LA FE SENCILLA
(UN CONCEPTO FALSO)

Por
W. E. Best

Copyright © 1993
W. E. Best

Título del original:
SIMPLE FAITH
(A Misnomer)
por
W. E. Best

Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P.O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904 USA

 


CONTENIDO

1 Introducción  

2 La Descripción De La Fe  

3 La Fe Dada Por Dios Examinada Teológicamente 

    La Fe Dada Por Dios Y El Pacto Eterno De Dios Conectados  

    El Pacto Eterno Establecido Por La Deidad  

    La Fe Dada Por Dios Una Realidad En Jesucristo

    La Elección Divina Garantiza La Fe

4 La Fe Dada Por Dios Examinada Textualmente

    El Orden Teológico En La Soteriología 

    El Desorden En La Soteriología  

    La Fe Llamada En La Acción  

    La Seguridad De La Fe  

5 La Fe Dada Por Dios Examinada Experimentalmente 

    Las Bendiciones Positivas Sobre Aquellos Con La Fe Dada Por Dios 

    Las Reacciones Negativas Esperadas Por Aquellos Con La Fe Dada Por Dios 


El texto Bíblico corresponde a la versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas (BLA) © 1986 por The Lockman Foundation (usado por permiso) cuando se indique. Se indican las traducciones directamente del texto griego por la palabra “traducción” después el versículo.


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INTRODUCCIÓN

La fe dada por Dios debería ser examinada teológicamente, textualmente, y experimentalmente. La persona que posee la fe dada por Dios siempre investigará lo que las Escrituras dicen acerca de la fe a fin de obtener un entendimiento mejor de esa fe. Puesto que la fe de los elegidos de Dios transciende la fe natural de los no regenerados, nunca se puede referir como “la fe sencilla.” Aunque la palabra “sencilla” es arcaica, algunos sinónimos para ella son clara, simple, natural, no complicada, y fácilmente entendida. En cualquier tiempo que el soberano Dios está asociado con la fe no es sencilla sino compleja.

La gente que piensa que la fe sencilla salva es destituida de la fe dada por Dios. Algunos están confundidos acerca de los versículos que declaran que a menos que uno tenga la fe como un niño no puede entrar en el reino de Dios (Mat. 18:3; Mar. 10:15). Ellos objetan que la fe salvadora es dada, mantenida, y consumada por Dios porque es compleja. Su explicación es que la fe sencilla, aunque ignorante, es como la de un niño. Estudiando las Escrituras uno descubrirá que nuestro Señor no apeló a la confianza ignorante o sencilla de los niños. Por el contrario, Él apeló a su debilidad consciente y a su disponibilidad de confiar sin ninguna mezcla de auto-confianza. Un niño aprende a confiar en su padre. El niño que salta en los brazos de su padre no demuestra confianza ignorante. Él sabe su propia inhabilidad para prevenir su caída, pero salta con la plena seguridad de que su padre lo cogerá. Aquellos que tienen la fe dada por Dios saben que aparte del poder que levantó a Jesucristo de los muertos, somos inútiles: “Los ojos de vuestro entendimiento habiendo sido alumbrados, para que haber sabido cuál es la esperanza de Su llamamiento, y cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, y cuál es la supereminente grandeza de Su poder a nosotros los que están creyendo según la operación de Su gran poder, la cual operó en Cristo cuando Le resucitó de los muertos, y Le sentó a Su diestra en los lugares celestiales” (Ef. 1:18-20 — traducción). El mismo poder que levantó a Jesucristo de los muertos es el poder usado por Dios para darnos la fe, mantenernos, y obrar en y mediante nosotros.

La Escritura habla de la fe de los elegidos de Dios en Tito 1:1. Dios dio la fe; por lo tanto, la Deidad está involucrada. La obra del Padre, la obra del Hijo, y la obra del Espíritu Santo son incluidas en llevar a cabo el propósito de Dios. La fe dada por Dios es perfecta, porque el Dios infinito es su Autor. Sin la fe dada por Dios, es imposible acercarse a Dios.

Las cosas siguientes son verdaderas concerniente la fe dada por Dios:

l. La fe dada por Dios es unida con el pacto eterno de la gracia.

2. La fe dada por Dios es garantizada en la elección eterna.

3. La Persona y la Obra de Cristo hace a la fe dada por Dios una realidad viva.

4. La fe dada por Dios fue propuesta por el Padre, asegurada por la muerte del Hijo, y llega a ser una realidad por el Espíritu Santo.

5. La fe dada por Dios es llamada en ejercicio por el llamamiento eficaz del evangelio.

6. La fe dada por Dios involucra el hombre entero — la mente, el corazón, y la voluntad.

7. La fe dada por Dios produce fruto.

8. La fe dada por Dios es probada.

9. La fe dada por Dios es un escudo que protege contra los dardos del maligno.

10. La fe dada por Dios persevera, porque Dios preserva hasta el fin.

Judas habló de “vuestra santísima fe” (Jud. 20). En este ejemplo, la fe (pistis) refiere al sistema de verdad o la enseñanza creída más bien que al hecho de creer. El creyente está edificado en la esfera de la enseñanza Bíblica. Esto, sin embargo, no desvía de la verdad que solo la fe dada por Dios puede recibir y aprovecharse de la Santa Escritura. Los dos son inseparables. ¿Cómo puede tal fe ser no complicada, natural, o fácilmente entendida cuando la Deidad está involucrada? Esto es porque nosotros continuamente venimos a Dios que existe, y Le estamos encontrando continuamente. El Dios infinito es inconociblemente conocido por el regenerado (Ef. 3:19). Nosotros Le conocemos, pero no Le conocemos como queremos conocerle o Le conoceremos.

La fe es don de Dios (Ef. 2:8-10; Fil. 1:29; Heb. 12:2). Muchos Cristianos profesantes creen que el Cristianismo es una infección buena. Ellos piensan que un Cristiano no contagioso no es genuino, y la fe de cualquiera que fracasa en compartir su fe contagiosa es discutible. Sin embargo, lo que es impartido por el Dios soberano no llega a ser contagioso en sus recipientes. La palabra “contagiosa” significa una condición que uno tiene que puede ser transmitida de una persona a otra. Cuando Dios da fe a una persona, ésta no llega a ser un medio por la cual su fe puede ser transmitida a otra.

La fe dada por Dios está más allá de lo que es natural. Puesto que la fe dada por Dios es sobrenatural con relación a su origen, debe se contrastada con la fe natural:

1. La fe sobrenatural no es infectada con la depravación. La fe natural es infectada con la depravación. El hombre entero fue infectado con la depravación en la caída en el huerto del Edén. Por lo tanto, cada persona que viene a este mundo está depravada. Él está muerto en delitos y pecados y no está operativo en las cosas espirituales.

2. La fe sobrenatural mira hacía la voluntad de Dios. La fe natural mira hacía la voluntad del hombre depravado.

3. La fe sobrenatural busca a la capacidad de Dios para atraer al pecador (Juan 6:44). La fe natural busca a la capacidad del pecador para venir a Cristo.

4. La fe sobrenatural hace la voluntad del pecador contingente de la voluntad de Dios. La fe natural hace la voluntad de Dios dependiente del pecador.

5. La fe sobrenatural descansa en la verdad infalible de las promesas de Dios. La fe natural descansa en lo que es capaz de entender.

6. La fe sobrenatural levanta al alma por arriba de la vista física. La fe natural está restringida a la vista de los ojos.

7. La fe sobrenatural es capaz de llamar a las cosas que no existen como si estuvieran existiendo (Rom. 4:17). La fe natural es incapaz de traer las cosas que no existen como si estuvieran existiendo en la mente.

8. La fe sobrenatural no puede habitualmente oír y seguir un maestro falso (Juan 10:5). La fe natural no puede habitualmente oír y seguir a un maestro verdadero (I Jn. 2:19).

9. La fe sobrenatural habita en los Cristianos imperfectos que pueden ser engañados. La fe natural habita en las personas no regeneradas que continuamente viven en un estado de decepción. Aunque los Cristianos pueden ser engañados, su decepción no es fatal. Por otra parte, los no elegidos viven y mueren en un estado de decepción por el Diablo.

10. La fe sobrenatural encuentra satisfacción en su orientación a Dios, a la eternidad, a la asamblea, etcétera, mientras que el recipiente se prepare para la eternidad. La fe natural encuentra satisfacción solamente en las cosas temporales.

Los religiosos hablan de la fe, pero pocos saben algo acerca del tema de la fe. La mayoría de los miembros de la asamblea no tienen una fe dada por Dios. Si un hombre dice que él tiene fe y no tiene obras buenas, su fe no es genuina; por lo tanto, es inoperativa: “¿Cuál provecho es, mis hermanos, si alguien pudiera dar expresión de poseer la fe y no poseer las obras? ¿Es tal fe siendo capaz de salvarle? Si un hermano o una hermana pudieran ser pobremente vestidos y careciendo del alimento diario, y uno de vosotros pudiera decir a ellos: Id en paz, calentaos a sí mismos y saciaos a sí mismos, pero no les dais para las necesidades del cuerpo, ¿cuál beneficio es esto? Entonces también la fe, si no pudiera poseer obras, la fe por sí misma está muerta” (Sant. 2:14-17 — traducción). Santiago no enseñaba la salvación por obras sino la salvación por fe que se manifestará a sí misma en obras. Hemos sido regenerados para el propósito de hacer buenas obras (Ef. 2:8-10); por lo tanto, hemos de ocuparnos en buenas obras (Tito 3:8). No somos justificados ante Dios por nuestras obras, pero somos justificados por obras ante los demás. Hay una justificación ante Dios por la obra terminada de Jesucristo en el Calvario, una justificación por la fe ante nuestra propia consciencia, y una justificación por obras delante de los hombres.

El registro de la fe de los patriarcas en Hebreos 11 prueba que la fe es el aspecto característico del pueblo de Dios en cada edad. La operación de la fe es visto en aquellos que vivían antes del diluvio incluyendo a Abel, Enoc, y Noé (Heb. 11:4-7), aquellos que vivían desde el diluvio hasta la ley (vv. 8-29), aquellos que vivían desde la redención de Israel hasta el cautiverio (vv. 30-34), y aquellos que vivían desde el cautiverio hasta Cristo (vv. 35-40). La fe es importante. (1) Es don de Dios a los elegidos, llamada “la fe de los escogidos de Dios” (Tito 1:1). (2) La fe es el fruto de la regeneración. No produce la regeneración. (3) Es poseída desde el principio con certidumbre, convicción, y un conocimiento que transciende las certezas de la mente natural. El conocimiento que uno tiene con la fe dada por Dios es un entendimiento intuitivo. Como un pajarito intuitivamente abre su pico cuando regrese su madre al nido, el entendimiento intuitivo de la persona regenerada le capacita entender la verdad de Dios. Las ovejas de Dios oyen Su voz y Le siguen, pero ellos rehúsan seguir la voz de un extranjero (Juan 10:27). Este es conocimiento que transciende los pensamientos de la mente natural. La mente natural no entiende las cosas del Espíritu de Dios porque para él son locura. Sólo pueden ser espiritualmente discernidas (I Cor. 2:14). En contraste, la mente espiritual conoce a Jesucristo a quien él ha creído y es persuadida que Él es capaz de guardar el depósito de lo que a él había comprometido (II Tim. 1:12).

(Contenido)


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LA DESCRIPCIÓN DE LA FE

La fe es un tema Bíblico con muchas facetas. Se refiere como (1) un acto de creer, (2) el mensaje en que la fe cree, y (3) la fidelidad en referencia a la fe de Dios o la fe de Cristo.

Nada hace a una persona más impopular que insistir en una definición de la fe. El mundo, secular o religioso, no sabe nada de la importancia de la palabra griega para fe (pistis) en la enseñanza del Nuevo Testamento. El sustantivo pistis se encuentra 243 veces en el Nuevo Testamento. Significa capacidad para creer o convicción de la verdad de algo. Cuando relacionado a Dios, pistis significa la convicción que, lo que la Escritura dice acerca de Dios es cierto. La forma del verbo pisteuo se encuentra 249 veces. Significa ser persuadido de algo, poner la confianza en, o comprometerse. El adjetivo pistos se encuentra 69 veces. Significa fiel, digno de confianza, o puede confiarse. A veces se usa como un sustantivo, y a veces, como un adverbio.

Hay muchas creencias acerca de la fe. La gracia, la fe, y la salvación son dones de Dios. Los arminianos presumen que los creyentes pueden caer de la fe y de la salvación; por lo tanto, la fe no es peculiar a los elegidos. Contrario a esta creencia, la fe justificadora es peculiar a los elegidos, y los creyentes no pueden caer de la fe dada por Dios. La persona a quien Dios le dio la fe está en un estado permanente de creer, y él nunca cesará de creer. Algunos presumen que Dios ha hecho a cada persona competente, y cada uno debe actuar por sí mismo. Ellos añaden que puesto que la fe es don de Dios, la razón por la cual uno no es salvo es que no ha usado su fe correctamente. Hay otros que dicen que creen en la depravación total pero niegan su creencia afirmando que la depravación total no significa la inhabilidad total. Seguramente, un pecador puede hace muchas cosas. Él puede pensar, trabajar, recibir una educación buena, etcétera; pero él tiene la inhabilidad espiritual total. Se ha dicho que puesto que ha quedado un remanente de la libertad en el hombre, el pecador puede (1) evitar el pecado contra el Espíritu Santo, (2) escoger el pecado menor, (3) rehusar rendirse a ciertas tentaciones, (4) hacer actos buenos exteriores con motivos imperfectos, (5) buscar a Dios por motivos de auto-interés, y (6) dar atención a la verdad Divina. El pensamiento que Dios quiere obrar la fe en todos Sus criaturas y quiere hacerla si ellos no resisten Su Espíritu Santo es herético.

Uno sin la fe dada por Dios no tiene la fe salvadora. La fe salvadora no es histórica, temporal, dependiente en los sentimientos de uno, o basada en los llamados milagros. ¿Sabes que si tienes la fe dada por Dios? ¿Tienes duda en tu mente que la tienes? Si eres honesto contigo mismo y la Escritura, conocerás exactamente donde estás ante Dios. Tu descubrimiento no será según sentimientos u opiniones, si ellos son sus propios u otros, incluyendo los teólogos.

