. El modo imperativo significa un mandamiento para evitar la fornicación.
Cuando los niños y los adultos jóvenes comienzan a experimentar las nuevas pasiones que encienden su curiosidad, si ellos aprenden los verdades de la vida puramente o impuramente es de mucha importancia. Ellos aprenderán de los compañeros impuros, de padres Cristianos, o de los hombres de Dios. ¿Dónde y desde quién deseas que tus hijos aprendan acerca de estos verdades importantes?
El Problema Del Divorcio Considerado
La armonía entre la enseñanza del Antiguo y Nuevo Testamentos acerca del divorcio no presenta un problema. Algunos han razonado que el divorcio fue aprobado en el Antiguo Testamento pero desaprobado en el Nuevo. Sin embargo, el asunto real es que el divorcio fue permitido en el Antiguo Testamento pero no permitido en el Nuevo. Así que, ni el Cristiano bajo la gracia ni el no Cristiano pueden apelar a Deuteronomio 24:1-4 como una regla para su vida. Las narraciones de Mateo y de Marcos de los fariseos interrogando a Jesucristo acerca del divorcio y Su respuesta difieren en que Mateo usó la cláusula exceptiva, “salvo por causa de fornicación” (Mat. 19:1-9; Mar. 10:1-12).
Israel, más bien que Moisés, fue culpable de la carta de divorcio. Moisés “permitió” la carta de divorcio. Uno no permite simplemente lo que es correcto o bueno. Contrariamente, él lo aprueba y lo promociona. Cuando él permitió el divorcio bajo la ley, Moisés no contradijo lo que él había sido inspirado para escribir en Génesis 2:24. El divorcio, como el celibato, fue un expediente temporal que los judíos erróneamente afirmaron como un precepto.
El divorcio es negativo, y el matrimonio es lo positivo de lo que trata de negar. El divorcio argumenta contra, niega, y rehusa aceptar el matrimonio como un principio inmutable de Dios. El argumento, la negación, y el rechazo no cambian la validez del principio absoluto de Dios del matrimonio. Por lo tanto, el divorcio debe ser considerado y juzgado en la luz del hecho del matrimonio.
El matrimonio es de Dios, pero el divorcio es del hombre. Uno sería necio en pensar que el hombre invalida lo que Dios ha validado. ¿Piense el hombre que su divorcio puede anular la existencia de la institución de Dios del matrimonio? La negación del hombre de la existencia de la indisolubilidad del matrimonio no lo hace nulo. La ley no niega la gracia; las obras no anulan la fe; la apostasía de las iglesias institucionales no invalida el cuerpo de Cristo; y el hombre no puede invalidar a Dios.
Jesucristo usó el principio inmutable del matrimonio para contestar a la pregunta de los fariseos acerca del divorcio: “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mat. 19:3-9). El enfoque negativo en este pasaje de Escritura sirve el propósito de tener un efecto positivo — no divorcio por el hombre.
Los fariseos usaron las preguntas engañosas, tratando de persuadir a Jesucristo a incriminarse a Sí Mismo. Ellos probaban, no tentaban, al Salvador por preguntar, “...¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mat. 19:3). Esta fue la primera pregunta de los fariseos porque una escuela liberal de los judíos interpretó la ley permisiva de Moisés con una latitud para incluir a cualquier cosa que fuera objetable a sus deseos carnales. Ellos pensaron que era inteligente. Los liberales en el día de hoy no han cambiado su táctica ni una jota. El que se piensa sabio es detectado por sus preguntas. Cristo contestó por señalar a los fariseos la institución original del matrimonio (Mat. 19:4-6). Siguiendo la respuesta de Cristo, los fariseos, sintiéndose apuestos, estuvieron seguros que su próxima pregunta causaría El que odiaron a incriminarse a Sí Mismo: “...¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” (Mat. 19:7). Característico de las personas con sólo el entendimiento natural de la cosas espirituales, los fariseos no entendieron el pasaje de la Escritura de que citaron. La ignorancia de las personas que son inconscientes de sus mentes no discernidas puede ser revelada a ellos solamente por Dios.
Los fariseos no entendieron el pasaje de que citaron: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad” (Deut. 24:1-4). Moisés ni mandó ni aprobó el divorcio. La palabra “mandó” en Mateo 19:7 es de la palabra griega entellomai, que significa requerir, cobrar, dirigir, o mandar. La respuesta de Cristo a los fariseos manifestó su derrota: “...Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mat. 19:8). El Señor Jesucristo usó la palabra “permitió” (aoristo activo indicativo de epitrepo, que significa permitir). Este verbo aoristo es usado en el sentido constativo, que refiere a la acción en conjunto. Así que, Moisés no dio ningún mandamiento al marido para divorciarse de una mujer “indecente”, pero él sí permitió el escribir de una carta (biblion, un documento escrito) de divorcio a causa del corazón duro y no perdonador del marido. Además, Cristo señaló los fariseos al principio original del matrimonio que toma precedencia sobre el permiso subsiguiente de Moisés del divorcio bajo la ley. Así que, Deuteronomio no era la ley del Antiguo Testamento acerca del divorcio sino una desviación de ella. Esta era evidenciado por el permiso de Moisés del divorcio bajo una condición y su prohibición positiva de ello en Deuteronomio 22:13-21, 28, y 29. Al contrario de la declaración de los fariseos, Moisés nunca dio un mandamiento para el divorcio. Como muchos creen en el día de hoy, los fariseos no desearon información contradictoria de sus deseos.
Jesucristo contestó a la pregunta de los fariseos acerca del divorcio por dar la verdad del matrimonio. La esencia del matrimonio es que el hombre y la mujer son ya no más dos sino uno. Esta unidad no significa que dos personas llegan a ser una persona, sino que ellos llegan a ser uno en el amor, propósito, espíritu, y la cópula lícita. Las parejas Cristianas tienen la dimensión añadida de fuerza y seguridad de su único espíritu porque ellos son unidos por el Espíritu Santo. La analogía del marido y la esposa siendo uno es usada para describir los Cristianos habiendo sido hechos uno en Cristo; por lo tanto, nosotros constituimos un cuerpo (I Cor. 12:12-26). Teniendo el mismo amor, los creyentes han de ser uno en mente y en parecer (Fil. 2:2; I Cor. 1:10). La unidad en el matrimonio solamente es separada por la muerte (Mar. 10:11, 12; Rom. 7:2, 3; I Cor. 7:39).
El hombre y la mujer son unidos en el matrimonio de común acuerdo. Sin embargo, Dios los une por una obligación indisoluble; por lo tanto, ellos no tienen subsiguientemente la libertad de desunirse. El término “una sola carne” significa que la relación entre el marido y la esposa es más cercana que entre los padres y los hijos (Gén. 2:24). Los niños salen de sus padres, pero el marido y la esposa no pueden llegar a ser dos otra vez porque han sido hechos una sola carne por toda la vida.
Dos mil quinientos años de historia humana pasaron antes de que cualquier referencia fuera hecha acerca del divorcio. El divorcio es mencionado nueve veces en el Antiguo Testamento, todos de los cuales se aplican a Israel. La palabra hebrea que significa lanzar fuera, repudiar, o divorciar es gahrash (Lev. 21:7, 14; 22:13; Núm. 30:9; Ezeq. 44:22). La palabra que significa cortar la obligación del matrimonio o el divorcio es K’reethooth (Deut. 24:1, 3; Isa. 50:1; Jer. 3:8). Concluyentemente, el divorcio es relacionado a una nación — Israel; una dispensación — la ley; y fue permitido por una razón — la fornicación. Lo que fue permitido en Israel a causa de la fornicación nunca fue hecho para que fuera una regla para la iglesia. La iglesia es gobernada por la ley de Cristo y no por la ley permisiva de Moisés.
Criticar a las personas que tienen el punto de vista Bíblico del matrimonio pueden ser divertido si no fuera tan serio. Somos acusados de ser legalistas mientras que nuestros acusadores se esconden tras la ley permisiva de Moisés para sus puntos de vista liberales acerca del matrimonio, divorcio, y las segundas nupcias. ¿Por qué no proceden con la enseñanza Bíblica de estos temas y aceptar las penalidades de la ley para la fornicación, adulterio, violación, etcétera (Deut. 22)? Todos deben hacer una decisión entre la institución original de Dios del matrimonio (Gén. 2:24) o la manera de los fariseos que prefieren el camino de la dureza del corazón.
El divorcio ha causado una controversia que ha aumentado desde que Moisés permitió el primero. La verdad del tema no es difícil para aquellos que desean dejar aparte sus deseos egoístas y temor de ofender a mucha gente a causa de su condición marital. Puesto que uno de dos matrimonios terminan en divorcio según la ley del hombre, uno puede entender la razón por la cual este tema es tan volátil.
El divorcio que es mencionado en Mateo 5:32 y 19:9 es por razón de la fornicación, no del adulterio. Hay que rechazar la suposición que la cláusula exceptiva, “salvo por causa de fornicación,” es por razón del adulterio cometido en el estado de un matrimonio consumado. El adulterio cometido en el estado consumado no fue una razón para el divorcio bajo la ley. Fue un delito penado con la muerte (Lev. 20; Núm. 5:11-31). Aunque la palabra “fornicación” tiene un uso más amplio que el “adulterio,” hay una diferencia entre las palabras que debe ser reconocida a fin de adecuadamente entender el tema en consideración. Algunos dicen “fornicación” cubre la fornicación y el adulterio. Otros dicen que todo adulterio es fornicación, pero no toda fornicación es adulterio. Hay algunos que explican que “fornicación” es un término genérico que describe todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Nosotros queremos saber como Cristo usó la palabra porneia (fornicación) en la cláusula exceptiva. Este será el tema de nuestro próximo estudio.
El Problema Del Divorcio Resuelto
“Fornicación” no es un sinónimo para “adulterio” en la excepción de Mateo 5:32 y 19:9. A fin de entender la diferencia entre el uso de Mateo y la omisión de los otros escritores inspirados de la excepción, uno debe saber la diferencia entre las costumbres de los judíos y las costumbres de otras civilizaciones. El hecho de que solo Mateo registra la excepción sugiere que tiene una aplicación especial a los judíos. Hacer “fornicación” (porneia) y “adulterio” (moicheia) significar la misma cosa es insostenible cuando ambos son usados en los mismos versículos (Mat. 5:32; 15:19; 19:9; Mar. 7:21).
Marcos y Lucas no mencionan la excepción que es usada por Mateo. Ellos no dan ninguna base para el divorcio. Mateo escribió primariamente a los judíos, y Marcos y Lucas escribieron primariamente a los gentiles. Puesto que la narración de Marcos es más comprensiva que la de Lucas, nuestra atención será dirigida hacia Marcos 10:1-12. Su registro claramente evidencia que Cristo amplificó para Sus discípulos el tema del matrimonio y el divorcio que había sido levantado por los fariseos. Dos variaciones importantes son evidentes en Marcos 10:10-12 — “En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo, y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” — (1) La excepción para fornicación registrada por Mateo es omitida. (2) El repudiar de la mujer a su marido es añadido.
El divorcio fue permitido entre los judíos durante la dispensación Mosaica solamente por causa de fornicación. La fornicación es la actividad sexual antes del matrimonio, y el adulterio es la infidelidad después del matrimonio. La fornicación tiene alguna semejanza con la santidad del matrimonio. Así que, está bajo la maldición de Dios, pero el matrimonio está bajo la bendición de Dios. Esto contesta “una sola carne” que es asociado adecuadamente con el matrimonio pero inadecuadamente aplicada a la fornicación (I Cor. 6:16).
La fornicación es un crimen atroz para un Cristiano: (1) El creyente es unido al Señor (I Cor. 6:17). (2) El fornicario deshonra los miembros del cuerpo de Cristo (I Cor. 5). (3) El fornicario ilegalmente llega a ser una sola carne con una ramera (I Cor. 6:16). (4) El fornicario degrada su propio cuerpo (I Cor. 6:18). (5) La fornicación profana el templo del Espíritu Santo (I Cor. 6:19). (6) El fornicario deshonra el sacrificio de Cristo (I Cor. 6:20).
Según Deuteronomio 22, algunos fornicarios fueron matados, pero a otros se les perdonó la vida. Había dos tipos en cada categoría. Los que fueron matados incluyeron las rameras (Deut. 22:13-21) y aquellos que fueron infieles durante el período del desposado (Deut. 22:23, 24). La excepción fue un esclavo que tenía menos mandamiento y por lo tanto menos culpabilidad (Lev. 19:20). Aquellos que se perdonaron la vida incluyeron las víctimas de la violación (Deut. 22:25-27) y aquellos que cometieron el pecado fuera del período del desposado (Deut. 22:28, 29).
El ramera-tipo de fornicario fue matado bajo la ley (Deut. 22:13-21). Las leyes de la castidad y el matrimonio son discutidas en Deuteronomio 22. El matrimonio debe ser fundado sobre la fidelidad. El primer tipo del fornicario que fue matado fue la mujer que falsamente se presentó a sí misma ante su marido como una virgen. Si la acusación del marido contra ella fuera infundada, el marido debería ser castigado con azotes (Deut. 25:2, 3) y denegado el divorcio (Deut. 22:19). La esposa falsamente acusada surgió de la nube de un nombre malo por probar su virginidad. Por otra parte, si la acusación fuera verdadera, la esposa sería apedreada hasta la muerte por ser una ramera en la casa de su padre y por engañar a su marido.
El segundo tipo del fornicario que fue matado fue la mujer que fue infiel durante el período del desposado (Deut. 22:23, 24). La mujer joven prometida descrita debería haber permanecido en la casa de su padre como ella esperó el tiempo de la consumación de su matrimonio. Sin embargo, ella fue encontrada “en la ciudad” donde llegó a ser infiel durante el desposado, la primera parte de su contrato del matrimonio. La fornicación, que es antes del matrimonio, es la única causa para que el “repudiar” mencionado por Cristo en Mateo 5 y 19. Puesto que un hombre y la mujer fueron considerados como “marido y mujer” durante el período del desposado (Mat. 1:18-20), la infidelidad durante ese tiempo fue un delito tan serio como si hubiera sido cometido en el estado consumado del matrimonio. Si María hubiera sido infiel a José durante el período del desposado, él hubiera tenido el derecho de repudiarla, y ella hubiera sido apedreada hasta la muerte.
Los fornicarios que no fueron matados bajo la ley fueron las víctimas de la violación (Deut. 22:25-27) y aquellos que cometieron el pecado fuera del período del desposado (Deut. 22:28, 29). La víctima de violación, aunque fue desposada, no sufrió la pena de muerte. Sin embargo, el violador fue matado. La víctima no mereció la muerte, pero sufrió por la experiencia. El hombre a quien ella fue desposada tenía el derecho para rehusar consumar la segunda parte del contrato del matrimonio, la parte del matrimonio mismo. Además, tales mujeres violadas fueron subsiguientemente numeradas entre aquellas involucradas en la litigación del divorcio (Deut. 24:1).
La fornicación cometida fuera del período del desposado no fue sin castigo (Deut. 22:28, 29). Si este pecado fue revelado, el hombre tenía que ser su marido sin ser capaz de repudiarla. Por lo tanto, el hombre sería humillado por entrar en el matrimonio mediante la puerta de Satanás.
La distinción entre la fornicación y el adulterio es evidente. Ellos son actos similares en naturaleza; sin embargo, ellos difieren en la relación y grado de culpabilidad. Algunos casos de fornicación no fueron penados con la muerte (Deut. 22:25-29). Los adúlteros, aparte de la intervención divina, fueron matados (Lev. 20:10; Núm. 5:11-31; Deut. 22:22; Juan 8:4, 5). El adulterio, no como la fornicación, es la infidelidad sexual al compañero casado (Lev. 20:10). Mancilla el lecho del matrimonio (Heb. 13:4). Cristo mencionó el adulterio y la fornicación en Mateo 15:19 como dos impuridades distintas. Los fariseos entendieron la diferencia entre los dos (Juan 8:1-9). Ellos usaron el término “adulterio” para hablar de la mujer que encontraron en el acto y apelaron a la ley de Moisés para apedrearla (Lev. 20:10; Deut. 22:22). Por otra parte, ellos usaron el término “fornicación” en su controversia sobre el origen de Cristo (Juan 8:19, 41). Pablo hizo la misma distinción (I Cor. 6:9-11; 7:2; Gál. 5:19). El término “adulterio” no pudiera haber sido usado en I Corintios 7:2 — “Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.” Además, el término “fornicación” es usado en el Apocalipsis para simbolizar el intercambio ilícito del Cristiano individualmente y la iglesia corporativamente con el mundo (Apoc. 2:20-22). Puesto que la iglesia es desposada a Cristo, su infidelidad es considerada fornicación (II Cor. 11:1-4; Apoc. 2:20-22). La iglesia falsa es simbolizada como una gran ramera (Apoc. 17); por lo tanto, el Espíritu Santo adecuadamente identificó su conducta ilícita como fornicación.
Jesucristo no comparó el permiso de Moisés con Su propia enseñanza sobre el tema del divorcio. Sin embargo, Él sí comparó la interpretación falsa de los fariseos de la ley permisiva de Moisés al principio inmutable de Dios del matrimonio. La palabra “el” (Mat. 5:32) es gobernado por el antecedente “os” que restringe la conveniencia del divorcio por razón de fornicación a aquellos dirigidos, los judíos. Esta es la razón por la cual Marcos y Lucas omiten la excepción — “a no ser por causa de fornicación” (Mat. 5:32; 19:9). La excepción no aplica a los gentiles. La importancia de observar las personas a quienes Cristo habló es ejemplificada: “De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador” (Juan 10:1). El antecedente de “os” es los fariseos de Juan 9:39-41. (Véase Deut. 4:1-13; 5:1.) Dios sufrió el enojo de los judíos contra el principio del matrimonio por sólo 1,500 años. Pero Él no está tratando con Israel como una nación en el día de hoy (Rom. 11).
El dar el divorcio a los judíos por razón de la fornicación fue un expediente temporal a causa de la dureza del corazón de los judíos. Los fariseos erróneamente lo interpretaron como un precepto. Ellos dijeron lo que la ley nunca afirmó y lo interpretaron para decir lo que quisieron. Así, los judíos evitaron el principio y la letra de la ley. La única cosa que les importó a ellos fue la legalidad del divorcio. Según Marcos, Cristo primero les contestó en su nivel, “...¿Qué os mandó Moisés?” (Mar. 10:3). Él propuso dar nueva profundidad de significado a la ley. Así que, los fariseos fueron forzados a rendir su terreno. Su conocimiento que el divorcio nunca fue prescrito por la ley los causó cambiar su palabra “mandó” a “permitió”.
Los fariseos recibieron el segundo golpe por Cristo cuando dijo, “...Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento [entole, que significa un interdicho, dirección, precepto, o mandamiento]” (Mar. 10:5). La dirección de Moisés fue estrictamente una instrucción permisiva, más bien que un imperativo categórico. Su concesión fue basada en “alguna cosa indecente” que un hombre encontró en su esposa después de casarse con ella: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová...” (Deut. 24:1-4). Los fariseos llamaron la dirección de Moisés un mandamiento, pero Cristo lo llamó permiso. Así, los fariseos de corazones carnales de ayer y hoy torcen el sentido de las Escrituras y toman una milla donde solamente una pulgada es permitida.
El punto clave de Deuteronomio 24:1-4 es el significado de “...por haber hallado en ella alguna cosa indecente....” ¿Puede “alguna cosa indecente” ser tan general que los fariseos pudieran decir “por cualquier causa”? Cuando los fariseos probaron a Cristo, ellos pidieron, “...¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mat. 19:3). ¿Fue “por cualquier causa” cualquier cosa que el marido desagradare? ¿Fue lo “indecente” de Deuteronomio 24:1 la fornicación? La palabra hebrea para “cosa indecente” significa deshonra, vergüenza, cosa indecente, o desnudez. Esto prueba que el punto desaprobado por el marido fue serio y no un asunto trivial. Por lo tanto, la única excepción dada por Cristo en Mateo 5 y 19 es la única razón aceptable por la carta del divorcio dada en Deuteronomio 24:1-4.
La directiva de Moisés en Deuteronomio 24:1-4 estableció algunos principios importantes: (1) La ley limitó el divorcio a una cierta cosa indecente — fornicación. Un cosa indecente fue considerada una causa justa por el divorcio. Pudo haber sido uno de los dos tipos de la fornicación que no mereció la muerte (Deut. 22:25-29). La cosa indecente era menos del adulterio; el adulterio era penado con la muerte. La fornicación durante el período del compromiso era tan seria como el adulterio. (2) El hombre que se divorciaba de su esposa por razón de una cosa indecente no era mandado repudiarla; pero si lo hizo, él debe darle una carta de divorcio. Antes que Moisés diera esta directiva, la mujer fue entregada a la misericordia del mundo. Después de que dio la orden, ella fue protegida de la deshonra después del divorcio. (3) El hombre que se divorció de su esposa no fue permitido volver a casarse con ella después que ella había sido casada y divorciada por un segundo hombre o después de la muerte de su segundo marido. Su segundo matrimonio la contaminó.
La dureza del corazón de los judíos causó que Dios volviera de Israel a los gentiles, y la dureza del corazón de los gentiles Le causará volver de ellos a los judíos (Rom. 11). Los judíos tenían la culpa de pervertir la verdad en cuanto al matrimonio y el divorcio, y los gentiles hacen lo mismo en el día de hoy en un grado mayor. Las personas que siguen el camino de la dureza-del-corazón sufrirán las mismas consecuencias que Israel sufrió. Dios es un Juez justo.
Jesucristo que contestó a los fariseos en su propio nivel por llamar su atención a Moisés procedió por referirlos a un nivel más alto: “Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (Mar. 10:6-9). Cristo fue más allá de lo que Moisés permitió en un punto particular del tiempo al propósito eterno de Dios revelado en la creación (Gén. 2:24). Pablo mostró que la ley fue “añadida” (aoristo pasivo indicativo de prostithemi, que significa poner al lado de) solamente hasta la venida de Cristo “a quien fue hecha la promesa” (Gál. 3:19). La ley no fue parte del pacto de la gracia de Dios y por lo tanto no modificó ninguno de sus provisiones. El divorcio no formó porción del pensamiento original de Dios en cuanto al matrimonio. Puesto que el divorcio es puramente humano, nada más fue necesario decir a los fariseos.
La última parte de la narración de Marcos del discurso de Cristo con los fariseos volvió de ellos a la respuesta de Cristo a la pregunta de los discípulos “en casa” (Mar. 10:10-12). Moisés permitió el divorcio entre los judíos por razón de la fornicación. La declaración acerca de la mujer fue añadida para los lectores gentiles de Marcos (Mar. 10:12). Además, ninguna provisión para el divorcio por razón de fornicación es mencionada en las Epístolas. Cristo no defendió algo que fue retenido de la instrucción dada a las iglesias. Concluyentemente, la Biblia no da ninguna razón por el divorcio. Registra la muerte como la única excusa para las segundas nupcias (Rom. 7:2, 3; I Cor. 7:39). Adán no se pudo divorciarse de Eva sin odiar su propia carne. Algunos siendo legalmente una sola carne en el matrimonio condena el divorcio. Todos bajo la influencia de Jesucristo mantendrán lo que Dios originalmente instituyó. Esto no indica que un adúltero, una adúltera, o fornicario no puede ser salvo. La Escritura registra la salvación de tal persona, pero la institución del matrimonio no es rebajada.
El adulterio no anula el contrato del matrimonio. La conducta ilícita por un compañero casado no rompe ese contrato. La Escritura prueba que aunque los hombres tienen relaciones ilícitas, sus matrimonios permanecen intactos. “Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí también sepulté yo [Jacob] a Lea” (Gén. 49:31; véase 49:30 y 50:13). La infidelidad de Abraham con Agar no rompió la obligación del matrimonio. Si Jacob hubiera hecho lo que se quiso, él hubiera llamado a Raquel su esposa porque él la amó más que a Lea. Sin embargo, la Escritura afirma que Lea, la primera con que se casó, era su esposa. Esta misma verdad es también representada con Oseas y Gomer (Os. 1-3). Juan el Bautista condenó a Herodes por casarse con la esposa de su hermano (Mar. 6:18). Por favor noten que esa Herodías fue llamada la esposa de Felipe después de su matrimonio con Herodes. El caso de estas dos personas no salvas condena la idea de que Dios no tiene nada que ver con los matrimonios de los incrédulos.
