VIDA SACADA
A LUZ
por
W. E. Best
Título del original:
LIFE BROUGHT TO LIGHT
por
W. E. Best
Este libro es distribuido
por el
W. E. Best Book Missionary Trust
P. O. Box 34904
Houston, Texas 77234-4904
USA
2 La Instrucción Para Declarar Vida Sacada A Luz
4 El Llamamiento Eficaz De Vida A Luz
5 Eficazmente Llamado Por Jesucristo
6 El Llamamiento Eficaz Ilustrado
7 Los Llamamientos Eficaz Y General Contrastado
8 Eficazmente Llamado Por El Evangelio
10 Eficazmente Llamado A Una Vida Santa
11 La Salvación Según El Propósito De Dios
12
La Salvación Según La Gracia de Dios
Las Diversas Interpretaciones De
La Manera De Como Obtener La Gracia
La Controversia De La Gracia Común
13 La Gracia Dada En Cristo Jesús
14 La Gracia Dada A Los Elegidos Antes De Los Tiempos De Los Siglos
15 La Gracia Manifestada
Cristo Canceló La Muerte
La Vida Continua De
Cristo
16 El Método De Sacar Vida
E Incorrupción A Luz
La Vida Sacada A Luz Por
El Evangelio
La Incorrupción Sacada A Luz Por El Evangelio
W. E. Best Book Missionary Trust expresa gratitud a los que participaron
en el proceso de traducir este libro.
El texto Bíblico corresponde a la
versión Reina-Valera, 1960, y a la Biblia De Las Américas [del texto de
Nestle] (BLA) cuando se indique. Se indican las traducciones directamente
del texto griego por la palabra “traducción” después el versículo.
1
II Timoteo 1:8-10—
Por tanto no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí preso suyo; sino participa conmigo en las aflicciones [sugkakopatheson, aoristo activo imperativo de sugkakopatheo, un verbo de compuesto con el prefijo preposicional, sun, significando con, y el verbo kakopatheo, significando participar en aflicciones o mostrar perseverancia en pruebas y aflicciones] en el evangelio según el poder de Dios; Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos, pero que ahora habiendo sido manifestada [phanerotheisan, aoristo pasivo participio de phaneroo, que significa revelar, manifestar, o aparecer] por la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, por un parte quien ha cancelado [katargesantos, aoristo activo participio de katargeo, que significa anular, cancelar, destruir, o abolir] la muerte, por otro parte habiendo sacado a luz [photisantos, aoristo activo participio de photidzo, que significa sacar a luz] la vida y la incorruptibilidad [aphtharsian, acusativo de aphtharsia] por medio del evangelio.—(traducción)
El diseño del evangelio no era que debería ser el medio de dar el principio de la vida pero que debería sacar el don que era dado por el soberano Espíritu a la luz. El orden de Dios en la salvación y el propósito del evangelio es registrado en II Timoteo 1:8-10. Hay orden en la provisión de Dios y aplicación de la redención. La regeneración es un don de vida. La fe es el fruto de la regeneración que responde al llamamiento eficaz, que trae al individuo a un compañerismo con Jesucristo.
No hay un pasaje particular de la Escritura que contenga la orden completa de Dios, ni aún Romanos 8:28-30, II Timoteo 1:9, o Efesios 1:13-14. Muchas cosas acerca de la orden aparecen en esos pasajes de la Escritura, pero no registran la orden completa de Dios. La orden completa de Dios es descubierta en el testimonio entero del Señor. La doctrina Bíblica nunca debe ser construida sobre un pasaje aislado de la Escritura que contradiga el principio original de Dios. Por lo tanto, el estudio de la soteriología—la ciencia de la salvación—debe ser visto en la luz del consejo entero de Dios y no basada en fragmentos de la Escritura. Los herejes viven sobre fragmentos porque ellos saben lo que la revelación completa de la verdad hará a sus sistemas hechos de hombres.
El error, la división, y la herejía difieren. El error es una opinión retenida aislada. La división es la aquiescencia de muchos; también agravia y separa. La herejía afana para arraigar fuera toda la verdad; agravia, separa, y se enoja. La herejía puede pasar a ser tan desenfrenada que le agradaría destruir todo individuo que se opone a un cierto punto de vista. Es la lepra de la cabeza descrita en Levítico 13. El ministro verdadero de Dios más bien le gustaría que su lengua fuera silenciada para siempre, que ser culpable de herejía.
Un hereje puede ser distinto de un Cristiano. El hereje siempre buscará un versículo de la Escritura que sea algo difícil de comprender, construir su doctrina sobre ese versículo, e interpretar todos los pasajes sencillos de la Escritura a la luz de un texto difícil. Sin embargo, un Cristiano busca las declaraciones claras de la Escritura, principios que son claramente puestos en la Escritura, y construye su doctrina sobre versículos claramente entendidos. Cuando él viene a un versículo que es difícil para él, él dirá, “Yo no puedo ir en contra de todos los versículos que son tan claramente enseñados sobre esa doctrina en particular.” Muchos Cristianos vienen a una posición establecida sobre algún tema doctrinal y niegan investigarla mas allá. Ellos pierdan muchas bendiciones disponibles para ellos mediante el estudio continuo.
Nada puede hacer a una persona mas antipática que su insistencia en saber una definición de términos. Por otra parte, los miembros religiosos de la asamblea en general son horrorizados por el uso de términos teológicos por parte del predicador. Ellos parecen pensar que un predicador debería hablar a su congregación en palabras de una sílaba. Muchos predicadores usan filosofías de corral para que sus mensajes sean entendidos por los “asnos silvestres”—gente del mundo. Todo campo de ciencia enseña que los estudiantes estudiando una ciencia en particular deben aprender la definición de los términos y las palabras que son utilizados para definir en una mejor manera lo que están aprendiendo. Pero los religiosos quieren verdades espirituales simplificadas. Viceversa, el Cristianismo florece en la revelación de la luz de la palabra de Dios. La ignorancia, por otra parte, florece en la obscuridad de error humano. Los Cristianos que reciben nada sino direcciones prácticas son pobremente preparados para la vida. Lo más que un Cristiano sepa acerca de la Biblia, lo menos que será engañado por el error.
El estudio e investigación teológica de la Biblia a fin de saber términos Bíblicos que difieren no es partir pelos a la mitad. Los científicos consideran como un gran honor el gastar sus vidas analizando los más minúsculos de los insectos y plantas en todo particular y nombrando a todo miembro del organismo disecado. Su trabajo nunca es llamado partir pelos a la mitad, sino investigación científica. No hay queja contra el mejoramiento de la investigación científica para el mejoramiento de la vida física. ¿Por qué llama la gente un deseo espiritual para la investigación en la evidencia Bíblica algo inútil para la vida espiritual? La única respuesta es que es otra táctica de Satanás. Satanás quiere engañar, y la decepción es difícil en la luz del conocimiento. El médico que se desempeña adecuadamente debe estudiar la anatomía humana, y las partes diversas deben ser disecadas. El Cristiano debe aprender asimismo las partes diferentes de teología para comprenderla.
Este estudio actual de II Timoteo 1:8-10 será acerca del don de la vida y sus manifestaciones. La salvación es un tema muy mal entendido; por lo tanto, debe ser considerado Bíblicamente.
Dios es el Autor, Comprador, y Aquel que aplica la salvación—"Aquel quien nos ha salvado." Solo el contexto determinará el significado en cada referencia donde la palabra salvación es utilizada. Los ejemplos de los significados y los usos de salvación deben ser observados. La salvación—el don de vida—incluye la obra de la Deidad y excluye la participación de hombre. El don de la vida es afuera de los recipientes en su propósito; es dado a los elegidos en Jesucristo desde la eternidad (II Tim. 1:9). Está afuera de los recipientes en su provisión; ellos no tuvieron parte en ella (Rom. 5:15-21). El don de vida está afuera de los recipientes en su aplicación; el Espíritu soberano aplica el don de la vida.
La salvación de II Timoteo 1:9 incluye todo lo que califica a los elegidos escuchar el llamamiento eficaz. La idea que creyendo es la cosa más importante en la salvación no es sólo fragmentaria sino herética. La salvación—el don de vida—debe ser propuesto, adquirido, y aplicado antes de que puede ser creído. Debe ser aplicado antes de que pueda haber cualquier respuesta al llamamiento.
Dios llama a los elegidos—"...y nos llamó..." (II Tim. 1:9). Una distinción debe ser hecha entre la regeneración y el llamamiento eficaz. La regeneración es sin medios; es el trabajo del Espíritu soberano. El llamamiento eficaz es por el uso del evangelio. Puesto que el evangelio alcanza sólo a los que son llamados eficazmente en el poder y la certidumbre, debe que concluir que la salvación efectuada por el llamamiento no es la misma salvación que precedió al llamamiento. La distinción debe ser hecha entre el llamamiento eficaz y el llamamiento general. El llamamiento eficaz va adelante en el poder del Espíritu y con mucha certidumbre. El llamamiento general es por el evangelio mientras que es proclamado, pero es reconocido sólo por los que son llamados eficazmente. Una distinción debe ser hecha entre predicar y ofrecer a Cristo. Predicar a Cristo es sin discriminación. Ofrecer a Cristo no es el privilegio del hombre; el Espíritu Santo discrimina en dar a Cristo. La distinción debe ser hecha entre invitar y ofrecer. El invitar se aplica a aquellos quienes están de acuerdo con la invitación; es al sediento, al hambriento, y al capaz de oír. El ofrecer es hacer algo disponible para la aceptación o el rechazo. El hombre no tiene la prerrogativa de ofrecer a Cristo; el Espíritu Santo tiene el derecho exclusivo de dar a Cristo.
2
LA INSTRUCCIÓN PARA DECLARAR
VIDA SACADA A LUZ
Por tanto no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí preso suyo; sino participa conmigo en las aflicciones [sugkakopatheson, aoristo activo imperativo de sugkakopatheo, un verbo de compuesto con el preposicional del prefijo, sun, significando con, y el verbo kakopatheo, significando participar en aflicciones o mostrar perseverancia en pruebas y aflicciones] en el evangelio según el poder de Dios.—II Timoteo 1:8 (traducción)
Pablo instruyó a Timoteo en lo concerniente su predicación del evangelio de Jesucristo. La primera Epístola de Pablo a Timoteo, su hijo en el ministerio, contiene un número de encargos. Su segunda Epístola tiene muchos retos. La armadura de Pablo había sido gastada peleando la buena pelea de fe, y él venía al final de su contienda sobre la tierra. El confió en que Timoteo tomaría su lugar donde él había dejado de luchar. Por tanto, Pablo le retó y le hizo muchas apelaciones: (1) No se avergüenza del testimonio del Señor (II Tim. 1:8). (2) “Retén la forma de las sanas palabras” (II Tim. 1:13). (3) “Sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (II Tim. 2:3). (4) “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado” (II Tim. 2:15). (5) “...persiste tú en lo que has aprendido...” (II Tim. 3:14). (6) “...Prediques la palabra...” (II Tim. 4:2). (7) “...Sé sobrio en todo...” (II Tim. 4:5). (8) “...Soporta las aflicciones...” (II Tim. 4:5). (9) “...Haz obra de evangelista...” (II Tim. 4:5). (10) “...Cumple tu ministerio” (II Tim. 4:5).
Hay tres partes en la apelación de Pablo a Timoteo en II Timoteo 1:8. El no debería ser avergonzado del Maestro que sirvió, el preso a quien él amó—Pablo, o el mensaje que proclamó. La apelación de Pablo fue basada en el patrón del Señor Jesucristo: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo de Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios” (Luc. 9:26, 27). (Véanse Mat. 16:27, 28; Mar. 8:38.)
Las palabras “por tanto” de II Timoteo 1:8 nos lleva hacia atrás a los primeros versículos de esta segunda carta. Esta apelación a no ser avergonzado del testimonio del Señor está basada en la fe no fingida de Timoteo (II Tim. 1:5), la ausencia de un espíritu de cobardía en él (II Tim. 1:7), y su espíritu de poder, amor, y una mente sana dado por Dios (II Tim. 1:7).
El Espíritu es el Espíritu de poder, y el poder dado por Dios imparte coraje. El amor da balance al poder dado por Dios. La mente sana da dominio propio. El Cristiano tiene poder, pero el amor que ha sido derramado en su corazón balance ese poder. Su mente sana dada por Dios lo capacita para ejercitar el dominio propio. Las apelaciones de Pablo estaban basadas en el don dado por Dios de Timoteo, que el evangelista debe vivificar.
La fe de Timoteo era no fingida (anupokritou, ablativo de la origen de anupokritos, que significa sincero, genuino, o sin la hipocresía). La fe no fingida es mencionada también en I Timoteo 1:5—"Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida." La fe no fingida es un don de Dios; por tanto, es sobrenatural (Fil. 1:29; Ef. 2:8; Heb. 12:2). La fe habita adentro porque ha sido correctamente colocada por el Dios soberano: “...No me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído,y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (II Tim. 1:12). Esa fe no fingida que había en Timoteo la había también en su madre y abuela. Había fe en la juventud de Timoteo, fe en la mediana edad de Eunice, y fe en la senectud de Loida. Esta fe genuina no había sido pasada de la abuela de Timoteo a su madre y después a Timoteo. Al contrario de la enseñanza Arminiano, la fe es don de Dios, y no puede ser pasada de uno a otro. Dios lo da a cada individuo elegido. Las asambleas hoy están llenas con individuos que hablan acerca de fe, pero la única fe que tienen es temporal o histórica. Es la de tipo humano la que puede ser pasada de uno a otro. Pero la fe que aguanta la prueba es dada por Dios.
Pablo le encargó Timoteo no ser avergonzado (II Tim. 1:8). Aunque Pablo sufrió para la causa de la verdad, él no se avergonzó de su fe dada por Dios y del evangelio de Cristo (II Tim. 1:12; Rom. 1:16). Pablo usó el no ser avergonzado de Onesíforo como un ejemplo para animar a Timoteo (II Tim. 1:16). Jesucristo se avergonzará de confesar a la persona ante el Padre de quien se haya avergonzado de confesarlo ante los hombres.
Timoteo no debe ser avergonzado del testimonio de su Señor. Un testimonio es un asunto de declaración solemne. El testimonio del Nuevo Testamento como una totalidad y no simplemente una porción es el mensaje del Cristiano. Incluye todo desde el propósito eterno de Dios a la consumación de todas las cosas. Esos quienes estudian la Escritura y consideran sólo un pasaje aislado han tomado ya una decisión y no recibirán nada de consecuencia espiritual. Ellos están interesados sólo en substanciar su propia opinión que se originó con ellos mismos. Ser avergonzado de cualquier aspecto del testimonio del Señor conduce a ser avergonzado de todo. Jesucristo no puede ser aceptado en una manera gradual. El es o totalmente aceptado o en ninguna manera aceptado. Esto mismo es cierto concerniente al testimonio del Señor. La gracia de Dios capacita al Cristiano a perseguir un conocimiento completo. No ser avergonzado de Jesucristo significa que Jesucristo es el Maestro y es El que controla la vida de uno.
Timoteo no debería ser avergonzado de Pablo, preso del Señor. Pablo sufrió aflicción de los hombres quienes lo acusaron de ser culpable, pero él no era un malhechor. El estaba en cadenas, pero la palabra de Dios no estaba presa (II Tim. 2:9). El apóstol estaba en la cárcel cuando escribió a Timoteo, y Pablo apeló a Timoteo para que se uniera con él en su sufrimiento. Un ministro es correcto en pedir a las ovejas que se unan con él en las aflicciones del evangelio. A unirse con maestros escogidos por Dios en las aflicciones del evangelio, los Cristianos deben saber el testimonio del Señor y contender ardientemente por él. Sufriendo por la causa de la justicia es la suerte común de todos los santos (Juan 15:18; I Ped. 3:14). Pablo apeló a Timoteo para unirse con él en las aflicciones del evangelio según el poder de Dios. Este es el poder que fue mostrado en el don de evangelismo de Timoteo y en su coraje dado por Dios.
3
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
Dios es “Aquel que nos ha salvado.” Las palabras griegas tou sosantos hemas pueden ser traducidas “del aquel quien nos ha salvado,” o “del uno habiéndonos salvado.” Estas palabras refieren hacia atrás a la última parte de versículo 8. Llegaremos a ser partícipes en las aflicciones del evangelio según el poder de Dios. “Dios” es la última palabra de versículo 8, y ese versículo es la introducción a este gran tratado doctrinal de II Timoteo 1:8-10.
La salvación es eterna en su origen porque comenzó con Dios: “... La salvación es de Jehová” (Jon. 2:9). Con respecto a Dios, la salvación no tiene principio ni fin. Con respecto a su recipiente, la salvación tiene un principio; pero no tiene un fin. La salvación incluye no sólo el propósito de Dios y la provisión de Cristo pero también la aplicación de esa salvación en la regeneración por el Espíritu Santo. La regeneración capacita a la persona a ser preparado para oír el llamamiento eficaz. “Quien nos ha salvado” nos lleva atrás al consejo eterno de Dios. El individuo que piensa que él es salvo sólo cuando él cree tiene una comprensión ilusa de la salvación. La Biblia enseña la vida eterna. La propensión del hombre de pensar acerca de la mortalidad le hace considerar la vida del punto de vista de cantidad más bien que calidad. Pero la vida eterna va hacia atrás tan lejos como va adelante. Los elegidos la experimentan en tiempo.
El verbo griego traducido “ha salvado” (sosantos, el aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado o habiendo salvado) refiere a la elección por el Padre, redención por Jesucristo, y la aplicación de esa redención por el Espíritu Santo sin el conocimiento del individuo. Dios el Padre es la fuente del don de la vida (Ef. 2:4-7). Conectando “Pero Dios” en Efesios 2:4 con “nos dio vida” de Efesios 2:5 probará que Dios hace los hombres vivos. El Padre da vida: “...el Padre levanta a los muertos, y les da vida” (Juan 5:21). El Hijo da vida: “... así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21). El Espíritu Santo da vida: “... todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8).
La palabra griega traducida “salvado” (sodzo) es usada variantemente en la Escritura. Significa no dañado (Mat. 8:25; 10:22), preservar de ser perdido (Mat. 16:25), curar o sanar (Mar. 5:23, 28), ser librado de (Mat. 1:21; Hech. 2:40), traer dentro la cubeta de privilegios Cristianos (Tito 3:5; I Ped. 3:21), estar en el camino de salvación (I Cor. 15:2; II Cor. 2:15), salvando uno mismo de esta generación perversa (Hech. 2:40), salvando uno mismo y otros de la doctrina falsa (I Tim. 4:16), salvando otros del error de su camino (Sant. 5:20), salvando los enfermos por la oración de la fe (Sant. 5:15), una mujer siendo salva en dar a luz (I Tim. 2:15), siendo salvo por el fuego (I Cor. 3:15), la esposa salvando su esposo (I Cor. 7:16), y el espíritu siendo salvo en el día del Señor Jesús (I Cor. 5:5).
La palabra “salvado” en nuestro texto incluye todo desde el propósito eterno de Dios a la obra redentora del Hijo que fue hecha hace dos mil años. También incluye la aplicación del propósito de Dios y la provisión al corazón para equipar al salvado, capacitándole para responder al llamamiento eficaz cuando la cita Divina es dada. De aquí, la salvación es usada en el sentido de ser vivificado antes que uno sea llamado eficazmente. Esta salvación de II Timoteo 1:9 precede al llamamiento. El religioso común piensa que ninguna persona puede ser salva hasta que el evangelio es proclamado por un predicador y que Dios llama pecadores por medio del evangelio. La persona es engañada que no sabe ninguna otra cosa mas acerca de la salvación que creyendo que él ejercita la fe en Cristo y es salvo.
La gracia del Padre propuso la salvación (II Tim. 1:9). La gracia del Hijo compró la salvación (II Cor. 8:9). La gracia del Espíritu Santo aplica la salvación (Juan 3:8). Así que, la salvación adeuda todo al Dios soberano. En el misterio silencioso de la eternidad, Dios el Padre lo planeó. Dios el Hijo acordó con el Padre adquirir la salvación. El Espíritu Santo acordó aplicar la salvación que fue planeada y adquirida. La salvación propuesta por el Padre es vista corriendo a través de las edades como un arroyo vaciándose en los corazones de aquellos para quien Cristo murió, mientras el Espíritu Santo la aplica. El tiempo de la aplicación es de Dios y no del hombre (Ezeq. 16:8).
Dios preserva a los elegidos hasta que la salvación es aplicada por el Espíritu Santo: “...a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo” (Jud. 1). La palabra santificados (egapemenois, perfecto pasivo participio de agapao) en esta referencia significa “habiendo sido amado.” Nunca ha habido un tiempo cuando el Padre no amó a esos a quienes El escogió en Jesucristo antes la fundación del mundo: “...Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer. 31:3). “...había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1). Esto nos lleva atrás a la elección eterna de Dios que es asociado con el propósito eterno de Dios.
Estos que son amados eternamente por el Padre son preservados para Jesucristo. La gracia les fue dada en Cristo antes que el mundo fuese (II Tim. 1:9), y ellos son preservados para El (Jud. 1). Aunque la seguridad eterna es una doctrina Bíblica, Judas no hablaba de esa verdad. La preservación es de aquellos de que el Padre amó con un amor eterno en Cristo, aún antes la provisión por Jesucristo para los elegidos es aplicada por el Espíritu Santo en tiempo. El llamamiento de Judas 1 refiere al llamamiento eficaz. La simplicidad de esta doctrina Bíblica es que a quien el Padre escogió a la vida eterna sea guardada para Cristo hasta la aplicación de esa salvación que Dios ordenó. Todos que el Padre ha dado al Hijo en el pacto de la redención antes de la fundación del mundo vendrá a El (Juan 6:37). Ellos vendrán porque ellos son guardados para Jesucristo hasta que ellos sean llamados. La gracia del Espíritu Santo lleva y aplica la salvación a los escogidos de Dios. Su gracia no sólo confiere la salvación a los escogidos pero revela esa salvación a ellos por hacer una disposición en el corazón por la regeneración para oír el llamamiento eficaz cuando es extendido.
El Autor y la Fuente de salvación es Dios. El medio es la sangre de Cristo. La aplicación es por el Espíritu Santo. El Hijo vivifica a quien El quiera. El Espíritu vivifica para el Hijo. El Hijo es el instrumento de la Deidad en la creación. El Espíritu Santo es el instrumento de la Deidad en la aplicación del principio de la vida.
El comienzo de la vida nueva es trazado en Efesios 2:5 a un hecho del poder Divino ejercitado sobre un pecador incapaz muerto en delitos y pecados, muerto a las cosas de Dios pero vivo a las cosas de pecado. El pecador es físicamente vivo pero espiritualmente muerto. “Pero Dios” quien es rico en Su misericordia y Su amor con el cual El nos ha amado nos ha vivificado. Por la gracia somos salvos.
La respuesta de Pedro a la pregunta del Señor, “¿Quién decís que soy yo?” de Mateo 16:15 era “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16). El Señor recordó a Pedro que “porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mat. 16:17). Pedro, como todo pecador vivificado, era enseñado por el Maestro quien es mayor que el hombre. Un individuo puede escuchar al predicador claramente predicar la palabra de Dios, pero él necesita el Maestro mayor, el Espíritu Santo, para vivificarle.
El hecho de vivificar es una comunicación de un principio nuevo de vida. La vida física es inexplicable. Los médicos, con todo su estudio del cuerpo humano, no pueden explicarlo. Sin embargo, la vida física es experimentada y manifestada. La vida espiritual no puede ser definida. Pero la persona nacido de nuevo experimenta y manifiesta que él tiene la vida espiritual. La regeneración es un hecho de Dios. Este vivificamiento Divino no se puede ser referido en el sentido de que Dios cree y se arrepiente para un individuo. Es cierto que Dios da fe, y la persona a quien la fe es dada ejercita la fe. Es también cierto que Dios da el arrepentimiento, y el arrepentido ejercita el arrepentimiento. El nacimiento nuevo no es un hecho por el cual, el pecador puede ser inducido a recibir la fe o el arrepentimiento por su fe natural, ni por argumento o persuasión. La regeneración es un acto en el que Dios es el Agente. El alma del pecador es regenerada; así que, el pecador es pasivo. El cambio es obrado en él.
(1) La salvación está afuera del recipiente en su propósito. Fue dada en Cristo antes que el mundo comenzara. (2) La salvación está afuera del recipiente en su provisión. El recipiente no tuvo parte en su provisión, que fue en la muerte de Jesucristo cuando El llegó a ser fiador para los elegidos (I Ped. 3:18). (3) La salvación está afuera del recipiente en su aplicación. El Espíritu Santo soberano lo aplica.
4
EL LLAMAMIENTO EFICAZ DE VIDA A LUZ
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
Dios llama eficazmente aquellos a quienes El ha salvado: “Aquel quien nos ha salvado y quien nos ha llamado....” Observa la orden y la entereza en Dios habiendo salvado y habiendo llamado. La regeneración y la conversión ambos son mencionadas. La elección, que es primera en el orden Divino, es seguida por la redención, la regeneración, y el llamamiento eficaz de Dios. Estos, como Padre, Hijo, y Espíritu Santo, naturalmente caigan en este orden.
La regeneración precede el llamamiento. El principio de la vida que es dado en la regeneración es llevado a luz en el llamamiento. Puesto que el evangelio alcanza efectivamente sólo a los regenerados, hay que concluir que el hecho de salvar que es efectuado por el llamamiento no es el mismo salvar que precede el llamamiento de II Timoteo 1:9. Aunque un período de tiempo puede ocurrir entre la regeneración de uno y su llamamiento, la Escritura nos asegura que Aquel que ha comenzado en nosotros una obra buena es capaz llevarla a su fin (Rom. 8:29, 30; Fil. 1:6). Como hay tiempo entre implantar la semilla en la matriz y dar a luz al niño en el nacimiento, así es en el ambiente espiritual—con la diferencia importante de que nadie sabe cuando la regeneración ocurre. El pecador, como en el nacimiento físico, es involucrado en el nacimiento nuevo, pero no participa en él. El nacimiento es la manifestación de una vida ya existente. No hay fe que exista aparte de la regeneración porque el principio de la fe es dada en la regeneración.
La naturaleza de la regeneración puede ser entendida en una manera mejor por contrastarla con lo que pasó en la caída de Adán en el jardín de Edén. Antes de la caída, Adán disfrutó del compañerismo con Dios. La base sobre la cual este compañerismo existió fue la rectitud creada (Ecl. 7:29). Después de la caída de Adán, él no pudo gozar más el compañerismo. Como Adán fue enajenado de Dios, también toda su posteridad fue enajenada de Dios (Ef. 4:18). Lo que pasó en la caída no destruyó el ser tripartido del hombre de espíritu, alma, y cuerpo. Pero el hombre cayó mentalmente, espiritualmente, emocionalmente, y físicamente (Rom. 1:24-28). Toda parte de hombre fue afectada por la caída. Por lo tanto, el hombre no puede pensar adecuadamente acerca de las cosas espirituales (I Cor. 2:14). Sus emociones están afectadas. El abusa de su cuerpo porque su mente no funciona adecuadamente. El está bajo el dominio y el poder de Satanás (II Ped. 2:14).
Todos aquellos que el Padre escogió en Cristo antes de la fundación del mundo eran una nulidad hasta que fueron actualmente nacido de la carne. En el tiempo de su nacimiento natural, toda persona llega al mundo como un enemigo de Dios, porque cada persona es una simiente de Adán (Rom. 5:12). ¿Cómo puede Dios amar a una persona mientras que él es Su enemigo? Esta pregunta puede ser contestada por otra. ¿Cómo puede Dios el Padre amar a Su Hijo unigénito y a la vez hacerle una maldición para los elegidos? ¿Dejaría de amar El Padre a Su Hijo? Durante el tiempo de que Jesucristo fue hecho una maldición, El cargaba los pecados de los elegidos. El Padre le dio la espalda mientras El estaba siendo una ofrenda para el pecado, pero nunca dejó de amarlo. Dios puede amar al elegido que no es regenerado dado a Cristo porque El lo ve en Jesucristo. No hay amor fuera de Jesucristo.
La naturaleza es conocida por su manifestación, pero la naturaleza en sí es intangible e invisible. Puesto que es intangible, es un principio de operación. Es todo lo que es. El principio maligno de la operación entró en Adán en el jardín cuando él desobedeció a Dios. Corrompió cada parte de Adán—su mente, su emociones, y su entera construcción física. Por lo tanto, el hombre está totalmente corrompido—la mente, alma, y cuerpo. Lo que sucedió en la caída es revertido en la regeneración. El pecador enajenado es nacido del Espíritu de Dios (Juan 3:6). El entonces posee un principio espiritual de operación. El Padre capacita los elegidos a compartir la herencia de los santos en la luz (Col. 1:12). Esta es la regeneración en la que los elegidos no tuvieron parte. Una persona, no una naturaleza, es regenerada. La misma persona quien era ajena de Dios es reconciliada ahora a Dios. La actividad contra Dios ha sido cambiada a la actividad para Dios.
Hay vistas subjetivas y objetivas de la reconciliación. La vista objetiva es lo que pasó cuando Cristo murió. La vista subjetiva de esa reconciliación ocurre cuando la obra de Jesucristo es aplicada al corazón del individuo en la regeneración. El principio subjetivo de vida infundido en la regeneración capacita al recipiente para responder al llamamiento eficaz de Dios.
Un llamamiento eficaz da respuesta, y tal llamamiento nunca puede ganar una respuesta a menos que la persona haya sido regenerada: “...a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan 10:3, 4). Nunca habrá una cualquier respuesta a la proclamación del evangelio hasta que un individuo haya sido regenerado. El recipiente de la gracia responderá al llamamiento, y eso lo hace eficaz. El Espíritu Santo solo da vida y prepara una persona, dándole la capacidad de responder al llamamiento del evangelio. Una obra de gracia en el corazón de uno lo capacita para oír y reconocer la voz de la verdad. Su mente es abierta por la gracia de Dios. Ya no está más en la obscuridad de pecado.
La regeneración no es efectuada por el uso de medios. El polvo del que el cuerpo de Adán fue formado no era un medio por el cual Dios originó su vida física. El polvo no hizo contribución a la vida física de Adán. La luz del día no era un medio de dar la vista a Bartimeo el ciego. El lodo que el Señor puso sobre los ojos de hombre ciego de Juan 9:6-7 no era un medio por el cual el hombre recibió la vista. El alimento es un medio del crecimiento físico, pero supone una vida física. El alimento espiritual es un medio por el cual una persona regenerada crece, pero el alimento espiritual supone una vida espiritual. La vida nueva no es implantada porque el hombre percibe la verdad, pero el hombre percibe la verdad porque la vida nueva ha sido implantada. La regeneración es la obra del Espíritu Santo. El llamamiento eficaz es por medio del uso del evangelio. El evangelio sólo alcanza aquellos que son llamados eficazmente en el poder y la seguridad.
Los siguientes son diferentes puntos de vistas de la regeneración, el llamamiento, y la función del evangelio que son enseñados:
1. Algunos consideran que el llamamiento eficaz es equivalente a la regeneración.
2. Otros enseñan que la palabra del evangelio es la causa eficiente de la regeneración.
3. Hay aquellos quienes enseñan que la fe efectúa la regeneración.
4. Hay un punto de vista que dice que el pecador debe ser traído en contacto con la verdad para que Dios puede cumplir con la obra de la regeneración.
5. Algunos enseñan que hay dos aspectos de la regeneración: En el primero, el alma es pasivo; es sobre actuado. En el segundo, Dios asegura el ejercicio inicial del nacimiento nuevo, y el alma es activa en esto. Entonces, la palabra de Dios y aquellos quienes la proclaman son la causa instrumental.
6. Hay otro punto de vista que enseña que en la aplicación de la redención, el llamamiento precede a la regeneración. La orden en la aplicación de la redención es declarada como llamamiento, regeneración, fe y arrepentimiento, justificación, perseverancia, y glorificación.
7. El punto de vista Bíblico distingue la regeneración del llamamiento eficaz. Estos puntos de vistas diferentes, con la excepción del último, son todos reputados en la distinción Bíblica entre la regeneración y el llamamiento eficaz.
Un entendimiento de las siguientes verdades prevendrá el Cristiano de confundir el llamamiento eficaz con la regeneración:
1. La regeneración se lleva a cabo independientemente del entendimiento y de la voluntad de un individuo. El hecho de llamar es efectivo en ambos el entendimiento y la voluntad.
2. La regeneración es el engendrar la vida nueva. El llamar es el llevando a cabo de esa vida.
3. La regeneración es obrada sin la cooperación del hombre. El llamar incluye cooperación.
4. El pecador es pasivo en la regeneración. El es activo en el llamamiento, porque él tiene adentro el principio de la vida.
5. El pecador es muerto en pecados cuando el Espíritu lo regenera. El llamamiento es oído por el principio de la vida que es dada en la regeneración.
6. El primero trabajo de la gracia en el pecador elegido es la regeneración. El segundo es el llamamiento eficaz.
7. La semilla, o el principio de la vida, es plantada en la regeneración. El principio de vida es llevado a luz en el llamamiento.
8. Los muertos en el pecado son vivificados en la regeneración. La vida nueva está presente, pero puede yacer latente por unos pocos minutos o unos pocos días. Nadie sabe por cuanto tiempo. Es como la semilla en la tierra durante el invierno. El principio de vida está allí, pero es latente. La vida dormida despierta en el llamamiento. El llamamiento habla no a los sordos pero al que oye, no a los muertos pero a los vivos.
9. La regeneración hace algo para el hombre entero. La mente es iluminada (Ef. 1:18). Una disposición nueva es dada a los afectos, y la voluntad es renovada. El hombre entero es llevado a la acción en el llamamiento. La mente iluminada ve la gloria de Dios en la cara de Jesucristo (II Cor. 4:6). Una disposición nueva tiene hambre y sed de justicia (Mat. 5:6). La voluntad nueva viene a Jesucristo (Juan 6:37).
10. El sujeto no es consciente de lo que está pasando en la regeneración. El conocimiento del hombre es dirigido en el llamamiento. La regeneración obra desde adentro. El llamamiento trabaja desde afuera. La regeneración es un vivificamiento Divino que hace el alma un sujeto apto para el llamamiento eficaz. Uno no puede responder a cosas espirituales sin la luz espiritual.
11. Hay una gran diferencia en la manera de como el Espíritu trabaja en la regeneración y como trabaja en el llamamiento. El Espíritu Santo trabaja en los pecadores quienes son muertos en los delitos y los pecados. Ellos no trabajan con El. Hay no sinergismo en la regeneración. El Espíritu Santo trabaja en los regenerados, asistiéndoles en su llamamiento; por lo tanto, hay sinergismo en el hecho de llamar.
El llamamiento de I Corintios 1:9 es el llamamiento eficaz que sigue la santificación posicional—regeneración—de I Corintios 1:2. El compañerismo con Cristo no puede preceder el don de la vida. La única persona que puede ser llamada al compañerismo con Cristo por el llamamiento eficaz es aquel que ya ha sido regenerado por la gracia de Dios. El compañerismo es experimental, por cuanto la regeneración no es experimentalmente conferida. La precedencia de la experimental sobre la no experimental pondría la fe en la orden reversa. El llamamiento eficaz es asociado con la conversión más bien que con la regeneración. Dios da los requisitos interiores para oír por la regeneración, y El da la preparación exterior para oír por el llamamiento eficaz.
La regeneración y el llamamiento eficaz son distintos. Todo lo que es necesario equipar a una persona para hacerle capaz responder al llamamiento eficaz de Dios es incluido en la palabra “salvado” de II Timoteo 1:9. En Tito 3:5, la misma palabra griega es usada para salvó (sodzo): “...nos salvó, por el lavamiento de la regeneración....” El lavamiento de la regeneración es una limpieza que es una vez y para siempre. El apóstol Pablo dijo a los Cristianos en Corinto que ellos habían sido una vez y para siempre limpiados por la sangre de Jesucristo y que la redención había sido aplicada por el Espíritu Santo (I Cor. 6:11). La “renovación en el Espíritu Santo” es una renovación, un cambio completo para lo mejor. Tuvo su comienzo en la regeneración, como que vayamos un paso atrás en la orden Divina de Tito 3:5. Pero esta renovación continuará hasta que nosotros seamos perfeccionados en la gloria. Nosotros no debemos olvidar que los versículos precediendo el versículo 5 hablan de obras buenas, y el versículo 8 habla de mantener obras buenas. Habrá fruto en la vida de la persona quien ha sido regenerada. El será celoso de obras buenas. El cambio que comienza en la regeneración continúa cambiando hasta el cambio final, cuando la persona regenerada será perfeccionada en la presencia de Jesucristo.
