LA REDENCIÓN
DEFINIDA
DEL SALVADOR
(Estudios en Isaías 53)
por
W. E. Best
Copyright © 1992
W. E. Best
Título del original:
THE SAVIOUR’S DEFINITE REDEMPTION
(Studies In Isaiah
53)
por
W. E. Best
Este libro es distribuido por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box
34904
Houston, Texas 77234-4904 USA
1 Introducción
(Isaías 52:13-15)
2
El Salvador Introducido, Mal Interpretado, Y Rechazado
(Isaías 53:1-3)
3 El Salvador Herido
(Isaías 53:4)
4 El Sufrimiento Vicario Del Salvador
(Isaías 53:5)
5 El Salvador Que Carga El Pecado
(Isaías 53:6)
6 El Salvador Callado
(Isaías 53:7)
7 El Salvador Sin Pecado Herido Hasta La Muerte
(Isaías 53:8, 9)
8 El Salvador Sumiso
(Isaías 53:10)
9
El Alma Del Salvador Hecha Una Expiación Por El Pecado
(Isaías 53:10-12)
10 La Satisfacción Del Salvador
(Isaías 53:11)
11 La Necesidad De La Muerte Del Salvador
(Isaías 53:12)
W. E. Best Book Missionary Trust expresa gratitud a los que participaron en el proceso de traducir este libro.
El texto Bíblico corresponde a la versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas (BLA) © 1986 por The Lockman Foundation (usado por permiso) cuando se indique.
1
INTRODUCCIÓN
(Isaías 52:13-15)
La introducción a la sección de la Escritura que vivamente describe la obra sacrificadora de Jesucristo está registrada en Isaías 52:13-15. Debería ser estudiada junto con Isaías 53. El siguiente es un bosquejo de Isaías 52:13-53:12 — (1) Dios el Padre introdujo Su Siervo, el Señor Jesucristo (Isa. 52:13-15). (2) La historia del Siervo de Dios está desplegada (Isa. 53:1-10). (3) Los sufrimientos del Mesías el Siervo serán recompensados (Isa. 53:11, 12).
El Mesías es introducido en el Antiguo Testamento con las palabras “he aquí.” Las palabras llaman la atención a asuntos importantísimos. Cada una de las cuatro referencias al Mesías tiene una conexión vital con uno de los evangelios. (1) El Mesías es llamado el “renuevo de Jehová” en Isaías 4:2. Este es conectado con el evangelio de Juan donde Jesucristo es presentado como Dios (Juan 1:1). (2) El Mesías es llamado el “renuevo” de David en Jeremías 23:5-6. Este es asociado con el evangelio de Mateo que retrata a Jesucristo como el Hijo de David según la carne (Mat. 1:1). (3) El Mesías es llamado “mi siervo el renuevo” en Zacarías 3:8. Este es asociado con el evangelio de Marcos donde Jesucristo es descrito como el Siervo. (4) El Mesías es referido como “el varón cuyo nombre es el renuevo” en Zacarías 6:12. Este es unido con el evangelio de Lucas donde Jesucristo es visto como el Hombre perfecto. El orden invertido de las referencias refleja el Hombre, el Siervo, el Hijo de David, y el Hijo de Dios.
Los eruditos hebreos dicen que el Siervo “será prosperado” primariamente significa actuar sabiamente; pero puesto que la acción sabia es efectiva y conduce a la prosperidad, es a veces sinónimo para la prosperidad. Por lo tanto, el Espíritu Santo mediante Isaías dijo que Jesucristo sería próspero en el trabajo que El vino para realizar. Cristo no murió para procurar el perdón de pecados de aquellos quienes nunca pueden ser perdonados. Recuerden que no hay perdón para aquellos quienes blasfeman contra el Espíritu Santo (Mat. 12:31). La explicación simple es que la obra de Jesucristo en la cruz no va más allá que la gracia del Dios el Padre. Cualquier relato a la contradicción sería ridículo.
El Señor Jesucristo fue próspero. El terminó con la obra que el Padre Le envió a hacer. El es próspero ahora. El está realizando la cosa principal para la cual ascendió para ejecutar. Entonces, la misma introducción a Isaías 53 acerca de la expiación vicaria de Jesucristo prueba que la prosperidad de Cristo debe cautivar el pensamiento de toda persona racional. Aquí, la seguridad es dada en el principio que la voluntad del Señor será en Su mano prosperada (Isa. 42:4; 53:10).
Isaías profetizó que el Siervo sería enaltecido, ensalzado, y altamente levantado. El sería enaltecido más que Abraham, levantado más que Moisés, y levantado más alto que los ángeles que ministran. Cuando Jesucristo resucitó del sepulcro, Le fue dado un nombre sobre todo nombre y altamente levantado. El está sentado ahora a la diestra del Padre. Todo el camino del Mesías está puesto en las declaraciones introductorias en Isaías 52:13-15.
El profeta predijo la reacción de asombro del hombre en la venida de Cristo en la humillación para quitar el pecado por el sacrificio de Sí Mismo. Las naciones del mundo serán asombradas cuando El venga la segunda vez como Rey de reyes y Señor de señores.
La confesión contrita de Israel está registrada en la primera parte de Isaías 53. La primera división de este capítulo refiere a lo que ocurrirá cuando venga Jesucristo como Rey. Por lo tanto, esta sección de la Escritura proféticamente retrata lo que Israel confesará cuando miren sobre el Señor Jesucristo a quien fueron instrumentos al ponerlo en la muerte. El remordimiento de Israel sobre sus pecados y el rechazo del Señor serán totalmente revelados en la manifestación gloriosa de Cristo.
Las Escrituras observan la obra de Cristo como la de obediencia. El fue obediente aún a la muerte de cruz. El Señor no vino a ser servido sino para servir y dar Su vida en rescate por muchos. Muchos de los puritanos hicieron una distinción entre la obediencia activa y pasiva. Sin embargo, ¿debe la vida que Jesucristo vivió ser llamada obediencia activa y Su sufrimiento y la muerte ser llamada obediencia pasiva? El Señor Jesucristo fue activamente obediente. El nunca hizo algo en contradicción a la voluntad del Dios el Padre (Sal. 40:8; Heb. 10:7). La obediencia vicaria del Señor demanda no sólo la descarga total de los preceptos de la ley sino la imposición de la penalidad para todas las infracciones y fallas. Una doble demanda de la ley es tomada en cuenta para hablar de la obediencia pasiva y activa de Cristo. El término pasivo no puede indicar que cualquier cosa que Cristo hizo fue pasiva. Cualquier concepto contrariaría la mera noción de obediencia. El fue supremamente activo, no pasivo, en Sus sufrimientos. La obediencia no es artificial o abstracta. Su obediencia se extendió desde Su encarnación a Su muerte vicaria en la cruz. Conclusivamente, el Señor Jesucristo fue activo en toda Su vida, sufrimientos, y muerte.
La Escritura declara la obra expiatoria del Salvador en las categorías específicas de sacrificio, propiciación, reconciliación, y redención. Estas categorías son discutidas en los párrafos siguientes.
La obra expiatoria de Jesucristo se encuentra en la Escritura como un “sacrificio.” Los sacrificios del Antiguo Testamento fueron básicamente expiatorios. Produjeron satisfacción. La culpabilidad puede ser quitada sólo por sufrir. Esta es la razón por la cual Jesucristo vino, sufrió, y murió. Los Cristianos tienen su posición en Su muerte. Ellos han sido perfeccionados para siempre mediante el Cristo que fue una vez ofrecido. El pecado involucra una cierta responsabilidad que proviene de la santidad de Dios. La gravedad de pecado contradice la santidad de Dios. Hasta que una persona se vea a sí mismo como un pecador y su pecado como una contradicción a la santidad de Dios, él no tiene esperanza. Cuando la gracia de Dios llegue a su corazón, él es traído al reconocimiento de la atrocidad del pecado y su contradicción a la santidad de Dios. Los pecados de los santos del Antiguo Testamento no fueron quitados, porque la muerte del Testador no se había realizado. Entonces, sus pecados fueron cubiertos hasta el tiempo de la ofrenda del sacrificio de la tarde, cuando Jesucristo llegó a ser su Sustituto. Los pecados de todos los elegidos fueron quitados legalmente cuando Jesucristo murió en la cruz del Calvario (Heb. 9; 10).
La obra expiatoria de Cristo se encuentra en la Escritura como “reconciliación.” La “propiciación” enfoca atención en la ira de Dios y la provisión de quitar esa ira. Por cuanto, la reconciliación enfoca la atención en la alienación de hombre de Dios y el método Divino de restaurarle al favor de Dios. La alienación es doble—el hombre desde Dios y Dios desde el hombre. Cada persona que viene al mundo se ha alejado de Dios, y Dios ha retirado Su favor de él (Isa. 53:6). Todos los hombres cayeron en Adán, pero la alienación de Dios desde el hombre y no la alienación del hombre desde Dios viene al frente en la reconciliación.
Más está involucrado en la reconciliación que el quitar de la enemistad. Dios el Padre debe ser satisfecho. El es satisfecho sólo en la obra redentora de Su Hijo. La obra de Dios el Padre mediante la obra de Su Hijo ha completado la reconciliación. Por lo tanto, el elegido está reconciliado ante Dios porque el Padre ha sido satisfecho en el Hijo pagando el sacrificio supremo. La reconciliación comienza con Dios el Padre y es recibida por el creyente. Los religiosos invierten el orden, creyendo que hacen algo y después Dios los reconcilia. Sin embargo, el entendimiento del creyente o el recibir la reconciliación es el fruto de la realización del Dios soberano.
La reconciliación no refiere a la enemistad subjetiva en el corazón de la persona dicha a ser reconciliada. Denota la alienación de la Persona a quien el individuo se ha dicho ser reconciliado. Los elegidos son reconciliados con Dios. Por lo tanto, la atención no es dada al reino subjetivo de la actitud del hombre hacia Dios sino a la actitud Divina como es demostrada en el evento histórico de la muerte del Salvador. La reconciliación es recibida (Rom. 5:10). Es la obra de Dios (Rom. 5:18; II Cor. 5:18-21). Está terminada y no puede ser repetida. El mensaje ha sido encargado a hombres fieles para decir a otros que el Padre ha realizado la obra mediante Su Hijo por la cual los pecadores perdidos pueden ser reconciliados al Dios santo y justo.
La obra expiatoria de Jesucristo es desplegada en la Escritura como “redención.” La palabra redención no debe ser reducida a la noción general de liberación. Habla del rescate, que está asegurando una libertad por pagar un precio. El precio fue pagado en la sangre derramada de Jesucristo. Los elegidos son recipientes de aquella libertad. No son redimidos de la ley, que es, la obligación de amar a Dios. Los escogidos de Dios son redimidos de la maldición de la ley, pero no de la ley que dice, “...Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (Mat. 22:37, 38). La maldición de la ley es su sanción penal. Es el desplacer que descansa sobre toda infracción de la santa ley de Dios.
La obra satisfactoria de Cristo fue perfecta. Los religiosos equivocadamente creen que la perfección de la obra de Cristo significa que los pecados cometidos después de la conversión, o después del bautismo, deben ser satisfechos en esta vida por el individuo. En oposición de cualquier noción, los Cristianos correctamente contienden que la satisfacción de Jesucristo es la satisfacción única para el pecado. La satisfacción de Cristo es tan perfecta, tan final, que no deja responsabilidad penal para cualquier pecado del creyente (Heb. 10). La obra de Jesucristo en la cruz satisfizo el pecado de una persona antes y después de la regeneración. Es cierto que los creyentes son castigados en esta vida por sus pecados. Aquel castigo es correctivo y doloroso. Sin embargo, aproximar el castigo con la satisfacción por el pecado es infringir la perfección de la obra de Cristo y la naturaleza de Jesucristo Mismo.
Un individuo es regenerado por el Espíritu de Dios. Entonces el tiene una experiencia de conversión que viene mediante un conocimiento de la palabra de Dios. No hay condenación de aquellos quienes están en Cristo Jesús (Rom. 8:1). Una persona no puede hacer satisfacción por los pecados que él comete tanto más que un creyente pudiera hacer satisfacción por sus pecados antes de que fuera regenerado. El castigo es una cosa y la satisfacción es otra. La satisfacción está en Jesucristo y sólo en El. Esta es la razón por la cual los redimidos son perfeccionados para siempre por la obra terminada de Cristo. Se ha dicho que una persona contamina el río de los raudales que hacen contenta a la ciudad de Dios en permitir la noción de la satisfacción humana para entremeterse en su construcción de o la justificación o la santificación.
2
EL SALVADOR
INTRODUCIDO,
MAL INTERPRETADO, Y RECHAZADO
(Isaías 53:1-3)
La sección de la Escritura que comienza con Isaías 52:12 hasta 53:12 comienza y termina con la descripción, exaltación, y gloria del justo Siervo de Jehová. Muchos en el ambiente del alto criticismo afirman que la porción de la Escritura refiere a Israel quien fue llamado el siervo de Jehová. Sin embargo, un Cristiano no puede estirar su imaginación al decir que sus pecados fueron puestos sobre Israel y Israel cargó sus pecados. Un comentario Divino de la Persona mencionada es registrado en Hechos 8:26-35. Felipe usó la misma Escritura y predicó al Señor Jesucristo al eunuco de Etiopía. Entre los primeros y últimos versículos de Isaías 52:12 y 53:12, el valle profundo de los sufrimientos y la muerte de Jesucristo son registradas. Esta sección de la Escritura muestra la enemistad judía y la crueldad romana infligida sobre Jesucristo.
Isaías 53 está lleno con paradojas Divinas: (1) Jesucristo fue una raíz de tierra seca pero fue fructífera. (2) El no tuvo parecer ni hermosura pero fue el Siervo de Dios. La Escritura nombra a Jesucristo “el lirio del valle,” “la estrella resplandeciente de la mañana,” “la rosa de Sarón,” etcétera, pero sólo por la gracia de Dios puede una persona detectar esa hermosura. Desde el punto de vista humano, la naturaleza humana que El asumió en la encarnación no fue atractiva. (3) El fue despreciado y desechado entre los hombres pero fue el Mesías ungido. (4) El fue sin generación humana pero tiene una descendencia numerosa. (5) El sufrió hasta la muerte pero siempre vive. (6) El fue rechazado y golpeado pero prosperó. (7) El fue cortado pero prolongó Sus días. (8) El creció pero es el Hijo eterno de Dios. (9) El fue un renuevo pero cargó y aguantó una tormenta terrible. (10) El no tuvo atracción para conducir a cualquiera a desearle pero es deseado por muchos. (11) El fue herido hasta la muerte, pero esas heridas son vida a los elegidos. (12) Jehová cargó en El la iniquidad, pero El es Jehová Mismo. (13) El murió pero vive para repartir despojos.
Hay pasajes de la Escritura que sirven como un comentario Divino sobre cada frase de Isaías 53:1-3 — (1) “¿Quién ha creído a nuestro anuncio...?” corresponde con “Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él” (Juan 12:37). (2) “...¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” corresponde con “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre, conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mat. 11:27). (3) “Subirá cual renuevo delante de él...” corresponde con “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador” (Juan 15:1). (4) “... Como raíz de tierra seca...” corresponde con “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Luc. 2:52). (5) “...No hay parecer en él, ni hermosura...” corresponde con “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres” (Isa. 52:14). (6) “...Le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos” corresponde con “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para el son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (I Cor. 2:14). (7) “Despreciado...” corresponde con “Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!” (Mat. 27:29). (8) “...Y desechado entre los hombres...” corresponde con “Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás...” (Juan 18:40). (9) “...Varón de dolores, experimentado en quebranto...” corresponde con “Jesús lloró” (Juan 11:35). (10) “...Y como que escondimos de él el rostro...” corresponde con “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40). (11) “...Fue menospreciado, y no lo estimamos” corresponde con “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (I Cor. 1:23).
Tres cosas deberían ser consideradas concerniente a la Persona del sacrificio en Isaías 53:1-3 — (1) El Sacrificio es introducido (v. 1). (2) El Sacrificio es mal interpretado (v. 2). (3) El Sacrificio es rechazado (v. 3).
1. La primera pregunta de Isaías, “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” refirió a la doctrina de Cristo. ¿Quién ha creído la verdad acerca el Siervo glorioso de Dios? El Señor Jesucristo mediante la auto-humillación y el sufrimiento vicario hasta la muerte realizó la salvación para todos quienes han creído o creerán. La fe para creer la doctrina de Cristo no está en el poder del hombre. La fe natural da asentimiento mental al testimonio de Dios, pero la fe que salva es el fruto de la gracia. Un testimonio conciso concerniente a Jesucristo se encuentra en I Juan 5:9-13. El testimonio incluye (1) el don de Dios; (2) el don es dado a los elegidos; (3) el don es la vida eterna; y (4) la vida está en el Hijo de Dios. Conclusivamente, el don es Divino, personal, duradero, y en Jesucristo.