La Explicación De Dios Divorciando A Israel
Muchos dicen que el divorcio es un concepto Bíblico por el cual Dios mediante Moisés reguló, más bien que condenó. Por lo tanto, su opinión es que el matrimonio es una relación del pacto quebrantada por el divorcio. Ellos preguntan, ¿no escribió Dios a Israel una carta de divorcio o repudio? “Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que también fue ella y fornicó” (Jer. 3:8). Ellos afirman que alguien que piensa que dos personas divorciadas están todavía casados deben admitir que han de continuar en tener responsabilidades sexuales. Al enfatizar esta afirmación, ellos piden, “¿Deben decir los consejeros a sus clientes que deberían mantener intercambio sexual después del divorcio?”
Al extremo en el que algunos de “los consejeros Cristianos” y los otros van en su razonamiento humano es asombrosa. La lengua metafórica de Dios en Sus tratamientos con Israel nacional y lo que Él sufrió mediante Moisés en la vida del pueblo de Israel son dos cosas diferentes. Una metáfora es la aplicación de una palabra o frase al objeto o concepto que no denota literalmente. Su propósito es sugerir una comparación entre cosas esencialmente diferentes pero semejantes en uno o más aspectos. Aquellos que estudian el tema bajo discusión pronto reconocen unas desemejanzas esenciales entre Dios y maridos e Israel y esposas. Ellos también detectan algunas semejanzas entre Israel infiel y esposas infieles.
Dios dijo a Jeremías que Él había dado a la rebelde Israel una “carta de repudio,” pero la rebelde Judá no había aprendido nada de la experiencia de su hermana: “Me dijo Jehová en días del rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho la rebelde Israel? Ella se va sobre todo monte alto y debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica. Y dije: Después de hacer todo esto, se volverá a mí; pero no se volvió, y lo vio su hermana la rebelde Judá. Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que también fue ella y fornicó” (Jer. 3:6-8). Aunque los judíos fueron un pueblo favorecido con privilegios peculiares, ellos eran propensos a la idolatría y “adherido a la rebelión” (Os. 11:7).
El último rey bueno de Judá estaba sobre el trono cuando Dios dio este mensaje a Jeremías. El reinado de Josías comenzó a una edad muy joven de ocho años, pero él se sometió a tales maestros como Habacuc, Sofonías, y Jeremías. A la edad de dieciséis años, él comenzó a buscar al Dios de David; y a la edad de veinte años, él comenzó a limpiar a Judá (II Crón. 34). Seis años luego un libro de la ley de Jehová fue encontrado por Hilcías, el sacerdote. El rey aprendió del libro de Dios la imperfección de su limpieza. La reforma motivada por tradición o la luz de la conciencia es inadecuada. Cualquier limpieza que vale la pena debe ser por la autoridad de la palabra de Dios. Sin la norma objetiva de la verdad de Dios, todos hacen lo que bien les parece.
La figura del matrimonio es usada en relación del pacto de Dios con Israel. Por lo tanto, el matrimonio denota la permanencia de la unión de Dios con el reino norteño. Aunque Dios había dado a Israel una “carta de repudio” (Jer. 3:8), Él dijo a Jeremías, “Vé y clama estas palabras hacia el norte, y dí: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo. Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso, y no oíste mi voz, dice Jehová. Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo....” (Jer. 3:12-14). Por favor observan el orden siguiente: (1) A Israel le fue dada una carta de repudio. (2) Israel fue amonestado para volver al Señor, aunque a ella se le había dado una carta de repudio. (3) Los israelitas fueron llamados “hijos rebeldes”; pero Dios les dijo, “Yo soy vuestro esposo....” Siendo divorciado y aún siendo casado es interesante. Las palabras para “yo soy vuestro esposo” también significan ser dueño o ser un marido. ¿Dónde está esa carta de repudio permanente? La carta de repudio de Dios dada a Israel solamente fue temporal. Fue el fruto de sus propios pecados (Jer. 3:14-25). La obligación entre Dios e Israel fue indisoluble, aunque una separación temporal intervino. Gubernamentalmente, Israel había salido de Dios. Sin embargo, Dios nunca salió de Su obligación indisoluble con ella. Una restauración futura se llevará a cabo (Isa. 50; 54; Ezeq. 16).
Jeremías mencionó tres llamados de Dios a Israel para volver y tres razones por la cual ella debería volver: (1) “...misericordioso soy yo....” (2) “...yo soy vuestro esposo....” (3) ...sanaré vuestras rebeliones" (Jer. 3:12, 14, 22).
Una de las representaciones más ilustres de la gracia de Dios es revelada en la actitud de Oseas hacia Gomer (Os. 1-3). El amor perseverante, la salvación por la gracia, el sustento por la gracia mediante la disciplina, y la gracia restaurativa son todos simbolizados en la relación de Oseas a Gomer. Oseas fue el profeta de Dios en la hora cero de la historia de Israel. Él profetizó durante un tiempo de la prosperidad material y la degeneración espiritual. Mediante Oseas y Gomer, el Señor dio a Israel un cuadro de su historia. Mientras que Israel se revolcaba como un niño impotente, acostado en un campo indeseable y no atendido, Dios le dio vida espiritual. Él lo vistió con Su justicia y le hizo florecer y prosperar en un reino. La belleza de Jehová fue revelada mediante ella. No obstante, ella profanó la bendiciones de Dios y cometió prostitución espiritual (Ezeq. 16 BLA). Tres de los profetas mayores, Isaías, Jeremías, y Ezequiel, registran mucho acerca de Israel y la profanidad de lo que Dios le había dado.
El mensaje de Oseas puede ser discernido de los nombres registrados en los primeros dos capítulos de su profecía. Una lista de algunos de los nombres y sus significados siguen: Oseas — “la salvación o la liberación,” representando el amor que Dios tiene para Su pueblo del pacto; Beeri — “mi pozo”; Uzías — “mi fortaleza es Jehová”; Jotam — “Jehová es perfecto”; Acaz — “el poseedor”; Ezequías — “fortalecido de Jehová”; Judá — “él será libre”; Jeroboam — “deja que el pueblo contienda o Él multiplicará la gente” (la caída de Israel nacional comenzó con Jeroboam); Joás — “Jehová ha llegado a ser hombre”; Israel — “él será príncipe de Dios”; Gomer — “el fin y la corrupción”; Diblaim — “los manojos de higos secos”; Jezreel — “será sembrado por Dios o esparcido”; Lo-ruhama — “no habiendo obtenido misericordia, no amado, o ella que nunca conoció el amor de un padre”; Lo-ammi — “no mi pueblo o ningún pariente de mí”; Ammi — “mi gente”; Ruhama — “habiendo obtenido misericordia”; Acor — “problema”; Ishi — “mi esposo”; Baali — “mi señor.”
Los primeros tres capítulos de Oseas no son una parábola. Ellos son históricamente verdaderos. El contexto prueba que los capítulos no están en la lengua simbólica. Oseas literalmente se casó con una mujer ramera. Él ha sido llamado el profeta del amor perseverador. Así, él representa el amor que Dios tiene por Su pueblo del pacto. Dios que dijo a Abraham que ofreciera a su hijo pudiera decir a Oseas que tomara una mujer ramera e hijos de prostitución. Él entonces explicó la razón por Su mandamiento: “El SEÑOR le dijo: Anda, toma para ti a una mujer ramera y engendra hijos de prostitución; porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al SEÑOR” (Os. 1:2 BLA). Mediante su esposa de mala reputación, Oseas aprendió el pecado de Israel y lo que la gracia de Dios había hecho por ella.
Dios tiene el derecho de hacer lo que Le place con los Suyos. Consiguientemente, Él no contradijo Su santidad cuando Él mandó la unión de Oseas con Gomer. Aquellos que conocen la gracia de Dios no objetan la manera en que el Señor retrata Su gracia. No le hace lo que uno sea, la gracia de Dios es capaz de liberar a los elegidos. El Señor Jesús recordó a los fariseos religiosos que había más esperanza para las rameras y los publicanos que ellos: “...De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mat. 21:31). No hay lugar para el fariseísmo en la vida de cualquier persona. A menos que un individuo se vea a sí mismo como Dios lo ve, un fornicario potencial, él nunca puede apreciar la gracia de Dios.
El apóstol Pablo recordó a los corintios que ellos habían sido fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados, los que se echan con varones, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes, y estafadores. Como tales, no podrían entrar en el reino de Dios. Sin embargo, ellos habían sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu Santo (I Cor. 6:9-11). El estómago fue diseñado para el alimento, pero el cuerpo no fue diseñado para la fornicación. Los idólatras adoran a los dioses en vez del Dios verdadero y viviente. Los adúlteros violan el lecho del matrimonio. Las personas afeminadas se dan a sí mismos a una vida suave, llena de indulgencias corrompidas. La gracia del soberano Dios no puede ser limitada por el hombre. Él salva a quien quiere. Él salvó a una ramera como Rahab y a un asesino como el apóstol Pablo. Sin considerar la vida pasada de uno, solo por la gracia él llega a ser un hijo de Dios.
Oseas, manifestando que era un profeta del amor perseverador, tomó a Gomer fuera de prostitución. Tres niños nacieron de Gomer. Observen que Gomer le dio a luz un hijo: “Fue, pues, y tomó a Gomer hija de Diblaim, la cual concibió y le dio a luz un hijo” (Os. 1:3). La Escritura no afirma que el segundo y el tercer hijos de Gomer fueron de Oseas (Os. 1:6, 8). Ella fue probada serle infiel a él, le dejó, y corrió tras de sus amantes. No obstante, ella todavía fue desagradada (Os. 2:7). Finalmente, según la ley judía (Isa. 50:1; Jer. 3:8), Oseas le dio la carta de repudio temporal, y no permanente. El tiempo vino cuando Oseas la rechazó como su esposa: “Contended con vuestra madre, contended; porque ella no es mi mujer, y yo no soy su marido; que quite, pues, de su rostro sus fornicaciones, y sus adulterios de entre sus pechos” (Os. 2:2 BLA). Sin embargo, luego dijo que la desposaría para siempre. Gomer no se casó con otro hombre. Ella vivió la vida de una ramera y fue vendida a la esclavitud. Oseas la compró del mercado de esclavos (Os. 3:2), probando que la carta de repudio fue temporal. Él manifestó su amor hacia Gomer al nunca liberarla y permanecer fiel a ella mientras que ella le fue infiel a él. La esperanza descansa en la fidelidad de Dios, y no en la fidelidad del hombre.
Dios hizo un pacto con Israel. Su gracia también hizo provisión para los gentiles en el pacto (Os. 2:23). Esto es explicado por el apóstol Pablo en Romanos 9:21-25 y 11:12-25. La misma verdad es ilustrada en las dos mujeres adúlteras en el evangelio de Juan. La mujer adúltera traída al Señor Jesús por los escribas y los fariseos (Juan 8:3-11) representa el remanente elegido entre Israel que se salvará en el tiempo venidero. Entre los judíos, el adulterio fue penado por apedrearle hasta la muerte. El Señor Jesús en la gracia no condenó la mujer a ser apedreada. La mujer adúltera (Juan 4) que tenía cinco maridos y vivió con uno que no era su marido retrata los gentiles elegidos que son salvos por la gracia. Esta mujer personificó todo lo que podía excitar la aversión de los judíos. Su nacimiento samaritano la rindió un objeto del odio sectario, y su vida inmoral trajo desacato de los fariseos. Sin embargo, Jesucristo no tenía animosidad natural, fanatismo sectario, dignidad profesional, o odio de auto-justicia. Él vio a la mujer como una que el Padre Le dio a Él para salvar (Juan 6:37). El Señor Jesucristo cruza todas las barreras humanas y reconcilia a los elegidos a Sí Mismo. Una de las maravillas de la gracia es que supera las opiniones perjuiciosas y sectarias. Los elegidos judíos y gentiles son traídos en la relación del pacto con Dios mediante la gracia del Señor Jesucristo.
La infidelidad de Gomer a Oseas ilustra la infidelidad de Israel a Dios. Gomer se hizo ramera y fue tras otros amantes. Esto describe la condición presente de Israel. Ella vive en prostitución espiritual, prostituyendo sus privilegios altos por la ganancia personal. Muchos pasajes de la Escritura, más que este en Oseas, retrata la adúltera Israel. Otro ejemplo de la condición presente de Israel es revelada en Ezequiel 16. Después que Dios habló vida a ella, ella llegó a ser Suya por la relación del pacto. Ella luego profanó lo que Dios le había dado (Ezeq. 16:15, 16, 22). Ella fue maldispuesta a pecar privadamente, así que construyó un lugar público para la adoración idólatra (Ezeq. 16:24). Este lugar llegó a ser un lugar para la prostitución espiritual. Israel hubiera vivido una vida separada, pero ella se mezcló con la misma gente de quien ella había sido liberada (Ezeq. 16:25, 26). Ella cometió la fornicación con los egipcios. El Señor la comparó con una esposa que comete adulterio (Ezeq. 16:32). Uno puede preguntar por qué Ezequiel usó ambos el adulterio y la fornicación para ilustrar el pecado de Israel. Estos términos son usados con referencia a Israel. La fornicación, el acto de pecado fuera de la consumación del contrato del matrimonio, podría ser cometido por uno que es desposado, o comprometido. Ezequiel usó la palabra “fornicación” porque el compromiso fue tan legal como si una persona estuviera ya casada. Él usó el término “adulterio” porque Israel es representada como casada en relación del pacto a Dios. Por lo tanto, ambos términos son permisibles con referencia a Israel.
Los Cristianos son desposados como vírgenes puras a Jesucristo: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (II Cor. 11:2). No estamos casados con Él, pero si cometemos la fornicación espiritual, el pecado es tan grande como si fuera el adulterio (I Tes. 4:3-7). Uno que profana los dones y las bendiciones de Dios llega a ser culpable de prostitución espiritual. Ningún Cristiano puede decir que ha sido tan fiel al Señor como debería; ni puede afirmar que él no ha prostituido las bendiciones de Dios. El adulterio incluye más que las relaciones físicas. El apóstol Pablo exhorta a los Cristianos para limpiarse a sí mismos de los pecados de la carne y del espíritu: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (II Cor. 7:1). Los pecados del espíritu son tan atroces como los pecados de la carne ante Dios.
Oseas había dado su amor y las bendiciones materiales a Gomer, pero ella las rechazó por otros amantes. Consiguientemente, sus bendiciones fueron quitadas, y su pecado fue revelado (Os. 2:8-13). Los privilegios de Israel han sido quitados. Hoy ella existe sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod, y sin terafines (Os. 3:4). Israel está rechazando a su Prometido por otros amantes y por ganancia material. La profecía de Isaías representa esta verdad. Isaías fue comisionado para profetizar a Israel, pero él no vio ningunos resultados deseables: “Y dijo: Anda, y dí a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra” (Isa. 6:9-12).
Gomer, la esposa de Oseas, comenzó a reconocer su condición. Nadie la podría satisfacer, y ella indirectamente confesó su infidelidad (Os. 2:7). Ella fue castigada severamente (Os. 2:6-13). A través de la historia de Israel, Dios permaneció fiel a esta nación elegida mientras que fueron infieles a Él. El Señor no dejará ir a Su pueblo: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón” (Os. 2:14). Su pueblo no será permitido continuar en la infidelidad. La disciplina es un medio para causarlos volver (Heb. 12:6-8).
Oseas compró a Gomer de su esclavitud (Os. 3:2). Ella no debió prostituirle: “...Tú quedarás conmigo por muchos días; no te prostituirás, ni serás de otro hombre; y yo también seré para ti" (Os. 3:3 BLA). Aunque Gomer estaba casada con Oseas, Oseas dijo que la desposará con él para siempre: “Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová” (Os. 2:19, 20). Sin embargo, por un tiempo ella no pudo vivir con él como su esposa.
Israel no estuvo literalmente casado con Jehová, ni están los Cristianos literalmente casados con Jesucristo en el día de hoy. Israel está desposado a Jehová por la relación del pacto. Los Cristianos están desposados a Jesucristo por la regeneración.
Dios no ha terminado con Israel. Ella no está habitando ahora con Él. No obstante, después de su experiencia en el desierto, ella volverá y buscará al Señor Jesucristo, su Rey. Ella temerá al Señor y Su bondad en el fin de los días (Os. 3:5; Ezeq. 16:59-63). El apóstol Pablo mostró que Israel volverá (Rom. 11). Isaías prometió que a pesar de la infidelidad de Israel, un remanente volverá: “Y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa” (Isa. 6:13). Las palabras “...ésta volverá...” son expresivas del derecho que Jehová todavía tiene sobre Israel. El germen de vida en Judá causará a Israel sobrevivir. Una semilla viva no perece cuando es sepultada en la tierra, pero sale y una planta nueva nace. Ni Israel perecerá, aunque ella ahora está sepultada entre las naciones del mundo. Una semilla santa será el tronco de ella. Dios tiene un remanente, una semilla santa, entre los israelitas. Israel llamará a Jehová “Ishi,” no “Baali” (Os. 2:16). Ambas palabras podrían ser usadas para hablar de la relación de marido-esposa. Sin embargo, el primero es un término más encariñado. “Baali” significa mi Señor; y “Ishi” denota mi esposo. Cuando Israel tiene respecto apropiado para el Señor, ella llamará a Jehová “mi esposo.”
Los términos empleados por Jeremías, Ezequiel, Oseas, y Malaquías para hablar a los judíos son interesantes para observar. Jeremías habló de su adulterio, su divorcio, y de Dios siendo su esposo — en este orden (Jer. 3). Ezequiel habló de la fornicación y el adulterio de los judíos (Ezeq. 16:15, 26, 29, 38). Oseas refirió a Gomer como su esposa (Os. 1:2-5), pero después de su infidelidad él dijo, “...Y te desposaré conmigo para siempre...” (Os. 2:19, 20). El pecado de Israel fue el adulterio espiritual, que significa el buscar satisfacción en relaciones ilegales. Ella fue también culpable de prostitución espiritual. No obstante, Malaquías habló de los judíos como la esposa del pacto de Dios (Mal. 2:14).
La diferencia entre Dios divorciándose de Israel y un hombre divorciándose de su esposa es tremenda. Dios aborrece el repudio (Mal. 2:16), pero no hay ninguna referencia del hombre aborreciendo al divorcio. Dios ha dado a Israel un divorcio temporal por su idolatría, pero ella, como Gomer, será restaurado en los días postreros. El hombre piensa que su divorcio sea final; pero según el principio inmutable de Dios, el matrimonio es indisoluble (Rom. 7:2, 3). Así, nosotros vemos como usar las metáforas del matrimonio y del divorcio como Dios las aplicó a la nación de Israel.
Un aspecto importante del divorcio de Israel tiene que ser aún considerado. Hay un Israel dentro de Israel — la semilla espiritual dentro de Israel nacional (Rom. 9:6). Jeremías 3:1 no debe ser descuidado cuando considera Dios dando una carta de repudio a los judíos apóstatas: “Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová.” El profeta citó Deuteronomio 24:1-4. Los apóstatas llegando a ser juntados a “otro hombre” aplica a la formación de un pacto definitivo con el anticristo (Dan. 9:27). Cuando el anticristo echa fuera a los apóstatas, ellos no serán capaces de volver a su primer esposo porque no habrá ningún regreso al favor divino. Sin embargo, Dios tiene un remanente más que los apóstatas, que volverá (Isa. 6:13; Ezeq. 16:60-63; Rom. 11). Las iglesias deberían escuchar también esta advertencia. Aunque el Señor puede poseer un remanente en una iglesia local, Él puede rechazar el cuerpo visible como una entidad.
6
EL HOMBRE Y LA MUJER INSTRUIDOS
Nadie puede negar que la moralidad es el fruto de la regeneración y el conversión. Si las personas que han sido asidas por la verdad del evangelio no necesitan instrucción en la moralidad, como algunos defienden, la instrucción inspirada para los Cristianos fue una pérdida de tiempo. Sin duda, nadie tendrá la osadía de decir que la información inspirada acerca de la moralidad no es necesaria para los creyentes. Algún “fuego extraño” en el área de la ética Cristiana es proclamado en el día de hoy, y los creyentes deben ser amonestados de antemano para que ellos puedan ser armados de antemano. Por lo tanto, la ética Cristiana prologa nuestro estudio de I Corintios 7.
Pablo enseñó, “...el cumplimiento de la ley es el amor” (Rom. 13:10). Porque esta declaración ha sido entendida mal, debe ser propiamente interpretada. Algunos piensan que el amor significa abrogar la ley, pero hay una diferencia entre el cumplimiento y la anulación. La palabra griega para “cumplimiento” (pleroma) es usada con el descriptivo genitivo nomou, que significa cumplimiento de ley. El amor que ha sido derramado en el corazón de uno por el Espíritu de la regeneración se dedica a los mandamientos negativos. Aparte del amor, la obediencia es sin sentido, pero en el amor (agape), la obediencia del Cristiano es expresiva: “..la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:4). “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (I Jn. 5:3). La ley para una persona justa no es una carga sino una delicia.
El antinomianismo de esta era moderna es la misma herejía vieja expresada en la terminología nueva. La pregunta hecha es, “¿Puede uno estar bajo la obligación de la ley sin ser bajo su condenación?” El argumento es que una persona está bajo o en ambos aspectos o ni el aspecto de la ley. Aquellos que argumentan así dicen que puesto que el creyente se deleita en hacer lo que es bueno, él no necesita de la ley para dirigir su comportamiento. Esta línea de lógica conduciría a uno a concluir que puesto que la fe es dada a los elegidos para aceptar el evangelio, él no necesita el anuncio del evangelio. La bondad de la ley es experimentada solamente como es puesta al uso apropiado. Su uso inadecuado llega a ser una carga insufrible que finalmente llega a ser una maldición. El Cristiano no ha sido liberado de las obligaciones espirituales de la ley santa. Pero él ha sido liberado de la maldad que trajo sobre sí mismo mediante el fracaso para obedecer la ley o adecuadamente usarla.
Confesadamente, la ley no puede legislar la justicia, pero puede limitar el pecado hasta cierto punto. Esto es ejemplificado por el disminuir de uno su velocidad o su mirar en su velocímetro cuando ve a un federal de caminos. El Cristiano no considera la ley como un medio de la salvación. Dios dio la ley a Israel como un pueblo redimido. La obediencia a la ley autoritaria de Dios por el amor para Cristo no es el legalismo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). El legalismo es el abuso de la ley por confiar en guardarla para la salvación. La obediencia perfecta de Cristo a la ley para la justificación de los elegidos no los exime de la obediencia a ella para su santificación progresiva.
La ley moral de Dios que salió de Su naturaleza no puede ser cambiada. Cristo dijo, “...Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:37-39). Pablo instruyó a los santos en Roma: “...No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Rom. 13:9, 10). El amor para Dios y para los prójimos no puede ser cambiado. Además, la ley moral ni puede ser abolida ni sobredicha. Dios no puede abandonar las leyes que son morales en sí mismas. Sin embargo, la Sustancia — Jesucristo — ha llenado el lugar de las sombras de la ley ceremonial y ha invalidado a nosotros las leyes judiciales que fueron peculiares a los judíos.
Las leyes de Dios, no como leyes hechas por los hombres, son santas, y justas, y buenas (Rom. 7:12). Si uno pudiera entender todas las leyes del hombre encarnada en un juez que se sienta sobre su silla, él tendría alguna idea de la verdad que cada ley de la Santa Escritura encuentra su fuente en Dios Mismo. Un juez humano no va decir, después de que un jurado ha encontrado a un hombre culpable de un crimen atroz, “Tienes la culpa, pero te perdono; por lo tanto, puedes salir de esta corte como un hombre libre.” Él sería renunciado por fracasar en cumplir su deber según la ley que él dice que sostiene. Por otra parte, Dios puede perdonar al pecador culpable porque Él le ha justificado sobre la base que la penalidad exigida de la ley ha sido pagada. Dios dio la ley; y en la Persona de Su amado Hijo, Él pagó la penalidad plena de Su propia santa ley. Por lo tanto, el pecador justificado, redimido, regenerado, y convertido ha sido liberado de la maldición de la ley por la ley de Cristo: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Rom. 8:3). El propósito de esta libertad es “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros...” (Rom. 8:4).