El punto de vista que el llamamiento eficaz de Dios lleva consigo la gracia operativa por la cual una persona es capacitada para contestar el llamamiento y aceptar a Jesucristo como El es ofrecido libremente en el evangelio se hace el llamamiento y la regeneración términos equivalentes. Si el llamamiento precedía o era equivalente con la regeneración, el hombre participaría en el nacimiento nuevo. Pero el pecador es pasivo en la regeneración y activa en la conversión. No hay nada más que la regeneración tenga que realizar si el llamamiento da la capacidad para responder. ¿Qué otra cosa más que la fe puede responder al llamamiento eficaz? La fe es el fruto de la regeneración. Es el hecho de la confianza amorosa y el autocompromiso, de que nadie es capaz hasta que él ha sido renovado por el Espíritu Santo.
La regeneración es la misma si es enseñada en el Antiguo o el Nuevo Testamento. Israel por naturaleza era como cualquier otra nación, pero Dios les escogió en Su gracia a ser Su gente peculiar. Ezequiel 36:21-28 prueba que Dios mismo hizo el escogimiento y la regeneración.
El corazón nuevo es un principio nuevo de vida infundido por Dios. Es una voluntad nueva llenada con propósitos nuevos, indicando un cambio en el carácter entero del hombre. Su inteligencia, afectos, y voluntad son cambiadas por la gracia de Dios. El corazón nuevo de Ezequiel 36:26 es igual que el hombre nuevo de Efesios 4:24 y Colosenses 3:10. La persona misma, no la simple naturaleza, es nacida de nuevo. Un espíritu nuevo refiere al principio interior que dirige la actividad del corazón. Es una disposición nueva dada por la gracia de Dios cuando El regenera. El Espíritu Santo adentro capacita la disposición nueva de la persona para agradar a Dios y manifestarse exteriormente.
Hay una manera nueva de vida (Ezeq. 36:27). El Señor dijo, “Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos” (Jer. 32:39). El único camino es el camino de Cristo (Juan 14:6). El único corazón es el único deseo seguir a Jesucristo. Cuando el Señor pone Su Espíritu adentro, El causa al individuo andar en Su verdad, guardar Sus preceptos, y ponerlos por obra (Ezeq. 36:27). El principio siempre debe preceder la práctica, y la práctica seguirá el principio.
El llamamiento eficaz de Dios es irrevocable (Rom. 11:29). Nadie puede ser eficazmente llamado dos veces como tampoco puede ser regenerado dos veces. El puede ser convertido muchas veces, pero él puede ser regenerado y eficazmente llamado una sola vez. La persona regenerada será eficazmente llamada. Dios no tiene obligación para elegir a nadie a la salvación o para regenerarle. Pero El ha prometido regenerar y eficazmente llamar a todos los que El eligió. Dios no llama eficazmente a todos los hombres. El llamamiento eficaz es enseñado en Los Hechos 2:39—"Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare." Una persona es elegida, redimida, regenerada, y eficazmente llamada por la gracia.
Hay dos aspectos en que los hombres pueden estar “alejados” de Dios: (1) Los paganos quienes nunca han sido sujetos al evangelio de Cristo están “alejados” en el respecto a la gracia interior y los medios exteriores de la salvación. (2) Aquellos quienes han oído el evangelio de Cristo pero fracasaron en responder están “alejados” porque no había gracia interior en ellos para responder al llamamiento eficaz. Los Fariseos, por ejemplo, estaban cerca del mensaje que Cristo predicó, pero ellos estaban “alejados” porque no tuvieron la gracia interior.
El Espíritu Santo es el instrumento de la Deidad que regenera al perdido en el mismo sentido que Cristo fue el instrumento de la Deidad para crear todas las cosas. El Espíritu Santo aplica a los elegidos la redención adquirida por Jesucristo dándoles la capacidad para creer, de tal manera uniéndoles en el compañerismo con Cristo en su llamamiento eficaz.
Jesucristo derramó Su sangre preciosa como el pago para todos para quienes El murió. El evangelio de Cristo es el evangelio de certeza, no de simple posibilidad: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rom. 1:16). La aceptación de una persona del evangelio o su actitud mental hacia el evangelio no hace que Jesucristo sea el Salvador de esa persona. Ni la verdad ni el hombre puede operar directamente sobre la esencia del alma de hombre. Jesucristo salva a todo aquel que El busca, y El busca aquellos para quienes El murió.
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EFICAZMENTE LLAMADO POR JESUCRISTO
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
Los Cristianos tienen el privilegio de ser eficazmente llamados por Jesucristo (Rom. 1:6). El fue hecho un fiador de un mejor pacto: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto” (Heb. 7:22). La palabra griega para fiador (egguos) significa promesa, fianza, o patrocinador. Se refiere a Aquel por quien nosotros recibimos plena seguridad del pacto más excelente hecho por Dios. Un pacto inferior, el pacto Mosaico, es contrastado con el pacto nuevo. El pacto nuevo es el mejor porque está basado sobre un mejor sacrificio y las mejores promesas. El pacto inferior, que era bueno en sí, era lo que estaba en poder hasta la venida de Jesucristo. Sirvió su propósito en revelar la maldad excesiva de pecado e indicando a Jesucristo. El antiguo pacto también tuvo un fiador y un mediador, pero ellos no eran encontrados en la misma persona. Moisés era el mediador, y Aarón era el fiador. Sin embargo, las ambos deberes están en Jesucristo en el pacto nuevo. Como el fiador, Jesucristo llegó a ser la garante de Su pueblo. El emprendió la deuda para Su pueblo a quien le hacía falta la capacidad para descargar sus responsabilidades propias. El llegó a ser su promesa. El Señor Jesús no podría dejar este mundo hasta haberse ofrecido a Sí Mismo por todos los elegidos por quienes El se hizo fiador.
El lado legal del afianzamiento es más fuerte cuando el fiador se hace un sustituto instantáneo para el deudor original por tener la deuda cargada al fiador y el deudor liberado. Onésimo estaba liberado legalmente antes que la deuda estuviera actualmente pagada (Filem. 10-19). Sólo de esta manera pudieron ser perdonados los santos del Antiguo Testamento antes de la muerte del Testador (Heb. 9:15-17). Un testamento es válido después de que la persona muera. Por lo tanto, Cristo debía morir. Jesucristo asumió la deuda contra los elegidos.
Los hechos siguientes deben ser considerados en el afianzamiento de Cristo: (1) El Señor Jesús y Su gente no son los accesorios para el pago de las deudas de la gente. (2) Su afianzamiento no estaba condicionado sobre el punto de que Su pueblo debería de pagar, pero en su falta, El pagaría. (3) El fiador debe ser capaz para cumplir todas las obligaciones del pacto. (4) El pacto debe ser guardado y la deuda pagada según el tiempo establecido. (5) Dios demanda que ese pago debe ser traído a Su propia habitación. Esta es la razón por la cual Cristo entró en el lugar santísimo con Su vida vertida para los elegidos (Heb. 9:24-26). (6) Si el fiador está atado, el deudor es libre. (7) Cristo da la seguridad de que todos aquellos para quienes El es fiador sean exculpados; por lo tanto, no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús. La grandeza de la Persona de Cristo, la suficiencia de Su sacrificio, la autoridad detrás de Su resurrección, la superioridad de Su sacerdocio, y Su ascensión al trono del Padre son una prenda completa de la validez del mejor pacto.
Una condición para un afianzamiento adecuado y cierto es que el fiador debe ser de la misma naturaleza de la gente para quienes El se hace fiador. Un ser inferior no puede ser un fiador. Los seres de una naturaleza superior están de la misma manera prohibidos a unirse al hombre, e identificándose con él en el cumplimiento de sus obligaciones a la ley, como aquellos de una naturaleza inferior. Dios absolutamente considerado nunca podría ser un fiador. El afianzamiento necesitó la unión hipostática. Jesucristo en la capacidad del Dios-Hombre se hizo fiador.
Otra condición de un afianzamiento adecuado y cierto es que un fiador debe ser libre de la obligación de la ley. El Señor Jesús se hizo Dios-Hombre, pero El era una Persona Divina, el Hijo eterno. Por lo tanto, no había ley mas que Sí Mismo. Cristo, la Persona Divina, no estaba bajo la ley; y poseyendo una perfecta naturaleza humana, El estaba calificado a ser el fiador. Un fiador es uno que es libre, voluntario, y soberano en cumplir con las obligaciones de otro. La ley no requiere que cualquiera cumpla con las obligaciones legales de otro. En este respecto, la libertad de hombre es reconocida y respetada. Jesucristo voluntariamente cumplió con las obligaciones de los elegidos. El voluntariamente puso Su vida por ellos. El tuvo el poder de ponerla, y El tuvo el poder para tomarla nuevamente (Juan 10:17, 18). El fiador debe venir voluntariamente bajo la ley que reposó sobre los elegidos. Jesucristo vino al mundo. El nació bajo la ley, vivió bajo la ley, y murió bajo la ley. Mientras libre de la ley, el fiador debe estar dispuesto a ser sujeto a la ley.
Todo el afianzamiento es voluntario. Es una relación constituida por el compromiso de pacto por el cual las partes llegan a ser legalmente una y pueden ser tratadas como tal en la ley. Cada individuo de una unidad es requerido en el justo juicio que sufra para la unidad, si es necesario. Jesucristo, la única Persona, llegó a ser fiador para todo los elegidos. El cumplió con las obligaciones que nosotros no éramos capaces cumplir. Todo el afianzamiento que es constituido por el compromiso del pacto hace que el fiador se haga uno con aquellos para quien él actúa: “...si uno murió por todos, luego todos murieron” (II Cor. 5:14). Jesucristo por la relación del pacto murió por los elegidos. No había injusticia cuando Jesucristo se hizo fiador por todos aquellos que el Padre le dio. Nosotros no podríamos cumplir con la obligación, pero Jesucristo la cumplió en nuestro beneficio.
El sufrimiento no es el sufrimiento de la parte sino de la totalidad. Los individuos de una unidad legal pueden decir, “Nosotros pagamos; la deuda está pagada. Uno de nuestro número pagó; nosotros no.” En cualquier otro sentido más que en la ley, todo el crédito de hacer el pago es con toda seguridad dado a aquel quien pagó por todos. No obstante, en la ley, es cierto que todos pagaron. Todo lo que hace un fiador deben ser en obediencia exacta al requisito de la ley. La ley debe ser totalmente pagada, y Jesucristo la pagó. Un fiador debe cumplir con la reposición de aquellos por quien él es el sustituto. El afianzamiento perfecto no sólo reincorpora pero también libra de la ley y pone bajo la gracia a aquellos en cuyo beneficio la satisfacción ha sido rendida. ¡Gracia maravillosa!
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EL LLAMAMIENTO EFICAZ ILUSTRADO
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La necesidad para el nacimiento nuevo es enfatizada en el discurso del Señor con Nicodemo (Juan 3), pero el llamamiento eficaz es enfatizado en Su discurso con la mujer de Samaria (Juan 4). Muchos igualan el llamamiento eficaz con la regeneración; pero en la luz de la revelación entera de la mente de Dios, esa ecuación es erróneo. La regeneración y el llamamiento eficaz son necesarios porque Jesucristo entró en el Judaísmo con el propósito expreso de llamar a Sus ovejas de entre los Judíos fuera del Judaísmo: “...las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca” (Juan 10:3). La mujer de Samaria oyó la voz del Pastor en Su mensaje. Ella nunca hubiera podido haber oído el mensaje sin haber sido vivificada. Estando en la posesión de la vida subjetiva, ella recibió la vida objetiva.
El llamamiento eficaz de la mujer samaritana puede ser mejor entendido por considerar primero Juan 3:29—"El que tiene [echon, presente activo participio de echo, que significa el que está teniendo] la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado [estekos, perfecto activo participio de histemi, que significa haber parado] y le oye, [akouon, presente activo participio de akouo, que significa el que oye] se goza [chairei, presente activo indicativo de chairo, que significa el que regocija] grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido." El que “tiene la esposa” es Cristo. La posesión primero debe ser considerada del puesto del pacto eterno de Dios. El que “tiene la esposa” refiere a Su posesión actual. La elección es utilizada en dos maneras en las Escrituras—uno en la eternidad y el otro en el tiempo. El decreto de Dios es registrado en Efesios 1:4, y Su selección actual afuera del mundo es registrada en Juan 6:37. En la luz de Juan 3:29, tres cosas deberían ser consideradas: (1) “Está a su lado” habla de una acción pasada con el resultado continuo de esperar. (2) “Oye” denota la capacidad actual para distinguir la voz del Pastor de la de pastores falsos. (3) “Se goza” refiere a un regocijando presente por la voz que da vida. En el llamamiento eficaz, la mujer samaritana oyó la voz del buen Pastor y se regocijó.
Después de salir de Judea, Jesucristo “le era necesario pasar [dierchesthai, presente medio infinitivo de dierchomai, que significa ir o pasar por] por Samaria” (Juan 4:4) mientras que iba a Galilea. Era necesario que Cristo pasaría por Samaria, porque El siempre haría la voluntad de Su Padre, y uno de Sus elegidos estaba allí quien debería oír el llamamiento eficaz. El debería pasar por Samaria en el mismo sentido de la necesidad de ser levantado.
En Su camino desde Judea a Galilea, el Señor Jesús “vino” [erchetai, presente medio indicativo de erchomai, que significa viniendo] a Sicar (Siquem). La mención de la ciudad de Sicar debería tener una atracción al Cristiano por las razones siguientes: (1) Dios apareció a Abram en Sicar (Gén. 12:6). (2) Jacob habitó allí después de regresar de Padan-aram (Gén. 33:18). (3) Los hermanos de José alimentaron sus ovejas allí (Gén. 37:12). (4) José fue sepultado allí (Jos. 24:32). (5) Después de la muerte de Salomón, Roboam encontró las tribus de Israel allí (I Rey. 12:1). (6) Jeroboam primero habitó allí cuando él fue hecho el Rey de Israel (I Rey. 12:25). En consecuencia, un pensamiento de Sicar debería recordar el Cristiano de la historia de Israel.
El pozo de Jacob (pege, que significa un manantial, una fuente, o un origen) fue en Sicar (Juan 4:6). Por Su cansancio, Jesucristo se sentó sobre el pozo. El estaba allí porque una mujer a quien Dios había elegido y le había dado a El le encontraría allí. Aunque por su cansancio manifestó Su humanidad, El era más de que un hombre. Algunos buscan hacer a Jesucristo como dos personas—Dios y hombre—pero esto es herético. El era y es el Dios-Hombre, una Persona con dos naturalezas. Su cansancio prueba que Su naturaleza humana estaba sujeta a enfermedades físicas pero sin pecado. El fue probado en todo según nuestra semejanza pero sin pecado.
El llamamiento eficaz y los pasos tomados en el llamamiento eficaz de la mujer de Samaria son retratados en Juan 4. El Señor Jesús primero atrajo su corazón (vv. 4-9). En la providencia de Dios, El tiene que pasar por Samaria porque una de las ovejas por quien El muriera estaba allí. Cuando la mujer vino para sacar agua, el Señor la pidió darle algo para beber. Su pidiendo por agua tocó su corazón, porque era desconocido de que un Judío pediría a un Gentil algo para beber. Cristo llegó primero al pozo, y El fue el primero en hablar. La mujer no pidió nada. Ningún Arminiano podría leer esto, creer lo que dice, y permanecer un Arminiano. Dios siempre es primero. El se acercó primero a Adán. Cristo tomó la iniciativa con la mujer de Samaria. ¿Quién llama a quien en el llamamiento eficaz? El pecador no es el primero para llamar. El misterio de la providencia Divina es visto en Dios colocando las ovejas de Cristo en el lugar correcto en el tiempo correcto para el llamamiento del evangelio glorioso del Hijo de Dios. La salvación de la mujer era propuesto en la eternidad, pero su ejecución era llevado acabo en el tiempo por la providencia de Dios.
En Juan 4:9, la pregunta de la mujer samaritana, “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí,” personificó todo lo que pudiera estimular el aborrecimiento de un judío. Cristo, sin embargo, no tuvo animosidad nacional. Aunque los samaritanos eran medio judío y gentil, no hizo ninguna diferencia para El porque algunos habían sido dados a El por el Padre de todas las naciones, parentelas, y lenguas. Sus ovejas están esparcidas en todo el mundo (Juan 11:52). Los Fariseos evitaron el país de los samaritanos, pero Cristo pasó directamente en medio. La separación de los Fariseos los condujo demasiado lejos.
El Señor Jesús contestó la pregunta de la mujer cautivando su mente (Juan 4:10-15). “Respondió Jesús y le dijo, Si [ei, la segunda clase partícula de condición, que significa determinado como incumplido] conocieras [edeis, pluscuamperfecto activo indicativo de oida, que es el significado perfecto en la referencia al tiempo pasado, significando había conocido] el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías [etesas, aoristo activo indicativo de aiteo], y él te daría agua viva [dzon, presente activo participio de dzao, que significa perenne]” (Juan 4:10). Si ella hubiera sabido quien era, ella Le hubiera pedido darle no el agua literal sino el agua perenne.
La mujer manifestó que su mente estaba cautivada cuando ella Lo llamó “Señor,” evidenciando el respecto en su interrogación de Cristo concerniente el agua de que El habló. El pozo (phrear) al que ella se refirió era una colección de agua, como un aljibe, indicando que no había sed natural para Dios. Puesto que una sed para Dios es espiritual, debe venir del Espíritu de Dios en la regeneración. Por eso, esa sed es el fruto de la regeneración. Hay dos fuentes de agua—lo que es juntada en un aljibe (phrear) (Juan 4:11, 12) y lo que corre de una manantial o una fuente (pege) (Juan 4:6, 14).
Cristo continuó apelando a su mente cuando El dijo, “Cualquiera que bebiere [pinon, presente activo participio de pino, que significa aquel que está bebiendo] de esta agua volverá a tener sed” (Juan 4:13). El le dijo que cualquiera que sigue bebiendo de esta acumulación de agua volverá a tener sed. Pero la persona que “bebiere [pie, aoristo activo subjuntivo de pino, que significa puede beber] del agua que yo le daré [doso, futuro activo indicativo de didomi], no tendrá sed jamás [dipsesei, futuro activo indicativo de dipsao, utilizado en la conexión con una negativa doble, que significa positivamente no tendrá sed, jamás]...” (Juan 4:14). Una vez que una persona ha sido convertida él nunca tendrá sed por aquella experiencia de la conversión inicial. Sin embargo, el que no ha sido convertido puede continuamente beber agua del un aljibe y perpetuamente tendrá sed. El agua que Cristo dará (futuro activo indicativo) llegará a ser en una persona un “pozo” o “una fuente” (pege) de agua que salte para vida eterna. La palabra griega para “salte” (allomenou) es un presente medio participio de allomai. El mismo verbo de origen es encontrado en Los Hechos 3:8 describiendo el saltando del hombre cojo quien había sido sanado.
Jesucristo es el Dador del agua. La residencia del agua es los elegidos de Dios. La actividad de esta agua de vida es que es una fuente rebosando. El propósito del agua viva es que el principio autoperpétuo de vida no sólo satisface y mantiene los recipientes en el tiempo pero también lo hace estas cosas con una vista de la eternidad que es sin principio ni fin. El principio de vida no es un pozo estancado, un aljibe (phrear), pero una fuente autoperpétuo (pege) que viva dentro de nosotros. Usted no puede destruir una fuente que es autoperpétuo colocada allí por Dios Mismo.
La diferencia entre la gracia y la gloria puede ser considerada en la manera siguiente: (1) La gracia es la gloria en el vástago. (2) La gloria es la gracia en la flor. Nosotros tendremos la posterior a través de las edades incesantes de la eternidad. Así, las ovejas regeneradas de Dios en el presente tienen algo de la eternidad. Lo que tenemos de la eternidad en el tiempo nos da estabilidad, esperanza, seguridad, y todo lo que es necesario para capacitarnos para perseverar porque es Dios quien preserva. El agua de vida es lo que quita la sed, purga la inmundicia, preserva la vida, apaga el fuego (la codicia de la carne es referida como algo que quema en I Corintios 7), produce la fruta, y sube el cielo.
El Señor Jesús despertó la conciencia de la mujer (Juan 4:16-24). Cuando ella pidió el agua de que El habló, el Señor contestó con tres imperativos en Juan 4:16—(1) “Vé,” (2) “llama a tu marido,” y (3) “ven acá.” La gente en cuyos corazones Dios trabaja no les importa tener sus conciencias despertadas. Cristo alcanzó su conciencia cuando El le dijo que ella había hablado la verdad en decir que no tuvo esposo. El llamó su atención al hecho de que aquel con quien estaba viviendo no era su esposo. La persona normal no quiere que su conciencia sea convencida. Pero como la conciencia de la mujer era sondeada, ella dijo, “Señor, me parece [theoro, presente activo indicativo de theoreo, que significa venir al conocimiento de] que tú eres profeta” (Juan 4:19). El Señor había atraído su corazón, cautivado su mente, y era sondeada ahora su conciencia; y ella venía al conocimiento de que El era un Profeta. Su mente entonces fue a la tradición del los samaritanos, y ella refirió a sus lugares de adoración. Pero Cristo evadió la controversia y dio la verdad. El le dijo, “Vosotros adoráis lo que no conocéis[oidate, perfecto activo indicativo de oida, negado con la negativa absoluta ouk]; nosotros adoramos lo que conocemos [oidamen, perfecto activo indicativo de oida, que significa hemos conocido] porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22 BLA). Los adoradores verdaderos adoran al Señor en espíritu y en verdad. Cualquiera que no está en la verdad no puede adorar a Dios. Tal gente se reúne en vano.
El Señor aseguró el alma de la mujer (Juan 4:25, 26). Ella dijo que sabía que el Mesías, que es llamado Cristo, venía, y que cuando El viniera El contaría todas las cosas. Cristo se lo aseguró al identificarse a Sí Mismo: “Yo soy, el que habla contigo” (Juan 4:26).
Los resultados del Señor atrayendo su corazón, cautivando su mente, despertando su conciencia, y asegurando su alma son registrados en Juan 4:27-30. Fue en este punto que los discípulos vinieron y se maravillaron de que Cristo haya platicado con la mujer samaritana. La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad, y testificó a los hombres. Su testimonio era breve: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29). Así, la responsabilidad fue puesta en aquellos a quienes ella testificó. El Señor había indicado su único pecado de adulterio (Juan 4:16), y ella confesó todo. La confesión de todo es la evidencia de una experiencia verdadera de la conversión. ¿Hay allí un paralelo entre Nicodemo y la mujer samaritana? Muchos piensan que Cristo trajo a ambos por medio de la luz nueva de la revelación a la regeneración. Pero la verdad es que Cristo por la regeneración trajo ambos a la luz de revelación. Nicodemo no evidenció su regeneración durante su discurso con Cristo; pero la mujer de Samaria, sí la evidenció. Su respuesta significó que ella reaccionó positivamente a Cristo atrayendo su corazón, cautivando su inteligencia, sondeando su conciencia, y asegurando su alma. La regeneración es un acto instantáneo, pero la conversión que viene por medio del llamamiento eficaz es un proceso. El Señor habló a Nicodemo de la necesidad del nacimiento nuevo. Sin embargo, El guió a la mujer por un proceso en su experiencia de conversión. El hecho de Dios que da vida al muerto espiritual es distinto de la verdad de la revelación Divina, como la facultad de ver es distinto de la verdad que se ve. El nacimiento nuevo es un hecho creativo inmediato de Dios que se lleva a cabo instantáneamente y con quien ninguna causa secundaria puede participar. Por cuanto, el llamamiento eficaz de Dios es un proceso.
Los santos de Tesalónica eran escogidos antes de la fundación del mundo, y entonces ellos fueron eficazmente llamados por el evangelio (II Tes. 2:13, 14). Su llamamiento eficaz fue subsiguiente a su elección y santificación por el Espíritu—regenerado. Así que, la orden de Dios es la elección, la santificación posicional por el Espíritu de Dios, y el llamamiento eficaz por el evangelio. El evangelio efectivamente alcanza sólo aquellos que son eficazmente llamados (I Cor. 1:18-31). Los eficazmente llamados son aquellos que el Espíritu Santo ha vivificado ya. Ninguno puede salvadoramente contestar el llamamiento general en el anuncio del evangelio hasta que él es regenerado. El Espíritu Santo da vida y prepara una persona, dándole la capacidad para responder al llamamiento del evangelio. Toda persona regenerada seguirá a Jesucristo cuando él oiga Su voz mediante la palabra de Dios: “...las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca...las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan 10:3, 4). Este es el llamamiento eficaz. Una obra de gracia en el corazón de uno lo hace capaz de oír, reconocer, y responder a la voz de verdad. El hecho de salvar de I Corintios 1:18-31 es efectuado por el evangelio. Por lo tanto, no puede ser el hecho de salvar que precede el llamamiento de II Timoteo 1:9 y de Tito 3:5. El evangelio es locura a aquel que no es eficazmente llamado; pero al que es llamado eficazmente, es poder de Dios para la salvación (Rom. 1:16).
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LOS LLAMAMIENTOS EFICAZ Y GENERAL
CONTRASTADO
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
Dios es Aquel quien nos ha salvado y quien nos ha llamado eficazmente “con un llamamiento santo.” El afianzamiento de Cristo garantiza el llamamiento doble de aquellos que son regenerados. (1) El llamamiento eficaz es de adentro por la convicción del Espíritu Santo en la regeneración. (2) El llamamiento general es de afuera por el mensaje del evangelio. La obra del Espíritu Santo en el llamamiento es de doble sentido. (1) Es adentro por la iluminación del entendimiento de los elegidos para reconocer y responder al mensaje cuando es proclamado. (2) Es afuera de los elegidos por la palabra de Dios que el Espíritu Santo inspiró, puso en forma escrita, conserva, y proclama mediante los ministros llamados por el Espíritu Santo. El llamamiento eficaz no comienza con el predicador, pero lo incluye. Dios da la capacidad interior para oír en la regeneración. El da la capacidad exterior para oír en el llamamiento eficaz.
El llamamiento eficaz, en el contraste al llamamiento general, va adelante en el poder del Espíritu y mucha seguridad (I Tes. 1:5; 2:13). Siempre es eficaz, pero el llamamiento general no es siempre eficaz. Uno puede responder o no al llamamiento general; sin embargo, uno con el principio de vida reconoce la verdad y siempre responde al llamamiento eficaz. Una persona puede responder muchas veces al llamamiento general sin ser eficazmente llamado. Pero la persona regenerada responde sólo una vez al llamamiento eficaz, y esa respuesta nunca es repetida. El Señor dijo que “muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mat. 20:16). El llamamiento de los muchos es el llamamiento general. El escoger de los pocos es el llamamiento eficaz. Los hombres son llamados fuera de la obscuridad a la luz de la verdad por el llamamiento eficaz (I Ped. 2:9). Nosotros somos llamados en el compañerismo de Jesucristo (I Cor. 1:9). Este llamamiento es alto y celestial, y es sin el arrepentimiento (Rom. 11:29). La salvación de Zaqueo demuestra que el llamamiento eficaz es personal—Zaqueo fue llamado por nombre, urgente—"date prisa," y humillando—"desciende" (Luc. 19:5).
El llamamiento eficaz debe ser distinguido de lo que algunos designan como el llamamiento universal o general. Los enunciados siguientes son recibidos generalmente por aquellos quienes afirmen las verdades de la gracia: (1) El llamamiento común es universal a fin de manifestar la bondad, y santidad general de Dios, y la compasión de Su naturaleza. Este es para el propósito de desanimar a los hombres del pecado y autodestrucción. (2) El llamamiento universal justifica a Dios cuando los hombres se arruinan a sí mismos. En la condenación del injusta, los universalmente llamados verán que tan hermoso es Dios y que cuan desesperadamente perversos son los hombres por rehusar el llamamiento general de Dios. (3) El llamamiento universal es extendido con el propósito de alcanzar a los elegidos, viendo que los elegidos son esparcidos a través del universo.
El Arminiano (esta es uno quien cree que la salvación es por Dios más sí mismo) se oponen al llamamiento eficaz. El duda el sentido de un ruego apasionante a los hombres tan esclavizados al pecado que ellos no pueden responder. Los Arminianos no creen que ninguna persona es tan esclavizada al pecado que él es insensible, o no puede responder al evangelio. Así que, ellos ponen la fe antes de la vida y la respuesta a cosas espirituales antes de cualquier vida espiritual para capacitarle responder. Ellos pelean no sólo contra la depravación del hombre sino también contra la gracia irresistible de Dios. Los Arminianos también dudan la sinceridad de Dios en ofrecer la salvación a aquellos a quienes El ha designado a la ira. Muchos manipulan las Escrituras de modo que sus opiniones suenan razonables a la mente natural. Su manipulación de las Escrituras es demostrada en los argumentos siguientes: (1) Dios hizo todas las cosas para Su placer (Apoc. 4:11). Todo lo que El hace es según Su beneplácito (Ef. 1:9-11). Por tanto, dado que Dios envía los hombres al infierno, El tiene que recibir placer en hacerlo. (2) Una vez que un hombre es salvo él nunca puede ser perdido (Juan 10:28). El es guardado por Dios (I Ped. 1:5). Por tanto, él puede vivir en el pecado y siempre ir al cielo. (3) La soberanía de Dios elige al hombre para ser salvo (Rom. 9). Dado que Su soberanía es inmutable, Su propósito será efectuado despreocupado. Por tanto, no importa si los elegidos creen o no.
Las conclusiones sacadas en los argumentos precedentes son incorrectas porque los datos son incompletos. El deseo que Dios ha expresado a Sus criaturas no necesita ser Su propósito eterno para que El sea sincero. ¿Por qué el Arminiano fracasa al aplicar el mismo argumento a su creencia en la presciencia o la preordinación de Dios? Un padre humano no es no sincero cuando él advierte a su hijo de peligros que él sabe que su hijo no escuchará. El problema no se queda con el padre pero con el hijo. Asimismo, los problemas presentados en los argumentos Arminianos no se quedan con Dios pero con la humanidad depravada, y Dios no es el autor de la depravación. El hizo el hombre justo. El hombre es el autor de su depravación propia.
Los Arminianos dicen que una provisión coextensiva no es un elemento en una oferta sincera del evangelio. Ellos creen que uno sólo es requerido para aprovecharse de los términos de la oferta; entonces lo que es adecuado es dado por Dios. Contradictorio a la declaración Arminiana, la predicación del evangelio no es una oferta. Jesucristo dijo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). El Espíritu Santo da el don de Cristo a la persona quien era dada al Hijo en el pacto de la redención. Aquellos dados por el Padre vendrán, y ninguno puede venir si el Padre no le trajere (Juan 6:37, 44, 45).
La palabra “ofrecer” significa presentar para la aceptación o el rechazo. La oferta de gracia a los pecadores supone autopoder para aceptar. La asunción de que nosotros ofrecemos Cristo a los pecadores supone que los hombres tienen voluntades libres. Predicar que Cristo murió para todos los hombres sin excepción, la salvación es finalizada, y todo lo que uno tiene hacer es recibirla es un método extraño de predicar a pecadores muertos quienes no pueden venir, ver, comprender, etc. No importa cuanto usted podría rociar el evangelio sobre una persona, esa persona tiene que ser vivificada por el Espíritu de Dios antes que él puede comprender y recibir el mensaje. Ninguno de los apóstoles ofrecieron Cristo a cualquiera. Una oferta no es un medio. Una oferta es ineficaz. Pero el llamamiento de Dios es eficaz porque la persona regenerada tiene el principio de la vida y reconoce la voz de Cristo cuando él oye el evangelio proclamado; entonces él recibe a Jesucristo y Lo sigue. El poder de Dios no es enviado por medio de una oferta. “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (I Tes. 1:5, 6). El poder de Dios viene en una manera soberana. La razón por la cual los Tesalonicenses recibieron el evangelio fue porque vino en poder y plena certidumbre.
El pecador no puede echar la mano en Cristo en una manera salvadora—objetivamente—en el evangelio antes que el Espíritu echa la mano en él en una manera regenadora—subjetivamente. Teniendo la vida subjetiva del Espíritu Santo, el principio de la vida adentro, entonces recibimos la vida objetiva. No podemos echar la mano en algo espiritual hasta que hayamos sido agarrados por Jesucristo. “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto: sino que prosigo, por ver si logro asir [katalabo, el aoristo activo subjuntivo de katalambano, que significa puede agarrar] aquello para lo cual fui también asido [katelemphthen, aoristo pasivo indicativo de katalambano, que significa ha sido agarrado] por Cristo Jesús” (Fil. 3:12). Así que, el pecador no puede venir a Cristo en una manera salvadora sin el Espíritu Santo primero dándole fe en la regeneración. Con su fe dada por Dios él cree en Cristo. Su recibimiento, echando la mano en, Cristo es la acción de la fe que era dada en la regeneración. Esa fe es el don de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8). Tal principio de vida nunca puede ser ofrecido por el hombre. Es soberanamente dado. ¿Cómo puede uno vivir en el Espíritu aparte del Dios soberano cuando todos sus fuentes de regocijo están en Dios? (Sal. 87:7).
El evangelio ha de ser predicado indistintamente por el hombre pero no en el sentido de una oferta. Los hombres finitos no pueden saber quienes son los elegidos hasta que la vida es secada a luz por el evangelio: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (II Tes. 2:13, 14). La vida es sacada a luz por el evangelio (II Tim. 1:9, 10).
La regeneración no puede ser ofrecida al hombre indistintamente. Una cierta persona no puede ser anotada por el hombre y ser dicho que la salvación es para él. El poder potente de Dios es necesario para regenerar el hombre. “Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Ef. 1:19, 20). Una oferta supone la capacidad de la criatura que indicaría cooperación por la criatura, y éste es sinergismo. La concurrencia de la criatura es el Arminianismo. El evangelio verdadero es más alto que cualquier hombre no regenerado puede alcanzar. Nosotros somos nacidos de lo alto.
La regeneración es una creación (II Cor. 5:17). Pero el llamamiento del evangelio por el cual la vida es sacada a luz no obra en una manera creativa. Llamando “la cosas que no son, como si fuesen” es creación (Rom. 4:17). Esto refiere al mandato autoritario de Dios. Por la palabra del Señor, los cielos fueron hechos (Sal. 33:6). “El dijo, y fue hecho...” (Sal. 33:9).
El hombre natural trabaja bajo la depravación. A él tal vez no le haga falte un órgano por el cual la verdad puede ser oído mentalmente para hacer ciertos juicios o las decisiones concerniente cosas naturales, pero él es determinado invenciblemente contra la verdad de Dios porque él no vendrá a la luz para que sus obras sean expuestas (Juan 3:20). Por naturaleza él odia la luz.
Los testigos para Jesucristo no tienen autoridad para ofrecer a Jesucristo, el nacimiento nuevo, o el evangelio. Pero nosotros somos comisionados para invitar a las personas quienes ya tienen la gracia de Dios. El ofrecer y el invitar son distintos. Algo que puede ser aceptado o rechazado es proclamado como una oferta. Sin embargo, un pedido cortés que es asumido a ser agradable a la persona apercibido es anunciado en una invitación. Los testigos de Cristo, mediante su anuncio del evangelio, invitan a la gente regenerada a venir a Cristo. El ánimo de ellos para venir es desagradable a los no regenerados pero agradable al regenerados. La gente regenerada es invitada a Jesucristo, quien es revelado en el evangelio, para una experiencia convertida. Todo hijo de Dios quiere agradar a Dios, no explotarle (I Tes. 2:4, 5). Dios ha escogido el predicar el evangelio para traer aquellos a quienes El ha dado vida al conocimiento de su salvación. Predicar el evangelio puede ocasionar excitación o reformación entre aquellos que están escuchando, pero no puede dar vida.
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EFICAZMENTE LLAMADO POR EL EVANGELIO
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La invitación no es nada más que un llamado general del punto de vista de un ministro. El Espíritu Santo la hace eficaz en los corazones de aquellos a quienes El ha dado la disposición para ella. El hombre no puede constreñir a la persona no regenerada a la regeneración. Un predicador sólo da el llamamiento general por proclamar el evangelio de Jesucristo. El no puede obligar la gente a venir en el sentido de Lucas 14:23—"Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa." La palabra griega anagkason, aoristo activo imperativo de anagkadzo, significa constreñir, obligar, o animar a un individuo venir. Una conversión, llamada a ser una conversión, no tiene larga vida con aquellos constreñidos por los hombres para hacer unas decisiones cuando la regeneración no precedió esa conversión. Su salvación no se puede perder porque ellos nunca la tuvieron para perderla. El predicar de la cruz es locura a la persona no regenerada (I Cor. 1:18); por cuanto, es poder de Dios al regenerado (Rom. 1:16).