La segunda pregunta de Isaías, “¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” es la respuesta de su primera pregunta. Una de las citaciones del Nuevo Testamento de esta pregunta fue por el Salvador y la otra por el apóstol Pablo. El Señor había hecho milagros en la presencia de los Fariseos quienes fueron los religiosos de Su día, pero no creyeron en El (Juan 12:34-41). El apóstol Pablo citó la pregunta de Isaías cuando él habló con los judíos religiosos quienes fueron ignorantes de la justicia de Dios (Rom. 10:1, 14-16). Nadie creyó sino aquellos a quienes Jesucristo es revelado. El Señor “... Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado” (Gál. 3:1). El ha sido hecho manifiesto ante los hombres. No obstante, la muerte de Jesucristo no significa nada al individuo hasta que Dios por Su Espíritu revela su significación a él. La respuesta a la primera pregunta es que ninguno ha creído a menos que el Espíritu haya revelado la muerte de Jesucristo a su corazón. Las cosas espirituales son ocultas del sabio mundano y prudente y reveladas por el Espíritu a los niños. Por lo tanto, “...nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” Ambas preguntas son contestadas por el Señor Mismo en Mateo 11:25-27.
El brazo del Señor es una frase frecuentemente repetida y significante en la profecía de Isaías. El título revela al Señor Jesús como el ejecutivo de la Deidad: “...Tú, brazo de ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la tribulación” (Isa. 33:2). “...En su brazo llevará los corderos...” (Isa. 40:11). “Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo...” (Isa. 51:9). La plenitud de la Deidad corporalmente habita en el Señor Jesucristo (Col. 2:9). El brazo del Señor es revelado a cada uno a quien el Espíritu de Dios ha revelado la Persona y Obra de Jesucristo.
2. El Salvador fue mal entendido (Isa. 53:2). Los judíos buscaron a uno que viniera en majestad y gloria, no en humildad. Ellos esperaron que Cristo viniera en pompa y orgullo, como el Capitán de las huestes del Señor en los días antiguos (Jos. 5:14). Esta expectativa fue parte del tropiezo de Israel. La venida del Señor fue predicha como Su llegar a ser la semilla de la mujer (Gén. 3:15). El Hijo siendo dado no se llevaría a cabo separado de un niño siendo nacido (Isa. 9:6). El prejuicio de los judíos los cegó a esa verdad. Ellos invalidaron la palabra por sus tradiciones (Mar. 7).
El pronombre “él” en el versículo 2 refiere a Jesucristo, el justo Siervo de Dios. El no es una influencia, un sistema, una educación, una filosofía, o la nación de Israel. El es una Persona. Isaías predijo que El subiría delante de El—Dios el Padre. Una Persona nació, vivió, murió, fue sepultada, y fue levantada otra vez. Esa misma Persona está sentada a la diestra del Padre y vendrá otra vez.
Isaías profetizó que Jesucristo subiría delante del Padre como un renuevo. El crecía en sabiduría, estatura, y en gracia para con Dios y los hombres (Luc. 2:52). Crecer señala la distinción entre la obra de Dios y la obra de hombre. Una obra humana no puede crecer. Una obra Divina sola crece. Por lo tanto, El que da vida le causa crecer.
El Señor Jesucristo fue como una raíz de tierra seca. Una raíz que sale de la tierra seca es contraria al curso de la naturaleza. El salió del tocón decaído de Isaí (Isa. 11:10). Los hombres son representados saliendo en desánimo de este renuevo que sale de tales lugares no prósperos. Durante los días tempranos del ministerio personal del Señor, los hombres se preguntaron si pudiera salir algo de bueno de Nazaret (Juan 1:46). Las actitudes del mundo y los religiosos hacia Jesucristo permanecen iguales. Los judíos no Le desearon. Su actitud hacia Su nacimiento puede ser descrita como la impotencia política y decadencia religiosa. La tierra seca usada en la profecía de Isaías describe el estado existente en aquel entonces de la nación degradada y esclavizada de Israel. También expresa el carácter de la edad religiosa en que Jesucristo nació. Además, retrata la edad corrompida en el día de hoy. A pesar de todas las circunstancias desfavorables del ambiente terrenal de Cristo, El crecía delante del Señor Dios del cielo.
Todo el capítulo cincuenta y tres de Isaías es una confesión arrepentida de los judíos. El profeta habló a la gente judía; por lo tanto, la profecía perteneció primariamente a ellos. Proféticamente, las escamas comenzaron caer de sus ojos. Aunque los Cristianos reciben lecciones valiosas de la enseñanza de este capítulo, es primariamente una confesión contrita de la gente judía proyectada en el futuro al tiempo que Israel como una nación mirará sobre El a quien ellos traspasaron, y nacerá una nación de una vez (Isa. 66:8).
Cuando las escamas comiencen a caer de los ojos de Israel, ellos recordarán al cordero pascual. Los judíos pusieron a un lado el cordero pascual para el sacrificio hasta el décimo día del mes (Ex. 12:3). Durante esos diez días, el cordero estaba ante Jehová. Sus ojos solo descansaron sobre y se deleitaron en el cordero. Los judíos reconocerán lo que se llevaba a cabo durante aquel tiempo. El Señor Jesús, el Cordero de Dios, asumió la naturaleza humana. Poco es registrado acerca de Su vida durante aquel tiempo. No obstante, siempre El estaba delante los ojos de Dios el Padre, creciendo ante de El y esperando el tiempo que El iría a la cruz de Calvario.
Cuando las escamas caigan de los ojos de los judíos, ellos confesarán que en el primer advenimiento del Señor no vieron en El parecer ni hermosura y sin atractivo para que Le desearan. No hay nada en Su alrededor o aspecto que atrajo a la gente religiosa o mundana. Los judíos confesarán que ellos buscaban a uno que viniera con pompa y orgullo. Ellos Le esperaban llegar como Rey, montado sobre un caballo blanco. En vez, El se humilló, montado sobre un pollino, y vino para sufrir y morir. El vendrá para reinar como Rey en Su segunda venida. El anuncio de Jesucristo en toda Su belleza y gloria no tiene atracción para la carne. El Señor Jesús no contestó al ideal de los judíos en Su primer venida, y El no contesta al ideal del mundo religioso en el día de hoy. Su grandeza no está formada en los pensamientos de los hombres.
Los judíos mal leían las profecías. Ellos imaginaron que otro libertador que Dios había prometido había venido. El mundo religioso continúa buscando el atractivo de la carne. Ellos no tienen deseo para la santidad de Dios o para la santidad de vida en los Cristianos individuales para evidenciar la regeneración. Dios tiene una manera de esconder Sus tesoros. El Señor Jesucristo es el don indecible del Dios el Padre, pero El está escondido del mundo. Sólo el hombre exterior está visible a ellos. El tesoro de la gracia de Dios se manifiesta, pero no a su plenitud en esta vida. Los hombres miran a Jesucristo y no ven ninguna belleza por la cual Le deberían desear. Solo la gracia de Dios capacita a una persona a penetrar la naturaleza humana de Jesucristo para ver la naturaleza Divina del Hijo eterno. Los hombres tienen que ser capacitados para mirar no sólo al vaso sino a su contenido.
3. El Salvador fue despreciado y desechado entre los hombres (v. 3). La confesión arrepentida de los judíos procederá a establecer su hostilidad positiva que ellos manifestaron hacia el justo Siervo de Dios en su ignorancia anterior en Su primer advenimiento. El hombre en su estado natural desprecia el Señor Jesucristo. Los hombres perversos aborrecen la Luz y rehúsan venir a Cristo (Juan 3:19-21). Toda persona salva por la gracia confiesa que él anteriormente despreció al Señor. La nación de Israel aborreció a Cristo: “Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió” (Isa. 49:7). Ellos demandaron Su crucifixión.
El Salvador es desechado entre los hombres: “Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo, No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14). Los hombres principales de Su nación y los grandes hombres del mundo retiraron sus manos de El. Los gobernadores del mundo y los Fariseos religiosos no creyeron en El (Juan 7:47, 48). La persona no salva rehúsa permitir que el Señor reine en su vida. Sin embargo, la bendición más grande al hijo de Dios es estar bajo el reinado de Cristo. Esto es verdaderamente la libertad.
Cristo fue un Varón de dolores. El quebranto y el dolor han sido comunes a través de las edades. Un dolor no hace a una persona un varón de dolores. Un encuentro con quebranto no hace a un individuo experimentado en quebranto. La vida de Cristo fue una de perseverancia dolorosa y constante. El no tuvo un cuerpo débil o enfermo; pero la ira instigada por el pecado y el celo del auto-sacrificio quemó como el incendio de una fiebre en Su alma y cuerpo (Sal. 69:9). Por lo tanto, Su dolor fue del corazón, y Su quebranto fue del alma: “...Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor” (Lam. 1:12).
Los judíos arrepentidos confesarán que no estimaron al Señor Jesús. Ellos formaron una estimación muy baja del Hijo de Dios. Ellos Le tenían en desacato. Jesucristo sólo puede ser conocido en la manera de convicción de pecado y el arrepentimiento y no en la manera de especulación. La obra vicaria del Señor que estaba delante de El en el tiempo de la profecía de Isaías ahora está atrás de El. El ha terminado la obra y está sentado a la diestra del Padre. El vive en el gozo eterno de una obra realizada (Heb. 12:2).
3
EL SALVADOR HERIDO
(Isaías 53:4)
Los versículos de la Escritura que sirven como un comentario Divino de Isaías 53:4 son dados: (1) “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades...” corresponde con “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestra debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15). (2) “...Y sufrió nuestros dolores...” corresponde con “Jesús, profundamente conmovido otra vez...” (Juan 11:38). (3) “...Y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” corresponde con “Y el pueblo estaba mirando; Y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios” (Luc. 23:35).
El amor de Jesucristo es manifestado en una manera triple en Isaías 53:4 — (1) La certeza del amor de Cristo para los Suyos es expresada en la palabra “ciertamente.” (2) Los hechos del amor obediente de Cristo son expresados en las palabras “llevó” y “sufrió.” (3) Los objetos de amor Divino son vistos por conectar las palabras “enfermedades” y “dolores.”
Israel arrepentido confesará su ingratitud hacia Jesucristo. Le tuvieron “por azotado, por herido de Dios y abatido.” Su culpa fue en tenerle herido por Dios por Su propio pecado. Los judíos consideraron el sufrimiento del Señor como merecido porque El trató quitarlos de sus creencias religiosas. Ellos despreciaron a ambos Jesucristo y a aquellos quienes les testificaron acerca de El. Los religiosos continúan detestando a aquellos quienes magnifican las riquezas inescrutables de la gracia de Dios, pensando que están tratando persuadirles de sus tradiciones religiosas. Después que el Señor Jesucristo ha sido revelado a los judíos en la regeneración, confesarán su pecado del pasado.
La enfermedad de pecado está declarada en el texto bajo consideración. Deducciones extrañas y erróneas han sido sacadas de Isaías 53:4. El versículo refiere a la enfermedad del alma, no a la enfermedad del cuerpo. Muchos de los religiosos creen que Jesucristo llevó en la experiencia del Calvario todas las enfermedades y dolores del Cristiano; consiguientemente, nunca deberían de enfermarse o sufrir. La obra de Jesucristo fue perfecta y terminada hacia Dios. Por lo tanto, El es la propiciación por los pecados del mundo de los creyentes (Rom. 3:25; I Jn. 2:2). Sin embargo, Su obra terminada no es aplicada ahora a los cuerpos de los creyentes. Sus cuerpos son imperfectos. El pecado radica en ellos, y ellos deben mortificar las obras del cuerpo (Rom. 7:17; 8:13). Sus cuerpos permanecen bajo el poder de la muerte, que es el último enemigo a ser destruido (I Cor. 15:26). La obra terminada de Jesucristo no será aplicada al cuerpo del creyente hasta la mañana de la resurrección. El Señor Jesucristo tuvo autoridad sobre la tierra para quitar el efecto del pecado; entonces, El se hizo a Sí Mismo responsable por la causa. Su obra incluyó la redención de toda la influencia del pecado, pero las bendiciones completas del Calvario no serán experimentadas hasta que el Señor declare “Hecho está” (Apoc. 21:6). Hasta que las bendiciones completas del Calvario sean realizadas, el Cristiano se hará viejo y sentirá dolor. Esta es la razón por la cual el apóstol Pablo dijo que su hombre exterior se iba desgastando, pero su hombre interior se renovaba de día en día (II Cor. 4:16).
El comentario Divino sobre Isaías 53:4 es Mateo 8:16-17. La profecía fue cumplida en el hecho de los milagros por el Señor durante Su ministerio personal. No fue cumplida en la cruz. Un estudio cuidadoso de Mateo 8:16-17 revelará que Jesucristo llevó enfermedades “simpáticamente” durante Su ministerio personal. Dos palabras griegas diferentes son traducidas “llevar.” La que es usada en Mateo 8:16-17 significa llevar en el sentido de simpatía. La que es usada I Pedro 2:24 refiere a la obra substituta de Jesucristo en la cruz. La obra simpática de Cristo está contrastada con Su sacrificio en la cruz en Isaías 53:4-5.
Si Cristo propuso que la gente no más sería enferma, ¿Por qué no destruyó la enfermedad? La enfermedad es parte de la maldición, y la maldición permanece. Hay un peligro de ser extraviado por el sonido de ciertas expresiones en la palabra de Dios mediante el fracaso de encontrar su sentido verdadero. Los siguientes son algunos ejemplos de aquel extravío entre los religiosos: “Nuestra actitud hacia la enfermedad debería ser igual que nuestra actitud hacia el pecado. Cristo fue hecho pecado por nosotros quien no conoció pecado; asimismo, El fue hecho enfermo quien no conoció la enfermedad. En la misma manera que nosotros recibimos las primicias de nuestra salvación espiritual, nosotros podemos recibir las primicias de nuestra salvación física. ¿Cómo puede Dios justificarnos y a la vez requerirnos permanecer bajo la maldición de lo que El nos ha redimido?” Los espiritualmente ignorantes pueden ser extraviados por tales relatos erróneos. El Señor Jesucristo no se enfermó. El no llevó las enfermedades en este sentido.
Las palabras “pecado” (v. 6), “rebelión” (v. 8), “pecado” (v. 10), “iniquidades” (v. 11), y “pecado” (v. 12) anuncian que Jesucristo fue a la cruz de Calvario para pagar la penalidad por los pecados de los elegidos. La enfermedad que El llevó fue la enfermedad de pecado. Es una enfermedad descaecida, dolorosa, aborrecible, infecciosa, y mortal. La enfermedad corporal representa la naturaleza seria y las consecuencias terribles de pecado. La enfermedad en el cuerpo es un tipo de pecado en el alma; por lo tanto, las palabras diversas usadas dentro del contexto son usadas para describir el pecado.
Un estudio del Nuevo Testamento evidencia que el apóstol Pablo no sabía nada acerca de la doctrina errónea de la “sanidad Divina” que es propagada por los engañadores religiosos. Pablo enseñó que el hombre exterior está pereciendo pero el hombre interior se renueva de día en día (II Cor. 4:16). El recordó a los Cristianos que la salvación de sus cuerpos está más cerca que cuando creyeron (Rom. 13:11). El enseñó que la muerte es el último enemigo que sería destruido (I Cor. 15:26). El habló acerca de la humillación del cuerpo (Fil. 3:21). El exhortó a los creyentes quienes son resucitados con Cristo buscar las cosas de arriba (Col. 3:1-3). Los Cristianos serán como el Señor Jesucristo cuando Le vean como El es (I Jn. 3:2, 3). Entonces todas las imperfecciones serán quitadas “A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27).
La salvación es terminada y no terminada. La declaración del Señor en la cruz en Juan 19:30, “Consumado es,” significa que fue completada, ejecutada, concluida, terminada, y realizada. ¿Qué fue realizado? Jesucristo terminó la obra al ofrecerse a Sí Mismo por los pecados de los elegidos, el propósito para que Dios Le envió al mundo: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). Dios había enviado a Cristo al mundo no para ser un maestro, aunque El enseñó. El no Le envió para ser un sanador, aunque El sanó. Dios envió a Su Hijo para darse a Sí Mismo, una expiación por el pecado. El Le envió para estar en el lugar de aquellos que el Padre había dado al Hijo en el pacto de la redención. El Señor Jesucristo realizó aquella obra.
Los creyentes permanecen entre las dos declaraciones de Cristo: “Consumado es” y “Hecho está” (Juan 19:30; Apoc. 21:6). La última declaración no ocurre hasta que todas las cosas sean hechas nuevas (Apoc. 21:5). Nosotros estamos entre la obra terminada de Calvario y el hacer todas las cosas nuevas.