Nosotros (Cristianos) somos exhortados a examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe (II Cor. 13:5). Jesucristo contestó a los judíos religiosos, que tenían de la Escritura del Antiguo Testamento un conocimiento natural de las cosas espirituales, diciendo, “Examináis en las Escrituras, porque pensáis que en ellas ser tenéis la vida eterna; y estas son aquellas que testifican en cuanto a Mí; y no queréis venir a Mí para que tengáis vida. No recibo alabanza de los hombres, pero he sabido a que vosotros no tenéis el amor de Dios en vosotros mismos” (Juan 5:39-42 — traducción). Él les había dicho ya que Su atestacíon en sí, aún la verdad, era insuficiente como una materia de evidencia legal. El testimonio personal de uno debe ser comprobado. Por lo tanto, en Juan 5, Cristo dio un testimonio de cinco puntos: (1) Su defensa personal (vv. 30, 31); (2) el testimonio de Juan el Bautista (vv. 32-35); (3) las obras de Cristo Mismo (v. 36); (4) el testimonio del Padre (vv. 37, 38); y (5) el testimonio de la Escritura (vv. 39-47).

Los judíos estaban contentos con un simple entendimiento humano de la verdad Divina (v. 39). ¿Cómo podrían los judíos a quienes Cristo hizo la declaración en Juan 5:39 formar una estimación verdadera de la Persona y la Obra de Jesucristo? (1) Ellos no vendrían a Él (v. 40). (2) No tuvieron el amor de Dios en ellos (v. 42). (3) Ellos recibieron sólo a aquellos que vieron en su propio nombre y rehusaron recibir a Jesucristo (v. 43). (4) No buscaron el honor que viene de Dios (v. 44). (5) No creerían en las Escrituras de Aquel en quien confiaron (vv. 46, 47). No estaban dispuestos a venir a Cristo, porque la voluntad del hombre natural está en el cautiverio de Satanás. El hombre natural está muerto a las cosas de Dios; por lo tanto él no es auto-determinante. Si la voluntad pudiera determinarse a sí misma, la acción sería ambos la causa y el efecto, que es contrario a la Escritura. Una persona que piensa que él debe ejercer su voluntad para dar a Dios permiso de ejercer Su voluntad está perdida.

Cada ser humano tiene algún tipo de fe. Puede ser natural, temporal, histórica, o el resultado de haber visto hechos los milagros. Muchos, como los fariseos que fueron atraídos por las obras de Cristo, profesan la fe; pero Jesucristo no se ha comprometido a Sí Mismo a ellos (Juan 2:23, 24). Cada persona critica lo que no armoniza con su tipo particular de fe. Sólo aquellos con la fe dada por Dios están dispuestos a probar su fe por las Santas Escrituras. Aquellos que no están dispuestos en probar su fe por la palabra de Dios se enojan cuando alguien sugiere que lo hagan. Ellos prueban sus tipos respectivos de la fe por sus opiniones, sentimientos, y enseñanzas denominacionales. Aparte de la fe dada por Dios nadie puede agradar a Dios (Heb. 11:6). Cualquier cosa que no es motivada por la fe dada por Dios es pecado (Rom. 14:23). Uno con la fe natural no puede continuar escuchar y tratar de seguir la verdad objetiva de Dios.

La distinción debe hacerse entre el acto de creer y lo que se cree. El don de fe que es de Dios no es otro órgano añadido a los cinco órganos. Es la capacidad para oír, recibir, y aceptar lo que Dios da. La fe debe ser dada por Dios a fin de ser genuina. La fe dada por Dios es subjetiva. No puede separarse en descripción de la fe objetiva, porque la fe subjetiva es el canal por el cual corre la fe objetiva a la mente, el corazón, y la voluntad. En esta manera, la totalidad del hombre está incluida. Aunque la fe objetiva y subjetiva no son iguales, ellos son inseparables. El primer interés de uno a quien se le ha dado la capacidad para creer es lo que cree. Solo los elegidos pueden experimentar la fe dada por Dios, que es el resultado de la regeneración.

Se requiere la fe dada por Dios a fin de aceptar la fe objetiva en cuanto a la soberanía de Dios, la elección Divina, la Persona y la Obra de Jesucristo, la regeneración, la conversión, la vida santa por la cual la persona con la fe dada por Dios afana todos los días que él vive, etcétera. Aunque hay una conexión cercana entre la fe dada por Dios y la fe objetiva, la fe sola no da seguridad. “Ahora la fe es la seguridad de lo que está siendo esperado, la certeza de lo que no está siendo visto” (Heb. 11:1 — traducción). Lo que uno cree por su fe dada por Dios da seguridad. La fe en que uno tiene la seguridad es insuficiente, porque él tiene seguridad en su fe. La seguridad no está en la fe pero en lo que la fe cree, acepta, y entiende porque la fe subjetiva es el canal por el cual corre la fe objetiva a la mente, afectos (corazón), y la voluntad. Cuando los tres son involucrados, hay fe salvadora.

La fe natural no da a nadie la seguridad. El tipo de seguridad que la fe natural da resultará en ninguna seguridad. Como la esperanza que muchos dicen que tienen, hará a uno avergonzado (Rom. 5:5). La fe falsa puede por un tiempo alisar el viaje escabroso de la vida, pero no puede llenar el hueco profundo que dejó la caída del hombre al alma depravada. Un ejemplo Bíblico es el libro de Eclesiastés. Nada bajo del sol satisfizo al hombre que no estaba en el Hijo. La fe sola subjetiva no salva, justifica, o hace obras buenas ante los ojos de Dios. Pablo habló de las buenas obras como resultados de la fe subjetiva dada por Dios y el amor para la causa de Cristo al que uno se compromete. La fe dada por Dios no debe ser confundida con la confianza basada en datos estadísticos.

Nuestro Señor ilustró la fe subjetiva en la viuda de la parábola del juez injusto en Lucas 18:1-8. Pero la viuda tuvo la seguridad por la verdad objetiva que ella oyó. Esta parábola y la parábola del fariseo y el publicano se interponen entre la respuesta de nuestro Señor a las demandas de los fariseos para saber cuando vendrá el reino de Dios (Luc. 17:20-37) y la parábola del oficial del rey que había ido a un país lejos para recibir para sí mismo un reino y regresar (Luc. 19:12-27). Así, son registradas entre dos porciones proféticas de la Escritura. Los Cristianos en esta edad están siendo preparados por la gracia para el reino que Jesucristo establecerá cuando Él regrese a la tierra.

Entre la primera y segunda venidas de Jesucristo, los escogidos de Dios quienes son mencionados en Lucas 18:7 se representan en las parábolas de la viuda y el publicano. Como la viuda, los escogidos son privados del justo juicio entre los advenimientos de Jesucristo. Los Cristianos no consiguen ni conseguirán el justo juicio en esta dispensación. La viuda no consiguió el justo juicio por la razón que el juez quería darla, pero el juez le dio su justo juicio para cerrarle la boca para que no le molestara más. Él no tuvo reverencia para Dios y ningún respeto para el hombre. “Y Él contaba una parábola a ellos que siempre deben orar y no perder el ánimo, diciendo: Había un cierto juez en una cierta ciudad que no está temiendo a Dios y no está respetando al hombre. Y había una viuda en aquella ciudad, que continuamente venía a él diciendo: Consígame justo juicio de mi adversario por la ley. Y por un tiempo él no estuvo dispuesto; pero después él se dijo a sí mismo: Aunque no estoy temiendo a Dios ni respetando al hombre, aún porque esta viuda me causa problema yo le haré justo juicio, en caso de que por miedo de venir continuamente ella pudiera agotarme la paciencia. Y el Señor dijo: Oíd lo que el juez injusto está diciendo” (Luc. 18:1-6 — traducción).

La viuda era tan persistente que estaba al punto de agotarle la paciencia al juez injusto. Puesto que él no tuvo ningún respeto para Dios o la gente, él la haría justo juicio pero no porque él quiso. Él debe darle lo que pedía a fin de salvar su propia reputación política.

El publicano, el que regresó a su casa justificado ante Dios, fue despreciado por el religioso. El Señor “habló esta parábola a los que habían confiado en sí mismos que son justos y contando a los demás como nada” (Luc. 18:9 — traducción). Ambos el fariseo y el publicano en la parábola fueron al templo para orar. La primera cosa que el hijo de Dios hace cuando ha nacido del Espíritu es clamar, “Abba, Padre.” Podemos clamar al Padre mediante la obra del Hijo por la agencia del Espíritu Santo que habita adentro. Así, la Deidad está involucrado en la oración. Tenemos la intimidad con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. La intimidad con la Deidad es importante a nosotros durante los tiempos en que somos tratados injustamente y siendo despreciados.

El fariseo está contrastado con el publicano: (1) El fariseo estaba de pie. No había nada mal con su postura. (2) Él oró a sí mismo. Él no tuvo la fe subjetiva. Cada persona no salva ora a sí mismo, porque Dios no oye a los pecadores (Juan 9:31). (3) Él comenzó por usar el nombre de Dios. Todo los herejes en el mundo quieren usar el nombre de Dios para quitar su reproche. (4) Él se jactó de que no era como los demás de los hombres. En vez de mirar a Cristo él se miró a sí mismo. (5) Él era negativo; sin embargo, la justicia es ambos positiva y negativa. Lo que él dijo no probó la justicia personal. Mientras pretendía misericordia intentó el mérito. Como el fariseo, las personas que no tienen temor de Dios no tienen ningún respeto para el hombre. Una de las catorce denuncias horrorosas contra cada persona no regenerada es que no hay temor de Dios delante de sus ojos (Rom. 3:18).

El publicano está contrastado con el fariseo: (1) Él estaba a una distancia. Reconociendo la soberanía de Dios, él sabía que era lo que era por la gracia de Dios. (2) No quería alzar sus ojos. La vergüenza por el pecado es una virtud. (3) Él se golpeó su pecho, significando así la tristeza y un símbolo de una queja con el corazón. (4) Él confesó por hablar contra sí mismo, que requiere el Espíritu de la regeneración.

A pesar de ser tratados injustamente y siendo despreciados, los hijos de Dios no deben desanimarse, porque el Dios del justo juicio que amamos, servimos, y seguimos tendrá la última palabra. No debemos esperar el justo juicio ahora. Ni debemos esperar el amor del mundo. No somos parte de él; por lo tanto, el mundo nos aborrece. La gente de hoy en día que clama por el justo juicio debería darse cuenta que el Cristiano nunca lo conseguirá aquí. No podemos esperar el justo juicio de la gente que es injusta por naturaleza.

El justo juicio para los escogidos de Dios espera al reino. Entre tanto, debemos siempre estar en el espíritu de oración. “¿Y acaso Dios no hará justo juicio a Sus elegidos que están llorando a Él día y noche, y está siendo paciente en su beneficio?” (Luc. 18:7 — traducción). Una negativa doble se traduce comúnmente “de ninguna manera”; pero en este ejemplo, los dos adverbios griegos, ou me, nos da lo que es conocido como una pregunta retórica, que espera una respuesta afirmativa. La respuesta afirmativa es, “y está siendo paciente en su beneficio.” El antecedente de “su” es “Sus elegidos.” La respuesta sencilla a esta se encuentra en la declaración de Pedro que la paciencia de Dios es la salvación a todos los elegidos: “El Señor no está lento en lo que concierne a Su promesa, como algunos estiman la negligencia, pero es paciente hacia vosotros, no proponiendo a ninguno perecer sino a todos venir al arrepentimiento” (II Ped. 3:9 — traducción). Dios es paciente en cuanto a Su pueblo de modo que aquellos que han sido dados a Jesucristo en el pacto de la redención vendrán, sin la pérdida de ninguno, al conocimiento salvador de Jesucristo. Puesto que Dios traerá el justo juicio, no podemos esperar el justo juicio de los jueces injustos, políticos, la gente del mundo, o religiosos. El justo juicio al que nosotros estamos comprometidos es el que será hecho cuando Jesucristo venga como Rey de reyes y Señor de señores. Esta es nuestra esperanza.

La parábola del juez injusto concluyó con la declaración del Señor, “Os estoy diciendo que Él traerá el justo juicio para su beneficio. No obstante el Hijo del hombre habiendo venido, ¿encontrará la fe en la tierra?” (Luc. 18:8 — traducción). En la última parte de este versículo, hay una partícula interrogativa griega que espera una respuesta negativa. La pregunta es, ¿encontrará Cristo fe en la tierra cuando Él venga? Una respuesta negativa es verdadera. Cuando Jesucristo vino en Su primera venida, Él buscó fe en Israel. Él nació entre los judíos, vino a los judíos, y predicó a los judíos; pero Él no encontró fe en Israel en Su primera venida. ¿Encontrará Jesucristo el reino completo cuando Él venga para ocupar el trono que algunos piensan que la asamblea ha traído en la existencia por su obra espiritual? ¿Cuál será la condición cuando Él venga? Estamos viendo ya un aumento de la apostasía rápidamente aumentando hacia la gran apostasía antes de la venida de Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores. Puesto que debemos mirar a esto en la luz de su contexto, la viuda persistente representa a los escogidos de este pasaje de la Escritura. Su perseverancia fue manifestada. Su fe era la fe subjetiva, pero tuvo la seguridad por la fe objetiva que oyó. La iniquidad abunda, y el amor de muchos está enfriándose. Jesucristo no encontrará un reino o un mundo convertido sino caos, confusión, y una condición apóstata. Su juicio vendrá sobre el mundo, y entonces Él establecerá Su reino.

(Contenido)


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LA FE DADA POR DIOS
EXAMINADA TEOLÓGICAMENTE

El Dios que requiere la fe de los elegidos obra la fe en los elegidos. La fe salvadora es de Dios, y es obrada en nuestros corazones por el soberano Dios. La fe dada por Dios no es solamente la capacidad para ver y entender a Jesucristo, sino también es la capacidad para apropiar a Jesucristo. La fe es don de Dios. Es dada por Dios al inteligente y al analfabeto en la misma manera. La persona altamente inteligente no está en una posición mejor para aceptar el don de Dios que la persona analfabeta. Pero la persona analfabeta que ha sido regenerada y convertida no permanecerá analfabeta. Él estudiará y mejorará de tal modo que él podrá ganar un mejor entendimiento de la palabra de Dios.