Las leyes hechas por los hombres son conectadas con la moralidad, pero hay conceptos diferentes de la moralidad entre las naciones del mundo y entre los ciudadanos de la misma nación. El Cristianismo y el humanismo conflictúan globalmente. Las leyes humanísticas están dando a la sociedad una moralidad nueva que es contra la moralidad Bíblica. Se suponen que ellas han de rehacer la sociedad por librar a los hombres del prejuicio, la ignorancia, el crimen, y la guerra. El humanismo confía en la democracia que tiene su propio tipo del autoritarismo. Muchos piensan que la voz de la gente es la voz de Dios, pero como los laodicenses, la gente llega a ser el dios de la democracia. Esto indica que nada relacionado con la democracia humana puede estar en el camino de la gente. Todos los que retienen el concepto Bíblico de la moralidad son vistos como desviadoros sociales.
Los sistemas educativos están creando la inquietud más bien que promocionan la tranquilidad. La educación humanística es diseñada para establecer la voluntad de hombre como la autoridad definitiva. Cualquier filosofía que niega la autoridad de la Escritura promociona la subjetividad. Acentúa la libertad humana para ser capaz de escoger correctamente y crear una sociedad subjetivamente significativa. Tal filosofía confía en el existencialismo más bien que en el supernaturalismo Bíblico. El existencialismo es la filosofía humanística que hace la experiencia humana la norma para juzgar la realidad. El caos traído por este sistema no puede ser revertido por el mismo sistema.
El subjetivismo no es la autoridad para determinar lo que es verdadero. Aunque las iglesias institucionales son llenas de los subjetivistas, poca gente está dispuesta en admitirlo. ¿Por qué no hay nadie dispuesto para permitir el subjetivismo en la esfera de las matemáticas, pero sí lo permitirá en la esfera de los principios Bíblicos? Cada hombre de negocios no es permitido formar subjetivamente su propio sistema de relaciones porque el comercio caería, y esto conduciría a un caos social. Por otra parte, los religiosos no son restringidos en su subjetivismo de las cosas espirituales. Ellos piensan que tienen el derecho de expresar su opinión sobre las cosas de las cuales saben poco o nada.
Otro pasaje de la Escritura en el cual hay mucho mal entendimiento es Gálatas 5:22-23 — “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” No hay ley contra las virtudes del Espíritu mencionadas por Pablo. El apóstol había batallado contra los legalistas que desearon un molde ceremonial para regular sus vidas religiosas. Así que, ellos prefirieron una ley externa en vez del principio interior. Pablo había pedido anteriormente, “Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no oís a la ley?” (Gál. 4:21 BLA). Aquellos que desearon estar bajo la ley fueron los legalistas.
Contrario a los legalistas que viven bajo el principio de la ley, los Cristianos viven bajo el principio del Espíritu de la regeneración, que es el Espíritu de gracia (Juan 3:8; Heb. 10:29). Por lo tanto, “...los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gál. 5:24). Matamos a Cristo cuando vino en carne. Mediante los hombres sin la ley Él fue matado (Hech. 2:23). Por otra parte, Cristo capacita a los de nosotros que son regenerados por el Espíritu Santo a crucificar nuestra carne con sus pasiones y deseos (Gál. 5:24). La obra objetiva de Cristo en el Calvario llegó a ser una experiencia subjetiva para la persona regenerada, y este es opuesto al legalismo. Por lo tanto, el Cristiano no es obligado al deber por la energía de la carne, sino es impelido al servicio y la santidad de vida por el Espíritu de gracia.
Una advertencia debe ser dada a los que han sido hechos libres por la gracia. La libertad verdadera llega a ser actualizada en la sumisión. El hecho de que nosotros como Cristianos no somos nuestros no lanza una sombra sobre nuestra libertad sino que nos permite manifestarla en la realidad gozosa (I Cor. 6:20; Gál. 2:20). Esta es una libertad de algo menor a algo mayor: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Rom. 8:2, 3). La libertad no es el producto de la acción humana sino el acto no solicitado de la gracia divina. Así que, los Cristianos son libres en Cristo, pero también son esclavos de Cristo: “Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo” (I Cor. 7:22). Como esclavos de Cristo, auto-expresión aparte del control no puede ser visiblemente permitido. Los principios objetivos deben ser traducidos en acciones subjetivas. Por lo tanto, lo más que la verdad objetiva de Dios llegue a ser una parte de nuestra constitución, la mayor libertad experimentaremos.
La palabra “ética” viene de la palabra griega ethos y es traducida “costumbres” en I Corintios 15:33 — “No erréis; las malas conversaciones [nominativa plural de homilia, que significa el compañerismo, intercambio, o comunión] corrompen las buenas costumbres [acusativa plural de ethos, que significa costumbre, morales, o carácter].” Esta es otra manera de decir, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos...” (II Cor. 6:14). La separación interior resulta en la separación exterior. No puede haber seguridad entre aquellos en cuyos corazones no hay temor de Dios. Guardando distancia de la mala sociedad es mucho más fácil que estar en ella y resistiendo su corriente. Estando en la orilla de un río refulgente es preferible a estar en él y tratando de resistir su corriente.
Muchos piensan que protegen la verdad contra el error doctrinal, pero permiten su profanidad mediante el vivir carnal. Una facción de antinomianos en Corinto estaba contaminando la pureza de la iglesia. La palabra “antinomiano” es un sustantivo de compuesto constituido de dos palabras griegas — anti, que significa contra o en vez de, y nomos, que significa ley. Así que, el antinomiano es uno que cree que un Cristiano es libre por la gracia de la ley moral. Él afirma la libertad de todas las restricciones legales; así, él tiene libertad para vivir según el placer personal. Esta filosofía es una perversión de la verdad. Alguien que acepta tal ideología toma una actitud tolerante hacia el pecado. Por el contrario, Pablo fue intolerante con el pecado y tomó una posición intransigente contra él.
La pureza moral y doctrinal nunca debe ser separada en la iglesia. La pureza moral es el fruto de la pureza doctrinal. Donde uno hace falta, el otro también está ausente. Contender por la fe en la doctrina mientras que ser infiel en la vida es hipocresía. La actitud estricta de Pablo acerca de la ortodoxia y la ortopraxia causó a algunos en la iglesia de Corinto resentirle. Sin embargo, ellos le respetaron lo suficiente para pedir al apóstol para instrucción acerca de algunos asuntos de conducta Cristiana. Algunos de estas asuntos constituirán nuestro estudio de I Corintios 7. Hay cinco divisiones importantes en este capítulo: (1) el matrimonio y el celibato (vers. 1-9), (2) el matrimonio y la separación (vers. 10-16), (3) el matrimonio y la felicidad (vers. 17-24), (4) el matrimonio y la conveniencia (vers. 25-38), y (5) el matrimonio y las segundas nupcias (vers. 39-40).
El matrimonio y el celibato fueron los primeros temas que Pablo trató. Entre las cosas acerca de las cuales los corintios habían escrito a Pablo, el celibato pareció preeminente; por lo tanto, él lo trató primero: “...bueno le sería al hombre no tocar mujer” (I Cor. 7:1). La palabra griega para “tocar” es un presente medio infinitivo de hapto, que en este contexto significa tener intercambio sexual: “Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases” (Gén. 20:6). “Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; No quedará impune ninguno que la tocare” (Prov. 6:29). El “bueno” (kalos, que significa bueno, lucrativo, o expediente) de Pablo debe ser leído a la luz del “no es bueno” de Génesis 2:18 — “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo....” No hay contradicción entre los dos. Aquí hay un ejemplo clásico de la importancia del contexto cuando una contradicción aparente aparece. Las circunstancias fueron tales cuando Pablo escribió la carta corintia que el no casado no debe buscar casarse. Aunque la “necesidad” (anagke, que significa necesidad, obligación de deber, angustia, prueba, o aflicción) no es descrita, Pablo dijo que el hombre casado no debería evadir su responsabilidad marital, y el no casado no debería buscar esa responsabilidad (I Cor. 7:26, 27).
El apóstol conoció lo que significaba “peligramos [presente activo indicativo de kinduneuo, que significa estar en peligro toda hora]” (I Cor. 15:30). Este verbo griego es usado en estos versículos: Lucas 8:23, Hechos 19:27 y 40, y I Corintios 15:30. La forma substantiva kindunos es usada en Romanos 8:35 — “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” — y ocho veces en II Corintios 11:26 — “En caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros por los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos.” Esto da alguna idea de las pruebas y las persecuciones de los Cristianos primitivos en general y en particular en ciertos lugares.
Pablo no dijo que el celibato es bueno en el sentido de ser superior al matrimonio. Esto sería contrario a la ordenanza de Dios del matrimonio para el hombre (Gén. 2:18, 24), como el medio para la propagación de la raza humana (Gén. 1:28), y como la imagen de la unión entre Cristo y Su iglesia (Ef. 5:22-33). Por otra parte, el apóstol dijo que el celibato era bueno en la vista de la aflicción presente para uno que es llamado a algún servicio particular para el Señor o para uno que tiene el don de dominio de sí mismo. Pablo no defendió el estado de no ser casado como la regla general para la práctica sino solamente como un expediente en la luz de la prueba o la aflicción presente.
El celibato no promociona una espiritualidad mayor. La Iglesia Católica Romana condena a todos los que dicen que el matrimonio no es uno de los siete sacramentos, pero inmediatamente cambia en decir que el celibato siempre era la regla de la iglesia. No fue sino hasta el cuarto siglo cuando consiguió una declaración definitiva acerca de su doctrina del celibato siendo más santo que el estado santo del matrimonio. La manera en que los Católicos Romanos pasan por alto el matrimonio de Pedro, que ellos dicen que fue su primer Papa, es asombrosa (Mat. 8:14). ¿Fue Pedro un ejemplo malo para el clero católico? Uno no debe descuidar la enseñanza de Roma en cuanto a la infalibilidad del Papa. La definición de la infalibilidad por la Iglesia Católica Romana es que la iglesia habla para siempre por una voz divina, no intermitentemente por los concilios generales, sino siempre por la voz de su cabeza. Según su afirmación, Pedro, un hombre casado, fue infalible, y los siguientes Papas no casados son infalibles. ¿Cómo pudo haber sido infalible Pedro puesto que su matrimonio le hizo menos santo que sus sucesores célibes? ¿Hay grados de la infalibilidad? ¿Contradice la voz de una Papa célibe la voz del Pedro casado? Pablo que tenía el don de celibato habló de su derecho de traer “una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor.” Él entonces mencionó a Pedro por nombre: “y Cefas” (I Cor. 9:5). Él pidió apoyo para las esposas y los niños de los siervos de Dios. Sin ninguna referencia a la superioridad espiritual o moral, el celibato es el don de Dios a algunos para una obra especial (Mat. 19:10-12).
El matrimonio no era instituido simplemente para la cura de la fornicación. El texto griego de I Corintios 7:2 lee dia de tas porneias — “Pero a causa de las fornicaciones.” Esto es seguido por dos presentes activos imperativos de echo, que significa tener. Así que, el mandamiento es que cada hombre tenga su propia esposa y cada mujer tenga su propio marido. Puesto que el matrimonio fue instituido antes de la caída, no debe ser considerado como una cura simplemente para la fornicación, que Pablo había condenado en los dos capítulos precedentes. Usándolo como una cura para la fornicación sería una vista baja del matrimonio. Pablo mostró que el límite del sexo es el matrimonio y que el matrimonio debe ser una relación monógama. Este es el mandamiento: “Deja que cada uno tenga su propio compañero.” El lecho del matrimonio no debe ser mancillado. Aquellos que sexualmente infringen son llamados fornicarios y adúlteros, y Dios los juzgará (Heb. 13:4).
El sexo lícito no es un tema para que el hombre de Dios se disculpe. Los Cristianos no bromean acerca del sexo. Es puesto aparte para la relación del matrimonio y debe ser tratado con respeto. La perversión del sexo no excluye su uso lícito. Su misterio debe ser revelado en la relación de amor que ha sido consumado en el matrimonio, no en el laboratorio de la concupiscencia fuera del matrimonio. Los Cristianos reconocen la realidad del deseo sexual, pero también reconocen que es controlado por el amor para Dios y el amor de uno al otro en una relación del matrimonio. Además, el sexo es una dotación dada por Dios para ser guardada por esa persona a quien uno se ofrece a sí mismo en la unión responsable de un matrimonio para toda la vida.
Hay una obligación mutua para ambos el esposo y la esposa en el ambiente del sexo (I Cor. 7:3-5). Del amor mutuo, que es presumido en el estado del matrimonio, fluye el deseo de agradarse uno al otro. No hay virtud en un marido y su esposa viviendo como celibatos. Cada uno tiene derechos sobre el cuerpo del otro. Uno no debe negar al otro, a no ser por mutuo consentimiento para propósitos santos por un período de tiempo. Cuando ese tiempo es cumplido, ellos son responsables de volver a sus relaciones normales para evitar la tentación de Satanás por la falta del dominio propio. La palabra “incontinencia” es de la palabra griega akrasia, que significa la intemperancia, la incontinencia, o la falta de dominio propio.
Pablo dio algún consejo en los versículos 6-9. Aunque dijo por vía de concesión, el apóstol no quiso que los corintios lo interpretaran como un mandamiento que el matrimonio fue un deber para todos. La palabra griega para “concesión” es suggnome, que significa acordar en juicio con o conocer juntos. Es una palabra compuesta constituida de la preposición sun, que significa con, y gnome, que significa la mente como el medio de conocer y juzgar. Puesto que este es el único lugar en que la palabra es usada, hay que determinar su significado por el contexto. Por lo tanto, Pablo quiso que los corintios se sometiesen a la enseñanza del Señor a la cual él había concedido porque él tenía la mente de Cristo (Mat. 19:12; Fil. 2:5). Hay interpretaciones diferentes acerca de la sumisión voluntaria de Pablo al Señor sobre este asunto disputado. Algunos piensan que refiere a lo que él dijo en los versículos 2-5, pero otros lo aplican al contexto inmediato de los versículos 6-9 en la relación con el versículo 1. No podría referirse al versículo 2 porque cada hombre teniendo su propia esposa fue por mandamiento. Además, no podría ser aplicado a los versículos 3-5 porque lo que era debido a cada compañero en el matrimonio era un precepto (Ex. 21:10). El apóstol expresaba su acuerdo con el tema del celibato introducido en versículo 1.
Pablo expresó su preferencia personal bajo las condiciones presentes. Ambos el matrimonio y el celibato fueron dones. Entre los dones especiales de Pablo, uno le permitió quedarse soltero. Sin embargo, él quiso que los corintios supieran que el estado célibe no era para todos. El celibato no sería provechoso si significó que uno quemaría. En versículo 9, la palabra griega es un presente pasivo infinitivo de puroo, que significa estar inflamado con pasión. Por otra parte, donde el matrimonio es imposible, es mejor que uno sea inflamado con pasión que cometa la fornicación. El quemarse con deseo no justifica fornicación.
El estado del soltero fue desaprobado por algunos, pero Pablo no quiso ningún reproche sobre el soltero: “Digo, pues, a los solteros [agamois, dativo masculino plural — hombres] y a las viudas [cherais, dativo femenino plural], que bueno les fuera quedarse como yo” (I Cor. 7:8). Pablo no dijo que el estado del soltero era mejor, pero era bueno. Puesto que los hombres solteros se refieren en conexión a las viudas por el uso de la conjunción “y” (kai), las indicaciones son que el apóstol habló de los viudos y las viudas. Algunos suponen que los solteros incluyen los divorciados de ambos sexos, y ellos aconsejan que ellos deberían casarse si les falta el control sexual. Pablo no daba información acerca del matrimonio de la personas divorciadas. Esto habría indicado que su concesión era directamente opuesto al principio del matrimonio que él estableció en Romanos 7:2-3. El Espíritu de Cristo y el Espíritu que inspiró a Pablo fueron el mismo. Por lo tanto, el Espíritu Santo nunca guiaría a Pablo a decir una cosa y subsiguientamente inspirarle decir algo enteramente diferente.
No nos dice cómo los solteros del versículo 8 llegaron a ser viudos y viudas. Pero estamos seguros que los dos compañeros casados están ligados por la ley del matrimonio mientras que su compañero vive. Así que, la única libertad de esa ley es la muerte de uno de los compañeros. Nada subsiguiente a los principios establecidos los contradirá jamás.
Pablo siguió el tema del matrimonio y el celibato por dirigirse a sí mismo al tema del matrimonio y la separación (I Cor. 7:10-16). Él primero dio consejo a los Cristianos casados, y entonces trató con el problema de los matrimonios mixtos. La Escritura condena los matrimonios mixtos (II Cor. 6:14). Pero esta situación ocurre cuando uno de los compañeros llega a ser un Cristiano después del matrimonio. Este era un problema con el que Pablo tenía que contender y con el que la iglesia se enfrentará hasta su perfección. El apóstol había dado información divinamente inspirada a los solteros, viudos, y viudas; pero también debe tratarse con el problema del separarse de parejas creyentes y parejas mixtas casadas.
Muchos enseñan que el divorcio para los creyentes y los incrédulos es discutido en I Corintios 7:10-16. Ellos dicen que la iglesia no ha de llegar a ser una sociedad contra el divorcio. Tal enseñanza necesita un estudio de los verbos griegos choridzo y aphiemi.
El verbo griego choridzo significa separar o desunir; retirar o partir; a ser distante; disociarse o separarse de uno. Este verbo es usado en doce versículos en el Nuevo Testamento (Mat. 19:6; Mar. 10:9; Hech. 1:4; 18:1, 2; Rom. 8:35, 39; I Cor. 7:10, 11, 15; Filem. 15; Heb. 7:26). Las siguientes son las formas conjugadas de los cuatro usos en I Corintios 7 — (1) “...Que la mujer no se separe [choristhenai, aoristo pasivo infinitivo — tiempo de punto acción — de choridzo, ser desasociado o separado] del marido” (vers. 10); (2) “Y si se separe [choristhei, aoristo pasivo subjuntivo — tiempo de punto acción con el modo de posibilidad — de choridzo]” (vers. 11); (3) “Pero si el incrédulo se separa [choridzetai, presente medio indicativo de choridzo]” (vers. 15); (4) “sepárese [choridzestho, presente medio imperativo de choridzo]” (vers. 15). La separación debe ser por parte del incrédulo, no el creyente. Las primeras dos formas conjugadas se refieren a la separación de una mujer Cristiana profesante de su marido, y las últimas dos hablan de un incrédulo separándose de un creyente.
El verbo griego aphiemi significa despedir; salir o partir de; desertar o abandonar; dejar restante o solo; sufrir o permitir. Este verbo es usado 143 veces. Las siguientes son las formas conjugadas de las tres ocurrencias en I Corintios 7:11-13 — (1) “...y que el marido no abandone [aphienai, presente activo infinitivo de aphiemi] a su mujer” (vers. 11); (2) “...no la abandone [aphieto, presente activo imperativo de aphiemi]” (vers. 12) — este era un mandamiento para que el marido creyente no desertaría a su esposa incrédula si ella deseó vivir con él; (3) “...no lo abandone [aphieto, presente activo imperativo de aphiemi]” (vers. 13). La esposa creyente fue mandada quedarse con su marido incrédulo que consintió morar con ella.
Pablo comenzó su discurso acerca del matrimonio y la separación: “A los casados instruyo, no yo, sino el Señor...” (vers. 10 BLA). El verbo para “casados” es un perfecto activo participio de gameo, que significa casarse. El tiempo perfecto significa una acción completa con un estado resultante de ser. Así que, la traducción de la primera parte del versículo debería ser traducido “a los que se han casado” o “a los que habiéndose casado.” Los indios Cherokees tienen una ceremonia descriptiva del matrimonio en que el novio y la novia unen sus manos sobre el agua corriente. Así, ellos simbólicamente expresan que sus vidas son hechas por el matrimonio fluir en un arroyo hasta que la obligación es rota por la muerte.
La salida de la esposa Cristiana de su marido Cristiano no debería ser final. Pablo se dirigió a la esposa que “se separe [aoristo pasivo infinitivo — el tiempo de punto acción]” (vers. 10b), “quédese [presente activo imperativo de meno, que significa quedarse o continuarse sin cambio] sin casar [agamos], o reconcíliese [aoristo pasivo imperativo — el tiempo de punto acción — de katallasso, que significa ser reconciliado] con su marido” (vers. 11a). El apóstol no daba un tratado acerca del divorcio. Si el sustantivo verbal de choridzo significa el divorcio, Pablo hubiera tenido que decir, “Pero si se divorcia de su marido, quédese sin casar o cásese de nuevo (no reconcíliese) con su marido.” Aunque la esposa se separe de su marido, él todavía se llama “su marido.” Ella no ha de ser reconciliada con un hombre divorciado sino con su marido. Por lo tanto, “abandone” (choridzo) no separa las arras del matrimonio indisoluble. Así que, la esposa separada debe reconciliarse con “su marido.” El verbo griego para “reconcíliese”, katallasso, es usado seis veces en el Nuevo Testamento (Rom. 5:10 — dos veces; I Cor. 7:11; II Cor. 5:18, 19, 20). Nunca puede ser usado en el sentido de las segundas nupcias.
Usando el verbo griego choridzo en el sentido del divorcio en Mateo 19:6 y Marcos 10:9 no indica que significa el divorcio en I Corintios 7:10-11. Es usado para significar la separación de Jesucristo, no el divorcio judicial, de los pecadores (Heb. 7:26). El verbo no es usado en el sentido de un divorcio judicial en otras referencias: “...que no se fueran de Jerusalén...” (Hech. 1:4); “Pablo salió de Atenas...” (Hech. 18:1); “...Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma...” (Hech. 18:2); y “Porque quizá por esto se apartó [Onésimo] de ti por algún tiempo...” (Filem. 15). Si choridzo en I Corintios 7:10-11 significa el divorcio judicial, no invalidó la obligación del matrimonio. La esposa separada había de ser reconciliada con su marido. Así que, aquellos que usan estos versículos para apoyar el concepto del divorcio son derrotados en las dos maneras.
Un verbo griego diferente es usado en el mandamiento de Pablo al hombre de no abandonar a su mujer (vers. 11b). El verbo griego es un presente activo imperativo de aphiemi, que significa despedir, salir de, o sufrir. Aunque el verbo es diferente, el significado es similar. La salvación no debe desorganizar la relación del matrimonio. El mandamiento es que el marido creyente no debe abandonar a su mujer creyente.
Pablo cambió al problema de los matrimonios mixtos (vers. 12-16). Puesto que la Escritura claramente prohíbe los matrimonios mixtos, el problema de los matrimonio mixtos involucró los casos donde un miembro de la unión había llegado a ser un Cristiano después del matrimonio o donde un creyente se había casado desobedientemente con un incrédulo. El marido o la esposa Cristiana en un matrimonio mixto no debe de iniciar la salida.
Jesucristo no había dado ningún mandamiento específico con respecto a este aspecto de matrimonios mixtos. Por lo tanto, Pablo dio la información para la cual no había ningún mandamiento expresado: “Y a los demás yo digo, no el Señor...” (I Cor. 7:12). El apóstol no estaba negando la inspiración. Él no distinguía entre los mandamientos inspirados de los mandamientos no inspirados. Así que, “los demás” refiere a maridos y esposas en los matrimonios donde uno o el otro no está ligado por la gracia.
El Espíritu había hablado claramente en los dos Testamentos (Antiguo y Nuevo) mediante los profetas y los apóstoles acerca de la prohibición de los creyentes casándose con los incrédulos. (Véase Neh. 13:23-26; II Cor. 6:14-16.) Pablo, por la autoridad del Espíritu Santo, dio alguna información pertinente en cuanto a los matrimonios mixtos. Algunas separaciones podrían haber sido iniciadas por un entendimiento incorrecto de Esdras 10:10-11 — “Y se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: Vosotros habéis pecado, por cuanto tomasteis mujeres extranjeras, añadiendo así sobre el pecado de Israel. Ahora, pues, dad gloria a Jehová Dios de vuestros padres, y haced su voluntad, y apartaos de los pueblos de las tierras, y de las mujeres extranjeras.” Los matrimonios mixtos con los cananeos fueron prohibidos por Dios a fin de mantener una semilla santa y así efectuar el nacimiento del Mesías. Satanás promocionó los matrimonios mixtos, tratando de prevenir ese nacimiento. Por decir que el incrédulo debe ser el que se separe, Pablo corrigió la interpretación falsa que el apartarse de las mujeres extranjeras significó que el creyente debe separarse del incrédulo. Esto prueba que cualquier matrimonio mixto causado por una obra de gracia no es igual al de aquellos de los cuales Esdras dijo a los israelitas que se separaran.