La obra terminada de Cristo es simbolizada por (1) la vestidura de las túnicas de pieles (Gén. 3:21), (2) la ofrenda más excelente de Abel (Gén. 4:4), (3) el arca guareciendo de Noé (Heb. 11:7), (4) la ofrenda de Isaac (Heb. 11:17), (5) la sangre del cordero pascual (Ex. 12:1-14), (6) la fuente que queda vida (Ex. 17:6), y (7) la serpiente de bronce (Núm. 21:9).
La obra terminada y la obra no terminada de Jesucristo incluyen las cosas siguientes: (1) Su obra como Redentor es terminada, pero Su obra como Restaurador permanecerá no terminada hasta la perfección de toda persona elegida. (2) La obra de Cristo como Salvador en la cruz es terminada, pero Su obra Sustentadora no está terminada. Aquellos quienes han sido reconciliados con Cristo son salvos o sostenidos por el Cristo viviente (Rom. 5:10). “Salvo” es agregado a “salvo.” (3) Su obra como Expiador está terminada, pero Su obra como Abogado no es terminada. La provisión está hecha para el creyente que peca (I Jn. 2:1). (4) La obra de Cristo como Santificador es ambas terminada y no terminada. Los elegidos son santificados posicionalmente en la regeneración, progresivamente santificados en sus vidas Cristianas, y serán finalmente santificados en la presencia de Jesucristo. (5) La obra del Salvador de quitar los pecados “del” creyente es terminada, pero Su obra de quitar el pecado de “adentro” del creyente no está terminada. El pecado fue judicialmente quitado de los elegidos en la muerte de Jesucristo. El pecado es quitado de adentro el creyente por Cristo viviendo a la diestra del Padre y el Espíritu Santo viviendo dentro del creyente. (6) La muerte de Cristo para destruir la penalidad del pecado en los elegidos de Dios es terminada, pero Su vivir para destruir el poder de pecado sobre ellos no es terminada.
La obra completa y la obra no completa de Jesucristo señalan una verdad importante en las vidas del pueblo de Dios. La posición del Cristiano en Jesucristo está terminada: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1). El es posicionalmente seguro porque él no tuvo nada que hacer con su posición. Su posición en Cristo es totalmente de Dios. No obstante, la condición de vida del Cristiano no está terminada. Su estado es imperfecto. Por lo tanto, él debe ocuparse en su propia salvación con temor y temblor, la que Dios ha obrado en él (Fil. 2:12, 13). El debe añadir a su fe, que es el don de Dios (II Ped. 1:1-11).
La obra de Cristo y la obra del creyente serán ambas consumadas. El cumplimiento de la obra de Cristo ocurrirá después de que El haya hecho todas las cosas nuevas: “...He aquí, yo hago nuevas todas las cosas...Hecho está...” (Apoc. 21:5, 6). La conclusión de la obra de Cristo incluirá un cuerpo nuevo para los elegidos. La obra del creyente no será consumada hasta que él reciba su cuerpo nuevo. Su obra no cesa en la muerte: “...Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apoc. 14:13). La influencia del creyente continúa viviendo porque las obras siguen la muerte. Su influencia no cesará hasta que Cristo haga todas las cosas nuevas. Por lo tanto, el creyente desea que su influencia sea para la verdad y la justicia.
La obra redentora de Cristo es terminada; por lo tanto, El ascendió al Padre para interceder por los Suyos. La aplicación de esa redención al cuerpo del creyente es futura. En la carne, el Cristiano gime y está con dolores esperando la redención de su cuerpo. Lo que es nacido de la carne permanece carne (Juan 3:6). El cuerpo es mortal (II Cor. 4:11). Es un cuerpo corruptible (I Cor. 15:42). Permanecerá así hasta la mañana de la resurrección. El cuerpo permanece sin cambio en la regeneración, que garantiza el cuerpo nuevo. Ahora hay contienda constante entre la carne y el espíritu (Gál. 5:17). Por lo tanto, el creyente debería presentar su cuerpo en sacrificio vivo a Dios (Rom. 12:1). El cuerpo es salvo por la esperanza (Rom. 8:22-25). Los Cristianos no son regenerados gradualmente, y no son glorificados gradualmente. La regeneración es instantánea. Además, la glorificación del cuerpo será instantánea en la mañana de la resurrección.
Los judíos confesarán que en su ignorancia y ceguera anterior, ellos consideraron a Jesucristo por plagado y por abatido de Dios por Su propio pecado. Ellos reconocerán que la transgresión fue suya, y el golpe para la transgresión fue del Señor. La iniquidad fue suya, y las heridas para la iniquidad fueron las Suyas. El pecado fue suyo, y la muerte por el pecado fue Suya. Ellos admitirán la vileza de su ingratitud, la intensidad de su ignorancia, el espesor de su obscuridad, y la profundidad de su blasfemia contra el Santo de Israel. Esta es la confesión ahora por todo individuo iluminado por la gracia. Será la confesión de los judíos cuando ellos sean iluminados por la gracia.
El contraste es grande entre estimar a Cristo por azotado, por herido de Dios, y abatido y considerarle ensalzado, enaltecido, y hecho altísimo. Esta es la transformación que ocurre en la mente de toda persona regenerada por el Espíritu de Dios. El sufrimiento del Señor en la cruz es la satisfacción del creyente.
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EL SUFRIMIENTO VICARIO DEL SALVADOR
(Isaías 53:5)
Un comentario Divino sobre Isaías 53:5 es dado en el Nuevo Testamento: (1) “Mas él herido fue por nuestras rebeliones...” corresponde con “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (I Ped. 3:18). (2) “...Molido por nuestros pecados...” corresponde con “Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y lo azotó” (Juan 19:1). (3) “...El castigo de nuestra paz fue sobre él...” corresponde con “Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas...haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:20). (4) “...Por su llaga fuimos nosotros curados” corresponde con “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Heb. 10:10).
Dos aspectos enteramente diferentes de la naturaleza humana son expresados en los versículos 4 y 5 de Isaías 53. Los judíos confesarán que ellos no estimaron al Señor Jesucristo (v. 3). Ellos también confesarán que ellos Le tuvieron por azotado, por herido de Dios, y abatido por Su propio pecado (v. 4). Entonces, ellos admitirán que El fue herido por su rebelión y que El no tuvo ninguna de Su propia (v. 5). Ellos admitirán las rebeliones, pecados, y el castigo de paz que El llevó fue suyo, y ellos fueron curados por Sus llagas. Los quebrantos y los dolores no son resultados necesariamente directos de la transgresión de la ley de Dios. Ellos son asociados indirectamente con la transgresión de la ley de Dios pero directamente con la complicidad con Adán en su caída en el jardín de Edén. El Señor Jesucristo llevó los quebrantos del pecador y llevó sus dolores simpáticamente durante Su ministerio personal. Nada es registrado en el versículo 4 concerniente el sufrimiento vicario de Cristo.
Un aspecto diferente de la naturaleza humana es revelado en el versículo 5. El Señor Jesús sufrió vicariamente por las transgresiones de Su gente. El fue molido por sus pecados. El castigo de su paz estaba sobre El, y ellos son curados por Sus llagas. La muerte de Cristo fue una propiciación por los pecados de aquellos que el Padre dio al Hijo en el pacto de la redención. El herido y sufrimiento de Cristo no fueron una posibilidad pero una certeza. La sanidad de los elegidos también es una certeza y no una simple posibilidad. El Señor Jesucristo no murió en vano. Todos se han descarriado de Dios en varias direcciones. Las iniquidades de los elegidos se encuentran como alcantarillados asquerosos en una inundación potente sobre el Hijo eterno de Dios. Las transgresiones, iniquidades, y las enfermedades espirituales son mucho más atroces que la inmundicia de cualquier alcantarillado humano. Algunos pecadores van en la dirección de la inmoralidad y otros en la dirección del pecado religioso. En cualquier dirección, el pecado es la rebelión contra Dios. No obstante, el Padre causó estos pecados para convergir sobre Jesucristo en el Calvario. El sufrió en lugar del pecador.
Jesucristo fue herido por las rebeliones de los elegidos. Isaías no acentuó el aspecto humano sino lo Divino del Calvario. El apóstol Pedro recordó a los judíos que ellos fueron los instrumentos responsables para la muerte del Hijo de Dios (Hech. 2:22, 23). Sin embargo, él no eliminó el aspecto Divino. Las acciones de los judíos fueron determinadas por Dios. Pedro enfatizó ambos el aspecto Divino y el aspecto humano de Calvario. El Señor Jesús fue infligido con severas heridas mortales. Su molido indica que El fue aplastado. Su castigo y el sufrimiento aseguró la reconciliación de los Suyos. Sus llagas fueron recibidas por los elegidos de Dios. Algunos erróneamente pasan ligero sobre las palabras en el versículo 5 diciendo que Cristo fue herido por nuestras transgresiones. Sin embargo, este no es la declaración en el versículo. Ellos lo presentan desde un punto de vista humano diciendo que Jesucristo murió por manos de los hombres pecadores. Ellos fracasan en enfatizar la expiación substituta y vicaria de Cristo en la cruz.
Algunos equivocadamente creen que Jesucristo murió por los hombres para poner un ejemplo perfecto de paciencia y sumisión bajo el sufrimiento. Los otros erróneamente afirman que todos los pasajes de la Escritura que habla de la propiciación deben ser expuestos en un sentido figurado. Ellos también dicen que los apóstoles prendieron esos términos de la ley judía y los aplicaron a Cristo sólo como analogía, insinuando que Su sangre no expió por el pecado, ni más que la sangre de los sacrificios de animales. Ellos también afirman que Jesucristo murió como una prenda para asegurar a los hombres que Dios perdonaría y los aceptaría según su arrepentimiento. Hasta aquí toman el tema de los sufrimientos vicarios de Jesucristo.
Los creyentes renacidos aceptan la interpretación Bíblica que los apóstoles nunca hablaron de la muerte de Cristo simplemente como analogía de los sacrificios judíos. Los sacrificios judíos simplemente prefiguraron el sufrimiento vicario de Jesucristo en la cruz. El punto de vista Bíblico es que el Señor Jesucristo cargó los pecados de Sus escogidos por medio de la imputación. La imputación del pecado de Adán a su posteridad fue verdadera e inmediata, pero la imputación de los pecados de los elegidos a Jesucristo no es igual. Cristo no fue involucrado en la depravación humana. Los pecados de los elegidos no fueron actualmente transferidos a El tanto como llegar a ser los Suyos propios. Ellos no fueron considerados los Suyos. Es imposible considerarlos lo que no fueron. La transferencia de sus pecados no fue más que el “castigo” de ellos actualmente puesto sobre Jesucristo. Los pecados de los elegidos no llegaron a ser de Cristo, pero ellos fueron imputados a El de modo que El estuvo en su lugar y sufrió la penalidad por sus pecados. El sufrió la muerte que ellos debieron haber sufrido. Los pecados del pueblo judío no fueron transferidos de sí mismos a la víctima cuando ofrecieron sus sacrificios, sino la víctima fue matada por los pecados del ofrecedor (Lev. 16). El pecado de un hombre no puede en ningún sentido ser transferido a una bestia.
El Salvador sufrió vicariamente como el Sustituto por Su pueblo. Hay ejemplos donde uno toma para sí mismo la penalidad del descuidado o la insensatez del otro en el reino de la ley natural. Los hombres han sido dispuestos a morir la muerte de un mártir por una causa que aceptaron. El amor de Cristo por Sus elegidos lo superó. Su amor para ellos es eterno. El fue a la cruz de Calvario y cargó la penalidad por sus transgresiones y fue molido por sus pecados. Ellos son curados por Sus llagas. El llevó la deuda del pecado sobre Sí Mismo y la llevó “como” Suya propia.
El castigo que conduce a la paz de los elegidos de Dios estuvo sobre El. La paz al individuo resulta de su haber sido justificado ante Dios (Rom. 5:1). La sanidad va más allá que la justificación para incluir la gracia santificadora en las almas de los justificados. Entonces, el Espíritu Santo quien realiza la regeneración adentro de un individuo lo libra por la santificación de la enfermedad espiritual y la imperfección moral de modo que él puede llegar a ser conforme a la imagen de Cristo. Una persona no disfruta en la paz de la justificación a menos que él haya sido sanado de (1) la desatención y despreocupación acerca de las cosas espirituales, (2) la incredulidad y la ignorancia de las cosas espirituales, (3) el amor del mundo y sus placeres, (4) el amor para el pecado y la comisión de él, (5) la auto-indulgencia y el auto-buscando, (6) una conciencia acusadora, y (7) un temor servil de Dios.
La oración no puede sanar. Es un pedido para sanidad. La confianza no sana. El individuo mismo no puede aplicar el remedio. Solo Dios puede aplicarlo. Jesucristo fue contento a estar en el lagar solo para que los recipientes de la gracia pudieran tener el gozo Divino (Isa. 63:3). El Señor Jesús fue a la cruz y sufrió vicariamente. No había nadie para ayudarle. Su brazo trajo la salvación.
Las verdades en el versículo 5 no son simplemente posibilidades sino una certeza. Algunos dicen que la propiciación es ilimitada y la sustitución es limitada. Sin embargo, la propiciación y la sustitución deben ser de igual alcance. Cristo llegó a ser Fiador por aquellos por quienes El murió y redimió. El pensamiento erróneo de la redención universal repudia todo atributo de Dios: (1) Se opone Su presciencia porque representa a Dios como tratando de hacer lo que El sabe que El no hará. (2) Rechaza el amor de Dios. ¿Qué tipo de amor sería manifestado al morir por todos, cuando muchos de ellos serán castigados con la condenación eterna? (3) Renuncia la sabiduría de Dios. ¿Qué es la sabiduría que formaría una redención que fracasa en su propósito intentado? (4) Se opone al justo juicio de Dios. ¿Dónde está el justo juicio que demandaría dos pagos para el mismo crimen? (5) Rechaza el poder de Dios. Si Cristo murió por todos y todos no son salvos, debe ser por falta de poder. (6) Rechaza la inmutabilidad de Dios. Sugería que El ama en un tiempo, y entonces aquel amor se cambia al odio. (7) Repudia la satisfacción de Jesucristo. El dijo que verá Su linaje y quedará satisfecho. (8) Niega la eficacia de la muerte de Cristo. Si todos no son salvos, Cristo murió en vano. (9) Renuncia la obra de Cristo, porque separa Su obra redentora de Su obra de intercesíon. Sin embargo, El intercede por todos por quienes El murió. (10) Es una contradicción a aquellos quienes cometan el pecado no perdonable. Puesto que la salvación de algunos es imposible, ¿Cómo podría morir Cristo para hacer posible la salvación para todos los hombres?
El Señor Jesucristo fue herido por las rebeliones de los elegidos y molido por sus pecados. El castigo de su paz fue sobre El. Ellos son curados por Sus llagas. Esto es el evangelio puro escrito por el profeta Isaías. Cualquier cosa enseñada a lo contrario es otro evangelio. No es el evangelio de Cristo.
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EL SALVADOR QUE CARGA EL PECADO
(Isaías 53:6)
Ciertas referencias del Nuevo Testamento sirven como un comentario Divino sobre Isaías 53:6 — (1) “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas...” corresponde con “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). (2) “...Cada cual se apartó por su camino...” corresponde con “Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Fil. 2:21). (3) “...Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” corresponde con “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (II Cor. 5:21).
Isaías 53:6 muestra la necesidad para los sufrimientos de Cristo mencionados en el versículo 5. Porque los hombres son totalmente apartados de Dios, Jesucristo sufrió y murió. Las ovejas dispersas son retratadas en el texto. La Escritura no llama a todos los hombres ovejas sin excepción. Algunas son ovejas, y otros son cabritos. Las ovejas están bajo los títulos de salvos y perdidos. En la confesión penitencial de los judíos en el tiempo de su regeneración por el Espíritu, ellos confesarán que ellos se han descarriados como ovejas. Ellos reconocerán que su esparcimiento fue general y particular y habían ido todos a su camino.
El Señor comisionó a Sus discípulos ir sólo a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat. 10:6). Luego, El dijo que tuvo otras ovejas no del redil del judaísmo (Juan 10:16). Ellos fueron ovejas gentiles. Todas las ovejas regeneradas de entre los judíos y los gentiles serán traídos por Cristo a Su rebaño. Ellos no fueron ovejas salvas en el tiempo que el Señor habló concerniente a los gentiles perdidos. Ellos fueron ovejas perdidas por quienes Cristo moriría. El Espíritu Santo los regeneraría por aplicar la obra de Cristo de la redención a ellos en el tiempo.