La Fe Dada Por Dios Y
El Pacto Eterno De Dios Conectados

La fe dada por Dios está unida con el pacto eterno de la gracia: “Ahora el Dios de paz, El que levantó de los muertos el grande Pastor de las ovejas en la sangre de un pacto eterno, nuestro Señor Jesús, para haceros completos en cada cosa buena para hacer Su voluntad, produciendo en nosotros lo que es aceptable en Su presencia mediante Jesucristo a quien sea la gloria para siempre: Amén” (Heb. 13:20, 21 — traducción). “Y las naciones escuchando se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y todos los que estaban designados a la vida eterna creyeron” (Hech. 13:48 — traducción). “Y cuando él deseó pasar por Acaya, los hermanos escribieron habiendo animado a los discípulos a recibirle; quien, habiendo venido, ayudó mucho a los que han creído por medio de la gracia” (Hech. 18:27 — traducción).

Dios es el Dios de pacto, y esto es aparte de cualquier relación con el hombre. Él es el Dios trino. En esa trinidad, hay unidad exclusiva. Ninguna cuarta persona podría tener un lugar en esta unión de iguales. Esa posibilidad negaría la gracia. En esta unión de iguales son el plano, propósito, precio, y aplicación de la redención.

La expresión, “el pacto eterno,” milita contra la idea de que es uno medio al fin. Un medio no es eterno. Cuando lo que es efectuado por un medio se realiza, ha servido su propósito. En contraste, el pacto eterno permanece. Es pretemporal, cotemporal, y postemporal. Por eso la Escritura habla de Jesucristo y Su muerte siendo de Dios. Puesto que el pacto eterno es unilateral, no es un camino sino la consumación. Para hacer un pacto efectivo, las personas involucradas deben ser capaces de cumplir las condiciones emprendidas. Tal cumplimiento es imposible con los hombres. En el pacto eterno, las Personas contratantes en la Deidad son capaces de cumplir las condiciones, y los elegidos son los beneficiarios de la gracia maravillosa de Dios.

Algunos estudiantes griegos explican la palabra griega para pacto (diatheke) como un contrato, pacto, o testamento. Otros creen que es una disposición, un arreglo de cualquier cosa que uno desea ser válida, un acuerdo, o un pacto. Ellos declaran que la palabra pacto se usa para denotar la relación cercana a que Dios entró, si era el pacto con Abraham, Moisés, David, etcétera. Ellos añaden que en el Nuevo Testamento, pactos distintos son mencionados, Mosaico y Cristiano. Otros dicen que denota una disposición testamentaria, testamento, o pacto. Debemos de llamar la atención al hecho que la palabra diatheke generalmente significa pacto, pero en el griego helenístico contemporáneo, se expresa un sentido jurídico y significó testamento. En el griego clásico, suntheke es una palabra para pacto. El prefijo preposicional, sun, la rendiría un pacto entre dos partes que vienen juntos sobre términos iguales. Por lo tanto, aquellos que nos dio el Nuevo Testamento no usó esa palabra, porque incorrectamente describió el pacto eterno. Los religiosos deberían usar esa palabra porque ponen los hombres sobre un nivel superior a Dios. Su opinión herética es que Dios no puede hacer nada hasta que el hombre Le deje. La palabra diatheke se usa porque es un pacto unilateral entre las Personas en la Deidad.

En Hebreos 9:16-17, diatheke está usada en el sentido de un testamento. Un testamento es un arreglo de posesiones y tiene fuerza sólo cuando la persona que ha hecho el testamento ha muerto y la muerte está establecida. Sin embargo, Cristo es el único Testador para hacer un testamento, sobrevivir la muerte, y vivir para ser el ejecutor de Su propio testamento. Hay algunos aspectos importantes acerca de un testamento: (1) Un testamento debe nombrar a los heredados (Juan 10:3; Fil. 4:3; Apoc. 3:5; 13:8). (2) Un testamento debe describir la herencia (Ef. 1:1-14). (3) Un testamento debería ser comprobado (Sal. 119:89). (4) Un testamento no es válida hasta que el autor del testamento muere (Heb. 9:16, 17). (5) Un testamento debe proveer para un ejecutor. Jesucristo resucitó de los muertos para ser el ejecutor de Su propio testamento. En Hebreos 9:16-17, el Testador es Jesucristo; los santos son los herederos; los legados son los dones del Espíritu Santo; y los testigos son los apóstoles.

Hechos 13:48 prueban que la fe dada por Dios está conectada con el pacto eterno de la gracia: “Y las naciones escuchando se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y todos los que estaban designados a la vida eterna creyeron” (traducción). La palabra “designados” (perfecto pasivo participio de tasso) se usa en el sentido de designar, ordenar, o determinar. Los arminianos argumentan que si Hechos 13:48 refieren a la elección de Dios de algunos para que sean salvos, contradice el versículo 46, que habla de Dios permitiendo la libertad de escogimiento de los judíos en rechazar el evangelio. “Y Pablo y Bernabé habiendo llegado a ser valerosos dijeron: Era necesario que la palabra de Dios fuera predicada primero a vosotros; puesto que la rechazáis y os juzgáis vosotros mismos indignos de la vida eterna, he aquí volvimos a las naciones” (v. 46 — traducción). Ellos enseñan que el versículo 48 simplemente significa que todos los que eran capaces de creer estaban “dispuestos” para creer, creyeron, y por el evangelio y el Espíritu, eran puestos en orden.

Al contrario del argumento arminiano, en el pacto eterno de la gracia, Dios designó a todos los escogidos para creer; y todos los que están en el pacto de la gracia creerán. El escogido será preservado por la providencia de Dios hasta que él crea. Él es designado para creer, no dispuesto para creer. Uno cree por medio de la gracia; por lo tanto, la gracia subjetiva debe estar dentro antes de que él puede creer. La palabra “dispuestos” es una traducción incorrecta de tetagmenoi (perfecto pasivo participio nominativo masculino plural del verbo tasso), usado con la preposición eis (el acusativo de relación) en el versículo 48. La palabra “dispuestos” significa ser puesto en un arreglo u orden particular. Uno que traduce tasso así debe preguntarse a sí mismo, ¿Quién los dispuso? ¿Es la liberación de la penalidad del pecado una cuestión de la resolución del hombre u ordenación de Dios? La respuesta a estas preguntas resuelve el problema entero hecho por el hombre. Aunque uno traduce la palabra como dispuestos, él no probará que la disposición es de uno propia. Los elegidos son dispuestos por el decreto y la providencia de Dios. No hay mención directa de la elección de Dios aquí, pero se implica. ¿Cómo pueden las personas que están en enemistad contra Dios tener cualquier inclinación o disposición interior hacia Dios? “Del hombre son los propósitos del corazón, mas del SEÑOR es la respuesta de la lengua” (Prov. 16:1 BLA). No está en el hombre poner en orden su propio corazón. Este es totalmente obrado por Dios.

El verbo tasso se encuentra 8 veces en el Nuevo Testamento: Mateo 28:16; Lucas 7:8; Hechos 13:48; 15:2; 22:10; 28:23; Romanos 13:1; y I Corintios 16:15. Estas ocho referencias pueden ponerse en cinco categorías — mandar, designar, determinar, a sujetarse a la autoridad, y dedicar.

El verbo tasso nunca se usa para denotar una disposición o inclinación interna que proviene del propio corazón depravado. Los judíos no creyeron. Ellos rechazaron el mensaje que predicaron Pablo y Bernabé. Por lo tanto, sus corazones no habían sido tocados por la gracia. Ellos no tuvieron inclinación para el evangelio. No estaban sedientos para la justicia. Como cada persona depravada, el evangelio predicado de Cristo no significó nada para ellos. Sin embargo, algunos de los gentiles se estaban gloriando en el Dios de la salvación y regocijándose en el mensaje que estaban oyendo, porque su inclinación no vino de algo que se originó dentro de sí mismos.

No recibimos la gracia por nuestra fe: “Y cuando él deseó pasar por Acaya, los hermanos escribieron habiendo animado a los discípulos a recibirle; quien, habiendo venido, ayudó mucho a los que han creído por medio de la gracia” (Hech. 18:27 — traducción). Puesto que creemos por medio de la gracia, no creemos para recibir la gracia. La salvación es de Dios por la fe dada por Dios. Está conectada con el pacto eterno de la gracia de Dios. Todos aquellos que Dios ha designado para creer creerán, y creerán por medio de la gracia. Nuestra fe está arriba de lo natural. Viene de Dios Mismo.

El Pacto Eterno Establecido
Por La Deidad

El pacto eterno es unilateral entre las Personas en la única Deidad. No es bilateral entre Dios y el hombre. La Deidad estableció el pacto; pero aquellos que dicen que el pacto es unilateral en el origen y bilateral en la ejecución dicen que Dios estableció el pacto, pero el hombre llega a ser una parte en su ejecución. Esto haría la libertad de la penalidad y la condenación de pecado condicional. Pero esta liberación no es condicionada en el arrepentimiento y la fe de una persona. Si fuera condicional, la gracia se anularía. El hombre no puede ser un copartícipe en relación al Dios vivo. Dios puede hacer un pacto solamente entre iguales. Este es descriptivo del pacto unilateral entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. El hombre siempre es la criatura dependiente y necesitada que debe beber de la fuente de Dios. Cómo puede tal criatura presumir la posición de un participante en el pacto de la gracia.

Hay dos partes, y no dos participantes, en el pacto de la gracia. Nuestra parte es amar al Señor con todo nuestros corazones, almas, mentes, y poder, pero nuestra parte no es una condición al cumplimiento de la parte de Dios. Nuestra parte es el fruto de la parte de Dios. Porque el soberano Dios incondicionalmente obra la gracia en nuestros corazones, somos capaces de amar al Señor con nuestro corazón, alma, mente, y poder. La elección es un acto eterno de la voluntad de Dios; por lo tanto, fue consumida antes del deber del hombre. Así, cada causa debe preceder a su efecto.

La vista tradicional es que el pacto que Dios hizo con Adán en el huerto de Edén consistió de una promesa, una condición, y una penalidad. Aquellos que aceptan este punto de vista declaran que la promesa fue la vida eterna; la condición fue la obediencia perfecta; y la penalidad fue la muerte. Sin embargo, sus declaraciones no son Bíblicas. Dios es El que creó, plantó, puso a Adán en el huerto de Edén, y dio el mandamiento. Dios no prometió a Adán la vida eterna basada en la condición de que él sería perfectamente obediente. Si hubiera sido fiel, él no hubiera sufrido la muerte, pero esto no es igual que alcanzar un estado más alto de la justicia no creada. ¿Cuál tipo de rectitud tuvo Adán en el huerto de Edén? Él no tuvo una justicia no creada; él tuvo una rectitud creada de la cual él cayó. Él no cayó de una justicia no creada. Todos los elegidos de Dios tienen una justicia no creada que Jesucristo logró por nosotros en el Calvario, y es imputada e impartida a nosotros. Desde aquí nunca podemos caer.

La vida eterna requirió la encarnación y la muerte de Jesucristo. En el propósito de Dios Adán cayó, porque la justicia no creada viene a los elegidos de Dios mediante el Señor Jesucristo. No viene por una obra hecha por un individuo, sea Adán en el huerto de Edén o cualquier persona subsiguiente a la caída. La vida eterna tiene su realización en la resurrección de Jesucristo. El pacto unilateral entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo se llevó a cabo en la eternidad antes de la creación del hombre, antes del huerto de Edén, y antes de la caída de Adán en el huerto de Edén. El pacto de la gracia no es un acuerdo mutuo entre Dios y el hombre. Es establecido solo por Dios.

La Fe Dada Por Dios
Una Realidad En Jesucristo

El libro de Hebreos, que declara que Jesucristo está inseparablemente conectado con el pacto eterno, tiene mucho que decir acerca del tema de la fe. Cerca de la conclusión de la Epístola una referencia está hecha al “Dios de paz, El que levantó de los muertos el gran Pastor de las ovejas” (Heb. 13:20 — traducción). Cuando pensamos en el gran Pastor de las ovejas, nuestras mentes van a Juan 10 donde el Pastor y las ovejas se retratan vivamente. (1) El Pastor verdadero entró en el redil (judaísmo) por la puerta. Así, Su entrada fue en una manera lícita (Juan 10:2). (2) A este Pastor el portero abrió la puerta (v. 3). (3) El Pastor llama a las ovejas por nombre (v. 3). (4) El Pastor distingue entre las ovejas y los cabritos (vv. 4, 5). Él aún distingue entre las ovejas que han sido avivadas y salvadas en una experiencia de conversión y aquellos que son ovejas pero todavía no han sido llamadas. Los elegidos son ovejas perdidas antes que sean ovejas salvadas. (5) El Pastor conduce a Sus ovejas fuera del redil (v. 3). Cristo no vino para salvar a Sus ovejas en el judaísmo, pero para salvarlas del judaísmo. En la misma manera, Él no vino para salvarnos en nuestros pecados; Él vino para salvarnos de nuestros pecados. (6) El Pastor va delante de Sus ovejas (v. 4). Él es el Capitán de nuestra salvación conduciendo a muchos hijos a la gloria (Heb. 2:10). (7) Él da vida eterna a las ovejas (Juan 10:28). El recipiente de la gracia está entre la mano del soberano Dios y la mano crucificada de Jesucristo. (8) El Pastor da vida abundante (v. 10). (9) Él puso Su vida para las ovejas (v. 11). (10) Él marca a Sus ovejas (v. 14). Cuando uno de los elegidos es regenerado, él está sellado hasta el día de la redención (Ef. 4:30). (11) Él cuida a Sus ovejas (Juan 17:6). (12) El Pastor de las ovejas dio Su vida por las ovejas, y Él ha sido traído fuera de la muerte (Sal. 23). Las ovejas son característicamente mansas o humildes. Reconocemos que somos lo que somos por la gracia de Dios. Somos inofensivos. Las ovejas de Dios no son por lo natural hacedores de problemas. Somos pacientes, como las ovejas conducidas al matadero. Somos totalmente dependientes. Las ovejas son obedientes. Somos contentos adondequiera que el Pastor nos conduce. Somos sociables (Hech. 2:41, 42).

La Elección Divina Garantiza La Fe

La fe está garantizada en la elección Divina. La elección es un acto eterno de la voluntad de Dios; por lo tanto, fue consumida antes del deber del hombre. Así, cada causa debe preceder su efecto. Dios nos escogió en Sí Mismo antes de la fundación del mundo: “Bendecido es el Dios y el Padre de nuestro Señor Jesucristo, El que nos habiendo bendecido con cada bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, así como Él nos escogió en Sí Mismo antes de la fundación del mundo, para ser siendo santos y sin mancha ante de Él...” (Ef. 1:3, 4 — traducción). Tenemos muchas bendiciones en Cristo, pero el sustantivo para bendecido (eulogetos) usado aquí por la inspiración del Espíritu Santo es un sustantivo singular. Se usa como una bendición dado por Dios el Padre mediante la obra terminada de Su Hijo en el Calvario y por la obra del Espíritu Santo en la regeneración. El aoristo medio indicativo del verbo para escogió (eklegomai) enfatiza que Dios en el tiempo pasado nos escogió para Sí Mismo.