Un matrimonio mixto ha sido santificado por la gracia: “Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (vers. 14). El verbo “es santificado” es el perfecto pasivo indicativo de hagiadzo, que significa hacer santo, separar u observar como santo. El tiempo perfecto significa la acción completa tiene un estado resultante de ser. La voz pasiva muestra que la unión del matrimonio se ha afectada por la gracia de Dios habiendo sido dado a uno de los compañeros en la unión. Así, la realidad del cambio es la obra de Dios. El creyente en la unión vive en la luz de la gracia de Dios, pero esta luz no está en el incrédulo. Una influencia externa de la gracia procede de la vida del creyente, pero el incrédulo no tiene la gracia interna.
Aquellos que defienden “el pacto familiar con Dios” usan I Corintios 7:14 como un texto de prueba para enseñar que la santidad de este versículo pertenece a la relación del pacto. Ellos creen que los padres pueden asegurar a sus hijos los beneficios del pacto. Ellos presumen que por llegar a ser Cristianos ellos traen a sus hijos con ellos en el rebaño de Cristo. Su referencia a los “hijos” (tekna, plural de teknon, que significa un hijo) de este versículo no es Bíblico. Los teólogos del pacto explican que hasta que los niños sean de cierta edad suficiente para asumir la responsabilidad personal, los padres creyentes han de considerarlos como Cristianos. Si esta es la verdad, ¿dónde está su depravación? ¿Significa esto que la asociación santa puede llegar a ser la asimilación santa? Este es uno de los grandes errores de la teología reformada. Ni el compañero incrédulo casado o los hijos son regenerados por la regeneración de otro miembro de la familia. Esta es la obra del Espíritu soberano. Dios no ha hecho ninguna promesa que la gracia dada a un miembro de la familia asegura que la gracia también será dada a otros miembros de la misma familia. Los hijos de un hogar donde la gracia existe han sido separados de la condición común de un hogar sin la gracia.
Algunos ven I Corintios 7:15 como la base legítima para el divorcio y las segundas nupcias: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.” El verbo choridzo es usado dos veces en la primera parte del versículo: (1) ei de ho apistos choridzetai — “pero si el incrédulo se separa,” y (2) choridzestho — “sepárese.” La salida o la separación debe ser por el compañero incrédulo de la unión del matrimonio. Como ha ya sido mostrado, choridzo no puede ser probado referirse al divorcio en los versículos 10 y 11. Sin embargo, muchos están erróneamente enseñando que si el incrédulo insiste en un divorcio, el creyente no debe negar la petición del incrédulo.
La libertad del creyente es el tema de gran discusión: “No está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.” Aquellos que creen que “se separa” en la primera parte del texto significa el divorcio mantienen que el creyente no deben prevenir el divorcio y por lo tanto es liberado para casarse nuevamente. Ellos citan el versículo 39 como su texto de prueba; sin embargo, este versículo contraprueba, más bien que prueba, su contención: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.” El texto no trata con una persona divorciada sino con uno cuya obligación del matrimonio ha sido invalidada por la muerte. Esto muestra como el prejuicio ciega a algunos Cristianos a la verdad de un pasaje de la Escritura. El versículo 39 armoniza con el principio establecido del matrimonio: “Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido. Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se una a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre” (Rom. 7:2, 3 BLA).
El verbo griego para “sujeto a servidumbre” (I Cor. 7:15) es dedoulotai, un perfecto pasivo indicativo de douloo, que significa reducir a la servidumbre, esclavizar, u oprimir por retener en la servidumbre. Aquí, nuevamente, el tiempo perfecto es usado, que significa una acción completa con un estado resultante de ser. Una condición social del creyente por causa de la deserción, no su divorcio y su segundas nupcias, está en consideración en este pasaje. El creyente es dejado libre para servir al Señor sin los problemas causados por las demandas de un incrédulo. La libertad no aplica al derecho de las segundas nupcias sino a la vida Cristiana. Por lo tanto, el creyente vive en un estado continuo de la libertad que es una realidad. Dios llamó a Cristianos en eirenei — “en la esfera de la paz” (traducción). La esfera de paz refiere al ambiente de la paz doméstica. El Cristiano desertado está en la libertad para vivir separadamente en la esfera de paz; por lo tanto, no está moralmente ligado.
La responsabilidad del creyente desertado del versículo 16 destruye la idea del divorcio o las segundas nupcias: “Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” Puntos de vista opuestos han sido sacados de este versículo. Algunos dicen que significa que un matrimonio debe retenerse en la esperanza de que el creyente salve al incrédulo. Otros no creen que tal matrimonio debería ser observado como un medio de evangelismo. Aquellos que aceptan el último punto de vista tratan de probar su punto por comparar lo que Pablo dijo en el versículo 11 — “Y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido...” y la omisión de “...quédese sin casar...” de los versículos 15 y 16. Puesto que ei (si) sigue oidas (sabes tú) en el texto griego, puede ser expresado como una negación o un deseo. Por lo tanto, la conclusión debe ser sacada del contexto, y la santificación de versículo 14 debería probar el último. Si choridzo del versículo 15 significa el divorcio, no habría ninguna esperanza de salvar al incrédulo. El verbo para “harás salvo” es un futuro activo indicativo de sodzo, que significa salvar, rescatar, conservar, o entregar. Puesto que sodzo es usado en muchas maneras en el Nuevo Testamento, la esperanza del creyente debería ser el rescatar del incrédulo que ha salido de hacer un error mayor. La salvación del alma es la obra del soberano Dios. [Estudian la palabra sodzo (salvar) — Mat. 1:21; Hech. 2:40; I Cor. 7:16; I Tim. 2:15; I Ped. 3:21.]
El creyente desertado debería dejar abierta la puerta para la reconciliación. ¿Qué si el incrédulo vuelve a casarse? ¿Libera al creyente porque el incrédulo ha cometido adulterio? El creyente debe permanecer por el principio de Romanos 7:2-3 y I Corintios 7:39, que está de acuerdo con lo que Cristo enseñó (Luc. 16:18).
El principio de una mujer o marido Cristiano que permanece con un no Cristiano a quien él o ella está casado aplica a nuestra llamamiento general en la vida (I Cor. 7:17-24). Aunque Pablo introdujo otro tema, la satisfacción se aplicó a lo que enseñó en los versículos 10-16. La salvación no segrega a los creyentes de la familia o las responsabilidades sociales. La separa pero no la aísla. Las iglesias primitivas tenían algunos problemas que requirieron corrección. Así que, los corintios tenían que darse cuenta que la salvación no comenzó una revolución que destrozó la relación familiar. Además, el aprender que la gracia en las vidas de los elegidos de Dios no cambió la ética del trabajo fue necesario para los tesalonicenses (I Tes. 4:11-12; II Tes. 3:6-15; I Tim. 5:8).
La salvación no cambia las costumbres por comenzar un cambio social radical, pero sí cambia a los individuos adentro de esas costumbres. El llamamiento de los elegidos de Dios alcanza a las diferentes vocaciones religiosas y seculares de la vida. Pablo fue un apóstol que tenía “la preocupación por todas las iglesias” (II Cor. 11:28). “...Enseño en todas partes y en todas las iglesias” (I Cor. 4:17). Todas las iglesias tenían problemas, y Pablo fue el apóstol ordenado por Dios para dar instrucciones para la corrección de esos problemas. Así que, él dio ordenes en todas las iglesias (I Cor. 7:17).
El verbo griego kaleo (llamar) es usado ocho veces, y el sustantivo griego klesis (llamamiento o estado) es usado una vez en I Corintios 7:17-24. Los Cristianos tienen dos llamamientos: (1) El llamamiento temporal es la obra de Dios en la providencia: “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga” (vers. 17). Todos no tienen la misma vocación en la vida. (2) El llamamiento espiritual es la obra de Dios en la gracia: “Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo” (vers. 22). Este es el “supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14). Pablo explicó este llamamiento: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles” (I Cor. 1:26).
Tres veces dentro del contexto de I Corintios 7:17-24, Pablo repitió el mismo mandamiento en cuanto al llamamiento providencial del creyente. El Cristianismo no hace a todos sus convertidos capitalistas o aristócratas. La gracia no crea una grandeza artificial, sino enseña la grandeza verdadera de lugares humildes. La grandeza espiritual no consiste en hacer grandes cosas ante los ojos de los hombres, sino enseña el hacer las cosas pequeñas en una gran manera ante Dios. Los Cristianos deberían aprender de las admoniciones de I Corintios 7:17-24 a no murmurar o ser inquietos en las situaciones que la providencia de Dios nos ha asignado. Las circunstancias no fueron mencionadas por Pablo en su declaración del contentamiento: “...he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11).
El progreso en nuestro llamamiento providencial fue la primera admonición de Pablo: “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias” (I Cor. 7:17). Las palabras importantes de este versículo son “repartió,” “llamó,” “haga,” y “ordeno.”
La palabra griega para “repartió” es un perfecto activo indicativo de meridzo, que significa dividir, asignar, o conferir. Puesto que no todos tienen la misma asignación o vocación en la vida, la gracia nos enseña a contentarnos con la colocación providencial de Dios. Este verbo es usado catorce veces y habla de un reino dividido (Mat. 12:25), una casa dividida (Mar. 3:25), una herencia dividida (Luc. 12:13), y Cristianos divididos (I Cor. 1:13). Es usado también en el sentido de la distribución del pescado (Mar. 6:41), dones (Rom. 12:3), y estados de la vida (I Cor. 7:17). El tiempo perfecto denota una acción completa por Dios en Su designación y que el estado resultante de la distribución es una realidad.
La distribución de Dios de nuestras vocaciones diversas en la vida está en el tiempo perfecto; además, “llamó” también es un perfecto activo indicativo de kaleo, que significa llamar o citar. El Señor ha asignado a cada hombre su vocación en la vida, y Dios ha llamado a cada uno. Por lo tanto, en el caso de cada persona, como Dios ha llamado, el creyente ha de andar en su vocación particular de vida.
El verbo “haga” es un presente activo imperativo de peripateo, que denota caminar o hacer progreso, acompañar o seguir, regular la vida de uno o conducir uno mismo. Fue una metáfora favorita de Pablo para aprovechar la oportunidad de uno. Así que, el mandamiento de Pablo fue que los Cristianos no deberían buscar cambiar su llamamiento en la vida sino que deberían manifestar la excelencia de la gracia de Dios en sus vocaciones respectivas en la vida.
La palabra griega para “ordeno” es un presente medio indicativo de diatasso, que significa prescribir, dar una orden, o nombrar. Esta orden no fue restringida a los corintios, sino fue dirigida a todas las iglesias para siempre. Los desordenes no fueron peculiares a solamente los corintios.
Pablo aplicó su orden de versículo 17 a los llamados judíos y gentiles en los versículos 18 y 19 — “¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide. La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios.” El judío circuncidado llamado por Dios no debería llegar a ser incircuncidado. Por otra parte, el gentil incircuncidado llamado por Dios no debería ser circuncidado. El verbo “fue llamado” con referencia a la circuncisión es un aoristo pasivo indicativo, y es un perfecto pasivo indicativo con referencia a la incircuncisión. La diferencia entre un verbo aoristo y un verbo perfecto es que el aoristo denota una foto — tiempo de punto acción — vista, y el perfecto es como un video — acción completa con un estado resultante de ser. La circuncisión y la incircuncisión son inservibles en el llamamiento eficaz de Dios. La gracia no pone valor sobre las externas religiosas. Los judíos en general descansaron sobre las ceremonias externas, pero Dios dijo mediante Jeremías, “...toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón” (Jer. 9:26). Así, la circuncisión de la carne fue la incircuncisión aparte de la circuncisión del corazón: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Rom. 2:28, 29). “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gál. 6:15).
La dificultad en cuanto a I Corintios 7:17 no aparece en la versión Reina Valera. El texto griego comienza con Ei (si) me (no), traducido “pero” en la Reina-Valera. Otros traducen Ei me como “otro.” Las palabras Ei me comúnmente significa “excepto” o “a menos que,” como en I Corintios 7:5 — “No os neguéis el uno al otro, a no ser o a menos que [ei me] por algún tiempo de mutuo consentimiento...” (traducción); Gálatas 1:7 — “No que haya otro; excepto [ei me] que hay algunos que os pertuban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (traducción); Gálatas 1:19 — “Pero no vi ningún otro de los apóstoles, excepto [ei me] a Jacobo el hermano del Señor” (traducción); Romanos 14:14 — “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; excepto [ei me] para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es” (traducción); Mateo 11:27 — “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, excepto [ei me] el Padre, ni al Padre conoce alguno, excepto [ei me] el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (traducción).
Ahora vamos a considerar la manera que las palabras ei me son usadas en I Corintios 7:17. Algunos creen que Pablo dio un principio general para ser aplicado a lo que acabó de decir en los versículos 12-16, y en el mismo tiempo, aplicaría a aquellos que son llamados en los ambientes de la circuncisión y la esclavitud. Así que, algunos tienen el consenso que el apóstol dijo, “¿Qué puede hacer uno excepto [ei me] a permanecer en la circunstancia en que es llamado?” Él no refería al progreso espiritual en las costumbres inservibles, sino instruía a los judíos salvos no buscar destruir su marco en la carne. Por otra parte, un gentil salvo no debería buscar la circuncisión.
Siguiendo el mandamiento de Pablo para cada Cristiano en hacer progreso en su llamamiento providencial, dio un mandamiento para quedar en él: “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede” (I Cor. 7:20). El verbo “se quede” es un presente activo imperativo de meno, que significa permanecer o continuar, perseverar, o ser constante. Continuar en el llamamiento providencial de uno ha de ser entendido en el sentido general más bien que en un sentido calificado. El apóstol usó la ilustración de una persona siendo un esclavo (vers. 21-23). Un Cristiano no tiene justificación para permanecer en un estado ilegal o inmoral en la vida. Rahab no continuó la vida de una ramera. Zaqueo no solamente dejó su práctica ilegal sino que devolvió cuatro veces todo lo que había defraudado. Pablo no continuó matando Cristianos.
El sentido general de quedar en nuestro estado providencial de vida es ilustrado por el término “esclavo.” Pablo usó la palabra griega doulos, que significa un esclavo, un sirviente o asistente. Algunos dicen que “estado” (klesis) de versículo 20 refiere a la salvación, más bien que el estado en la vida. Ellos no creen que klesis es usado jamás cuando habla del estado en la vida de uno. El sustantivo es usado once veces (Rom. 11:29; I Cor. 1:26; 7:20; Ef. 1:18 BLA; 4:1, 4; Fil. 3:14; II Tes. 1:11; II Tim. 1:9; Heb. 3:1; II Ped. 1:10), y su uso predominante es conectado con la salvación. Sin embargo, para decir que klesis nunca es usado para hablar del estado en la vida de uno es incorrecto. Por ejemplo, el verbo kaleo, que significa llamar o citar a la salvación (Rom. 8:30), llamar para el desempeño de un cierto deber (Heb. 11:8), y llamar a un oficio (Heb. 5:4), es usado también en referencia a la circunstancia en que uno es divinamente citado: “Cada uno en el estado [locativo de klesis] en que fue llamado [aoristo pasivo indicativo de kaleo], en él se quede.” Por lo tanto, cada Cristiano ha de permanecer en la circunstancia en que él fue llamado por la gracia.
Una gran verdad en cuanto a la naturaleza de la libertad verdadera es escondida en la palabra doulos. Nadie es absolutamente libre de la restricción o la autoridad. Los cuatro maestros en el mundo son Satanás, el pecado, el yo, y el Salvador — Jesucristo. Así que, si Jesucristo no domina nuestras vidas, los otros tres lo harán. El sustantivo griego doulos se refiere a una persona que está en una relación obligatoria con su dueño. Es una palabra que divide cada auditorio en dos clases — el no salvo y el salvo. Toda persona nace en esclavitud a Satanás, el pecado, y el yo por su nacimiento natural. Solamente por el nuevo nacimiento uno nace en una esclavitud amada y voluntaria a Jesucristo.
La esclavitud de una persona no regenerada es la subordinación de su voluntad, bajo la influencia de un temor servil, a otro. Por el contrario, la esclavitud de una persona regenerada es la subordinación de su voluntad, bajo la influencia del amor, a Jesucristo. Estas dos subordinaciones pueden ser ilustradas por dos soldados: (1) Un hombre joven es redactado como un soldado y forzado por el temor a pelear por su país. La penalidad por la deserción es la muerte; por lo tanto, él pelea con temor por su vida. Él sabe que morirá si deserta el ejército; tal vez, podría sobrevivir la guerra si él pelea. (2) Otro soldado se ofreció a sí mismo voluntariamente para pelear por su país. El amor por las libertades que él disfrutó hizo su servicio el de amor y lealtad a una causa digna. La sumisión de una persona a una causa digna no es una señal de debilidad, sino que la sumisión forzada de uno a la misma causa es una señal de debilidad. Algunos miembros de la iglesia sirven por temor más bien que por amor. Aquellos que sirven por amor tienen tras de ellos la voluntad divina que obra en ellos, causando sus voluntades de buena gana y del amor hacer la voluntad de Dios.
La libertad Cristiana es un tema importante. No hay pensamiento de coacción con Cristo. La libertad verdadera es conocer a una Persona, Jesucristo, más alta y mejor que uno mismo. Por lo tanto, lo más gran esclavo que uno sea al infinito Dios, la más gran libertad que disfruta: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres....Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:32, 36). Por el contrario, no hay esclavitud mayor que la maestría de uno por su propia voluntad depravada, cuyo fruto son lujurias y pasiones insatisfechas.
El tercer mandamiento de Pablo es que cada creyente se quede con Dios en la esfera en la que fue llamado: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado [aoristo pasivo indicativo de kaleo], así permanezca [presente activo imperativo de meno, que significa permanecer, continuar, o perseverar] para con Dios” (I Cor. 7:24). La satisfacción en el estado presente de uno en la vida frecuentemente llega a ser un gran testimonio para la gracia salvadora de Dios. El esclavo Cristiano que vive en el poder de la gracia de Dios puede ser librado de la depresión y el desánimo del corazón causado por su condición de esclavitud. Esta no es para sugerir que el Cristiano debe rehusar una puerta abierta por el Señor para una mejor posición en la vida. Pero sí significa que el creyente ha de preocuparse más en continuar en el compañerismo para con Dios que con las circunstancias. El mandamiento de Pablo es que los Cristianos permanezcan (presente continuo) para con Dios porque Él está con ellos sin considerar sus circunstancias.
El Matrimonio Y La Conveniencia
En el principio de la cuarta división de I Corintios 7, Pablo dirigió otra pregunta levantada por la iglesia (vers. 25-38). El apóstol comenzó esta división con “En cuanto a [Peri de] las vírgenes [parthenon] no tengo mandamiento del Señor....” Aunque la palabra parthenon, genitiva de parthenos, refiere solamente a mujeres en este pasaje, es usada de hombres en Apocalipsis 14:4. Así que, refiere a una virgen o una persona casta de cualquier sexo.
El apóstol de Dios no tenía ningún “mandamiento” (epitage, que significa precepto, mandato, o mandamiento) directo del Señor acerca de la pregunta a la mano. Esta palabra particular es usada solamente siete veces en el Nuevo Testamento (Rom. 16:26; I Cor. 7:6, 25; II Cor. 8:8; I Tim. 1:1; Tito 1:3; 2:15). Sin duda la pregunta provino a causa del concepto del celibato que fue adoptado por algunos y a causa de la “necesidad que apremia” (vers. 26). La idea del celibato dio ocasión para el comienzo del convento en la Iglesia Católica Romana, pero su interpretación fue errónea. Aunque Pablo no tenía ningún precepto directo del Señor acerca del asunto particular, él dijo que él daría su propio “parecer” (gnome, que significa opinión, juicio, o consejo sugerido). Más dijo que su consejo sería confiable a causa de la misericordia de Dios conferida a él. Teniendo la preocupación por todas las iglesias (II Cor. 11:28), el deseo de Pablo fue que Dios fuera glorificado mediante la iglesia que había engendrado por medio del evangelio (I Cor. 4:15). El hecho de que el consejo de Pablo mediante la inspiración del Espíritu llegó a ser una parte del canon sagrado no debe ser descuidado. Por lo tanto, la distinción debe ser hecha entre el consejo inspirado de Pablo y nuestro consejo no inspirado acerca de asuntos para los que no hay precepto directo.
La referencia a la “necesidad que apremia” es importante a fin de entender correctamente esta división del capítulo (vers. 26). Refiere a algo mucho más difícil que las pruebas o circunstancias ordinarias de la vida Cristiana. Esta es la palabra que Pablo usó para describir sus pruebas no comunes (II Cor. 12:10). Uno ha sugerido que cuando los mares arrebaten no es el tiempo apropiado para cambiar barcos. En la vista de las circunstancias anormales, el apóstol sugirió que los hombres y las mujeres harían bien en quedarse en sus estados presentes. Así, el consejo de Pablo fue apropiado.
Aunque el matrimonio fue el estado normal para los hombres y las mujeres, las circunstancias anormales lo hicieron factibles para los corintios para permanecer como estaban: “¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte. Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar” (vers. 27, 28). La palabra “ligado” (por el matrimonio) y la palabra “soltarte” (del matrimonio) son verbos del tiempo perfecto, que indican estados establecidos.
No hay referencia a las personas divorciadas implicadas en el uso del verbo “soltarte” (vers. 27). Esa interpretación no adaptaría ni el contexto inmediato ni el contexto total del capítulo. Pablo hizo su significado claro. Un hombre casado no debería buscar ser soltado, y un hombre soltero no debería buscar casarse. Aquellos que se casan “tendrán [exousin, futuro activo indicativo de echo, que significa tener] aflicción [thlipsin, singular acusativo de thlipsis, que significa aflicción, prueba, o circunstancias de angustia] de la carne” (I Cor. 7:28). El matrimonio involucra la responsabilidad de no solamente una esposa pero también de los hijos. Ambos son grandes bendiciones en circunstancias ordinarias, pero ellos pueden añadir a la angustia en circunstancias anormales. La separación de ellos más la preocupación acerca de su protección y su bienestar puede ser la tortura añadida a la aflicción. El amado apóstol dijo, “Yo os la quisiera evitar....” El verbo “la quisiera evitar” (vers. 28) es un presente medio indicativo de pheidomai, que significa evitar en respecto a la dureza añadida traída por el matrimonio. Evidentemente, Pablo tenía referencia al peligro inminente para los Cristianos. El matrimonio no era un pecado a aquellos que eligieron casarse, pero no sería conveniente en la vista de la aflicción presente.
La razón que Pablo tuvo tal consejo fue que el tiempo era corto: “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto...” (vers. 29). La palabra “corto” en el texto griego es un perfecto pasivo participio del verbo sustello, que significa ser cortado. Así que, el “tiempo” (kairos, que significa un período limitado de tiempo marcado por las circunstancias características) de crisis estaba cerca. El apóstol indicó que los corintios deben ajustarse a la “necesidad que apremia” por el compromiso a los asuntos eternos: “...resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (vers. 29-31).
Cinco áreas de cosas y circunstancias terrenales con las que un Cristiano no debe de estar excesivamente ocupado son mencionados:
1. Aquellos que tienen esposas han de ser como si no las tuviesen (vers. 29). Esto no indica que su cuidado para con sus esposas debería ser como si no las tuviesen. Esta enseñanza contradiría a I Timoteo 5:8 — “Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” El Espíritu Santo no inspiraría a Pablo, el autor de ambas exhortaciones, a contradecirse a sí mismo. El apóstol enseñó que ninguna unión terrenal debería tomar precedencia sobre nuestra unión eterna con Cristo. Todas las obligaciones terrenales cesarán, pero nuestra obligación con Cristo es eterna. Por lo tanto, nunca debemos buscar a agradar a nuestros compañeros terrenales hasta el punto de disgustar a Jesucristo, el Capitán de nuestra salvación que nos está llevando a la gloria.