Diferente que la parábola de las ovejas perdidas en Lucas 15, Isaías afirmó que “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6). Todo el rebaño de las ovejas que son dadas a Cristo en el pacto de la redención están bajo consideración. El único oficio que Isaías describió fue el de sufrir. El no presentó a Jesucristo como el Maestro, Legislador, o Rey. El sufrimiento de Cristo Le muestra como el Sustituto que carga los pecados de las ovejas, Fiador, Mediador, e Intercesor. Cuando El venga la segunda vez, El vendrá como el Mesías, el Rey que reina. El último es aceptado por judíos ortodoxos, pero el primero es rechazado. Ellos tienen una leyenda que dice que el Mesías será encontrado sentado con los leprosos en la puerta de la ciudad de Jerusalén. En su fábula tiene la verdad profunda que Jesucristo quien salva debe sufrir con y por aquellos que salva. Hoy, el judío ortodoxo no cree que el Mesías ha venido como el Salvador sufrido. El fracasa en ver la importancia verdadera de su leyenda.
Los buscadores en Isaías 53:6 serán penitentes judíos. Ellos habrán aprendido tanto mal interpretaron al Señor cuando El vino la primera vez como la Víctima simpática durante Su ministerio personal y la Víctima vicaria en la cruz. La aplicación espiritual de su confesión futura se aplica a todos los penitentes, sean judíos o gentiles.
El punto de vista equivocado del Cristianismo es su fracaso en ver el significado verdadero de Isaías 53:6, que enseña la depravación universal y la redención por Jesucristo. Esas dos verdades son mal interpretadas por la mayoría de los religiosos. Tal mal entendimiento está en el fundamento de la doctrina falsa. La maldad hecha por todos va adelante en la forma de hechos pero regresa en la forma de culpabilidad. La maldad que procede de ellos es desde los corazones naturalmente perversos. Adondequiera que la gracia ha operado, hay arrepentimiento.
La depravación es universal — “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas....” Aunque esta es la confesión que los judíos penitentes harán, la depravación incluye todas las ovejas perdidas. Todos los redimidos fueron ovejas perdidos. Ellos fueron ovejas porque ellos fueron dadas a Jesucristo en el pacto de la redención, pero ellos fueron depravados tanto como cabritos quienes no fueron dados a El. Pablo habló a los gentiles cuando dijo, “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Toda persona quien ha sido nacida de nuevo confiesa su depravación.
Partir de Dios está representada por las ovejas descarriando. El texto implica que las ovejas estuvieron una vez en el rebaño, pero ellos se han descarriado. Todos pecaron en Adán (Rom. 5:12). La imputación de pecado a la humanidad fue verdadera e inmediata porque todos pecaron en Adán. En Adán, todos se descarriaron, pero cada individuo es responsable por su propio descarriamiento. El primer hombre estuvo originalmente en el rebaño en el estado de la rectitud creada.
Ninguna criatura es más propensa para vagar y perder su camino que una oveja sin un pastor. Cuando Adán cayó, primero buscó esconderse de Dios. El no buscó al Señor. El Señor le buscó y le encontró. Todas las ovejas han vagado y no volverán al rebaño hasta que el Señor los busca y los encuentra. Jesucristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc. 19:10). Cuando el Señor Jesús encuentra la oveja, la pone sobre Su hombro de poder y la lleva al rebaño (Luc. 15:4-7). La oveja no vuelve al rebaño en su propio poder. No es capaz de regresar o llevarse a sí misma al camino correcto. Una persona perdida es incapaz de volver por “su fe.” El Señor Jesús es el Buscador y el Salvador.
La oveja perdida está lista a seguir el ejemplo perverso porque su disposición es perversa. A un niño se le puede dar instrucción buena, pero él se volverá de ella a la instrucción perversa porque su disposición es perversa. El puede citar las frases Bíblicas y cantar coritos Bíblicos, pero más fácilmente recordará lenguaje sucio. La oveja vaga por sí misma, pero no puede volver por sí misma. Ella debe ser buscada y encontrada por el Señor Jesucristo, cuyo primer advenimiento fue para ese fin.
Partir de Dios es una acusación. La obligación ha sido violada. La culpabilidad ha sido contratada. Adán pudo haber permanecido en el rebaño, pero no lo hizo. Debido a su curso auto-escogido, el estado del hombre es uno de error, pecado, impotencia, y alienación del justo Dios santo.
Los modos de la manifestación de depravación son muchos: “...Cada cual se apartó por su camino....” Todos se han apartado, pero cada uno a su propio camino. Toda persona está involucrada en el pecado del montón. Además, él permanece bajo una carga de culpabilidad individual y personal. Esto hace a toda persona responsable. Ninguno puede excusarse a sí mismo. Todos tienen sus propios errores, pecados, miserias, y peligros. Las formas de maldad humana son tan variadas y numerosas como las inclinaciones naturales del hombre. Cada persona ha ido en el camino que él mismo ha escogido. Algunos siguen la fama y hacen cualquier cosa para ganarla. Otro desea la riqueza y vendería su alma por un poco de guisado. Los otros escogen el camino religioso que es muy atroz. Las palabras más duras del Salvador fueron habladas no a los inmorales sino a los moralistas (Mat. 23). Ellos fueron aborrecedores de Dios e hicieron nula la palabra de Dios por su educación religiosa. El Señor les dijo que las rameras y los fornicarios entrarían en el reino de los cielos antes que ellos. Todos no adoran al mismo ídolo, ni ellos dan devoción igual a sus ídolos. Los ídolos varían. Algunos son ídolos de madera o piedra, pero cualquier cosa que está entre un individuo y el Señor es un ídolo. Esta gente supone que son correctos, pero sus pensamientos proceden de disposiciones perversas: “Hay camino que parece derecho al hombre, Pero su fin es camino de muerte” (Prov. 16:25).
Partir del rebaño significa salida de la hermandad. El mundo manifiesta el egoísmo y la codicia porque los hombres han salido del rebaño. El egoísmo es el principio principal de los no redimidos (II Tim. 3:2). Ellos viven para sí mismos y no para una causa común. Viceversa, el Cristiano vive primero para Cristo, después para otros, y después para sí mismo.
El alma cansado encuentra el descanso donde el dolor alcanzó su clímax, en los sufrimientos de Cristo. En la cruz donde Cristo terminó la obra de la redención, el pecador encuentra gozo, reposo, paz, y contentamiento. Los corazones heridos son curados por las heridas del Salvador. Un individuo debe tener pensamientos bajos de sí mismo antes que él tenga pensamientos altos de Cristo. Dios el Padre causó todos los pecados de todos los elegidos encontrarlos sobre Jesucristo. En la cruz, Jesucristo pagó la deuda del pecado que fue contra todas las ovejas. Los pecados de los elegidos son representados como viniendo de todas las direcciones—el norte, sur, este, y oeste—y como viniendo de todo tiempo—pasado, presente, y futuro—y encontrándose sobre Jesucristo. Ellos causaron la muerte del Hijo de Dios para la satisfacción del Padre y para la salvación de los elegidos.
Todos los pecados de los elegidos son recogidos y expresados en el texto por la palabra “pecado.” Entonces, el pecado puede ser transferido de un ser a otro; por cuanto, un “hecho” de pecado no puede ser transferido. En vez de permitir los elegidos ser devorados, Jehová no escatimó a Su Hijo sino Lo dio por ellos (Rom. 8:32-34). El pecado en el sentido del castigo fue transferido a Jesucristo, pero el pecado como un hecho no podría ser transferido a El. El Señor Jesucristo cargó el castigo por el pecado en el Calvario. Las ovejas son los recipientes de esa realización.
Una persona seriamente herida no sería capaz de ir al hospital por su propia fuerza. Asimismo, las ovejas perdidas se han descarriado y son incapaces de volver. Lucas presentó las ovejas sin ayuda en Lucas 10. Un hombre se fue del lugar de bendición al lugar de maldición. El fue herido y dejado medio muerto. El sacerdote y el Levita no podían darle asistencia, pero el buen samaritano lo hizo. El buen samaritano lo vio incapacitado para ayudarse a sí mismo, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, y poniéndole en su cabalgadura, y dijo al mesonero que lo cuidara hasta que regresara. Esto es lo que Jesucristo hace por Sus escogidos. El aceite es tipo del Espíritu Santo, y el vino es tipo del gozo Divino. Los dos son impartidos a los elegidos en la regeneración.
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EL SALVADOR CALLADO
(Isaías 53:7)
Los versículos de la Escritura que sirven como un comentario Divino sobre Isaías 53:7 son dados: (1) “Angustiado él...” corresponde con “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Luc. 22:44). (2) “...y afligido...” corresponde con “Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!” (Juan 19:5). (3) “...No abrió su boca...” corresponde con “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (I Ped. 2:23). (4) “...Como cordero fue llevado al matadero...” corresponde con “Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle” (Mat. 27:31). (5) “...Y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” corresponde con “Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” (Mat. 26:63).
Hay dos temas mayores con dos divisiones en cada uno enseñado en Isaías 53:7 — (1) Jesucristo fue el Sustituto que sufrió. El sufrió por la pecaminosidad del hombre, y sufrió por la ordenación del Padre. (2) La disposición por la que Jesucristo aguantó Su sufrimiento fue representada. Cristo fue representado como un cordero llevado al matadero y como oveja enmudecida delante de sus trasquiladores.
El Salvador sufrió vicariamente por la pecaminosidad de los elegidos. Aunque esto no está mencionado en el texto, está dentro del contexto (v. 6). Las ovejas partieron del Padre en Adán. Jesucristo fue angustiado (v. 7). Una demanda fue hecha que Cristo iría a la cruz para ser Sustituto por las ovejas que el Padre Le dio en el pacto de la redención. La responsabilidad de los elegidos fue exigida por el Padre del Señor Jesucristo. Sin Su llegar a ser el Sustituto Divino, la exactitud hubiera sido hecho de los elegidos. Entonces, ellos no tendrían esperanza ahora o en el futuro.
La amnistía, un tema frecuentemente discutido, es un perdón general a una clase de personas como una totalidad. La gente ignorante de la Escritura desean la amnistía de Dios. Ellos prefieren vivir como a ellos les place. La Escritura no enseña el simple perdón. La salvación es el perdón basado en la redención. Por lo tanto, los pecadores son comprados como esclavos del mercado de pecado por los sufrimientos de Jesucristo en la cruz (I Ped. 3:18). El precio de la redención fue la sangre derramada de Cristo (Heb. 9:22). Un individuo no es salvo por la dimisión del pecado sino por Jesucristo pagando la penalidad merecida del pecador.
Dios el Padre fue satisfecho con la obediencia exacta de Jesucristo: El juicio fue hecho; la ley fue magnificada; el Padre fue satisfecho porque la justificación fue hecha mediante la justicia (Rom. 5:21). El “origen” de la exactitud fue Dios el Padre: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios...” (Hech. 2:23). La “naturaleza” de la exactitud fue el sufrimiento del Justo por los injustos: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (I Ped. 3:18). El Justo sufrió por los injustos sobre causas injustas, bajo jueces injustos, y por castigos injustos. El “resultado” de la exactitud fue la salvación, la santificación, y la glorificación definitiva de los elegidos. La culpabilidad de los elegidos fue puesta en la justicia y amor sobre el Señor Jesucristo. Entonces, los elegidos tienen un Sustituto y Fiador en Jesucristo. Si el castigo hubiera sido requerido de los elegidos, hubiera sido para siempre.
Jesucristo fue afligido. El se sometió a Sí Mismo y se hizo responsable para la demanda justa de Dios. El pagó la penalidad cuando declaró que El había terminado la obra (Juan 19:30). Sus sufrimientos fueron voluntarios. El no fue arrastrado o forzado sino llevado a la cruz (Isa. 53:7; Juan 10:17, 18). Su sumisión voluntaria para sufrir fue tan importante como la ordenación del Padre de ella. Jesucristo deseó hacer la voluntad del Padre: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón” (Sal. 40:8). El voluntariamente se dio a Sí Mismo (Fil. 2:5-8). El simple sufrimiento no expiará por el pecado. El sufrimiento eterno en el infierno nunca satisfará el justo juicio Divino. La obra substituta y vicaria de Jesucristo en la cruz fue requerida para expiar por los pecados. El Infinito debe sufrir por el finito para pagar la penalidad del pecado infinito del finito contra el Dios infinito.
La primera vez que esta declaración “no abrió su boca” fue usada fue con referencia a Su sufrimiento, y la segunda vez, a la disposición en que El sufrió. Los milagros de Cristo son frecuentemente discutidos, pero Su silencio es raramente mencionado. El silencio de Jesucristo es una de las más grandes demostraciones de Su Deidad. El silencio por los individuos en el mundo denota debilidad; pero en Cristo, denota fuerza. El Señor no obró para la conveniencia del hombre. El no hizo nada para un espectáculo. Por cuanto, los religiosos desean actores y espectáculos. El silencio de Cristo fue un tema de disputa. El fue acusado de hacerse a Sí Mismo igual con Dios, pero quedó quieto (Juan 19:7, 9). El es el Hijo de Dios y Dios el Hijo.
Cristo permaneció quieto en la presencia del Sanhedrín, el Gobernador, y el Rey (Mat. 26:57-64). Para contestar toda acusación es servil. El Señor conoció que Sus acusadores fueron testigos falsos, y que su testimonio permanecería falso. El sumo sacerdote usó el lenguaje del diablo cuando dijo, “...Te conjuro por el Dios viviente...” (Mat. 26:63; Mar. 5:7). El sumo sacerdote acusó a Cristo de blasfemia cuando el Señor dijo, “...Que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, viniendo en las nubes del cielo” (Mat. 26:64).
El Señor fue llevado ante Pilato el gobernador (Mat. 27:2). Esta fue parte de la humillación de Cristo. El quien es la vida esperó la sentencia de la muerte. El quien juzgará a las naciones del mundo estuvo para ser juzgado por un ser humano. Pilato fue influido por su temor del hombre. El Señor no explicó nada a Pilato. Sólo contestó, “...Tú lo dices,” cuando se Le preguntó si El era el Rey de los judíos. El Señor nunca estuvo quieto mientras que bendecía a la gente, pero El fue aquietado en Su sufrimiento. El Señor Jesucristo no vino para ser Su propio Abogado pero para ser el Abogado de los elegidos. Su silencio fue lleno de sufrimiento vicario y expiatorio. Sus enemigos alegaron sólo mentiras; por lo tanto, El permaneció callado. Hay veces en la vida de un Cristiano en que debería reaccionar como David cuando sus enemigos le pusieron trampas y buscaron dañarle al hablar cosas malas a él: “Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; Y soy como mudo que no abre la boca” (Sal. 38:13). Los enemigos afligen a los justos. “Por tanto, el prudente en tal tiempo calla, porque el tiempo es malo” (Amós 5:13).
El Salvador sabía que el tiempo determinado por Dios estaba cerca y Sus enemigos resolvieron matarle. La doctrina que El había predicado y la vida que El había vivido fueron testimonio suficiente. No necesitó decir nada más. Es imposible influir una mente perjuiciosa. Sola una obra interior de la gracia convencerá a cualquiera de la verdad.
Jesucristo fue tomado desde el corredor de Pilato y llevado ante Herodes (Luc. 23). Toda la muchedumbre Le acusaba ante Pilato (v. 1). Ellos se enfurecieron cuando Pilato dijo que no halló ningún delito en El (v. 4). Entonces, los principales sacerdotes y los escribas le acusaron con gran vehemencia (v. 10). Herodes interrogó al Señor con muchas preguntas, pero el Señor “nada le respondió” (v. 9). Herodes había quitado la voz de Cristo—Juan el Bautista—y Cristo rehusó en contestarle a la persona que había decapitado Su voz. El silencio del Señor ante el Sanhedrín, Pilato, y Herodes denota Su paciencia en sufrir. El silencio entre los hombres es frecuentemente estoico. Ellos temen que otros pueden descubrir sus sentimientos verdaderos.
El cordero llevado al matadero retrató a Cristo como la “víctima.” Esta es una profecía de la ofrenda de Jesucristo. El voluntariamente sufrió sin oponer resistencia. El tuvo poder para poder Su vida, y El tuvo poder para tomar la otra vez. La oveja enmudecida delante los trasquiladores representó a Cristo como el “ejemplo”: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (I Ped. 2:21). Cristo vino a ser esquilado. Su pueblo también será esquilado. Los creyentes deben permanecer quietos para prevenir que los trasquiladores no lastimen su piel. El pueblo del Señor que sufre necesita el ejemplo del Sustituto de sufrimiento.