La palabra dicha manifiesta el Verbo encarnado mediante la palabra escrita. El género del evangelio ha sido en sus hombres llenos del Espíritu y consagrados. No avanzó su causa por la influencia política de patrones ricos de las noblezas de la sociedad. Comenzó en una cuna, era disciplinado en un taller de carpintero, probado en las carreteras y en hogares, glorificado mediante la crucifixión y la resurrección, y puesto en todo el mundo mediante los labios de gente común quien había sido llamada eficazmente por el Espíritu.
Predicar a Cristo no es ofrecerlo. Ofrecer gracia a los pecadores supone que ellos tienen la capacidad para responder, que es un rechazamiento de la depravación. Aquellos quienes ofrecer la salvación indistintamente niegan la soberanía de Dios en la aplicación de la redención. Dios no autoriza a cualquiera a ofrecer a Cristo. El Hijo de Dios no puede ser ofrecido en la regeneración. El Cristiano ha de predicar a Cristo, y no ofrecerlo. El propósito de la predicación no es ofrecer sino proclamar el evangelio: “...Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15).
Ninguna de las palabras griegas para “ofrecer” insinúa una oferta libre del evangelio. Las diversas palabras griegas son traducidas “ofrecer.” La palabra usualmente utilizada en el Nuevo Testamento es el verbo prosphero, que es traducida presentar, traer, ofrecer, hacer, tratar, etc., (Mat. 2:11; 4:24; Luc. 23:36; Juan 16:2; Heb. 5:7; 8:3; 12:7). Otra palabra griega para “ofrecer” es anaphero, que significa traer, gritar hacia arriba, guiar hacia arriba, ofrecer los sacrificios, o sostener una carga (Heb. 7:27; I Ped. 2:24). La palabra griega spendo es traducida “ofrecer” y significa regar como una libación, o listo ser ofrecido (Fil. 2:17; II Tim. 4:6). El verbo griego parecho, que es traducido “ofrecer” significa proponer, causar, llevar a cabo, ofrecer, presentar, don, u ocasión (Luc. 6:29; I Tim. 6:17). El sustantivo griego prosphora, significa una ofrenda, un sacrificio, un don, o una víctima que es ofrecida (Rom. 15:16; Heb. 10:14). Otro sustantivo griego es eidolothuton, que significa los sacrificios a los ídolos (Hech. 15:29; I Cor. 8:4).
La Escritura no da autoridad para ofrecer liberación del pecado. El Espíritu Santo aplica la redención a quien El quiere. La distinción debe ser hecha entre restringir la predicación y el ofrecimiento de Cristo. El predicar a Cristo no debe ser restringido. Jesucristo debe ser predicado a toda criatura. El ofrecer a Cristo no es la prerrogativa del hombre. La salvación por mirar a Cristo no es igual que la regeneración por el Espíritu Santo. La regeneración hace la salvación una realidad. Pablo fue nombrado para predicar a Jesucristo. El no fue autorizado para ofrecerlo. El fue constituido un predicador (I Tim. 1:11, 12; 2:7). Un predicador es un heraldo, un mensajero público, un pregonero, y un publicador. Noé fue un predicador de justicia (II Ped. 2:5). Pablo fue nombrado un maestro (II Tim. 1:11). La palabra griega para maestro (didaskalos) significa un maestro o un instructor. El fue nombrado por Dios para instruir la gente concerniente a Jesucristo, Su Persona y Su Obra. Instruyendo en la doctrina de Cristo no es igual que ofrecer a Cristo.
Los medios de expresión deben ser claramente entendidos. Más que el sonido de las palabras es requerido. El sentido debe ser dado. Una proclamación indistinta por el predicador es necesario. El no tiene la prerrogativa de discriminar. El Espíritu Santo, no el mensaje, es el que discrimina. El hace la predicación eficaz en los corazones de los regenerados (Rom. 1:14-16). Los efectos opuestos del evangelio se realizan en aquellos quienes son regenerados y los no regenerados. Aquellos que son regenerados se gozan con gozo indecible; por cuanto los no regenerados son llenados con el odio (Juan 3:19, 20; I Ped. 1:8).
Mediante la justicia de Jesucristo, y no el ofrecimiento del evangelio por parte del hombre, el poder de Dios es enviado por medio de Su propósito eterno. El Espíritu de la regeneración es el principio vivo de una capacidad salvadora. Por tanto, el principio de vida que capacita sus recipientes a creer en Jesucristo no puede ser ofrecido por el hombre. Un ofrecimiento de la gracia no es el don de la gracia de Dios. Dando y recibiendo son sinónimos con Dios. La salvación por el evangelio alcanza sólo aquellos que han sido regenerados por el Espíritu de Dios. El evangelio debe ser proclamado como es más alto que el hombre natural pudiera alcanzar. Es un mensaje espiritual fuera de la comprensión del hombre de natural.
La gracia no mora separadamente del Espíritu Santo, porque el Espíritu de la regeneración es el principio de vida. Aunque Cristo nunca es ofrecido a los no elegidos, la doctrina de Cristo es proclamado a ellos como un “olor de muerte para muerte” (II Cor. 2:15, 16). Ofreciendo a Cristo supone que el pecador es capaz de cooperar con lo que Dios ofrece, y el pecador llega a ser un Cristiano por la concurrencia. El evangelio no es ofrecido para la aceptación o el rechazo. Dentro del contexto del mensaje de Pablo en Los Hechos 13:38-52, él no ofreció a Cristo; y aquellos que no fueron ordenados a la vida eterna fueron llenados con la envidia, contrariados, y blasfemias. Dios no ofreció vida y aliento en el mensaje de Pablo en Los Hechos 17. El da vida y aliento a toda criatura, y El da la vida eterna a quien El le place.
Nadie puede persuadir a un individuo aceptar a Jesucristo en el sentido de que Cristo llegue a ser su Salvador personal. Los no elegidos pueden recibir un ofrecimiento. Pero el Espíritu Santo obra la regeneración en el corazón, y esto no es algo que sea ofrecido. Un predicador o cualquier otro Cristiano sólo puede decir que Dios da la salvación a quien El le place. El Espíritu Santo es soberano. Los hombres no Lo pueden enviar. Si el Espíritu Santo pudiera ser enviado en el ofrecimiento del hombre, El no sería soberano ni eficaz en Sus acciones. El poder de Dios es enviado por Su propósito mediante la justicia de Jesucristo.
¿Si el hombre tiene la prerrogativa de ofrecer al pecador un privilegio que es mas allá de su capacidad de recibir, por qué él no tiene la prerrogativa de ofrecer al pecador el privilegio que es mas allá de su naturaleza depravada de recibir? Un ofrecimiento externo nunca puede obrar una capacidad interna para echar la mano en Jesucristo. El Espíritu de Dios que mora dentro es el principio de la vida. El no entra por medio de un ofrecimiento de un hombre. Los hombres erróneamente enseñan que la voluntad del hombre, no la voluntad de Dios, decide quien irá al cielo, y que la pluma de hombre, no la pluma de Dios, escribe su nombre en el libro de la vida. El “evangelista” dice, “Cristo está listo para escribir su nombre en el libro de la vida del Cordero, si usted sólo creyera.” Sin embargo, la Biblia declara que los nombres de los elegidos fueron escritos en el libro de la vida del Cordero antes de la fundación del mundo (Apoc. 13:8). La palabra de Dios no autoriza los métodos Arminianos. Tales métodos no pueden ser usados para proclamar las doctrinas de la gracia.
Aunque el hombre depravado no tiene deseo para la verdad, él puede evidenciar la moralidad en su vida. El tiene oídos con que él puede oír el llamamiento general del evangelio. Toda persona no regenerada puede hacer juicios en las cosas naturales. Pero él es perseverantemente determinado contra la verdad de Dios (Juan 3:18-21). Por tanto, la intervención Divina es necesaria antes que él pueda desear la verdad, oír el llamamiento eficaz del evangelio, juzgar las cosas según la verdad, y estar determinado para la verdad de Dios.
Dios no da la salvación a todos los hombres sin excepción. Muchos están nombrados en las Escrituras quienes nunca fueron salvos. Todos los hombres no vienen al conocimiento de la verdad. Dios no mandó como un decreto o un propósito que todos los hombres fueron salvos. Para que Dios decretara la salvación de todos si ellos quisieran no es proponer la salvación. Esto haría la voluntad de Dios mutable y destruiría el significado del propósito de Dios (Job 23:13). La Escritura declara que Cristo murió por las ovejas, Su gente, y por muchos (Juan 10:15; Mat. 1:21; 20:28). Así que, Jesucristo redimió, reconcilió, propició, rescató, y se hizo fiador para todos los que el Padre Le dio en el pacto de la redención (Juan 6:37). El evangelio es universal en el sentido que es suficiente para salvar a todos los hombres sin excepción, si Dios los hubiera elegido. Es universal en que debería ser proclamado a todo indistintamente. El evangelio es universal en la significación de que todas las nacionalidades y los tipos de gente lo aceptan. La controversia del libre ofrecimiento del evangelio es inseperablemente conectado con el alcance de la redención. Si el alcance fuera a todos sin excepción, el ofrecimiento debe ser a todos sin excepción. Sin embargo, la redención por Jesucristo es limitada a aquellos a quienes el Padre Le dio; por lo tanto, no es a todos sin excepción. El evangelio no es un ofrecimiento sino poder de Dios para salvación (Rom. 1:16).
La salvación no es ofrecida a aquellos para quienes Cristo murió. El Espíritu Santo aplica la redención que Cristo cumplió en la cruz. Los términos Salvador y los salvos son relativos. El Salvador supone personas salvadas, y las personas salvadas suponen el Salvador. Todo grupo religioso tiene algún método de la salvación. “Las iglesias” dan invitaciones que urgen los pecadores para venir adelante. Las gentes son exhortadas hacer sus decisiones para Jesús. Todos quienes dicen que aman a Jesús o levantan sus manos cuando les piden hacerlo son contados entre los salvos. Muchos usan lo que ellos llaman las cuatro leyes espirituales para llevar a cabo la salvación. Todas las fórmulas precedentes usadas por grupos religiosos son contrarias a las Escrituras. El evangelio no es el medio de la regeneración, pero es el poder de Dios a aquellos quien son regenerados. Es llamado “el evangelio de vuestra salvación” (Ef. 1:13). La salvación es la conversión de aquel quien ha sido regenerado.
La vida es dada, no ofrecida, en la regeneración. La vida no es descrita como la salvación mediante la fe: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabe de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8). Ezequiel describió la regeneración que ocurre en el tiempo de Dios, no en el tiempo del hombre (Ezeq. 16:4-14). El Espíritu da vida incondicionalmente, y la fe no puede ser conectada a ella. La conversión es mediante la fe. Aquel a quien Dios da el principio de la vida coopera en arrepentirse y en creer en una experiencia de la conversión. Dios da el principio de fe y capacita el regenerado para arrepentirse (Jer. 31:18). El evangelio no es el medio de engendrar, pero es el medio de una experiencia de la conversión. La tesis entera de II Timoteo 1:8-10 es que la vida es sacada a luz por el evangelio. La vida siendo sacada a luz y la vida siendo sacada a la existencia vastamente difieren. La existencia de la vida es llevada a cabo por el Espíritu Santo. Entonces, esta vida es sacada a la luz por el evangelio.
No hay más fundamento Bíblico para la regeneración por el evangelio que el que hay en la regeneración bautismal o en la regeneración decisional. Todos estos requieren cooperación del hombre. El evangelio debe ser proclamado para producir el nacimiento nuevo en la regeneración por el evangelio. Pero Dios da el principio de la vida sin la cooperación humana. Una invitación indistinta no puede ser extendida a pecadores para la regeneración. La invitación debería ser dada al cansado, sediento, y cargado para venir a Jesucristo para el descanso y tener su sed saciada.
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Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La disposición para recibir a Jesucristo es el fruto de la regeneración. La persona regenerada posee el espíritu de fe (II Cor. 4:13). El espíritu de fe es un poder que puede y actuará. Es llamado en la acción por el evangelio—la verdad concerniente a Jesucristo y Su obra. Este espíritu de fe cree en la Escritura como la verdad de Cristo, y es asegurado de la salvación. Por tanto, la persona con la fe salvadora cree en Dios, en Cristo, y este creyendo es por el espíritu de fe. La fe salvadora no termina con la palabra de Dios, pero mediante la palabra alcanza la Persona de Cristo y en El confía. Cuando la fe salvadora comienza a obrar en la persona quien ha sido regenerada por el Espíritu soberano, él cree en las Escrituras como la palabra de Dios, en Jesucristo quien es el mensaje de las Escrituras, y en su propia salvación.
La Biblia enseña ambos la fe implícita e explícita. La palabra implícita significa implicada más bien que algo declarado expresivamente, potencialmente contenido, o indisputable. La palabra explícita significa plenamente y claramente expresada, dejando nada implicado, claramente desarrollado o formulado, o una expresión no reservada.
La Biblia no habla de una fe implícita en el sentido de representar la fe como el ejercicio implícito de la mente en el cual la persona acepta una doctrina no por su entendimiento pero por su sumisión a una institución religiosa en particular. Muchas denominaciones sostienen la idea de que la fe implícita es la fe en las verdades no conocidas y la fe explícita es la fe en una verdad conocida. Ellos afirman que sólo unas pocas verdades primeras necesitan ser conocidas y esa fe sin el conocimiento como a todas las otras verdades es genuino y suficiente.
Ellos defienden que solamente cuando una persona está dispuesta someterse a unas cosas básicas de una denominación particular, y especialmente si él sostiene su programa, todo está bien con él. Al contrario a estas enseñanzas, la gente no es convertida por la tradición o por dar lealtad a algún hombre o alguna institución religiosa. Ellos son convertidos por la verdad de la palabra de Dios.
No puede haber la experiencia genuina de una conversión Bíblica aparte de la verdad Bíblica predicada y aceptada, porque el mensaje de Dios llama el don de la fe a ser ejercitada. Sin el evangelio verdadero, no hay el ejercicio verdadero de la fe. La verdad que la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios niega la idea que el ejercicio de la fe puede ser separada de la palabra de Dios. El conocimiento es esencial a la fe. Los datos Bíblicos deben ser puestos en una estructura redentora para constituir el evangelio de Jesucristo. Sin los datos no hay nada que el misticismo; sin una explicación y el entendimiento de esos datos, no hay nada más que una historia impotente.
Los Cristianos no niegan que hay misterios. Pero nosotros distinguimos entre la evidencia concerniente la realidad de los milagros y el entendimiento de una proposición con una referencia a la doctrina. En el ejercicio inteligente, la ignorancia religiosa es reprendida como pecado. El concepto de ver nada más que un lado en la religión vive en los fragmentos. A menos que un predicador se encuentre declarando todo el consejo de Dios a través de un período de tiempo, él está viviendo en los fragmentos. Todo predicador llamado por Dios, en el tiempo, declarará todo el consejo de Dios. El no está preocupado en hablar sólo acerca de las cosas que complacen la gente. Su responsabilidad es dar todo el consejo de Dios, si complace a todos o desplace a muchos.
La fe explícita fue manifestada por el Salmista cuando él oró “Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, Y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento...” (Sal. 119:33, 34). La fe explícita es expresada en las palabras de Proverbios 16:22—"El entendimiento es fuente de vida para el que lo posee, mas la instrucción de los necios es necedad" (BLA). El entendimiento es el fruto de la regeneración. Va más profundo que la mente al corazón: “Porque con el corazón se cree para justicia...” (Rom. 10:10). Este entendimiento espiritual no es un raudal estival pero una fuente que corre profundamente: “Las palabras de la boca del hombre son aguas profundas; el arroyo que fluye es fuente de sabiduría” (Prov. 18:4 BLA). El entendimiento espiritual viene de la sabiduría de Dios que ha sido sistematizado y entendido por el recipiente de la gracia de Dios. Sin el entendimiento de una persona siendo llenado con la luz celestial, será una fuente de veneno, y no una manantial de vida. El no puede discernir entre el bueno y lo perverso. El discernidor entre el bueno y lo perverso posee el Espíritu de Dios (Heb. 5:14).
La fe explícita es ilustrada en el rezo sacerdotal alto de Jesucristo. El Señor oró que Sus propios Lo pudieron saber (Juan 17:3). Esos sacaron por el Padre serán todos enseñados por Dios (Juan 6:44, 45). Esta es la fe explícita. La fe de la persona elegida es inteligente. Es basada en la verdad de la palabra de Dios.
La Biblia también enseña la fe implícita: “Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo” (I Cor. 8:2). No saber algo como nosotros debemos saber acerca de cualquier tema es la fe implícita. Pablo exhortó los santos de Filipo que esperaran para una iluminación futura en caso que hubiera un desacuerdo entre sí mismos: “Así que todos los que somos perfectos [maduros], tengamos esta misma actitud; y si en algo tenéis una actitud distinta, eso también os lo revelará Dios” (Fil. 3:15 BLA). Mediante esperar, más estudio, y la oración, Dios les haría a conocer lo que ellos no supieron. Todos los Cristianos están de acuerdo en que su entendimiento y crecimiento espiritual son menos de lo que ellos desean.
En la luz de las Escrituras y la experiencia, todos los creyentes a la salvación tienen fe basada en el conocimiento. A la vez, hay un sentido en que su fe es implícita. La fe salvadora consiste no en la ignorancia pero en el conocimiento. La fe es el don de Dios a los elegidos, y los elegidos serán enseñados por Dios (Juan 6:45). Esta enseñanza llama la fe a la acción (Rom. 10:17). Por tanto, Dios es agradado por la locura de la predicación salvar a los creyentes (I Cor. 1:21). Conclusivamente, hay el don de fe; la fe es enseñada; es llamado al ejercicio; y la persona que cree es salvada por creer mediante la locura de la predicación. No es suficiente creer implícitamente sin entender a un grado en el significado de la Persona y la Obra de Jesucristo. Pablo declaró el testimonio de Dios y fue determinado no saber cosa alguna entre los Corintios “...sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” Su predicación no fue “...con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder...” para que su fe “...no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (I Cor. 2:2-5).
La interpretación Divina de la fe es dada: (1) La fe es el don de Dios (Ef. 2:8). (2) Es la operación de Dios (Col. 2:12). (3) Es por el poder de Dios (I Cor. 2:5).
La operación del Espíritu en dar la vida permanece un misterio en las manos de Dios. Aunque el paso desde la muerte a la vida es un misterio, y el paso desde la inconsciencia a la consciencia de la vida nueva es una puerta que es claramente marcada. La fe que es el don de Dios es llamada al ejercicio por el la predicación del evangelio. Cristo es aceptado, y el individuo sabe que él es un hijo de Dios. Esta no es la fe ciega.
La fe salvadora consiste del conocimiento de Dios y Jesucristo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Una reverencia desmedida para cualquier hombre o una institución humana es un derrumbadero a la destrucción. La verdad no está encontrada en el error, y la luz no está encontrada en la obscuridad. El conocimiento no está encontrado en la ignorancia. La revelación Divina es el objeto adecuado de la fe Divina. Una fe infalible no puede creer en un objeto falible. Jesucristo conoce a Sus ovejas, y El es conocido de ellos. Ellos no seguirán al extraño (Juan 10:4, 5). Una fe falible puede creer en un Objeto infalible—Jesucristo. Habían muchos quien creyeron en Jesucristo cuando vieron las señales que hacía, pero Cristo no fiaba de ellos porque El conocía lo que estaba en sus corazones (Juan 2:23-25). Los demonios tienen una fe falible, y ellos creen en la perfección de Jesucristo (Sant. 2:19). Simon el mago creyó y fue bautizado, pero él continuó en hiel de amargura y prisión de maldad (Hech. 8:13, 23). El tuvo la fe falible en un Objeto infalible—Jesucristo; pero él no tuvo la fe salvadora. La persona del Cristiano es falible, pero él posee la fe infalible.
La virgen María tuvo la fe explícita e implícita. Dios la dio fe, y ella ejerció esa fe. María respondió en fe al mensaje de Gabriel: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; Hágase conmigo conforme a tu palabra” (Luc. 1:38). Aquí hay una expresión de la fe explícita. Fue mas allá de la fe implícita. La virgen consintió al mensaje de Dios mediante Gabriel. La fe explícita que es más que la fe implícita consiente a la palabra de Dios. María fue altamente favorecida por el fruto de su matriz, no porque ella fue preservada del pecado original (Luc. 1:42). El hecho de que ella había recibido la gracia de Dios prueba conclusivamente que ella no fue preservada del pecado original. María no fue una distribuidora de la gracia, pero ella fue un receptor de la gracia. Ella no es una distribuidora de favor, pero ella fue un receptor de favor.
Un ejemplo de la distinción entre la fe explícita e implícita es la respuesta de los samaritanos al testimonio de la mujer samaritana: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer...” (Juan 4:39). Esta fue la fe implícita. “Y creyeron muchos más por la palabra de él [Cristo]” (Juan 4:41). Esta es la fe explícita. Los samaritanos quienes primero creyeron por el testimonio de la mujer habían sido salvos por la gracia de Dios; sin embargo, ellos no descansaron solamente en el testimonio de la mujer. La fe implícita nunca es satisfecho hasta que es experimentado explícitamente. La fe verdadera no termina con o el testimonio de la asamblea local o alguna persona. Va a la única regla por la cual todo debe ser juzgado, la palabra de Dios. Pocos abandonarán la manera en que fueron crecidos; por tanto, ellos tienen la fe implícita basada en la ignorancia.
El oficial del rey es otro quien ejemplifica la distinción entre la fe explícita e implícita. El oficial del rey rogó a Cristo que descendiese y sanase a su hijo (Juan 4:47). El tuvo la fe implícita que Cristo pudiera sanar; pero él pensaba que Cristo debería estar cerca. La capacidad de Cristo para sanar no es restringida por la distancia. El Señor dijo al oficial del rey ir porque su hijo vivió (Juan 4:50). El hombre creyó la palabra que Cristo le habló. El tuvo la fe implícita. Los sirvientes del oficial del rey le encontraron en su camino y le dijeron que su hijo vivió. El oficial del rey les preguntó a ellos la hora del mejoramiento de su hijo. Cuando los sirvientes le contaron, él supo que fue en el tiempo en que había pedido al Señor que sanara a su hijo. El hecho de saber de su padre fue la fe explícita.
La reacción de los discípulos a la resurrección del Señor Jesús es otro ejemplo de la distinción entre la fe explícita e implícita (Juan 20). Los discípulos habían sido enseñados que Jesucristo moriría y subiría nuevamente el tercer día de entre los muertos. Ellos creyeron implícitamente, pero ellos no lo habían experimentado. Su fe implícita debe ser hecha suyo, y pasaría entonces ser explícita.
María informó a Pedro y a Juan que el cuerpo del Señor se había ido del sepulcro. Pedro y Juan corrieron al sepulcro. Juan precedió a Pedro. El miró adentro y “vio los lienzos puestos allí, pero no entró” (Juan 20:5). La palabra “vio” en este versículo viene de la palabra griega blepo, que significa ser poseído de vista, tener el poder de vista, ver, o mirar. Juan simplemente echó un vistazo. Esta es la fe implícita. Viniendo, viendo, y oyendo son todas las manifestaciones de la fe. Pedro siguió a Juan y entró al sepulcro “y vio los lienzos puestos allí,” (Juan 20:6). La palabra “vio” viene de la palabra griega theoreo, que significa espectador, mirar, contemplar, percibir, ver con interés y atención, o inspeccionar. Este significa más que solamente viendo adentro. “Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó” (Juan 20:8). La palabra “vio” viene de la palabra griega eido que significa percibir, saber, descubrir, asir la importancia, inspeccionar, o examinar. Significa ver y saber. El significado de esta palabra griega va mas allá de la fe implícita a la fe explícita. Lo más que uno sepa acerca de la palabra de Dios, lo más que él sabe acerca de Dios.
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EFICAZMENTE LLAMADO A UNA VIDA SANTA
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La palabra “santo” de II Timoteo 1:9 es un adjetivo; por tanto, los que son eficazmente llamados son llamados a una vida santa. La palabra griega para “santo” (hagios) describe un propósito por el cual uno ha sido llamado. Un individuo es elegido para que puede ser santo (Ef. 1:4). El es predestinado para que ser hecho conforme a Jesucristo (Rom. 8:29). El es redimido para que Jesucristo pueda tomar forma en su vida (Gál. 4:19). El es regenerado para que pueda ser convertido a Cristo (Juan 3:3, 14, 15; Núm. 21:6-9). La verdad es revelada a él para que pueda ser santificado (Juan 17:17). Su alma será restaurada para que pueda caminar en los caminos de la justicia por la causa de Cristo (Sal. 23:3). El es disciplinado por Dios para que pueda vivir una vida que es más agradable a Dios y ser un participante de la santidad de Cristo (Heb. 12:14).
La siguiente es la orden en la que el propósito de Dios, que prepara a un individuo para la santificación práctica, es ejecutada: (1) Los elegidos son apartados por la elección Divina en Jesucristo antes la fundación del mundo (Ef. 1:4). (2) Ellos son santificados por la sangre en el obra redentora de Jesucristo (Heb. 10:10-14). (3) Ellos son santificados por la gracia prevista para Cristo hasta la regeneración (Jud. 1). (4) Ellos son santificados por el Espíritu de la regeneración (I Cor. 6:11). (5) Ellos son santificados por fe en una experiencia de la conversión (Hech. 26:18). (6) Ellos son santificados por la verdad en vivir el Cristianismo práctico (Juan 17:17; Ef. 5:26). (7) Ellos serán santificados por la glorificación en el reino (I Jn. 3:2).
La salvación se llevó acabo en la eternidad en la mente de Dios. Esa salvación incluye el propósito de Dios, la elección, la predestinación, la redención mediante la obra de Cristo, y la regeneración. El llamamiento es el fruto del propósito de Dios, la obra redentora de Cristo, y la regeneración. Dios nos ha llamado a una vida santa. El creyente sigue este raudal de la santificación progresiva mientras él vea hacia atrás. El no comienza con el propósito de Dios pero con el Espíritu Santo que habita adentro hasta la redención de la posesión adquirida.
¿Cómo puede saber uno si Dios propuso salvarlo? Este conocimiento viene sólo por el llamamiento eficaz: “...Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (II Tes. 2:13, 14). Los Cristianos son exhortados a hacer firmes su llamamiento y elección (II Ped. 1:10). La persona quien ha hecho firme su llamamiento y elección evidencia la gracia por medio de una vida santificada. El ama las cosas del Señor y ama estar con el pueblo de Dios. Hay un cambio en su vida que sigue cambiándose con su santificación progresiva. Por la gracia de Dios, él es orientado a Cristo; y él puede seguir el raudal de la santificación progresiva hasta su origen—el propósito eterno de Dios. El conocimiento de la elección es conocido sólo por la luz de gracia santificadora en la vida de un individuo.
Aquellos quienes han sido eficazmente llamado perseverarán porque la gracia de Dios que está dentro de nosotros nos capacita a perseverar. El “perecerán jamás” de las ovejas es la perseverancia (Juan 10:28). La seguridad del creyente no depende de su perseverancia pero en la preservación de Dios que le capacita perseverar. Nada puede arrebatar las ovejas fuera de la mano de Cristo. Esta es la preservación. La interpretación Bíblica de la incapacidad de arrebatar las ovejas de la mano de Cristo es que todo aquellos que antes conoció, El predestinó, llamó, justificó, y glorificó (Rom. 8:29, 30). Por tanto, nada las puede separar del amor de Jesucristo. El Padre quien es mayor que todos dio las ovejas a Jesucristo (Juan 10:29). Las ovejas tienen una seguridad doble. Ellos no sólo están en la mano del Salvador crucificado pero también en la mano de Dios el Padre. El Padre y el Hijo toman mucho interés en la seguridad de las ovejas. El Cristiano no debe perder de vista el amor eterno del Padre en su celo para la gloria de Cristo. Las ovejas están seguras porque Jesucristo y el Padre son uno (Juan 10:30). El Hijo y el Padre son uno en naturaleza porque la esencia de Dios es indivisible. Por tanto, las ovejas son preservadas por el Padre y el Hijo.
La preservación por Dios resulta en la perseverancia del creyente por la fe. La perseverancia es simplemente la doxología a la preservación. La prueba final de Cristianismo es la perseverancia. No es como uno comienza pero como él concluye. La persona que posee la fe salvadora aguantará—perseverará—al final. Esto no quiere decir que él no hará equivocaciones, pero que él no habitualmente practicará hechos de pecado. Su fe dada por Dios le capacita para perseverar: “...el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). Hay tres referencias a este versículo registrados en el Nuevo Testamento. En Romanos 1:17, la fe es exhibida como la salvación obrando de la maldad que está en el mundo mediante la codicia. En Gálatas 3:11, la fe es mostrada llevándonos al conocimiento de la justificación que nos salva de la sentencia de la muerte. En Hebreos 10:38, la fe es demostrada como la vida de perseverancia. La palabra “justo” en Romanos, “fe” en Gálatas, y “vivirá” en Hebreos son las palabras enfáticas. El individuo que posee la fe que es el don de Dios persevera.
La perseverancia, como toda otra verdad Bíblica, es un tema de gran discusión. Hay aquellos quienes apelan a las amonestaciones de tales Escrituras como I Corintios 10:12, Colosenses 1:22 y 23, Hebreos 3:14, y Hebreos 6:11. Hay otros que dicen que Dios no nos advertiría si fuera imposible para nosotros caer de la gracia. Aquellos quienes creen en la “seguridad del creyente” sin preocuparse por la manera en que ellos viven, tienen un entendimiento defectuoso de la naturaleza de la salvación. No es en el mejor interés de verdad sustituir la designación “la seguridad eterna” por la “perseverancia de los santos.” La perseverancia guarda contra la idea de seguridad independiente del extremo al que una persona puede caer y permanecer en pecado. Los promovedores del “fácil creísmo” son responsables para la exageración de la simplificación de la seguridad eterna.
La perseverancia es la llave al entendimiento correcto de las Escrituras sobre la seguridad del creyente. Capacita el creyente para entender las amonestaciones; y a la vez, destruye cualquier idea del antinomianismo. La preservación y la perseverancia no han de ser entendidos como un esfuerzo cooperativo en la salvación de uno. La perseverancia es el fruto, o la doxología, de la preservación por el poder de Dios.
Las tres ideas transmitidas por la palabra “gracia” son (1) la gracia y el poder, (2) dirigido por el amor, y (3) la gracia es libre porque es amor. La redención que fue realizada por Jesucristo en la cruz y la regeneración por el Espíritu Santo que se lleva a cabo en el tiempo, no fueron tan imperfectamente obradas de manera que ellos dejaran algo para hacer por el recipiente para su seguridad. La preservación de Dios no depende de la perseverancia del creyente para la seguridad. Dios preserva, y El nos da el equipo para capacitarnos para perseverar. Cuando uno cree, él sigue creyendo. Nunca llegará un tiempo en su vida en que él no crea (I Jn. 5:1). El creyente verdadero persevera hasta el fin. El es guardado por el poder de Dios mediante la fe. La perseverancia es necesaria a la manifestación de la salvación.
Los creyentes son mandados perseverar en la misma manera en que ellos son exhortados hacer firmes su llamamiento y su elección. Como las personas son exhortados a arrepentirse, aunque está determinado ya que los elegidos se arrepentirán, los santos son mandados a perseverar, aunque está determinado ya que ellos perseverarán. La perseverancia es la obligación del Cristiano. Cesar de velar y orar demostraría que el individuo no poseyó la fe salvadora. La perseverancia no es dada a los creyentes aparte de la fe, pero es realizada sólo en el contexto de la fe. Este no significa que no debería ser predicado. La perseverancia no depende de el individuo pero en la gracia de Dios adentro de él (Fil. 1:6).
La perseverancia no sale de la carne ni la sangre del hombre pero de una unión vital con Jesucristo. Hay muchas amonestaciones por Dios a la perseverancia, pero son mal interpretadas por muchos religiosos. Los creyentes no son traídos a unas encrucijadas con dos direcciones igualmente posibles—el cielo y el infierno. Ninguna de las amonestaciones en la palabra de Dios presentan una segunda transición, de la vida a la muerte. La Epístola a los Hebreos está llena de amonestaciones, pero está también llena de consuelos. De esta manera, la perseverancia del pueblo de Dios es realizada. Las amonestaciones apelan a la realidad de fe. Las amonestaciones y la perseverancia no están opuestas. La contradicción proviene sólo desde mal interpretar la naturaleza de perseverancia y tratarlo como algo completamente divorciado de la fe que es el don de Dios.
La mente natural no es capaz comprender la perseverancia. Satanás la aborrece. El mundo la ridiculiza. Los ignorantes y los hipócritas la abusan. Los herejes se oponen a ella. Pero el cuerpo de Jesucristo siempre la ha amado y consistentemente, constantemente la ha defendido.
La fe salvadora persevera. El desánimo por alguna prueba o circunstancia no causará al hijo de Dios retroceder. El no puede retroceder porque él es guardado “por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (I Ped. 1:5).
Un temor reverencial de Dios puesto en el corazón en la regeneración previene al hijo de Dios a hacer muchas cosas que él de otra manera pudiera hacer. Esta es la santificación progresiva. Nuestras gracias son imperfectas, y nuestras comodidades menguan y fluyen. Pero el fundamento de Dios está firme (II Tim. 2:19). Aquellos edificados sobre la roca del propósito eterno de Dios no necesitan temer el caer. Ni el poder del hombre ni la violencia de la tentación jamás será capaz de vencerles.
En la vista de la santificación posicional de los individuos por Dios, la persona santificada debería santificarse a sí mismo prácticamente: “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (I Ped. 3:15). Los regenerados son eficazmente llamados a la santidad de vida; pero esto no significa que ellos son llamados a una vida perfecta, porque no existe la perfección sin pecado en esta vida. La santificación interna obrada en el corazón por el Espíritu en la regeneración produce la santificación externa.
Negativamente, Dios no ha llamado a Sus hijos a la impiedad. Positivamente, El los ha llamado a la santidad (I Tes. 4:7). Dios no nos ha llamado al propósito de la impureza pero para la santificación. Hay una santificación antes del tiempo, una santificación en el tiempo, y una santificación cuando el tiempo no será más. El hecho de apartar antes del tiempo está en el propósito de Dios. El hecho de apartar en el tiempo es por la regeneración, la fe, verdad, etc. El hecho de apartar cuando el tiempo no será más será cuando nosotros seremos puestos aparte como individuos perfectos en la presencia de Cristo.
La verdad de la santificación puede ser ilustrada con el novio y su novia. Isaac, el novio, indirectamente se reveló a su novia futura mediante el sirviente de Abraham (Gén. 24). El Señor Jesucristo se revela a nosotros indirectamente como el novio a su novia futura. Cuando el novio se ha revelado a su novia futura y su amor para ella es manifestado, ella responde porque el amor responde al amor (I Jn. 4:10). Rebeca disponiblemente se fue con el sirviente para encontrarse con Isaac. Había un tiempo de preparación entre el tiempo de que Rebeca dijo “Yo iré” y el tiempo que ella vio a Isaac. El tiempo desde una experiencia de conversión hasta la ceremonia de boda es un tiempo de preparación, la santificación práctica, y viviendo en una manera santa.
Aquellos que son regenerados y eficazmente llamados por el evangelio son comprometidos a Jesucristo, el único Esposo, hasta el tiempo de la boda: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (II Cor. 11:2). El amor genuino para el novio causó una joven desposada ser leal a él durante el período de la preparación. Este es un tiempo de la preparación para la persona regenerada y convertida para aquel grande y glorioso evento cuando ella será casada al Señor Jesucristo.
La palabra “desposado” viene del verbo griego (ermosamen, aoristo medio indicativo de armodzo) que significa a poner juntos, unir, juntarse en el matrimonio, desposarse, o comprometerse. Fue usado en la forma del verbo sólo en II Corintios 11:2. El deseo del apóstol Pablo fue presentar los Cristianos de Corinto como vírgenes puras a Cristo. La santificación interna por el Espíritu en la regeneración es seguida por una separación por el llamamiento eficaz. Por tanto, el creyente es separado de ambos, la obscuridad objetiva y subjetiva.