2. Los que lloran deberían ser como si no llorasen (vers. 30). Los lamentadores frecuentemente llegan a estar completamente ocupados con su dolor. La palabra griega para “lloran” es un presente activo participio de klaio, que significa lamentar o llorar. Cuando las cosas primarias son vistas en su perspectiva apropiada, no seremos superados por la lamentación. Jeremías, el profeta del llanto, no estuvo tan ocupado con el desorden de Israel que fracasó en el intento de construir algo útil de las ruinas. ¡Qué lección para nosotros que vivimos en un tiempo de apostasía!
3. Los que se alegran deberían ser como si no se alegrasen (vers. 30). Regocijarnos en cuanto a nuestra situación presente con la familia, la salud, o las circunstancias, que están sujetas a cambios drásticos y repentinos, puede ser excedente. Por lo tanto, el gozo en nuestro estado presente debe ser razonable. El gozo en el Señor nunca puede ser extravagante porque el Señor de nuestra salvación, del cual el gozo duradero y verdadero fluye, nunca puede recibir demasiada alabanza del redimido. La gracia equipa al Cristiano con el gozo más fuerte y más satisfactorio. Es un gozo que el fuego no puede destruir, que una inundación no puede ahogar, y que la muerte física no puede anonadar. La fe permite que el creyente viva en la boca de la muerte para fortalecerlo contra los horrores de ella (Sal. 23:4; Rom. 8:38) y por mostrar lo que está más allá de ella (I Jn. 3:2). Así que, el gozo del Cristiano viene de Dios. El gozo humano viene de dentro de uno mismo, pero el gozo divino viene de afuera. El gozo divino solo es experimentado en medio de la necesidades físicas: “Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar. Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas” (Hab. 3:17-19).
4. Aquellos que compran deberían ser como si no poseyesen (vers. 30). La palabra griega para “compran” es un presente activo participio de agoradzo, que significa comprar algo en el mercado. La palabra para “poseyesen” es un presente activo participio de katecho, que significa tener en posesión plena y segura. Las posesiones son buenas mientras que tengamos en cuenta que ellas son cosas del tiempo con que nos hemos de separar. Solamente las cosas espirituales, que hemos sido capaces de realizar con nuestras inversiones terrenales, eternamente vivirán. El consejo de Pablo a los corintios fue que ellos no deberían ser poseídos con sus posesiones. Pero deben ser tan poseídos con el Señor que sus posesiones serían tenidas sueltamente en la vista de la crisis venidera. La consideración final de las posesiones terrenales deberían ser que ellas son del Señor, temporalmente prestadas a nosotros para que Le glorifiquemos.
5. Los que disfrutan del mundo no lo deberían usar en una manera excedente (vers. 31). La palabra griega para “disfrutan” es un presente medio participio de chraomai, que significa usar, hacer uso de, o emplear. La palabra para “disfrutasen” es un presente medio participio de katachraomai, que significa usar excesivamente. Observarás que el último participio es una forma compuesta del mismo verbo usado cuando habla del uso lícito del mundo. Así que, el mundo es dado para nuestro uso, pero no al exceso. Pablo anteriormente afirmó que el mundo es nuestro: “...Porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro; y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (I Cor. 3:21-23). El Cristiano debe entender que el mundo puede ser una ayuda con el uso apropiado, pero un impedimento con el uso excedente.
La razón para no usar exorbitantemente al mundo es que su “apariencia” (schema, que significa apariencia o el espectáculo externo) “se pasa” (presente activo indicativo de parago, que significa pasar adelante o pasar por). La palabra griega schema es usada solamente dos veces en el Nuevo Testamento. El sustantivo es usado como la moda transitoria o espectáculo externo del sistema del mundo (I Cor. 7:31). Pero en Filipenses 2:8, habla del contraste entre lo que Jesucristo era como la segunda Persona en la Trinidad y lo que Él pareció ser ante los ojos de los hombres. El verbo parago es una palabra compuesta usada nueve veces en el Nuevo Testamento. Lleva la idea de pasar por o afuera (Mat. 9:9, 27; 20:30; Mar. 2:14; 15:21; Juan 9:1; I Cor. 7:31; I Jn. 2:8, 17). La apariencia de este sistema del mundo es hecha de opiniones y maneras continuamente pasando de los hombres. Así que, sus normas siempre cambian para agradar a la naturaleza depravada de la humanidad. Un sistema mundial que cambia debería causar a los Cristianos mantener sus ojos y los afectos fijados sobre el Dios inmutable y en Sus bendiciones prometidas. Dios y las veracidades eternas no pasan como los actores sobre una escena o como las temporadas del año.
En la vista de la “necesidad que apremia” y la crisis venidera, Pablo quiso que los corintios estuvieran sin preocupaciones ansiosas (vers. 32-35). La palabra griega para “sin congoja” es un plural acusativo de amerimnos, que significa libre de la preocupación o la inquietud (Mat. 28:14; I Cor. 7:32). Un hombre valiente llega a ser un cobarde cuando su esposa y los hijos son enfrentados ante una situación peligrosa. Así, su servicio para el Señor bajo tales condiciones puede ser impedido. La mujer casada, así como también el hombre casado, “tiene cuidado de las cosas del mundo.” Esto no denota la mundanalidad en el sentido de Santiago 4:4 — “...que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” Sin embargo, significa que la gente casada, con un interés para la familia, tiene las responsabilidades que exigen alguna atención a las cosas de este mundo. Pablo mostró la diferencia entre la mujer casada y la “virgen” (la mujer no casada). La mujer casada tiene los cuidados de los cuales la soltera es libre. Lo mismo es cierto con hombres casados y hombres solteros. Por lo tanto, el estado del soltero sería sin distracción en la “necesidad que apremia,” pero Pablo no puso un “lazo” (brochos) sobre los corintios, forzándolos para obedecerle.
Pablo se hizo claro en que no condenó al matrimonio (vers. 36-38). Hay varias puntos de vista acerca del tema en discusión en estos versículos: (1) una pareja comprometida que había llegado a ser confundida a causa de la enseñanza célibe, (2) un “matrimonio espiritual” donde los dos viven vidas célibes, y (3) un padre que tenía una hija que había pasado la edad de la juventud. La llave a la interpretación apropiada de estos versículos está en entender los verbos gameo, que significa casarse (vers. 36), y gamidzo, que significa dar en casamiento (vers. 38).
Pablo usó un presente plural imperativo de gameo, “...que se case” (vers. 36). Así que, el padre no peca por permitir que su hija se case con el hombre que ella ama. Aunque la palabra para “padre” no es usada, el género masculino es usada. El hombre tiene autoridad prevenir casarse a su virgen. Sin embargo, el que “la da en casamiento” (presente activo participio de gamidzo, que significa dar en casamiento) hace bien, y el que “no” (me) la da su virgen en casamiento (presente activo participio de gamidzo) hace mejor en vista de la “necesidad que apremia.”
El Matrimonio Y Las Segundas Nupcias
La última división del I Corintios 7 involucra el tema del matrimonio y las segundas nupcias (vers. 39, 40). La segunda nupcia es justificada solamente basada en la muerte: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (I Cor. 7:39). Este versículo armoniza con el principio establecido del matrimonio (Rom. 7:2, 3). Destruye la enseñanza hoy en día en cuanto a los que son creídos ser razones Bíblicas para la terminación de un contrato matrimonial. Aquellos que defienden tal enseñanza dicen que el matrimonio puede ser terminado por la fornicación o el adulterio, el matrimonio de una persona divorciada, la deserción, o la muerte. Sin embargo, sólo la muerte termina la obligación del matrimonio.
La viuda de un marido difunto es libre para volver a casarse, pero su matrimonio es restringido al compañero Cristiano: “...libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.” La restricción “con tal que sea en el Señor” no es limitada a una persona afiliada con la misma denominación de uno mismo. Habían iglesias Neotestamentarias, pero ninguna denominación como las hay hoy en día, cuando este consejo inspirado fue dado por Pablo. La afiliación denominacional no garantiza que el compañero prospectivo sea un Cristiano. La determinación debe ser hecha basada en la Escritura, más bien que una organización religiosa hecha por el hombre.
La Escritura da al sobreviviente de un matrimonio terminado por la muerte el derecho de volver a casarse; sin embargo, el juicio de Pablo fue que el Cristiano sería más feliz en permanecer soltero. Puesto que muchos de los corintios mostraron falta de respecto a la autoridad del apóstol, parece que había concluido su consejo con una vena de ironía: “Pero a mi juicio, más dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (I Cor. 7:40).
El matrimonio en el Señor es una de las grandes bendiciones del hombre y la mujer. El hombre debe dar gloria a Dios por una esposa Cristiana porque una esposa buena es del Señor (Prov. 19:14). Ella es un don especial de la gracia de Dios. Una esposa escogida por Dios es una delicia (Prov. 12:4). Uno que busca una esposa debe estar bajo la dirección del Señor. El siervo enviado por Abraham para buscar una esposa para Isaac buscó la dirección del Señor (Gén. 24:14). El Dios que designó la ordenanza debe recibir la preeminencia en ella. El hombre que halla esposa halla el bien (Prov. 18:22).
Los Cristianos son urgidos a no casarse con los no Cristianos: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente...” (II Cor. 6:14-16). Las dos familias sobre la tierra son los hijos de Dios y los hijos de la ira. Un creyente que se casa con un incrédulo busca problemas. Los problemas inevitablemente llegarán. Se ha dicho que un hombre Cristiano que se casa con una mujer no salva tiene una novilla indómita por esposa, o una mujer Cristiana que se casa con un hombre no salvo tiene un asno silvestre por marido. El creyente siempre es el que sufre. Considera a Salomón, y ve lo que le pasó por su alianza profana en el matrimonio. Un creyente junto con un incrédulo encontrará dificultad en progresar espiritualmente.
El amor para Dios debería preceder el matrimonio. Es esencial a la virtud verdadera. El amor virtuoso hacia alguien procede de amar a Dios supremamente. Toda pureza emana de Dios. Nada en que Dios no sea el primero y el último puede poseer la naturaleza del virtuosismo. Al hombre se le es mandado amar al Señor preeminentemente y a su prójimo como a sí mismo: “...Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Luc. 10:27). El amor para Dios es necesario para amar correctamente al compañero en el matrimonio. El amor para Dios debería regular todos los afectos del Cristiano. Fuera del amor a Él, todo debe ser visto de una base egoísta. No hay seguridad en un matrimonio simplemente corporal.
El matrimonio de los Cristianos ilustra la relación entre Jesucristo y Su iglesia. La actitud de un marido hacia a su esposa debe ser regulada por el amor: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo también amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25). Jesucristo tiene un amor perdurable, sacrificante, y santo para la iglesia. Este amor debería ser emulado por el marido para su esposa. El hombre debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. Él es requerido a ministrar a sus necesidades, protegerla, y darla honor como al vaso más frágil: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (I Ped. 3:7). El hombre es la cabeza de la mujer (I Cor. 11:3; Ef. 5:23). A menos que esta cita divina sea observada, no habrá nada sino la turbación. El hogar debe tener un líder; Dios ha encomendado su regla al marido. Por lo tanto, Él tiene al hombre responsable para la administración ordenada del hogar. Las consecuencias serán serias si él evade su deber y vuelve el reinado de la jefatura a su esposa. Sin embargo, esto no le da una licencia al hombre para ser un tirano doméstico. Él es obligado a regir en amor, no en temor. Él es la imagen de Cristo gobernando a Su iglesia, y su esposa es una ayuda idónea.
El apóstol Pablo exhortó a las esposas a estar sujetas a sus maridos (Ef. 5:22). Sólo hay una excepción en la aplicación de este principio: específicamente, cuando el marido manda lo que Dios prohíbe o prohíbe lo que Dios manda. La esposa debe obedecer el principio de la sumisión Cristiana a la autoridad más alta en el temor de Dios. Ella no es mandada para desobedecer a Dios; ella debe obedecer a Dios. Sin embargo, en su obediencia ella debe estar dispuesta a sufrir las consecuencias de la autoridad en el hogar. Sara estaba en sumisión dispuesta y amante a Abraham por respecto a la autoridad de Dios: “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza” (I Ped. 3:5, 6). Concluyentemente, la esposa es mandada estar en sumisión a su marido por respecto para la autoridad de Dios.
La sumisión de una esposa a su marido es interpretada como la sumisión y obediencia al Señor porque es el servicio a Cristo: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (Col. 3:18). Lo contrario es la rebelión contra Dios. Consiguientemente, una esposa recibe consuelo contra todo desafecto y respuestas no agradadas de su marido. Su sumisión es interior y exterior. La reverencia interior, la base de todo amor y sumisión, da estima debida para su marido: “...cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Ef. 5:33). La reverencia para su marido es un reconocimiento humilde del derecho del marido por la ordenanza de Dios. La reverencia exterior es manifestada en ambos la palabra y el hecho; así, la mujer reconoce le jefatura del marido. La obediencia es manifestada en muchas maneras. La compañera Cristiana estudia para agradar, más bien que ser agradada (I Cor. 7:34). Ella busca llevar a cabo los deseos de su marido pero no al precio de su deber para con Dios (Tito 2:5). La mujer ha de ser una ayuda, no un estorbo, en el hogar.
La ley de la naturaleza exige la sumisión. Aún los paganos establecieron una ley que “...todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el menor. Agradó esta palabra a los ojos del rey y de los príncipes...pues envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo conforme a su lenguaje, diciendo que todo hombre afirmase su autoridad en su casa...” (Est. 1:20-22). ¿Deben obedecer los paganos el mandamiento del Señor, y los Cristianos rehusar el hacerlo? Las imperfecciones naturales del sexo femenino demandan su sumisión: “...dando honor a la mujer como a vaso más frágil...” (I Ped. 3:7). La modestia debería prevenir la mujer de ir por allí y por allá en el mundo. El orden de su creación exige la sumisión (I Tim. 2:13; I Cor. 11:8, 9). Incluido en la palabra “esposa” está una sugestión de una ocupación seria, por adentro, y en la casa conformada para ella que lleve el nombre del hombre. Dios ha designado su esfera según su naturaleza (Gén. 2:18-24). Ella no ha de instruir o ejercer autoridad sobre el hombre.
La sociedad moderna es instrumental en hacer la mente no iluminada de la mujer sentir que su lugar es una de inferioridad. Sin embargo, su lugar no es inferior. Ella es un ayudante para el hombre. El carácter de la familia es representado en la mujer tomada del hombre; por lo tanto, ella debe honor al hombre por quedarse oculta como una esposa modesta en el anexo comparativamente estrecho de su hogar. Hay algunos ejemplos raros en la Escritura donde las mujeres fueron usadas en una manera extraordinaria. En todos estos casos ellas aún estuvieron subordinadas a los hombres. La mujer debería recordar que ella es la gloria del hombre y retirarse de los ojos del mundo. Una esposa es obligada a ver a su marido para todo lo que ella desea; aquí está su dependencia. Ella ha de vivir bajo su autoridad; aquí es su sumisión. La esposa piadosa encuentra su lugar en su familia (I Tim. 2:15). La esfera de la mujer no es igual ni desigual a la esfera del hombre; ella tiene un papel enteramente diferente. Mientras que la mujer puede actuar dentro de un círculo estrecho — estrecho en el alcance pero vasto en la influencia — ella está cumpliendo su papel designado por Dios en la vida. La disposición, no la posición, es importante para con Dios.
La modestia de la mujer es manifestada en su código de vestir: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (I Tim. 2:9, 10). “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (I Ped. 3:3, 4). Ella debería vestirse en una manera modesta. Una dama Cristiana sabe lo que es un vestido modesto. Su aspecto no debería de atraer atención a sí misma con su vestido, estilo de pelo, o la conducta. El vestido de una mujer es un espejo no solamente de su mente pero de su corazón. La timidez y la sobriedad indican el pudor y el dominio propio. Esta es la dignidad y la seriedad de propósito a lo opuesto de la vanidad y la frivolidad.
La norma de vestido de la mujer Cristiana es más alta que la de un no Cristiano. La mujer prudente evita lo que aparecería liviano y perverso. Ella no querrá vestirse como una mujer de la calle. Además, ella evita vestirse con ropas que pertenecen al hombre: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer...” (Deut. 22:5). El sexo femenino siempre ha tenido una tendencia para vestirse en una manera para atraer a los hombres, y las mujeres no son diferentes en el día de hoy. La palabra “vestidos” en I Pedro 3:3 no significa solamente los vestidos, sino vestidos costosos y conspicuos. Por lo tanto, la mujer ha de ser muy simple, organizada, y limpia en su vestido. Ella no debería vestirse ni de un extremo a otro, o vestirse pobremente, sino vestirse en una manera que corresponde a mujeres Cristianas. Pedro no dio una prohibición absoluta cuando él dijo que el atavío de la mujer no sea el atavío externo de peinados ostentosos, de adorno de oro, o de vestidos lujosos. La precedencia debería ser dada a cosas más altas. No hay manifestación de la gracia en un adorno pobre o no atractivo. El vestido siempre debería ser conforme al estado de la vida de uno. Si el oro ha de ser eliminado completamente del vestido de uno, entonces la consistencia con este pasaje demanda que también los vestidos han de ser eliminados. Algunas mujeres cometen el error de pensar que si se visten como el mundo se viste, ellas van a agradar a sus maridos no salvos. Pedro advirtió contra esto cuando exhortó a las mujeres Cristianas a vestirse modestamente. Su adorno debería ser apropiado. La artificialidad no conforme a ellas. Ellas deberían de decirse a sí mismas si su adorno alimenta a la lujuria natural del apetito de un hombre hacia el pecado o si convence a sus conciencias. ¿Está la belleza de gracia oculta bajo un revestimiento de mundanalidad? La ropa es para la protección del cuerpo. El encanto de la mujer Cristiana es manifestado en su manera de vestir (I Tim. 2:9, 10). Ella tiene el respecto no solamente para sí misma sino para su marido que es su cabeza. Más que todo, ella reverencia al Señor Jesucristo que es su Salvador. Las mujeres santas del pasado se adornaron a sí mismas conforme el hombre interior del corazón. Una esposa santa, sujeta a su propio marido con un espíritu quieto y manso, es una joya de gran precio en este día de rebelión.
La Fornicación Y El Adulterio Difieren
La enseñanza de Cristo acerca del divorcio y la legislación de Moisés en Deuteronomio 24:1-4 perfectamente armonizan. Un estudio cercano de la Escritura mostrará que la institución del matrimonio no es conectada con ninguna nación o dispensación en particular. Fue instituido por Dios entre Adán y Eva en el huerto de Edén. Puesto que Adán es la cabeza natural de toda la humanidad, el principio es para toda la gente para todo el tiempo. Aunque el divorcio no es mencionado en los diez mandamientos, dos de ellos indirectamente lo prohíbe: “No cometerás adulterio” y “...No codiciarás la mujer de tu prójimo...” (Ex. 20:14, 17). La enseñanza acerca del divorcio en los Evangelios Sinópticos (Mat. 5:31-32; 19:9; Mar. 10:1-12; Luc. 16:18) y la legislación por Moisés (Deut. 24:1-4) están perfectamente unidas. El exégesis apropiado de la inmundicia, la contaminación, y la abominación ante el Señor probará que no hay contradicción entre la enseñanza de Cristo y la enseñanza de Moisés acerca del divorcio.
La palabra “fornicación” es muy discutible entre los intérpretes. Las siguientes son algunas declaraciones frecuentemente hechas:
1. La palabra griega porneia (fornicación) es un término genérico usado para describir todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
2. La distinción de la fornicación que refiere al sexo premaritial y el adulterio que refiere a la infidelidad en el estado casado no es enteramente correcta.
3. La fornicación es un pecado de menor grado que el adulterio porque el adulterio fue un pecado penado con la muerte.
4. Cristo dio permiso para divorciarse del compañero de uno sobre la base de la fornicación, más bien sobre su efecto de adulterio consecutivamente cometido por el compañero culpable que vuelva a casarse.
5. Todo adulterio es fornicación, pero no toda fornicación es adulterio.
6. Cristo usó la palabra “fornicación” no en una contradistinción al “adulterio,” sino en su sentido más amplio de incluir el pecado antes o después del matrimonio.
7. La fornicación es un estilo impenitente de vida de la infidelidad sexual.
8. “Fornicación” es un término más ancho que el “adulterio.”
9. Cristo no esperó que Su iglesia llegara a ser una sociedad contra el divorcio.
10. Cristo no hablaba del aspecto legal o del aspecto de una sola carne del matrimonio en la cláusula de excepción en Mateo 5:32 y 19:9.
Las siguientes son algunas definiciones de la fornicación y el adulterio que han sido dados:
1. La fornicación (porneia) significa la prostitución, el concubinato, el adulterio, el incesto, la lascivia, la inmundicia, y la idolatría. Habla de la conducta sexual ilícita en general. La palabra es usada metafóricamente de la adoración de los ídolos.
2. El adulterio (moicheia) es el intercambio entre una persona casada y uno que no es su esposo o su esposa. Es prohibido por el séptimo mandamiento de Dios: “No cometerás adulterio” (Ex. 20:14). Uno puede tener la culpa del adulterio en el pensamiento así como también en el acto: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:27, 28).
Hay que entender como los lexicográficos Bíblicos recopilan sus léxicos. Ellos escudriñan las Escrituras para ver como una palabra particular es usada y así concluyen su significado. Ellos enumeran las maneras diversas en que una palabra es usada. Con esto en mente, vamos por el Nuevo Testamento Griego y veamos como porneia es usada.
El sustantivo griego porneia es usado veinticinco veces (veintiséis veces en algunos manuscritos que incluyen Romanos 1:29) de las maneras siguientes: (1) el intercambio sexual ilegal fuera del matrimonio (I Cor. 7:2), (2) el acusar falsa a Cristo de nacer ilegítimamente (Juan 8:41), (3) de pensamientos inmorales (Mat. 15:19), y (4) metafóricamente para la idolatría (Apoc. 14:8). Nadie puede negar que porneia tiene un uso más sin restricción que moicheia, pero la fornicación no es un sinónimo para el adulterio cuando ambos son usados en el mismo versículo (Mat. 15:19; Mar. 7:21; Gál. 5:19). Por lo tanto, para decir que Jesucristo usó “fornicación” como un sinónimo para “adulterio” en Mateo 5:32 y 19:9 es erróneo. El Señor Jesús no fue culpable de tautología — la repetición inútil de la misma idea por usar palabras diferentes.
La lista siguiente de sustantivos debería ser considerado con referencia al tema en discusión:
1. Porneia (fornicación) es usado veinticinco veces, excluyendo Romanos 1:29 (Mat. 5:32; 15:19; 19:9; Mar. 7:21; Juan 8:41; Hech. 15:20, 29; 21:25; Rom. 1:29 — en algunos manuscritos, pero otros usan poneria, que significa la maldad, la travesura, o el maligno; I Cor. 5:1 — dos veces; 6:13, 18; 7:2; II Cor. 12:21; Gál. 5:19; Ef. 5:3; Col. 3:5; I Tes. 4:3; Apoc. 2:21; 9:21; 14:8; 17:2, 4; 18:3; 19:2).
2. Pornos (un fornicario o una persona impura) es usado diez veces (I Cor. 5:9, 10, 11; 6:9; Ef. 5:5; I Tim. 1:10; Heb. 12:16; 13:4; Apoc. 21:8; 22:15).
3. Porne (ramera o prostituta) es usado doce veces (Mat. 21:31, 32; Luc. 15:30; I Cor. 6:15, 16; Heb. 11:31; Sant. 2:25; Apoc. 17:1, 5, 15, 16; 19:2).
Los siguientes son los verbos que vamos a considerar:
1. Porneuo (cometer fornicación) es usado ocho veces (I Cor. 6:18; 10:8 — dos veces; Apoc. 2:14, 20; 17:2; 18:3, 9).
2. Ekporneuo (excesivamente consentir en la fornicación) es usado en Judas 7.
Para evitar enseñar que un segundo matrimonio en el Nuevo Testamento es adulterio, algunos presumen que el segundo matrimonio de la mujer de Deuteronomio 24:1-4 no era el adulterio. Ellos niegan la contaminación de la mujer por decir que el divorcio, más bien que el segundo matrimonio, fue la causa. Así, afirman que las segundas nupcias no constituye adulterio en el caso del divorcio sobre la base del adulterio o la deserción.