7
EL SALVADOR SIN PECADO
HERIDO HASTA LA MUERTE
(Isaías 53:8, 9)
Isaías 53:8 y 9 tienen versículos Neotestamentarios que corresponden y sirven como un comentario Divino sobre ellos: (1) “Por cárcel y por juicio fue quitado...” corresponde con “Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote” (Juan 18:24). (2) “...Y su generación, ¿quién la contará?...” corresponde con “Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho” (Juan 18:20, 21). (3) “...Fue cortado de la tierra de los vivientes...” corresponde con “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos inicuas, crucificándole” (Hech. 2:23). (4) “Por la rebelión de mi pueblo fue herido” corresponde con “Así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:15). (5) “Y se dispuso con los impíos su sepultura...” corresponde con “...Un hombre rico de Arimatea, llamado José...pidió el cuerpo de Jesús.... y lo puso en su sepulcro nuevo...” (Mat. 27:57-60). (6) “...Aunque nunca hizo maldad...” corresponde con “El cual no hizo pecado...” (I Ped. 2:22). (7) “...Ni hubo engaño en su boca” corresponde con “...ni se halló engaño en su boca” (I Ped. 2:22).
Los dos versículos bajo la consideración son de mucha controversia entre los hombres. Las interpretaciones de los hombres acerca de ellos difieren. Sin embargo, el contexto dentro de lo que ellos son encontrados capacitará al Cristiano sincero entender mejor los versículos.
Varios puntos de vista de la frase “Por cárcel y por juicio fue quitado...” son propagados: (1) La frase es traducida “sin impedimento y sin autoridad, Jesucristo fue quitado.” (2) El fue matado sin oposición de cualquier cuarto y en el desafío del justo juicio. (3) Desde la opresión y desde el juicio El fue quitado. (4) No hay evidencia que el Señor Jesucristo fue jamás encarcelado.
El último punto de vista es la interpretación más factible en la luz del contexto. Los evangelios no registran nada que indicaría que Jesucristo jamás fue puesto en una celda de la cárcel. El apareció ante el sumo sacerdote, el gobernador, y el rey; pero no Le encarcelaron. El orden de Su vida desde el huerto de Getsemaní a la cruz es registrada: (1) El fue tomado por Anás y entregado a Caifás (Juan 18:19-24; Mat. 26:59-68). (2) El fue llevado de Caifás al corredor del Sanhedrín (Mat. 27:1). (3) El fue llevado del Sanhedrín a Pilato (Juan 18:28-38; Luc. 23:1-7; Mar. 15:1-5; Mat. 27:11-14). (5) El fue llevado de Pilato a Herodes (Luc. 23:8-12). (6) El fue llevado de Herodes otra vez a Pilato (Luc. 23:13-25; Mat. 27:15-26; Mar. 15:13-16). (7) El fue conducido de Pilato al Calvario (Mat. 27:27-50). En todas las incidencias precedentes, Jesucristo no fue encarcelado.
El Señor Jesús fue el Santo de Israel. El fue libre de la injusticia, pero recibió tratamiento injusto sin defensa del Padre. Esto ofrece el enigma más maravilloso en el gobierno de Dios el Padre. ¿Por qué permitió el justo juicio eterno sufrir así la santidad no contaminada? ¿Por qué dio Dios el poder para perpetrar tales atrocidades? ¿Por qué Jesucristo Mismo se sometió a tales atrocidades? Un principio sobresaliente es la providencia de Dios en todas las preguntas levantadas.
Jesucristo fue quitado por la angustia y juicio. El fue tomado en una manera violenta por las manos de hombres malos bajo el pretexto del justo juicio. El sufrió bajo la forma de la ley humana y fue crucificado en el Calvario.
Hay aquellos que dicen que el quitar de Cristo de la cárcel y el juicio fue Dios el Padre tomando a Cristo para Sí Mismo después que El fue librado de la muerte. Este versículo de la Escritura no enseña esa verdad particular. Esta interpretación está afuera del contexto con el resto del versículo. El ser cortado de Cristo de la tierra de los vivientes fue Su cortamiento en la muerte (Dan. 9:26). Si la primera parte de Isaías 53:8 refiere a Jesucristo siendo librado de la muerte y llevado ante el Padre en la resurrección gloriosa, la continuidad del pensamiento está destruida — “...Fue cortado de la tierra de los vivientes....” Un comentario Divino sobre el versículo fue citado al eunuco de Etíope por Felipe: “En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida” (Hech. 8:33). La humillación de Cristo refiere a Su condescendencia que incluyó toda Su vida terrenal. Durante aquel tiempo, Su juicio fue quitado. El fue tratado violentamente, y Su justo juicio y derechos legales fueron negados.
Cuatro interpretaciones diferentes que no armonizan con Isaías 53:8 han sido dadas a la pregunta, “Y su generación, ¿quién la contará?” (1) Algunos dicen que significa, ¿Quién la pondrá? Ellos creen que se refiere a la generación eterna, la Filiación de Jesucristo. (2) Algunos dicen que significa, ¿Quién declarará la vida de Cristo? Ellos explican que ninguno es capaz de declarar el misterio de Cristo. (3) Otros dicen que significa, ¿Quién puede contar el número de Su generación? Ellos explican que ninguno es competente para numerar los recipientes de la gracia. Ellos creen que se refiere a la semilla espiritual. (4) Otros dicen que significa, ¿Quién puede contar la longitud de Su vida de aquí en adelante? Hay verdad en cada declaración, pero ninguna de ellas es la enseñanza de este versículo.
La “generación” de que habló Isaías fue restringida a la raza de los judíos durante el tiempo en que Cristo andaba entre los hijos de los hombres. El Señor Jesucristo los llamó “esta mala generación” (Mat. 12:45). Cristo vino a Su propia generación—los judíos—pero ellos no Le recibieron (Juan 1:11). Un erudito hebreo tradujo la pregunta, “¿Quién pensará en la carrera de Cristo?” La versión griega del Antiguo Testamento lo dice, “¿Quién describirá o recontará Su raza o generación?” La primera pregunta refiere a la vida de Cristo y la última refiere indirectamente a Su posteridad, pero ambas preguntas son contestadas en el versículo 10 — “...verá linaje, vivirá por largos días....” El significado simple es que no se refiere a la generación eterna de Cristo, Su encarnación, el misterio de Su encarnación, o Su linaje santo, sino a la gente judía que vivía en aquel entonces. Ellos Le rechazaron, y el Señor los llamó una generación adúltera y mala. Los judíos Le tomaron, Le maltrataron, y Le entregaron a la corte romana. La corte romana fue simplemente el medio de Su muerte. El apóstol Pedro acusó a los judíos de crucificar el Señor Jesucristo (Hech. 2:22-47). La costumbre fue que algunos atestiguaron a la inocencia del condenado antes de su muerte. Ninguno dio tal atestacíon para Cristo, y esto añadió a la injusticia de Su juicio.
La palabra hebrea para “generación” es traducida en dos maneras — (1) el tiempo en que Cristo vivió y (2) el círculo de Sus contemporáneos. Los contemporáneos de Cristo son referidos en el versículo 8. Entre ellos, ninguno estuvo dispuesto a estar en Su defensa. El fue cortado en la muerte como un malhechor. El Señor fue crucificado entre dos ladrones. El fue tratado como un criminal común: “...Fue cortado de la tierra de los vivientes....”
Dos puntos de vista principales son enseñados concerniente al relato “por la rebelión de mi pueblo fue herido.” El primer punto de vista es que se refiere a la obra vicaria de Jesucristo. Jesucristo sí murió por Su gente, pero este relato no está enseñado esa verdad en particular. Si se refiere a Jesucristo muriendo en nombre de Su gente, prueba que la confesión arrepentida de los judíos fue genuina. Esto indicaría que ellos han realizado el propósito de la muerte de Cristo; sus mentes han sido iluminadas; ellos ven las cosas en su perspectiva verdadera. El segundo punto de vista distingue “mi pueblo” de “mi propia” y afirma que se refiere a “mi pueblo.” Aquellos quienes tienen esta vista refiere a Juan 1:11, diciendo que “los suyos” refiere a los judíos elegidos y no elegidos; por lo tanto, “mi pueblo” en Isaías 53:8 refiere al pueblo elegido de Dios. Hay verdad en ambos puntos, pero la verdad es mal aplicada.
La verdad del relato “por la rebelión de mi pueblo fue herido” es descubierta en la luz del contexto. La partícula “por” significa “a causa de” o “mediante el medio de.” Las cosas siguientes ya han sido discutidas: Jesucristo fue tratado violentamente. El fue justamente juzgado con pretensiones. Su propio pueblo, los judíos, no Le defendieron. El fue crucificado. Los judíos no Le estimaron (Isa. 53:3). Ellos Le estimaron herido por Dios por Su propio pecado (Isa. 53:4). Esto es lo que los judíos piensan de El antes de que sean regenerados. Isaías no repetía los sufrimientos vicarios de Jesucristo. El afirmaba que Jesucristo fue herido por la maldad de esa generación. Esto es, “a causa de” la maldad de esa generación, Cristo fue herido. Los romanos fueron simplemente los instrumentos en las manos de los judíos para cortarle de la tierra de los vivientes.
El Señor Jesucristo fue la víctima sin pecado (v. 9). El golpe de la muerte vino sobre El por Sus paisanos malvados. El fue traído a una muerte violenta por la maldad de Sus contemporáneos, una raza de gente cuya maldad es inconcebible. Algunos dicen que el relato “se dispuso con los impíos su sepultura” enseña que Dios hizo la sepultura de Cristo con los malvados. Si este fue el hecho de Dios, se refiere al estado de la muerte más bien que el lugar de la muerte, porque David oró, “No arrebates con los pecadores mi alma...” (Sal. 26:9). Si fue un acto de Dios, el Padre entregó a Jesucristo en las manos de hombres inicuos. Muchos han dicho que la palabra “sepultura” es un relato metafórico para la muerte, y la palabra “ricos” pertenece a los malvados como la palabra “pobre” pertenece a los santos. Sin embargo, esto es estirar la interpretación.
La generación malvada quien tuvo una parte en la muerte de Cristo intentó que Su entierro fuera tan deshonroso como Su muerte. No obstante, Dios intervino para causar que José de Arimatea, un hombre rico, pidiera por el cuerpo de Jesucristo y sepultarlo en su propio sepulcro (Mat. 27:57-60). El Señor fue honrado con un entierro glorioso porque Su humillación cesó cuando murió. El Señor Jesús hizo Su sepultura con los ricos porque El es sin pecado. En la muerte, El fue puesto al igual con dos malhechores, pero en Su entierro, El fue levantado sobre ellos. La muerte no pudo detener al Señor Jesucristo. El ascendió victorioso sobre el infierno, la muerte, y el sepulcro. La satisfacción hubo sido hecha; por lo tanto, Cristo no pudo ser detenido por la muerte. Los hombres están en error al enfatizar lo antropológico sobre los sufrimientos soteriológicos de Cristo.
Jesucristo no hizo violencia. El nunca disfrazó Su aborrecimiento de maldad. El profeta Isaías aplaudió el carácter santo de Cristo. Esto fue hecho no sólo para defenderle contra las acusaciones falsas sino para revelar el beneficio de Su muerte. Pedro habló de Jesucristo como El que “no hizo pecado.” En este día, cuando los religiosos—no los Cristianos—platican acerca de la pecabilidad de Cristo, es necesario que tales relatos Bíblicos como “el cual no HIZO pecado” (I Ped. 2:22), “Al que no CONOCIÓ pecado” (II Cor. 5:21), y “NO hay pecado en él” (I Jn. 3:5) sean constantemente llevados adelante. Ambos los profetas y los apóstoles observaron con mucha destreza las características santas que adornaban la santa Persona de Cristo. Esta observación fue bajo la dirección del Espíritu Santo, porque sólo tal Persona podría “por el sacrificio de sí mismo quitar de en medio el pecado” (Heb. 9:26).
8
EL SALVADOR SUMISO
(Isaías 53:10)
Hay versículos del Nuevo Testamento que sirven como un comentario Divino sobre Isaías 53:10 — (1) “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento...” corresponde con “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom. 8:32). (2) “...Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado...” corresponde con “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (II Cor. 5:21). El sufrimiento del alma del Señor excedió Su sufrimiento de la carne. (3) “...Verá linaje...” corresponde con “...Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). (4) “...Vivirá por largos días...” corresponde con “Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos...” (Apoc. 1:18). El tiene el poder de una vida interminable. (5) “...La voluntad de Jehová será en su mano prosperada” corresponde con el todo el capítulo 17 de Juan.
El siguiente es un bosquejo de Isaías 53:10 — (l) La causa de la muerte de Cristo, (2) la naturaleza de Su muerte, y (3) los frutos de Su muerte.
El sufrimiento de Cristo fue decretado en el consejo de Dios. Aunque los hombres malvados impulsados por Satanás infligieron el sufrimiento, ellos actuaron según el propósito Divino de Dios. No obstante, los hombres malvados fueron tenidos por culpables. Dios controló los hombres perversos en todas sus acciones. Aquellos que poseen la gracia de Dios nunca cuestionarían al Dios soberano como hacen los no salvos: (1) ¿Cómo pueden los hombres ser culpados por herir y quebrantar al Señor Jesucristo cuando Dios controló sus acciones? (2) ¿Cómo puede Dios ser aclarado si los hombres son culpados? El Cristiano responde con la pregunta, ¿Fue Jesucristo el objeto o el sujeto del sufrimiento? Esta pregunta es contestada en Isaías 53.
Dios predominó y controló las acciones de los hombres perversos que poniendo a la muerte Su Hijo. El diablo remueve a los hombres malvados para actuar tortuosamente. Los hermanos de José intentaron maldad para José, pero Dios predominó para hacer sus diseños perversos obrar para el bien de todo Su pueblo (Gén. 50:19-21). Dios propuso mantener en vida mucho pueblo. Satanás influyó en el corazón de Judas para traicionar el Señor (Juan 13:26, 27). Los hombres perversos propusieron destruir el Señor Jesucristo, el objeto de su odio. Ellos determinaron la maldad hacia El, pero Dios intervino para bien para salvar a Sus elegidos.
Los hombres perversos son culpados, y Dios es librado en los sufrimientos de Cristo. La explicación es simple al Cristiano pero no puede ser simplificada para el hombre depravado. El hombre es culpable porque los intentos y los pensamientos secretos de Dios no son la regla de acción para los hombres: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Deut. 29:29). La regla de acción para el hombre no es el consejo secreto de Dios sino el pensamiento y la mente revelada de Dios. Las cosas ocultas pertenecen a Dios, y El obra según Su consejo eterno. El decreto de Dios no fuerza el hombre a la maldad. El hombre es dejado seguir sus inclinaciones naturales. Por lo tanto, el justo juicio de Dios nunca puede ser residenciado.
Algunos son confundidos acerca de las expresiones “la voluntad secreta” y “la voluntad revelada.” ¿Hay dos voluntades diferentes? ¿Cuál es la voluntad real de Dios? Algunos han ido tan lejos como razonar en esta manera: (1) Si la revelada no es la voluntad real de Dios, nosotros no sabemos Su voluntad. (2) Si la revelada es la voluntad real de Dios, nosotros somos confrontados con una contradicción. El hecho es, sólo hay una voluntad, mente, o propósito Divino. Job dijo, “Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar?...” (Job 23:13). Nunca puede haber un nuevo pensamiento, intento, o propósito en Dios. El propósito eterno de Dios impresiona la mente con el pavor (Ef. 3:11). La mejor manera para ilustrar las partes “secretas” y “reveladas” de la voluntad, la mente, o el propósito de Dios es usar los términos hemisferio y esfera. Como la tierra es una esfera, también es la voluntad de Dios. Como hay dos hemisferios, hay el aspecto revelados y el aspecto secreto de la voluntad de Dios. Como un sólo hemisferio puede ser visto, sólo un aspecto de la voluntad de Dios es revelado. Como el hombre no ve ni entiende la esfera pero sólo el hemisferio, que es revelado, él no ve ni entiende la esfera de la voluntad de Dios pero sólo el hemisferio de la verdad revelada. El hemisferio secreto del propósito de Dios pertenece a Sí Mismo, pero el hemisferio revelado de Su propósito pertenece a Su pueblo. La muerte de Cristo es la revelación del propósito de Dios a los Suyos, pero hay un misterio detrás esa muerte conocido sólo a Dios. Por lo tanto, nuestro interés es la voluntad revelada y no la parte escondida de Dios. Este mismo principio aplica a las doctrinas de la elección, perdón, y otras verdades.
La causa de la muerte de Cristo fue el propósito de Dios. El misterio de todos los misterios es Dios poniendo a Su Hijo a la muerte. Dios el Padre fue justo en Su hecho. El sufrimiento no fue el castigo de un Hijo inocente por un Padre enojado. La Deidad cooperó en los sufrimientos fuera de que la redención nació. La unidad de la Deidad fue mostrada en el sufrimiento de Cristo. Hay una necesidad distintiva en Su muerte: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” (Juan 3:14).