La liberación de la obscuridad subjetiva es completa. Esta es la regeneración. La liberación de la obscuridad objetiva es incompleta. Esta liberación continúa mediante el crecimiento en la gracia y conocimiento de Jesucristo. La luz objetiva puede aumentar o disminuir. Aumentará así como nosotros seremos santificados progresivamente. Sin embargo, la desobediencia a la luz objetiva causará disminuir en la vida de la persona quien ha sido liberada de la obscuridad subjetiva. Mientras que el ojo de uno es bueno, es enfocado en Jesucristo; y todo el cuerpo está lleno de luz. Pero cuando el ojo de uno no está enfocado en Jesucristo, habrá tinieblas; y él tropezará y caerá (Luc. 11:34).
El apóstol Pablo exhortó a los Cristianos de Tesalónica a vivir piadosamente: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más” (I Tes. 4:1). Estos Cristianos habían recibido la palabra de Dios como la palabra de Dios y no la palabra del hombre, y ellos la habían acogido (I Tes. 2:13). Puesto que ellos habían recibido la palabra y la acogió, ellos deberían caminar como los hijos de la vida. La palabra de Dios eficazmente obra en toda persona quien han sido eficazmente llamado. Los mandamientos que Pablo dio al los Tesalonicenses fueron mediante (dia, ablativo de agencia) el Señor Jesucristo (I Tes. 4:2). Ellos fueron los mandamientos de Cristo pasando por el apóstol. El dio el mensaje que el Señor Jesús le dio a él para dar.
La santificación práctica es la voluntad de Dios para todo Cristiano (I Tes. 4:3). Cada creyente, sea varón o mujer, debería saber como poseer su propio vaso en la santificación: “que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor” (I Tes. 4:4 BLA). Pablo exhortaba a los Cristianos ganar maestría sobre sus cuerpos. El hijo de Dios tiene la capacidad de poner su cuerpo bajo el control porque él tiene adentro la presencia continua del Espíritu Santo.
Pablo nos cuenta como el vaso debería ser usado. No debe ser considerado afuera del cercamiento de la responsabilidad moral. Los Cristianos han de abstenerse de toda especie de mal (I Tes. 5:22). El apóstol nos implora presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo a Dios, que es nuestro culto racional (Rom. 12:1). No debemos conformarnos a este siglo sino transformados por medio de la renovación de nuestras entendimientos (Rom. 12:2). El apóstol sí había aprendido como guardar su cuerpo bajo el control (I Cor. 9:27). El cuerpo y el espíritu del Cristiano no son suyo propio. Ellos pertenecen a Cristo (I Cor. 6:15-20). Cada hijo de Dios debe limpiarse de “toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (II Cor. 7:1). El cuerpo no debe ser descuidado o mutilado por el ascetismo (Col. 2:23). Una persona no puede funcionar adecuadamente sea mentalmente o espiritualmente cuando él descuida a su cuerpo.
El cuerpo no debe ser hecho un instrumento de injusticia mediante pasiones de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios (I Tes. 4:4, 5). Debe ser hecho un siervo del Cristiano y no permitir ser su dueño. Este vaso debe ser apartado para el uso santo, porque hay cosas más importantes que las cosas del tiempo. Las siguiente son razones que este cuerpo debe ser tratado con honor: (1) El cuerpo ha sido formidablemente y maravillosamente hecho (Sal. 139:14). (2) Es el templo del Espíritu Santo (I Cor. 6:19). (3) Es la casa de un tesoro celestial (II Cor. 4:7). (4) Es el heredero de la resurrección (I Cor. 15:19-23). (5) Es un vaso para uso honorable (Rom. 9:21). Algunas cosas son enumeradas en I Tesalonicenses 4 que refrena el pueblo de Dios hacerse sus cuerpos dueños de pasiones de concupiscencia: el conocimiento de los mandamientos de Dios (v. 2); la estima para los hermanos (v. 6); la venganza Divina (v. 6); la naturaleza del llamamiento Divino (v. 7); el don del Espíritu Santo, previniendo el pecado que involucra un rechazamiento de Dios (v. 8); la enseñanza de los Cristianos por Dios para amarnos unos a otros (v. 9); e interés para con los de afuera (v. 10).
Los cuerpos de los Cristianos son vasos de misericordia. No había nada en ellos por naturaleza mejor de lo que es encontrado en los vasos de la ira (Rom. 9:21-23). Si el Dios soberano los hubiera dejado solos, ellos hubieran sido tan viles como los vasos de la ira. La diferencia entre los vasos de la misericordia y los vasos de la ira es la gracia de Dios. Los vasos de la ira se adaptan para la destrucción, pero sola la gracia prepara a un alma a la gloria de Dios. Los vasos de la misericordia son hechos de la misma masa como los vasos de la ira. Ambos son depravados. Los vasos de la misericordia, tal como cualquier otra porción de la masa, están enteramente en las manos del alfarero. Los escogidos de Dios son los vasos, y un vaso no es una fuente. No es un creador del agua lo que se contiene. Es sólo un envase lo que Dios ha puesto adentro. Por eso, por naturaleza, los redimidos no son fuentes por las que salen buenos manantiales. Antes de la regeneración, el vaso está solamente lleno de sí. Después de la regeneración, la persona está en la gracia y en la verdad (Juan 1:16, 17). Los regenerados no son vasos de mérito pero de la misericordia. La masa no es puesta en una rueda y dejada a la simple suerte. Está en las manos del Dios soberano para hacerse como y cuando a El le plazca. El Alfarero primeramente hace un diseño del vaso en la elección, y El lo imprime sobre Sus vasos de misericordia en la regeneración. Se manifiesta en la fe, el amor, y la esperanza.
Todo recipiente de la gracia de Dios lleva en su persona las marcas de Cristo. El apóstol Pablo declaró que traía en su cuerpo las marcas del Señor Jesús (Gál. 6:17). El también declaró que siempre llevaba en su cuerpo “la muerte de Jesús” (II Cor. 4:10). Pablo, bajo la inspiración del Espíritu de Dios, refirió a Cristo en Su sufrimiento como “Jesús” en Su naturaleza humana. “...Y llamarás su nombre JESÚS: porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21). Pero los discípulos Lo llamaron Jesucristo nuestro Señor, Cristo Jesús, Jesucristo, y Maestro y Señor. Como Jesús, el Hijo de Dios gastó mucha fuerza física y energía espiritual en el servicio de otros. El fue resistido implacablemente por los políticos y los religiosos. El pasó noches sin poder dormir y días agotados. El vino a este mundo muriendo. La vida santa que El vivió fue uno de morir. Su muerte en la cruz fue la etapa final de este morir. El apóstol Pablo conoció—hasta cierto grado—lo que era vivir una vida que continuamente estaba muriendo y encontró su consumación en su muerte propia. El experimentó—hasta cierto grado—el sentimiento de uno bajo la sentencia de muerte (II Tim. 4:6, 7). Ni el sufrimiento físico ni el odio del mundo pudo vencer al apóstol Pablo. El llevó en su cuerpo la muerte de Jesús, y la vida de Cristo fue hecho manifestado en su carne.
Un Cristiano debería dominar su vaso en la santificación y el honor, no en pasiones de concupiscencia (I Tes. 4:4, 5). La persona que ha sido posicionalmente santificada no vivirá como uno que no conoce a Jesucristo (I Jn. 3:6-9). La santificación progresiva afecta todo aspecto de la vida de uno: “Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado y irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (I Tes. 5:22, 23). Sin la santidad, nadie verá a Dios (Heb. 12:14). Dios nos ha salvado y nos ha llamado eficazmente a una vida santa (II Tim. 1:9).
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LA SALVACIÓN SEGÚN
EL PROPÓSITO DE DIOS
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
Dios es Aquel quien nos ha salvado “no según nuestras obras, sino según Su propio propósito.” La salvación es discutida negativamente y positivamente en este versículo. El sentido negativo es que Dios no nos ha salvado sobre la base de nuestras obras. El sentido positivo es que El nos ha salvado sobre la base de Su gracia y propósito propio. Pablo no condenaba las obras, pero él estaba poniéndolas en su perspectiva propia. Ellos no contribuyen a la salvación de uno. La salvación es sobre la base del propósito y la gracia de Dios.
Los sentidos positivos y negativos de la salvación son expresados también en Tito 3:5-8. La expresión negativa “no según nuestras obras” de II Timoteo 1:9 lee “No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” en Tito 3:5. El lavamiento, la renovación, el renovador, y el renovando de Tito 3:5-8 enfatizan el lado positivo de la salvación. El lavamiento aquí es una limpieza que una vez y para siempre, nunca a será repetida (Juan 13:10; I Cor. 6:11). El hecho de renovar es mediante el Espíritu Santo. Comienza en la regeneración y nunca cesa hasta que nosotros somos perfeccionados en la semejanza de Jesucristo (I Jn. 3:2, 3). El renovador es el Espíritu Santo. El aplica la obra redentora de Jesucristo a los corazones de los elegidos y sigue renovando a aquellos quienes ha regenerado. Los renovados deben ser cuidadosos para mantener buenas obras. Las obras buenas del Cristiano fluyen de la fe que es el fruto de la regeneración. Ellas no fluyen hacia la fe, y ellas no son mezcladas con la fe para que uno pueda experimentar la salvación. Como un raudal corre desde y no hacia su fuente, las obras buenas fluyen desde su fuente que es la regeneración. Uno no cree primero y es nacido de nuevo, sino el que cree ya, ha sido nacido del Espíritu de Dios (I Jn. 5:1).
Dios salva y llama sobre la base de Su propósito propio. Como los atributos diferentes de Dios, los aspectos diferentes de la doctrina Bíblica deben armonizar. El propósito de Dios lleva consigo muchas partes; pero como la perfección de Dios, es uno y supremo. La omnipotencia, la omnisciencia, la omnipresencia, el amor, la santidad, etc., todos son atributos del un Dios supremo. Asimismo, las muchas facetas del propósito de Dios forman un propósito porque “...él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar...?” (Job 23:13). Este propósito fue formado en la eternidad. Por tanto, es llamado el propósito eterno (Ef. 3:11). Todas las partes del propósito de Dios fueron conocidas intuitivamente por El, así siendo independiente de cualquier proceso de razonamiento por El. Dios no razona como nosotros.
El propósito de Dios es una determinación, un edicto, o una regla. Es una orden de Uno teniendo autoridad suprema: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isa. 46:9-11). Proponiendo crear o regenerar ni es creando ni regenerando. Es un manifestación interna y ejercicio de los atributos Divinos que indican lo que serán hecho, pero este no es igual a su ejecución. El propósito de Dios incluye ambos el final y los medios al final, porque Su propósito es ejecutado por medios. (1) Algunos son escogidos a la salvación (Ef. 1:4). (2) Aquellos que son escogidos a la salvación fueron escogidos a ser redimidos por el Hijo (Ef. 1:7). (3) Aquellos que fueron escogidos a ser redimidos son escogidos a ser regenerados por el Espíritu (Juan 3:8; Tito 3:5). (4) Aquellos que son escogidos a ser regenerados son escogidos para creer (Hech. 13:48). (5) Aquellos que son escogidos para creer son escogidos a ser santo (Ef. 1:4; Heb. 12:14). (6) Aquellos que son escogidos a ser santo son escogidos a perseverar (Heb.10:39). (7) Aquellos que son escogidos a perseverar son escogidos a ser glorificados (Rom. 8:29, 30).
La ejecución del propósito de Dios es en el tiempo. Nuestra realización de las muchas partes del propósito de Dios es consecutiva. La encarnación de Cristo, el crecimiento, el ministerio público, las obras hechas, los milagros hechos, la muerte en la cruz, la resurrección, y la ascensión fueron hechos; y había sucesión en su ejecución. Aunque estos eventos fueron consecutivos, ellos no fueron consecutivos con Dios.
El propósito de Dios es revelado mediante la sangre del pacto eterno: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Heb. 13:20, 21). El pacto eterno tiene el Dios de la paz como su Autor, el gran Pastor de las ovejas como su cumplimiento, y las ovejas para quienes Cristo murió como sus recipientes.
Los elegidos de Dios son los recipientes de las provisiones del pacto eterno por la obra regenerada del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no sólo desempeña una obra interior en los elegidos, pero Su presencia que mora adentro también nos da la capacidad a manifestar exteriormente la gracia interior. La meta más alta en las vidas de los Cristianos es hacer la voluntad de Dios. Dios obrando en y mediante los creyentes es demasiado maravilloso a nosotros comprender. Es más difícil explicar que el movimiento de la savia a través las ramas de un árbol frutal causándolo hojear, florecer, y producir fruta.
Cualquiera quien dice el pacto eterno de gracia es bilateral, así haciéndolo condicional, sabe poca o nada acerca de la depravación o la gracia. El nacimiento nuevo ocurre cuando Dios da vida al pecador pasivo por la agencia del Espíritu Santo, así capacitando el recipiente llegar a ser activo en arrepentir y creer, lo que él no pudiera hacer antes de ser vivificado. Ambos arrepentimiento y la fe son las evidencias, no la causa, del nacimiento nuevo.
Un pacto condicional es uno en que una persona debe cumplir las condiciones antes que él recibe las bendiciones. Un pacto incondicional es uno en que no hay “si” o “condición” adjunta. Es absoluto porque el que hace tal pacto es libre de cualquiera restricción para su cumplimiento. La promesa de Dios de salvar a los escogidos de entre toda la humanidad es incondicional, porque no hay nada en el pecador depravado que puede cumplir la condición de la salvación. Sin embargo, hay condiciones que deben ser cumplidas por los elegidos quien han sido regeneradas para que unas bendiciones pueden ser experimentado en la vida Cristiana. La misma gracia que salva también enseña como los salvos deben vivir (Tito 2:11-13). Aunque nosotros no debemos pasar por alto los aspectos condicionales o incondicionales de los pactos hechos en el tiempo, no seamos culpables de confundirlos. Mientras la condicionalidad es cierto en muchas cosas concerniente al hombre, aplicar esto al plan exhaustivo de Dios es negar Su propósito fijo.
Los pactos hechos en el tiempo no pueden anular lo que es eterno. Aunque el pacto eterno de la gracia fue confirmado por Dios en Cristo antes que fue revelado al hombre, los pactos del tiempo manifiestan la manera progresiva en que Dios se revela al hombre. La promesa de Dios en Génesis 3:15, “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar,” fue basada en la gracia electiva del pacto eterno de Dios. El pacto Abrahámico tiene una relación importante sobre ambos soteriología y la escatología. El pacto de Dios en Sinaí fue una expresión de la gracia porque intensificó no sólo la conciencia del pecado sino también el anhelo para el Libertador prometido. Fue el resultado del pacto Abrahámico. “Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios” (Ex. 2:24, 25). El pacto Palestino reafirmó a Israel su acta de título a la tierra de promesa. A pesar de la infidelidad de Israel, el pacto fue suyo por la promesa (Gén. 17:7, 8; Deut. 30:1-10). El pacto Davídico fue para asegurar la “casa,” “el trono,” y “ el reino” (II Sam. 7). Finalmente, el pacto nuevo es la culminación de la actividad de Dios en los pactos del Antiguo Testamento (Jer. 31:31-34; Heb. 8). Este pacto es hecho con Israel literal y Judá—las dos partes del reino dividido (I Rey. 11; 12), no con Israel espiritual, excepto cuando los creyentes gentiles son injertados en el linaje de Israel (Rom. 11:16-27). El pacto nuevo, así cómo también el viejo, fue hecho con Israel. Dios no hace pactos con los gentiles. Por tanto, Israel es el vaso escogido por el cual Dios trajo el Salvador y trae la salvación a los elegidos de entre las naciones del mundo.
El pacto incondicional es unilateral entre las Personas de la Deidad. Fue hecho entre iguales. Es eterno y posicional. El pacto Abrahámico tipificó el pacto de la gracia por tener un aspecto eterno. El aspecto eterno de los pactos en el tiempo tiene ambos aspectos condicionales e incondicionales. Así, el aspecto incondicional hecho en tiempo señale al pacto eterno de la gracia. Los pactos condicionales son bilaterales. Ellos son hechos entre Dios quien es superior y aquellos con quien El hace los pactos condicionales. Ellos son hechos entre desiguales. Estos pactos son condicionados en que ellos tienen que ver con el estado más bien que con la posición del creyente. Los pactos condicionales son hechos en el tiempo.
El fracaso en no reconocer la diferencia entre un pacto incondicional y un pacto condicional es salir de la verdad en la enseñanza Bíblica. Por ejemplo, la promesa de Dios salvar a los elegidos es incondicional (Juan 6:37; 17:1-24; II Ped. 3:9, 15). Nada en el pecador depravado puede cumplir con las condiciones de la salvación. Por otra parte, las bendiciones condicionadas en la obediencia son prometidas a los regenerados. El fracaso de no obedecer resultará en el castigo (Heb. 12:5-13) y puede resultar en la muerte física (I Cor. 11:30; I Jn. 5:16). Sin embargo, el castigo y la muerte física, que son condicionadas en el estado de los elegidos, nunca pueden afectar nuestra posición. La posición es basada en la gracia de Dios en el pacto incondicional y eterno hecho con iguales (Heb. 13:20, 21), pero el estado es basado en los pactos condicionales que Dios hizo con desiguales. Puesto que los pactos hechos en el tiempo son con los no iguales, ambos el aspecto condicional y el aspecto incondicional pueden ser en el mismo pacto. El aspecto condicional no anula el aspecto incondicional. Por ejemplo, el pacto de Dios con Abraham fue basado en la gracia electiva de Dios. Un rechazamiento del propósito fijo de Dios impugne las verdades básicas de la Biblia. Sin embargo, el propósito fijo de Dios con Abraham no quitó la responsabilidad de Abraham para guardar el pacto de Dios (Gén. 17:9). La responsabilidad siempre acompaña la aplicación de Dios de la gracia.
Muchos confunden el pacto eterno de la gracia con los pactos del tiempo. Hay dos partes pero no hay dos participantes en el pacto eterno de Dios de la gracia. El hombre es responsable de amar a Dios con todo su corazón, el alma, y con todas sus fuerzas (Deut. 6:5). Sin embargo, la responsabilidad del hombre no es una condición para el cumplimiento de la promesa de Dios. El amor y la obediencia del hombre son los frutos de la obra de Dios. Dios soberanamente e incondicionalmente obra la gracia en los corazones de los elegidos. Así, por el poder de la vida nueva, los hombres renovados son capaces de amar y obedecer a Dios.
La idea predominante entre los religiosos es que el pacto eterno de la gracia es un acuerdo entre Dios y el hombre, con los siguientes elementos principales: (1) La promesa de la vida eterna es por parte de Dios. (2) La fe y la obediencia son por parte del hombre. Entonces, el pacto debe ser definido como un medio a un fin, no como un fin en sí. Este punto de vista falsa de la gracia haría el pacto eterno de Dios de la gracia unilateral solamente en su origen pero bilateral en su operación, porque el hombre debe llegar a ser parte del pacto por dar su consentimiento para ser regenerado. El pecador quien está muerto en delitos y los pecados no puede llegar a ser parte en la relación con el Dios vivo porque el pacto de Dios de la gracia está hecho entre iguales. Dios es infinito; el hombre es finito. El pecador pasivo no tiene nada que ofrecer a Dios. No hay nadie que haría un pacto con otro quien adeuda una deuda que él nunca hubiera podido pagar. Sin embargo, aquellos quienes creen en el libre albedrío representan a Dios haciendo lo que ellos mismos no harían.
Un pacto llega a ser efectivo sólo cuando los dos participantes son capaces para cumplir la condición de un pacto particular. Esto deja el hombre depravado fuera del pacto de la gracia porque él es espiritualmente impotente. Hay dos razones por qué Dios no hizo el pacto de la gracia con el hombre caído: (1) El hombre es una criatura; por tanto, su capacidad hacer algo debe ser provisto por Dios. (2) El hombre es una criatura caída; entonces, él no es capaz de hacer algo de una naturaleza espiritual. Sin embargo, hay un pacto eterno de la gracia en que las Personas iguales en la Deidad fueron los participantes contratantes, y los elegidos llegan a ser los beneficiarios. Los tres participantes contratantes son (1) el Padre elector quien es invisible, (2) el Hijo quien es manifestado, y (3) el Espíritu comunicante quien regenera y mora adentro. Además, el amor del Padre es sellado a los elegidos; los elegidos son sellados en el Hijo; los elegidos son sellados por el Espíritu Santo.
Aunque la caída trajo un estado de desorden, rebelión, y enemistad, el “pacto de la gracia” es un pacto de paz a los recipientes de la gracia (Heb. 13:20). Desde toda la eternidad, Dios propuso en Sí Mismo el consejo de la paz. Solo Dios es el Autor de la paz, porque El ha hecho paz por la sangre de la cruz de Cristo (Col. 1:20). La paz es imposible hasta que el pecado está posicionalmente puesto afuera. Las personas quienes creen en el libre albedrío exhortan a los pecadores “hacer paz para con Dios,” así probando que ellos no comprenden que solo Dios es el Autor de la paz. Las siguientes cosas son vistas en el carácter eterno del pacto de la gracia: (1) Su antigüedad es revelada por su preceder de todos los otros pactos. (2) Su confiabilidad es retratada por tener el Dios eterno como su Autor. (3) Su inmutabilidad es revelado por su inalterabilidad.
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LA SALVACIÓN SEGÚN LA GRACIA DE DIOS
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La salvación y el llamamiento no están solamente sobre la base del propósito de Dios sino sobre la base de la gracia. La gracia es el favor inmerecido y libre manifestado por el Dios soberano sobre aquellos que El propuso salvar. Esta palabra para la gracia es apropiada para designar la relación y la conducta del Dios soberano hacia los elegidos mediante Jesucristo. La gracia de Dios se ha manifestado: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11 BLA). En otra traducción se lee, “Porque la gracia salvadora de Dios se ha manifestado a todos los hombres.” Es dudable si es correcto adjuntar el enunciado “a todos los hombres” al verbo, así afirmando la universalidad de la manifestación. Traer la salvación a todos los hombres debe ser entendida en el sentido de todas las clases de los hombres. La manifestación de la gracia de Dios refiere a la encarnación de Jesucristo. La justificación es por la gracia de Dios: “Siendo justificado gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24). La gracia puede fluir a nosotros sólo mediante la obra redentora de Jesucristo.
Si la gracia era dependiente en la fe del hombre, vendría mediante el simple ofrecimiento de Jesucristo o el evangelio. Si dio un ofrecimiento libre, la gracia no podría reinar: “...el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Rom. 5:21). La gracia reina en la elección, porque fue dada a los elegidos en Cristo antes que el mundo comenzó. La gracia reina en la redención. Trajo a Jesucristo en el mundo para morir por los elegidos. La gracia reina en la regeneración. Por la gracia, los elegidos son nacidos del Espíritu. La gracia reina en la santificación. Por la gracia, la persona elegida, regenerada, y redimida acepta a Jesucristo como el Señor por la fe. La gracia reina en la glorificación. La persona elegida, redimida, regenerada, y convertida será glorificada.
Nosotros nos regocijamos en lo que Dios ha hecho por nosotros, pero nosotros también nos regocijamos en los resultados de lo que El ha hecho para nosotros. Dando gracias a Dios por lo que El ha hecho para nosotros es una manifestación de la gracia. La gracia hacia otros es una manifestación de la gracia de Dios que ha sido obrado en un corazón por el Espíritu Santo, llamado “el Espíritu de la gracia.” El donativo, que es otra traducción de la palabra griega para la gracia, demuestra la gracia de Dios adentro (I Cor. 16:3). Concentrado en sí mismo no manifiesta la gracia. Pero el donativo, gracia, agradecimiento, y el placer en las cosas de Dios son las manifestaciones de la gracia habiendo sido obrada en nuestros corazones.
La palabra griega para la gracia es también en II Corintios 1:15. Este versículo no enseña lo que los Carismáticos dicen. Pablo platicaba acerca de los beneficios de su enseñanza escrita y oral. No hay sustituto para el ministerio oral y la enseñanza de la palabra de Dios en el tiempo designado por Dios en el lugar designado por Dios por el hombre designado de Dios. El privilegio de II Corintios 8:4 viene de la misma palabra griega para la gracia. Entre las traducciones diferentes de la palabra griega charis, “la gracia” es el más sobresaliente. La gracia significa la que Dios ha propuesto hacer y lo que Dios hace en el tiempo en el corazón de toda persona que El propuso salvar por Su favor inmerecido. Las otras traducciones son simplemente el fruto de la gracia de Dios habiendo sido obrada en nuestros corazones. La ausencia del fruto indica que no hay gracia.
La gracia es una designación apropiada de la relación y la conducta de Dios hacia los elegidos mediante Jesucristo. La elección es el primer movimiento de la gracia de Dios que mira hacia la salvación. El propósito de Dios y la gracia fueron dadas a los elegidos en Cristo Jesús antes de que el mundo fuera (Ef. 1:4). Las ovejas eran en el pacto eterno de Dios, y ellos son de Cristo por un don (Juan 6:37) y por ser comprada (Juan 10:11, 15). La gracia de Dios buscará y encontrará a todos quienes han sido elegidos a la salvación hasta que el último sea traído al arca de seguridad (Juan 6:37). La gracia de Dios trae la salvación planificada por el Padre, comprada por el Hijo, y aplicada por el Espíritu.
La gracia es un hecho de favor en el cual nunca se menciona una obligación. Este elemento de espontaneidad no está destacado en el uso clásico de la palabra charis, aunque es identificable aún en el griego clásico. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, el elemento especialmente enfatizado es el tratamiento de Dios con los escogidos que El propuso salvar por Su gracia. Por gracia somos salvos por medio de la fe (Ef. 2:8). Por la gracia creemos (Hech. 18:27). Uno no cree a fin de conseguir la gracia; pero habiendo recibido ya la gracia, él es capacitado por esta gracia para aceptar a Jesucristo como el Señor y Salvador.
El apóstol Pablo puso la gracia en contraste con la deuda (Rom. 4:4, 16), las obras (Rom. 11:6), y la ley (Rom. 4:13-16). La gracia ha sido manifestada por la venida de Jesucristo (II Tim. 1:10). El es lleno de la gracia y de verdad para beneficio de aquellos que el Padre Le dio en el pacto de la redención (Juan 1:14,16).
Una persona no puede creer en la gracia sin creer en la elección Divina (Rom. 11:5). La declaración “un remanente escogido por gracia” significa el escogimiento de la gracia prueba que la salvación es en el propósito de Dios y no en la determinación que procede de lo que es llamado la voluntad del hombre. La salvación, por lo tanto, no es el escogimiento del hombre para Dios, sino es el escogimiento de Dios para el hombre. Si el hombre fuese dejado en la enemistad de su naturaleza depravada, él no pudiera ni nunca hubiera podido escoger a Jesucristo. Un mensaje sobre la gracia puede ser tolerado en cualquier congregación, pero el corazón depravado siempre está enfurecido contra la gracia ilustrada. Como el hombre tiene el derecho de escoger a la mujer que desea como su esposa sin ser arbitrario en su escogimiento, Dios tiene el derecho escoger los objetos de Su amor a ser Su novia sin ser arbitrario en Su selección.
La actividad y el propósito de la gracia son demostrados en el primer capítulo de Juan. El Señor Jesucristo vino no simplemente para manifestar la obscuridad del mundo sino para revelar el Padre: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado ha conocer” (Juan 1:18). Puesto que no hay capacidad en el hombre para recibir la luz de Dios, la capacidad viene de la gracia del Dios soberano. Por tanto, el Señor Jesús sintió en casa aún mientras El estaba en el mundo, viendo que había algunos en quienes El habitaba. Aunque El ahora está a la diestra del Padre, hay algunos sobre la tierra en quien la gracia de Dios mora quien constituyen la habitación de Jesucristo. Jesucristo es un forastero total al mundo. La pequeña compañía de Juan, Andrés, y Pedro de Juan 1:37-51 demuestra lo que el Señor Jesucristo ahora está haciendo por la obra del Espíritu Santo, como los elegidos de Dios están siendo llamados fuera de este mundo. Juan ilustra afecto, Andrés ilustra el testimonio y servicio, y Pedro ilustra la estructura de las piedras vivientes. Tal es la compañía que ahora está siendo reunida fuera del mundo por la gracia de Dios. Ellos constituyen la habitación de Jesucristo en el mundo (Mat. 18:19, 20).
La gracia y el don son distintos. La gracia de Dios y el don de la gracia prueban la distinción: “Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucha más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” (Rom. 5:15). La gracia vino del amor infinito de Su corazón cuando el Dios soberano del universo bajó de Su trono para salvar aquellos que El propuso salvar. Para salvarlos, El debe satisfacer el justo juicio Divino. Puesto que Dios ha satisfecho Su justo juicio propio, nosotros somos justificados gratuitamente por la gracia mediante la redención que está en Cristo Jesús. Por tanto, El puede ser justo en justificar al impío. El mantuvo el gobierno Divino, y El hizo posible salvar a aquellos que El eligió salvar. Conclusivamente, nosotros podemos decir la palabra griega charis incluye la elección Divina, la redención, la regeneración, la santificación, y la glorificación.
La gracia es conferida libremente con ninguna expectativa de regreso. Se encuentra su único motivo en la generosidad y el corazón libre del dador. La gracia son las dos, prepagada e inmerecida. Es, en su sentido más alto, Dios obrando en nosotros que produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad. Es la presencia libremente dada del Espíritu Santo de Dios en el hombre, así aplicando Cristo a él y manifestando Cristo en él y por él.
La gracia y la misericordia son distinguibles: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16). En la orden Divina de la salvación, la misericordia precede la gracia (Luc. 1:78, 79; Ef. 2:4, 5). Sin embargo, en la orden de la manifestación del propósito de Dios de la salvación, la gracia debe ir antes y dejar lugar para la misericordia. La gracia da al hombre lo que el no merece. Cuando Dios buscó para conferir la gracia, El no vio ningún mérito en alguien y después decidir conferir la gracia sobre él. La misericordia es perdonar al hombre de lo que él merece en el sentido de castigo. La gracia es obtenida, dando uno el privilegio bendecido tener sus pecados perdonados.
La gracia, no como el justo juicio, no es un atributo necesario de Dios. Puesto que es opcional, incluye un escogimiento eterno. La justicia es diferente. Dios es justo, y El trata justamente con todos, aún aquellos a quienes perdona. Jesucristo satisfizo el justo juicio, haciendo posible que Dios justificara el pecador elegido y quedarse justo en hacerlo (Rom. 3:24-26). Dios escogió a quien El deseó de Su propio beneplácito. La gracia no encuentra nada en lo mejor para atraer y nada en lo más vil para impedir que Dios haga tal escogimiento. Si Dios no hubiera elegido algunos y hubiera tratado a los hombres como ángeles caídos, El hubiera manifestado el justo juicio pero no la gracia. Si Dios hubiera salvado a todos los hombres, no hubiera sido una exhibición del justo juicio Divino. Pero el justo juicio y la misericordia se combinaron en el Calvario. Según el justo juicio de Dios, todos merecen morir. Sin embargo, algunos son salvos para la alabanza y la gloria de la gracia mientras otros perecen en sus pecados a la vindicación del justo juicio Divino. Este es el beneplácito de Dios, y no puede ser cuestionado.
La gracia y el amor son muy similares, pero hay un punto principal de diferencia. La gracia es el amor manifestándose y operando bajo ciertas circunstancias. Sin embargo, el amor no tiene límite o ley como posee la gracia. El amor puede existir entre iguales. Hay igualdad de amor entre las tres Personas en la Deidad. Este es el amor manifestándose entre iguales. El amor puede subir a aquellos que están arriba y descender a aquellos que están abajo. Puesto que somos recipientes del amor de Dios, manifestamos el amor por amar a Aquel quien es sobre nosotros. Pero este amor también puede ser manifestado por personas amadoras quien pueden ser denotados como debajo de nosotros. Un rey puede amar a sus iguales y también a sus siervos. El puede amar a Dios quien es sobre él, aquellos que son iguales a él, y a sus siervos quien son debajo de él. Por tanto, el amor puede ser extendido hacia arriba, y puede fluir hacia abajo. Pero esto no es cierto con la gracia. La gracia fluye en una sola dirección—hacia abajo. La gracia se ha manifestado trayendo la salvación. Porque por gracia somos salvos por medio de la fe. Creemos por la gracia. La gracia del Dios soberano que ha fluido abajo a nosotros nos capacita para manifestar el amor hacia arriba a Dios y hacia abajo a los hombres.
La gracia transciende la ley, la misericordia, y la majestad. La gracia es el amor que pasa todos los reclamos del amor. Después de cumplir las obligaciones impuestas por la ley, la gracia tiene una riqueza inagotable de bondad. La misericordia perdona y rescata el pecador; pero la gracia inunda al pecador, quien merece la ira, con el afecto. La justicia eterna es la que constituye la dignidad y la majestad, pero la gracia agrega dignidad, un encanto inefable, y afecto. Dios en la gracia resuelve que los elegidos no perecerán. Nosotros somos bendecidos con todas las bendiciones espirituales en lugares celestiales en Cristo Jesús.
Donde el pecado abunda, sobreabunda la gracia: “...Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Rom. 5:20, 21). La ley entró para que el pecado sea manifestado—para desarrollar el pecado. Pero donde el pecado abunda, la gracia rebosa.
Históricamente, la exposición de la introducción de la ley es precedido con la discusión de la entrada del pecado. La palabra “introdujo” (pareiselthen, aoristo activo indicativo de pareiserchomai) en Romanos 5:20 no viene de la misma palabra griega como “entró” (eiselthen, aoristo activo indicativo de eiserchomai) en Romanos 5:12. La palabra es conectada con el pecado en el versículo 12. Es una palabra compuesta en el versículo 20, que significa al lado de. La entrada del pecado con Adán no indica que el pecado tuvo su comienzo con Adán, sino que el pecado entró en la raza humana en Adán. Esto indica que el pecado ya existía antes de que entrara. El pecado se originó con Lucifer (Isa. 14:12-15; Ezeq. 28:12-18). Adán y Eva entraron en el mundo rectamente creados. El pecado entró. Adán cayó, y todos nosotros caímos en él. La muerte entró por medio del pecado. La ley se introdujo al lado del pecado y la muerte para desarrollar el pecado y mostrar su atrocidad. Cristo entró para pagar la deuda del pecado. La gracia entró para salvar a todos para quienes Cristo murió. Los recipientes de esta gracia entrarán en el reino de la gloria.
El pecado estaba en el mundo antes de que la ley Moisáica fuera dada. Los hombres naufragaron antes de que la ley fuera dada, pero ellos parecieron sobrevivir en su destrucción. Entonces, la ley los sumergió en lo profundo para que su liberación pudiera parecer más notable. No hay duda de que el pecado ya existía entre los tiempos de Adán y Moisés (Rom. 5:14). El pecado es manifestado a través del libro de Génesis. El asesinato de Abel por Caín fue un hecho perverso. Pero no existía una transgresión de la ley que dijera, “No matarás.” Este mandamiento fue dado en la ley Moisáica. El pecado no reinó hasta que la ley fue añadida. La ley fue añadida para desarrollar el pecado (Rom. 3:19, 20). El conocimiento del pecado viene por la ley (Rom. 3:19, 20; 7:7, 9, 11). El hombre no es consciente de su enemistad contra Dios cuando la ley no brille sobre su conciencia por el poder del Espíritu Santo. El pecado reinó por un período largo de tiempo, pero la gente que vivía durante esa época no fue consciente de lo espantoso del pecado.
La entrada de la ley junto al lado del pecado y la muerte para desarrollar el pecado puede ser ilustrada. Un niño es concebido y nacido en el pecado. Todo niño es un pecador por la naturaleza. No es Bíblico decir que un niño es salvo hasta que alcance la edad de conocimiento, y después de esto él ya no será salvo pero si responsable. Los infantes mueren porque ellos han pecado. Ellos son culpables. Aunque ellos no han hecho un acto deliberado de pecado, ellos son responsables. Ellos pecaron en Adán, su cabeza representativa. Ellos vienen al mundo con una naturaleza depravada; y así como ellos crecen y se desarrollan, sus pecados también crecen y se desarrollan. Ellos se rebelan a la luz y no quieren restricción. Las obras perversas del niño aumentan en la misma proporción así como también su conocimiento aumenta. El no puede ser guardado en un estado de ignorancia. La humanidad debe ser desarrollada. Cada vez que un niño asiste al servicio de adoración con sus padres, su rebelión también aumenta. La ley entró para que las transgresiones pudieran abundar. Todo individuo continuará rebelándose hasta que el Espíritu Santo haga una obra de gracia en su corazón. En el tiempo de la encarnación de Jesucristo, el pecado completamente ya había sido desarrollado y expuesto. La razón para su desarrollo y la exposición estaba en el propósito de Dios. El pecado es revelado en el mal tratado y la muerte de Jesucristo—el Dios encarnado.