El movedor primordial en Efesios 1:1-14 es el Dios trino: (1) Dios el Padre (vv. 3-6), (2) Dios el Hijo (vv. 7-12), y (3) Dios el Espíritu Santo (vv. 13, 14). Por lo tanto, la fe dada por Dios es basada en la naturaleza y el propósito de Dios. La fe que es propuesta por el Padre (vv. 4-6) y asegurada por el Hijo y Su obra redentora en el Calvario (vv. 7-12) llega a ser una realidad por el Espíritu (vv. 13, 14). Los elegidos fueron designados por Dios el Padre para creer (Hech. 13:48). El Hijo proveyó la gracia para los elegidos por la cual podríamos creer (Hech. 18:27). El Espíritu de la regeneración hace la gracia una realidad al elegido; entonces, estamos en una posición para creer.

Sobre la superficie, la declaración que el alma es la vida del cuerpo, y la fe es la vida del alma, y decir que Cristo es la vida de la fe suena bien. Sin embargo, sería mejor decir que el Espíritu es la vida del alma, porque el Espíritu da vida al alma. En Su entrada en la regeneración, el Espíritu Santo también da la capacidad para creer. El Espíritu es la vida del alma, porque el Espíritu de fe acepta a Jesucristo en una experiencia de conversión.

El arrepentimiento y la fe son ni la fundación ni la piedra que corona en el edificio espiritual. Aunque ambos son inseparablemente conectados con la elección, ellos ni son la causa ni la consumación. La gracia es la fundación, y la gloria es la consumación. Si la salvación no se puede dar como Dios quiere, no es de Dios. Si todos los pecadores tienen el reclamo igual en la salvación, ¿cómo puede Dios dar lo que todos los pecadores tienen por reclamo igual? ¿Por qué deben ser concernientes los opositores acerca del honor del Divino justo juicio con respecto a la elección Divina? ¿No está mostrando Dios más estima para la humanidad caída que para los ángeles caídos? Dios es justo en ejecutar el justo juicio sobre todos los que tienen la culpa.

(Contenido)


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LA FE DADA POR DIOS
EXAMINADA TEXTUALMENTE

La fe de los regenerados por el Espíritu soberano es al conocimiento correcto de la verdad que es según la piedad verdadera (Tito 1:1). Entendemos la primera página de la Santa Escritura solamente por la fe. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1 BLA). Por la fe Abel vio al Cordero que quita el pecado del mundo; Enoc vio el compañerismo Divino; Noé vio la inundación venidera; y Abraham vio la ciudad futura de Dios. Los efectos presentes prueban que la causa es la causa sin causa (Heb. 11:6). Quién sería tan necio en decir que las cosas vinieron de la nada sin una causa. La fe que agrada a Dios es grandemente malentendida. La fe no es un músculo por lo que la persona no salva puede hacer espiritual por desearla intensamente. Esto la haría una fe falsa. La fe que agrada a Dios no es un asunto de insistir en que Dios hará lo que uno pide, sino es una confesión humilde de que Dios hará lo que Él desea.

El Orden Teológico En La Soteriología

Textualmente, el orden en la teología se expresa gramaticalmente. La fe es dada por Dios en la regeneración antes de ser llamada en la acción por el llamamiento eficaz:

1. La fe salvadora alcanza a aquello por lo cual fue también alcanzado por Jesucristo (Fil. 3:12). Una persona no puede alcanzar nada hasta que primero ha sido alcanzado por el Señor y Su gracia. Esto es el orden gramaticalmente expresado.

2. La voluntad y el poder se unen en Efesios 1:15-23. El poder de Dios ejecuta lo que Él propuso. No habrá ningún cambio externo hasta que Dios obre un cambio interno en el individuo, porque Dios obra en nosotros el querer (interno) y el hacer (externo) por Su beneplácito (Fil. 2:13). El querer y el hacer de Dios es la verdad de Dios puesto en orden en las Escrituras. Los ministros de Dios predican a la gente, pero sólo Dios obra en ellos para el querer y el hacer por Su beneplácito. Uno puede razonarse en sí mismo para reformar su vida y unirse con una asamblea, pero él no puede razonarse a sí mismo en unirse con Cristo.

3. El poder potente de Dios da, mantiene, y consuma la fe. Somos liberados por la fe. Caminamos por la fe. Todo lo que hacemos que no es de fe dada por Dios es pecado (Rom. 14:23). Pero todo lo que la persona sin la fe dada por Dios hace es pecado.

4. La fe salvadora, que es el don de Dios, trae en cautiverio todo pensamiento rebelde que se enaltece a sí mismos contra el conocimiento de Dios y nos traerá a la obediencia a Cristo (II Cor. 10:5). Las palabras son la expresión de nuestros pensamientos, pero las acciones son las personificaciones de nuestros pensamientos. El secreto absoluto de pensamientos es una prerrogativa con que el hombre no quiere dejar ir en la vida. Sin embargo, el tiempo vendrá cuando él se separará de ese ocultamiento (I Cor. 4:5). Los pensamientos secretos de los Cristianos se harán conocidos cuando permanezcamos ante el tribunal de Cristo.

5. El orden de Dios en la liberación de Sus escogidos en Romanos 8:29-30 es como sigue: (1) Dios conoció de antemano. (2) Dios decidió de antemano. (3) Dios llamó. (4) Dios justificó. (5) Dios glorificó. En el griego, todos estos cinco verbos son aoristos activos indicativos, significando la acción completa pasada. Los primeros dos — Dios conoció de antemano y Dios decidió de antemano — son actos eminentes del Dios eterno. Los últimos tres — llamó, justificó, y glorificó — se llevan a cabo en los elegidos en el tiempo. Como el llamamiento presupone la fe (Rom. 10:14), la fe presupone la regeneración, porque la persona que cree tiene la vida eterna. Entre los teólogos, hay dos puntos de vista en cuanto a Juan 5:24 — “De cierto de cierto estoy diciéndote. El que está oyendo mi palabra y creyendo El que me envió tiene vida eterna, y no está viniendo en juicio pero ha pasado fuera de la muerte a la vida” (traducción). El primer punto de vista es que uno oye y cree porque él tiene vida. El segundo punto de vista es que uno oye y cree a fin de tener la vida. El primero es la verdad de la Escritura. Por ejemplo, uno que se levanta y camina tiene la vida. Él no recibe la vida por levantarse y caminar. Uno no puede creer sin la vida espiritual.

6. La unión con Dios no comienza con la fe. Las otras uniones preceden nuestra unión con Dios cuando creemos. Hay cinco maneras en que uno tiene unión con Dios: (1) El escogimiento de Dios — la elección Divina, (2) la redención que se llevó a cabo en el Calvario, (3) la regeneración, (4) la fe que está entendiendo la realidad de la regeneración, y (5) la gloria. Las primeras dos son actos legales. Las segundas dos son los actos reales. La quinta es un acto futuro. La última, aunque presentemente no realizada, es tan segura como las otras.

El Desorden En La Soteriología

Hay desacuerdo entre los teólogos acerca del tema de la soteriología:

1. Los que creen que la gracia, la fe, y la salvación son los dones de Dios dicen que la fe es el don de Dios, y uno la tiene; pero él no es salvo, porque no la ha usado correctamente.

2. Otros teólogos presumen que cada persona debe actuar en su propio poder soberano de escogimiento, que es un derecho Divinamente conferido basado en la misericordia de Dios.

3. Algunos declaran que los únicos que buscan entrar en la ciencia de la teología sistemática son aquellos cuya fe ha garantizado su regeneración.

4. Otros afirman que la regeneración ha de ser entendida desde la generación natural. Ellos dicen que en la encarnación de Jesucristo, el Espíritu Santo era el Agente comunicativo, y la fe de María suplió el instrumento receptivo.

5. Otros teólogos creen que la fe es el medio espiritual por el cual nosotros nos unimos con Cristo, vivimos de Él, y recibimos todos Sus beneficios. Ellos afirman que el poder de la fe puede lograrse en los corazones de los infantes o adultos. Ellos presumen que Dios comúnmente da este poder de la fe a los elegidos del pacto en su infancia.

6. Los teólogos que enseñan la redención universal dicen que es absurdo preguntar si la sangre de Jesucristo era eficaz en salvar a todos los hombres sin excepción. Ellos explican que la redención no será universal si Su sangre no era derramada por todos sin excepción. Además, la salvación no podría ser auténticamente ofrecida si la sangre de Cristo era eficaz por sólo algunos.

Todos los que predican que Jesucristo es impotente para salvar a menos que el pecador primeramente quiera y Le de su consentimiento son mercachifles de la salvación. Ellos refutan el significado de la redención. La redención es la satisfacción, y la satisfacción es el pago actual de la deuda del pecado por todos para quienes Cristo murió. Si Cristo murió por todos, entonces todos serán salvos. Los mercachifles de la salvación, como los políticos, saben lo que apela a la naturaleza humana depravada; por lo tanto, ellos solamente dan lo que produce resultados.

La Fe Llamada En La Acción

La fe dada por Dios en la regeneración es llamada en la acción por el llamamiento eficaz del evangelio. El primer acto de la fe dada por Dios es la fe actuando como el resultado de habiendo sido llamado eficazmente por el evangelio. Es aceptar a Jesucristo como el Señor y Salvador así experimentando una conversión verdadera. La persona con la capacidad de creer no actúa hasta que el llamamiento del evangelio viene, y el llamamiento eficaz del evangelio trae en acción la fe dada por Dios. Esta fe dada por Dios, que es subjetiva, se extiende para confiar en lo que el mensaje del evangelio tiene que decir acerca de la Persona y la Obra de Jesucristo. El último acto de la fe es la realización del Cristiano de que el tiempo ha venido para pasar del tiempo y entrar en la eternidad, y él fácilmente se somete a sí mismo a la voluntad de Señor.

El primer acto de la fe ha sido llamado una gran ventura, pero la palabra ventura es una selección pobre de palabra. La ventura es una empresa que involucra un riesgo, incertidumbre, o una ventura de negocio en que la pérdida es un riesgo en esperanza de ganancia. Este no es un término bueno para usar cuando se refiere a aceptar a Jesucristo como Salvador. La única manera que la palabra ventura podría ser usada Bíblicamente para referirse a la fe estaría en referencia al último acto de la fe en cuanto a aventurarse en un lugar extraño. Todo lo que sabemos acerca de la eternidad es lo que la palabra de Dios nos da a conocer, y la palabra no ha revelado todo lo que experimentaremos. Cuando salgamos del tiempo a la eternidad, entraremos a un lugar extraño para nosotros porque nunca hemos estado allí. No corremos en riesgo en aceptar a Jesucristo. Los arminianos con su teología tomarían un riesgo, porque ellos hacen de la fe humana una contribución a su experiencia de la salvación. Por el contrario, la fe dada por Dios da la capacidad para creer. Por esta fe dada por Dios aceptamos a Jesucristo, pero no es una contribución humana a nuestro liberación.

El escritor del libro de Hebreos escribió acerca de una fe viva que no retrocede o evita la responsabilidad a Dios. Esta fe ha sido aprobada a causa de la verdad que acepta. Hebreos 11 registra el camino de la fe (vv. 1-7), la perseverancia de la fe (vv. 8-22), y el poder de la fe (vv. 23-40). En el prólogo de este capítulo, el escritor describió la fe como “la seguridad de lo que está siendo esperado, la certeza de lo que no está siendo visto. Por esta [fe] los ancianos fueron aprobados” (vv. 1, 2 — traducción). El escritor entonces dijo, “Ahora sin la fe es imposible agradarle; porque el que viene a Dios debe creer que Él existe y Él llega a ser [ginomai] un galardonador a los que diligentemente Le buscan” (v. 6 — traducción). Creer que Dios existe es una necesidad absoluta para el que se acerca a Dios. La persona que se acerca a Dios es un recipiente de la fe dada por Dios. Por eso, él continuamente se acerca al Dios de su salvación. Él no solamente cree que Dios existe pero que también llega a ser un galardonador de los que diligentemente Le examinan. Aquellos sin la fe dada por Dios hacen tales declaraciones como estas: “si hay un Dios”; “Ahora, Dios si tu realmente estás allí, haz esto y lo otro”; “Si eres lo que dices que eres”; y “Yo hablé con el hombre arriba.” En contraste, uno que tiene la fe dada por Dios creerá en las Escrituras.

La fe dada por Dios ha sido aprobada a causa de la verdad que acepta. La verdad de Dios (fe objetiva) da seguridad (I Tes. 1:5), poder (I Tes. 1:5), y la victoria (I Jn. 5:5) a la fe subjetiva. Tal fe se ancla en Jesucristo que da seguridad de las cosas esperadas y persuasión de las cosas no vistas. Aunque una distinción se debe hacer entre el acto del creyente y lo que se cree, hay armonía entre la verdad objetiva y la fe subjetiva. Así, la realidad de fe subjetiva depende en la verdad objetiva que la fe subjetiva acepta. Cuando una persona expresa lo que cree, los Cristianos pueden determinar si la fe que él dice que tiene es la fe dada por Dios o la fe humana.

Podemos saber del contexto si Hebreos 11:1 es una definición de la fe o una descripción de la fe. Hebreos 11 da una declaración de la acción de la fe. La fe hace a las promesas una realidad presente y las cosas invisibles, visibles. ¿Cómo puede la fe hacer algo irreal una realidad? La fe puede hacer la promesa de Dios una realidad a la mente basada en lo que dijo Dios, porque es una realidad que Dios hizo la promesa antes de la fundación del mundo. Si tenemos la fe de Abraham, llamando existentes a las cosas que no existen, podemos ver lo que el escritor hebreo tuvo en su mente. Estamos esperando por algo que todavía no es una realidad, pero llega a ser una realidad al Cristiano basado en la promesa de Dios.