Los relatos “...Jehová quiso quebrantarlo...” de Isaías 53:10 y “...no me complazco en la muerte del impío...” de Ezequiel 33:11 (BLA) son asombrosos. La palabra “complazco” no refiere al placer en las agonías mismas de la muerte pero al placer en la realización de aquellas agonías de la muerte: “...Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:2). La solución de Dios tomando placer en el sufrimiento y muerte de Cristo fue en vista de la realización de Su sufrimiento y muerte. Su gozo no estaba en la agonía en sí de la muerte sino en el gozo de la redención realizada.
El Señor Jesús hizo siempre lo que agradó al Padre (Juan 8:29). No obstante, el Padre quiso sujetar a Cristo al padecimiento. El no tuvo placer en los sacrificios de los animales bajo el sistema Levítico, porque ellos nunca pudieron quitar el pecado. El quiso quebrantar a Su Hijo porque la redención eterna fue realizada por hacer Su alma una ofrenda por el pecado (Heb. 10:1-14). La profecía que Satanás heriría el calcañar de Cristo y Cristo heriría la cabeza de Satanás fue dada en Génesis 3:15. El Señor Jesús recibió un golpe doloroso de Sus enemigos, pero los enemigos influidos por Satanás fueron controlados por el Dios soberano.
Aquellos quienes sólo ven el sufrimiento infligido no ven la importancia verdadera de la muerte de Cristo. Su muerte fue por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios. Los hombres son atraídos primeramente por la inflicción de castigo del hombre sobre Cristo; pero en la conversión, ellos vean la mano de Dios en todo. Los hombres pueden infligir el castigo sólo cuando ellos les es dado poder del cielo. Pilato pidió al Señor, “...¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba...” (Juan 19:10, 11).
El Salvador no sufrió como una víctima involuntaria y pasiva. El fue activo en Su partida de este mundo. La actividad más grande en la pasividad extrema fue manifestada en la obediencia de Cristo hasta la muerte (Heb. 1:3; 9:26; 10:14). El conoció Su hora de partida desde que el mundo había venido (Juan 13:1-3). Antes de Su anuncio que Su hora había llegado, El dijo que Su hora no había llegado aún y Su hora no estaba a la mano. En la pascua, el Señor dijo que la hora de Su partida de este mundo había llegado. Jesucristo vino de Dios y fue a Dios (Luc. 23:46). El encomendó Su espíritu al Padre. El no podía ser pasivo y conocer el tiempo de Su partida y así encomendar Su espíritu a Dios en Su muerte. Jesucristo dio Su vida. El fue tan activo en Su muerte como Dios el Padre. El dio Su vida por las ovejas. El tuvo poder para poner Su vida y volverla a tomar (Juan 10:11, 15, 17, 18). Todos los relatos precedentes atestan a la actividad de Jesucristo en Su muerte. Los hombres malvados fueron simplemente los instrumentos.
No hay justificación para dividir la vida de Cristo en momentos pasivos y activos. Aquellos quienes lo hacen, han mal interpretado el silencio del Señor en Isaías 53:7. El silencio del Señor en la presencia de Sus enemigos fue actividad en pasividad a la vez. Hay una tendencia a aceptar una obediencia activa sólo en un sentido que niega la implicación de la obediencia pasiva—específicamente, cargando el castigo por pecado en la ira de Dios. El contraste entre el interior y el exterior que caracteriza la vida del Cristiano individuo es ausente en Jesucristo. La obediencia de Cristo no puede ser dividida en dos partes. Todos los puntos de Su vida fueron de Su corazón. La obra activa de Cristo de obediencia no puede ser excluida de Su obra de reconciliación realizada en la cruz (Heb. 10:7-9).
El diccionario describe pasivo como algo que ha sido actuado sobre o afectado por alguna fuerza externa, mostrándose que se refiere al objeto más bien que el sujeto. La gramática podría enseñar que la pasividad está ilustrada en el César siendo matado por Brutas. Sin embargo, ni el diccionario ni la gramática puede ser confiadas como un comentario Divino sobre la doctrina Bíblica. La simplicidad de el es que las Personas de la Deidad no pueden ser divididos en la obediencia de Cristo. Dios el Padre dio a Su Hijo. El Hijo dio Su vida como un rescate por muchos. El Hijo se ofreció a Sí Mismo mediante el Espíritu eterno. Conclusivamente, el sufrimiento de Cristo no puede ser dividido en la obediencia pasiva y activa. El fue activamente obediente hasta la muerte (Fil. 2:5-8).
Había progresión en el sufrimiento de Cristo: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Heb. 5:8). ¿Cómo puede El quien pasó la eternidad de pasado con el Padre, aprender? El vino al mundo y aprendió experimentalmente las cosas que El sufrió. El comenzó a sufrir en la infancia, y Su sufrimiento aumentó a través de Su vida terrenal. El dijo a los discípulos que El deseó comer la pascua con ellos antes que sufriera (Luc. 22:15). El comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera en el huerto de Getsemaní (Mat. 26:37). El sufrió traición por Judas (Mat. 26:48). Con cada ocasión de sufrimiento el aislamiento del Señor aumentaba hasta que aún todos los discípulos Le abandonaron y huyeron.
El sufrimiento y el aislamiento de Cristo se extendieron más allá de ser abandonado por los hombres a un abandonamiento climático por Dios el Padre. Aquel abandonamiento ocurrió en la cruz de Calvario mientras que el alma de Jesucristo fue hecha una ofrenda por el pecado. El Señor Jesucristo experimentó el abandonamiento climático, pero los creyentes nunca experimentarán aquel abandonamiento, porque el Señor prometió que El nunca desamparía ni dejaría a los Suyos.
La naturaleza del sufrimiento de Cristo fue que Su alma fue hecho una ofrenda por el pecado. Las siguientes son las razones por las cuales el Padre aceptó los sufrimientos de Su Hijo: (1) El los aceptó para que pudiera ejecutar Su propósito eterno. (2) El los aceptó para que pudiera cumplir Sus promesas placenteras. (3) El los aceptó para que pudiera redimir los objetos escogidos de Su amor eterno. Un tiempo del comienzo y conclusión de Su amor no puede ser determinado con precisión. El Padre amó a los Suyos con un amor eterno (Jer. 31:3). Su amor para los elegidos es tan grande que El no escatimó a Su Hijo unigénito (Rom. 8:32). (4) El los aceptó para que pudiera promover a Su Querido a honores altísimos. (5) El los aceptó para que Su propia gloria pudiera ser enaltecido.
Los sufrimientos de Cristo fueron aceptables a Sí Mismo: (1) Ellos vindicaron la ley Divina y sostuvieron el gobierno Divino (Heb. 9:24-26). (2) Ellos manifestaron simpatía y amor Divino para y con los Suyos—perfectos como si fueran de Dios y fraternales como si fueran del hombre. (3) Ellos ejemplifican Su deseo para ver paciencia en todos Sus discípulos.
El clímax al sufrimiento de Jesucristo es que El sufrió tanto durante de las tres horas que la obscuridad cubrió la tierra como las aguas cubren el mar como si sufrieran todos los elegidos para siempre en el tormento interminable. Su alma que se hizo una ofrenda por el pecado fue más agudísima que el sufrimiento físico. La agonía que Cristo sufrió fue la totalidad de la que los elegidos hubieron sufrido a través de la eternidad si Cristo no hubiera muerto.
La Deidad es indivisible. El Padre, Hijo, y el Espíritu Santo fueron satisfechos con la ofrenda de Jesucristo. Hay orden Divino en Cristo satisfaciendo las demandas justas de la ley santa. Dios es tan santo que El no puede mirar sobre el pecado: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio...” (Hab. 1:13). Por lo tanto, El dio la espalda a Su Hijo mientras que Cristo tomó el lugar de los elegidos. El justo juicio protege la santidad de Dios. La misericordia desea operar pero no puede porque el justo juicio protege la santidad de Dios. En amor, el Padre hirió a Su Hijo para que la misericordia pudiera operar para traer la salvación a los elegidos. El justo juicio fue satisfecho en el sufrimiento de Jesucristo. La única manera que la santidad pudo ser satisfecha fue por Jesucristo siendo hecho una ofrenda por el pecado. Entonces, el Padre fue satisfecho al herir a Su Hijo para satisfacer el justo juicio. En amor, el Hijo se dio a Sí Mismo para satisfacer el justo juicio para que los elegidos pudieron ser vestidos en la justicia de Dios. Esa justicia es la justicia imputada del Señor Jesucristo. Un sacrificio infinito fue requerido para satisfacer la santidad infinita. Los no salvos pasarían la eternidad en el infierno porque el pecado es infinito. Es contra el Dios infinito; por lo tanto, requiere el castigo eterno.
La ofrenda por el pecado denota la propiciación, y la ofrenda por la culpa denota satisfacción: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (II Cor. 5:21). La satisfacción es el énfasis en el pasaje en Isaías 53. Hay similitudes y desemejanzas entre la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa: (1) La ofrenda por el pecado reconoció la pecaminosidad como la inmundicia y común para todos. La ofrenda por la culpa refirió a hechos específicos de pecado por cualquier persona entre la humanidad. (2) La ofrenda por el pecado fue para todos quienes reconocieron su unidad en la depravación. La ofrenda por la culpa fue para casos distintivos. (3) La ofrenda por el pecado transmitió la idea de propiciación. La ofrenda por la culpa personifica la satisfacción. (4) La ofrenda por el pecado tuvo su aspecto hacia Dios. La ofrenda por la culpa miró hacia el Hombre. (5) La ofrenda por el pecado fue una cobertura, cargando pecado. La ofrenda por la culpa fue una limpieza para el pecado.
Ambos los judíos y los gentiles tuvieron algún conocimiento de la importancia de la ofrenda para el pecado. Antes que el sistema Levítico fuera establecido, Job ofreció sus propios sacrificios. Bajo el sistema Levítico, los sacrificios fueron hechos por una tercera persona que estaba entre Dios y el hombre. Sin embargo, Jesucristo no es una tercera persona. El es ambos el Sacerdote y la Víctima. El se ofreció a Sí Mismo, derramando Su alma hasta la muerte. No obstante, El tiene la vida continua. El siempre vive para interceder por los Suyos.
El Señor Jesús cargó los pecados de los elegidos en Su propio cuerpo sobre el madero. ¿Murió Cristo por todos los pecados de humanidad? ¡No! ¿Murió por algunos de los pecados de toda la humanidad? ¡No! ¿Murió por todos los pecados de algunos? ¡Sí! El último es el único relato que armoniza con toda la Escritura. No se puede mejorar sobre este argumento de lo que fue dado primeramente por Juan Owen, el puritano.
El fruto de la muerte de Cristo es que El verá Su linaje. El prodigio espiritual que El ha engendrado refiere al hogar de la fe: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (Heb. 2:10) “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Cristo murió hace dos mil años en la cruz. La redención fue realizada allí y en aquel entonces. El vio a todos aquellos quienes el Padre Le dio en el pacto de la redención. Ellos incluyeron aquellos quienes habían ya sido traídos en el arca de la seguridad. El vio el nacimiento físico de los Suyos, y El los vio nacer de nuevo. Entre su nacimiento carnal y nacimiento del Espíritu, El los vio preservados por la gracia anticipadora. El vio a Su linaje nacido de nuevo, traídos en el arca de la seguridad, edificados, juntados, sostenidos en la vida, traídos mediante las pruebas y tentaciones, perfeccionados en la gloria, y reinados con El eternamente.
El Padre prolongando los días de Cristo es aparentemente paradójico. Jesucristo derramó Su alma hasta la muerte, aún El tiene continuación de días: “Vida te demandó, y se la diste; Largura de días eternamente y para siempre” (Sal. 21:4). “Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos...” (Apoc. 1:18). Prolongando los días de Cristo refiere a la vida del mundo para venir.
El placer del Señor que prospera en la mano de Cristo señala a la obra mediadora y sumo sacerdotal de Jesucristo como así también Su autoridad real. Estos son los frutos de Su sufrimiento. El placer del Señor prospera en Su mano porque El tiene continuación de días. Jesucristo fue hecho según el orden de Melquisedec en vez de Aarón, porque El tiene el poder de una vida indestructible. Jesucristo media por las ovejas. El murió por las ovejas, y El ahora comparece en el cielo por ellos. Los elegidos de Cristo están en la vista en Su encarnación, sacrificio, resurrección, ascensión, intercesión, y segunda venida.
9
EL ALMA DEL SALVADOR HECHA
UNA EXPIACIÓN POR EL PECADO
(Isaías 53:10-12)
El alma o la vida interior de Jesucristo está mencionada tres veces en Isaías 53:10-12. “...Haya puesto su vida en expiación por el pecado....” “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho....” “...Derramó su vida hasta la muerte....” El alma del Señor Jesús no murió. Fue derramada hasta la muerte.
El alma o la vida interior de Cristo fue puesto en expiación por el pecado (Mat. 26:36-39). El lenguaje en Mateo 26:38 es igual que el usado en Isaías 53:12. Jesucristo murió físicamente. Su cuerpo fue sepultado y resucitado, pero Su alma no murió. Su alma fue entristecida hasta la muerte (Mat. 26:37, 38; Mar. 14:33, 34; Luc. 22:44; Juan 12:27). La maldición que El aguantó por todo los elegidos de Dios no obró la muerte sino la tristeza hasta la muerte en Su alma. Su tristeza no fue extensiva sino intensa, como si había muerto. La enfermedad de Ezequías hasta la muerte es una analogía al alma de Cristo siendo derramada hasta la muerte (Isa. 38:1). Aunque Ezequías estaba enfermo hasta la muerte, él no murió en aquel entonces. El no pudo haber estado enfermado más que hubiera muerto. El alma de Cristo fue derramada hasta la muerte. Su sufrimiento fue tan grande como si hubiera muerto Su alma.
Los judíos por manos inicuas mataron a Jesucristo físicamente (Hech. 2:23). Sin embargo, ellos no podían crucificar Su alma: “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hech. 2:24). El apóstol Pedro citaba el Salmo 16 donde la resurrección del alma y cuerpo de Cristo es enseñada. Luego en su mensaje, Pedro discutió la resurrección del cuerpo del Señor: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hech. 2:32).
Jesucristo no sufrió la muerte del alma en un sentido absoluto, pero El experimentó el mismo dolor del alma que los no arrepentidos experimentan en el infierno. El Señor Jesucristo vive para ver Su linaje espiritual y ser satisfecho; por lo tanto, Su alma no murió. La agonía de la muerte no podía echar mano de Su alma. No fue necesario para Cristo ir al infierno corporalmente para sufrir los dolores del infierno como Fiador por Sus elegidos. Una persona dispuesta ser fiador por alguien sirviendo la penalidad para su crimen en la cárcel no tiene que entrar en la cárcel. El puede pagar la penalidad sin entrar en la cárcel.
Jesucristo experimentó dos resurrecciones—la resurrección de Su cuerpo después de tres días y noches y la resurrección de Su alma de los dolores de la muerte. Su alma sufrió durante el tiempo finito la tortura que los elegidos merecían sufrir eternamente. Como Jesucristo experimentó dos resurrecciones, los recipientes de gracia experimentan una doble resurrección. La resurrección espiritual ocurre en la regeneración. El pecado no puede retener las almas de los regenerados. Ellos son levantados para sentarse en lugares celestiales con Cristo Jesús (Ef.2:4-6). Como ellos han experimentado la resurrección de alma, ellos experimentarán la resurrección de sus cuerpos (I Cor. 15:51-58). Sus sepulcros no retendrán sus cuerpos.
¿Cuál es el significado del desamparo de Cristo? “...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46). Su desamparo no se aplicó a la esencia de la Deidad. No puede haber separación en este sentido: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Además, la Deidad de Cristo no fue separada de Su Hombría. La unión hipostática no fue rendida. Su naturaleza humana y Su naturaleza Divina son inseparables. Durante el tiempo que Su vida fue derramada hasta la muerte, El experimentó la plenitud de la deidad: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). Sin embargo, Cristo experimentó la ausencia de la presencia de la gracia de Dios pero no Su presencia esencial.
El pecado forzó a los ángeles no elegidos del cielo. Forzó a Adán del jardín de Edén. Forzó al Padre desamparar a Su Hijo por un tiempo. Considera las verdades precedentes en la luz de seguridad de David que Dios nunca le dejaría ni le abandonaría: “Porque no abandonará Jehová a su pueblo, Ni desamparará su heredad” (Sal. 94:14). Pablo fue perseguido pero no desamparado por Dios (II Cor. 4:9). Sus camaradas le desampararon, pero el Señor estuvo con él (II Tim. 4:16, 17). El Señor nunca deja ni desampara a los Suyos (Heb. 13:5). Pero El desamparó a Su Hijo unigénito para que los Suyos no fuesen desamparados. La Escritura nos asegura que el desamparo de Dios de Cristo o Su propio pueblo no es absoluto. Sin embargo, la diferencia entre el desamparo de Cristo en nombre de Su pueblo y el desamparo del favor de Dios por los pecados de Su pueblo está afuera de nuestra comprensión. Aunque está afuera de nuestra comprensión completa en esta vida, daremos una sugerencia como a qué parece revelar para que podamos lograr lo que no comprendemos.