La ley no es la causa del pecado. La ley es santa, justa, y buena (Rom. 7:7-12). Una naturaleza depravada es culpable. El pecado estaba ya presente antes de que la ley entrara. Toda manifestación de la luz parece revelar la obscuridad, y toda manifestación de Dios revela la obscuridad del pecado. Algunos no ven el pecado como es porque nunca han visto a Dios como Dios es. Toda manifestación de Dios es una revelación de la repugnancia del pecado. La naturaleza humana se rebela en la restricción. Los hombres aborrecen a la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas (Juan 3:19).
El Autor de la Biblia no tiene absolutamente nada en común con los psicólogos modernos de hoy. Los psicólogos aconsejan que usted se debe de sentir bien acerca de sí mismo y que usted vale algo. Su consejo es totalmente opuesto a la enseñanza de la palabra de Dios. Es verdad que el pecado no crece ni se desarrolla de igual manera en todos. Hay codicias de la carne y codicias del espíritu. Algunos pecados son moralmente degradados. Pero el pecado se desarrollará, ya sea en una zanja o en algún colegio, la universidad, o una institución religiosa.
Puesto que toda persona debe ser desarrollada, no puede ser aislada de la sociedad. Las obras perversas de un niño no pueden ser culpadas en sus asociaciones. Ellas proceden de su propio corazón. Nosotros vivimos en un tiempo cuando es difícil exponer a nuestros hijos en las escuelas públicas, pero ellos no van a ser ayudados por aislarlos. Ellos deben ser enseñados a como enfrentarse al mundo cruel. La sociedad no puede ser culpada por influir en el comportamiento de un niño. El niño a sí mismo no regenerado es culpable. Muchos padres Cristianos envían a sus niños a “escuelas Cristianas” para evitar el contacto con las maldades frecuentes en las escuelas públicas. La educación Cristiana en el lugar y método nombrado por Dios es de una importancia extrema. Pero sin embargo la educación Cristiana debe ser definida.
La educación no es el acto ni el proceso de impartir o adquirir el conocimiento general y de desarrollar las facultades de razonamiento y juicio. Implantar el conocimiento es insuficiente. Este debe ser acompañado con la capacidad de recibir esa instrucción. La motivación puede y debe ser usada para persuadir los estudiantes en el ambiente de la educación secular. En contraste a la motivación en la educación secular, la sola motivación no servirá con la educación espiritual.
La educación Cristiana es impartir y adquirir los principios Bíblicos, adquiridos por los Cristianos y enseñando por los hombres llamados por Dios en la asamblea y por los padres Cristianos en el hogar. Los principios Cristianos no pueden ser enseñados ni recibidos por los no Cristianos. Los principios Cristianos enseñados al no Cristiano tienen el mismo efecto como la luz que brilla en la obscuridad y la obscuridad no comprendiéndola (Juan 1:5; 3:19-21; I Cor. 2:14). Un principio Cristiano es lleno de luz espiritual, pero una persona sin la gracia no puede recibir ese principio.
Muchas denominaciones hoy en día comienzan “las escuelas Cristianas,” siguiendo el patrón puesto por la más antiguas llamadas “escuela Cristiana”—la escuela parroquial de la Iglesia Católica Romana. Puesto que no hay base Bíblica para cualquiera organización parecida a la iglesia, todo lo que sea una escuela o seminario y que se relacionen con la “iglesia” son excluidas. Dios solo ha autorizado a la asamblea local para dar la instrucción Cristiana. Algunos contestarán, “Ellas son escuelas Cristianas, pero no enseñan la doctrina.” Entonces, ¿por qué llamarlas “Cristianas”?
La pregunta surge, ¿Cómo entonces puedo yo contrarrestar la educación de sexo, narcotráfico, y otras maldades al que los niños son sometidos en el sistema público de la escuela? Estas maldades son contrarrestadas en la misma manera que la mentira, hurtar, o cualquier otro delito. Hay un lugar para la educación secular, y hay un lugar para la educación espiritual. La educación secular no debe de ser enseñada en la asamblea, y la educación espiritual no debe de ser enseñada en escuelas seculares. Un niño va a la escuela pública sólo por el propósito de la educación secular. Los únicos lugares para recibir el entrenamiento espiritual están en la asamblea, del hombre nombrado por Dios, y en el hogar por los padres Cristianos. Como el pueblo de Dios recibe la instrucción por el hombre llamado por Dios, ellos transmiten esa información a los niños en el hogar.
El pecado abunda aún en el corazón y la vida de uno en quien ha habido una obra de la gracia: (1) Los pecados secretos son llevados a la luz. La aplicación de la santa ley de Dios al corazón del regenerado por el Espíritu Santo lo hace recordar los pecados olvidados. (2) Los supuestos “pecados pequeños” son agrandados más que su proporción adecuada y considerados como Dios los vea. Todo pecado es contra el Dios infinito. (3) Nosotros reconocemos que somos morenos por naturaleza (Cant. 1:5). (4) La depravación de nuestra propia naturaleza humana es revelada. (5) La entrada de la ley trae la sentencia de la condenación a aquellos quien son ya condenados. La muerte reinó desde Adán hasta Moisés porque el pecado reine. La entrada de la ley pronunció la sentencia de la muerte. (6) El descubrimiento de nuestro desamparo nos causa reconocer que fue vano pensar que nosotros pudiéramos arrepentirnos y creer cuando lo escogiéramos. No tuvimos poder para hacer ninguno (Rom. 7:7-11). (7) Si el conocimiento del pecado no abundara, la santa ley de Dios no ha sido traído a la conciencia y el alma de uno, en y por el poder del Espíritu Santo.
La ley le fue dada a Adán, el primer hombre, y la violó. El pacto entre Dios y Adán no fue de obras sino de amistad. Fue un pacto entre no iguales—Dios el Creador y Adán el creado. No hay referencia de un acuerdo mutuo entre Dios y el hombre en los primeros tres capítulos de Génesis. Todo fue del lado de Dios. Dios actuó, y El actuó solo. A Adán no le fue prometida la vida por un pacto de obras. La vida viene como resultado de la encarnación y la muerte de Jesucristo. La muerte reinó entre el tiempo de Adán y Moisés. Aquellos quienes vivieron durante este período no realizaron el pleno significado del pecado. Entonces, la ley entró a lado del pecado y la muerte para desarrollar el conocimiento del pecado y para que fuese conocido como la verdad es. La ley fue añadida a causa de las transgresiones (Gál. 3:19). Le fue dada a Israel, el pueblo redimido de Dios, para mostrarles la atrocidad del pecado. Por la ley los Cristianos aprenden que el pecado es atroz.
El pecado y la transgresión difiere: “Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Rom. 4:15). La palabra griega traducida “pecado” es hamartia, significa una acción mala, un hecho perverso, o un poder o principio gobernante. Este principio y poder gobernante reinó desde Adán hasta Moisés. La palabra griega que es traducida “transgresión” es parabasis, significando una desviación de, una negligencia para, o una violación de la ley (Rom. 5:14). Esta es la razón por la cual Pablo dijo, “donde no hay ley, tampoco hay transgresión.” Entre los tiempos de Adán y Moisés, había pecado; pero después que la ley fue dada, el pecado no fue simplemente más que un hecho perverso. Por ejemplo, el hecho perverso de asesinato también involucró una ley quebrantada—"No matarás." No somos justificados ni condenados por la ley. Los hombres fueron condenados antes que la ley fue dada. Fue dada para traer la sentencia de la condenación. El conocimiento de pecado y el conocimiento de gracia va junto.
El pecado es finito, pero la gracia es infinita. Dios es alcanzado no por medios legales, tal como la ley, sino por el camino nuevo y vivo (Heb. 10:19-22). La gracia nos lleva al mismo corazón de Dios. Si la gracia simplemente ofrece la salvación y no controla las personas para quien es intentada, no hay esperanza. Dios dio la gracia a los elegidos en Cristo antes que el mundo fuese, y ningún hombre puede detener la corriente de la gracia de Dios. Esa gracia protege toda persona dada a Cristo. Esta es la preservación por la gracia prevista por Dios hasta la aplicación de aquella gracia al corazón del individuo para quien Cristo murió (Jud. 1).
El pecado de Adán no detuvo la corriente de la gracia. La ley quebrantada por los hijos de Israel no detuvo la corriente de la gracia reinante y sobreabundante. El pecado alcanzó su clímax en la muerte de Jesucristo por las manos inicuas. Sin embargo, la gracia de Dios fue hecha sobreabundar a aquellos por quienes Cristo murió. Simón no hizo una contribución a la construcción de Pedro. La gracia no usó a Saulo de Tarso para construir al apóstol Pablo. La gracia irresistible, sobreabundante, y reinante de Dios no usa una persona depravada y pobre para hacerlo lo que es en Jesucristo. La gracia sobreabundante borra nuestros pecados, purifica nuestros corazones, somete nuestros enemigos, nos guía en la vida, nos fortalece en nuestras aflicciones, nos consuela en las tristezas, nos da valor en las luchas, y nos da la valentía en la presencia de la muerte.
Las cinco palabras sobresalientes en Romanos 5:21 son el pecado, la muerte, la gracia, la justicia, y la vida. La palabra central es la gracia. A la izquierda están el pecado y la muerte, y a la derecha están la justicia y la vida. El hijo de Dios nunca puede estar demasiado lejos de la derecha. En el día de juicio, los cabríos serán puestos a la izquierda y las ovejas a la derecha.
Si el raudal somero de Adán, que no era más ancho que su pecado finito, involucró toda la humanidad, cuánto más el raudal profundo de la justicia infinita de Cristo, que era tan ancho como todos los pecados de los elegidos, asegura los elegidos del cielo. El raudal ancho de la gracia infinita, fluyendo del carácter justo de Cristo y Su obra redentora, es aplicado a los corazones de los elegidos por el Espíritu regenerado para darles la seguridad del cielo. El pecado de Adán y nuestra solidaridad con él en el pecado es incomprensible aparte de un entendimiento de la justicia de Jesucristo obrada por los elegidos e imputada a nuestra cuenta. Como la anterior no puede ser entendida sin tomar una encuesta de la posterior, la posterior no puede ser comprendido a menos que nosotros también tomemos en cuenta la anterior. Los redimidos permanecen en la justicia imputada e impartida de Jesucristo. La justicia imputada es judicial, y la justicia impartida es verdadera. La imputación involucra la justificación. Involucra la obra del Espíritu Santo a santificar realmente a los elegidos.
La gracia sobreabundando sobre el pecado abundante es la generosidad real. La gracia reina en la justicia mediante Jesucristo Señor nuestro. Su generosidad real supera la de Salomón. El es mayor que Salomón en el nacimiento, en carácter, en sustancia, en demandas, en obras, en sabiduría, y en la riqueza, y El será mayor que Salomón en Su reino.
El pecado reinó en la muerte. El pecado no se originó con Adán. Si así hubiera sido, no hubiera habido esperanza de que Adán se salvara. El hubiera llegado a ser Satanás con quien se originó el pecado. El pecado de Lucifer lo hizo el Diablo, y hay no salvación para el Diablo. El origen del pecado en la corriente de la humanidad vino desde la caída de Adán en el jardín de Edén. Satanás tentó a Eva, y Eva persuadió a Adán a pecar intencionalmente. Puesto que Adán fue la cabeza representativa de toda la humanidad, todos cayeron en él (Rom. 5:12). Adán no fue creado como un pecador. El fue creado recto, pero la rectitud con que él fue creado fue inferior al carácter justo y perfecto del Creador Mismo. Cualquier cosa que Dios crea debe ser inferior a Sí Mismo. La relación entre Dios y el pecado de hombre debe ser considerado. Dios no es el autor del pecado. El pecado no se originó con la creación de Dios. Una distinción debe ser hecha entre la causa y el propósito. Dios no es la causa del pecado así como un médico no es la causa de la lepra. Toda persona que cree la palabra de Dios debe admitir que Dios propuso permitir el pecado o que El propuso el pecado. No hay diferencia entre proponiendo y proponiendo a permitir. Si Dios no hubiera propuesto el pecado, no hubiera habido ninguno porque Dios es soberano.
En Romanos 5:21, el alcance de reinado del pecado es expresado en la muerte. La palabra griega traducida “reinado” viene de basileuo, significando ejercitar el poder real. Significa ejercitar la influencia más alta, tener poder, o controlar. ¿En qué reino reina el pecado? Reina en la muerte. El hombre depravado es dominado y controlado por el pecado. Ser controlado por el pecado es ser un esclavo del pecado (Juan 8:34). Por tanto, la persona no regenerada es neutral para, ya sea, pecar o no pecar.
El pecado que reina en la muerte es la llave al entendimiento del mundo moderno en el que nosotros vivimos. Los religiosos, los políticos, los psicólogos, y los humanitarios no saben como arreglar los problemas de hoy porque no admiten la depravación total y el reinado del pecado a la muerte. Satanás es el dios de este mundo (Ef. 2:2, 3; II Cor. 4:3, 4; I Jn. 5:19). Sólo el reinado de la gracia predomina el reinado del pecado y capacita a una persona aceptar a Jesucristo como el Salvador y el Señor en una experiencia de conversión.
La manera de la vida donde reina el pecado consiste en dos áreas: (1) Consiste en los deseos de la carne. Esto refiere a las pasiones viles de la carne. (2) El pecado también reina en las personas moralmente rectas quienes son sin la gracia de Dios. Una moralista exterior puede ser un hipócrita interior. El pecado no sólo reina en la cuneta pero también en los asientos del aprendizaje alto. Donde no hay gracia, el pecado reina.
El pecado mora donde la gracia no reina. Los trofeos de la gracia de Dios deben confesar que aunque el pecado no reine en ellos, mora allí (Rom. 7:17-20). El apóstol Pablo se consideró sí mismo, después de su regeneración y conversión, en ser el primero de los pecadores (I Tim. 1:15). El sabía que el pecado habitaba en él. El pecado mora en nosotros; pero no reina en nosotros, porque la gracia reina en nosotros mediante la justicia de Jesucristo.
El reinado del pecado es consumado en la muerte. La palabra griega para la muerte (thantos) es usada en el sentido de muerte física, espiritual, y eterna. La separación es común a las tres. La muerte física es una separación del tiempo. La muerte espiritual es la separación de una persona de Dios. La muerte eterna es la separación de una persona de Dios para la eternidad. La muerte física fue la penalidad para el pecado en el jardín de Edén. Adán murió físicamente, y todos nosotros moriremos físicamente si el Señor Jesús tarda en Su venida. La muerte física es un símbolo de la muerte eterna. La muerte es el último enemigo que será destruido (I Cor. 15:26; Apoc. 20:14). Una persona muere en la infancia porque la muerte es la penalidad para el pecado. La vida a la persona no regenerada es una muerte viva sin la esperanza. Aunque los regenerados experimentan la muerte física, que es la penalidad para el pecado, ellos sólo caminan por el valle de la sombra de la muerte. No obstante, la muerte es una realidad. No puede haber sombra sin la realidad.
La gracia reina mediante la justicia a la vida eterna por Jesucristo Señor nuestro. La gracia reina por su naturaleza. El reinado de la gracia comienza en la elección (Rom. 11:5). La gracia también reina en la redención. Cuando Jesucristo fue a la cruz, El murió por aquellos a quienes el Padre dio la gracia en El desde la eternidad. Además, la gracia reina en la regeneración. El Espíritu Santo aplica la gracia de Dios a todos para quienes Cristo murió. La gracia también reina en la santificación. Nuestras vidas son preservadas por la gracia de Dios y estamos siendo preparadas para la gloria eterna que nos espera. El reinado de la gracia comienza con la elección Divina y va por todo el proceso hasta la glorificación del creyente en el reino de Dios.
La justicia de Romanos 5:21 es la justicia que Cristo obró sobre la cruz cuando El murió, el justo por el injusto. La gracia reina mediante la justicia que ha sido imputada e impartida a los elegidos. La justicia de Cristo cumplió todas las demandas de la santa ley. La justicia satisfizo el justo juicio de Dios, y se manifestó la santidad de Dios.
La gracia reina mediante la justicia a la vida eterna. La vida es opuesta a la muerte. La palabra “vida” (dzoe), como la muerte, es usada en el sentido de vida física, espiritual, y eterna. La unión es común a los tres. La vida física es la unión del alma al cuerpo. La vida espiritual es la unión de una persona con Jesucristo. La vida eterna es la unión de una persona con Cristo eternamente. El uso de los tres nombres de Jesucristo es importante. “Jesús” significa Salvador (Mat. 1:21). En “Jesús,” hay la semejanza y el carácter representativo de Dios, porque El es la imagen misma de Dios el Padre (Heb. 1:1-3). Le costó Su vida para salvar a los elegidos del pecado, la muerte, y el infierno. El puede también salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios. “Cristo” significa el ungido. Este ungimiento no fue simplemente como el de los sacerdotes y los profetas del Antiguo Testamento. El es el Supremo, el Hijo eterno del Dios viviente. El nombre de Cristo es el nombre de oficio. El reconocimiento cordial del título de Cristo es el simple centro del discipulado (Mat. 16:16). “El Señor” significa el maestro. Jesucristo es el dueño, Aquel quien controla cada creyente. El creyente reconoce este Señorío. Los no salvos lo reconocen en sus corazones, si lo admiten o no. Pero ellos rechazan el Señorío de Cristo: “Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14). Esta es la actitud de toda persona no regenerada. Por cuanto, el creyente da gracias a Dios por Su gracia que hace ser al creyente dispuesto a estar sujeto a la regla de Jesucristo, su Señor.
Las Diversas Interpretaciones De
La Manera De Como Obtener La Gracia
La gracia y las obras no pueden ser mezclados (Rom. 11:6; Tito 3:5; Ef. 2:8). La gracia debe ser asociada con las tres Personas en la Deidad. La Escritura habla de la “gracia de Dios” (Hech. 11:23; 14:26; I Cor. 15:10), la “gracia de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 16:20, 24), y el “Espíritu de gracia” (Heb. 10:29). El significado de la gracia es mal interpretado por cualquiera quien trae su obediencia, las obras, la reforma, las obligaciones, etc., en el fundamento de lo que él piensa es la salvación. La obediencia, el deber, y la mortificación de la carne son los materiales para la construcción. Ellos no constituyen una parte del fundamento. El fundamento de la salvación es puesto primeramente; entonces la superestructura es erigida sobre ese fundamento. Los materiales de la construcción son los frutos de la gracia. Las obras no tienen nada que ver con la salvación.
Las siguiente son algunas de las diversas interpretaciones que se enseñaron concernientes a la manera de como obtener la gracia:
1. Los Católicos Romanos enseñan que una persona entra en Cristo por el bautismo, y Cristo entra en la persona bautizada por la misa. Su doctrina es que no hay salvación afuera de la “iglesia” Católico Romana, porque sus atributos principales son la autoridad, la infalibilidad, y la indefectibilidad. Ellos describen la autoridad como el papa y los obispos siendo los sucesores lícitos de los apóstoles, teniendo poder de Cristo Mismo para enseñar, santificar, y gobernar los fieles en asuntos espirituales.
2. Los Luteranos enseñan que el bautismo es el sacramento de recepción en la comunión con el Dios trino y en la participación en Su salvación. Ellos creen que la salvación no es solo significado en el bautismo sino que el bautismo da lo que significa. Aquellos que siguen esta doctrina creen que el bautismo pone el fundamento de la vida Cristiana, y el bautismo ha llegado ser el bautismo de los infantes. No obstante, ellos realizan que esta unión con Dios debe llegar ser un asunto de la consciencia; por tanto, la confirmación es añadida al bautismo. Ellos presumen que por el bautismo uno es recibido en la comunión y en el compañerismo con Dios, y la primera recepción de la cena del Señor y la plena membresía consecuente en la “iglesia” son combinados. Su conclusión es que lo que los sacramentos—el bautismo y la cena del Señor—significan, ellos conceden. Los Luteranos rechazan la sucesión apostólica, enseñado por la “iglesia” Católica Romana, pero ellos afirman una unión mística entre el Espíritu Santo y la palabra escrita. Ellos creen que la revelación escrita de Dios tiene poder Divino y sobrenatural. Los Luteranos, como todos los otros Arminianos, creen en la gracia universal. Hay poca diferencia entre la “iglesia” Católica Romana y la Luterana. La “iglesia” Católica Romana enseña la transubstanciación, y la “iglesia” Luterana enseña la consubstanciación. Ambos creen en la regeneración bautismal.
Contrario a las enseñanzas de los Católicos Romanos y los Luteranos, el hecho de recibir la gracia no es dependiente en un sacerdote Católico Romano o en un ministro Luterano. Aquellos que creen en la regeneración por el evangelio son alineados muy cerca con el Luteranismo y como el Catolicismo Romano. Si la regeneración por el evangelio es enseñada, como los muchos que son llamados “los hombres de gracia” enseñan y apoyan hoy en día, significaría que ninguna persona puede ser regenerada quien no esté bajo el ministerio de un predicador. Ellos sustituyen un predicador por un sacerdote Católico Romano. Pero la regeneración por el evangelio no es la enseñanza de las Escrituras. Obtener la gracia de Dios no es dependiente de ningún hombre mortal. Depende solamente del Espíritu soberano de Dios. Todos los tres puntos de vista—el Catolicismo Romano, el Luteranismo, y aquellos que creen en la regeneración por el evangelio—ponen la obtención de la gracia en las manos del hombre, no importa si es un sacerdote o un Luterano, un Bautista, un independiente, o cualquier otro ministro.
Hay una obra del Espíritu Santo distinto de la palabra de Dios. El Espíritu de la regeneración adentro debe hacer la palabra de Dios que sea sin efecto. El Espíritu Santo es el Autor de la regeneración; y la regeneración precede el reconocimiento y la aceptación de la palabra de la verdad, o el evangelio de Jesucristo. La palabra nunca llegue a ser eficaz hasta ha habido una obra de la gracia adentro. Esa obra de la gracia adentro es sin medios humanos. La misma verdad es ineficaz por la depravación del hombre (I Cor. 2:14). Por tanto, solo el Espíritu Santo, quien hizo una obra de la gracia en el corazón, prepara la mente para la recepción de la palabra de Dios. El Espíritu Santo acompaña la palabra por un poder no inherente en la palabra (I Tes. 1:4-6). Esta es la razón por la cual miles de aquellos no convertidos cuando Jesucristo habló con ellos fueron convertidos en el día de Pentecostés por la palabra que fue predicada. La palabra no vino en el poder o no tuvo efecto en sus vidas porque ellos no habían sido ya regenerados cuando Jesucristo les predicó a ellos. Sin embargo, había sido una obra de la gracia en sus corazones en el día de Pentecostés. El Espíritu Santo acompañó la palabra, y la palabra causó una experiencia de conversión en sus vidas.
3. Los Arminianos enseñan una “gracia suficiente y común.” Ellos afirman que Dios no pudo justificar al hombre a menos que El lo confiriera la habilidad de aceptar o rechazar la expiación de Cristo. Ellos creen que la distinción entre la gracia especial y común está en grado pero no en la esencia, afirmando que ambos son soteriológicos. Aquellos asociados con este sistema enseñan que la obra de Cristo ha comprometido a toda la humanidad una precedencia común, la gracia suficiente, que no es suficiente para efectuar una redención completa pero para capacitar a uno a cumplir con las condiciones para asegurar la gracia redimida. Hay dos ramas de los Arminianos—aquellos que creen en la apostasía y aquellos que creen en la seguridad eterna.
En el contraste con el punto de vista de los Arminianos, una gracia suficiente y común que no obra el arrepentimiento y la fe es insuficiente. La gracia es invencible. Provee y aplica la redención. Mantiene y glorificará los redimidos. La gracia hace a un hombre diferente del otro. La idea de la gracia común siendo suficiente pero no eficaz deja el pecador no determinado, aunque libre para aceptar a Cristo. La regeneración es aparte de la voluntad del hombre. Niega al sinergismo—trabajar junto, ayudar en el trabajo, ser un colaborador en el trabajo, o ayudar en la salvación de uno. La diferencia entre los elegidos y los no elegidos fue constituida antes que el mundo fuese. La gracia suficiente o efectúa la redención y la regeneración o no es suficiente. Para que Dios esté seguro en cuanto a los resultados de Su propósito, El debe poner poder para vencer todas las resistencias oposicionistas. Los mandamientos de Dios no prueban el alcance de la capacidad de la voluntad del hombre sino sólo de la obligación del hombre. El hombre es la causa de su propia depravación. Si el Dios soberano cesara de urgir Sus derechos naturales, El no tendría derechos.
4. Los Reformadores, diferentes a los Arminianos, no afirman que la gracia común sea es una parte de la soteriología. Pero en su retención de la “gracia común,” ellos no van suficiente a fondo. Los Reformadores no gustaron de la enseñanza de los Arminianos acerca de la gracia especial y común porque los Arminianos dijeron que ambos fueron soteriológicos, con la gracia común dando el pecador la capacidad para aplicar la gracia especial. Los Reformadores hicieron la distinción que la gracia común no es soteriológica, pero es experimentada por todos—los elegidos y los no elegidos. Por cuanto, la gracia especial es experimentada sólo por los elegidos. A ellos, algunos de los medios porque la gracia común opera son (1) la luz de la revelación general (Juan 1:9; Rom. 1:19-21), (2) superiores (Rom. 13:1-7), (3) la opinión pública cuando formada bajo la influencia de Dios, y (4) castigos y recompensas Divinos.
Los Reformadores enseñan que ambos los elegidos y los no elegidos resisten y anulan la gracia común, pero Dios sigue la gracia común con la gracia especial para los elegidos y pasa por alto a los no elegidos. Ellos retratan el favor de Dios a los no elegidos con la ilustración de un padre quien es un juez. El hijo del juez es traído ante él como un criminal. El padre-juez repugna la criminalidad de su hijo; mas aún, él compadece a su hijo mientras pasa una sentencia sobre él. Por tanto, su conclusión es que esto ilustra la compasión de Dios, o Su gracia común.
La gracia común, según los Reformadores, está conectada con el ofrecimiento libre del evangelio. Los argumentos siguientes han sido dados: (1) El ofrecimiento del evangelio debería ser hecho a todo hombre, porque es un mandamiento Divino (Mar. 16:15). (2) Sólo un ofrecimiento universal es posible. Un ofrecimiento limitado requeriría de una revelación de quienes son los elegidos. (3) La expiación es suficiente en el valor para expiar el pecado de todos los hombres indistintamente. (4) Dios no pone ningún obstáculo a la eficacia de la expiación en cuanto a los no elegidos, y El no ejerce ningún eficiencia directa para prevenir a los no elegidos a confiar en la expiación. (5) La expiación es ofrecida indistintamente. (6) El no elegido mismo, y no Dios, previene la eficacia en la expiación. (7) El ofrecimiento es universal, porque cuando Dios llama a los hombres universalmente a creer, El no sólo llama a los elegidos. La expiación debería ser ofrecida a todos, porque el predicador es para esperar lo mejor de Dios y no lo peor de todo hombre.
Contrario al argumento de que ofreciendo el evangelio a todo hombre es un mandamiento Divino, Dios no autoriza a cualquiera a ofrecer a Jesucristo. Nosotros somos autorizados sólo para predicar a Jesucristo. El Espíritu Santo hace la aplicación. La razón por la cual no podemos ofrecer a Cristo es que no sabemos quienes son los elegidos. Es cierto que la expiación es de valor suficiente para todos los hombres si Dios la había intentado para todos. Jesucristo murió en igual manera para una persona elegida así como para todos los elegidos. Dios no previene a ninguno confiar en la expiación. El hombre previene sí mismo. El hombre es el autor de su propia depravación. La expiación no es ofrecida indistintamente. El dicho de que los no elegidos y no Dios previene la eficacia de la expiación no es cierto. Predicando, no ofreciendo, el evangelio es universal. Cuando Dios llama a los hombres universalmente para creer, El no llama a los no elegidos. La expiación es predicada a todo porque el predicador está para esperar lo mejor de Dios y lo peor de todo hombre.
La fidelidad a Dios y el motivo correcto no garantizan que la cosa que nosotros comenzamos para realizar será cumplida. Tal vez no es la voluntad de Dios. Pero si nosotros hacemos el intento de hacer algo y aquella puerta particular está cerrada, otra se abrirá para proveernos una oportunidad para dar la palabra de Dios. Los Cristianos testifican porque nosotros no sabemos quienes recibirán o quienes rechazarán el mensaje.
La voluntad humana depravada de uno de los elegidos de Dios no puede vencer la gracia de Dios que propuso la salvación de los elegidos de Dios. La gracia le fue dada en Cristo antes de los tiempos de los siglos (II Tim. 1:9). Por lo tanto, no será vencido o derrotado por la voluntad depravada del hombre. La gracia reina mediante la justicia a la vida eterna por Jesucristo Señor nuestro.
La salvación de un pecador no es simplemente un hecho de la gracia. Es una acción judicial de un hecho de la gracia por la cual el Padre puso Su Hijo a la muerte para los elegidos. Ningún hombre solo o cuerpos colectivos de los hombres deberían sobre cualquier pretexto usurpar el poder de Jesucristo, quien es la autoridad única de Su asamblea. Aunque la doctrina revelada no viniera totalmente a nuestra comprensión finita, debe ser recibida sobre la autoridad de Dios. La adoración que El ha prescrito, aunque no sea agradable a la carne, debería ser ejecutada. Aunque las obligaciones de la santidad práctica que El ha declarado pueden ser difíciles para observar, ellos han de ser hechas por todos Sus seguidores.
Muchos dan servicio de labios a las verdades de la gracia sin entender que la Biblia tiene que decir acerca de ellas. La actitud entre los religiosos es ejemplificada en Jueces 17 y 18. Micaía, el Efrainita, hizo sus propios ídolos y contrató su propio sacerdote. “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 17:6). El resultado de esto es que ellos pronto hacían lo que era perverso ante Dios. Micaía, el Efrainita, quiso su propia religión personal. La religión hecha de uno mismo siempre fracasa. Hay una gran tendencia a equivocarse con lo exterior y lo visible en vez de lo interior y espiritual. Durante el tiempo de “no rey,” la ausencia de la restricción dio lugar a todo tipo de licencia. Nosotros vivimos en días cuando la mayoría de la gente piensa que es correcto hacer lo que ellos desean sin absolutos, ni una regla. Cada persona inventará su propia regla.
Los Cristianos correctamente creen que ellos no necesitan nada sino el Espíritu Santo adentro y la palabra de Dios que ha sido encomendada a nosotros. Jesucristo y El crucificado y nuestra adoración de El en el Espíritu y en la verdad son las únicas necesidades. No necesitamos imágenes, ceremonias, jerarquía, etc. La gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes que el mundo comenzara. La gracia llevó el Señor Jesús a la cruz donde El fue puesto a la muerte por los pecados de todo los elegidos de Dios. La gracia tomó la obra redentora y la aplicó a nuestros corazones. La gracia nos sustenta, y la gracia nos glorificará.
La Controversia De La Gracia Común
Una investigación de la “controversia de la gracia común” puede ser introducida por considerar tres versículos de la Escritura: (1) “Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz” (Luc. 16:8). (2) “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (II Cor. 4:4). (3) “Porque Dios, quien mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (II Cor. 4:6). Puesto que Cristo “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (I Cor. 1:30), ¿cómo pueden ser más sabios los hijos de este siglo que los hijos de Dios? ¿No han sido cegadas las mentes de los incrédulos por el dios de este siglo? ¿No han recibido los hijos de luz la luz del conocimiento de la gloria de Dios que brilla en la faz de Jesucristo? ¿Cómo son reconciliadas estas contradicciones aparentes?
Los hijos de este siglo son más astutos en su relación a su género propio que los hijos de Dios son a su género propio. Este es el significado de Lucas 16:8. El objeto de la prudencia no es el mismo en los hijos de este siglo y los hijos de luz. Hay más estima para los intereses propios entre los hijos de este siglo. Ellos son usualmente más diligentes en el uso de cualquier medios disponibles—legales o ilegales—para realizar sus metas egoístas. Los hijos de este siglo someten a lo que es su gran diseño final, que no es la gloria de Dios sino el avanzamiento de sí mismo. La persona perdida es autocéntrica. Por tanto, él es gobernado por sus propios intereses egoístas. Si él tuviera autoridad para hacer las leyes, ellos serían hechos para servir su propio propósito. Los hijos de este siglo no sólo son “en” pero “de” este mundo. Sus intereses son restringidos a este mundo presente.
Puesto que estas cosas son ciertas acerca de los hijos de este siglo, ¿cómo es que ellos viven tan admirablemente por la decencia y sentido común y aparecen ser superior a los hijos de luz? Muchos nos cuentan que esta es la pregunta al que “la gracia común” se dirige. Busca un razonamiento para el fenómeno de algunos de los hijos de este siglo que son “gente amable.” Puesto que el pecado reina en la muerte y corrompe, debe haber alguna respuesta para el vedar de efectos devastadores del pecado donde la gracia no reina mediante la justicia a la vida eterna por Jesucristo. ¿Cuál es la explicación para la vida moral y las buenas obras de la gente no regenerada?
En el contraste con los hijos de este siglo, los Cristianos son los hijos de luz. Ellos son los ciudadanos de dos mundos—este y el mundo por venir. Ellos tienen obligaciones a los dos. Ellos tienen gran afecto para Dios y el siglo que ha de venir mientras que viven en el siglo presente (Col. 3:1-4). Los hijos de luz son restringidos a medios lícitos por los cuales procuran cualquier empeño aquí y en el siglo que ha de venir. Los hijos de luz son “en” este mundo, pero ellos no son “de” este mundo (Fil. 3:20, 21). Cuando las responsabilidades de este siglo superan las responsabilidades del siglo que ha de venir, los Cristianos sufren. Los hijos de este siglo persiguen cualquier meta con cualquier medios que son disponibles. Por cuanto, los Cristianos son comprometidos a las cosas que son correctas y agradables al Señor. Ellos usan los medios correctos para realizar lo bueno. Los hijos de este siglo son sabios en cosas mundanas por un poco de tiempo. Los hijos de luz son considerados necios en la sabiduría del mundo, pero ellos serán sabios en el cielo para siempre.
Los Arminianos desarrollaron un sistema de la gracia en el cual ellos abogaron la gracia especial y común, reclamando que ambos son soteriológicos. Los Reformadores vieron el error de ese sistema y buscaron distinguir la gracia común de la gracia especial. Ellos creyeron que la gracia común es experimentado por todos los hombres y la gracia especial es experimentada sólo por los elegidos. Algunos creen que la gracia común es a ser entendido como el favor inmerecido de Dios hacia todos los hombres, por la cual El restriñe el pecado de modo que la orden es mantenida; la cultura y la justicia civil son promovidas; y El les da lluvia y temporadas fructíferas, alimento y alegría, y otras bendiciones en la medida que a El parece bien. Los Arminianos creen que la gracia común equipa todo ser humano con la capacidad para arrepentir y creer. Ellos exponen que la gracia especial es la regeneración actual de la persona mientras que él colabora con el Espíritu. Así, ellos conectan la gracia común con la ciencia de la salvación y la gracia especial con el obra regenadora del Espíritu Santo. Ellos creen que una persona recibe el nacimiento nuevo por la fe.
La teología reformada, no como la teología Arminiana, no observa la doctrina de la gracia común como una parte de la soteriología. Sin embargo, los Reformadores creen que hay una conexión cercana entre las operaciones del Espíritu Santo en las esferas de la creación y la redención; por tanto, ellos no deberían ser enteramente desunidos.
La interpretación común de Hebreos 6:4-6 por los teólogos Reformados es que hay una iluminación por el Espíritu que viene corto de la regeneración. Sin embargo, estos versículos hablan de una persona quien ya han sido regenerado.
Los Reformadores admiten que el término “la gracia común” fue inventado por los teólogos Reformados para hacer una distinción importante entre los términos “la gracia especial” en la regeneración y “la gracia común” en restringir el pecado a algún punto, así permitiendo un adelanto en la autoridad civil y algunos adelantos en la sociedad en lo general. Los Reformadores pensaron que era necesario mostrar una distinción entre la gracia común y la gracia especial. Ellos hicieron las distinciones siguientes: (1) La gracia común simplemente restringe el pecado y promueva orden y la justicia cívica. La gracia especial renueva el corazón y libra el hombre del pecado. (2) La gracia común atrasa el poder destructivo de la maldad y da a los hombres y la sociedad la apariencia de respetabilidad. La gracia especial es espiritual en su naturaleza y es una resurrección de entre los muertos. (3) La gracia común es la benevolencia de Dios hacia toda la humanidad a pesar de pecado, pero no trae una persona a la fe en Jesucristo. La gracia especial manda que la luz resplandezca de la obscuridad y trae la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (4) La gracia común es disfrutada por los elegidos y los no elegidos indistintamente. La gracia especial es disfrutada sólo por los elegidos porque discrimina. (5) La gracia común es resistible. La gracia especial es invencible. (6) La gracia común ilumina todo hombre que viene en el mundo. La gracia especial aplica la salvación a los elegidos. (7) A pesar de su diferencia esencial, la gracia común y la gracia especial son relacionadas uno a otro. Ambos corren del mismo Dios, y ambos vienen mediante el mismo Mediador. Entonces, los beneficios importantes se han acumulado a toda la raza humana por la muerte de Jesucristo. Los Reformadores concluyen que hay una referencia general a todos los hombres como así también una referencia particular a solo los elegidos en las enseñanzas Bíblicas concerniente a la expiación de Jesucristo.