Si la fe subjetiva sola dio seguridad, poder, y victoria, lo que cree una persona no importaría. La fe de los elegidos de Dios hace la vida significativa por sacarnos fuera de nosotros mismos y causarnos confiar en las promesas de Dios. La creencia de los santos del Antiguo Testamento en las promesas de Isaías 53 fue basada en los sacrificios del Antiguo Testamento, que fueron sombras de la realidad de esos sacrificios en el Señor Jesús. Su fe podría salir en el futuro. Como Abraham vio una ciudad que estaba lejos y los santos del Antiguo Testamento creyeron que Jesucristo vendría para cumplir todas las sombras y promesas del Antiguo Testamento, nuestra fe toma las promesas de Dios que todavía no son cumplidas, y ellas llegarían ser realidades a nuestras mentes. Estas son realidades porque Dios que conoce el fin las dio desde el principio. En cuanto a la mente de Dios estas ya son realizadas.

Ninguna persona es regenerada por creer que es regenerada. Además, nadie tiene la seguridad porque cree que tiene seguridad. Una persona es regenerada antes que cree, y tiene la seguridad porque la verdad objetiva le ha dado la realidad de las cosas que ha esperado. Solo la fe subjetiva, que es el fruto de la regeneración, es el canal por el cual la fe objetiva corre a una experiencia firme de la salvación. Esta experiencia subjetiva de la conversión no puede venir de lo que los neoliberales llaman un mensaje infalible que viene mediante una falible revelación objetiva que comparte la perfección de Dios y las imperfecciones del hombre. Cualquier incertidumbre en cuanto a la parte que es perfecta y lo que es imperfecto destruye la seguridad. El neoliberal dice que tenemos un mensaje perfecto, pero ha venido a nosotros mediante las escrituras de los hombres imperfectos. Su manera de expresión destruye su seguridad de la salvación. Aquellos que creen en una Biblia falible tienen una vista falsa de la Santa Escritura y el Santo Dios. El escritor no estaba simplemente diciendo en Hebreos 11:6 que los hombres deberían urgirse en creer que hay un dios. Él declaraba el verdadero Dios. Pensando en algún tipo de dios no sería de ningún provecho a aquellos que no disciernen quien es el verdadero Dios.

Los neoliberales, como los atenienses, cubren sus herejías con formas religiosas. La religión moderna de hoy en día tiene más ídolos que los de Atenas tuvieron durante el tiempo de Pablo. Lo que le causó tristeza a Pablo se ha multiplicado millares de veces. Como Pablo comenzó donde los atenienses concluyeron, los siervos de Dios en el día de hoy miran más allá de las filosofías de los hombres y ven en Jesucristo todos los tesoros de sabiduría y conocimiento. Como la reacción del apóstol con los atenienses, los siervos de Dios se emocionan por lo que ven y oyen de los neoliberales (Hech. 17:16, 17). En el medio del deterioro intelectual, la gente anhela algo nuevo para satisfacer sus apetitos depravados. El amor a lo nuevo está ganando ascendencia sobre las marcas antiguas de los principios Bíblicos establecidos. Así, los hombres de Dios están siguiendo el ejemplo de Pablo por decir, “porque El ha establecido un día en el cual El es cerca de estar juzgando la tierra habitada en justicia, por un Hombre quien designó, dando una garantía a todos habiéndole levantado de los muertos” (Hech. 17:31 — traducción).

El escritor de Hebreos usó una palabra muy fuerte cuando habló de la imposibilidad de agradar a Dios aparte de una fe dada por Dios. La palabra griega para imposible en Hebreos 11:6 no es dunatos, que significa fuerte, capaz, o posible, sino adunatos (el uso de a niega a la palabra), significando imposible. El grado de la fe subjetiva depende de cuan inteligente es uno en lo que concierne al consejo entero de Dios y cuan fiel él está para aplicar la verdad a la que él se ha sometido. La fe afronta un grado más alto de certidumbre en el ambiente espiritual que los científicos dan en la comunidad científica. Lo más que conocemos acerca de Dios y las Escrituras lo más grande será nuestra seguridad. Corregimos a nuestra propia prueba por el conocimiento mayor que nosotros hemos ganado como resultado de estudio adicional. Nosotros siempre nos probaremos a nosotros mismos y haremos cambios de lo que hemos creído. Como resultado de aprender más de la palabra de Dios, la fe aumenta. Los Cristianos que habitualmente buscan a Dios son recompensados en el tiempo, pero la culminación de la recompensa debe esperar a la eternidad. Cuando llegue a ser más grande nuestro conocimiento de la fe objetiva, o la verdad de Dios, llegue a ser más fuerte nuestra fe subjetiva en la seguridad, poder, y victoria. La fe dada por Dios alivia la incertidumbre. Mientras continuamente viniendo a Dios y diligentemente buscando las cosas de Dios, estamos corrigiendo nuestra prueba y llegando a ser más fuerte en nuestra fe, testimonio, y seguridad. La regeneración nos hace conocer los escritores santos que nos dieron las Santas Escrituras. Sobre la base de ese conocimiento, tenemos una fe poderosa que nos ha dicho la verdad.

Los hechos de la realidad de Dios no son basados sobre las leyes abstractas de la lógica humana. ¿Qué puede saber el creyente acerca de su fe subjetiva sin la verdad infalible objetiva de Dios? Es necesario formular al objetivo a fin de estabilizar el subjetivo. Aunque el creyente no sabe al principio por qué está investigando diligentemente a Dios, el subjetivo se confirma cuando él formula el objetivo. La idea subjetiva de Dios es menos que el hecho objetivo de Dios. El arreglo ordenado del mundo demanda una causa no causada. Debemos creer que Dios existe sin principio ni fin. Alguien que mantiene que el mundo se causó a sí mismo existir afirma que actuó antes de que existió. Si el principio de causalidad requirió que todo tiene una causa, esto se aplicaría también a Dios.

El principio de causalidad no significa que la existencia exige una causa, sino que la emergencia de lo que no es existente exige una causa. Por lo tanto, el universo ordenado adeuda su existencia a una causa fuera de sí mismo. Es un objeto finito; cada objeto finito se ha traído a ser por el infinito Dios; y el Dios infinito es sin una causa. Dios que arregló y propuso las edades es un Ser omnisciente. Su arreglo muestra un diseño en cada parte del universo. Todos los órganos del cuerpo humano y todas las especies de vida en el universo están para el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Así, la inteligencia en el efecto prueba la inteligencia en la causa. Todo el conocimiento del hombre ha venido directamente de Dios o de la creación de Dios. La capacidad de comprender las cosas espirituales reveladas en la Escritura viene directamente de Dios en la regeneración, y la aptitud en conocer a Dios como Creador es revelada en el universo preparado ordenado. La nulidad absoluta es irrazonable; por lo tanto, el argumento para la existencia tiene la aprobación de la Escritura. La necesidad para la existencia se denota en la declaración, “YO SOY” (Ex. 3:14).

La Seguridad De La Fe

La fe dada por Dios es una disposición del ser espiritual del hombre por la cual él puede estar seguro que el Cristo de la Escritura es su Salvador. “Todos creyendo que Jesús es el Cristo han nacido [perfecto pasivo indicativo de gennao] de Dios, y todos los que aman al que engendró aman al que ha nacido [perfecto pasivo participio de gennao] de Él.... Puesto que estamos recibiendo el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor, porque este es el testimonio de Dios, puesto que Él ha testificado en cuanto a Su Hijo. El que está creyendo a causa del Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. El que no ha creído a Dios Le ha hecho un mentiroso, por el resultado de que él no ha creído el testimonio de lo que Dios ha afirmado en cuanto a Su Hijo. Y este es el testimonio, que Dios nos dio a nosotros la vida eterna, y esta vida está en Su Hijo. El que está teniendo al Hijo tiene la vida; el que no está teniendo el Hijo de Dios no tiene la vida. Yo escribí estas cosas a vosotros, los que están creyendo en el nombre del Hijo de Dios, para que pudierais saber que tenéis la vida eterna” (I Jn. 5:1, 9-13 — traducción).

Cuando la verdad de Cristo alcanza la consciencia de la persona que ha nacido del Espíritu, él dice, “Yo creo.” Esta no es una fe histórica, una fe temporaria, o una fe basada en alguna obra milagrosa. Se ha dicho que la fe no es la obra de una facultad inherente en el hombre natural, un sentido nuevo añadido a los cinco, una función nueva del alma, ni una facultad al principio latente y ahora activa. Es una disposición implantada por el Espíritu Santo en la consciencia de la persona regenerada por la cual él es capaz de aceptar a Cristo.

Las siguientes son las cosas que la fe dada por Dios no es: (1) La fe dada por Dios no es una contribución humana a la salvación, siendo salvo del cautiverio y la culpabilidad del pecado. (2) La fe dada por Dios no es una forma particular de la fe humana. (3) La fe dada por Dios no es autónoma, sobre una posición igual con la gracia en el sentido de ser una compañera con la gracia en la liberación. (4) La fe dada por Dios no es un órgano nuevo añadido a la naturaleza humana, porque esto haría al no regenerado menos humano que el regenerado. (5) La fe dada por Dios no es una confianza ciega. (6) La fe dada por Dios no es histórica; no es creer que hay un dios. (7) La fe dada por Dios no es temporal. (8) La fe dada por Dios no es construida sobre la fundación de obras milagrosas. (9) La fe dada por Dios no es vana. La fe en la persona equivocada o la cosa equivocada sería fe vana. (10) La fe dada por Dios no es muerta, o improductiva. (11) La fe dada por Dios no precede la elección en el orden Divino. (12) La fe dada por Dios no precede la regeneración en el orden de la salvación.

El punto de vista de los Católicos Romanos de que la fe es una confianza ciega ha penetrado en muchas denominaciones. Los Católicos Romanos hacen una distinción entre la fe implícita y la fe explícita. La fe explícita es la fe en una verdad conocida. La fe implícita es la fe en verdades no conocidas. Ellos afirman que sólo pocas verdades primarias se necesitan a conocer, y la fe sin el conocimiento que pertenece a todas las otras verdades es genuina y suficiente. La fe que ellos requieren es una intención general para creer lo que la Iglesia Católica Romana cree. Según esta doctrina enseñada por los Católicos Romanos, uno puede ser un Cristiano si simplemente se somete a la Iglesia Católica Romana; aunque en su convicción interna, él pueda ser un comunista, panteísta, pagano, etcétera.

Las Escrituras son retenidas por aquellos que fracasan en proclamar todo el consejo de Dios. Esto resulta en la reverencia ciega y el pavor ciego por aquellos que oyen tales proclamaciones. La fe no es ciega. ¿Cómo aumentamos en la fe si no crecemos en el conocimiento? El conocimiento dado por Dios nos da la seguridad. No es simplemente la capacidad para creer (la fe subjetiva), pero creyendo lo que las Escrituras enseñan es lo que nos da la seguridad. La gente en la institución religiosa promedia no son convertidas por la verdad, sino por la tradición. Esto también describe al protestantismo en general.

Estamos de acuerdo en que una distinción entre la fe explícita e implícita ha de ser hecha, pero debe ser hecha en el sentido de Juan 4:39, 41, y 42. La fe implícita, que significa implicada más bien que expresadamente afirmada por el individuo mismo, se enseña en el versículo 39 — “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer....” Ellos creyeron a causa del testimonio de la mujer. La fe explícita se enseña en los versículos 41 y 42 — “Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” Esta es la fe explícita totalmente y claramente expresada.

Puesto que la Biblia representa la fe como explícita e inteligente, deberíamos escudriñar a las Escrituras (Sal. 119:33, 34; Prov. 16:22; Juan 5:39; 17:3; I Ped. 3:15). La fe se representa como un ejercicio inteligente. Pablo se hizo claro que el mensaje se debe darse en una lengua que puede entenderse (I Cor. 14:15). Los Cristianos no niegan que hay misterios, porque la Biblia está llena de misterios. Pero nosotros distinguimos entre la comprensión de la evidencia en cuanto a la realidad de los milagros y la comprensión de una propuesta con referencia a la enseñanza Bíblica. La fe consiste no en la ignorancia sino en el conocimiento. La exhortación de Pedro fue para crecer en la gracia y el conocimiento (II Ped. 3:18).

La fe es don de Dios a los elegidos, y los elegidos serán enseñados por Dios (Juan 6:45). Esta enseñanza llama la fe en acción; por lo tanto, agrada a Dios por la locura de la predicación salvar a los que creen (I Cor. 1:21). El hombre cree con el corazón para la justicia, y con su boca él hace confesión a la salvación (Rom. 10:10). No es suficiente creer implícitamente sin entender a algún alcance en la obra de Cristo (I Cor. 2:1-5). El entendimiento es necesario a fin de saber la diferencia entre el poder de Dios y la sabiduría de los hombres. La predicación de Pablo fue en la demostración del Espíritu y poder con el propósito de que la fe de los corintios no debería estar en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios (I Cor. 2:5). Esto prueba que la fe salvadora consiste del conocimiento de Dios y Cristo (Juan 17:3), no en la reverencia por cualquier institución religiosa. La reverencia desmedida para cualquier hombre o institución humana es un derrumbadero a la destrucción. La verdad no se encuentra en el error. La luz no se encuentra en las tinieblas. El conocimiento no se encuentra en la ignorancia.

La palabra de Dios es el objeto apropiado de la fe dada por Dios. Lo que uno habla capacita a un Cristiano a saber si el que habla tiene la fe dada por Dios. Hay una conexión inseparable entre la fe dada por Dios y la palabra de Dios. El hecho que la fe salvadora no consiste en la ignorancia no contradice la verdad Bíblica de la fe implícita de los Cristianos en esta vida. Lo que sabemos, no sabemos como nosotros lo deberíamos de saber: “Si alguno cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como debe saber” (I Cor. 8:2 BLA). Pablo exhortó a los santos de Filipos a esperar más iluminación en asuntos en que podrían diferirse. “Así que todos los que somos perfectos [maduros], tengamos esta misma actitud; y si en algo tenéis una actitud distinta, eso también os lo revelará Dios” (Fil. 3:15 BLA). Todos los Cristianos están de acuerdo que nuestro crecimiento espiritual y entendimiento son menos de lo que deseamos. En la luz de la Escritura y la experiencia, todos los creyentes tienen la fe basada en conocimiento; pero a la vez, nuestra fe es implícita.