La Escritura prueba que la relación de una sola carne establecida en el primer matrimonio continúa. El divorcio mencionado por Cristo en la respuesta de la interrogación de los fariseos no disolvió el matrimonio. Los fariseos preguntaron, “¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” (Mat. 19:7). Puesto que refirieron al aspecto legal del matrimonio, ellos indicaron a Deuteronomio 24:1-4. Sin embargo, Cristo contestó a los fariseos, citando Génesis 2:24 para probar que el matrimonio es indisoluble. Un matrimonio consumado por la unión sexual (una sola carne) no puede ser invalidado. No es terminado después que el “aspecto legal” del matrimonio es invalidado sobre la base del adulterio. Cristo usó porneia en la cláusula exceptiva porque Él habló de la infidelidad durante del período del compromiso, la única razón que el contrato incumplido del matrimonio podría ser abrogado.
El divorcio del Deuteronomio 24:1-4 era la anulación de un contrato incumplido. Fue dado a causa de la inmundicia que el marido había encontrado en la prometida. Su matrimonio con el segundo hombre, que fue consumado por la unión sexual (una sola carne), contaminó a la mujer. Así que, las segundas nupcias con su primer marido, a quien solamente fue prometida anteriormente, era una abominación. Así, la razón por la cual porneia no puede ser igual con moicheia en Mateo 5:32 y 19:9 es clara. El Espíritu Santo no usó “fornicación” como un sinónimo para “adulterio.” Además, el adulterio era penado con la muerte bajo la ley.
La enseñanza popular acerca de Mateo 5:32 y 19:9 presenta dos puntos de vistas sobre el divorcio: (1) el divorcio para la impureza más las segundas nupcias no igualan el adulterio, y (2) el divorcio para otras razones más las segundas nupcias igualan el adulterio. Esta enseñanza indica que en el primer caso el matrimonio es disuelto; así que en el segundo, significa la separación más bien que el divorcio. Aquellos que tienen esta enseñanza dicen que la única esperanza para cualquier persona en el segundo caso es las segundas nupcias con el mismo compañero. Concluyentemente, la creencia común es que el primero que vuelve a casarse comete el adulterio, así liberando la otra persona para volver a casarse. Los de esta opinión fracasan al ver que bajo la ley un adúltero o una adúltera fue matado. La persona viva entonces quedó libre para volver a casarse sobre la base de la muerte. Sin embargo, la penalidad de la muerte para el adulterio no está ejecutada en el día de hoy. La Escritura no justifica las segundas nupcias sino solo por causa de muerte. Aparte de la fornicación bajo la ley, el divorcio significa la separación sin el derecho de volver a casarse en cualquier caso. La única autorización para las segundas nupcias es subsiguiente a la muerte del esposo o la esposa de uno. Una sola carne es tan imposible de negar como el divorcio de los padres de sus hijos. La relación de la carne y sangre de los hijos es el fruto de la conexión de la una sola carne entre el marido y su esposa.
El matrimonio que ha sido consumado por la unión sexual (una sola carne) no puede ser separado por una carta de divorcio: “...Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mar. 10:11, 12). “Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Luc. 16:18). Un entendimiento de la importancia de una sola carne le permitirá a uno ver que estos versículos en Marcos y Lucas no contradicen la declaración de Cristo en cuanto al divorcio en Mateo 5 y 19.
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EL HOMBRE Y LA MUJER EN LA IGLESIA
La Biblia enfatiza que la adoración debe ser según el orden divino: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). Dios dio a Moisés el modelo para el tabernáculo. Observen que Moisés hizo como el Señor le mandó (Ex. 40:19, 21, 23, 25, 27, 29, 32). “Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo” (Ex. 40:16). Moisés terminó la obra conforme a la orden del Señor; entonces, la gloria de Dios llenó el tabernáculo: “Así acabó Moisés la obra. Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo” (Ex. 40:33, 34). También el templo fue terminado conforme a las especificaciones antes que la gloria de Dios lo llenara (I Rey. 7:51-8:11).
David quiso traer el arca de Dios, que había sido tomada por los filisteos, a su lugar designado. Él le recordó a Israel que el orden establecido de Dios debería ser observado: “Entonces dijo David: El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová, y le sirvan perpetuamente” (I Crón. 15:2). Las bendiciones del Señor habían sido retiradas de ellos porque ellos no habían adorado a Dios según el orden ordenado por Él: “Pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza. Así los sacerdotes y los levitas se santificaron para traer el arca de Jehová Dios de Israel. Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios puesta sobre sus hombros...como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra del Jehová” (I Crón. 15:13-15). Durante los días de Ezequías, la casa del Señor fue puesta en orden, y entonces los hijos de Dios observaron la pascua (II Crón. 29:35; 30:1).
El Señor ha dado el modelo para la iglesia, y debe ser observado para recibir las bendiciones de Dios. El apóstol Pablo recordó a la iglesia en Corinto que el orden divino debe ser practicado: “Pero hágase todo decentemente y con orden” (I Cor. 14:40). Nadie tiene la autoridad para cambiar el orden de Dios. Los problemas en el Cristianismo profesante resultan de fracasar en seguir el orden divino.
El desorden era frecuente en la iglesia en Corinto. El apóstol Pablo los instruyó en cuanto a dos desordenes frecuentes — la insubordinación de la mujer y la manera de la iglesia en observar la cena del Señor. Los santos son edificados más por observar el orden divino que por la llamada conveniencia. En la primera división de I Corintios 11:2-16, Pablo trató con la relación del hombre y la mujer en la adoración. La cabeza del hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre. Pablo acentuó la conducta de la mujer y su cobertura como una adoradora — en relación con su marido, la asamblea, y Dios. Él distinguió entre la inferioridad y la sujeción.
La Escritura no restringe la influencia de la mujer o su inteligencia en su esfera dada por Dios. Definitivamente la exhorta a ocupar su esfera. Nadie ha hecho tanto como Jesucristo para liberar a la mujer. Sin embargo, no hay similitud entre la liberación en Cristo y la llamada liberación de la mujer frecuentemente encontrada entre las mujeres en el día de hoy. El Cristianismo es el libertador y el protector de la mujer.
Algunos que se oponen el punto de vista Bíblico de la mujer y su posición en la iglesia presentan los argumentos siguientes:
1. La unidad del hombre y la mujer, no los individuos, fue hecha en la imagen de Dios. El hombre sin la mujer no puede hacer un ministerio completo. Un ministerio que excluye las mujeres no es verdaderamente humano.
Este punto de vista erróneo, si consistente, argumentaría que Jesucristo no llegó a ser un hombre verdadero porque Él no llegó a ser hombre y mujer. Además, indicaría que la imagen de Dios no es sostenida por ningún individuo sino solamente por la combinación del hombre y la mujer.
2. El hombre y la mujer son uno en la autoridad de iglesia (Gál. 3:28). Así que, el número de las mujeres que estudian la teología en las escuelas religiosas y están siendo ordenadas al ministerio está aumentando.
Contrario a este punto de vista, el contexto de Gálatas 3:28 revela que el apóstol Pablo no discutía la sujeción de la mujer al hombre. Él habló de la igualdad de todas las personas en Jesucristo. La mujer en Cristo es igual espiritualmente con el hombre en Cristo. La diferencia entre los sexos no es relevante en la redención, pero la diversidad permanece en la política y la adoración de la iglesia. El Creador no ha equipado a las mujeres para posiciones de la autoridad en las iglesias.
3. I Corintios 11:5 enseña que las mujeres han de orar y profetizar en voz alta en la iglesia.
El contexto debe ser considerado para discernir la verdad. El tema de la enseñanza de la mujer no es discutido en I Corintios 11:5. El énfasis está sobre la sujeción de la mujer al hombre. Pablo instruyó a las mujeres acerca del tema de enseñar, pero esto es registrado en I Corintios 14:34-35 y I Timoteo 2:11-14. Si una mujer desea saber algo, ella debe preguntarle a su marido en la casa. Ella no debe de hablar en la iglesia. Sin embargo, la mujer puede orar en silencio, escuchar la palabra, y cantar salmos. Cantar salmos a veces se refirió como profetizar (Ex. 15:20, 21; I Sam. 10:5; I Crón. 25:1-3).
4. Los resultados evidentes verifican que la mujer debe enseñar.
Las consecuencias obvias no justifican la desobediencia al método de Dios. La obra de Dios hecha en la manera de Dios nunca faltará. Nunca es correcto hacer lo malo para que uno pueda tener la oportunidad de hacer lo correcto. Las bendiciones de Dios no pueden ser discernidas por los resultados físicos. Lo contrario de la suposición que los resultados visibles prueban la veracidad de que las mujeres deben enseñar denotaría que cada predicador que no tiene resultados es ilegítimo. Si este fue cierto, Noé, un predicador de justicia, fue un predicador ilegítimo. Sin embargo, la Biblia dice que él era fiel al Señor. Isaías preguntó, “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” (Isa. 53:1). Él fue enviado a una gente desobediente y contradictoria para engrosar sus corazones y cegar sus ojos. Unos pocos de sus oidores recibieron su mensaje y siguieron al Señor. Juzgar por el aspecto de los resultados, uno debe juzgar los resultados enteros, los inmediatos y los últimos.
5. La cobertura de la mujer no tiene importancia para nosotros en el día de hoy. Dios está interesado en la actitud mental, no en sombreros o velos. No hay tal costumbre.
El asumir que la actitud mental es todo lo que es significado es el negar los emblemas de agua en el bautismo y el pan y el vino en la Cena del Señor. Si la actitud mental es suficiente en la tradición de vestir con el velo, ¿por qué no basta con el bautismo y la Cena del Señor? La idea de “no tenemos tal costumbre” será expuesta cuando llegamos al versículo 16.
6. La preposición griega anti prueba que el pelo largo es la única cobertura para la mujer.
¿Qué acerca del cubrirse y el descubrirse mencionadas en los versículos 5 y 6? Esto será discutido luego.
Hay tres tipos de reuniones de la asamblea para la adoración. (1) Hay asambleas mixtas; se componen de los creyentes y los incrédulos (Mat. 5:l; 13:1, 2; Luc. 15:1). El apóstol Pablo claramente definió tal reunión de adoración. “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos...” (I Cor. 14:23). (2) Hay asambleas que incluyen solamente santos (Mar. 4:34; Hech. 2:1-4; 20:7). Hay muchas otras referencias a estas reuniones a través del libro de los Hechos. (3) Hay asambleas de ancianos y varones principales dentro de la iglesia local (Hech. 1:2-4; 13:1, 2; 15:2, 4, 6; Gál. 1:2).
La Escritura no registra ninguna ocasión en donde las mujeres se separaron de los hermanos para adorar solas entre sí mismos. Esto elimina todos los grupos misioneros de las mujeres, los grupos femeniles para estudiar la Biblia, y las clases de la Escuela Dominical. Tales reuniones no pueden ser llamadas la adoración. La Biblia solamente revela dos oficiales en la iglesia, los ancianos y los diáconos (I Tim. 3:1-13). No hay maestras o predicadoras llamadas por Dios en las iglesias. Cuando las personas desearon la oración, llamaron a los hombres, no a las mujeres (II Tes. 3:1; I Tim. 2:8; Sant. 5:14). Las personas y los hechos deben ser distinguidos. La designación para las reuniones de adoración divina es un acto de poder. Esta autoridad radica en los ancianos. El Antiguo Testamento muestra esto con Moisés, Aarón, y los sacerdotes. El Nuevo Testamento muestra que los ancianos son responsables de la organización en la iglesia local.
Sin los maestros que Dios ha llamado, los Cristianos no pueden cumplir con los mandamientos del Señor Jesucristo. Él edifica Su propia casa. Él designa oficiales para gobernar en Sus iglesias. Él da dones para la administración en Sus iglesias. Él da poder y autoridad a aquellos que han de ministrar y gobernar en Sus iglesias. Puesto que Cristo es el Autor, Institutor, y Designador de la autoridad, esa autoridad debe ser observada. Nada honra al Señor a menos que lo que es hecho en obediencia a la autoridad de Cristo. Él nunca ha designado a una mujer al obispado o al diaconado en la iglesia.
El apóstol Pablo interrumpió su censura de la iglesia en Corinto (en I Corintios 10) con una recomendación: “Os alabo, hermanos...” (I Cor. 11:2). Entonces los exhortó para recordarle, no personalmente, en todas las cosas. Ellos sostuvieron en la memoria algo de su consejo, pero él les había de recordar y hacer toda su proclamación. Por lo tanto, él continuó por reprender a la iglesia por la observancia incorrecta de dos tradiciones. Las tradiciones deberían ser observadas como él las había entregado. La sujeción a la primera no debería ser cambiada para la conveniencia de nadie. La palabra griega traducida “instrucciones” es el plural de paradosis, que significa lo que es transmitido en la manera de enseñanza, precepto, o doctrina (II Tes. 2:15; 3:6). Es usada no solamente para la instrucción oral, transmitida de una generación a otra (Mat. 15:2, 3), sino para cualquier instrucción si se relaciona con la fe o la práctica, escrita u oral (II Tes. 2:15; 3:6). Las tradiciones traídas a las mentes de los corintios eran bien conocidas y observadas por todas las iglesias. La iglesia en Corinto no tenía ningún derecho de desviarse de ellas. Sus esposas habían de estar en sujeción y manifestarla.
Pablo primero estableció el principio de las mujeres y la adoración, sobre el cual su reprimenda descansó. Él quería que los Cristianos retuvieran en la memoria la base para la verdad del lugar de la mujer en la iglesia: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (I Cor. 11:3). Orden y sujeción saturan el universo entero y son esenciales a su ser. El cuerpo es dependiente de y subordinado a la cabeza. El significado obvio es que la mujer es subordinada al hombre, el hombre es subordinado a Cristo, y Cristo es subordinado al Padre. El Padre es la cabeza en la Deidad. No puede haber dos cabezas. Esto no indica la inferioridad. Jesucristo reconoce la jefatura del Padre. El Padre es la cabeza de Jesucristo como el Dios-Hombre (Mediador). El padre formó, preparó, untó, sostuvo, y glorificó la humanidad de Cristo. Jesucristo siempre hizo lo que agradó al Padre; Él Le obedeció; Él entregó Su espíritu a Él.
Dos cabezas, marido y esposa, no pueden existir en el hogar. La confusión entre el marido, la esposa, y los hijos resulta de tal condición no Bíblica. El marido/padre debe ser reconocido como cabeza del hogar. Sus decisiones finales deben ser adheridas. Jesucristo es la cabeza de la iglesia, y Él ha entregado el liderazgo al hombre. No puede haber dos cabezas en la iglesia. El hombre está en una posición intermedia entre Cristo y la mujer. La Escritura no afirma que Cristo es la cabeza de la mujer sino que el hombre es su cabeza. El lugar de la mujer está en su marido. Jesucristo dirige Cristianos más allá de Su naturaleza humana a la Deidad. La iglesia visible nos dirige más allá de sí misma a la iglesia universal. El hombre nos dirige más allá de sí mismo a su cabeza, Jesucristo. La mujer nos dirige más allá de sí misma a su cabeza, el hombre.
La sujeción debe ser manifestada en la adoración pública (I Cor. 11:4-10). La prohibición de que el hombre no debe orar ni profetizar con su cabeza cubierta es mencionada solamente para ilustrar el principio. La cabeza del creyente es Jesucristo que aparece para él en el cielo y le da el acceso a Dios. Por lo tanto, el hombre debería aparecer con la cara abierta y la cabeza descubierta, manifestando la libertad y el valor. De otra manera, su sacrificio e intercesión son rendidos ineficaces. El hombre con la cabeza cubierta aparece culpable, avergonzado, y sometido a los hombres en vez de a Dios.
La mujer, en contraste al hombre, se deshonra a sí misma cuando adora en la asamblea pública con su cabeza descubierta: “Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra” (I Cor. 11:5, 6). Ella se eleva a sí misma al lugar del hombre y se clasifica a sí misma con las mujeres con cabezas afeitadas. Ella debe conformar a la clase honrosa o deshonrosa de su sexo. La salida de uno es la conformación a la otra. El símbolo de la sujeción de la mujer es un velo para su cabello largo. Ella viste esto como una señal de su sujeción a su marido. La mujer que no cubre su cabeza ha de cortar también su cabello. Puesto que es una vergüenza para una mujer afeitar su cabeza o cortar su cabello, ella debería cubrir su cabeza. Su velo es la insignia que viste para proclamar que ella no es una persona pública sino una persona privada. Ella hace sus deberes en el hogar, no en público. El lugar de la mujer estaba y todavía está en su marido. El motivo de la mujer para cubrir su cabeza procede desde adentro, de la obediencia a Dios. Toda mujer Cristiana manifestará lo interno, lo del corazón, cuando oye esta verdad. Ella manifestará si está o no está dispuesta a ser sumisa.
Dos velos para la cabeza de la mujer Cristiana son enseñados en I Corintios 11:6 y 15. La idea que el cabello largo de la mujer (vers. 15) es su único velo para el servicio de adoración está contraprobado por los versículos 5 y 6. Una mujer “descubierta” (akatakaluptos, que significa descubierta o revelada) deshonra a su marido. Por lo tanto, hubiera sido “rapado” (perfecto pasivo participio de xurao, que significa cortar el cabello o afeitarse). Además, Pablo dijo, “Porque si la mujer no se cubre [presente pasivo indicativo de katakalupto, velar], que se corte también el cabello [aoristo medio imperativo de keiro, cortar el cabello o afeitarse — ella debería hacerlo inmediatamente]; y si [ei, primera clase condición partícula que presume a ser cierto — puesto que] le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra [presente pasivo imperativo de katakalupto, que significa velar]” (I Cor. 11:6). Hay dos imperativos en este versículo: (1) Si la mujer en la adoración está descubierta, a ella le es mandado a afeitar su cabeza inmediatamente. (2) Puesto que ser descubierta es una vergüenza, el mandamiento es ser velado.
El que las mujeres deben enseñar o testificar públicamente no está discutido en I Corintios 11. Su velo es el punto de énfasis. El hablar es el tema de I Corintios 14:34-35 — “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.” La mujer debe quedar en silencio en toda sujeción. Ella ha de tomar el lugar de un aprendiz. El enseñar es un oficio autoritativo; no está entregado a las mujeres. La razón para su silencio está afirmado en I Timoteo 2:11-14 — “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.” Eva fue la ocasión de la caída del hombre. Ella fue engañada y en la transgresión. La mujer no ha de orar ni enseñar públicamente. El profetizar, en cuanto a las mujeres (I Cor. 11:5), significa unirse en la adoración pública en la oración quieta, oyendo la palabra, y cantando alabanzas a Dios con los hombres. El cantar a veces se llama el profetizar.
El Señor sí dio dones extraordinarios sobre algunas mujeres en el pasado. María, Debora, Ester, Ana, las hijas de Felipe, y otras fueron usadas en una manera extraordinaria. No obstante, los actos extraordinarios de Dios no invalidan las reglas ordinarias por las cuales Él nos ordena a ser ligados. María fue usada en una manera rara (Ex. 15). Ella no se hizo a sí misma posicionalmente igual con Moisés. En una ocasión ella trató de hacerlo, y esto trajo el juicio de Dios sobre ella (Núm. 12). Ella vino detrás de los hombres en la adoración y en la compañía de Israel. Ella no usó la misma insignia como un profeta. Todas las mujeres cantaron, pero cantaron en respuesta a los hombres: “Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido...” (Ex. 15:21). El cántico se llama el cántico de Moisés, no de María. Las mujeres siguieron a los hombres, y no viceversa. Lidia, una prosélita, se fue al lugar de la oración: “Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido” (Hech. 16:13). Nada es dicho acerca de una reunión de adoración observado allí. Pablo simplemente fue al lugar donde solía hacerse la oración. Lidia adoró en el mismo sentido como el etíope eunuco (Hech. 8:27). Como el eunuco venía de Jerusalén, Felipe se unió a él y le enseñó las Escrituras. Él oyó, obedeció, y fue bautizado.
La mujer fue sacada del hombre para ser su ayuda y asistencia y para ser corona y gloria de él. Uno está en error cuando confía en las mujeres para dirigir, instruir, y defender la verdad. Los hombres han sido llamados por Dios para desempeñar estos deberes. Ellos son responsables para dirigir en la iglesia así como también en el hogar. El Señor no da Su gloria a otro: “Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Isa. 42:8). Además, Él no cederá la gloria que Él ha dado al hombre a la mujer. El hombre es la imagen y gloria de Dios (I Cor. 11:7, 8). El hombre es la gloria de Dios; por lo tanto, su cabeza debería estar descubierta en la presencia de Dios. La mujer es la gloria del hombre; por lo tanto, su cabeza debería ser cubierta ante Dios. Ella fue hecha subordinada al hombre. Así que, no fue diseñada para reflejar la gloria de Dios como gobernador. Su misión es para reflejar la gloria del hombre como su autoridad o gobernador. Ella debería revelar lo que hay de majestad en él. Ella siempre presume su estación en la vida. Ella llega a ser reina si él es el rey y manifiesta a otros el honor que pertenece a él.
El velo para el cabello largo de la mujer durante la adoración es el único símbolo dado a ella para manifestar a la humanidad su sujeción a su marido y su deseo para honrarle. Como la Deidad fue encubierta en carne humana para manifestar Dios a los hombres, la mujer cubre su gloria personal (cabello largo) para revelar la gloria de su marido.
Alguna controversia existe acerca del I Corintios 11:10 — “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.” La palabra griega para “señal de autoridad” es exousia, que significa autoridad. Algunos dicen que los ángeles refieren a ministros. Otros afirman que ellos son ángeles literales. Con cualquier significado, el principio es lo mismo. Los ángeles de Isaías 6 cubrieron sus rostros, significando la humildad en la presencia del Señor. Si ellos se humillan en la presencia de Dios, cuánto más deben las mujeres humillarse ante Él. Puesto que los ángeles son espíritus ministradores a los elegidos de Dios (Heb. 1:14), las mujeres deberían cubrirse en las reuniones de la asamblea. La insubordinación en la presencia de los ángeles, quienes son subordinados a Dios, traería deshonra al servicio de adoración.
Palabras de ánimo son dadas a los vasos más frágiles (I Cor. 11:11-16). El apóstol Pablo distinguió entre la inferioridad y la sujeción. La mujer tiene su lugar propio, pero no es el lugar del hombre. Hay una asociación entre los sexos, pero es uno en que la mujer está sujeta al hombre (vers. 11). Este versículo es dado parcialmente para reprimir el orgullo e insolencia del hombre de modo que él no tratará con su esposa con despego y negligencia. Aunque la mujer es la subordinada, ella es mutuamente dependiente del Señor (Ef. 5:22-25). Por lo tanto, ambos hombre y mujer son requeridos en retratar la verdad espiritual que el Señor quiere revelar en la asamblea.
La apelación es hecha a lo que es apropiado en la adoración pública (I Cor. 11:13-15). Una manifestación de la insubordinación por la mujer que nombra el nombre de Cristo es una vergüenza. La naturaleza misma enseña la sujeción. La naturaleza da al hombre cabello corto y a la mujer cabello largo. Enseña que el cabello largo es una deshonra para el hombre y un ornato para la mujer. Un hombre que parece y viste como mujer o una mujer que parece y viste como hombre es abominación al Señor: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Deut. 22:5). El cabello largo ha sido considerado en todas las edades y países un ornato para la mujer. Es dado a ella como una cobertura o velo natural. Porque es un velo, es una gloria no al hombre, sino a ella. El cabello largo, no cortado o afeitado (I Cor. 11:6), es la gloria personal de la mujer. María untó los pies de Cristo y los enjugó con su cabello (necesariamente largo), significando que su gloria personal fue lanzada a Sus pies en sumisión completa a Su voluntad. El cabello largo es el velo natural de la mujer (vers. 15). Un velo para su velo natural ha de ser usado en la adoración pública (vers. 6).
Hay mucha discusión acerca de la cláusula “porque en lugar de velo le es dado el cabello” (I Cor. 11:15). Es usado por algunos para tratar de probar que el cabello largo es el único velo de la mujer. Así que, mucha discusión proviene acerca de la preposición griega anti, que significa contra, en vez de, oponente a, para, o en el lugar de. Aquí está usado con el sustantivo peribolaion (un velo). La expresión no significa “en vez de un velo” porque esta contradiría el versículo 6 — “...que se cubra” — que es un mandamiento. La preposición anti debe ser entendido en el sentido de “y gracia sobre gracia [kai charin anti charitos]” (Juan 1:16). Como la gracia es una bendición permanente de Dios, el cabello largo de la mujer es el don de Dios para su velo. Así, nosotros tenemos “gracia anti gracia” (Juan 1:16), y el cabello largo de la mujer se la da “anti peribolaiou” — para su velo permanente.