Jesucristo no usó el término encariñando de Padre cuando El clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46). Después de Su resurrección y antes de Su ascensión, El habló con María: “Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). Dios fue el Padre de Jesucristo por la generación eterna y Padre de María por la regeneración. Dios el Padre fue el Dios de Cristo por la igualdad y Dios de María por la desigualdad. El Señor Jesucristo es la Persona única. El ha sido y siempre será el Hijo del Padre. La doble relación del Padre con el Hijo es como Hijo y como Fiador. Dios es el Padre del Hijo. Dios es Su Dios como Fiador. Consiguientemente, Cristo habló a Dios como Dios en Su desamparo, porque en la cruz, El estuvo como Fiador por los elegidos. Dios Le juzgó en aquel entonces. El Señor Jesús se puso a Sí Mismo bajo la ira de Dios por los pecados de Su pueblo.
¿Cómo puede el Padre del amor manifestar amor y odio simultáneamente sobre el Hijo? Dios también manifiesta el amor y el odio simultáneamente sobre Sus elegidos. El los eligió antes de la fundación del mundo en Cristo. Jesucristo vio Su linaje espiritual dado a El en el pacto de la redención. El los vio nacer físicamente, y El los vio entre su nacimiento físico y su nacimiento espiritual como los hijos de ira (Ef. 2:3). Aunque Su ira descansaba sobre ellos, El los amó con amor eterno (Jer. 31:3). Su ira continuó descansando sobre ellos hasta que fue quitada por el juicio de Dios sobre Jesucristo, quien tomó el lugar de Sus elegidos. Dios quien es El que juzga no puede ser sobornado. La penalidad por los pecados de los elegidos debe ser pagada. Jesucristo se hizo Fiador por los elegidos en la cruz, llevando la ira de Dios en su lugar.
El desamparo por Dios es inexplicable. Solo Cristo experimentó el desamparo por Dios por todos los arrepentidos. Aunque la unión en la Deidad permaneció inquebrantable, la comunión en que Cristo siempre había disfrutado con el Padre fue rota. Cristo experimentó la separación de la comunión con el Padre. Los hombres no pueden comprender esto porque solo Jesucristo entendió la comunión eterna con el Padre. Parte de Su humillación fue experimentar la comunión rota. No obstante, el Señor fue victorioso y la comunión fue restaurada.
La liberación de los elegidos de Dios es llevada a cabo por la condenación de Cristo. Su vida es llevada a cabo por Su muerte. Su rescate es llevado a cabo por Su angustia. El cambió la sombra de la muerte de los elegidos a la mañana de la vida eterna. Los elegidos desampararon a Dios y merecen ser desamparados por Dios. Jesucristo siempre fue uno con el Padre, pero El fue desamparado por los elegidos. La obscuridad total durante Su desamparo indicó el costo a El. El Salvador no cargó la eternidad del castigo pero la extremidad de él. El no sufrió eternamente porque es infinito, y la infinidad no necesita sufrir eternamente para pagar la penalidad. La eternidad del castigo proviene de la condición finita del hombre. Qué humillante esto es al recipiente de la gracia.
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LA SATISFACCIÓN DEL SALVADOR
(Isaías 53:11)
Los siguientes son versículos del Nuevo Testamento que sirven como un comentario Divino sobre Isaías 53:11 — (1) “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho...” corresponde con “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:2). (2) “...Por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos...” corresponde con “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría: y la gracia de Dios era sobre él” (Luc. 2:40). (3) “...Llevará las iniquidades de ellos” corresponde con “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (I Ped. 2:24).
Isaías 53:11 es una partida de la parte penitencial de este capítulo. El sello propio de Dios sobre la confesión está registrada ya. Dios el Padre está satisfecho en la obra de Su Hijo, y el Hijo Mismo está satisfecho. Lo que satisfizo al Padre y el Hijo satisface a los recipientes de la gracia. Por lo tanto, hay una triple satisfacción en la obra de Jesucristo.
La aflicción del alma de Cristo incluye todo el sufrimiento y la tristeza del Salvador. La aflicción culminó en Cristo siendo cortado de la tierra de los vivientes. Las dos referencias del Antiguo Testamento que dan ayuda en interpretar los muchos relatos acerca de los aflicciones son Job 5:7 y Génesis 41:51. La palabra hebrea para “trabajo” en la Génesis 41:51 es igual que la palabra para “aflicción” en el Job 5:7. Denota esfuerzo fuerte asistido con el quebranto y dolor. Cristo miró afuera de Su tristeza, aflicción, y quebrantamiento y fue satisfecho. Su aflicción no se refiere a la tortura física. Fue la aflicción de Su alma. El sufrimiento del alma es más agudísimo que la tortura física.
La descripción promedia de la crucifixión de Cristo magnifica Sus sufrimientos físicos. Una cuenta detallada es usualmente dada concerniente a Su juicio, maltrato, la cruz en sí, y las circunstancias alrededor. No obstante, todo el sufrimiento físico cae corto al alcance de Su sufrimiento. Muchos mártires han sufrido, pero se regocijaron en sus momentos de muerte porque confiaron en la fuerza suplida por el Señor. El Salvador miró más allá de la angustia severa del alma y fue satisfecho con la realización de todo lo que El aguantó en la agonía del alma. Conclusivamente, la primera parte de Isaías 53:11 va más allá de lo físico al sufrimiento del alma. Tiene su asiento adentro y explica tales relatos como “...Mi alma está muy triste, hasta la muerte...” (Mat. 26:38) y “...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado” (Mat. 27:46). En medio de Su tristeza, Jesucristo miró sobre y más allá de ellos.
La partícula “de” usada en la Biblia de Reina Valera en Isaías 53:11 es rendida “por” en Isaías 53:8 y puede significar “a causa de” o “por.” “Por” la aflicción de Su alma, Jesucristo miró más allá de Sus sufrimientos y vio el fruto de ellos y fue satisfecho.
La palabra “aflicción” es usada en las Escrituras para describir los dolores de parto de una mujer que preceden al nacimiento de su niño. Ella mira más allá de esos dolores y ve su fruto. Esto no es una analogía buena, pero ayuda retratar a Jesucristo mirando más allá de Sus sufrimientos hacia su fruto. La aflicción también es usada como el tipo de un labrador. El cultiva el terreno, trabaja el suelo, y deshierba la cosecha, mirando más allá de su trabajo hacia el fruto de su labor. Contrario a una madre o a un labrador trabajando, la aflicción del Señor no consistió de impaciencia, confusión, o desconfianza. El vio la realización de ella y fue satisfecho. Esta fue conocida antes de la fundación del mundo, porque fue preordenado por Dios.
El Señor no podía estar satisfecho si El vio un alma por la que El murió yendo al infierno por la eternidad. El murió por toda persona que el Padre Le dio. La repetición de las referencias a los Suyos a través de Isaías 53 prueba que todos aquellos por quienes Cristo murió vendrán a El y pasar la eternidad con El. Ellos son llamados las ovejas (v. 6), mi pueblo (v. 8), Su linaje (v. 10), muchos (v. 11), de ellos (v. 11), muchos (v. 12), y transgresores (v. 12). El Señor no intercede por todos los transgresores sino por aquellos dados a El en el pacto de la redención (Juan 17:9). El vio Su pueblo y fue perfectamente y absolutamente satisfecho. “...A los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo” (Jud. 1). La santificación por el Padre es igual que la elección y preservación en Cristo. El linaje de Jesucristo fue elegido en El antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). Judas 1 enseña la protección del linaje—Su pueblo—hasta que ellos son eficazmente llamados por Dios. El linaje fue apartado por Dios en Su consejo eterno y preservado por la gracia anticipadora hasta que ellos son nacidos del Espíritu de Dios. El Salvador no murió por algunos quienes no serán salvos. Todo elegido será preservado hasta que él sea nacido de nuevo.
La satisfacción del Señor significa que El no fue solamente contento sino llena o abundantemente suplido. El fue satisfecho con lo que El vio. Su realización más llena de expectación fue completamente llena. Las metas de una madre y un labrador no son siempre realizadas. El descontento de Isaías fue manifestado en sus preguntas, “¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” (Isa. 53:1). La satisfacción finita es imperfecta, pero la satisfacción infinita es perfecta. La comprensión finita no puede comprender la satisfacción infinita. Cristo fue perfectamente satisfecho con Su obra terminada; por lo tanto, El estuvo listo para regresar a la gloria que El tuvo con el Padre antes de la fundación del mundo (Juan 17:4, 5).
El Señor Jesús vio el justo juicio satisfecho. El vio la gracia reinando mediante la justicia hasta la vida eterna. El vio las obras del diablo destruidas. El vio muchos hijos llevados a la gloria. El vio a los Suyos por quienes El murió reinando con El a través de la eternidad en el reino interminable. El fruto del sacrificio de Cristo incluye la gloria adicional al Padre de los lucimientos nuevos reflejados en las perfecciones de Su carácter por la obra de la redención humana. Incluye la recompensa que resultará al Salvador Mismo. Además, incluye el beneficio a los elegidos por quienes Jesucristo murió.
La última parte de Isaías 53:11 es muy controversial. Algunos creen que “...por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos...” refiere al conocimiento del creyente acerca de Cristo. Otros dicen que refiere al conocimiento de Cristo. Algunos toman una vista neutra, diciendo que hay dificultad en interpretar el versículo. Los eruditos dicen que es difícil comprobar si se refiere al conocimiento subjetivo o objetivo del Siervo de Dios.
El contexto parece indicar que “Por SU conocimiento” es el conocimiento que Cristo aprendió experimentalmente cuando aprendió el camino puesto para El. Isaías dijo, “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios” (Isa. 50:4). Esta profecía de Cristo fue cumplida en Lucas 2:40 — “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.” Con todos los pronombres personales que refieren al Siervo del sufrimiento en Isaías 53, parecería poco extraño escoger uno fuera de los muchos y decir que se refiere al conocimiento objetivo del justificado. La justificación por la fe no es el tema de este capítulo sino la justificación de los elegidos por el Justificador (Rom. 3:24-26).
El Señor Jesús es presentado como el Siervo de Jehová en Isaías 52:13-15. Su unión hipostática es en la vista, y esta es conectada con Su primera venida. El es el Siervo justo, el fundamento desde el cual los beneficios fluyen a los elegidos de Dios. Mientras que la Persona hablada estaba sobre la tierra, El tuvo una posición de justicia que fue singular y operativa. No hay ninguno justo como El. La justicia significada es la justicia inherente de la Deidad. Esa justicia Le capacita obrar una justicia por la cual Sus escogidos son justificados. El Señor Jesús ha cargado las iniquidades de todos aquellos quienes Le fueron dados en el pacto de la redención.
El Salvador cargó los pecados de los “muchos” que El justifica. Los muchos son sinónimos con Sus ovejas, Su pueblo, Su linaje, los transgresores, etcétera, en el capítulo. Los elegidos justificados aman a Cristo porque El los amó primero. Ellos Le buscan porque El los buscó primero. Ellos Le encuentran porque El los encontró primero. Ellos vienen a El porque El los llamó primero. Cristo llegó a ser interesado en sus deméritos antes de la fundación del mundo. Ellos llegaron a ser interesados en los méritos de Cristo en el tiempo. La falta de interés por los creyentes profesantes indica que ellos no han sido nacidos de nuevo.
Una persona no puede creer el mensaje de Isaías 53 sin creer en la redención particular. El alcance de la redención de Cristo es el tema de gran debate. Aquellos quienes creen en la redención universal enseñan que Cristo murió y pagó la penalidad por los pecados de todo hombre, así que proveyendo la salvación en la misma manera y al mismo grado para todo hombre sin excepción; así, depende en el individuo aceptar o rechazar, aunque Cristo todavía pagó por sus pecados.
Los que creen en la redención universal ven a Cristo habiendo comprado la salvación potencial pero no la salvación actual. Tal concepto no hace nada definitivo en el propósito de Dios y es contrario a la Escritura: “Que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isa. 46:10). “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (II Tim. 1:9). Su concepto hace la eficacia de la redención dependiente en la voluntad de hombre. Entonces, niega la depravación. El hombre depravado no busca la salvación (Juan 5:40; Rom. 3:11).
La teoría de la redención universal afirma que Cristo murió condicionalmente por todos los hombres pero absolutamente por ninguno. Decir que Cristo sólo hizo una compra condicional de la salvación del hombre es una vista baja de la redención. Dejaría la redención actual del hombre de sus pecados en sus propias manos. Sin embargo, el hombre no tiene el poder para librarse así mismo: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Rom. 5:6). Su punto de vista de la redención de Cristo sólo enaltece el orgullo del pecador. Indicaría que el Dios soberano no puede hacer nada hasta que el hombre depravado le deje.
Los que creen en la redención universal asumen que Cristo murió para procurar un pacto de gracia con toda la humanidad. La Escritura en ninguna parte habla de un pacto de gracia hecho bilateralmente. El pacto de gracia no es de dos partes—Dios y hombre. La palabra de Dios se afirma que el pacto de gracia es unilateral. Solo Dios hace y sostiene el pacto: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Heb. 13:20, 21).
El supuesto de aquellos quienes creen en la redención universal haría las Personas de la Deidad obrar en direcciones diferentes con resultados distintos. Ellos creen que Dios el Padre ama a todos los hombres y Cristo murió por todos los hombres, pero ellos deben confesar el Espíritu Santo no regenera a todos los hombres. El Padre y el Hijo no amaron y redimieron más que el Espíritu Santo regenera. Por lo tanto, las Personas de la Deidad tienen el mismo propósito e intención (Rom. 8:28-31; Ef. 1:3-14; I Ped. 1:2). La opinión de la redención universal, si consistente, debe enseñar que todos los hombres serán salvos. Si Cristo pagó el precio de la redención por todos los hombres, las reglas del justo juicio demanda la liberación de todos. Sin embargo, la Escritura, la historia, y la observación prueban que todos los hombres no son salvos. Si Cristo pagó el precio de la redención para todos los hombres, Dios, quien es justo en todos Sus caminos, no puede retener de Su Hijo lo que El compró con Su propia sangre: “Justo es Jehová en todos sus caminos, Y misericordioso en todas sus obras” (Sal. 145:17).
Si la teoría de la redención universal es correcta, la única conclusión lógica es que Cristo murió en vano por algunos. Esto significaría que Dios fracasó en lo que El propuso. La herejía proclamada por aquellos quienes creen en la redención universal es demostrada por uno quien era audaz así como también consistente. El dijo que conoció a Dios mediante la revelación de la palabra de Dios, que le dijo que Dios no quiere que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. El interpretó esto como lo que el Dios Trino ha hecho, hace, y siempre hará todo que El pueda para salvar a todo hombre, mujer, y niño sobre la tierra. El blasfemamente añadió que el infierno es un monumento truculento al fracaso del Dios Trino para salvar a las multitudes quienes están en aquel lugar, y los pecadores van al infierno porque el Dios Todopoderoso no los puede salvar. El concluyó que Dios hizo todo que El podía y fracasó. Tal vista es lógica a aquellos quienes creen en la redención universal, pero es despreciado por aquellos quienes creen en la soberanía absoluta de Dios.
Aquellos quienes creen en la verdad de la redención particular aceptan el punto de vista que la muerte de Cristo es de valor infinito; sin embargo, su propósito debe ser medido por sus realizaciones. El valor infinito de la redención es la dignidad del sacrificio. La redención es infinita en el sentido que como el sol necesariamente da igual calor si sólo una planta es para crecer, Cristo necesariamente sufrió tanto aunque sólo una persona hubiera de ser salva. Es infinito en el sentido que el Salvador infinito lo adquirió. El único sacrificio que puede compensar por el pecado contra el Dios infinito es un sacrificio infinito provisto por el Salvador infinito.
Cristo no adquirió una salvación condicional por todos los hombres. El adquirió una salvación absoluta por los elegidos: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). El capítulo entero de Juan 17 enseña la misma verdad. El Salvador actualmente redimió a toda persona, sin excepción, por los cuales murió.
Jesucristo no recamó el fundamento. En otras palabras, El no se hizo Fiador por más que el Padre Le dio en el pacto de gracia. Para hacer la redención más grande que el amor elector sería recamar el fundamento. El Padre no amaría a todos los hombres lo suficiente para enviar a Cristo para ellos, y entonces amarlos tan poco como dejar a algunos perecer en sus pecados.
El sacrificio de Cristo poseyó una eficacia infalible. La salvación no está ofrecida a “todos” a fin de hacerla segura a “algunos.” El amor infinito que movió a Cristo a morir por algunos hombres también movió al Espíritu Santo para regenerar los mismos hombres.