Los siguientes son unos ejemplos Bíblicos de la fe implícita, que contradicen la enseñanza de los Católicos Romanos de la fe implícita:

1. En Juan 4:39 y 42, los samaritanos primeramente creyeron a causa del testimonio de la mujer; sin embargo, ellos no descansaron únicamente en su testimonio. Cuando oyeron a Cristo, creyeron no a causa del testimonio de la mujer, sino creyeron porque ellos oyeron a Cristo por sí mismos. La fe verdadera no termina con el testimonio de alguna asamblea institucional o alguna persona. Va a una norma verdadera, la palabra de Dios que fue establecida en el cielo antes de la fundación del mundo.

2. En Juan 4:50 y 53, al hijo de un oficial del rey que pidió que Cristo se presentara sino su hijo moriría le fue dicho por Cristo que se fuera porque su hijo vivía. El hombre creyó la palabra que se le había dicho, y se fue. Luego creyó cuando supo que su hijo había sido sanado en el momento que Cristo le dijo que su hijo vivía.

3. En Juan 20:1-10, los discípulos que tenían la fe implícita creyeron cuando aprendieron la Escritura de que Cristo iba a levantarse de los muertos (vv. 19, 20).

Los creyentes van de la fe a la fe, porque lo más que sabemos acerca de la palabra de Dios lo más que sabemos acerca de Dios. La fe no es traída a la plena madurez en su acto inicial al aceptar a Cristo como Señor y Salvador. Nadie sabe toda la palabra en el principio o a la conclusión de su peregrinación terrenal. Pero esta no es igual a la de la ignorancia que las instituciones hablan acerca de la fe sencilla.

La fe dada por Dios es equivalente en el significado a la sana doctrina. El Señor dijo a los judíos que creyeron en Él que si ellos continuaban en Su palabra, ellos en verdad serían Sus discípulos (Juan 8:31). (Ve I Tim. 4:1, 6; II Tim. 2:15; 3:16, 17; Tito 1:13; 2:1; II Jn. 9-11.) La fe salvadora, que es la fe explícita, no está satisfecha con una opinión cambiable y dudable. Ni está satisfecha con una concepción obscura y mal definida. La seguridad es el fruto de la fe siendo bien fundada. La plena seguridad de entender resulta en un entendimiento verdadero del misterio de Cristo, que resulta en una plena seguridad de la fe (Col. 2:2; Heb. 10:22). Pablo no solamente dijo “yo sé” (II Tim. 1:12), sino él también dijo “estoy seguro” (Rom. 8:38). Nadie puede tener esta seguridad aparte de la experiencia personal. La fe asegurada puede ser atacada por la incertidumbre, y la seguridad no está sin una contienda; sin embargo, la fe salvadora nunca es mortalmente herida. Nuestra fe es la victoria que vence al mundo (I Jn. 5:4). Esta Escritura no enseña que la fe será victoriosa en una sola lucha o pocas batallas, sino que será victoriosa sobre el mundo aunque será embestida muchas veces. La victoria definitiva es nuestra.

(Contenido)


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LA FE DADA POR DIOS
EXAMINADA EXPERIMENTALMENTE

La persona no regenerada podría pasar toda su vida leyendo y estudiando la Biblia y nunca experimenta la fe dada por Dios. Todo la sabiduría del mundo no puede producir la fe dada por Dios. Su poder vital está en el corazón más bien que en la cabeza. Si nuestros ojos están cerrados al mundo de la fe dada por Dios de luz y verdad, nunca puede haber conocimiento ni aumento de conocimiento. Como sólo sabemos de este mundo en que vivimos y su sabiduría porque nacemos en él y vivimos en él, solo sabemos del mundo de la fe dada por Dios cuando nacemos en él. Nadie puede ver el mundo de fe y entenderlo hasta que sus ojos hayan sido abiertos por la gracia del soberano Dios. Como el mundo material tiene su propia ley y es medida por su norma propia, el mundo espiritual tiene su propia ley y es medida por su propia norma. Como tenemos la certeza acerca del mundo en que vivimos porque es un asunto de experiencia, podemos tener la certeza acerca del mundo de fe cuando llega a ser un asunto de experiencia para nosotros.

Dios “nos escogió en Sí Mismo antes de la fundación del mundo, para estar siendo [presente activo indicativo de eimi] santos y sin mancha ante de Él en amor” (Ef. 1:4 — traducción). El hijo de Dios nunca está satisfecho con su condición en Cristo. Él quiere ser más como Cristo. Jugando sobre la línea no es una manifestación de la espiritualidad.

Las Bendiciones Positivas Sobre Aquellos
Con La Fe Dada Por Dios

La regeneración precede el amor, la fe, y el gozo. Las personas que han sido regeneradas están en una posición de entender y apropiar las cosas espirituales. Ahora amamos a las cosas que una vez odiamos. El amor llama fe a la acción. Por lo tanto, la mente comprende por la fe sólo lo que está preparado por el amor recibir. Las cosas no nos afectan solamente según su naturaleza sino también según nuestra naturaleza. Así, lo que vemos no depende solamente de lo que es ser visto pero también de nuestra capacidad para ver. Ahora Le vemos quien es invisible. El Espíritu Santo derrama el amor agape en los corazones de las personas vivificadas, y Él pinta un retrato sobre la retina de nuestra visión espiritual: “Porque el Dios que dijo: Fuera de las tinieblas la luz resplandecerá, quien resplandeció en nuestros corazones para el propósito de revelar conocimiento personal de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (II Cor. 4:6 — traducción).

Podemos amar a Jesucristo mejor porque Él no es visto. Uno podría presumir que estando vivo durante el ministerio personal de Cristo nos habría permitido amarle más dedicadamente. Uno con esa idea no entiende los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas, y Juan. Los discípulos manifestaron un amor mayor para Jesucristo después de Su resurrección que el que ellos manifestaron durante el tiempo que Él caminó entre ellos antes de Su muerte. Los discípulos nunca Le amaron correctamente hasta después de Su resurrección. Si Él se localizó, Él parecería menos majestuoso a nosotros que cuando Él es entendido por nosotros como el Omnipresente. Los sufrimientos del Salvador son pasados; Sus bendiciones están presentes a los elegidos que han nacido de Dios; y Su gloria será experimentada por nosotros. Por lo tanto, no conocemos presentemente a Cristo según la carne (II Cor. 5:16). Durante Su ministerio personal, habían aquellos que creyeron cuando Le vieron hacer milagros. Pero nuestro Señor no se los reveló a Sí Mismo, porque Él sabía lo que había en ellos (Juan 2:24, 25). Ellos creyeron solamente porque vieron con sus ojos físicos. Hay una diferencia entre uno viendo con los ojos físicos y los recipientes de la gracia de Dios viendo mediante los ojos de la fe.

El Señor dijo a Tomás el incrédulo, “¿Porque Me has visto [perfecto activo indicativo de horao], has creído [perfecto activo indicativo de pisteuo]? Bienaventurados son aquellos que no han visto [aoristo activo participio de horao] y que han creído [aoristo activo participio de pisteuo]” (Juan 20:29 — traducción). Por lo tanto, es más honrado creer en El que nosotros no hemos visto que verle y entonces creer. Viniendo en contacto con Jesucristo por tocarle parecería a muchos ser muy real, porque su naturaleza carnal es primaria. Ellos no tienen al Espíritu Santo adentro. Viniendo en contacto con Jesucristo por la fe parece ser el más irreal, pero es el más genuino. Somos capaces de verle espiritualmente porque Él nos ha dado la fe. Ver por la fe es más genuino que ver con los ojos físicos. Los creyentes en Jesucristo presentemente Le conocen no como Él era en los días de Su humillación cuando Él anduvo entre los hijos de los hombres. Nosotros Le conocemos en la dimensión ilimitada de Su gloria de la resurrección. Esto no indica que los Cristianos dejan ni una jota ni un tilde en cuanto al Cristo histórico, pero Le amamos y creemos en Él aunque nunca Le hemos visto con nuestros ojos físicos.

El orden Bíblico de las palabras amor, fe, y gozo se registra en I Pedro 1:8-9 — “a quien no habiendo visto estáis amando, en quien no en el tiempo presente viendo pero creyendo y habiendo sido honrado, estáis sumamente gozosos con la felicidad que no puede expresarse, recibiendo la conclusión de vuestra fe la liberación de vuestras almas” (traducción). Parece ser una paradoja en I Pedro 1:8. La Escritura abunda con paradojas Divinas. Algunos principios puestos en la Escritura en esta manera son “desconocidos y aún bien conocidos,” “posibles pero imposibles,” “ausentes y aún presentes,” “en la tierra y aún en el cielo,” y “no sabiendo nada y aún juzgando todas las cosas.” No somos no Bíblicos en el estudio de la palabra de Dios en aplicar las palabras que en sus contextos son restringidas en sus principios a verdades profundas. Por ejemplo, el futuro a nosotros nos está desconocido y aún es bien conocido. La segunda venida de Cristo es bien conocida por cada Cristiano informado en las profecías que relacionan al futuro. Supone que llamamos al futuro, la mañana. La mañana no ha venido. Es futuro. Aunque nadie jamás ha visto o experimentado la mañana, somos influidos por la mañana. Es conocido como un hecho seguro, pero su minucia y los detalles de sus resultados son desconocidos. Está establecido a los hombres que mueren una sola vez, pero nadie sabe como él morirá. Así, hay lo conocido y lo desconocido en cuanto a la muerte física. Todos nosotros hemos sido influidos por la historia, y somos influidos por la profecía: “Amados, ahora somos los hijos de Dios, y lo que seremos no fue todavía revelado. Hemos conocido que cuando se revele seremos como El, porque nosotros Le veremos como Él es. Y todo teniendo esta esperanza puesta sobre Él está purificando a sí mismo como Aquel es puro” (I Jn. 3:2, 3 — traducción). Nuestra santificación y nuestra posición en Jesucristo serán purificadas.

El más grande misterio de la vida es Dios. La persona que puede aceptar el hecho de la vida, sabiendo que él es vivo, no debería tener dificultad en aceptar el hecho de Dios, que es la fuente de la vida. La existencia de Dios es conocida y desconocida al pecador y al santo. El pecador sabe que Dios existe, pero él no Le conoce como su Salvador. Los santos conocen a Dios como Salvador, pero nosotros no Le conocemos en toda Su perfección. Los hijos de Dios Le conocen, pero nosotros no Le conocemos como Le conoceremos. Conocemos algunas de las realidades por el poder del amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo en la regeneración.

El orden de la ocurrencia de las palabras amor, fe, y gozo es diferente de lo que el creyente promedio supone. La mayoría de la gente piensa que uno debe tener fe en el Señor antes que pueda amarle. Sin embargo, el amor para lo invisible llama fe a la acción. Cuando la fe dada por Dios es ejercitada, alimenta el amor. El amor aumenta con la verdad aceptada; por lo tanto, el amor está continuamente ampliado. Así, el recipiente de amor que ha sido derramado en la regeneración y experimentado por la fe que permite el amor expandirse tiene un gozo que nunca disminuye.

PRIMERO — El amor puede evocarse en dos maneras: (1) por la naturaleza y (2) por el Espíritu Santo. El amor natural puede cegarse, pero el amor espiritual es enteramente bonito y puro. El amor espiritual es uno de los dones buenos dados por Dios (Sant. 1:17). El amor del hombre para el hombre es más o menos instintivo. El amor del hombre para Dios es enteramente espiritual. Es la forma altísima de amor. El amor del hombre para el hombre es motivado por el sentimiento. El amor del hombre para Dios es motivado por principio. El amor del hombre para el hombre es natural. El amor del hombre para Dios es sobrenatural, porque el amor de Dios ha sido derramado en su corazón por el Espíritu soberano. El amor de los Cristianos para Jesucristo es superlativo. Ningún amor puede excederlo. El amor para Cristo viene de Dios. Se da a los recipientes de la gracia en la regeneración. Excede la estima del alma para todas las otras cosas. Nos conducirá no solamente adornar pero también para adorar la enseñanza de Jesucristo.

El sustantivo griego para el amor (agape) es una palabra de acción. El amor se considera en la acción “para que la autenticidad de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro que perece, ahora siendo probada mediante el fuego, pueda encontrarse para alabanza y honor y gloria en la revelación de Jesucristo” (I Ped. 1:7 — traducción). La demostración de amor es lo que sostiene las pruebas en algún costo a sí mismo. El amor verdadero nunca es tan bonito como cuando es visto en la acción bajo la prueba de la fe.

Hay afectos verdaderos así como también falsos. Una persona no prueba que él es salvo por su mucho afecto. Pero uno sin afecto prueba que él no es salvo. Así, no podemos decir que todo afecto es falso; ni podemos decir que todo afecto es verdadero. Sin embargo, podemos distinguir entre el afecto verdadero y lo falso cuando el amor es probado. El afecto no es genuino cuando es más ejercitado en agradar a los hombres, avanzando el honor y la causa personal de uno mismo, promocionando las tradiciones de los hombres, y logrando el placer y el adelanto mundano. Por otra parte, el afecto es genuino cuando la prueba resulta en el temor reverencial para Dios como una demostración que Dios ha puesto este temor dentro del individuo de modo que él no partiría de Él (Jer. 32:40). Creer en la providencia de Dios, totalmente dependiendo del soberano Dios, temiendo a Dios demasiado para temer la cara de cualquier hombre mortal, amando el honor de Dios más que el honor del hombre, dispuesto para dejar cualquier cosa, y estar dispuesto a ser un mártir si se necesita por la causa de Cristo esta es la prueba de afecto genuino.

Los regenerados son pegados con un amor súbito para Dios y las cosas de Dios; por lo tanto, fuimos sorprendidos en el amor. Antes de la obra de gracia en nuestros corazones, rebelamos contra la restricción. Quisimos ser libres hacer lo que quisiéramos cuando quisiéramos. Los Cristianos no saben el tiempo en que el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones; pero después, fuimos sorprendidos al aprender que las cosas que anteriormente deseábamos ya no apelaron a nosotros. Las cosas saludables y santas llegaron a ser nuestro interés principal. Siendo sorprendidos en el amor fue el primer punto de contacto con Dios. El amor en nuestros corazones para las mismas cosas contra las que nosotros rebelamos siguieron. Había entonces un llamamiento para fe. Dios había dado la fe pero todavía no había llamado al ejercicio.