¿Es la invención del término “gracia común” justificable en la luz de toda la Escritura? Los hombres honestos y fieles de Dios testificaron por Dios, y ellos no usaron el término por 1,600 años. ¿Fue necesario que los Reformadores adoptaran su uso para contestar a los Arminianos? ¿No pudieron contestar sin irse demasiado lejos en una dirección? No hay nada para verificar una vista de la “gracia común” dentro de todas las 156 referencias a la gracia. Hay no dos tipos de la gracia—uno común y el otro especial—usados por Dios en Sus tratamientos con la humanidad. La gracia de Dios no puede ser dividida en común y especial. ¿Debe ser interpretada la gracia de Dios en dos cuantitativamente para incluir toda la humanidad y cualitativamente para incluir los elegidos de Dios? El punto de vista de la gracia común es conectado con un ofrecimiento libre el evangelio. La gracia especial no puede ser asociada con el ofrecimiento libre del evangelio. La gracia de Dios no puede ser gracia si no incluye el propósito de Dios. La gracia de Dios que no reina es una contradicción de términos. La gracia común no puede reinar si puede ser resistido.
Los Arminianos hablan de una gracia común y suficiente. Ellos dicen que esto equipa a todos con la capacidad para arrepentir y creer. Una gracia común y suficiente que no salva es insuficiente. La gracia suficiente es la gracia que elige, redime, justifica, regenera, sostiene, y glorifica. Conclusivamente, el punto de vista de los Arminianos de la gracia común y suficiente no es común ni suficiente.
1. La palabra común es restringida a los elegidos. El uso del término “la gracia común” no es Bíblico. La palabra griega para común, koinos, es usada indirectamente pero nunca directamente con la gracia. Aunque los dones de la providencia de Dios son comunes en el sentido que la lluvia desciende sobre el justo y sobre el injusto, la gracia de Dios no es común. La gracia es común sólo en el mismo sentido que la salvación es común (koines, genitiva de koinos, que significa común o perteneciendo igualmente a varios) sólo a los elegidos. Este adjetivo es usado en la conexión con la fe (Tito 1:4), la salvación (Jud. 3), y la vida Cristiana (Hech. 2:44).
Las tres palabras que deben ser observadas siguiendo la expresión “fe común” del Tito 1:4 son gracia, misericordia, y paz. La gracia es la fuente de la fe común. La misericordia es mostrada en dar la fe común. La paz es el resultado de la fe común. Es común a todos los que tienen esta fe.
Consideramos el contexto de Judas 3 en nuestro estudio de la “salvación común.” La palabra traducida “santificados” (egapemenois, perfecto pasivo participio de agapao) de Judas 1 significa haber sido amado. Esto refiere al amor eterno del Padre. Los elegidos han sido amados con un amor eterno (Jer. 31:3; Juan 13:1). Ellos son guardados (teteremonois, el participio pasivo perfecto de tereo) en Jesucristo hasta el tiempo que eficazmente llamados por el Espíritu de Dios.
La situación peligrosa del pueblo de Dios necesitaba que Judas escribiera diligentemente a ellos. El exhortó a los Cristianos a quienes él escribió contender ardientemente por la fe (Jud. 3). Esta fe es objetiva. Se refiere al sistema de la verdad que ha sido entregada al pueblo de Dios. Esta verdad fue entregada una vez. La palabra de Dios no ha cambiado. Muchos cambios son hechos en la religión, pero el Cristianismo nunca ha cambiado y nunca cambiará.
La repetición de la palabra “amados” (agapetoi) tres veces es importante. Este amor es mostrado en el discurso afectuoso (Jud. 3). Es también mostrado en la advertencia y la reprimenda adusta (Jud. 17, 20). Uno no puede ser separado del otro. El amor es no el consentimiento sentimental a que hacen los otros. No es sustituto para la convicción. El amor sale de la convicción. Como el fuego, consume la escoria. Debe buscar destruir todas las impurezas que hay en el que es amado.
Judas escribió a los santos acerca de la “salvación común” (Jud. 3). Es común a los recipientes de la salvación. La experiencia Cristiana es resumida por la palabra “salvación” (soteria) en este texto. La salvación incluye las experiencias pasadas, presentes, y futuras del Cristiano. La liberación pasada es enseñada en Judas 5—"habiendo salvado." La liberación presente es enseñada en el versículo 23 y la primera parte del versículo 24—"A otros salvad...Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída...." La liberación futura es enseñada en la parte posterior de versículo 24—"presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría."
Los santos deben “contender [epagonidzesthai, infinitivo presente de epagonidzomai] ardientemente” (BLA) por la fe. Usted no puede contender por la fe sin hacerlo vigorosamente. La defensa de la fe será costosa y angustiosa. El costo de no seguir la moda y la angustia de hablar para expresar la fe que fue una vez y para siempre entregada a los hombres depravados y contemporáneos es una atormenta.
La fe (pistis) por la cual los creyentes deben contender ardientemente es el sistema de la verdad. La misma fe objetiva es mencionada en Filipenses 1:27—"Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio." Habiendo ya experimentado la salvación por la fe, nosotros deberíamos contender ardientemente por el sistema de la verdad que ha sido entregada a nosotros. La fe subjetiva y objetiva, ambas son dones de Dios a Su pueblo.
El Señor entregó el sistema de la verdad a nosotros una vez. Este fue su entrega final. Uno no puede añadirle algo, y nadie debería quitarle nada a esta palabra completa de la verdad. La palabra griega para “dada” (paradotheise, aoristo pasivo participio de paradidomi) significa entregar o poner a carga, y es usada en este ejemplo como la tradición autorizada que ha sido entregada. Pablo entregó el evangelio que él había recibido (I Cor. 15:1-3). La tradición apostólica Cristiana y no la moda teológica actual es la norma para el pueblo de Dios (II Tes. 2:15; 3:6). La tradición de una vez y para siempre es envuelta en la una vez y para siempre encarnación y la una vez y para siempre muerte de Jesucristo, y ha sido una vez a para siempre entregada a los santos. La verdad de Dios ha sido dada como es, y debe ser dada como es en cada siglo a cada generación consecutiva hasta que Jesucristo venga la segunda vez. La palabra de Dios es aplicable para el hombre en todo siglo, porque la naturaleza del hombre es la misma. Cualquiera que traiga otra enseñanza debe ser rechazado: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (II Jn. 9-11).
2. La palabra común (koinos) es usada en la conexión con la vida Cristiana (Hech. 2:44). Nosotros somos contados por muchos que el Cristianismo no es el dogma pero la vida. El dogma se refiere al sistema de principios al que nosotros retenemos de la Santa Escritura. Es una doctrina específica autoritativamente puesta en la Santa Escritura. Es una doctrina prescrita, una opinión establecida basada en la palabra del Dios vivo. El Cristianismo es ambos el dogma y la vida. Decir que es o el costo del otro, es para contrariar la Santa Escritura. El Cristianismo es la vida fundada sobre el dogma. Es la ética creciendo de la verdad. Es la doctrina que florea en la conducta.
Los Cristianos primitivos, salvos por la gracia de Dios, bautizados, y añadidos a la asamblea, congregaron en el mismo lugar al mismo tiempo. Ellos también perseveraban firmemente. Los Cristianos profesantes quienes abstengan de la asamblea de los santos son descritos en I Juan 2:19—"Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros." El hijo de Dios oye la palabra de Dios: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye...” (Juan 8:47). La gente quien oye con un oído que oye, buscará aplicar lo que ellos oyen y dan una evidencia en sus vidas. Los Cristianos primitivos tenían en común todas las cosas. Además de la comunidad de la doctrina, había comunidad de vida. La comunidad de vida no es la vida en una comuna. Estar juntos es como estar en el mismo lugar al mismo tiempo para la adoración. Los Cristianos no deben dejar de congregarse (Heb. 10:25).
A menos que los creyentes no sean dedicados a la doctrina, ellos no pueden esperar los frutos que siguen. Aquellos que son dedicados a la doctrina con el propósito correcto, que es el crecimiento espiritual, se encontrarán con una doctrina común, un compañerismo común, las oraciones comunes, los temores comunes, una vida común, y una meta común. La persona regenerada es solitaria y viaja a la cruz en una experiencia de conversión, pero allí él encuentra “la congregación de los primogénitos” (Heb. 12:23). Entonces, él no puede ser satisfecho hasta que se encuentra en el aspecto local de la congregación (asamblea) general. El no dice que cualquiera cosa es suya. El no se confiesa ser un propietario sino sólo un mayordomo de lo que Dios le ha dado.
La comunión de mercaderías de Los Hechos 2:44-47 es el comunismo santo en contraste a el comunismo ateísto. La comunión de mercaderías salió de una vida espiritual (Hech. 4:32-37). No fue forzado por el gobierno pero fue dado espontáneamente de un amor por una gente regenerada. Nosotros no leemos de ninguna otra asamblea en las Escrituras haciendo esto. Fue una cosa temporaria en Jerusalén, que duró mientras que continuaron las circunstancias por las cuales provinieron, y entonces fue discontinuado. No se quitó la pobreza. Los pobres siempre estarán con nosotros (Mat. 26:11). La Biblia nos dice que debemos de alimentar el hambriento. El comunismo ateísta dice a los hambrientos que tomen lo que quieren para sí mismos. La Biblia enseña que la envidia es un pecado. El comunista declara que la virtud nueva regenerará la sociedad. El Cristianismo dice que lo que yo tengo es suyo si usted lo necesita. El comunismo anticristiano dice que lo que es suyo es mió, y lo tomaré. El primero es el impulso de amor; el posterior es la ley de un poder maligno. El primero es para el bienestar general; el segundo es para la igualdad general. El primero es una comunidad del corazón; el segundo es una comunidad de mercaderías.
Los Cristianos deben actuar hacia otros en la gracia que les ha sido mostrada. El Señor que hace el sol brillar sobre la maldad y sobre el bien y la lluvia caer sobre los justos y sobre los injustos ejemplifica las acciones de los Cristianos hacia unos a otro. Aquellos que sostienen la gracia común usan el dicho “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” de Mateo 5:45 para justificar su punto de vista. Pero este versículo de la Escritura es mejor entendido en la luz de la providencia y la paciencia de Dios, en vez de asociarlo con la frase humana, “la gracia común.”
La palabra griega para “providencia” (pronoia) significa presciencia, prudencia, cuidado providencial, o hacer provisión (Hech. 24:2; Rom. 13:14). Dios ha hecho provisión para todas Sus criaturas. La forma del verbo de esta palabra significa percibir antes o proveer para uno (I Tim. 5:8). Es usado en el sentido de pensar de o cuidar para (Rom. 12:17; II Cor. 8:21). La providencia es el propósito en ejecución.
La palabra griega para paciencia (anoche) significa tolerancia o paciencia (Rom. 2:4; 3:25). Dios tolera a muchos por la causa de aquellos que El dio al Hijo en el pacto de la redención. En Su tolerancia, Dios no retiene Su bondad en el sentido de enviar la solana y la lluvia y iluminando a toda persona racional con la luz del conocimiento general (Juan 1:4; Rom. 1:19-21). El trigo y la cizaña crecen juntos en el mundo hasta la cosecha.
Los Cristianos actuando hacia otros en la gracia que les ha sido mostrado es una manifestación de la justicia impartida. Amar a nuestros enemigos es nuestra obligación. No sabemos cuántos de ellos pueden estar entre aquellos que el Padre dio al Hijo en el pacto de la redención. Este es el motivo más grande y fuerte para manifestar amor a nuestros enemigos. Dios nos amó cuando nosotros éramos Sus enemigos (Rom. 5:6-10). El continuó hacer cosas buenas para nosotros en Su providencia cuando no éramos agradecidos y profanos. Los creyentes no saben quienes son los elegidos. Por tanto, debemos actuar indistintamente hacia nuestros vecinos.
Un enemigo sediento y hambriento debería ser dado alimento y bebida: “Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si tuviere sed, dale de beber agua; Porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, Y Jehová te lo pagará” (Prov. 25:21, 22). No esperan una recompensa del enemigo. El Señor dará la recompensa. El apóstol Pablo exhortó a los Cristianos “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres....No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Rom. 12:17, 21). El mismo principio es enseñado en I Tesalonicenses 5:15.
13
LA GRACIA DADA EN CRISTO JESÚS
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La gracia fue dada a los elegidos en Cristo Jesús en el propósito de Dios antes de “los tiempos de los siglos.” Los elegidos son dados a Jesucristo antes de la fundación del mundo; por lo tanto, ellos son escogidos en El. Aquellos que son escogidos en Cristo son redimidos en el tiempo. Jesucristo es el elegido de Dios: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones” (Isa. 42:1). En I Pedro 2:6, el Señor Jesús es llamado el escogido de Dios: “...He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, precioso....” Cristo fue escogido por el Padre para redimirnos, y nosotros somos escogidos en Jesucristo. Isaías profetizó que Jesucristo vendría como un Siervo; El fue Divinamente escogido para Su obra; El sería ungido con el Espíritu; El sería tierno y manso; Su coraje sería igual con Su mansedumbre; El tuvo seguridad en el éxito de Su causa; El fue un Profeta de las cosas venideras.
Por tanto, El Redentor elegido es representado como actuar bajo el nombramiento y la autorización del Padre eterno. Dios, como el soberano contra quien el hombre ha pecado, solo fue competente determinar si cualquier mediación podría ser admitido entre Sí y Sus criaturas rebeldes. El también debe determinar la naturaleza que esa mediación debe ser, si es que la haya. Jesucristo es la Cabeza de elección y de los elegidos de Dios. Por lo tanto, El es dicho en la predestinación a ser el primogénito entre muchos hermanos (Rom. 8:29). El Padre no escogió algunos de entre la humanidad aparte de Jesucristo. Como en la matriz de la mujer, la cabeza y los miembros no son concebidos separadamente; Jesucristo, la Cabeza, y los miembros, el cuerpo de Cristo, fueron formados juntos en la elección. El escogimiento de Dios no terminó con Cristo “y” nosotros pero con nosotros “en” Cristo. La elección Divina no debe ser considerada aparte de Jesucristo como la Cabeza de los elegidos. Jesucristo tiene vida en Sí Mismo (Juan 1:4; 5:26). El postrer Adán—Jesucristo—fue hecho espíritu vivificante (I Cor. 15:45). Este no fue para Sí Mismo sino para los elegidos. Los elegidos son reconciliados a Dios; pero en esta reconciliación, el finito se queda criatura y el Infinito se queda Creador soberano. El Hijo es la fuente de vida Divina porque El es igual con el Padre.
Hay una unión que involucra más que la regeneración por el Espíritu Santo. También involucra más que la fe en Jesucristo. La unión de los elegidos con Jesucristo tiene una naturaleza peculiar en sí. Puede ser comparado con una otra unión pero nunca puede ser totalmente explicada por cualquier otra unión. La unión entre el cuerpo humano y el alma humana es una maravilla. Es un hecho inexplicable. La unión entre la madre y el niño es una unión única en su esfera. Es difícil de explicar, pero es una realidad. La unión entre una vid y sus pámpanos es una unión inexplicable de la vida. La unión entre un hombre y su esposa es un misterio, pero es una realidad. La unión que nosotros tenemos con Jesucristo no puede ser explicado por estas uniones. Nosotros no podemos comprender la unión hipostática de la naturaleza Divina a la naturaleza humana de Jesucristo; aún nosotros la aceptamos como una verdad Bíblica. Pero nosotros no podemos comprender el misterio de esa verdad. Aunque algunas cosas acerca de esa verdad son expuestas, permanece un misterio; y siempre será un misterio. El misterio de la unión entre Jesucristo y el creyente es un misterio, pero el alma de cada persona regenerada está satisfecha al saber que él es unido a Jesucristo.
Una doctrina muy sutil concerniente a la unión que no es la verdad de la Santa Escritura, es enseñada por algunos. Aquellos que sostienen esta doctrina enseñan que la tesis—Dios es el Creador y nosotros somos las criaturas del hecho creativo de Dios—y la antítesis—la unión entre el Dios y el hombre—se encuentran su síntesis en el Mediador quien es ambos infinita y finita. Ellos declaran que Dios es el Creador; el hombre es la criatura. Dios es infinito; el hombre es finito. Dios mora en el eterno; el hombre vive en lo temporal. Dios es santo; el hombre no es santo. Dios es justo; el hombre es injusto. Pero su opinión es que las diferencias desaparecen en Cristo quien media igualmente entre el Dios y hombre, espíritu y cuerpo, tiempo y eternidad, y cielo e el infierno. Así, ellos concluyen que en Cristo como el Mediador todos los contrastes desaparecen.
Contrario a esa doctrina sutil concerniente a la unión, el contraste entre Dios y el hombre nunca dejará de ser. Dios siempre será el infinito, y el hombre siempre será el finito. Dios siempre será el Creador y el hombre la criatura. Jesucristo unió en Sí Mismo las naturalezas humanas y Divinas, pero estas dos naturalezas nunca son mezcladas. Cada una retiene sus propiedades propias. Si todos los contrastes fueron destruidos, el hombre llegaría a ser Dios. El cielo siempre será el cielo. El infierno siempre será el infierno. Dios siempre será el Creador. El hombre siempre será la criatura. Estos contrastes nunca serán destruidos.
La unión con Cristo es un gran misterio impenetrable, pero los aspectos diferentes de esta unión no son misteriosos. Ellos son afirmados en términos que nosotros podemos comprender, aunque no podemos comprenderlos totalmente. La definición más clara de un misterio a un hijo de Dios es que es algo que es revelado progresivamente a él. Hay etapas diferentes de nuestra unión con Cristo, y estos son expuestos en los párrafos que siguen:
PRIMERO—La primera etapa de esta unión con Cristo descansa en el decreto eterno de Dios de la elección Divina. Los elegidos fueron dados a Jesucristo. Una relación fue establecida entre el Padre y los elegidos en esto punto. Si la elección fue según la fe prevista, el escogimiento no sería de personas sino de las virtudes. Dios escogió personas, y no virtudes. Un hecho de la fe es un hecho de la gracia. La elección no es según la muerte prevista de Jesucristo. En ninguna parte se nos ha dicho que somos elegidos mediante la sangre de Jesucristo. La sangre es la causa de la salvación, pero no es la causa de la elección. El derramamiento de sangre por Jesucristo es el resultado de Dios nos habiendo dado a Jesucristo antes que el mundo comenzó. No somos elegidos para estar en Cristo. Sino por la elección, fuimos dados a Jesucristo antes que el mundo comenzó. La elección no es en el punto de la fe de uno en Cristo. Si fuera así, esto haría que Dios fuera subserviente al hombre.
La duración de la existencia Divina es desde la eternidad, según nuestra manera de comprender la eternidad. La duración Divina debe ser considerada totalmente permanente y el siempre presente ahora, incapaz de división entre partes cualquier más de la existencia Divina de Dios puede ser dividida entre partes. Como el presente “YO SOY” de la existencia Divina llena de una vez la tierra y el cielo, el presente “ahora” de la duración Divina comprende de una vez todo el tiempo y la eternidad (I Rey. 8:27; Sal. 139:7; Isa. 46:9, 10; Hech. 15:18). Por lo tanto, fuimos dados a Cristo, y la gracia nos fue dada en Jesucristo antes que el mundo comenzó. Todas las relaciones subsiguientes fluyen del pacto eterno de Dios.
SEGUNDO—La segunda etapa de nuestra unión con Cristo ocurrió cuando Jesucristo vino a este mundo. Esto involucra más de la encarnación. La encarnación Le puso en la posición para llegar ser nuestro Mediador, Fiador, Defensor, Redentor, etc. El Hijo de Dios llevó a todos los elegidos en los lomos de Su gracia, como Adán llevó todos los hijos de la humanidad en sus lomos en la caída. Cuando el Señor Jesucristo murió y resucitó otra vez, nosotros morimos con El, fuimos levantados con El, y estamos sentados con El en los lugares celestiales (Ef. 2:6).
TERCERO—La tercera etapa de nuestra unión con Jesucristo ocurre cuando los elegidos son nacidos del Espíritu. Este se lleva a cabo en el tiempo de amor, cuando el Espíritu de Dios implanta el Espíritu de vida en los corazones de aquellos por quienes Cristo murió (Ezeq. 16:8). Hasta esta etapa, la unión mística fue escondida en el decreto del Padre y en los lomos del Mediador. Esta etapa debe ser distinguida del próximo.
CUARTO—La cuarta etapa de nuestra unión con Jesucristo comienza no con el vivificamiento por el Espíritu Santo pero cuando uno llegue a ser consciente de lo que Jesucristo hizo para él; y entonces por la fe, que es el fruto de elección Divina, él acepta el Señor Jesucristo como el Salvador y Señor. La fe salvadora es dada en la regeneración; pero puede haber algún tiempo entre la regeneración de una persona por el Espíritu, llegando ser consciente de lo que Jesucristo ha hecho por él, y su ejercicio de la fe dada a él en la regeneración para confiar en el Señor como el Salvador. Un niño posee su madre desde la concepción. Pero el conocimiento del amor de su madre viene gradualmente. Aunque algún tiempo pasa antes de que nosotros vengamos a una comprensión consciente de nuestra unión con Cristo, esta unión subjetiva existió desde el tiempo de regeneración. Un individuo nunca puede creer en Jesucristo sin esta unión subjetiva. Decir que una persona no está unida en ningún sentido hasta que es conscientemente consciente de la unión por la fe, es como decir que un nene no es unido a su madre hasta que crece suficiente para llegar a ser consciente de la unión. En el tiempo de aceptar a Jesucristo por la fe, hay un sentido en que uno es unido conscientemente. Pero había una unión subjetiva que precedió aquella unión, capacitándole creer, aceptar a Jesucristo, y llegar ser consciente de la unión. Había uniones que precedieron aquella unión—cuando Jesucristo llevó las personas elegidas a la cruz en los lomos de Su gracia y cuando el Padre le dio gracia en el Hijo antes que el mundo fuera.
QUINTO—La quinta y la unión final con Cristo será en la glorificación. La unión que comenzó con la elección Divina será consumada en la glorificación, cuando estos cuerpos de humillación sean adaptados como el cuerpo glorificado del Señor Jesucristo. El Cristiano todavía está perfeccionado; por lo tanto, él crece en la gracia mientras que busca la apariencia gloriosa de Jesucristo, cuando él sea perfecto.
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LA GRACIA DADA A LOS ELEGIDOS
ANTES DE LOS TIEMPOS DE LOS SIGLOS
Aquel quien nos ha salvado [sosantos, aoristo activo participio de sodzo, que significa ha salvado] y quien nos ha llamado [kalesantos, aoristo activo participio de kaleo, que significa ha llamado] con un llamamiento [klesei, instrumental de klesis, que significa llamamiento, llamando o estación de vida] santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito [prothesin, acusativo femenino singular del sustantivo prothesis, significando Dios planeó o preparó antes del tiempo] y la gracia [charin, acusativo femenino singular del sustantivo charis, que significa la gracia, favor libre, o dádiva] habiendo sido dada [dotheisan, aoristo pasivo participio singular femenino acusativo de didomi, que significa dar o conferir] a nosotros en Cristo Jesús antes de [pro, que significa antes o antes de] los tiempos de los siglos.—II Timoteo 1:9 (traducción)
La gracia fue dada a los elegidos “en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos.” La traducción “antes de los tiempos de los siglos” no hace violencia al texto griego, ni tampoco la traducción “desde toda la eternidad.” El don de la gracia fue por el Padre al Hijo en la eternidad. El Padre dio la gracia a los elegidos en Cristo en Su propósito eterno en la eternidad. La segunda etapa de dar es la impartición de la gracia por el Espíritu Santo en el hecho de la regeneración. Esto se lleva a cabo en el corazón de la persona quien ha llegado a ser una entidad—nacido de la carne—y ha sido preservado por la gracia prevenida hasta que el tiempo en que el Espíritu Santo lo regenera y lo da el don de la gracia en el tiempo. No vemos la preciosidad de esta verdad en su perspectiva adecuada a menos que veamos la gracia comenzando con el Padre en la eternidad, cuando El dio la gracia a cada individuo a que El escogió en Cristo.
Hay una diferencia entre haber sido dado algo “en” Cristo en la eternidad y ser bendecido “mediante” Cristo en el tiempo. Dios haciendo algo para nosotros “en” Cristo refiere al acto eminente entre Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo. La palabra eminente es un adjetivo que describe lo que pasó dentro de la Deidad en la eternidad. Esto es exactamente lo que es enseñado en Dios habiéndonos salvado antes de los tiempos de los siglos. Dios propuso en la eternidad dar la gracia a los elegidos en Jesucristo en el tiempo (Ef. 1:3, 4). Dios haciendo algo para nosotros “mediante” Cristo es hecho en el tiempo. Lo que es actualmente hecho y aplicado a los elegidos es mediante Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Tenemos la redención mediante Su sangre (Ef. 1:7; Col. 1:14). Tenemos paz mediante la sangre de Cristo en la cruz (Col. 1:20). Tenemos acceso al lugar santísimo mediante Jesucristo (Heb. 10:19).
El decreto de elección Divina se llevó acabo “en” Cristo en la eternidad (Ef. 1:3, 4). La elección “según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu” no se refiere al decreto de la elección Divina (I Ped. 1:2). Se refiere a Dios actualmente escogiendo los elegidos de entre la humanidad y salvándolos por Su gracia. La misma verdad es enseñada por el Señor Jesús cuando El dijo, “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19). Entonces, la palabra elección es usada en dos maneras—el decreto de Dios y Su escogimiento actual en el tiempo. Dios planeó lo que El haría desde la fundación del mundo.
Hay un doble dando de la gracia—en la eternidad y en el tiempo. La gracia dada en la eternidad fue por el Padre. La gracia dada en el tiempo es por el Espíritu Santo. “Porque por gracia sois salvos [sesosmenoi, el perfecto pasivo participio de sodzo, que significa haber sido salvado] por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8). Los santos de Éfeso fueron completamente salvos por la gracia en el tiempo pasado, resultando en un estado de la salvación en el tiempo presente cuando les escribió Pablo. Por tanto, nunca hubo un tiempo en el que la persona regenerada no estuviera en un estado de gracia, porque la gracia le fue dada en Cristo eternamente por el Padre. Además, nunca habrá un tiempo que él no esté en un estado de gracia. El está en un estado de gracia actualmente como el resultado del Espíritu Santo regenerándole e impartiendo a él la gracia de Dios. El es guardado por la gracia ahora, y él siempre estará en un estado de gracia.
La gracia fue dada en el intento pero no actualmente en la eternidad. El don de la gracia fue ordenado como una dádiva actual en el propósito eterno de Dios. Esto puede ser entendido en el mismo sentido como la glorificación. La persona elegida, redimida, regenerada, y convertida es preordinada, predestinada, llamada, justificada, y está puesta en las bendiciones de esas cuatro grandes verdades; pero él todavía no ha sido glorificado (Rom. 8:29, 30). Sin embargo, desde el punto de vista de Dios, él es glorificado ya. Dios “llama las cosas que no son, como si fuesen” (Rom. 4:17). No hay tiempo con Dios. Lo que es futuro para con el hombre es una realidad presente a Dios. Un entendimiento de la eternidad de Dios capacitará a uno aceptar la verdad; y él puede decir con el Salmista, “No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en los más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas, Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas” (Sal. 139:15, 16). El Salmista daba el honor a Dios porque reconoció Su omnipotencia, omnisciencia, y omnipresencia.
Una existencia conocida y una existencia verdadera son conocidas simultáneamente a Dios. Esta verdad puede ser ilustrada con nuestro conocimiento de la profecía. Hay muchas profecías que no están cumplidas aún. El Cristiano las cree sobre la autoridad de palabra de Dios. Jesucristo no ha venido aún como el Rey de reyes y Señor de señores. El no reina en el trono de Su padre David. El conocimiento del Señor no cubre la tierra como las aguas cubre el mar. Los hombres no están cambiando sus instrumentos de guerra en instrumentos de paz. Pero nosotros creemos estas profecías y las comprendemos, en una medida, basada en la autoridad del testimonio Divino. Por fe son verdaderas. Ellos son futuros del punto de vista del Cristiano. Los patriarcas vieron cosas de lejos y llamaron esas cosas que no fueron como si fuesen (Heb. 11). Conclusivamente, hay un conocimiento de las cosas futuras que no son actualmente cumplidas. Un astrónomo hace ciertas predicciones concernientes a un eclipse del sol o la luna. Según sus cómputos, pueden pasar seis años antes que el eclipse ocurra, pero el eclipse ya es conocido a él. Entonces, hay un conocimiento conocido y un conocimiento actual, pero ellos no son simultáneos con el hombre. Pero ambos son conocidos simultáneamente a Dios, porque El es siempre el presente “YO SOY.”
El dar de la gracia antes del tiempo y en el tiempo son grandes verdades. El tiempo del impartir la gracia por el Espíritu Santo no es conocido al individuo. El no está consciente de la gracia de Dios en la regeneración. La gracia dada en Jesucristo antes de que el mundo comenzara es un misterio (I Cor. 2:6-10). El individuo elegido no sabe nada acerca de este don de la gracia mientras que esté en el estado de la depravación. En el punto del tiempo cuando el Espíritu Santo imparta la gracia, el individuo elegido todavía no será consciente de la gracia que le fue dada en Jesucristo antes de los tiempos de los siglos. El Espíritu Santo toma las cosas de Dios y los revela a la persona regenerada a través de un período de tiempo.
La primera mención de la palabra griega para la gracia es Lucas 1:28. La virgen María fue altamente favorecida (kecharitomene, perfecto pasivo participio de charitoo, que significa altamente favorecido o muy agraciado). Ella no fue llena de la gracia. La plenitud de la gracia es característica de Jesucristo Mismo (Juan 1:16). María fue muy agraciada sin estar consciente de ello. Ella fue bendecida por el fruto de su vientre, el Señor Jesús. Ella dio a luz a la naturaleza humana que Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, asumió en la encarnación. María tuvo que ser informado de su don de la gracia; después, ella fue dudosa y necesitaba la seguridad. Ella estaba confundida acerca de la importancia de la gracia dada a ella. Esto es cierto en todo recipiente de la gracia.
El sentido más alto de la gracia es Dios obrando en nosotros para producir “así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13). Es Dios Mismo obrando en maneras especiales por Su propio fin. La gracia es la presencia del Espíritu Santo dada gratuitamente a un hombre, aplicando Cristo a él y manifestando Cristo en él y a través de él.
Tener un corazón grande no es la gracia. Pervierte la gracia en su forma más cierta, porque se quita de la justicia de Dios y la cruz de Jesucristo. Muchos religiosos creen que la gracia es dada como una recompensa por un trabajo que ha sido hecho por un individuo. Pero si la gracia aceptará un pago, no sería gracia. Cualquiera quien piensa que él será aceptado con Dios en el futuro porque él ha hecho ciertas cosas aquí mientras estaba sobre la tierra, no comprende la gracia.
La gracia no es un cambio para la fe. Muchos creen que llegan a poseer la gracia porque ellos reúnen suficiente fe humana para aceptar a Jesucristo. Pero la gracia no es una recompensa para la fe. Produce la fe por la cual uno acepta a Jesucristo como el Señor y Salvador en una experiencia de conversión.
La salvación de un pecador es una acción judicial que fluye de un acto de la gracia por el cual el Padre puso a la muerte a Su Hijo por los elegidos. La palabra griega para la gracia (charis) contiene la idea de la bondad conferida sobre uno que no la merece. Esta es usada en la bondad misericordiosa por la cual Dios regenera a los elegidos, los voltea a Jesucristo, y los fortalece en la fe, conocimiento, y el afecto. Los enciende para ejercer las virtudes Cristianas y los forma en la semejanza de Jesucristo en la glorificación.
La salvación objetiva yace en el propósito eterno de Dios. Es un acto de Dios en la gracia hacia los elegidos. La salvación subjetiva es dada en el tiempo por grados. Dios primeramente salva, entonces santifica, y glorificará aquellos quienes El salva y santifica. Hay tres aspectos a la salvación de uno: “El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte” (II Cor. 1:10). Dios nos ha salvado de la condenación y culpabilidad del pecado. El está presentemente salvándonos del poder del pecado. El nos salvará de la presencia de pecado. La gracia nos libra del pecado, nos restaura al favor Divino, y nos preserva al reino celestial. Por tanto, la gracia es el hilo dorado que corre desde la eternidad al tiempo y hacia atrás en la eternidad.
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Pero que ahora habiendo sido manifestada [phanerotheisan, aoristo pasivo participio de phaneroo, que significa revelar, manifestar, o aparecer] por la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, por un parte quien ha cancelado [katargesantos, aoristo activo participio de katargeo, que significa anular, cancelar, destruir, o abolir] la muerte, por otro parte habiendo sacado a luz [photisantos, aoristo activo participio de photidzo, que significa sacar a luz] la vida y la incorruptibilidad [aphtharsian, acusativo de aphtharsia] por medio del evangelio.—II Timoteo 1:10 (traducción)
El apóstol Pablo movió desde la eternidad en II Timoteo 1:9 al tiempo en II Timoteo 1:10. La gracia que fue dada a los elegidos en el propósito de Dios antes de los tiempos de los siglos “ahora habiendo sido manifestada por la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, por un parte quien ha cancelado la muerte, por otro parte habiendo sacado a luz la vida y la incorruptibilidad por medio del evangelio.”
Hay armonía entre Tito 2:11-13, Romanos 16:25-27, y II Timoteo 1:10. La palabra griega traducida “ha manifestado” (epephane, aoristo pasivo indicativo de epiphaino) en Tito 2:11 significa resplandeció o vino abiertamente a la vista. Por cuanto, en Tito 2:13, la palabra traducida “manifestación” (epiphaneian, el acusativo de epiphaneia) significa apareciendo, aparición, o venida y no viene de la misma palabra griega. Pablo es el único apóstol que usó esta palabra. El la usó seis veces, cinco de las cuales se refieren al segundo advenimiento de Jesucristo (II Tes. 2:8; I Tim. 6:14; II Tim. 4:1, 8; Tito 2:13). El sexto uso, que es la misma palabra, se refiere a la encarnación (II Tim. 1:10). Otra inflexión de la misma palabra es usada en Romanos 16:26—"pero que ha sido manifestado, [phanerothentos, el aoristo pasivo participio de phaneroo] ahora."
La encarnación, que es más del simple hecho, es un misterio. La vida, la muerte, la resurrección, la ascensión, y el segundo advenimiento de Jesucristo están todas incluidas en la encarnación. Hay el misterio en la piedad (I Tim. 3:16), el misterio de la unión con Cristo (Col. 1:27), el misterio de Israel (Rom. 11:25, 26), el misterio de la iniquidad (II Tes. 2:7), etc. El misterio del evangelio, que fue guardado como en secreto desde que el mundo comenzó, no indica que es incomprensible al santo. Lo que fue ocultado en el propósito secreto de Dios es revelado en la encarnación de Jesucristo. Los Cristianos no comprenden completamente estos misterios. Ellos continuarán dándose a conocer a nosotros a lo largo de la eternidad.
La unión hipostática, que es la unión de la naturaleza Divina y la naturaleza humana en la Persona única, es relacionada a la encarnación. El aspecto negativo de la unión hipostática es enseñado. La unión hipostática no fue una unión consubstacional. No fue la unión de uno y la misma naturaleza. La unión de las dos naturalezas de Cristo es indisoluble. El se levantó de la muerte, ascendió, vendrá otra vez, y reinará para siempre en Su cuerpo glorificado. El aspecto positivo de la unión hipostática es enseñado. La unión hipostática es una en la que la naturaleza humana fue unida milagrosamente con Cristo (Luc. 1:34, 35). Fue milagroso proteger Su naturaleza humana del pecado original. Si hubiera sido contaminada Su naturaleza humana con el pecado original, El no hubiera podido haber muerto por los pecados de los elegidos. El hubiera tenido que morir por Su propio pecado. El Espíritu de Dios separó una sección de la matriz de María y la protegió del pecado original. La unión hipostática fue una en que la naturaleza humana fue unida intricádamente con Cristo. Jesucristo asumió un cuerpo, un alma, y un espíritu humano sin pecado, a fin de morir por los pecados de los elegidos y proveer la salvación para sus cuerpos, almas, y espíritus pecaminosos. La redención completa fue provista en la cruz.