La Escritura habla de los frutos de la muerte de Cristo como seguros. Decir que el Dios omnisciente debería pagar un precio valioso por lo que El no tiene seguridad es inimaginable (Isa. 53:10, 11). Si Dios fracasó en hacer todo lo que El se propuso realizar, El nunca podía estar satisfecho. Dios no quiso ni propuso salvar a todos los hombres. Si Cristo murió igualmente por todos, ¿Por qué El no es igualmente revelado a todos? (Estudia Mat. 11:25-27; Juan 10:26; 12:40). Sería increíble para Dios dar Cristo para que sea un “rescate” por todos los hombres y no darle para que sea una “luz” a todos los hombres.
Dios no adquirió una salvación dependiente de la voluntad del hombre para hacerla eficaz. Para Dios querer la salvación de todos los hombres, si ellos quieren, en ninguna manera es querer la salvación. La voluntad de Dios nunca es dependiente de la voluntad de hombre: “Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:13). “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom. 9:16).
Cuando el sumo sacerdote entró en el lugar santísimo para hacer expiación por Israel, él tuvo sobre su pectoral doce piedras que representaban las doce tribus de Israel (Ex. 28). El no usó piedras para representar las otras gentes—naciones—del mundo. ¿Por qué? La razón fue que Israel fue escogido por Dios, y las otras naciones no (Deut. 7:6-8). Cuando Jesucristo fue a la cruz para ser el Sustituto y Fiador, El llevó los nombres de aquellos quienes el Padre Le dio en el pacto de la redención y nada más (Juan 6:37).
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LA NECESIDAD DE LA MUERTE DEL SALVADOR
(Isaías 53:12)
Un comentario Divino es dado en el Nuevo Testamento sobre Isaías 53:12 — (1) “Por tanto, yo le daré parte con los grandes...” corresponde con “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9). (2) “...Y con los fuertes repartirá despojos...” corresponde con “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:15). (3) “...Por cuanto derramó su vida hasta la muerte...” corresponde con “...Pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:15). (4) “...Fue contado con los pecadores...” corresponde con “Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda” (Mar. 15:27). (5) “...Habiendo él llevado el pecado de muchos...” corresponde con “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos...” (Heb. 9:28). (6) “...Orado por los transgresores” corresponde con “...Viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb. 7:25).
Isaías propiamente comenzó Isaías 53 con la introducción del Salvador de sufrimiento y cerró con Su siendo recompensado por Su sufrimiento vicario. Toda la eternidad no puede revelar las profundidades de la verdad contenida en este capítulo. Como el Salmo 23, es frecuentemente memorizado, pero poca es conocido acerca de la importancia de las verdades contenido en él. Hay cinco partes de Isaías 53:12 — (1) La grandeza fue recompensada a Cristo por Su sufrimiento. (2) Cristo derramó Su alma hasta la muerte. (3) El cargó el pecado de muchos. (4) El fue contado con los pecadores. (5) Oró por los transgresores.
La grandeza fue recompensada a Cristo por Su obediencia hasta la muerte. La frase “Por tanto, yo le daré parte con los grandes” ha sido traducido por un erudito hebreo como “Por tanto yo dividiré [o asignaré] a él una porción entre [o en] los muchos [o grandes] y con el fuerte dividirá el despojo.” Los hombres no están de acuerdo sobre la interpretación de esto. La pregunta central es, ¿Con quién divide Cristo el despojo? La confusión sobre esta pregunta ha conducido a algunas interpretaciones y traducciones exageradas.
Algunos dicen que “dar una parte con los grandes” significa El tendrá fuerzas para una presa. Otros dicen que la palabra “fuertes” aquí representa los poderes de la obscuridad que ha estropeado la raza humana, y la división del despojo por el Mesías es el rescate de almas de su posesión. Sin embargo, esta es una interpretación exagerada. La primera parte del versículo retrata al Padre hablando: “Por tanto, yo [el Padre] daré [a Cristo] parte con los grandes....” Algunos han dicho que refiere a Jesucristo subiendo y llevando cautiva la cautividad (Ef. 4:8-10). Otros afirman que indica que el Padre asignará al Señor Jesucristo multitudes como Su posesión, y El tendrá los fuertes como Su presa en cambio de y en recompensa por el derramamiento de Su alma hasta la muerte. La última afirmación, que fue basada en Isaías 52:13, es la verdad. Es verdad que el tiempo vendrá cuando los reinos de este mundo llegarán ser el reino de Jesucristo, y El reinará para siempre. Su venida en poder sobresaltará muchas naciones y los grandes entre ellos (Apoc. 11:15; Sal. 2:8). Por lo tanto, la última afirmación es la verdad; ¿pero es esa la interpretación verdadera de esta porción particular de la Escritura?
Jesucristo dio Su alma como un sacrificio, y El recibe almas como Su recompensa. Consiguientemente, El ve Su linaje y es satisfecho con Su obra realizada en la cruz. Dividiendo el despojo parece más probable referirse a la cooperación entre las Personas de la Deidad. La primera parte del texto muestra que el Padre dio el Hijo, y es seguido por Jesucristo disfrutando en lo que Le fue dado por el Padre. Cristo disfruta en lo que el Padre Le dio no en Su propia cuenta sino a causa de Sus elegidos. Ellos compartirán con El en el reino. Ellos son los herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rom. 8:17). Lo que el Padre repartió a Jesucristo, Cristo repartió entre Sus seguidores. Conclusivamente, hay cooperación entre las Personas de la Deidad.
La pregunta propuesta para el estudio en este punto se trata la necesidad de la muerte de Cristo que Dios puede perdonar el ofensor de su pecado: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Luc. 24:26). Después que el Señor había derramado Su alma hasta la muerte, los dos discípulos en el camino a Emaús discutieron “estas cosas” — la traición, juicio, crucifixión, y resurrección de Cristo. El Señor se juntó con ellos y les preguntó acerca de sus pláticas. Ellos no reconocieron a Jesucristo quien había resucitado de los muertos. Uno de ellos Le preguntó si El no sabía acerca de las cosas que habían sucedido recientemente. El Señor preguntó, “¿Qué cosas?” Ellos contestaron Su pregunta, relacionando los eventos de la crucifixión del Señor y añadieron que ellos esperaban que había sido el Mesías prometido, pero habían pasado tres días desde que estas cosas acontecieron. El Señor les dijo que fueron necios al no creer lo que los profetas habían dicho acerca de El. Era necesario que El padeciera estas cosas para entrar en Su gloria. El entonces expuso a ellos las cosas que fueron escritas en la ley de Moisés, los Profetas, y los Salmos concerniente de lo que deberían de ser cumplidos acerca de El (Luc. 24:14, 18, 19, 26, 35, 44).
La muerte de Jesucristo supone un individuo ofendiendo y una Persona ofendida. Supone que el Ofendido retuvo el ofensor justamente y que ha de sufrir las consecuencias penales merecidos por el delito. El perdón de pecado depende en todo el carácter de Dios. Hay razones morales que requieren que el pecado sea castigado. Ellos hacen la muerte de Jesucristo necesaria para el perdón de pecados.
El relato “¿No era necesario que el Cristo padeciera?” fue condicional y no absoluto. Dios es soberano. El no está sujeto a las leyes afuera de Sí Mismo. El no está comprometido por las leyes de los hombres. Dios es necesariamente santo, pero El no es involuntariamente santo. Dios no fue obligado a perdonar el pecado de cualquiera. La muerte de Cristo fue necesaria para el perdón de pecado, pero Dios no está obligado a perdonar los pecados de cualquiera. Por lo tanto, la muerte de Cristo no fue una necesidad absoluta.
Dios no fue absolutamente sino condicionalmente comprometido a dar Su Hijo en la muerte. La necesidad para el Padre de dar a Su Hijo en la muerte no ocurrió hasta que el pacto fue hecho entre el Padre y el Hijo. La muerte de Cristo fue la única manera por la cual el Padre pudiera perdonar. El no fue obligado a dar Su Hijo pero escogió en la gracia el hacerlo. Decir que la muerte de Cristo fue una necesidad absoluta niega la soberanía de Dios. El Señor hace lo que hace por el placer de Su corazón y no por compulsión.
El castigo demandado fue conmensurado con el crimen. La necesidad de la muerte de Cristo fue basada en el escogimiento del Padre perdonar los pecadores de pecado. No había necesidad por parte de Dios para que el pecado entrara en el mundo, pero la sabiduría pensó que fue bueno que el pecado entrara en el mundo. Dios creó al hombre con la posibilidad de pecar pero no con una necesidad para pecar. El creó al hombre recto (Ecl. 7:29). El justo juicio demanda el castigo proporcionado con el crimen. La transgresión contra Dios demanda no menos que el castigo capital, que es la muerte. Un crimen infinito demanda el castigo infinito, que es eterno. El hombre no puede pagar por su crimen porque él es una criatura finita. Por lo tanto, después que el pacto fue hecho para redimir los elegidos, el Padre necesariamente envió a Su Hijo para morir en la cruz. La necesidad fue condicionada en el pacto hecho entre el Padre y el Hijo. El crimen es contra el Dios. Es infinito y debe ser pagado por el infinito Cristo quien solo en un período corto de tiempo pudiera pagar la deuda contra todos aquellos que el Padre Le había dado. En Su única muerte, El sufrió las muertes de muchos.
El pago debe ser tan grande como el crimen. Ordenar el castigo mayor que el crimen sería tiranía, y para ordenar el castigo menos que el crimen sería un gobierno necio. Fracasar en verlo como es en su perspectiva verdadera es evitar el punto. El pecado contra Dios negaría al hombre de su más bien, que es estar con Dios a través de la eternidad disfrutando Su gloria, majestad, y grandeza, y adorándole. Pecar contra el Dios infinito merece el privarse de lo más grandioso del hombre.
La vileza del ofensor es reflejada en la dignidad del Ofendido. La muerte de Jesucristo supone que después de la transgresión, Dios perdonaría al ofensor. Sin embargo, no había necesidad obligatoria sobre Dios para redimir el pecador. Como Dios no fue obligado el prevenir la caída, El no está obligado a redimir el hombre después de su caída.
La muerte decretada fue absolutamente necesaria. Está basado en el pacto hecho entre el Padre y el Hijo. Jesucristo fue libre de todas las obligaciones hasta que el pacto fue establecido, y entonces El fue comprometido por el pacto (Heb. 13:20, 21). Después del pacto, el Hijo estuvo absolutamente comprometido para morir. El Padre estuvo dispuesto a dar a Su Hijo para perdonar los pecadores. Jesucristo estuvo dispuesto a dar Su vida para redimirlos. El voluntariamente dio Su vida y la tomó nuevamente.
El pecado puede ser considerado como (1) calidad inmoral en el hombre, (2) transgresión de la ley, o (3) castigo en el respecto a su obligación legal. Sólo en el último sentido puede ser dicho que los pecados de uno pueden ser puestos sobre otro. En este sentido, los pecados de los elegidos fueron puestos sobre Cristo, y El los cargó en la cruz como el Fiador por los elegidos. El fue contado por Dios como uno con aquellos por quienes El murió. Jesucristo los tomó como Sus clientes y pagó su deuda.
La satisfacción debe ser por la muerte porque la muerte fue amenazada. El Padre no estuvo agradado con los sacrificios de los animales, pero El fue agradado con el sacrificio de Su Hijo. Solo Cristo, como el Hijo encarnado, puede satisfacer el justo juicio. El hombre es incapaz de hacerlo.
Todas las cinco ofrendas registradas en Levítico 1-5 son encontradas en Isaías 53 — (1) Todo holocausto subió hacia a Dios. El Divino justo juicio fue satisfecho (Isa. 53:11; Lev. 1; Ef. 5:2). (2) La ofrenda de flor de harina mostró la doble naturaleza de Cristo, aún El permaneció impecable (Isa. 53:10; Lev. 2). Su Persona Le capacita llegar a ser la expiación. Si El hubiera sido pecable, Su alma no hubiera podido ser una ofrenda por el pecado, y El no hubiera podido haber satisfecho el justo juicio. (3) En el sacrificio de paz, el castigo de la paz de los elegidos de Dios fue sobre Jesucristo (Isa. 53:5; Lev. 3). (4) La ofrenda por el pecado fue cumplida en Jesucristo (Isa. 53:6, 10, 12; Lev. 4). (5) En la ofrenda por la transgresión, Jesucristo fue herido por la transgresión de Sus elegidos (Isa. 53:5; Lev. 5). La ofrenda por el pecado fue por la naturaleza del pecado, y la ofrenda por la transgresión fue para los pecados de naturaleza.
El Señor Jesucristo cargó el pecado de muchos pero no de todos (Isa. 53:12). El tema de Juan 17 es que Cristo vino para los Suyos, murió por los Suyos, y oró por los Suyos. La providencia general y la redención particular son enseñadas en este capítulo. Cristo vino desde el trono de Dios a la profundidad de aflicción y subió otra vez al trono después de terminar la obra de la redención. La elección del Padre es acentuada en la Escritura. Aquellos que el Padre dio al Hijo son referidos siete veces en Juan 17. La elección del Padre, la redención del Hijo, y la aplicación del Espíritu son iguales en su alcance. El Espíritu Santo aplica la salvación sólo a los que el Hijo compró con Su sangre. La redención por Jesucristo es tan extensiva como la gracia del Padre. Como la gracia no es experimentada por todos los hombres, Jesucristo no murió por todos los hombres. La Biblia no habla de las posibilidades de la obra de Cristo sino de la certeza de ella (Isa. 53:10-12). El propósito de Dios en la eternidad y la realización de Cristo en el tiempo son de alcance igual (Rom. 8:26-31). Cristo no procuró el perdón para aquellos quienes nunca pueden ser perdonados. Algunos no pueden ser perdonados, porque ellos han cometidos el pecado imperdonable. Cristo murió absolutamente por algunos y no condicionalmente por todos.
El cumplimiento de Cristo siendo contado con los transgresores es registrado en Marcos 15:27-31. El Señor Jesús fue abusado por tres clases diferentes de personas durante Su ministerio personal, y El continúa siendo abusado por las mismas clases: los ignorantes (v. 29), los condenados (Mat. 27:42), y los religiosos (Mar. 15:31).
Jesucristo hizo intercessión por los transgresores. Los transgresores por quienes El hizo intercessión son o todos los transgresores por quienes El murió (Isa. 53:6) o los transgresores por quienes El sufrió. ¿Fueron los transgresores por quienes Cristo hizo intercessión aquellos quienes físicamente Le maltrataron o fueron aquellos por quienes El murió? Si los transgresores son aquellos por quienes Cristo murió, El continúa intercediendo por ellos. Si ellos fueron aquellos por quienes El sufrió, El no intercede ahora por ellos. Algunos dicen que Lucas 23:34 es el cumplimiento de Cristo haciendo intercessión por los transgresores. Sin excepción, todos los arminianos enseñan que esta fue una intercessión general por todos los hombres que pudieran creer.
La primera expresión, “...Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen...,” desde la cruz fue particular y no general. La frase “...no saben lo que hacen...” no incluye a todos los hombres pero sí a aquellos quienes fueron ignorantes de lo que hacían. Un estudio de la ofrenda por el pecado en Levítico 4:3 y 13 muestra que hay esperanza para el ignorante. El mensaje de Pedro concerniente a la muerte de Cristo reveló que algunos de los ignorantes quienes tomaron parte en la crucifixión de Cristo habían sido salvos desde aquel tiempo (Hech. 2:12-17; 6:7; I Cor. 2:8). Ellos lo hicieron en la ignorancia. Judas no fue ignorante, y Jesucristo no intercedió por él. La intercessión de Cristo no fue general. Fue por aquellos quienes estaban ignorantes de lo que hacían.
La intercessión de Cristo fue restringida. El nunca oró en vano. El siempre fue oído. No hay indicación que Jesucristo oró por todos, aún por aquellos por los cuales El fue crucificado. Si lo hizo El, Su intercessión no es exitosa. Aunque algunos ayudaron en la crucifixión de Cristo en la ignorancia y luego fueron salvos, no hay indicación que Cristo oró para que pudieran creer. Esto hubiera sido indefinido.
La oración de Cristo debe ser considerado desde dos puntos de vista: (1) Debe ser considerado por la virtud de Su Hombría sujetada a la ley, en que El podría perdonar los agravios que se hicieron a El y orar por Sus enemigos, dejando para Su pueblo un ejemplo. (2) Debe ser considerado por la virtud de Su oficio como Mediador quien hace intercessión sólo por los Suyos.
Decir que la oración de Cristo fue por el perdón de todos los hombres causaría seguir una de dos cosas absurdas: (1) El Padre no Le oye cuando El ora. (2) Todos los hombres serán perdonados. Sin embargo, el Padre siempre Le oye (Juan 11:42). Todos los hombres no son perdonados. Conclusivamente, la intercessión de Cristo es particular y no general.