SEGUNDO — La fe sigue el amor en el orden Divino. El regenerado ve las riquezas del amor de Dios por la fe, no con nuestros ojos físicos. Lo que se ve depende en lo que ha de ser visto y en nuestra capacidad para verlo. Como los afectos mundanos son las consecuencias naturales de los hombres mundanos, los afectos espirituales son los resultados naturales de los hombres Piadosos. Los afectos santos son una parte vital del Cristianismo. La fe ve al Cristo invisible. La palabra griega para creyendo (pisteuo) es un presente activo participio en I Ped. 1:8-9 — “a quien no habiendo visto estáis amando, en quien no en el tiempo presente viendo pero creyendo y habiendo sido honrado, estáis sumamente gozosos con la felicidad que no puede expresarse recibiendo la conclusión de vuestra fe la liberación de vuestras almas” (traducción). Describe la actividad continua. La persona que cree nunca cesa de creer en el Cristo invisible. En este versículo, la palabra “fe” (pisteuo) acompaña con el la frase, “en quien” (eis hon). La preposición griega eis se usa aquí en el caso acusativo para expresar el movimiento en o entrada en. Un pasaje compañero de la Escritura es Hebreos 11:27. Moisés perseveró porque él vio a quien es invisible al ojo físico, pero visible al ojo de la fe.

La invisibilidad juntamente con la inmutabilidad, inescrutablidad, y irresistiblidad son atributos que son caracterizados por la ausencia de calidades distintivas que llama a la fe en acción. Dios tiene ambos atributos negativos y positivos, y ellos son de importancia igual. Los siguiente son algunos de los atributos negativos de Dios: (1) Dios es inmutable. Él es el mismo ayer, hoy, y para siempre. Cada don bueno y cada don perfecto es de arriba y desciende del Padre de las luces con quien no hay cambio ni la sombra de variación (Sant. 1:17). (2) Dios es inescrutable. Una persona no puede buscar y encontrar todo lo que a él le gustaría saber acerca de Dios (Rom. 11:33-36). (3) Dios es irresistible. Él es el Señor soberano y no puede ser resistido por los elegidos por quienes Él murió. Puesto que el alma del hombre es invisible, el hombre no puede estar satisfecho con lo visible. Lo que es visible al ojo físico nunca puede satisfacer el alma invisible. Esta es la razón para el anhelo en el alma y su siempre buscando al Dios invisible.

Cuando el amor de adentro llamó a que la fe actuara, la realización de las necesidades del alma vino a nosotros. Conocimos que Dios existe, y quisiéramos conocerle. La fe fue ejercitada cuando nos sometimos a las verdades y las promesas de la palabra de Dios, y aprendimos y aceptamos las promesas preciosas de Dios. Cuando la fe comenzó a operar, el amor llegó a ser más amplio y más activo. De aquí en adelante, la fe fue el alimentador del amor, y entonces el amor sintió obligación a Dios, la asamblea, etcétera. El amor a Jesucristo es sincero, sensato, activo, entero, el altísimo en rango, constante, e indecible. La mente comprende por la fe sólo lo que es preparado por el amor para comprender. El Salvador encarnado y la palabra escrita de Dios fueron preparados por el amor.

El amor y la fe difieren. No hay obstrucción al amor de Dios derramado por la gracia en el corazón de un individuo. Puesto que el pecador fue pasivo, todo fue por Dios; así, no había obstrucción. Pero hay obstrucción a la fe. Las vidas de los discípulos de Cristo revelaron que habían muchas obstrucciones a su fe, y hay obstrucciones a nuestra fe. La incredulidad de los discípulos fue manifestada en muchas ocasiones, pero nunca hubo ninguna obstrucción a su amor. La fe debe luchar con las cosas que son enemigas de nuestra fe. No obstante, la fe siempre sale victoriosa, pero no sin lucha. El amor va directamente a su objeto no obstruido, por cuanto que la fe tiene muchas batallas en el camino. El amor es el primer punto del contacto, y la fe es el segundo. No podemos, como los israelitas, ver al efód y la coraza sobre el sumo sacerdote. No necesitamos mirar con ojos físicos al efód y la coraza, porque Jesucristo es nuestro gran sumo Sacerdote que intercede por nosotros a la diestra del Padre. Aún en nuestro creer debemos confesar mucha incredulidad. Vemos a Jesucristo con ojos espirituales, y no físicos. La filosofía del mundo es saber y actuar sobre la base de lo visible; además, su felicidad es para disfrutar en lo visible. Más allá de estos, todo desaparece para los filósofos de este mundo. Sin embargo, el alma de la persona que ha sido vivificada por el Espíritu en la regeneración nunca puede ser satisfecha con lo que él ve con sus ojos físicos.

La fe persevera porque es protegida por el poder de Dios: “Pedro un apóstol de Jesucristo a los extranjeros escogidos de la dispersión de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia, según el previo designo de Dios el Padre, por la santificación del Espíritu, a la obediencia y el rociamiento de la sangre de Jesucristo: Gracia y paz sean aumentadas a vosotros. Bendito sea el Dios y el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su misericordia abundante habiéndonos regenerado a una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos, a una posesión imperecedera y sin mancha y perdurable, habiendo sido reservado en los cielos para vosotros los que están siendo protegidos por el poder de Dios mediante la fe para una liberación pronto a ser revelada en el último tiempo. En quien estáis grandemente regocijándose, ahora por un poco de tiempo mientras si es necesario habiendo sido desconsolados en la esfera de pruebas múltiples, para que la autenticidad de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro que perece, ahora siendo probada mediante el fuego, pueda ser encontrada para alabanza y honor y gloria en la revelación de Jesucristo; a quien no habiendo visto estáis amando, en quien no en el tiempo presente viendo pero creyendo y habiendo sido honrado, estáis sumamente gozosos con la felicidad que no puede expresarse recibiendo la conclusión de vuestra fe la liberación de vuestras almas” (I Ped. 1:1-9 — traducción).

La perseverancia no es una cosa independiente añadida a la preservación Divina. Las personas que perseveran son aquellas que han sido elegidas, redimidas, y regeneradas. La transición de la muerte espiritual a la vida espiritual es irrevocable: “Todos permaneciendo en Él no están pecando; todos los que están pecando no Le han visto ni Le han conocido. Hijos no dejéis que el hombre os engañe, el que está practicando la justicia es justo, así como Aquel es justo; el que está comitiendo el pecado es del Diablo, porque desde el principio el Diablo ha estado pecando. Por este propósito el Hijo de Dios fue manifestado, que Él pudiera trae al final las obras del Diablo. Todo lo que han nacido de Dios no está practicando el pecado, porque Su semilla permanece en él; y él no puede estar continuamente pecando, puesto que él ha nacido de Dios” (I Jn. 3:6-9 — traducción). Los versículos 6 y 9 van juntos para probar sin una sombra de duda que las personas que perseveran son aquellas que han sido elegidas, redimidas, y regeneradas, y la transición de la muerte espiritual a la vida espiritual es irrevocable. La perseverancia no es un suplemento a la preservación. Es el fruto y la manifestación de la preservación.

La fe dada por Dios da seguridad. El evangelio viene a las personas regeneradas en el poder, en el Espíritu Santo, y en mucha certidumbre (I Tes. 1:5). Lo más que aprendemos acerca de las Escrituras la más seguridad que tenemos. La fe salvadora acepta la manera en que Dios salva a los pecadores y renuncia a todas las demás maneras. La fe dada por Dios no se trata en fragmentos de la Escrituras. No nos apresuramos en aprobar un texto para probar nuestra teoría. Nuestro deseo es tener un conocimiento utilizable de todas las Escrituras, porque cada Escritura es respirada por Dios y es útil para la enseñanza, la corrección, y la instrucción así ha equipado al hombre de Dios para toda buena obra (II Tim. 3:16, 17). Aquellos con la fe dada por Dios consideran lo que contestarán cuando sean cuestionados acerca de su esperanza. El Evangelio de Juan confirma nuestra esperanza en que el aspecto judicial de nuestro pecado ha sido tratado en la muerte de Jesucristo, y la primera Epístola de Juan establece nuestra esperanza en que el aspecto práctico de pecado en nuestras vidas es tratado con el Cristo vivo a la diestra del Padre.

La fe dada por Dios aumenta nuestro conocimiento y produce fruto. La fe de los escogidos de Dios está conectada con el conocimiento correcto de la verdad según la verdadera piedad (Tito 1:1, 2). La fe dada por Dios purifica el corazón: “Y Dios que conoce el corazón les testificó dándoles el Espíritu Santo así como también a nosotros, y no puso diferencia entre nosotros [los judíos] y ellos [gentiles], purificando sus corazones por fe” (Hech. 15:8, 9 — traducción). La fe subjetiva llega a ser correcta en la fe objetiva. “Por un lado Aquel habiendo sido conocido de antemano antes de la fundación del universo, por otro lado El que ha sido revelado en estos tiempos para vosotros que mediante Él erais creyentes en Dios Él que Le levantó de los muertos y Le dio la gloria, para que vuestra fe y esperanza pudieran estar en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por medio de la obediencia a la verdad resulta en amor fraternal genuino, seriamente amad unos a otros con un corazón puro” (I Ped. 1:20-22 — traducción). El versículo 22 es una interpretación Divina de Hechos 15:9. Nuestras almas son purificadas por la obediencia a la verdad. La palabra “almas” (psuchas) podría traducirse “vidas.” Como nosotros estamos expuestos a la verdad, estamos continuamente purificados. Somos permanentemente posicionalmente limpiados, porque la limpieza posicional tiene que ver con nuestra posición ante Dios. La limpieza condicional se relaciona con nuestra condición en la vida; por lo tanto, nunca en esta vida vendremos al lugar donde no necesitamos una limpieza condicional.

TERCERO — El gozo en el Cristo invisible es sumamente gozoso con el gozo indecible: “y habiendo sido honrado, estáis sumamente gozosos con la felicidad que no puede expresarse” (I Ped. 1:8b — traducción). El amor y la fe dan una experiencia de gozo aumentando y presente. Aunque lo mejor es aún para ser experimentado por nosotros, hay gozo presente. La Epístola de Pedro fue dirigida a los expatriados. Estos fueron judíos Cristianos perseguidos. Él habló de la prueba de su fe que fue necesaria para probar su fe. Los Cristianos presentemente experimentan el valle de pruebas diversas, pero la montaña es ya radiante con la luz ascendente del día eterno, expresada por Pedro en el versículo 9.

La obra del Dios infinito no puede ser restringida a los límites estrechos de nuestro vocabulario. Así, el gozo de la salvación no puede ser transmitido de uno a otro. Debe ser experimentado por cada individuo. Debemos vivirlo. No es vivido en una semana o un mes, pero se necesita una vida entera viviendo por el Señor. La persona que experimenta el amor Divino y la fe dada por Dios será como la reina de Seba que, cuando llegó a la presencia de Salomón, dijo que la mitad no se le había contado.

El amor trae la fe a la acción, la fe alimenta el amor, y el amor expande y trae gozo. El gozo en el Cristo invisible no puede expresarse. El gozo verdadero mora más en el corazón que sobre la cara de un individuo. Las sonrisas no son siempre genuinas. Estas pueden estar solamente en la superficie. Las acciones de tales personas pronto revelan la superficialidad de su gozo. Sin embargo, hay gozo en el corazón de cada persona cuya fe dada por Dios alcanza y acepta al Señor Jesucristo. La Biblia no condena la alegría en la vida Cristiana. Cuando el jefe de un jurado se pone de pie para dar un veredicto de inocente en un caso tratado, el que es declarado no culpable queda extático con gozo. Pero el verdadero éxtasis es manifestado por la persona que pasa de la muerte a la vida. Él no sabe cuando sucedió, pero algún día aquel amor le sorprende. Repentinamente él ama al Señor, quiere servirle, y aborrece la manera en que ha estado viviendo. Cuando el evangelio es predicado y las promesas de Dios son dadas, la fe comienza a operar y alimenta el amor. ¡Qué gozo extremo!

Las Reacciones Negativas Esperadas
Por Aquellos Con La Fe Dada Por Dios

Las reacciones negativas a la fe dada por Dios pueden ser extinguidas por el escudo de la fe: “Con todo esto habiendo tomado el escudo de la fe, por el cual seréis capaz de extinguir todos los dardos del maligno habiendo sido encendidos” (Ef. 6:16 — traducción). La primera palabra en el texto griego es en, que es el instrumental de asociación. Así, en asociación con todas las partes de la armadura que Pablo había mencionado ya en los versículos precedentes, ahora tomamos el escudo de la fe. Algunos traductores traducen la preposición en “sobre todo,” así haciendo el escudo de la fe mayor que todas las otras gracias en la tierra. Sin embargo, la fe no es sobre todo en ser mayor. El amor es mayor que la fe o la esperanza (I Cor. 13:13). La fe opera solamente en el tiempo. Concluirá en la presencia de Jesucristo. Somos salvos ahora en nuestra esperanza (Rom. 8:24), pero la esperanza no será necesaria cuando aparezcamos en la presencia del Aquel por quien esperamos. Jesucristo es llamado la esperanza bienaventurada (Tito 2:13). Por lo tanto, la preposición no puede traducirse “sobre todo.” El escudo está en asociación con todas las otras partes de la armadura Cristiana.

La adoración, que es enseñada en los primeros dos capítulos de Efesios, combina en caminar como Cristianos en los próximos dos capítulos. Una consideración de las bendiciones en los lugares celestiales en Cristo en el capítulo 1 es una experiencia de la montaña. Mediante la adoración recibimos la fortaleza espiritual para vivir lo que aprendimos espiritualmente. Viviendo la vida Cristiana causa una contienda; de aquí en adelante, esta Epístola concluye con la necesidad de luchar con todos nuestros enemigos, aún aquellos en los lugares celestiales, en Cristo.

Entre la adoración y la contienda, andamos como hijos de luz: “Yo pues el preso en el Señor os exhorto andar en una manera digna del llamamiento con que fuisteis llamados” (Ef. 4:1 — traducción). La palabra “andar” (peripatesai) es un verbo aoristo activo infinitivo. Es un verbo compuesto constituido de peri (usado en el caso genitivo, puede significar alrededor o en lo que concierne a) y pateo, que viene de patas, un adjetivo que se refiere a un camino pisado o un camino trillado. Así, el verbo significa andar alrededor o en lo que concierne. Es usado 96 veces en el Nuevo Testamento en las maneras básicas siguientes: (1) A veces se refiere al acto físico de andar, o andar alrededor, o andar en un camino trillado. (2) Es usado metafóricamente en referencia al andar de los Efesios en su estado no regenerado (Ef. 2:2). (3) Tiene referencia a los regenerados andando en las buenas obras en las que Dios ha ordenado de antemano que deberíamos andar (2:10). (4) Especifica nuestro andar digno de nuestro llamamiento (4:1). (5) Es usado para instruirnos en no andar como las otras naciones (4:17). (6) Denota andar en amor como Cristo nos amó y se entregó a Sí Mismo por nosotros (5:2). (7) Significa nuestro andar como hijos de luz (5:8). (8) Muestra la necesidad de andar precisamente (5:15). La palabra entera junta con su prefijo preposicional significa regular nuestras vidas sobre la base de lo que aprendemos o para vivir en una manera digna de lo que hemos aprendido.