Los Cristianos son exhortados a evitar una contienda: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (I Cor. 11:16). El espíritu de partido y la controversia pueden aguzar las facultades naturales, pero pocos pecados bajan la facultad espiritual tanto. Las cosas no pueden ser correctamente juzgadas por solamente la facultad espiritual. Los Cristianos necesitan un conocimiento más alto de la presencia divina. El apóstol Pablo no reconoció ninguna otra práctica en la adoración de que había proclamado. Pablo apeló a la regla Cristiana establecida. Él no estableció un principio y después dio una excusa para la desobediencia a lo mismo. Pablo dijo, “Si alguien quiere argumentar sobre esto, las iglesias no tienen otro hábito en la adoración.” Pablo pensó que una continuación de su disputa no era útil con aquellos que no iban a estar satisfechos con las razones dadas para la conducta correcta de las mujeres en la adoración pública. Aquellos que no iban a ser convencidos de esta verdad no contenderían por la verdad, sino por la opinión humana. Suficiente se había dicho para convencer la mente honesta. Solamente añadió que si ellos estaban persuadidos en causar disensión por causa de la verdad acerca de este tema, entonces deberían hacer lo que estaban determinados a hacer. De todos modos fueron insubordinados. Pablo y las iglesias no reconocieron otra costumbre en la adoración revelada en la palabra de Dios. El orden divino debe ser observado. Si uno no acepta la enseñanza autoritaria, se quede en la ignorancia escogida por sí mismo y reciba sus consecuencias. Pablo no intentaría convencerlos o perder el tiempo discutiendo el punto. Donde la evidencia de cualquier verdad es abundante y ha sido presentado claramente, aquellos que la rechazan han de ser dejados a su propia insubordinación que puede solamente ser curada por la gracia. El cuidado debe ser tomado en que todas las cosas son hechas según la palabra de Dios. Un buen decoro y el orden estricto deberían ser observados en todas las cosas que nada sea hecho contrario a la regla y a la decencia declarada por el Señor.
Ni los apóstoles ni las iglesias tuvieron tal costumbre como el ser contencioso, pero ellos sí tuvieron la costumbre de las mujeres usando velos para manifestar su sumisión en los servicios de la adoración (vers. 6). La palabra griega para “contencioso” es philoneikos, que significa cariñoso de disensión, contencioso, o disputador. Este es el único lugar donde este adjetivo particular es usado en el Nuevo Testamento. Pablo dijo que después de toda la evidencia dada, él no tenía nada más que decir a alguien que quiso ser contencioso. Ellos no habían de ser contenciosos sino sumisos a sus maestros (Heb. 13:17). La palabra griega para “costumbre” es sunetheia, que significa una práctica o costumbre establecida. “Pero si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni la tienen las iglesias de Dios” (BLA). La costumbre en nuestro texto no es usada en el sentido de “Costumbre que toda la humanidad a la esclavitud trae — esta excusa torpe para hacer cosas estúpidas.” La costumbre sin la verdad es el error crecido viejo, pero la costumbre de Pablo apeló a la regla Cristiana establecida. Desechar el velo significó echar fuera la autoridad del hombre.
El Señor quiere que la mujer manifieste su sujeción al hombre. Si a ella no le está permitido el ejercer dominio en el hogar, seguramente ella no puede hacerlo en la iglesia. Ella no es inferior sino subordinada. La sujeción trae gran paz de mente, resultando en conocer y hacer la voluntad de Dios.
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EL HOMBRE Y LA MUJER EN LA SOCIEDAD
La castidad es considerada un tema anticuado en los Estados Unidos donde hay más divorcios que en cualquier lugar en el mundo y en donde el amor libre y la homosexualidad son consideradas otras formas de estilo de vida. La discriminación, afirmada por grupos étnicos diversos, es el grito del día. Pero peor que esto, los homosexuales y los otros inmoralistas están haciendo la misma declaración. Su declaración está siendo oída y apoyada por los políticos y los religiosos en este país. Así que, uno tiene dificultad determinando quien está en la condición más peor, los homosexuales y los inmoralistas en su inmoralidad o los políticos y religiosos en su estadista y religión. Los Cristianos experimentan, en una sociedad enferma de pecado, la molestia del alma así como también la discriminación; pero por la gracia de Dios, no están gritando a causa de su tratamiento. Ellos saben que están en el mundo, pero no son de él (Juan 17:14-16). Además, saben que Dios tiene un propósito para su existencia en el mundo. Ellos son la sal de la tierra y la luz del mundo (Mat. 5:13, 14).
Las Conciencias Deben Ser Sin Ofensa
La moralidad mayoritaria influye el pensar de muchos en nuestra sociedad. Defiende que las morales cambian con una sociedad cambiante. Esto indica que las morales son determinadas por la mayoría. Así, la culpabilidad subjetiva cambia con los códigos morales cambiantes de una sociedad cambiante. Nosotros frecuentemente escuchamos a la gente que dicen, “Lo que es correcto para mí no puede ser correcto para ti.” En este caso, la base para lo correcto o lo mal tendría que ser en los sentimientos subjetivos más bien que en la verdad objetiva. Por lo tanto, si uno puede convencerse a sí mismo que lo que él quiere hacer es para su propio mayor interés y para la sociedad en general, él no tiene culpabilidad subjetiva. Esta misma actitud motivó al no regenerado Saulo de Tarso al perseguir a la iglesia; por lo tanto, él lo hizo con una buena conciencia.
Lo bueno relativo comparado con lo que es peor puede ser llamada la bondad relativa en la conciencia de un hombre natural. Este era el concepto de Pablo acerca de la bondad antes que él fuera regenerado. Por lo tanto, Pablo, el apóstol de Cristo, dijo antes del consejo judío, “...Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy” (Hech. 23:1). Habiendo sido salvado por la gracia, Pablo conoció que la conciencia del no regenerado pudo hacerse subserviente al auto-interés o la pasión. De hecho, la conciencia puede llegar a ser tan marchitada que cesa en responder a cualquier norma objetiva. Los sentimientos subjetivos llegan a ser la norma para las acciones del hombre natural. Esto es porque oímos la declaración, “Haz lo que a ti te sienta bien.”
Siguiendo la regeneración y la conversión de Pablo, él dijo, “...por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hech. 24:16). La conciencia es el monitor de la naturaleza humana. Debe ser (1) purificada, (2) iluminada, y (3) guardada sensible de modo que uno pueda tener una conciencia sin ofensa. (1) La conciencia es purificada por la aplicación de la obra terminada de Cristo por el poder del Espíritu soberano (Heb. 9:14; 10:1-14). (2) El creyente purificado, cuya mente ha sido oscurecida por el pecado, debe estudiar para ganar el conocimiento más lleno que sea posible acerca de asuntos espirituales. La única ley que tienen los incrédulos es “la ley escrita en sus corazones” (Rom. 2:14, 15). Sin embargo, los Cristianos tienen la verdad objetiva de Dios y deben tiene conciencias orientadas por la palabra de Dios. (3) La conciencia puede ser guardada sensible solamente por la examen constante del alma: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame, y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23, 24). Esta examen por la revelación objetiva de Dios resulta en confesar la ignorancia espiritual y constantemente implorar la guía divina en el camino eterno. La Escritura revela que los caminos de los hombres son como un espejismo.
La conciencia sin ofensa primero debe ser ante Dios antes que pueda ser ante los hombres. Puesto que su conciencia no es visible, el hombre puede afirmar que él tiene una conciencia sin ofensa ante Dios. Sin embargo, su declaración no hace lo que ha dicho la verdad porque la conciencia actúa solamente basada en su luz. Por lo tanto, Pablo dijo, “...por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hech. 24:16). Dios mira al corazón. Aunque el hombre no puede ver el corazón, él mira a la apariencia exterior. La eternidad revelará el juicio de Dios del hombre, pero los frutos de los hombres son juzgados por los hombres en el tiempo.
Los dos departamentos de la conciencia sin ofensa del hombre corresponden con las dos grandes divisiones de su deber. Ellos son inseparables. Algunos son como el hombre que vino a Cristo y le preguntó, “...Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” (Mat. 19:16). Esta historia es repetida por Marcos y Lucas (Mar. 10:17-27; Luc. 18:18-27). Es un rebatimiento de la religión moderna. Cualquier experiencia religiosa que comienza y termina con sí misma es falsa. El concepto del bueno con este hombre fue que estaba en “cosas” más bien que en una “Persona.” Aunque él no supo que Dios o que Jesucristo fue (y es) encarnado y absolutamente Bueno, él habló a Cristo como el “Maestro bueno.” Él entonces pidió, “...¿qué bien haré para tener la vida eterna?” El hombre joven no supo que las cosas buenas son los frutos externos del “Bueno” absoluto. Cuando fue guiado a la segunda tabla de la ley, él dijo, “...Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?” (Mat. 19:20). La atención de su conciencia (el juez interior) entonces fue dirigido a la primera tabla: “...vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mat. 19:21). Cuando al hombre se le indicó primero que sacrificara de sus cosas y después siguiera a Cristo, que sería un sacrificio continuo de sí mismo, se entristeció. El seguir de Cristo señala a la primera tabla de la ley — “...Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón [realidad del amor], y con toda tu alma [intensidad del amor], y con toda tu mente [sagacidad de amor o la pureza del juicio]” (Mat. 22:37). La primera tabla de la ley desenmascaró al joven porque él amó las cosas buenas más que al Bueno encarnado, la Persona de Jesucristo.
Porque su conciencia fue sin ofensa ante los hombres, Pablo tenía un sentido agudo de interés para el cuerpo de Cristo. El contexto de Hechos 24:16 debe ser considerado: “...por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hech. 24:16). Pablo se defendió a sí mismo contra el orador (genitivo de hretor, que significa un defensor u orador) Tértulo que trajo acusaciones contra él ante Félix. Los judíos, ignorantes de ley romana, emplearon a abogados romanos para representarlos en las cortes. Todos los problemas que los enemigos de Pablo crearon fueron acusados a Pablo, el siervo de Dios. Tértulo, como muchos de los abogados en el día de hoy, vendió su servicios a la causa del malo contra el correcto. El apóstol estaba contra un abogado que conoció demasiado la ley humana para tener una vista clara de la justicia verdadera. Porque Tértulo disputó a ambos la verdad de Dios y la causa de Cristo, Pablo fue puesto para defender los dos.
Tértulo fue un abogado inteligente sin principios. Él comenzó su enjuiciamiento por usar la lisonja profesional al mal gobernador romano: “...Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud” (Hech. 24:2, 3). Sin embargo, la lisonja falsa no es nada sino mentiras cubiertas con lengua hermosa que la gente engañada disfruta oír. Seguido a la lisonja falsa, Tértulo trajo acusaciones falsas contra el apóstol que tenía el cuidado de todas las iglesias: “Porque hemos hallado que este hombre es una plaga [loimon, de loimos, una persona mortífera o una plaga], y promotor de sediciones [kinounta staseis, un autor de insurrección contra el establecimiento] entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla [protostaten, de protostates, un jefe o campeón] de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo...” (Hech. 24:5, 6).
Aunque Pablo no era culpable de ninguna de las acusaciones traídas contra él, él no debe descuidar el hecho que el siervo de Cristo no es sobre de su Señor. Inventando un nombre de escarnio como “nazarenos” no es una invención moderna. Tales nombres comúnmente vienen de los creyentes profesantes. La conciencia de Pablo sin ofensa significa uno que es limpio de transgresión contra Dios o los hombres. El apóstol fue dedicado a Dios, y él no había rehuido anunciar todo el consejo de Dios a los hombres (Hech. 20:27). Pablo afirmó que lo contrario de lo que fue traído contra él fue cierto. Su apología (defensa) tenía la fe en la Escritura al fundamento, la esperanza como el efecto de la fe, y la santidad práctica como el fruto de la fe y la esperanza. Ningún creyente puede perjurar su conciencia porque la conciencia rinde un juicio según la luz que posee.
Tértulo podría aparecer piadoso ante el público, pero sus servicios podían ser comprados para una causa perversa. Él era un genio en la hipocresía en su llamado “interés” de la pureza del templo. ¿Cómo podía un abogado romano no regenerado tener cualquier interés por el templo judío? Su interés fue lo que se le iba ser pagado por tener interés. Este plan perverso tiene una gama amplia de aplicaciones, pero Cristo describió su resultado final cuando demostró a los fariseos que nunca es sabio ser malo: “...Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Luc. 16:15). Vestirse con una capa de piedad a fin de acumular una fortuna puede ser altamente estimado entre los hombres, pero es una abominación ante Dios que será justamente juzgado.
Pablo no podría suprimir la verdad que se le había cometido a él como un medio de conversión (Rom. 1:16), si él estaba ante los hombres o las potestades presentes mientras que falsamente le acusaron. Cuando estaba ante el tribunal altísimo en la tierra, los acusadores de Pablo fueron sus propios hermanos según la carne, y el juez era un romano sin principio. Su defensa era presentada animadamente, hábilmente, y confiadamente (Hech. 24:10-21). Al principio, Pablo estaba ante Félix, un hombre perverso; pero al fin, Félix estaba ante Pablo como cautivo (Hech. 24:22-27).
Ningún caso puede ser tan atroz que ningún abogado no lo defienda, y ningún hombre es tan honesto y recto que ningunos no lo infamen. Además, ningún caso es tan claro que ningunos no lo cuestionarán, y nada es tan falso que ningunos no lo acepten y lo defienden. Esta sucintamente describe la sociedad en que los Cristianos viven y a quienes debemos testificar, porque algunas de las ovejas de Cristo que no han oído el llamamiento del evangelio vagan en ella.
Los gobiernos cambian y los legisladores mueren, pero Jesucristo permanece el mismo (Heb. 13:8). Las leyes humanas cambian con una sociedad cambiante; pero las leyes de Dios, como Su carácter santo, nunca cambia. Los Cristianos saben estas grandes verdades, y ellos anticipan con interés el día cuando los gobernadores injustos, jueces, abogados, y los testigos falsos de este mundo permanecerán ante el juicio justo de Dios. Un gobierno justo nunca estará sobre la tierra hasta que el gobierno descanse sobre los hombros de Jesucristo.
Las Cosas Antinaturales En Una Sociedad Corrompida
La corrupción en la sociedad es una señal de los postreros días. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (II Tim. 3:1). La palabra griega para “peligrosos” es chalepos, que significa opresor, inquieto, o peligroso. Este adjetivo es usado solamente dos veces en el Nuevo Testamento (Mat. 8:28; II Tim. 3:1). En Mateo 8:28, chalepos es usado para describir dos hombres que fueron poseídos con demonios: “Cuando [Cristo] llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados [masculino presente pasivo participio de daimonidzomai, que significa ser poseído por un demonio o el espíritu malo], que salían de los sepulcros, feroces en gran manera [chalepoi lian], tanto que nadie podía pasar por aquel camino.” Así que, los dos hombres poseídos con demonios que salieron del cementerio para encontrarse con el Señor Jesús fueron tan viciosos que nadie sino Cristo podía viajar por aquel camino sin peligro. Cristo anteriormente había encontrado hombres poseídos por los demonios (Mat. 8:16), pero Él no había encontrado ninguno que estuvieran tan locos, viciosos, y fuertes como aquellos que salían del cementerio.
Aunque II Timoteo 3 no puede ser restringido a una interpretación escatológica, versículo 13 prueba que los hombres y los impostores llegarán a ser progresivamente peores: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” Algunas señales, a un grado, se encuentran en cada generación. Ellos han sido permitidos con el propósito de producir vigilancia en los santos. Ni aquellos que aceptan el punto de vista extremo de la escatología ni aquellos que niegan un reino escatalógico puede tomar cualquier refugio en II Timoteo 3. Algunos van demasiado a un extremo, pero otros no van a un extremo lo suficiente en su punto de vista acerca de la segunda venida de Cristo. Como las otras verdades, la segunda venida de Cristo se encuentra entre dos extremos. La distinción debe ser hecha entre la venida de Cristo y el tiempo exacto de Su segunda venida. Nadie conoce el tiempo, pero los años que han pasados más el progreso en la maldad intensifica la vigilancia por los santos informados. Aproximadamente dos mil años han pasado desde que Pablo fue inspirado para hablar de los postreros días. ¿No debemos hablar de los últimos de los postreros días?
La herejía expuesta en II Timoteo 2 y la corrupción en la sociedad de capítulo 3 tienen una conexión definitiva. La corrupción se esparce más rápido cuando existe el paganismo o solamente una “apariencia de piedad” (II Tim. 3:5). Pablo nombró el afecto antinatural entre las señales de los postreros días. “Sin afecto natural” (vers. 3) es una de las características de una sociedad corrompida. La palabra griega traducida “sin afecto natural” es el plural de astorgos. Significa desprovisto de afecto instintivo natural o sin afecto a la humanidad, y es usada solamente dos veces en el Nuevo Testamento (Rom. 1:31; II Tim. 3:3). Algunas de las cosas antinaturales en nuestra sociedad corrompida son el aborto, la inseminación artificial, las madres de subrogación, eligiendo la maternidad sin la paternidad o la paternidad sin la maternidad, la homosexualidad como un estilo de vida aceptado, eligiendo el sexo deseado de un niño, la eutanasia, y la cremación, para nombrar unos pocos.
PRIMERO — El aborto es antinatural. Los pro-aborcionistas han desarrollado su propio código de morales. Ellos presumen que el punto no es moral sino médico, indicando que Dios no tiene ningún derecho de imponer una norma. Algunas voces médicas justifican el aborto diciendo que la preñez con problemas es una enfermedad. Así, por cualquier razón, los doctores dicen que pueden curar la enfermedad por el aborto y hacerle a sus pacientes sanos. También dicen que cuando lo consideran de esta perspectiva, no tienen dificultad en el practicar de abortos.
La terminología cambiante no elimina el aborto de ser pecado. Muchas cosas que deben ser llamadas “pecado” son marcados como “enfermedad” en nuestra sociedad. ¿Es el abortar a un niño indeseable una enfermedad o un pecado? Patológicamente, la enfermedad es una condición del cuerpo que causa una función incorrecta que resulta de la herencia, infección, enfermedad, o dolencia. Teológicamente, el pecado es la transgresión de una ley divina. Dios dijo, en el aspecto judicial de Su ley, “Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces” (Ex. 21:22). ¿Suena esto como que si el feto es nada más que un pedazo de carne que no tiene más valor que un tumor fibroso?
No hay prueba Bíblica que el niño nonato sea menos que un ser humano. Además, no hay principio de la Escritura, la ciencia, o la filosofía autorizándonos a indicar un tiempo entre la concepción y el nacimiento cuando un ser humano surge de algo menos que de un ser humano. La ciencia y la filosofía podrían racionalizar algún punto para justificar las acciones de los pro-aborcionistas, pero la Escritura es clara sobre el tema. David vio a su propia naturaleza pecadora que se origina en el tiempo de la concepción: “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5). Note que David dijo que mi madre “me” concibió, no una persona no existente. Él continuó a explicar el interés de Dios para la vida humana nonata: “Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien” (Sal. 139:13, 14). Jeremías añadió a el testimonio de David: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:4, 5). Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo aún desde el vientre de su madre (Luc. 1:15).
Juan el Bautista siendo lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre es discutido por los hombres. La controversia está acerca de la preposición “desde,” que es la traducción del griego ek (Luc. 1:15). Algunos dicen que ek en esta frase preposicional es “fuera de” más bien que “en” el vientre de la madre. Aquellos que toman este punto de vista dicen que no hay nada dicho acerca de Juan siendo lleno del Espíritu Santo “en” (en), pero más bien “desde” (ek) el vientre. Otros declaran que “desde el vientre” significa desde su principio más temprano. Ellos creen que él era controlado por el Espíritu Santo aun mientras que estaba en el vientre de su madre. Su punto es probado por mostrar que “...la criatura saltó en [en] su vientre...” (vers. 41), y cuando las noticias de María estando encinta con Jesucristo fue anunciada, Elisabet dijo, “...la criatura saltó de alegría en mi vientre” (vers. 44). La preposición griega en es usada dos veces en versículo 44 — (1) en agalliasei, instrumentalmente para la alegría extrema (agalliasis); y (2) en te koilia, locativamente en la esfera del vientre. El movimiento por Juan fue más que un movimiento fetal que resultó de la emoción de la madre.
La opinión de la gente que siente que los miembros de otras razas son menos humanas no es diferente del pensamiento de Hitler acerca de los judíos y la idea de los pro-aborcionistas acerca del “feto nonato.” Ellos tratan al niño nonato como una persona no existente con ningún derecho inherente a la vida. Si el niño nonato no ha comenzado a vivir, ¿cómo podría nacer? Si la vida no había comenzado, no habría vida jamás: “Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:10-13).
Cada uno de nosotros comenzó la vida como una sola célula, pero aquella sola célula tenía todos los ingredientes necesitados para formar un cuerpo humano completo. Cualquier persona que niega la humanidad del óvulo fertilizado está obligado a probar lo contrario. Si no es la vida humana, ¿qué tipo de vida es? La concepción es el tiempo cuando el óvulo de la mujer es fertilizado por la esperma el hombre. Puesto que este es un hecho biológico, cuando David dijo, “...en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5), él habló del comienzo de sí mismo. David no era una nulidad entre la concepción y el nacimiento. Además, la Escritura habla de una “criatura” (brephos, que significa un niño nonato o apenas nacido) en el vientre (Luc. 1:41, 44) o subsiguiente al nacimiento (Luc. 2:12, 16). La misma palabra para “criatura” es usada en II Timoteo 3:15 y I Pedro 2:2.
Las personas que racionalizan que una preñez con problemas es una enfermedad o un feto es algo menos que humano tienen sus conciencias cauterizadas. Pablo habló de aquellos que apostatarían de la fe y escucharían a espíritus engañadores y a las doctrinas de demonios en tiempos subsiguientes a sus propios tiempos. También dijo que ellos hablaron mentiras hipócritamente, porque sus conciencias habían sido cauterizadas a la insensibilidad (perfecto pasivo participio de kaustriadzo — kauteriadzo en algunos manuscritos — que significa ser marcado con marcos de culpabilidad o ser cauterizado a la insensibilidad) (I Tim. 4:1, 2). Las conciencias que han sido cauterizadas llegan a ser endurecidas: “Los cuales, después que perdieron toda sensibilidad [perfecto pasivo participio de apalgeo, que significa desistir de la tristeza, así que, para llegar a ser insensible o encallecido], se entregaron a la lascivia [dativo de aselgeia, que significa el comportamiento atroz] para cometer con avidez [locativo de pleonexia, que significa alguna ventaja que uno posee sobre otro; un deseo no ordinario para las riquezas; asiendo, o extorsión] toda clase de impureza [genitivo de akatharsia, que significa no limpio, lascivia, o impureza]” (Ef. 4:19).
Las mujeres que quieren que las preñeces indeseables sean abortadas, los doctores que las abortan, las personas que condonan tales acciones, y los legisladores que las legalizan pasan los mismos apuros. Todos están actuando en forma atroz porque sus conciencias han sido cauterizadas a la insensibilidad.
Las mujeres que quieren abortar a sus preñeces indeseables actúan en forma antinatural. Ellas aman a sus trabajos o estilos de vida permisivos más que a su descendencia. Así, manifiestan la concupiscencia y el egoísmo. Ellas falsamente dicen que tienen un derecho de hacer lo que las agradezcan con sus propios cuerpos. Satanás las ha cegado a la realidad que el feto indeseable es una “criatura” (brephos). Desde el día de la fertilización del óvulo, el embrión humano es antigenéticamente extranjero a su madre. Algunos objetan a esto y dicen que el feto es una parte del cuerpo de la mujer porque es dependiente de la madre para la supervivencia. No hay argumento sobre que punto, pero el recién nacido es también dependiente de su madre para la supervivencia. Si uno puede abortar un bebé en el vientre, ¿por qué no asesina a un bebé recién nacido? La mujer que está de acuerdo en tener un aborto llega a ser cómplice del asesinato de su bebé nonato.
Los doctores que abortan a los bebés nonatos son asesinos. Ellos asesinan por dinero. Sus conciencias cauterizadas han persuadido a algunos de ellos que el aborto es asunto perfectamente aceptable y válido para la salud. Por lo tanto, no piensan que el aborto es un crimen. La Biblia da la razón para sus pensamientos: “Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Ef. 4:18).