La unión hipostática es una en la que todas las debilidades que la naturaleza humana de Cristo poseyó fueron sin el pecado. Esta unión es una en la que cada una de la naturaleza humana y la naturaleza Divina retuvieron sus propias propiedades y las calidades esenciales. La naturaleza humana y la naturaleza Divina nunca fueron confundidas. Cristo poseyó ambas naturalezas sin una mezcla o cambio. El era Dios antes de que El viniera. El era el Dios-Hombre cuando vino. El nunca pondrá aparte la naturaleza que El asumió cuando vino. El vivió, murió, resucitó, ascendió, y volverá otra vez como el Dios-Hombre.
La unión hipostática es una en la que los efectos de cada naturaleza atribuida a y de acuerdo en toda la Persona de Cristo. Las propiedades de la naturaleza Divina nunca fueron impartidas a la naturaleza humana, y las propiedades de la naturaleza humana nunca fueron impartidas a la naturaleza Divina. Pero hay cooperación en las dos. Su obra mediadora es según las dos naturalezas.
Jesucristo tuvo dos naturalezas y dos voluntades, las dos perfectas. La naturaleza humana de Cristo hizo lo que fue humano, y Su naturaleza Divina le dio aprobación y valor infinito. Sólo la naturaleza humana podría ser cansada, sufrir, tener hambre, tener sed, morir, etc. Dios absolutamente considerado no podría llegar a ser cansado, sufrir, tener hambre, sediento, morir, etc. “...Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados...” (II Cor. 5:19).
Juan no mencionó la natividad en su evangelio. Los otros escritores evangélicos si lo hicieron. Juan registró el principio subordinado de todos los datos. Dios fue manifestado en la carne, y el Verbo fue hecho carne (Juan 1:1, 14). Los otros escritores evangélicos registraron los datos. Juan afirmó la Persona tomando la carne—Cristo el Verbo viviente. El relacionó la naturaleza que El asumió y la aprobación misma. Una verdadera naturaleza humana fue unida con la Persona Divina. El Salvador quien apareció es la personificación viva del propósito eterno de Dios y el amor del Padre.
La palabra griega para cancelado (katargesantos, aoristo activo participio de katargeo) en II Timoteo 1:10 es una palabra favorita usada por Pablo. Significa cancelar, abrogar, o abolir. La palabra es usada en el sentido de rendir inútil en conexión con la higuera no fructífera (Luc. 13:7). Significa sin efecto o anular (Rom. 3:3, 31), librar de (Rom. 7:2, 6), traer al final (I Cor. 2:6; 13:8), y destruir (I Cor. 15:26; II Tes. 2:8). Hay no contradicción entre el uso de la palabra griega en I Corintios 15:26, donde es traducida destruido, y en II Timoteo 1:10, donde es traducida quitó (canceló). La anterior refiere a la consumación de la obra de Cristo para siempre. La posterior refiere a la gama total—completo—de la muerte de Cristo en la cruz. La muerte física no ha sido completamente destruida. Es el enemigo final a ser destruido (I Cor. 15:26). Entonces ya no habrá muerte (Apoc. 21:4).
El contexto de II Timoteo 1:10 revela que Jesucristo es la personificación viva del propósito y la gracia del Padre. El también ha hecho la muerte, que es la maldición de hombre, inoperativa en cuanto a los elegidos. La muerte es la antítesis de la vida. El pecado y la muerte son los enemigos más grandes para los hombres. Ambos están en alianza contra el hombre. El pecado es la razón por la transgresión, y la muerte es la penalidad para la transgresión: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).
Las preguntas siguientes con sus respuestas deben ser consideradas:
1. ¿Por qué debe Timoteo sufrir opresión por el testimonio de Jesucristo? En el testimonio de Cristo, la revelación entera de la Deidad es hecha conocida a nosotros. La revelación de Dios en Cristo—quien ha salvado, eficazmente llamado, venció sobre la muerte, y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio—es hecha conocida mediante el testimonio de Cristo.
2. ¿Es la muerte realmente muerta? Hay un sentido en que no es. La muerte física todavía no está quitada. La carne del hombre es como la hierba que se seca y la flor que se cae (I Ped. 1:24). La vida física del hombre es como la neblina que pronto se desvanece (Sant. 4:14). Está establecido a los hombres que mueran una sola vez (Heb. 9:27).
3. ¿Qué hace que la muerte sea el objeto del temor y la aprehensión universal? La responsabilidad que uno debe dar a Dios, no el hecho de la muerte misma, es el objeto del temor y la aprehensión universal. Todos los hombres conocen la existencia de Dios, y ellos saben que ellos Le deben encarar. La abolición de la muerte es sólo para aquellos por quienes Cristo murió. El puso Su vida por las ovejas, no por los cabritos (Juan 10:11, 15). Los elegidos consisten de las ovejas perdidas y salvadas. Todas las ovejas perdidas serán encontradas y salvadas (Juan 10:16). Los no elegidos son los cabritos y nunca serán algo más. Jesucristo sólo gustó la muerte por los elegidos.
Los elegidos mueren físicamente, pero el aguijón de la muerte ha sido quitado de ellos. Aunque encarcelado, el apóstol Pablo no temió la muerte. El llamó a la muerte una partida (II Tim. 4:6-8) y sueño (I Tes. 4:13-18). La vida eterna estaba en él, y él estaba seguro de la inmortalidad. Todo hijo de Dios irá por medio del valle de la sombra de la muerte, si el Señor tarda Su venida. Pablo podía decir que el morir es ganancia (Fil. 1:21). Es ganancia porque el mismo cuerpo de la persona elegida quien muere será resucitada y glorificada como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Solo la gracia de Dios puede dar esta seguridad.
4. ¿Cuál es el enemigo verdadero de quien estamos hablando? La misma muerte es el enemigo verdadero. Suponga que no había revelación de Dios concerniente a la muerte. La razón humana le diría que la muerte es el cesación de ser, es universal porque todo muere, y que es ineludible e irreparable. La Escritura enseña la naturaleza verdadera de la muerte. La causa de la muerte es el pecado. El remedio verdadero para la muerte es Jesucristo quien quitó la muerte—hizo la muerte inoperativa a aquellos quienes son regenerados por el Espíritu Santo. La muerte de Cristo en la cruz es la muerte de la muerte para los elegidos. Jesucristo hizo la muerte espiritualmente inoperativa para los elegidos (Ef. 2:1). El lo hizo en Su propia Persona a favor de las ovejas (Juan 10:15-18). El fue crucificado para que los elegidos no tuvieron que pagar por sus propios pecados (Gál. 3:13).
Jesucristo fue victorioso no sólo en Su muerte pero también en la abolición de la muerte por Su pueblo. El fue resucitado de entre los muertos por Su propio poder. El espíritu de uno quien conoce a Cristo como el Salvador y el Señor fue expresado por Simeón cuando él habló de su muerte como una partida, no como algo que debe ser temido: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación” (Luc. 2:29, 30).
Al hijo de Dios, hay vida en vez de la muerte y no la vida después de la muerte. Dios hizo el primer matrimonio del cuerpo y alma en la creación. El sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (Gén. 2:7). Job dijo que después de deshecha su piel, en su carne ha de ver a Dios (Job 19:26). El Cristiano sabe que “si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial” (II Cor. 5:1, 2).
La muerte es un tema evitado por la mayoría. El no cristiano quiere poner su cabeza en la arena e ignorar la muerte. No obstante, la muerte es una realidad de la que lo Cristianos bien informados no se molestan en discutir. La muerte está determinada a todo viviente: “Porque yo sé que me conduces a la muerte, Y a la casa determinada a todo viviente” (Job 30:23). Job tuvo un conocimiento personal de la muerte—"Yo sé." El atribuyó la muerte a Dios, no al hombre—"me conduces a la muerte." Los hombres atribuyen la muerte a la enfermedad, accidente, etc., pero las Escrituras la atribuyen a Dios. La muerte es de una cita Divina. Es universal—"a todo viviente." Algunos son abortos. Ellos mueren antes de salir de la matriz. Otros mueren en la infancia, la juventud, mediana edad, o en la vejez.
Hay razones diversas para la inquietud acerca de la muerte. Algunos son aprensivos acerca del golpe de la muerte. Otros temen entrando en un mundo de que hay no regreso. Algunos están dudosos acerca de su relación redentora con Dios y a la eternidad. Otros llegan estar tan ocupados con el pensamiento de ver a Dios cara a cara que olvidan las promesas de las bendiciones eternas que los capacitan a mirar más allá de la muerte, al estado eterno.
Hay una muerte temporal. La influencia del creyente puede estar muerta, como resultado de su desobediencia a Dios. Esta es la amonestación del Señor a los Cristianos que son influencialmente muertos: “Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo” (Ef. 5:14). La novia del Cantar de los Cantares fue un Cristiano durmiente (Cant. 5:2-8). La relación del Cristiano es segura, pero su compañerismo no es. La novia se había dormida, se desnudó de la ropa de la separación, y lavó sus propios pies. Solamente el Señor puede limpiarnos del contacto diario con el pecado (Juan 13:3-10). El retira Su presencia consciente del Cristiano temporalmente muerto. Los Cristianos resbalados mal gastan su aliento orando. La confesión de pecado debe preceder a sus oraciones. También hay una muerte posicional. Es la muerte al pecado en Cristo (Rom. 6:1-11). Hay una muerte operacional. Es la fe sin obras: “la fe sin obras está muerta” (Sant. 2:26). Hay una muerte sexual. Es la inhabilidad de procrear (Rom. 4:19).
El tema mayor de Hebreos 9 y 10 es la muerte. En la historia, el hombre es nacido, vive, y muere una vez físicamente. De una perspectiva diferente en la historia, Jesucristo fue nacido, vivió, y murió una vez físicamente. La naturaleza de la muerte física es la misma en todos. Originó con Adán (Gén. 2:17; 3:19; Rom. 5:12). Adán no fue inmortal. La inmortalidad es la inmunidad de la muerte. Solo Dios es inmune de la muerte. Jesucristo, quien es “...el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” (I Tim. 6:14-16). La declaración “la inmortalidad del alma” no es Bíblica. Dios no pudo crear una criatura inmortal. El no puede crear Dios. Solo Dios es inmutable: “...[el] Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Sant. 1:17).
La declaración “la inmortalidad condicional” es hipotética, basada en la suposición que si Adán no hubiera pecado su cuerpo hubiera sido guardado en el equilibrio perpetuo. Adán pecó y trajo la muerte sobre sí mismo y toda su posteridad. La muerte es llamada la morada eterna del hombre (Ecl. 12:5). El cuerpo del hombre es la creación maravillosa de Dios (Sal. 139:13-16). El cuerpo fue formado primero, y entonces el alma fue infundida en el cuerpo formado. La infusión del alma fue la creación del hombre por Dios. El alma es la creación directa de Dios.
Una persona está constituida por el cuerpo, el alma, y el espíritu (I Tes. 5:23). Cada uno es distinto del otro (Heb. 4:12). Sobre el cuerpo viene la sentencia de la muerte (Rom. 8:10). El principio de la muerte está presente, y el cuerpo es la presa de la muerte. La muerte es el resultado del pecado. Tan pronto que el cuerpo es concebido en la matriz, es pecaminoso (Sal. 51:5). La muerte puede ser llamada la mortalidad que está en nuestros cuerpo. Hay un tiempo de nacer y un tiempo de morir (Ecl. 3:2). El creyente tiene el consuelo de la presencia de Cristo en el hecho de morir. Jesucristo nos representó en el Calvario. El permanece por nosotros en la vida. El irá con nosotros mediante el valle de la sombra de muerte. En contraste, el incrédulo no tiene la presencia ni el consuelo de Cristo en la muerte. El hecho de morir es instantáneo, pero la muerte puede ser producido por una variedad de causas. La enfermedad, accidentes, y heridas autoinfligidas son consideradas las causas de la muerte, pero el hecho actual está en las manos de Dios. Dios da la vida, y El la toma. Los instrumentos de la muerte están bajo el control de Dios.
El hombre es pasivo en ambos la vida y la muerte. Dios ha determinado los tiempos prefijados. En El vivimos, y nos movemos, y somos (Hech. 17:25, 26, 28). Como el hombre no percibe el cambio obrado en su alma en la regeneración, él no percibe el cambio obrado en su muerte. Siendo vivificado por el Espíritu, el pecador elegido es regenerado, y por la muerte él es admitido en el estado eterno.
Hay grandes lecciones para ser aprendidas acerca de la muerte. Cada persona debería darse cuenta del fin que le espera (Deut. 32:29). Su actitud debería ser la del Salmista, “Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy” (Sal. 39:4). El Cristiano ve a la muerte en la mismo manera que él ve su pecado. Ambos fueron llevados por Jesucristo en el Calvario. Aquel que vive y cree en Jesucristo no morirá eternamente (Juan 11:26). El tiene vida en vez de muerte.
Las siguientes cosas capacitan a las personas que tienen la vida en vez de la muerte a no tener miedo de la muerte: (1) Puesto que la culpabilidad y la condenación de pecado es quitada de nuestras mentes por la gracia, no deberíamos tener miedo de la muerte y el juicio. (2) Sabemos por la palabra de Dios que nuestros pecados han sido perdonados y la muerte no nos puede dañar. (3) Como los santos del Antiguo Testamento murieron en la fe anhelando una mejor patria, así también los santos del Nuevo Testamento (Heb. 11:13-16). (4) La muerte no puede hacer más daño a los hijos de Dios como no lo hizo a Jesucristo. (5) Los creyentes morirán en la unión con Cristo, interesados en Su vida y Su muerte. Esta es la razón por la que las últimas palabras de Cristo son importantes a los Cristianos. Las últimas palabras de David y Pablo revelan que ellos anticiparon estar presente con el Señor (II Sam. 23:1-4; II Tim. 4:6-8). (6) El amor perfecto de Cristo al creyente, no el amor del creyente hacia Cristo, conforta en la muerte. La atención del creyente es dirigido a Cristo y no a sí mismo. (7) Cualquiera que teme el hecho de morir está mirando afuera de Cristo y a sí mismo.
La muerte de Cristo fue en el lugar de la muerte de muchos. (1) Cristo triunfó sobre la muerte por los elegidos. (2) Hay varios dichos notables de Cristo que concuerdan que la muerte del creyente no es la muerte. El creyente nunca verá la segunda muerte (Juan 5:24; 8:51; 11:25, 26). (3) ¿Cómo es que los creyentes no mueren cuando veamos sus cuerpos sepultados? Sus cuerpos tienen la semilla de la incorruptibilidad en ellos. Ellos nunca mueren, no importa como se mueran. (4) Los creyentes sólo pasan mediante la sombra de muerte (Sal. 23:4). Ellos nunca encontrarán así llamado adecuadamente la muerte, porque ellos son poseídos ya de la vida. (5) La abolición actual de la muerte todavía no ha ocurrido (I Cor. 15:26). Pero su aguijón ha sido quitado para el creyente (I Cor. 15:51-58). (6) La muerte ha cesado ser castigo penal para el creyente. La muerte de Cristo en su beneficio le asegura que la muerte es absorbida por la vida (II Cor. 5:4). (7) Cristo es el Príncipe de la vida al Cristiano; por lo tanto, no verá la muerte en sus consecuencias enteras.
¿Puesto que el justo juicio Divino ha sido satisfecho, por qué experimentan los creyentes la muerte física? La muerte física del Cristiano no es el castigo por la paga del pecado. Esa condenación fue llevada por Jesucristo en la cruz (Heb. 2:9). Los creyentes no pueden sufrir por lo que ya ha sido castigado. Ellos han pasado mediante la muerte a la vida (I Cor. 15; Ef. 2:1-10; Heb. 2:14).
¿Puesto que el justo juicio Divino ha sido satisfecho, por qué permanecen las consecuencias del pecado? Esto puede ser ilustrado con una persona encarcelada por un crimen que él ha cometido. Aunque alguien medie por él y él sea librado, él lleva la cicatriz de su delito. Asimismo, los Cristianos sufren muchas cosas en la carne para recordarnos de lo que éramos por la naturaleza y lo que somos por la gracia. Estas cosas deben ser aguantadas a través de nuestra peregrinación terrestre mientras que esperemos la redención de nuestros cuerpos (Rom. 8:23). La muerte temporal o física no tiene la ira eterna en ella. Sin embargo, puede resultar de la disciplina paterna por la desobediencia (I Cor. 11:30; I Jn. 5:16). Moisés cometió este pecado que conduce a la muerte.
Hay contrastes entre la vida y la muerte: (1) El nacimiento físico es la introducción de una persona depravada al mundo. La muerte es el alivio de la naturaleza depravada, como el creyente es introducido al mundo venidero. (2) El nacimiento físico trae a uno al mundo de pecado. La muerte se lleva el creyente del mundo de pecado. (3) El nacimiento físico es al mundo de fatiga y trabajo. La muerte se lleva el creyente al mundo de descanso. (4) El nacimiento físico trae a uno al mundo de tristeza. La muerte le lleva al mundo de regocijo interminable. (5) El nacimiento físico trae a uno al mundo de muerte. La muerte se lleva el creyente al mundo de vida interminable. (6) El nacimiento físico trae a uno al mundo de imperfección. La muerte se lleva el creyente al mundo de la perfección absoluta. (7) El nacimiento espiritual trae a uno en una compañía pequeña de hermanos y hermanas en Cristo. La muerte le lleva al mundo de la gloria con una compañía de todos sus hermanos y hermanas en Cristo.
La muerte de Cristo no fue una interrupción de Su vida continua. El fue puesto a la muerte en la carne pero vivificado en el Espíritu (I Ped. 3:18). La declaración del Señor “porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19) fue hecho antes de Su muerte. Entonces, El declaró que Su muerte en la cruz no interrumpiría Su vida continua. El había predicho ya Su muerte cuando El dijo, “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). “...pongo mi vida por las ovejas” (Juan 10:15). “...Tengo poder para ponerla...” (Juan 10:18). El también habló de Su muerte cuando El dijo, “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Fue necesario que Jesucristo viniera al mundo, ir a la cruz de Calvario para morir, y ser levantado de entre los muertos antes que pudiera haber cualquier vida para los elegidos. Cuando Jesucristo dijo, “Porque yo vivo, vosotros también viviréis,” El habló de la vida de la resurrección. Esta era concerniente de Su muerte y resurrección.
La afirmación del Señor “porque yo vivo” de Juan 14:19 debe ser considerada como la esencia de Dios, o vida como la vida de la resurrección. Como una Persona Divina, el Señor Jesús posee la vida independiente, infinita, inmutable, y eterna. Por tanto, en El es la vida, y siempre habrá la vida en El (Juan 1:4). Toda la vida procede de esta fuente independiente de vida, Jesucristo Mismo. Mediante esta vida, toda la vida es mantenida. Por esta vida, la vida será perfeccionada.
Ninguno fuera del círculo del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo puede participar en la vida independiente, infinita, inmutable, y eterna de Juan 1:4. Las criaturas no la comparten. El Señor Jesús vivió la vida de un Hombre mientras estuvo aquí en la tierra. Como el Dios-Hombre, Cristo fue comisionado a dar Su vida por las ovejas. Su muerte en la carne fue la expiación por los pecados de Su pueblo (Juan 10). La causa adquirente de los elegidos siendo vivificados es por el Espíritu. No hasta la muerte de Cristo en la cruz y Su resurrección de entre los muertos podría ser mostrado Su vida a los elegidos.
“Porque yo vivo” es la vida de la resurrección, una vida mejor que cualquier vida con que un hombre había sido enterado. Es una vida de libertad. Habló de la obra terminada de Cristo (Juan 17). La vida de la resurrección es una vida de favor con el Padre. Es una vida de gloria. La vida de humillación y la vergüenza ya se terminó. A Jesucristo le ha sido dado un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9, 10). La vida de que Cristo proclama ser dueño es una vida después de la muerte y la resurrección. No hay tiempo con el Hijo de Dios; por tanto, El habló como si ya fuera realizado. El “llama las cosas que no son, como si fuesen” (Rom. 4:17).
Jesucristo vive. El estuvo muerto, pero El está vivo por los siglos de los siglos (Apoc. 1:18). Su muerte pasada indica la vida de la resurrección. La muerte de Jesucristo es la fuente de la vida para el pueblo de Dios. “Yo soy el que vivo” es un título que pertenece exclusivamente a Dios. “Vivo por los siglos de los siglos” significa que la vida de Cristo no experimentará una interrupción o terminación. El teniendo las llaves del infierno y la muerte manifiesta Su supremacía sobre el infierno y la muerte. El tiene la autoridad de la muerte.
La vida está garantizada para el pueblo de Dios en Juan 14:19 en la declaración del Señor, “vosotros también viviréis.” Los redimidos reinarán en la vida con Jesucristo (Rom. 5:17; 6:3-11; Gál. 2:19, 20; Ef. 2:5, 6; Col. 3:1-4). Esta vida es ahora incompleta, pero está destinada a ser perfeccionada en la resurrección (I Jn. 3:2).
La palabra porque (hoti) en Juan 14:19 es el nexo conector entre la vida de Cristo y la vida del creyente: “porque yo vivo, vosotros también viviréis.” (1) Su vida prueba que todo ha sido realizado para asegurar la vida por los elegidos de Dios. (2) Su vida prueba que El posee todo lo que es necesario para conferir la vida a los elegidos. (3) Su vida prueba que El sostiene la vida que El da.
La vida perpetua de Jesucristo es de gran consuelo y seguridad para el pueblo de Dios. “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10). La reconciliación objetiva por la muerte de Cristo precede la experiencia subjetiva de esa reconciliación que es la salvación por la vida de Cristo. Una persona no es reconciliada actualmente con el Padre cuando él cree. Como uno de los elegidos de Dios, él fue reconciliado con el Padre cuando Jesucristo murió. La muerte de Cristo quitó la alienación objetivamente antes que se quitara la alienación subjetivamente. La alienación de los elegidos de Dios fue quitada cuando Cristo murió. Es quitada subjetivamente cuando él es regenerado.
Ambos aspectos de la vida y la muerte de la salvación deben ser considerados en Romanos 5:10—(1) Cristo se murió para quitar los pecados. Esto es el medio de la reconciliación. (2) En la vida de Cristo, los elegidos son salvos perpetuamente. La vida de Cristo es el medio de su preservación presente. Ellos no fueron salvos experimentalmente cuando fueron reconciliados por la muerte de Cristo. La reconciliación lleva a Dios. La salvación indica a los elegidos. La primera es la obra de la redención. La segunda es la aplicación de la redención. El impedimento por la parte de Dios fue quitado por el sacrificio de Jesucristo para que los elegidos descarriados pudieron regresar (Isa. 53:6). La salvación por la parte de los elegidos no es realizada hasta que él es vivificado por el Espíritu de Dios. Esta obra de la salvación que comienza en la regeneración continúa a través de la vida Cristiana en la tierra y no será perfeccionada hasta que el hijo de Dios está cara a cara con el Hijo de Dios.
“Seremos salvos por su vida” de Romanos 5:10 se refiere a la vida mediadora de Cristo. El Padre es la Cabeza de la economía mediadora, y El dio la autoridad a Cristo de conferir, mantener, y perfeccionar la vida. Si Cristo no hubiera resucitado de entre los muertos, nuestras esperanzas hubieron perecido con El en el sepulcro. Pero “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (I Ped. 1:3).
Pablo argumenta en Romanos 5:10 desde lo que Cristo ha hecho hasta lo que El hará: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucha más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10). “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rom. 8:32). Es maravilloso que Dios proveyera la salvación para los elegidos, pero no sería maravilloso si El fracasara en aplicar esa salvación. Es maravilloso que Dios nos ha dado promesas preciosas, pero no sería maravilloso si El no las cumpliera. Es maravilloso que Cristo comenzara un obra buena en nosotros, pero no sería maravilloso si El fracasara en completar lo que comenzó. Jesucristo no murió en vano. El es el soporte de nuestra salvación.
La vida continua de Juan 10:28 es en el presente y no en el tiempo pasado del griego. No hay contradicción entre esta declaración y II Timoteo 1:9. El Señor no dijo, “Yo di,” o “Yo daré,” pero “Yo doy” (didomi, presente activo indicativo, que significa yo estoy dando). La vida eterna que fue planeada, comprada, y aplicada es dada continuamente. Es como el brote que crece y expande y florecerá en una flor perfecta en el reino. Además, la justicia poseída se crece y desarrolla como el Cristiano crece y desarrolla. Esta justicia es la justicia imputada e impartida que fue obrada por Jesucristo en la cruz. No es el carácter justo de Dios. Los Cristianos poseen el principio de la vida, que crece y se desarrolla (I Jn. 3:9). Todo respiro que toma un hombre es por el aliento de la vida que Dios da presentemente (Hech. 17:28). Como los hombres viven, mueven, y existen físicamente en Dios, los Cristianos viven, mueven, y existen en El espiritualmente. El que comenzó en ellos la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6). El quien plantó el principio de la vida continuará dando esa vida. Hay un dar inicial y un dar continuo. Hay un creer inicial y un creer continuo para los elegidos. Una persona cree cuando él acepta a Jesucristo después de su regeneración (I Jn. 5:1). Entonces, él cree continuamente. Hay una venida inicial a Jesucristo y una venida continua a El (Mat. 11:28; I Ped. 2:4). La vida eterna dada por Jesucristo es la vida no interrumpida. Es la vida sin una cancelación. Esta vida no interrumpida es el pozo de Juan 4 que salte para la vida eterna. Jesucristo Mismo es la fuente viva.
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EL MÉTODO DE SACAR VIDA
E INCORRUPCIÓN A LUZ
Pero que ahora habiendo sido manifestada [phanerotheisan, aoristo pasivo participio de phaneroo, que significa revelar, manifestar, o aparecer] por la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, por un parte quien ha cancelado [katargesantos, aoristo activo participio de katargeo, que significa anular, cancelar, destruir, o abolir] la muerte, por otro parte habiendo sacado a luz [photisantos, aoristo activo participio de photidzo, que significa sacar a luz] la vida y la incorruptibilidad [aphtharsian, acusativo de aphtharsia] por medio del evangelio.—II Timoteo 1:10 (traducción)
El resultado de la encarnación de Cristo es que El ha sacado la vida y la incorrupción a la luz por medio del evangelio. La vida tiene referencia al alma, y la incorrupción se refiere al cuerpo. El evangelio revela los dos. Sacando algo a la luz es con el propósito de iluminar, ilustrar, o aclarar algo. Entonces, Jesucristo ha ilustrado la vida y la incorrupción por el evangelio. Esta doctrina nunca había sido antes demostrada o ilustrada. Existió en promesa pero nunca había sido exhibido prácticamente. Jesucristo sacó a la luz el propósito y la promesa. El Mismo en Su cuerpo resucitado y glorificado es el objeto de esperanza para aquellos que tienen la vida espiritual. La verdadera esperanza está en la segunda venida de Jesucristo, Aquel quien ha sido revelado al corazón del hombre en la regeneración y aparecerá para la segunda vez para consumar la salvación del hombre por la redención del cuerpo (Rom. 8:18-23; 9:28).
La Vida Sacada A Luz Por El Evangelio
El evangelio no produce vida, pero saca la vida existente a la luz. Una persona no es concebida—regenerada—por el evangelio. Pero la concepción por el Espíritu de Dios es sacada a luz por medio del evangelio. La palabra del evangelio no es el medio del nacimiento nuevo. Un mandato creativo de Dios y la obra del evangelio en traer adelante lo que ya ha sido traído adelante por la palabra del mandato son distintos. La declaración de Dios “Sea la luz; y fue la luz” fue un mandato (Gén. 1:3). La revelación escrita de la mente de Dios no fue el medio de traer la luz a la existencia. Dios no necesitó medios instrumentales. La palabra de mando debe ser distinguida del evangelio predicada por los ministros ordenados por Dios. Dios habló una palabra de mando al infante contaminado en Ezequiel 16, y el infante vivió: “Yo pasé junto a ti y te vi revolcándote en tu sangre. Mientras estabas en tu sangre, te dije: ¡Vive! Sí, te dije, mientras estabas en tu sangre: ¡Vive!” (Ezeq. 16:6 BLA). El mandato para vivir no implica la palabra del evangelio. Esta es una ilustración de la regeneración. No ilustra la vida siendo sacado a luz por la palabra de Dios que es predicada.
¿La regeneración precede, acompaña, o sigue la predicación del evangelio? Contrario a las enseñanzas religiosas que el bautismo es esencial para la salvación, que la voluntad del hombre coopera con la gracia de Dios, y que el evangelio es el medio de que Dios usa en la regeneración, el nacimiento nuevo es por el Espíritu Santo sin el uso de medios. “La regeneración bautismal” es ofensiva a la mente espiritual porque pone la regeneración en las manos del predicador, y no en las manos de Dios. El “libre albedrío del hombre” es también ofensiva a la mente espiritual. Hace la voluntad del hombre el factor primario en la salvación del hombre. “La regeneración por el evangelio” es tan ofensiva a la mente espiritual como la “regeneración bautismal” y “el libre albedrío del hombre.” Demanda la predicación del evangelio; por lo tanto, es dependiente en el predicador. La Biblia enseña la regeneración del Espíritu, que da la capacidad para recibir el mensaje del evangelio. El pecador es pasivo en la regeneración, pero él es activo en la conversión. No hay arrepentimiento hacia Dios y la fe en Jesucristo hasta que una persona ha sido convertida por el Espíritu de Dios en la regeneración: “...conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios. Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud” (Jer. 31:18, 19). Después que el pecador ha sido convertido por Dios, él puede, por el poder del Espíritu Santo, arrepentirse y creer. La convicción del pecado siempre sigue a la regeneración.
Uno ha de considerar lo que significa el término “oír el evangelio.” ¿El hecho de oír refiere al oído que ha sido sensibilizado por el Espíritu de Dios en la regeneración, o se refiere simplemente al órgano llamado la oreja? Jesucristo mandó a la multitud oír y entender (Mat. 15:10), y El mandó que aquellos en las asambleas de Apocalipsis quienes tenían un oído para oír que oigan lo que el Espíritu dijo a ellos (Apoc. 2:7, 11, 17, 29). Pero según Proverbios 20:12, el oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas igualmente ha hecho Jehová. Antes que cualquier hombre pueda oír o aceptar el evangelio de Cristo en una experiencia de conversión, a él se le debe de haber dado primero un oído para que oiga. El mismo no puede adquirirlo, y ningún hombre se lo puede dar. Sólo el Espíritu soberano puede darle a un hombre un oído para que oiga. El lo hace en la regeneración.
La Biblia distingue la influencia del Espíritu Santo de la palabra de Dios y declara que tal influencia es necesario para la recepción apropiada de la verdad del evangelio de Jesucristo. Dios no da un mensaje espiritual y una llave humana para abrir el significado espiritual de aquel mensaje. Una llave espiritual es necesaria para abrir el misterio espiritual a fin de comprender los misterios de Dios. La llave que abre es el Espíritu Santo en la regeneración. Este hecho es retratado en Lidia: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo [ekouen, imperfecto activo indicativo de akouo, que significa estaba oyendo—un acto único]; y el Señor abrió [dienoixen, aoristo activo indicativo de dianoigo, que significa abrió—un acto único] el corazon de ello para que estuviese atenta [prosechein, presente activo infinitivo de prosecho, que significa poner la atención a, echar mano en, o da uno mismo a—resultado] a lo que Pablo decía” (Hech. 16:14). Con el órgano de su oreja, Lidia oyó a Pablo hablar palabras. Cuando el Señor abrió su corazón, ella puso atención a y entendió lo que Pablo decía. Antes que el Señor abriera su corazón, ella no comprendió. Ella sólo escuchó palabras. Lidia no tuvo nada que hacer con el obra del Señor en su corazón.
Los no regenerados no tienen inclinación para recibir el mensaje espiritual del evangelio de Jesucristo: “...la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). No hay disposición en las tinieblas para recibir la luz. Una persona no regenerada puede recibir los datos históricos de la encarnación de Cristo, de la muerte, Su resurrección, y la segunda venida; pero éste no es una indicación que él ha aceptado el evangelio glorioso y ha tenido una experiencia espiritual en la verdadera conversión. El no tiene disposición de corazón para recibir la naturaleza espiritual de ese mensaje aparte de la regeneración. Aceptar sólo los meros datos históricos no es suficiente como no fue para los Judíos quienes vieron a Jesucristo hacer los milagros y creyeron en El. Pero Cristo no se fiaba de ellos.
Una persona ciega no tiene disposición para recibir la luz. Una persona sorda no tiene capacidad para oír. Una persona muerta no tiene poder para vivificarse a sí mismo. Además, la persona no regenerada no tiene disponibilidad para recibir el evangelio glorioso de Jesucristo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (I Cor. 2:14). Una mente espiritual, que es el resultado de la regeneración, es necesaria a fin de entender el mensaje espiritual de Dios.
El evangelio describe el mensaje que saca a luz la vida. El evangelio es las buenas nuevas, no lo que es nuevo. Es tan antigua como Dios Mismo, porque El es su Creador. Como a su naturaleza, el evangelio no es el buen consejo, un mensaje satisfactorio a la mente depravada, o relativo al hombre moderno. El mensaje es las buenas nuevas de gozo a aquellos en cuyos corazones Dios ha obrado la gracia. El evangelio se trata con ciertos hechos objetivos, tal como el nacimiento virginal de Cristo, Su vida sin pecado, Su muerte en la cruz, Su resurrección, Su ascensión, y Su intercessión. Sólo cuando estos hechos están en una estructura redentora nosotros nos podemos regocijar. Sin estos hechos, no hay más que el misticismo. Sin la explicación de estos hechos, no hay más que la historia impotente. Pero la explicación de ellos causa un regocijo al corazón que ha sido redimido por la gracia. Por tanto, el efecto de las buenas nuevas es traer un semblante alegre al que nació del Espíritu de Dios. La radiación del regocijo de lo de adentro no puede ser eliminado por las circunstancias (I Cor. 10:13). El propósito del evangelio es para sacar la vida a luz. Da regocijo y contentamiento. La gloria de Dios se hace manifiesta en el semblante del Cristiano (II Cor. 4:6).
El evangelio fue predicado en el Antiguo Testamento: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Isa. 61:1). La palabra hebrea para “buenas nuevas” (basar) tiene el mismo significado como el evangelio en el Nuevo Testamento. Esta palabra también es traducida carne. Aparece primero en la narración de la mujer tomado del costilla del hombre y su carne (basar) fue cerrado (Gén. 2:21). Esto retrata a Jesucristo en la cruz, que es el fundamento de las buenas nuevas proclamada por Cristo y los apóstoles. Las segunda y tercera referencias donde la palabra basar es usada dan esperanza para la carne del hombre (Gén. 2:23, 24). Pero en Génesis 6:12, la carne toma un significado diferente. Aquí, es la corrupción o la maldad. Este fue después de la caída de Adán. La carne refiere a la vieja naturaleza pecaminosa para la cual no hay esperanza. Cuando una persona es nacida de nuevo, su carne es comparada con la naturaleza vieja, que debe ser dejada y considerada como muerta. Entonces, la carne refiere a la naturaleza vieja que es mala y nunca será cambiada, pero también refiere al cuerpo humano para el cual si hay esperanza. Las dos cosas sacada a luz por el evangelio son la vida y la incorruptibilidad. Los santos del Antiguo Testamento tuvieron esta esperanza: “Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25, 26).
La verdad del evangelio saca a luz sólo lo que es en afinidad con él. Puesto que la verdad es santa, puede fraternizar sólo con lo que es relacionada con su propia naturaleza. El evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree...” (Rom. 1:16). Invade en la vida del hombre como un llamado a creer y a convertirse por el amor y la obediencia.