Como hijos de luz, deberíamos andar en una manera comensurada con el llamamiento eficaz. Dios nos ha llamado. La palabra para “fuisteis llamados” (Ef. 4:1) es aorista pasiva indicativa de kaleo, significando que el llamamiento eficaz ya se había llevado a cabo. Esto niega la creencia que uno puede ser salvo en cualquier tiempo que uno quiere, y que uno es regenerado cuando decide ser salvo. La única persona que puede responder a la cita de Dios es el que en cuyo corazón la gracia de Dios ha sido derramada.

El andar es un sinónimo para la vida. Andar físicamente es imposible sin la vida física, y andar en una manera comensurada con uno habiendo sido llamado eficazmente es inconcebible sin la vida espiritual. La vida física es un andar desde la cuna al sepulcro, y la vida Cristiana es un andar desde el tiempo en que una persona es regenerada hasta que él sale del tiempo a la eternidad. Es una vida vivida para el Señor, no para uno mismo. Los creyentes son exhortados a andar aún como Cristo anduvo. Un andar se constituye de pasos, uno a la vez. Así, la vida se constituye de muchos actos sencillos. En comparación con deberes no espectaculares diarios, hay pocas experiencias de lo alto de la montaña.

La vida Cristiana tiene aspectos positivos y negativos. Del aspecto positivo, vivimos para el Señor y no para nosotros mismos. Positivamente, los creyentes han de andar en novedad de vida (Rom. 6:4), según el Espíritu (Rom. 8:4), honestamente (Rom. 13:13), por la fe (II Cor. 5:7), en buenas obras (Ef. 2:10), en amor (Ef. 5:2), en sabiduría (Col. 4:5), y en verdad (II Jn. 4). Negativamente, no vivimos como vivíamos. No andamos según la carne (Rom. 8:4), según la manera de los hombres (I Cor. 3), con astucia (II Cor. 4:2), por vista (II Cor. 5:7), en vanidad (Ef. 4:17), o desordenadamente (II Tes. 3:6).

Como el espíritu, el alma, y el cuerpo fueron afectados por la caída, todos los tres son afectados por la gracia en la vida nueva. El pecador está muerto para las cosas espirituales, pero el Cristiano tiene una lado de vida a las cosas espirituales. Por lo tanto, descendemos desde las alturas espirituales de Efesios 1 al campo de la batalla en Efesios 6. La relación original del hombre fue destrozada en la caída. Su compañerismo no quebrantado con Dios, conocimiento de Dios, y la rectitud creada de vida a Dios llegó a ser alienada de Dios, ignorante de Dios, y espiritualmente muerto a Dios. En el nuevo nacimiento, el hombre por el poder del Espíritu Santo es reconciliado a Dios por la muerte de Cristo, y la persona reconciliada tiene compañerismo con Dios. Así, por la gracia el pecador ha sido cambiado de su oposición a Dios, dado un entendimiento de iluminación Divina por Dios, y vive para Dios. El estudio de la doctrina Bíblica producirá una vida vivida por Cristo, y esa vida vivida por Cristo producirá una lucha espiritual. Pablo no podría dejar las verdades altaneras de esta Epístola con cualquier mala interpretación en cuanto a nuestro andar. Andando en una manera conveniente al llamamiento eficaz de Dios es la totalidad de la conducta Cristiana (Ef. 4:1).

Los Cristianos han sido redactados por el Padre para pelear la buena pelea de fe. No ofrecemos voluntariamente para ser soldados en el ejército de Dios. Aquellos que Dios ha redactado por la gracia son hechos dispuestos para hacer una buena contienda. Aquellos que no quieren pelear nunca han sido llamados. Los que fueron redactados oyeron la voz del Pastor, y ellos Le siguieron. Ser redactados para la contienda hace imperativo que sigamos el mandamiento de Pablo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos [presente pasivo imperativo de endunamoo] en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10).

Debemos llegar a ser fuertes en la posición nuestra que es en Cristo. Estamos obligados a tener un juicio establecido en la verdad de Dios. El que no tiene conocimiento bueno de Aquel para quien él pelea puede ser persuadido pronto a cambiar de equipo y comenzar a pelear para el enemigo. El que vende más barato tiene las muchedumbres más grandes. Fortaleza en el Señor y el poder de Su fuerza significa saber que el poder de Dios está obrando para nuestra defensa. Aquellos así fortalecidos dirán con el Salmista, “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; Cantaré y trovaré salmos” (Sal. 57:7). Esta fortaleza espiritual capacita a los Cristianos a perseverar en la vida Cristiana hasta el fin de nuestras vidas. Nuestras vidas y nuestros obras deben salir juntas. Perseverando para tomar diariamente la cruz requiere de fortaleza espiritual.

Los santos van de el principio de la gracia interna a su ejercicio externo de ser vestidos con toda la armadura de Dios (Ef. 6:11). Esta armadura se pone y nunca debe ser dejada. Es una cosa tener un armadura en principio por el concepto mental de la verdad, pero es otra cosa tener la gracia en el corazón que se manifiesta a sí misma por el ejercicio externo de poner los principios de la verdad. Los Cristianos han de adornar el evangelio antes que proclamarlo. ¿Poseemos el espíritu de los santos primitivos? Cuando los Israelitas salieron de Egipto, se regocijaron sobre las orillas del mar Rojo; pero la mayoría de ellos fracasaron. Pocos de ellos realmente entraron en la tierra de Canaan para disfrutar la bendición que Dios había preparado para ellos. El objeto del entendimiento de los israelitas fue para rechazar fuera toda idolatría y para establecerse a sí mismos en el conocimiento y la adoración del único y verdadero Dios. La autoridad sobre la que ellos actuaron fue el mandamiento del soberano Dios. La base sobre la que hubieran de poner su esperanza de éxito fue la promesa Divina de Dios. Estas cosas también son la verdad en cuanto a los Cristianos. Aquellos entre los israelitas que creyeron, como Josué y Caleb, se sintieron a sí mismos capaces por la fortaleza de Dios para vencer sobre el enemigo, pero aquellos que desconfiaron de las promesas de Dios dieron sus espaldas a la hora de peligro. Si pensamos ligeramente en las promesas de Dios, magnificamos nuestras dificultades, o relajamos nuestros esfuerzos, podemos esperar que nuestro testimonio va a morir y nuestro gozo en las bendiciones espirituales en esta vida va a fracasar.

Los Cristianos no deben acomodarse a las costumbres corrompidas del mundo, sino renovar sus mentes por estudiar las Escrituras. Podemos entonces guardar la carga en medio de la apostasía por tomar la armadura completa de Dios a fin de estar firme (Ef. 6:13, 14). Estar firme es un término militar. Pablo usó los términos militares cuando habló de pelear la buena batalla de fe (II Tim. 4:7). Estar firme es lo opuesto a caerse, y seguramente es lo opuesto a huir. Debemos estar firmes contra los métodos del Diablo. Esto significa resistir los ataques agresivos de Satanás. Los ataques del Diablo continuarán mientras que la asamblea sea peregrina en la tierra. La resistencia es opuesta a la pasividad. El alarma de la batalla suena. Debemos estar firmes contra los métodos del Diablo (Ef. 6:11), hacer un movimiento agresivo contra el Diablo (Ef. 6:12), resistir en el día malo (Ef. 6:13), y estar firmes en el lugar donde Dios nos ha puesto (Ef. 6:14). Resistiendo en el día malo es hacer un movimiento agresivo contra el enemigo por dar la palabra de Dios acerca de los temas que el enemigo no quiere escuchar. Alguien que no está con el Señor está contra Él (Luc. 11:23). Debemos estar a la ofensiva así como también a la defensiva.

Entre la santidad y el pecado hay una enemistad mortífera. El llamamiento para los soldados no es un llamamiento para diplomáticos. La victoria ha de ser peleada y ganada. Como la Epístola comienza con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales, cierra con todos los enemigos espirituales en la misma posición. La diplomacia no tiene papel para jugar en esta contienda. Ninguna capacidad de negociación es necesaria.

Tomando el escudo es esencial, porque es la armadura para el armadura. El escudo ha de ser cargado en una mano y la espada del Espíritu, la palabra de Dios, en la otra. La armadura y el escudo son las armas defensivas, y la palabra de Dios es nuestra arma ofensiva. La palabra para “escudo” está usada solamente en este lugar (Ef. 6:16) en todo el Nuevo Testamento. Viene de la palabra para puerta como es usada en Juan 10. El escudo fue un objeto grande y oblongo que cubría el cuerpo entero del guerrero para su protección. Aunque las partes diferentes de la armadura lo protegieron, el escudo ofrecía una protección doble.

Como el escudo envolvió al hombre entero, la fe envuelve al Cristiano entero. El escudo incluye todas las promesas de Dios para nosotros. Es la guía para dirigir nuestro camino de peregrinación. Incluye todo lo que sabemos acerca de Dios. Los Salmos hablan del Señor como el escudo de Su pueblo: “Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; Como con un escudo lo rodearás de tu favor” (Sal. 5:12). “Jehová es mi fortaleza y mi escudo...” (Sal. 28:7). “Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él” (Sal. 33:20).

Aunque Cristo ha ganado la victoria posicional para nosotros, debemos ser victoriosos en la batalla buena de la fe para la victoria condicional. La explicación de la contienda de la vida Cristiana requiere más que la realización que hay un traidor en el campo que es envidioso de nuestra salvación en Jesucristo (I Ped. 5:8, 9). Debemos ser pacientes en la batalla hasta la venida del Señor (Sant. 5:7). Nuestra batalla contra Satanás es severa por las razones siguientes: (1) Es el maligno quien es el autor de todos los dardos de fuego, sin considerar quien los tira. (2) Satanás supo, aún antes de la venida de Jesucristo al mundo, que la encarnación fue para el propósito de la redención. A través del Antiguo Testamento, él trató de destruir la simiente mediante la cual Jesucristo vendría. Dios preparó para Su Hijo un cuerpo en que Él podría morir, y Satanás trató de destruir ese cuerpo (Mat. 2:1-13). Aunque el cuerpo glorificado de Cristo está ahora a la diestra del Padre, Él tiene un cuerpo en la tierra, constituido de aquellos con la fe dada por Dios, que Satanás continuamente está tratando de destruir. La identificación de la asamblea con Jesucristo atrae la hostilidad del adversario. (3) Satanás sabe que él es derrotado y el evento final con la maldad y el maligno está cerca; por lo tanto, él está trabajando diligentemente. Había mucha actividad del demonio durante el ministerio personal de Jesucristo. Las Epístolas para la asamblea, las Epístolas pastorales, y las Epístolas generales no registran mucha actividad de demonios. Sin embargo, toda la profecía Bíblica pone una cantidad aumentada de actividad del demonio en los últimos días. El misterio de iniquidad está trabajando, y cada escaramuza con Satanás nos trae más cerca al conflicto final.

El escudo de fe llega a ser efectivo contra los dardos ardientes que han sido inflamados por el maligno cuando proclamamos las promesas de Dios. Los escudos de historia fueron cubiertos con cuero a fin de extinguir los dardos ardientes del enemigo cuando golpearon el escudo. Ellos fueron no solamente para parar el dardo sino también para extinguir el fuego. Los siguientes son algunos de los dardos ardientes de Satanás constantemente lanzados contra nosotros: (1) Satanás objeta a nuestra elección de Dios por pedir, “¿Qué había en ti para causar que Dios te escogiera? ¿Piensas que eres mejor que los demás?” El Cristiano cuyo conocimiento es determinado por las Escrituras responde, “Mi fe responde que a lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en Su presencia” (I Cor. 1:27-29). (2) Satanás objeta a la perseverancia de los santos diciendo, “Algún día caerás por mi dardo; yo te conseguiré tarde o temprano; no puedes resistir a mi ataque; mira a aquellos que han caído.” El Cristiano responde por citar Romanos 8:28-39, el resumen de lo que es, “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom. 8:31b). (3) Satanás dice, “No puedes permanecer contra mí porque eres débil.” El Cristiano responde, “Mi poder se perfecciona en la debilidad” (II Cor. 12:9). (4) Satanás dice, “Tus pecados han causado que Dios te echa fuera.” El Cristiano responde, “Dios dijo que Él nunca me desamparará ni me dejará” (Heb. 13:5). (5) Satanás pregunta, “Como algunos han naufragado con respecto a su fe, ¿qué te hace no pensar que tú no harás lo mismo?” El Cristiano responde, “Los Cristianos son capaces de distinguir entre la fe falsa y la fe verdadera; el verdadero creyente es guardado por el poder de Dios mediante la fe” (I Ped. 1:5). (6) Satanás pregunta, “La fe crece de fe en fe; ¿dónde está la evidencia de tu crecimiento?” El Cristiano responde, “El crecimiento no es determinado dentro de unos pocos días o unos pocos meses; pero en el fin, la fe mostrará un aumento. Aunque el árbol de fruta no da fruto constantemente, sí lleva fruto; y el Cristiano sí dará fruto” (Juan 15:5). (7) Satanás acusa, “La fe verdadera nunca fracasa, pero tu fe se ha visto fracasarte muchas veces.” El Cristiano dice, “La fe más fuerte que es tratada severamente por un período de largo tiempo cojeará un poco. El Salmista dijo en su temor que todos los hombres son mentirosos (Sal. 116:11), y un día perecería por la mano de Saúl (I Sam. 27:1). La fe verdadera sola es zarandeada por Satanás, pero Cristo dijo que Él ha orado por mí que mi fe no fracasará” (Juan 17:11).

Los dardos del maligno queman, esperando que algún seguidor de Satanás nos tire uno de ellos. No obstante, somos capaces de extinguir todos los dardos ardientes del maligno. Experimentamos la bendiciones positivas y reacciones negativas, pero salimos victoriosos a causa del escudo de la fe que Dios ha provisto: “porque todos los que han nacido de Dios están venciendo al mundo; y esta es la victoria que está venciendo al mundo, nuestra fe” (I Jn. 5:4 — traducción).

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