Las personas que condonan el aborto llegan a ser accesorios al crimen del asesinato. Los pro-aborcionistas son tan rebeldes contra Dios y Su principio inmutable de la vida como las mujeres que están de acuerdo con el aborto de bebés nonatos y los doctores que los abortan.
La Corte Suprema de los Estados Unidos ha legalizado el crimen del asesinato de los bebés nonatos. Su poner de algunas seguridades sobre el último trimestre de la preñez prueba que había incertidumbre acerca del feto siendo una persona no existente. La inconsistencia de los legisladores es revelada por hacer la negligencia de un bebé recién nacido que muere es un crimen, pero el abortar un bebé en el vientre no es un crimen. Así, las leyes nuevas permisivas revelan la corrupción de esta edad amoral.
SEGUNDO — La inseminación artificial es otra práctica antinatural entre los humanos en una sociedad corrompida. La palabra “artificial” significa algo que es un sustituto o falta la naturalidad. La inseminación es la inyección de la esperma del varón en la extensión reproductiva de la hembra para impregnarla. La esterilidad en el varón de una pareja casada es una razón dada para la inseminación artificial. Sin embargo, esta práctica es antinatural, y produce una pregunta moral. Algunos pueden argumentar que no es el adulterio porque no hay una relación de una sola carne. Aunque no hay no una relación de una sola carne en el sentido de I Corintios 6:16, el óvulo hembro es fertilizado por la espera de un hombre que no es de su marido, y esto es inmoral. Una segunda razón dada para la inseminación artificial es que es para construir una raza superior. Así que, los bancos de esperma son construidos con lo que es considerado esperma de alta calidad. La esperma de los hombres saludables y fuertes con una inteligencia alta es buscado. Esta fue la idea de Hitler antes de la segunda guerra mundial.
TERCERO — Actuando como una madre de subrogación es antinatural. Una madre de subrogación no es diferente de una mujer que tiene niños para venderlos. La palabra “subrogación” significa uno que llega a ser un sustituto por otro. ¿Cuál es la diferencia entre una mujer que se embaraza para vender el bebé y una mujer que llega a ser un madre de subrogación por dinero? Aunque hay algunos que dicen que lo hacen por un ser amado o para un amigo, el principio es el mismo. Una esposa estéril consintiendo para que la esperma de su marido sea inyectada artificialmente en la extensión reproductiva de una madre de subrogación para producir un bebé para la pareja sin hijos es antinatural.
CUARTO — La paternidad soltera es antinatural excepto en el caso de la muerte de uno de los padres. Un número creciente de mujeres y hombres escogen la maternidad y la paternidad en el estado de soltería. Esto es antinatural porque los niños necesitan ambos padres: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa” (Ef. 6:1, 2). La paternidad soltera es justificada solamente en el caso de la muerte. Puesto que “la necedad está ligada en el corazón del muchacho...” (Prov. 22:15), la vara de corrección es necesitada donde palabras fracasan. Un niño descuidado traerá seguramente vergüenza a sus padres (Prov. 29:15, 17). Puesto que el hombre es la cabeza de la mujer (I Cor. 11:2-16), él tiene la responsabilidad mayor en el asunto de la disciplina. El gran pecado de Elí fue el fracaso de disciplinar a sus hijos. Dios dijo a Samuel, “Ese día cumpliré contra Elí todo lo que he hablado sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Porque le he hecho saber que estoy a punto de juzgar su casa para siempre a causa de la iniquidad que él conocía, pues sus hijos trajeron sobre sí una maldición, y él no los reprendió” (I Sam. 3:12, 13 BLA). Por otra parte, Dios encomendó a Abraham, “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Gén. 18:19).
QUINTO — La homosexualidad es antinatural. Es una amenaza a la sociedad. Ha llegado a ser no solamente un estilo de vida aceptado sino una amenaza a la salud de muchos. Los homosexuales han salido de sus armarios y están llegando a ser un poder político. Además, han invadido muchas instituciones religiosas, diciendo que no hay Escritura que diga que la homosexualidad es un pecado. Así, los homosexuales y muchos religiosos son ciegos a la historia Bíblica e instrucción Bíblica. Aparte de un oído espiritualmente circuncidado, toda enseñanza Bíblica acerca del tema será como la semilla que fue sembrada junto al “camino (hodon, acusativo de hodos, que significa una senda o un camino)”(Mat. 13:19).
Entre la gente injusta que no heredará el reino de Dios, el apóstol inspirado mencionó “fornicarios” (plural de pornos, un fornicario), “idólatras” (plural de eidololatres, un idólatra o adorador de ídolos), “adúlteros” (plurales de moichos, una persona adúltera), “afeminados” (plural de malakos, un varón que somete su cuerpo a la concupiscencia antinatural), y “los que se echan con varones” (plural de arsenokoites, uno que se echa con un varón como una hembra) (I Cor. 6:9). La palabra griega arsenokoites es usada aquí y en I Timoteo 1:10 — “Para los fornicarios, para los sodomitas....” Esta palabra griega es una palabra de compuesto de arsen, que significa varón, y koite, que significa una cama. Así que, la referencia es a los homosexuales varones. Aunque la palabra griega arsenokoites no es usada en Romanos 1:26-27, los homosexuales de ambos sexos son descritos: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.”
La homosexualidad no es nueva, pero su aceptación por los heterosexuales como otro estilo de vida es nueva. ¿Cómo puede lo que es antinatural llegar a ser un estilo de vida aceptado con tantos? No podría aparte de una sociedad corrompida. Hay que entender que los Cristianos constituyen una “manada pequeña” (Luc. 12:32) en un sistema mundial que es dominado por el espíritu de la edad: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Ef. 2:1-3). Había un tiempo cuando los sodomitas fueron restringidos a ciertos lugares. Por ejemplo, el Sodoma de la historia fue conocido por los que fueron puestos apartes para propósitos impíos (Gén. 19). Sin embargo, en la sociedad de hoy, los homosexuales están sin restricción. El Sodoma del día moderno ha ampliado sus fronteras. Los Cristianos, como Abraham del antepasado, ven por la fe que esta sociedad amoral está bajo el juicio de Dios.
La homosexualidad no solamente fue expuesta sino castigada en el Antiguo Testamento: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Lev. 18:22). “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre” (Lev. 20:13). (Véase Deut. 23:17, 18; Jue. 19:22-24; I Rey. 14:24; 15:12; 22:46; Isa. 3:9.)
La revelación de la ira de Dios contra el pecado, que incluye la homosexualidad, es descrita por Pablo en Romanos 1:18-3:20. La ira de Dios es la contraparte de Su justicia. No es una pasión sino un principio. Su ira es la reacción del amor santo en la presencia de pecado. A la naturaleza de Dios, la ira contra el pecado es tan natural como el amor para la santidad. Como Dios no puede ser santo sin tener celos para Su santidad, Él no puede ser santo sin manifestar Su ira contra el pecado. Por lo tanto, Dios entregó a los pecadores a sus pasiones vergonzosas como castigo por sus pecados.
En cuanto a los pecadores, tres referencias a Dios “los entregó” son registradas en el primer capítulo de Romanos (vers. 24, 26, 28). La palabra griega para “los entregó” es un aoristo activo indicativo de paradidomi, que significa entregar al poder de otro o abandonar a uno a sus propios pecados de concupiscencia para la manifestación de las profundidades de la depravación humana. Cada vez que Pablo dijo que Dios “los entregó” debe ser considerado en la luz de lo que precedió el abandono de Dios.
Aquellos abandonados por Dios en versículo 24 fueron los que detuvieron la verdad (vers. 18), ignoraron la revelación general (vers. 19, 20), desvalorizaron a Dios (vers. 21), profesaron la sabiduría superior (vers. 22), y cambiaron la gloria de Dios por los ídolos hechos por el hombre (vers. 23):
1. Deteniendo la verdad con injusticia es un crimen atroz. El participio griego, katechonton (presente activo participio de katecho, que significa detener, suprimir, o retener), denota la acción continua. La “verdad” que los hombres malos suprimen puede ser la revelación general (Rom. 1:19, 20) o un entendimiento humano de la revelación especial (Rom. 1:16, 17). Aparte de la gracia, cualquier verdad es detenida con injusticia.
2. La revelación general es inadecuada para la salvación, pero es competente para rendir sin defensa a cada persona ante Dios.
3.Aunque todos los hombres tienen algún conocimiento acerca de Dios, ese conocimiento es desvalorizado en preferencia a sus propias imaginaciones, porque sus corazones han sido oscurecidos por el pecado.
4. Ellos profesan tener la sabiduría superior, pero ellos se hacen necios.
5. Ellos “cambiaron” (aoristo activo indicativo de allasso, que significa cambiar o cambiar una cosa para otra) la gloria de Dios para los ídolos humanos. La gloria de Dios no puede ser cambiada, pero puede ser cambiada por otra cosa.
Dios entrega a los hombres a la impureza: “Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos” (Rom. 1:24 BLA). Las palabras “por consiguiente” (dio) indican que la retribución divina encuentra su base en el pecado antecedente y es la inflicción justa (vers. 18-23). Dios retiró toda restricción y los dejó a su propia autodestrucción. Porque Él positivamente retiró Su restricción, Dios no fue puramente pasivo. Dios castiga el pecado por entregar a la gente a más pecados. Uno de las palabras de Antiguo Testamento para “castigo” es “pecado.” Caín dijo, “...Grande es mi castigo [pecado] para ser soportado” (Gén. 4:13).
Los versículos 25 y 26 registran otra división del pecado del hombre y el juicio de Dios. La palabra griega para “cambiaron” ocurre por segunda vez: “Porque cambiaron [aoristo activo indicativo de metallasso, que significa cambiar] la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén” (Rom. 1:25 BLA). Cambiar un manantial puro por una alberca venenosa sería una locura, pero esto es lo que hace el pecador cuando cambia la verdad por una mentira. Además, aparte de entender la depravación del hombre, cambiando el Creador por la criatura parecería loco. Esto es lo que cada persona hace aparte de la gracia. Él escoge la residencia de dioses falsos en lugar del eterno Dios. Por esta razón Dios abandonó aquellos así descritos. El abandono de Dios fue el juicio por la apostasía del conocimiento que poseyeron.
El juicio de Dios, resultando del pecado descrito en el versículo 25, es declarado en el versículo 26: “Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza” (BLA). Un examen del texto griego acerca de este versículo es importante. Pablo no usó la palabra ordinaria para “mujer” (gune) sino la palabra para “hembra” (thelus). La modestia, el adorno más hermoso de la mujer (I Tim. 2:9), fue ausente de las hembras que Dios entregó a pasiones degradantes. Así que, las mujeres cambiaron las relaciones naturales con los hombres en el matrimonio para las relaciones antinaturales con otras mujeres.
La homosexualidad varona es descrita claramente en Romanos 1:27 — “Y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío” (BLA). Aunque la fornicación y el adulterio son dolorosos, la profanación involucrada en la homosexualidad es el grado más bajo de la degeneración en los pecados sexuales. La palabra “encendieron” (aoristo pasiva indicativo de ekkaio, que significa arder o a ser inflamado) no puede ser igual con “estarse quemando” (presente pasivo infinitivo de puroo, que significa quemar) en I Corintios 7:9. El último es el fuego de un impulso natural del sexo que no es inmoral en la relación del matrimonio, pero el fuego del hombre para el hombre es antinatural. La palabra griega para “vergonzosos” es aschemosune, que significa la lujuria infame o lascivia. Además, la palabra griega para “hombres” es el plural de arsen, que significa un varón. Así, las palabras para “varones” y “hembras,” más bien que para “hombres” y “mujeres,” son usadas a causa de sus pecados animalisticos y antinaturales.
Los homosexuales insisten que Romanos 1:26-27 enseña que no son incorrectos por entrar en relaciones sexuales con el mismo sexo porque esa es su naturaleza. Por otra parte, dicen que los heterosexuales son perversos para entrar en actos homosexuales porque son contrarios a su naturaleza. Tal razonamiento es el fruto de Dios entregándolos a la “impureza” (vers. 24 BLA) y pasiones “vergonzosas” (vers. 26). Pablo concluyó que el abandono judicial de Dios no fue restringido a la vida inmoral sino al entregar a los hombres a “una mente reprobada” (Rom. 1:28). Esta es la tercera referencia a Dios que “los entregó” (aoristo activo indicativo de paradidomi). Puesto que los homosexuales “no” (ouk) aprobaron (edokimasan, aoristo activo indicativo de dokimadzo, que significa aprobar; pero con la negativa ouk, significa que no aprobaron de Dios)" de tener en cuenta a Dios, Dios los entregó “a una mente sin el discernimiento moral” (la traducción de las palabras griegas eis adokimon noun) . El adjetivo griega adokimos significa incapaz de pasar la prueba o inservible. Así que, las mentes de los homosexuales son inservibles. Cuando rehusaron aprobar a Dios, Dios los entregó a pensamientos degenerados. Por lo tanto, cuando los hombres hacen esas cosas que no son apropiadas, sabemos lo que es una mente inservible.
El pecado es su propio castigo en el tiempo. Sus efectos son la mala salud, la conciencia cauterizada, las sensibilidades embotadas, la incapacidad para apreciar los afectos naturales, y la falta del aprecio por la verdad y el bien.
Aunque todos los homosexuales desaprueban al Dios verdadero y el verdadero Dios los pronuncia inservibles, Dios sí salva a algunos. Siguiendo la lista de las personas pecadoras que no heredarán el reino, Pablo dijo a los Cristianos corintios, “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (I Cor. 6:11). Entre los “algunos” estuvieron los homosexuales (plural de arsenokoites, la palabra compuesta constituida de arsen, que significa el varón, y koite, que significa una cama) (I Cor. 6:9). Hay una cosa segura: cuando un homosexual es salvo, él no continúa siendo un homosexual. Él no es salvo “en” sino “de” su pecado de la homosexualidad.
SEXTO — La preselección del sexo de un infante es antinatural. El programa de la preselección del sexo de un infante está llegando a ser popular en muchos hospitales. Puesto que una célula de esperma que lleva una X-cromosoma determina una hembra y una que lleva una Y-cromosoma determina un varón, la separación de las cromosomas determina el sexo de un infante. Después de la selección de una pareja en cuanto del sexo del infante, las células son separadas en el laboratorio. Después de la separación de las cromosomas, la elegida fracción enriquecida con cromosomas es puesta por un ginecólogo en la extensión reproductiva de la mujer en el tiempo de la ovulación. Aquellos que apoyan el programa de la preselección del sexo de un infante afirman que el mismo porcentaje de defectos de nacimiento y las anormalidades ocurren como con la inseminación natural, y ellos son prestos para decir que el programa no da ninguna garantía en cuanto a fallas o anormalidades. Aunque el programa ha servido en muchos casos, los Cristianos no tienen ningún deseo de interferir con el proceso natural de Dios de dar a luz. La selección del sexo es la prerrogativa de Dios. Dios prometió a Abraham un hijo (Gén. 18:10). Él prometió a Zacarías y Elisabet un hijo (Luc. 1:13). Los hombres descubren el sexo de un infante después del nacimiento. La Escritura está llena de referencias de un hijo o una hija que nace (Gén. 5:4, 7, 10, 13, 16, 19, 22, 26, 30; 6:1; 11:11, 13, 15, 17, 19, 21, 23, 25; II Crón. 24:3; Job 1:2; Jer. 16:3; 29:6; Ezeq. 23:4; Os. 1:6). El balance de los sexos ha servido bien mediante los medios naturales. Demasiados doctores piensen que son dioses; y a muchos en una sociedad corrompida, lo son.
SÉPTIMO — La eutanasia es antinatural. Se ha dicho ser el acto de ponerse sin dolor a la muerte a una persona que sufre de una condición incurable. Las diferencias entre la eutanasia activa y pasiva son discutidas. La eutanasia activa es llamada “matar por misericordia,” y la eutanasia pasiva es dicha ser la misma cosa lograda por retener el tratamiento necesitado. Desde el punto de vista del ser humano, puede haber poca diferencia entre ellos. Aunque la eutanasia activa es el asesinato, la eutanasia pasiva no puede ser clasificada así. El último no es tan fácilmente definido como el primero.
Viviendo en una sociedad que en seguida demanda al juicio, las personas dedicadas a la salud pública son forzadas a tomar cada precaución contra las demandas por la negligencia. Por lo tanto, ellos pueden argumentar enérgicamente contra el detener el tratamiento médico. Sin embargo, los Cristianos informados saben que ambos la vida y la muerte están en el poder del soberano Dios. Así que, la vida física no puede ser ni alargada ni acortada. Hay “tiempo de nacer, y tiempo de morir” (Ecl. 3:2). Los Cristianos no están opuestos al uso de los medios en la salud pública, pero también saben que la terminación de la vida descansa en la voluntad de Dios que ellos aceptan. En cada caso, su sumisión al tratamiento no puede ser con el pensamiento de mejorar, sino para algún desagravio hasta que entran a la eternidad.
OCTAVO — La cremación es otra práctica antinatural en una sociedad amoral. Lo que es de origen pagano no debe ser practicado en lo que se supone ser una sociedad civilizada. (Véase Deut. 12:31; Jue. 15:6; II Rey. 17:31; II Crón. 28:3.) Sin embargo, lo que el mundo considera la sabiduría y lo que Dios llama la sabiduría son dos cosas diferentes: “Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (I Cor. 1:19-21). Nadie puede negar que la sabiduría de este mundo ha hecho las cosas peores más que mejores. Los habitantes de este mundo saben acerca de Dios; pero aparte de la regeneración, jamás conocerán a Dios. Dios es conocido esencialmente por medio de la revelación general (Rom. 1:19, 20), pero Él es conocido representativamente en Cristo por medio de la revelación especial (Rom. 1:16, 17). Por lo tanto, un conocimiento verdadero de Dios es alcanzado solamente mediante Jesucristo que es la sabiduría Encarnada (Prov. 8). Platón lamentó que no podría encontrar al Padre del universo. Sócrates consideró tal conocimiento la más grande felicidad, pero él confesó que no supo como obtenerla. Así que, la sabiduría altísima del hombre es solamente la insensatez.
Los moabitas fueron tan perversos que añadieron el crimen al crimen, probando que fueron totalmente inhumanos y bárbaros: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuatro, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos. Prenderé fuego en Moab, y consumirá los palacios de Queriot; y morirá Moab con tumulto, con estrépito y sonido de trompeta. Y quitaré el juez de en medio de él, y mataré con él a todos sus príncipes, dice Jehová” (Amós 2:1-3). Dios castigó a los moabitas porque quemaron los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos. La única cosa que se puede decir acerca de los que practican la cremación es que la gente que vive como los paganos también han de destruir sus cuerpos como ellos. Ellos no tienen criterio por el cual juzgar lo que Dios aprueba o desaprueba. Sus opiniones subjetivas depravadas los han cegado a la verdad objetiva de Dios. Considera las religiones paganas de hoy que practican la cremación. Ante los ojos de Dios, la cremación fue la manera más deshonrosa de disponer de los cuerpos humanos.
Dios mandó la cremación como el castigo más severo en Israel. La pureza de Israel fue tan importante que el castigo más fuerte fue administrado sobre el pecado de Acán (Jos. 7). Si Dios hubiera permitido a Israel triunfar en Hai, Él hubiera manifestado la indiferencia al pecado de la gente y revelado que podría sancionar del “anatema” (vers. 11). Acán no podría esconder su pecado de Dios. Por lo tanto, Dios estaba en medio de Israel para destruir a Jericó no solamente a causa del pecado de Acán sino porque su pecado había leudado la nación entera (Jos. 7:10-12; Gál. 5:9).
La nación entera fue involucrada en el pecado de Acán porque la relación del pacto impartió una unidad a todo el pueblo. La nación fue ligada en tal manera al punto de involucrar a todos en el pecado de uno. Israel fue una nación; por lo tanto, fue imposible para alguien tomar una posición independiente. El mismo principio aplica a cada iglesia local. Dando cuenta que se hace a la congregación entera de Israel o a la iglesia local responsable para el pecado en su presencia es peculiarmente solemne al Cristiano. Cuando el pecado no es tratado por el pueblo de Dios, es privado del discernimiento espiritual. Josué no entendió que la gloria del gran nombre de Dios necesitó la derrota en Hai, como había logrado la victoria en Jericó.
El líder designado de Israel hubiera concluido que algo estaba mal en la condición del pueblo. Él hubiera conocido que el fracaso era con Israel y no con Dios. Habiendo visto lo que la presencia de Dios aseguró, Josué hubiera conocido que Dios exigió la santidad de vida. Cuán temeroso es pensar que simplemente un hombre, por causa de la ganancia personal, pudo zambullir la nación entera de Israel en problema y derrota.
La derrota nunca se volverá en la victoria hasta que el pecado sea juzgado. Por lo tanto, Josué debe conducir el pueblo para destruir el anatema y santificarse a sí mismos para mañana (Jos. 7:10-21). No debe haber ningún demora sin considerar el dolor de la tarea. Algunos son más concernidos para los sentimientos de los parientes y los amigos que para la presencia y honor del Señor.
Aunque el pecado de Acán fue revelado, él permaneció impenitente y tenía que ser tratado con y en la manera más severa. La confesión de Acán podía ser comparada con la de Judas (Mat. 27:4). Una confesión verdadera del pecado es imposible hasta que uno primeramente recibe un vislumbre de la perfección divina y la imperfección humana. Los israelitas fueron responsables por tomar a Acán, su familia, y sus posesiones y ejercer el castigo más severo de Dios sobre ellos: “Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor. Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbate Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos. Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor, hasta hoy” (Jos. 7:24-26). La quema de los niños no contradice Deuteronomio 24:16 porque es el cumplimiento de Deuteronomio 13:16-17. La familia de Acán llegó a ser participantes con él en su crimen; por lo tanto, ellos cayeron bajo el mismo juicio con él.
Dios mandó la cremación como castigo no solamente para ciertos individuos pero para los ídolos: “Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás plata ni oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación a Jehová tu Dios” (Deut. 7:25). “Y el que fuere sorprendido en el anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha quebrantado el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel” (Jos. 7:15). “Y sacaron las estatuas del templo de Baal, y las quemaron” (II Rey. 10:26). La cremación fue el castigo de Tamar por haber fornicado (Gén. 38:24). Hazor, la cabeza de los reinos contra Israel, fue quemado (Jos. 11:11).
El método de Dios de disponer del cuerpo humano difunto es dado después de la caída del hombre: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gén. 3:19). Tan maravilloso como el cuerpo humano es, según Salmo 139:14-16, Dios la formó del polvo de la tierra más bien de cuerpos celestiales (Gén. 2:7). La realización de “...polvo eres...” es un pensamiento humilde para el hombre. Esto indica la transitoridad de la materia de que el cuerpo humano es hecho; “...al polvo volverás” indica la corrupción al que el cuerpo es destinada en el tiempo (Gén. 3:19). Job atestó a esta verdad: “Y después de desecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios” (Job 19:26).
Los cuerpos difuntos de los santos no han de ser tratados como siendo divinamente maldecidos sino como perteneciendo a Dios (I Cor. 6:19, 20). Estos cuerpos que han servido como templos del Espíritu Santo en la vida nunca deben ser tratados como estando bajo la maldición de Dios en la muerte. Por lo tanto, Abraham compró la tierra en que Sara fue sepultada (Gén. 23). Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, y Jacob y Lea todos fueron sepultados en el mismo lugar (Gén. 49:30, 31; 50:13). José murió y fue puesto en un ataúd en Egipto; pero 300 años después, Moisés movió sus huesos a Siquem para el entierro (Ex. 13:19; Jos. 24:32). Jesucristo fue sepultado en el sepulcro prestado por José (Mar. 15:42-47). Ambos Juan el Bautista y el primer mártir Cristiano fueron sepultados (Mat. 14:10-12; Hech. 8:2).
Aunque muchos están recomendando la cremación en el día de hoy porque es sanitario y económico, los cuerpos de los santos no han de ser tratados como los de los paganos. El tratar al cuerpo que pertenece a Dios como si fuera el cuerpo de un pagano es pecado. Nadie negará que la cremación es más barata, pero la economía no debe tomar la precedencia sobre lo que honra a Dios. Además, nadie negará que la cremación es sanitaria, pero también lo es el quemar la basura en un basurero.