El Dios santo es la fuente del evangelio. Los hombres santos del pasado son los canales del evangelio. Cristo el santo es el mensaje del evangelio. La santidad práctica en las vidas de los recipientes de la gracia es el propósito del evangelio. Las siguiente son cosas a como el evangelio es llamado: (1) El evangelio es llamado “el evangelio de Dios” (Rom. 1:1). Esto denota su fuente. El evangelio es la premeditación de Dios, no Su nuevo pensamiento. Fue propuesto en el decreto eterno de Dios antes la fundación del mundo. (2) El evangelio es llamado “el evangelio de Cristo” (II Cor. 10:14). El es el tema. No hay evangelio sin la discusión de ambos la Persona y la Obra de Jesucristo (I Cor. 2:1-5). (3) El evangelio es llamado “el evangelio de la gracia de Dios” (Hech. 20:24). (4) El evangelio es llamado “el evangelio de vuestra salvación” (Ef. 1:13). (5) El evangelio es llamado “el evangelio de la paz” (Ef. 6:15). Esto revela la protección y armadura que el hijo de Dios tiene para su lucha. (6) El evangelio es llamado “el evangelio del reino” (Mat. 4:23). Esto no significa que hay otro evangelio que tiene que ser proclamado en el tiempo final. Esto solo denota su perfección. (7) Pablo refirió al evangelio como “mi evangelio” (II Tim. 2:8). Fue suyo porque le había sido entregado a él para proclamar. Lo mismo es cierto para toda persona salvada por la gracia. (8) El evangelio es llamado “el evangelio eterno” (Apoc. 14:6). Esto denota su perpetuidad.
¿Por qué predicar el evangelio si los hombres están muertos y no pueden ser regenerados por oírlo? Dios mandó la proclamación de la verdad. Es un medio de la conversión. La convicción de la conciencia y la convicción de la voluntad difieren. La verdad puede traer la convicción a la conciencia pero no a la voluntad antes de la regeneración. El diseño del evangelio es para salvar pero no para regenerar. No es ni el instrumento ni el agente en la regeneración. El evangelio es una proclamación. Una proclamación no puede ser un agente. La regeneración es desempeñada por una Persona—el Espíritu Santo. Nadie fuera de la Deidad puede crear. Entonces, el evangelio no puede ser usado por los hombres para crear. El propósito eterno de Dios no es dependiente de los hombres para efectuar una obra creativa. La regeneración es el hecho creativo del Espíritu Santo para traer a la existencia lo que no existió anteriormente.
El evangelio hace discípulos, pero no hace hijos de Dios. Los discípulos fueron comisionados para hacer discípulos, pero ellos no fueron comisionados para hacer hijos de Dios (Mat. 28:19, 20). Hay una diferencia extensa entre hacer seguidores y traer hijos de Dios a la existencia. I Corintios 1:18 dice que el evangelio es el poder de Dios a aquellos quienes están siendo salvos (sodzomenois, presente pasivo participio de sodzo). Puesto que el evangelio efectivamente alcanza sólo a los llamados, el hecho de salvar efectuado por el evangelio no es la salvación de II Timoteo 1:9. No hay manera de maniobrar el evangelio en tal posición que salva a una persona antes él sea “salvo”—regenerado—y llamado con un llamamiento santo. La regeneración precede el llamamiento eficaz.
Si el evangelio fuese el medio establecido por Dios de la regeneración, ambos el hombre y el evangelio serían los instrumentos usados en el vivificado Divino. Dios sería dependiente del hombre para proclamar el evangelio antes de que El pudiera regenerar. Pero un medio no creativo—el hombre—no es asociado con Dios en un hecho creativo.
Los instrumentos del evangelio fueron los hombres de los tiempos pasados (II Ped. 1:19-21). Ellos fueron los hombres sobre quienes Dios respiró. Mateo, Marcos, Lucas, y Juan fueron cada uno inspirados para escribir sus Evangelios. Lo mismo es cierto de los profetas y los otros apóstoles quienes registraron la palabra de Dios. La palabra “inspirada” (theopneustos) de II Timoteo 3:16 viene de una palabra griega de compuesto que significa “respirada por Dios.” Tiene que ver con los escritos de la Escritura, más bien que con los hombres mismos. Cuando pensamos de los libros escritos, no pensamos de los hombres quienes los escribieron pero el Espíritu Santo quien les inspiró para escribir. No es simplemente que sus mentes fueron elevadas o sus espíritus sublimados, pero sus lenguas fueron reguladas por el Espíritu de Dios.
El origen Divino de la palabra es una necesidad. La depravación del hombre requiere que su origen sea Divina. Dios quien es sobre el tiempo ve mediante el tiempo. El controla todos, aún los hombres a quienes El eligió para dar las Escrituras. El ha ordenado y expuesto Su propósito en la Escritura. El Señor de la historia puede exponerlo porque El es sobre la historia. La Biblia no contiene simplemente la palabra de Dios. El manuscrito original es la palabra de Dios. Entonces, los instrumentos pueden ser reducidos a “el instrumento.” Fue escrito por los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles, pero el Espíritu Santo reguló a todos. El es el instrumento de la Escritura.
El mensaje del evangelio es personificado en Jesucristo (Rom. 1:3, 4). El santo Cristo es la personificación de la Escritura. En I Corintios 2:1-5, Pablo predicó la Persona y la Obra de Jesucristo. “Jesucristo” refiere a Su Persona, y “éste crucificado” refiere a Su obra. Pablo proclamó el testimonio de Dios (I Cor. 2:1) que la fe de los Corintios estaría en el poder de Dios (I Cor. 2:5). Por lo tanto, el testimonio de Dios es el poder y la sabiduría de Dios. El Espíritu escudriña las cosas profundas de Dios (I Cor. 2:10). Uno nunca puede sondear las profundidades del evangelio.
El evangelio es personalizado en sus recipientes (Rom. 1:5-7). El propósito del evangelio es para efectuar la santidad práctica en aquellos regenerados por sacar la vida a luz por el evangelio. El evangelio nunca fue diseñado como un instrumento de la regeneración. Cuando el evangelio es aceptado, saca a luz la vida en una experiencia de conversión. Solo El Espíritu Santo da vida. Esa vida dada en la regeneración capacita al individuo para aceptar el evangelio cuando lo oye. Una persona no es regenerada por el arrepentimiento y la fe. Estos son frutos del principio de la vida que fue impartida en la regeneración. Pero la persona con el principio de la vida responderá al evangelio.
Todos aquellos quienes han sido regenerado por el Espíritu de Dios y han aceptado a Jesucristo por la fe saben lo que es experimentar la conversión. Antes de la regeneración, el evangelio fue locura a ellos; pero después de la regeneración, llega a ser el poder de Dios para experimentar la salvación (I Cor. 1:18). La verdad es entendida espiritualmente en la conversión. No es locura a una mente espiritual.
La conversión y el nacimiento nuevo no son sinónimos. La palabra griega para convertir (epistrepho) significa volver, volver hacia, traer hacia atrás, o convertir. Nunca implica la impartición de la vida; por lo tanto no puede ser igualado con la vivificación. El Señor salva algunos mediante la predicación, pero estos son aquellos quienes han sido ya vivificados. El evangelio debe ser proclamado y continuamente repetido para la salvación de las personas regeneradas (I Cor. 1:18-20). El apóstol Pablo fue usado por el Señor para convertir a muchos a quienes el Espíritu Santo había regenerado (Hech. 26:16-20). Un hermano puede convertir otro hermano quien ha errado de la verdad (Sant. 5:19, 20). El le vuelve en la dirección correcta y le salva de la muerte física, y no la espiritual.
La causa suficiente de la vida siendo sacada a luz es la voluntad del Dios soberano. Dios el Padre deseó la muerte de Jesucristo, y El deseó la salvación de los individuos que dio a Cristo en el pacto de la redención. Hemos sido creados nuevamente por la gracia del Dios soberano (Ef. 2:4-10). El nacimiento nuevo es de Dios (Juan 1:12, 13). La regeneración es de Dios quien muestra la misericordia. La regeneración no es dependiente de dos voluntades. Sin embargo, la conversión es dependiente de dos voluntades—la voluntad de Dios más la voluntad del recipiente de la gracia, quien fue hecha voluntaria en el día del poder de Dios (Sal. 110:3; Fil. 2:12, 13). La voluntad del hombre es subordinada a la voluntad de Dios sólo por la gracia. La voluntad de Dios no sólo determina la concepción pero también el tiempo para sacar a luz ese principio de la vida por medio del evangelio. Santiago habló del hecho natural de sacar a luz la vida ya existente con la palabra de la verdad: “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Sant. 1:18).
Después de nueve meses de ser embarazada, un madre da a luz a un niño; pero la vida de ese niño existió antes que vino de la obscuridad de la matriz a la luz del día. Asimismo, el principio de la vida dado a nosotros por el Espíritu Santo en la regeneración en la obscuridad de nuestro subconsciente es sacado a la luz por medio del evangelio a nuestro conocimiento.
El propósito de sacar a luz la vida por medio del evangelio es que nosotros podríamos ser un tipo de las primicias de las criaturas de Dios. La palabra de la verdad tiene una fuerza activa en la voluntad que ha sido hecha voluntaria por la gracia de Dios (I Tes. 1:5-7). La palabra de Dios obra eficazmente en el regenerado (I Tes. 2:13).
Sin la vida subjetiva, es imposible para uno creer el mensaje objetivo dado de Jesucristo en una experiencia de conversión. La vida en el sentido objetivo es la vida en el sentido judicial (Juan 3:14-16; 5:24; Hech. 16:31; Gál. 3:26). Esto describe el pecador arrepentido, y no hay arrepentimiento aparte de la vida subjetiva. Este es el pecador arrepentido que acepta el mensaje objetivo de la obra redentora de Cristo mediante el evangelio. En el aspecto objetivo de la vida, el espíritu subjetivo acepta el hecho objetivo de la encarnación de Cristo (I Jn. 4:1-4), el testimonio histórico de Cristo (I Jn. 5:9-13), la obra terminada de Cristo en la cruz (Juan 3:14-16), la resurrección de Cristo de entre los muertos (Juan 20:1-10; I Cor. 15), y Su glorioso regreso (Hech. 1:9-11).
La vida debe ser obrada en el pecador antes de que él pueda aceptar la vida obrada para él en la cruz. La distinción entre la vida objetiva y la subjetiva fue hecha por el Mismo Hijo de Dios (Juan 3:8-16). Lo que es nacido del Espíritu es vida en el sentido subjetivo. La vida mediante la fe en Jesucristo es vida en el sentido objetivo. Esta distinción es ya en armonía con la depravación del hombre, el llamamiento eficaz, y la soberanía absoluta de Dios. Esto es verdad en la experiencia de todo recipiente de la gracia. El orden Bíblico es dado en I Pedro 1:2—(1) Los escogidos son elegidos según la presciencia de Dios Padre. (2) El escogimiento de Dios toma efecto mediante la obra santificadora del Espíritu Santo. Esto es a ser considerado subjetivamente. (3) La elección por el Padre y la santificación posicional por el Espíritu son para la obediencia de lo que el Padre ha hecho por los recipientes.
La Incorrupción Sacada A Luz Por El Evangelio
Jesucristo no sólo es el gran destructor pero también es el gran iluminador. El ha destruido la muerte por el medio de la muerte. El ilumina por el Espíritu de regeneración. El Espíritu de regeneración adentro un individuo trae a su atención por el evangelio lo que es en Cristo posicionalmente y lo que será cuando estará en la presencia gloriosa de Cristo. Entonces, las dos cosas enfatizadas en II Timoteo 1:9 y 10 son la vida que el Cristiano tiene en el presente y la consumación de esa vida. Lo posterior es indicado por el uso del término “incorruptibilidad.” La incorrupción es sacada a luz por el evangelio de nuestro Salvador.
Hay opiniones diversas concerniente a la inmortalidad. Los aniquiladores creen que la inmortalidad y la vida eterna hablan de la misma cosa. Ellos preguntan, ¿Si la inmortalidad es el atributo natural de cada hijo de Adán desde el momento que él respira, por qué busca para aquel que ya posee? (Rom. 2:7). Ellos creen que es algo para ser considerado como una recompensa. Su opinión puede ser llamada “inmortalidad condicional.” Algunos evangélicos dicen que la inmortalidad es un término físico, y su oponente es la mortalidad. Así, ellos dicen que la palabra inmortalidad, como referirse a la existencia interminable del alma, esta debe ser cuestionada. Otros evangélicos contienden en que la inmortalidad significa la inmunidad de la muerte. Por lo tanto, concluyen en que Adán no poseyó la inmortalidad, porque él fue advertido de la muerte. La mayoría de los evangélicos están de acuerdo que el ser inmaterial del hombre continúa después de la muerte. Cuando el cuerpo muere, el alma sigue viviendo.
La palabra “inmortalidad” no tiene el mismo significado como en la filosofía secular o en el discurso moderno. Mientras algunos sugieren que la palabra nunca debe ser usada en el sentido Bíblico, los otros sugieren que es correcto usar el término, con tal de que uno guarde en la mente la diferencia en el uso Bíblico. Una consideración de las palabras griegas para describir la inmortalidad será beneficiosa al estudiante de la Escritura.
El sustantivo griego aphtharsia es traducido incorrectamente “inmortalidad” en II Timoteo 1:10 y Romanos 2:7. Es inexactamente traducida “inalterable” en Efesios 6:24. Esta palabra griega significa incorrupción o perpetuidad (Rom. 2:7; I Cor. 15:42, 50, 53, 54; Ef. 6:24; II Tim. 1:10). “Incorrupción” es asociado con la gloria y el honor y es un incentivo a la excelencia moral en Romanos 2:7. En Efesios 6:24, habla del “incorrupto” de amor del Cristiano para Cristo. La palabra aphtharsia es traducida correctamente “incorrupción” con la referencia a la resurrección del cuerpo en I Corintios 15:42, 50, 53, y 54.
La forma de adjetivo de la palabra es aphthartos, que significa incorruptible, no sujeto a la corrupción o deterioro, o imperecedero (Rom. 1:23; I Cor. 9:25; 15:52; I Ped. 1:4, 23; 3:4). En Romanos 1:23, se refiere a los hombres depravados que cambiaron al Dios incorruptible por una imagen de hombres corruptibles. Una corona incorruptible será recompensada a todo hijo fiel de Dios en el tribunal de Cristo (I Cor. 9:25). El cuerpo del Cristiano será resucitado incorruptible (I Cor. 15:52). La herencia del hijo de Dios es incorruptible (I Ped. 1:4). El hombre interno del corazón es incorruptible (I Ped. 3:4). La palabra es traducida también inmortal, uno de los tres adjetivos usados en I Timoteo 1:17 para describir la naturaleza de Dios: “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal [aphthartos], invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” La palabra aphthartos que es traducida inmortal en este versículo no significa inmortalidad. Esto también es cierto del sustantivo aphtharsia—incorrupción, traducido inmortalidad en Romanos 2:7 y II Timoteo 1:10. El sustantivo griego para la inmortalidad, athanasia, es la negativa de la palabra muerte, thanatos, traducida incorrupción en la referencia al cuerpo resucitado y glorificado del creyente en I Corintios 15:53 y 54. Es usado para hablar de la naturaleza de Dios en I Timoteo 6:16. La palabra expresa más de la inmortalidad. Sugiere la calidad de la vida disfrutada.
Solo Dios tiene la inmortalidad: “El único [Dios] que tiene inmortalidad [athanasia], que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” (I Tim. 6:16). Solo Dios tiene la inmortalidad no derivada e intrínsecamente en Sí Mismo. Dios es vida, y Su vida no es derivada. Dios es la primera causa. Aunque El comunica existencia perpetua a los ángeles y a los hombres, solo Dios tiene existencia interminable como Su atributo esencial: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26). El verbo traducido “dado” (edoken, aoristo activo indicativo de didomi) significa nombrar. La vida referida es la vida independiente e inmutable de Jesucristo. El Padre no es la fuente de la Deidad, y el Hijo no derivó Su Deidad del Padre. A afirmar que el Hijo derivó Su Deidad del Padre es una negación de la eternidad de Cristo. Una existencia independiente y derivada o un poder original y comunicativo es un absurdo. Algunos interpretan Juan 5:26 como negar la eternidad de Jesucristo. Ellos argumentan que si el Padre da vida al Hijo, el Hijo no la tuvo; por lo tanto, El no es eterno. Sin embargo, este versículo no refiere a la vida en sí pero a la manera de tener y sostener vida o comunicando vida en una capacidad mediadora. El Padre como la Cabeza de la economía mediadora nombró al Hijo para retener y ejercitar el poder independiente de conferir vida. Es la propiedad característica de que ambos el Padre y el Hijo igualmente poseen. Esto no argumenta ni la desigualdad ni la inferioridad en el Hijo. Significa que el Hijo retiene y comunica vida independientemente e igualmente con el Padre. (Véanse Juan 10:28.) Jesucristo es la fuente de vida.
La muerte nunca debe ser considerada como la cesación de la existencia en un sentido físico, pero fue la separación de Dios cuando Adán cayó en el jardín de Edén. Por otra parte, la vida de ambas las partes inmateriales y materiales del hombre no pueden ser separadas en o la eternidad o en el tiempo. Lo inmaterial no existe aparte del material en o la eternidad o en el tiempo, porque el hombre sin un cuerpo es algo menos que una persona. Por lo tanto, la inmortalidad como se relaciona al hombre refiere al cuerpo corruptible vestido con la incorrupción: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (II Cor. 5:1).
La incorruptibilidad es atribuida al cuerpo del hombre eximido del deterioro después su resurrección: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción [aphtharsia]” (I Cor. 15:42). La incorrupción es la existencia sin el deterioro. La existencia humana en este mundo no es incorruptible. Es sujeto al deterioro. Pero el evangelio ha traído la verdad que el cuerpo existirá sin el pecado. Por el evangelio, el Señor nos ha mostrado que el cuerpo será unido con el espíritu y alma de modo que el hombre completo aparecerá en la presencia del Señor.
La vida y la inmortalidad (incorrupción) no hablan exactamente de la misma cosa. Hay algunos ejemplos en la Escritura donde ellos pueden aparecer en la superficie para ser estrechamente relacionados, pero esto no es cierto en II Timoteo 1:10. Hay tales pasajes como Mateo 10:28 donde nuestro Señor dijo que una persona puede matar el cuerpo pero no puede matar el alma. Esto enseña que el alma tiene una existencia eterna. Cuando uno llega a ser un Cristiano, él pasa de muerte a vida eterna (Juan 5:24). La vida eterna significa que nunca cesará. Por lo tanto, hay inmortalidad en cuanto a la relación de uno con Dios. Pero estrictamente hablando, la incorruptibilidad se refiere al cuerpo de los santos que mueren.
El hombre fue hecho para la incorrupción. Todos los santos del Antiguo Testamento la anhelaron, pero nosotros leemos a menudo que cada uno nacieron y murieron, excepto a Enoc y Elías quienes no vieron la muerte. Adán fue advertido de muerte si comía la fruta prohibida. El comió; él murió espiritualmente; murió luego físicamente. La muerte como un hecho físico es inevitable y universal. La historia es una sucesión de generaciones. Antes de que Cristo apareciera, la vida y la incorrupción estaban escondidas en la obscuridad. Antes de Cristo, la incorrupción fue una conjetura o una esperanza indistinta. Por Su vida, Jesucristo la ha hecho una certeza.
El hombre natural está vivo al mundo, pero está muerto a Dios. Solo el removimiento del pecado puede quitar los elementos de la destrucción. El creyente no está sujeto a la muerte espiritual, pero está sujeto a la muerte física. El todavía no posee la incorruptibilidad. La incorruptibilidad será experimentada cuando el creyente pase por el tiempo a la eternidad. El incrédulo existirá espiritualmente y físicamente y eternamente separado de Dios. Esta es la segunda muerte (Apoc. 20:14).
La muerte es la existencia fuera de la armonía con Dios. Por el único hecho de transgresión de Adán, él cayó; y toda la humanidad cayó con él (Rom. 5:12). La muerte a Adán y a sus descendientes significa separación de Dios. El Cristiano no está sujeto a la muerte espiritual, pero está sujeto a la muerte física. El ha pasado fuera de la muerte espiritual a la vida espiritual. Entones, la muerte no puede significar la cesación de la existencia. La caída no mató los cuerpos de Adán y Eva, pero ellos llegaron ser espiritualmente muertos. Ellos fueron separados de Dios por el pecado; por lo tanto, ellos no tuvieron compañerismo con El. El hombre puede matar el cuerpo, pero no puede matar el alma porque el alma es inmortal (Mat. 10:28).
El término incorruptibilidad es usado cuando habla de vida perpetua de los malvados en el infierno. Nuestro entendimiento del justo juicio nos conduce a creer que la administración moral de Dios vindicará en la vida que está por venir (Luc. 16:19-31). Habrá grados de castigo en el infierno como habrá grados de recompensas en el cielo. El alma es capaz de morir espiritualmente, pero no es capaz de cesar de existir. El alma vivirá para siempre en o un estado salvado o perdido.
La incorruptibilidad en el sentido de una existencia perpetua es atribuida a todos los espíritus, incluyendo el alma de hombre, Satanás, y a los ángeles caídos, ninguno de quienes perdió su existencia mediante su caída. El carácter de cada uno ha cambiado, pero su ser queda igual. Entonces, el carácter del hombre fue cambiado, pero no perdió su espíritu en la caída. Su cuerpo volvió a ser sujeto a la muerte, pero su alma no comparte su disolución (Dan. 12:2; Luc. 16:19-31; Hech. 24:15).
La incorrupción es usada para designar el estado del hombre en la gracia (Juan 5:24; 10:28). Esta es la incorrupción en un sentido espiritual. En este estado, el hombre no está seguro de que él escapará a la muerte física. El hombre en este estado tiene la incorruptibilidad en un cuerpo mortal sujeto a las aflicciones mortales. “Perecer” y “vida” están en contraste el uno con el otro. Ellos representan dos extremos definitivos del destino humano. La palabra griega para la inmortalidad no es usada en Juan 5:24 o Juan 10:28. La palabra aionios, que significa eterno, sin fin, o perpetuo, es usada. La vida eterna es el principio impartido de vida a la persona quien ha sido regenerado por el Espíritu de Dios. Es una posesión presente, pero tiene una consumación futura—"esperanza de la vida eterna" (Tito 1:2). “El que ama su vida, la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12:25). Esto significa aquella gente que tiene la esperanza viva de la vida eterna (Tito 1:2; I Ped. 1:3) digerirá fácilmente cualquier pérdida temporal, especialmente cuando su esperanza no puede ser lograda sin esa pérdida. La preservación “para la vida eterna” es suficiente para persuadir un Cristiano cuando él es llamado a la vida despreciar su vida en este mundo a fin de vivir para Dios. Los versículos como Juan 12:25 y Tito 1:2 no contradicen a otros pasajes que afirman que nosotros presentemente tenemos la vida eterna (Juan 10; I Jn. 5). “Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (I Jn. 2:25).
Habrá una consumación gloriosa y una realización plena de la vida en el futuro. En este sentido, la vida eterna incluye la incorrupción del cuerpo. El cuerpo será redimido, porque Cristo no perderá parte de Su posesión El hombre es incompleto sin su cuerpo en el tiempo o en la eternidad. Estrictamente hablando, la mortalidad refiere al cuerpo; sin embargo, la vida y la incorrupción no son dos palabras para la misma cosa. A veces ellos van juntos. Por ejemplo, “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40). Este es lo que Pablo tuvo en mente cuando él dijo, “Aquel quien nos ha salvado, y quien nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito y la gracia habiendo sido dada a nosotros en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero ahora habiendo sido manifestada por la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, por un parte quien ha cancelado la muerte, por otro parte habiendo sacado a luz la vida y la incorruptibilidad por medio del evangelio” (II Tim. 1:9, 10—traducción). Una persona no podría saber nada acerca de la consumación de esta vida aparte del evangelio.
Previamente dicho, la expresión “la inmortalidad del alma” no es Bíblico. La inmortalidad no puede ser aplicada al alma del hombre. Esto no es decir que el alma está sujeta a la muerte. La mortalidad y la incorrupción son términos físicos. Jesucristo es la única excepción al programa universal en el cual o la incorrupción o la inmortalidad es alcanzable. Aunque murió, Cristo no vio la corrupción. Su condición presente es la de la incorrupción (Sal. 16:10; Hech. 2:27), y la inmortalidad es inherentemente Suya. Cristo ha entrado en Su cuerpo incorruptible y transformado. Los creyentes esperan su partida del tiempo a la eternidad para sus cuerpos incorruptibles y glorificados. Este hecho no tiene nada sobre la redención presente de los elegidos.
La existencia perpetua es atribuida a todos los espíritus. El alma del hombre tiene una existencia perpetua. Satanás y los ángeles caídos no han perdido su existencia por su caída. Sus caracteres han sido cambiados, pero su ser permanece igual. El pecado ha traído un cambio similar en el hombre. La palabra “alma” solo no implica la inmortalidad. Si así fuera, los animales serían inmortales, porque ellos, como también los hombres, tienen un alma. El espíritu del hombre lo distingue del reino animal. Como toda carne no es la misma, todos los almas no son iguales (I Cor. 15:37-39). Hay un alma del hombre, y hay un alma de los animales. Los ángeles son designados espíritus, pero los hombres son designados almas. Los ángeles son seres puramente espirituales. Pero los hombres son más inferiores que los ángeles y no son seres puramente espirituales. El hombre es un ser tripartito con el espíritu, el alma, y el cuerpo (I Tes. 5:23). Aunque la mortalidad y la incorrupción refieren al cuerpo, esto no indica que el alma cesará de existir.
El alma del hombre es capaz de la muerte espiritual, pero no es capaz de cesar de existir. El alma vivirá para siempre en un estado salvo o un estado perdido. Las cosas siguientes prueban la existencia perpetua del alma: (1) La existencia perpetua del alma es probada por su creación (Gén. 2:7; Job 33:4). El alma no puede ser matado. Los almas bajo el altar en el Apocalipsis gritan por venganza (Apoc. 6:9, 10). Toda persona vivirá eternamente en la presencia de Dios en la comunión con El o en la eterna separación de El. (2) La existencia perpetua del alma es probada por su naturaleza espiritual. Las almas de los hombres son espíritus (Heb. 12:9, 23). El alma es inmaterial. No es educido fuera de materia. (3) La existencia perpetua del alma es probada por sus facultades de entender, el afecto, y la voluntad. La eternidad es puesta en el corazón (Ecl. 3:11). El Salmista dijo el corazón vivirá para siempre (Sal. 22:26). Este versículo confirma la indestructabilidad absoluta del afecto Cristiano.
La única cosa inmortal en este mundo es el alma. Ningún alma cesará de existir. Hay una distinción entre la vida y la simple existencia. El corazón puede tener uno de dos estados—cercanía a Dios o la separación de Dios. La gracia hace la diferencia. La incorrupción no radica en el cuerpo. Esto no es decir que el Cristiano no experimentará la incorrupción de su cuerpo. La inmortalidad del corazón es independiente de todos los accidentes y todas los alrededores. Tenemos un alma inmortal en un cuerpo que es sujeto a la muerte. Tenemos el principio de vida y la luz del evangelio que nos ha dado toda la información que jamás tendremos aquí en la tierra concerniente al principio de vida.
¿Qué es la naturaleza de vida mediante la muerte para el Cristiano? Hay no estado interino entre la muerte de uno y la resurrección de su cuerpo. El alma no es una entidad capaz de una existencia independiente del cuerpo. El alma no es inherentemente inmortal. Que nosotros viviremos después de la muerte de nuestros cuerpos es verdad. Por lo tanto, todo Cristiano desea saber como será su existencia. El tipo de la vida anticipado para el hombre entendido como un alma separado de su cuerpo difiere significativamente del hombre como un alma con su cuerpo. Lo posterior es apropiado para describir el estado de la vida mediante la muerte. Lo anterior sería una substracción de nuestra condición presente. El alma separada del cuerpo sería una existencia sin sentido.
Cada persona humana existe después de la muerte de su cuerpo. La vida sobre la tierra requiere la presencia y actividad del cuerpo físico. ¿Puede ser un cuerpo eliminado del modo de existencia en el cielo? Si fuera así, ninguno podría hablar de las actividades perpetuas tales como viendo, oyendo, sintiendo, y saboreando. Estos requieren la presencia y la actividad del cuerpo. El cuerpo es usado en la presencia del Señor para verle y adorarle. La percepción y la agencia no pueden ser explicadas sin invocar la presencia del cuerpo.
Como un núcleo de maíz rinde una planta de maíz, el cuerpo resucitado será un cuerpo glorificado. El mismo cuerpo que fue sembrado será resucitado y glorificado. Será un cuerpo incorruptible. El hecho de recrear ocurrirá inmediatamente en la muerte.
La carne y la sangre no pueden heredar el reino (I Cor. 15:50). Lo que conduce a la muerte no puede ser parte de la vida nueva donde la muerte ha sido conquistada. El corruptible y mortal no pueden tener lugar en el incorruptible e inmortal. La resurrección será una creación nueva donde la persona cambiada y glorificada será controlada por el Espíritu. El Nuevo Testamento (con una de excepción luego anotado) nunca usa la frase “resurrección del cuerpo.” Más bien, habla acerca la resurrección del individuo completo en la referencia a ambos gente injusta y justa (Luc. 14:14; Hech. 24:15), Lázaro (Juan 11:23, 24; 12:1, 9, 17), la hija de Jairo (Mar. 5:22-24), Tabita (Hech. 9:36-41), Jesucristo, y cualquier individuo quien es levantado (Luc. 16:31; Juan 6:39, 40, 44, 54). Note que en todos estos casos no es el cuerpo solo pero la persona entera quien es levantada.
Otros pasajes del Nuevo Testamento que directamente enseñan la resurrección, particularmente en lo que respecta al uso de las formas griegas de sustantivo o verbo de egeiro o anastasis, hablan acerca de los muertos siendo levantados (Mat. 10:8; 11:5; Mar. 12:26; Hech. 26:8; I Cor. 15:16, 29, 35, 52;I Tes. 4:16; Heb. 11:35; Apoc. 20:5, 6) o la resurrección de o desde la muerta (nekron) con o sin la preposición ek (Mat. 22:31; Mar. 12:25, 26; Hech. 4:2; 17:31, 32; 23:6; 24:21; 26:23; Rom. 1:4; I Cor. 15:12, 13, 21, 42; Heb. 6:2). Otra vez, en estos pasajes, lo que es hablado no es de cuerpos muertos sino la persona muerta quien es, fue, o será levantada.
La única excepción anotada arriba es encontrada en Mateo 27:52 y 53—"Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos [el acusativo de soma] de santos que habían dormido,se levantaron; [aoristo pasivo indicativo de egeiro], y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos." Dos cosas deben ser notadas acerca de la narración en lo que presenta la resurrección de muchos cuerpos: (1) El énfasis en estos versículos es en las apariciones de los santos resucitados quienes habían sido difuntos (aparecieron a muchos). Parecería que los fenómenos reportados fueron apariencias visuales, y no encuentros personales. Así que, sería natural hablar de la resurrección de ese elemento o el aspecto que da la apariencia—el cuerpo. (2) El uso de soma (cuerpo) aquí no es en contradistincción a otras partes del hombre, pero más bien denota las personas quienes aparecieron.
Otros dos pasajes deben ser considerados con respecto al Nuevo Testamento no hablando de la resurrección de solo un cuerpo. Romanos 8:11 y 23 y Filipenses 3:21 son los pasajes:
1. Dentro de el contexto de Romanos 8:11 y 23, Pablo proveyó un contraste entre las dos esferas de la carne y el Espíritu. Asistir al anterior es ser enemigo a Dios y resulta en el pecado y finalmente la muerte (Rom. 8:6, 7). Sin embargo, aquellos en Cristo Jesús son librados de su interés con el reino de cosas terrestres para dedicar su atención a la orden nueva de cosas del Espíritu (Rom. 8:2, 5). Aunque nuestros cuerpos que sienten el efecto pleno del pecado sufren su consecuencia, principalmente la muerte (Rom. 8:10), Cristo Jesús efectuará también la redención de lo que es más afectado por el pecado (Rom. 8:23; 6:12), y lo dará vida mediante el Espíritu quien ya esta obrando en nosotros (Rom. 8:11). El énfasis en dar vida a nuestros cuerpos no es que estos solamente serán resucitados pero más bien que la parte que sintió el efecto pleno de pecado es tal como a ser creado nuevamente en la resurrección en una forma en que este poder de la carne no tendrá el dominio. Lo que es en la vista aquí por la frase “también dará vida a su cuerpos mortales” debe ser vista en la luz del contraste desarrollada. Por cuanto el pecado tiene el poder de muerte sobre el cuerpo, el Espíritu que tuvo el poder para levantar a Jesucristo tiene el poder de vida para restaurar el cuerpo y redimirlo de la dominación del pecado.
2. El segundo pasaje a ser considerado es Filipenses 3:21. Jesucristo cambiará nuestro cuerpo humilde a ser como Su cuerpo glorioso por el poder que Le capacita someter todas las cosas a Sí Mismo. El contexto de este pasaje es similar al pasaje Romano apenas discutido. Pablo contrastó la esfera de intereses terrestres; en esto, uno pone su confianza en los actos físicos de circuncisión, carne, y el pacto—las consecuencias de la comunidad, con la esfera del Espíritu, que transciende cualquier confianza en la carne (Fil. 3:3-21). La justicia propia de uno es contada como nada en la esfera de fe (Fil. 3:8, 9). Los enemigos de la cruz son aquellos cuyo interés definitivo es la esfera terrestre. Por cuanto, el interés verdadero (mancomunidad) del Cristiano es la esfera celestial (Fil. 3:18-20). Con este contexto, puede ser visto que el tema de versículo 21 no es tanto la resurrección como la culminación de la transformación del interés con y confianza en la esfera terrestre a la obtención de la esfera celestial. La culminación es la resurrección de la persona (Fil. 3:10, 11), que involucrará una transformación de su cuerpo a ser rehecho como el cuerpo de gloria de Jesucristo. El pasaje por lo tanto no está enfocando en la resurrección del cuerpo sino más bien en una transformación que continuará o completará el proceso de la perfección ya comenzada (Fil. 3:12). Podemos concluir de estos análisis diferentes que la noción de la resurrección de sólo cuerpos es una concepción extranjera al Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento declara una vista del hombre que es monística, en vez de una dualística o pluralística. Una antropología unitaria tiene el soporte general de ambos el Antiguo y el Nuevo Testamentos. En el Antiguo Testamento perspectiva Hebraica, el hombre es una totalidad o unidad. Aunque las partes diversas del hombre son mencionadas—el alma, espíritu, aliento, corazón, y los intestinos—estos no son los elementos diferentes del hombre capaces de una existencia separada; pero ellos constituyen aspectos diferentes de la persona total. Los escritores del Nuevo Testamento raramente usaron el término griego soma, que significa el cuerpo, cuerpo vivo, cuerpo muerto, cadáver, o realidad de sustancia. Además, con la excepción de Mateo 6:25, 10:28, y I Tesalonicenses 5:23, la palabra “alma” no es un término comparable. La palabra “alma” (psuche) es usado para designar las verdades siguientes: (1) la vida física natural (Mat. 6:25-28; Hech. 20:10), (2) la vida cierta como distinguido de la simple vida física (Mar. 8:35), (3) la persona entera (Mat. 11:29; Hech. 2:41; 7:14; 27:37; Rom. 2:9; 13:1), (4) el hombre interior como el lugar de la decisión (Juan 10:24; Hech. 14:2; 15:24; Ef. 6:6; Col. 3:23), y (5) experiencias de regocijo, tristeza, amor, etc. (Mat. 12:18; Mar. 14:34; Luc. 12:19).
Los escritores del Nuevo Testamento no fueron concernidos simplemente con la resurrección del cuerpo de modo que puede ser consecutivamente conjuntado a un alma continuamente existente. Más bien, ellos fueron concernidos con la resurrección de la persona entera de la muerte. Por supuesto esto involucra el cuerpo. La vida después la muerte es una existencia personificada. La pregunta, “¿Cómo resucitarán los muertos?” conduce a la pregunta, “¿Con qué cuerpo vendrán?” (I Cor. 15:35). No hay vida o alma interior que exista continuamente sin el cuerpo. La resurrección entera es un hecho creativo de Dios. El cuerpo resucitado será un cuerpo cambiado. Muere en la debilidad y en deshonor como un cuerpo físico modelado después de la imagen de Adán quien fue hecho del polvo, pero el cuerpo nuevo será resucitado en el poder y gloria a ser un cuerpo espiritual imperecedero (I Cor. 15:35-53). Este cuerpo no es descrito en forma detallada; pero será cambiado; y el modelo para el cambio es el órgano resucitado del Hombre del cielo, Jesucristo (I Cor. 15:49; Fil. 3:21). La persona regenerada es un hombre nuevo (Ef. 2:15; 4:24), una creación nueva (II Cor. 5:17; Gál. 6:15), poseyendo una naturaleza nueva (Col. 3:10), quien ha experimentado el nacimiento nuevo (Juan 3:3-8). Entonces, su resurrección es una obra ulterior en el proceso recreativo comenzado en la obra de la regeneración.